diciembre 28, 2025

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#4 Tiempos

Huesera; o el arte de no saber qué significan tus propias metáforas | Columna de Guille Garregha

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Criticaciones

 

Huesera es una película que cree que tiene algo interesante que decir, pero que al final no dice nada. Es una película que se limita a poner la pregunta de “¿a poco no está bien denso eso del embarazo y todo lo que representa?” frente al público sin molestarse en profundizar en la idea y dejando que la audiencia haga todo el trabajo por ella, como si fuera un maestro de secundaria terminando su clase del viernes por la tarde con una pregunta capciosa que cree, ilusamente, hará pensar a sus alumnos durante todo el fin de semana, convirtiéndose en el germen de una acalorada discusión intelectual el lunes por la mañana que tiene cero probabilidades de suceder. O sea, no puedo negar que la película se toma la decencia de presentar la cuestión central de una manera visualmente atractiva, pero no deja de ser un “ahí se los pongo, ¿eh?, jóvenes, para que lo mediten, ¿eh? Ahí se los pongo”, mientras sonríe picaronamente para esconder el hecho de que todos sus pensamientos al respecto son tan profundos como una cortada de papel.

Es decir, la idea en sí funciona. El problema es cómo – o más bien, cómo no – la llevaron a cabo. Parece el ejercicio narrativo de alguien que todavía no termina de envolver su cabeza alrededor de la idea de la narrativa. De alguien que sabe que sabe que la mayoría de las películas cuentan una historia, pero rara vez le pone atención a este aspecto del cine porque su TAD solo le deja enfocarse en lo bonito que es ver a la gente moviéndose en una pantalla. A la creadora de esta cosa se le ocurrió una premisa un día, pero nadie le dijo que el punto no es “describir cada detalle de la premisa hasta que se te acabe el vocabulario”, sino llevar a ésta a una conclusión satisfactoria que, o hable acerca de algún aspecto de la condición humana, o sea, por lo menos, entretenida de escuchar. Es el clásico “voy a hacer un corto de 30 minutos donde seguimos el viaje de una nube pasando encima de mi azotea en tiempo real mientras alguien lee los cuentos de Poe en tagalo de fondo” que muchos hemos encontrado en nuestro andar por la vida.

Aún así, me imagino que la premisa de Huesera, descrita en una mesa redonda atestada de personas cuya vida inicia y termina en la felación (y autofelación) cinematográfica del día a día, obsesionadas con “el poder inherente que tiene la imagen en movimiento para revolucionar el mundo” en un mundo que ha visto ya cuatro películas de HuevoCartoon, convertiría a los asistentes de la plática en chimpancés extasiados que brincan sobre sus asientos, aplaudiendo hacia el cielo y ululando como vuvuzelas a las que se les está acabando el aire.

“Imagínate que hagamos una película de terror, ¿sí?, donde la personaje principal está embarazada, ¿va?”

“Ajá.”

“Y, pues, ya ves que, cuando te embarazas, pues, de entrada, físicamente cambias, ¿no? Se te reacomodan los órganos, se te mueven los huesos, ya sabes. Así, bien escabroso todo. Y, deja tú, aparte de todo, aparte de ser físicamente algo que no eras antes, adentro de ti está creciendo una criatura. O sea, un ser vivo, que se te metió en el cuerpo, y ahí está, más o menos nueve meses, creciendo y viviendo de ti. Y estás consciente de que todo eso está pasando en tu interior. O sea, no, no. Terrible si te pones a pensar.”

“Uff, me encanta hacía dónde vas. ¿Y luego?”

“Pues, ¿qué tal, que hacemos un paralelismo de un embarazo, con cuando se te mete un fantasma, una entidad, a tu casa y empieza a hacerte daño? Y entonces, estas dos cosas pasan en paralelo. Piensa, estaría de miedo.”

“No mames, ¡sí! ¿Y qué pasa después?”

“¿Cómo que qué pasa después? Pues eso es todo, ya te conté la idea completa. La morra se embaraza, y una entidad que refleja cómo se siente el embarazo, la espanta al mismo tiempo. Y pues, ya. Qué miedo, ¿no?”

“Pero, ¿y luego?”

“¿Cuál luego? Es una embarazada, y la espantan. Fin. ¿Qué más hay que decir?”

“Pero, ¿en qué acaba o qué?”

“Pues, en que nace el bebé.”

“¿Y el bebé está horrible? ¿Es un ente infernal? ¿Un reflejo de sus miedos?”

“No, ¿Cómo crees? Es un bebé, así, bonito, como todos los bebés.”

“Ah, entonces, cuando nace, ¿se terminan las apariciones?”

“Nombre. Se ponen peor.”

“¿Pero no era su miedo al embarazo? Ahora que ya no está embarazada, ¿por qué siguen espantándola?”

“Ay, no sé, al final ponemos una mamada, así como de que se cura con brujería o una de esas cosas en las que cree la gente rara, o no sé. El chiste es que se vea todo aterrador y raro y así. El por qué es lo de menos. Total, a la gente ni le importan esas cosas. Nadie va al cine a que le cuenten historias, ¿cómo crees? Lo importante es lo del embarazo. O sea, ya, nomás con mostrar el embarazo, un montón de metáforas visuales y, ¡pum!, terror garantizado, vas a ver.”

Cualquier potencial inherente en la idea principal de Huesera se perdió en el momento en que alguien decidió empanizarla en las migajas de un machote de guion usado por cualquier película gringa de principio de los 2010 – de las particularmente olvidables – que pretendían vender sustos baratos debajo de un disfraz de filosofía de primer año de secundaria que, una vez que reflexionabas sobre ella por más de un minuto (o dejabas de tener quince años), te dabas cuenta que eran un montón calorías cinematográficas vacías. El ver Huesera se siente como sentarse a ver unas de esas películas que lanzaban a mitad de enero, cuando nadie está emocionado por salir al cine y a duras penas hay otras tres almas compartiendo función contigo, de esas películas que se ponen en las salas de cines para cumplir con un contrato o una cuota mínima de películas estrenadas en determinado mes, pero que no deja de ser nada más que un bonito ejercicio de venta de humo capaz de convencerte de que tiene un significado oculto mientras la observabas porque, pues, era “bien edgy” y “contracultura” porque “se rehusaba a tener un final feliz estilo Hollywood porque ‘la vida no es como las películas’”.

Aunque, pensándolo bien, Huesera tiene más en común con las sex comedies estadounidenses de principio de los 2000, aquellas que no eran más que una colección de sketches ligeramente unidas por un tema principal. Huesera es lo mismo, pero en vez de sketches, presenta una serie metáforas visuales extremadamente obvias, pero igual de extremadamente vacías, unidas entre sí por el hilo conductor de un espectador pensando que todo va a tener sentido al final. SPOILER: no lo tiene.

Por un lado, sí, es válido que una película sea imágenes mamalonas con significado tras imágenes mama lonas con significado, un torrente de ellas sin un guion narrativo por debajo que les dé coherencia interna. Ellas mismas se dan su propio sentido. Seguro hay cientos de ejemplos maravillosos de este tipo de cine, pero en este momento no se me ocurre absolutamente ninguno – al menos no una que pudiera recomendar sin tener que empezar con un “bueno, pero, tomando en cuenta el contexto de la época y sus autores, además de los movimientos artísticos que se fraguaban…”. La clave es, precisamente, que estas imágenes tengan un significado (o estén expresamente faltas de) en vez de contradecirse a sí mismas al momento de ser puestas en cierto orden porque al realizador se le olvidó que las imágenes de una película generan su discurso precisamente al ser presentadas una después de la otra. Es uno de los ladrillos de LEGO más básicos del cine – y Huesera

ni siquiera puede lograr eso.

De entrada, se supone que es la historia de una mujer que es obligada a quedar embarazada. Aunque, bueno, de eso solo te enteras si lees análisis de la película en internet, porque hay un total de cero indicios de ello a lo largo del filme. Todos los seres humanos alrededor de la vida de la personaje principal expresan directamente en su cara que no esperaban que ella quisiera ser madre y que creían que jamás tendría niños, subtextuando en que no hay problema si decide rendirse antes de que sea muy tarde porque, pues, la maternidad ni lo es todo ni es para todas. Pero ella reniega. Reafirma que sí es lo que quiere. Es más, ella comienza la película emocionada por la idea, haciendo todo lo posible por quedar embarazada. Quizás en la mente de las realizadoras estaba el agregar algún diálogo o escena que ejemplificara el que lo hace porque “es lo que toca” y, por lo tanto, “la sociedad la obligó”, pero definitivamente no supieron traspasarlo de sus neuronas al fotograma.

 La idea de la película es que, entonces, asumas esta supuesta falta de interés de ser madre en las acciones que realiza a lo largo del filme. Como, por ejemplo, todo eso de verse obligada a cambiar detalles de su vida, como el hecho de perder espacios personales en un departamento de tres habitaciones en donde hay que empotrar una cuna, o en su pérdida tiempo, sueño, salud y energía a raíz de tener cuidar del ente que se forma en su vientre. Es como si, no sé, el hecho de acoger a otro ser vivo en tu hogar sea una de esas decisiones que mueven cientos de engranajes pequeños que cambian la rutina de cualquiera.

Y ese es el nivel de reflexión al que llega Huesera, y ya no da para más. Se siente como si la película fuera una niña de tres años acercándose a la maestra de kínder con la revelación de “¡Miss! ¡El agua está mojada! ¡EL AGUA MOJA!” esperando que toda persona que escuche la aseveración se desmaye de la sorpresa y cambie por completo el rumbo de su vida al enterarse. “¿Me estás diciendo que el acto de traer una nueva vida que dependerá emocional, física y monetariamente de ti por, por lo menos 18 años, ¡te cambia la vida!?” ¡JODER! ¡ESTO ES A LO QUE LLAMO INESPERADO!

De esa calaña son todas las “revelaciones” y “giros de tuerca” de la trama. Una vez más, son preguntas hechas al aire con la intención de explotarte la mente sin tener la mínima decencia de profundizar, aunque sea un poquito, en la idea. No es un “te cambia la vida” y, por lo tanto, esto puede desembocar en estas aterradoras situaciones hipotéticas. Es un “te cambia la vida – eso es lo aterrador.”

“Pero, entonces, ¿de dónde viene el miedo?”

“De que toda la gente a su alrededor es súper culera con ella.”

“Ah, porque son como de una secta o algo, ¿no? La maltratan para que sufra y su creatura nazca, tipo, ya habiendo pasado por el calvario del pecado original o algo, y sea como un reflejo de la santidad que ella nunca pudo poseer, ¿no?”

“No, ¿cómo crees?”

“Ah, va, va. Es porque se lo imagina, ¿no? Porque está tan traumada por el embarazo que cree que todos están en su contra, ¿no?”

“No, para nada. Son culeros con ella porque, pues, así es la gente. Culera.”

Ejemplos de que la lógica y el sentido común intentaba alcanzar a las guionistas, pero ellas fueron más rápidas hay varios. Y en todos, la historia se rompe a sí misma, restándose importancia desde el ya, antes de que se la reste quien tenga a mal observarla.

Por ejemplo, la primera imagen que aparece en pantalla es una aterradora estatua de treinta y tres metros de la Virgen de Guadalupe, misma a la cual la protagonista le reza para quedar embarazada, grabado desde la perspectiva de que confiar en entes divinos es invitar al caos a tu vida. Sólo para que, 90 minutos después, las apariciones se resuelvan a través de una limpia y unos sahumerios que *claramente* no tienen ningún fundamento espiritual y son *enteramente* una cosa terrenal – escenas, por cierto, grabadas con un aire de superioridad moral por parte de los realizadores, como si todo esto fueran “creencias de gente pendeja. La mera neta, mano” y, por lo tanto, exageradamente spooky.

En otra instancia, se hace especial énfasis en cómo el único escape que tiene la protagonista ante las apariciones genéricas de película de terror genérica es recaer en una (relativamente tóxica) relación lésbica con una ex. Todo “bien”, hasta que se vuelve en extremo obvio que, cada vez que tiene relaciones con esta mujer, misteriosamente, suben de nivel los sucesos sobrenaturales en su vida. Más adelante, nos enteramos que una de sus tías, un personaje que existe nada más para ser una caja de exposición en el más clásico estilo de película noventera que necesita a alguien que explique los conceptos importantes pero que no tiene dinero para crear un personaje real, también fue asediada por apariciones similares en su juventud. *Casualmente* resulta que también es lesbiana y, *casualmente* resulta que solo ella podía ver a esas cosas. Es casi como si la trama de la película girase en torno a que la única manera de contraer enfermedades de transmisión espiritual es siendo cualquier cosa que no sea heterosexual. Casi como si, no sé, la película que empieza con imágenes religiosas pareciera querer decirnos que la gente se merece un castigo divino de esta calaña por el simple hecho de atreverte a ser homosexual.

O sea, quiero pensar que todo esto sin querer queriendo, pero da la impresión de que Huesera es más moralina que las canciones de Martín Valverde. Esas por lo menos tienen la decencia de decirte que Dios te ama así como eres. Acá hay notas al pie de página para que nadie se sienta seguro de ser quien es.

Y, bueno, todo eso sin contar que absolutamente todos los personajes actúan como si estuvieran conscientes de que están en una película de terror y se les pago para ser personas detestables que no hacen más que reflejar la inherente falta de carisma de la protagonista.  Ni siquiera se preguntan sobre qué es lo está sucediendo realmente cuando ella les dice que hay apariciones. Mínimo el típico “debe ser tu imaginación” de los escépticos del día a día. Nada. Siempre es un escueto “no es posible, la realidad no funciona así” porque absolutamente nadie en este universo conoce los términos “fantasía” o “historias de fantasmas”, ni nació con siquiera un ápice de curiosidad. Son bots de Twitter comentándole a cualquier político en turno, repitiendo “hechos”, incapaces de hacerse la pregunta de “bueno, ¿y si sí?” porque su IA no da para tanto.

Pero lo peor es la resolución. O la falta de una, más bien. Si alguna vez llego a conocer a la directora de este bodrio me gustaría preguntarle si, durante el proceso de pre-producción o producción de Huesera, algún inversionista o productor le obligó a cambiar la historia de su película en aras de que se viera “más comercial” y “tuviera más oportunidad de ganar público”, o si de verdad aquel desenlace tan trucho formó parte de su visión narrativa desde el comienzo. De haber sido cosa de una intervención por un tercero, sería completamente entendible que su ópera prima terminara emulando

Si, por el contrario, resulta que, efectivamente, ese era el tercer acto que Michelle siempre soñó con grabar para concluir su película de terror, no estaría mal recordarle que hay miles de guionistas competentes viviendo en México, capaces de contar historias decentes, y que no están activamente trabajando en algún proyecto en este momento porque están dándole una clase de análisis cinematográfico a cinco pelados en una casa de cultura. Es más, las posibilidades de ser parte de la (in)existente industria cinematográfica de México como escritor profesional son tan bajas, que cientos de estos guionistas renegarían haber compartido memes burlándose de Eugenio Dérbez pagando con experiencia para acomodar sus presupuestos mensuales y vivir de la exposición que les daría ver su nombre aparecer en una película de la cual, más de la mitad de su audiencia, está compuesta por gente que la vio porque venía incluida en la subscripción de Prime que paga su suegra. Recordarle que no es de a huevo eso de escribir todas las películas que diriges, también es válido filmar la idea de alguien más y ponerle tu propio sello, o contratar gente para estructurar tu idea sin que te tengas que preocupar por esas cosas tan molestas como “estructura” o “lógica”, porque jijo mano, desde Haute Tension que no veía una película que destrozaba por completo todo el trabajo audiovisual que llevaba construyendo por más de una hora con un final pinchurriento hecho nada más para cumplir con la necesidad de tener una conclusión y que rompe absolutamente todo lo que se había estado planteando con anterioridad.

¿La razón? Todo se resuelve con la ya mencionada limpia. Ni siquiera un ritual de esos que te obligan a hacer una procesión a inserte tal lugar, o que te obliga a regresar durante varios días con la curandera para eliminar cualquier indicio de maldad. Nada más le pasan unas palmas por el cuerpo durante diez minutos y ¡puf! sanseacabó. Y ya. La acarician con unas palmas mientras susurran palabras que el mezclador de sonido decidió esconder debajo de sonidos de película de terror y no se hable más de la maldición.

¿Era en verdad una maldición? ¿La perseguía un demonio? ¿Quién la embrujó? ¿Me estás insinuando que estamos en un universo en donde te puedes embrujar a ti misma because reasons? Quién sabe y qué importa. Lo importante es que la magia salvó el día una vez más. Más o menos así acaban las películas de The Conjuring y a esas les fue bien en taquilla, así que, ¿por qué esta no puede copiarles?

Ah, ¿que en las de The Conjuring si explican estas cosas? Pues en esta no. Eso es precisamente lo que la hace más “madura” – que te hace pensar. Bueno, eso y que hay escenas de desnudos. Con eso distraemos a la gente y le vendemos falsa profundidad.

En resumen, todo se resuelve de la misma manera que comenzó: porque así decía el guión que tenía que pasar y cada quien para su casa.

Huesera es película para poner en silencio y hacer el ejercicio de inventarte la trama tan solo basándote en las imágenes que ves en pantalla. Es una película para poner en el camión, pretendiendo que le pones atención entre ronquidos de señores y los 12 kbps que te permiten oír los audífonos incluidos en el viaje. Contiene varias ideas visuales interesantes y, a decir verdad, la fotografía está muy bien lograda. Es atractiva para el ojo. El problema es que cree que está contando algo, deja tu “interesante” – “algo”. Es de esas que ponen en las pantallas de un restaurante en mute mientras prefieren poner a todo volumen el playlist del top 40 de México en su cuenta de Spotify gratuita. De esas películas que volteas a ver mientras pretendes que estudias un martes en la madrugada, sin verdaderamente prestarle mucha atención, pero tratando de encontrarle sentido para distraerte del texto frente a ti que habla sobre las monocotiledóneas y sus hojas no pecioladas. Cualquier cosa que se invente el espectador que está pasando en cualquiera de estas instancias va a estar, por lo menos, siete veces mejor que la historia oficial.

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#4 Tiempos

2025, el año en que Toluca volvió a mandar | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

El 2025 dejó claro que en la Liga MX los ciclos no desaparecen, solo esperan el momento adecuado para reaparecer. Entre torneos cortos, liguillas impredecibles y proyectos que se diluyen con rapidez, hubo una certeza que se fue construyendo jornada tras jornada: Toluca fue, sin discusión, el equipo del año. No por un destello aislado, sino por la forma en la que recuperó autoridad, identidad y presencia en los momentos que definen temporadas.

Los diablos entendieron mejor que nadie cómo navegar el caos natural del campeonato. No fue un equipo espectacular todo el tiempo, pero sí uno profundamente competitivo. Supo cuándo imponer ritmo, cuándo resistir y cuándo ser práctico. En una liga donde muchos confunden intensidad con urgencia, los escarlatas apostaron por la calma y terminaron encontrando resultados. El bicampeonato fue la confirmación de un proceso que dejó de mirar al pasado y decidió construirse desde el presente.

Mientras tanto, América siguió ocupando el papel de referencia obligada. Su regularidad y su capacidad para llegar a finales lo mantuvieron en la conversación durante todo el año. Sin embargo, 2025 también expuso una verdad incómoda para los azulcremas: dominar fases largas no siempre garantiza cerrar con éxito. América fue protagonista, sí, pero terminó cediendo ante un Toluca que entendió mejor los tiempos del torneo.

Otro de los puntos altos del año fue la vigencia de Tigres. Sin el ruido mediático de otros ciclos, el conjunto regiomontano volvió a competir con seriedad, recordando que los proyectos largos no pierden valor de un día para otro. Tigres no necesitó reinventarse para seguir siendo incómodo; le bastó con sostener su estructura y su carácter competitivo.

Pero el 2025 también dejó señales alentadoras fuera de los nombres habituales. La aparición de jóvenes futbolistas en distintos clubes refrescó el panorama. No todos lograron continuidad, pero varios demostraron que el talento existe y que, con confianza, puede influir en el desarrollo del torneo. En un contexto donde la inmediatez suele devorarlo todo, esas irrupciones fueron un respiro. Nombres como el de Camberos, Lainez, y sobre todo Mora,

suenan de nueva cuenta para levantar la mano justo meses antes del mundial, esperanza abierta para sumar un futuro a corto plazo que ojalá se alargue por muchos ciclos mundialistas más.

A nivel colectivo, el año volvió a confirmar que la Liga MX se decide en detalles. Un error tardío, una desconcentración mínima o una racha breve pueden cambiar destinos completos. Toluca lo entendió mejor que nadie: fue sólido cuando debía serlo y oportuno cuando el margen se redujo. Esa lectura fina del torneo fue la diferencia.

Por eso, cuando se haga el balance de 2025, el relato será claro. No fue el año de la espectacularidad permanente ni de un dominio aplastante. Fue el año de la eficacia, la madurez y la paciencia, y en ese contexto, Toluca se levantó por encima del resto.

En una liga que pocas veces permite certezas, 2025 tuvo una, Toluca volvió a mandar. Y lo hizo recordándole al futbol mexicano que los proyectos con identidad, cuando se sostienen, siempre encuentran la manera de regresar a lo más alto.

Por último, en el ámbito local, 2025 fue para el olvido, San Luis no logró los objetivos trazados quedando fuera de competencia en ambos torneos locales y despidiéndose pronto como ya es costumbre de la Leagues Cup, un equipo que a veces resulta ser incómodo para algunos rivales, este año resultó serlo para su afición, hoy San Luis luce poco atractivo y sin mucho que ofrecer a nivel espectáculo, ojalá las cosas mejoren por el bien del equipo local, se ve complejo pero como bien se dice, año nuevo, esperanzas renovadas, ojalá.

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El padre de la física potosina, Gustavo del Castillo y Gama | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Con el título de El Padre de la Física Potosina, Gustavo de Castillo y Gama, publiqué un libro conmemorativo sobre la vida y obra de Gustavo del Castillo y Gama, físico potosino que fundó las instituciones educativas y de investigación en física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Este 24 de diciembre estaría cumpliendo ciento cuatro años.

El libro en cuestión es de descarga gratuita y puede conseguirse en cualquiera de las siguientes dos direcciones:

http://galia.fc.uaslp.mx/museo/libros/EL%20PADRE%20DE%20LA%20FISICA%20POTOSINA.pdf

https://www.researchgate.net/publication/357203097_El_Padre_de_la_Fisica_Potosina_Gustavo_del_Castillo_y_Gama

Justo en Noche Buena del 2025, Gustavo del Castillo y Gama estaría cumpliendo ciento cuatro años. Nacería en el famoso Barrio de San Miguelito en San Luis Potosí al dar las últimas campanadas del 24 de diciembre, como lo comentaba el propio Gustavo del Castillo. Su vida se desarrolló en San Luis Potosí, Tampico, la Ciudad de México y las ciudades norteamericanas de Lafayette y Chicago; se nutrió de un ambiente científico desde pequeño, pues al menos, un par de sus tíos trabajaban en astronomía en el Observatorio Nacional de Tacubaya, Rodolfo Jurado y Valentín Gama. Ambos de la dinastía Gama de gran influencia en la sociedad potosina.

No es de extrañar que orientara su vocación hacia la física, siendo estudiante de preparatoria, en una época donde no existían aún escuelas de física en el país, y, se planteó poder formarse como físico en los Estados Unidos. La situación bélica mundial, lo llevó a seguir estudiando en su ciudad natal, ingresando a la carrera de químico industrial que su grupo de estudiantes de preparatoria había propuesto, de la cual se tituló tocándole el privilegio de ser el primer titulado. De ahí pasó a la Facultad de Ciencias de la UNAM a estudiar la maestría en física y al terminar continuar con su proyecto de formarse como investigador en física en Estados Unidos, donde obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Purdue.

Fue de los primeros investigadores que tuvo el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC) y se incorporó a la UASLP, impartiendo cátedra y formando el Laboratorio de Radiación Cósmica bajo los auspicios y emolumentos del INIC del que seguía siendo investigador. Su ingreso a la UASLP fue afortunado para impulsar el programa académico del Dr. Manuel Nava Martínez que era el rector de la UASLP en la década de los cincu enta. De esta manera se convertía en el primer doctorado que impartía clase en la UASLP y el único con dicho grado en la década de los cincuenta.

Fundó el Departamento de Física de la UASLP, de donde se derivarían la entonces Escuela de Física y el Instituto de Física de la UASLP que constituían un solo ente académico, que dividía el trabajo docente y el de investigación. El Laboratorio de Radiación Cósmica formaría parte del Instituto de Física y con ello inauguraba de manera formal trabajos de investigación científica, como tales, en la universidad potosina.

Creó el programa de construcción de cohetes de sondeo con el fin de realizar investigación científica en las altas capas de la atmósfera colocando al país en los pioneros en desarrollo aeroespacial, programa que ahora es conocido como Cabo Tuna. Su trabajo de investigación en radiación cósmica y en ciencias espaciales colocó a la UASLP en el escenario mundial en investigación en física. Si bien su labor en la UASLP se redujo a un lustro, este fue muy intenso y productivo y sentó las bases para el camino académico que seguiría la UASLP años después recorriendo las sendas y abriendo otras en torno a las raíces sembradas por Gustavo del Castillo, cuestión que luego es menospreciada o en el mejor de los casos olvidada.

La UASLP en la actualidad es reconocida nacionalmente y en algunas áreas internacionalmente gracias al trabajo docente y principalmente al trabajo de investigación científica que despliegan sus investigadores. La UASLP está situada como una de las mejores del país y en áreas como la física dentro de las primeras tres universidades del país. Esta situación se debe a la calidad de su personal académico, pero de manera muy especial por el trabajo pionero que fincara esta tradición por personajes como Gustavo del Castillo y Gama.

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#4 Tiempos

Una vida dedicada a la ciencia, Candelario Pérez Rosales | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hoy, 16 de diciembre, el peotillense Candelario Pérez Rosales, baluarte de la ciencia e ingeniería mexicana y consolidador de la física profesional en San Luis Potosí, estaría cumpliendo noventa y cinco años de edad.

Candelario Pérez Rosales nació el 16 de diciembre de 1930 en Peotillos, comunidad del municipio de Villa de Hidalgo, San Luis Potosí, donde estudió los primeros años de primaria, para luego venir a San Luis Potosí a terminarlos y continuar los estudios de secundaria y preparatoria, ambos en el turno nocturno, donde compartía las horas de estudio con las horas de trabajo. Estudiaría Física en la Universidad de Purdue y vendría a San Luis Potosí a colaborar con la fundación de la Escuela de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, hoy Facultad de Ciencias y del Instituto de Física de la propia Universidad Autónoma de San Luis Potosí, instituciones que están cumpliendo setenta años.

Como parte de los trabajos de difusión y divulgación sobre personajes de la ciencia potosina que llevo a cabo publiqué en el 2012 un libro intitulado Una Vida Dedicada a la Ciencia, el papel de Candelario Pérez Rosales, que recoge la trayectoria de Candelario Pérez Rosales, cuyo papel para el establecimiento, desarrollo y consolidación de la física en San Luis fue determinante; de esta forma el desarrollo de la ciencia potosina en la segunda parte del siglo XX, en el seno de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, fue posible con la participación de varios personajes, entre los que se encuentra indiscutiblemente Candelario Pérez Rosales. Su papel fue determinante para que la física potosina y en general la ciencia potosina sea lo que es hoy, ese importante polo de desarrollo que tiene un reconocimiento a nivel mundial. Sin su participación, entusiasmo, compromiso y cierto apostolado, la física en San Luis, y la propia universidad potosina, no serían lo que son hoy.

En este sentido la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se encuentra en deuda con Candelario Pérez Rosales.

Su aportación a la ciencia e ingeniería mexicana va más allá de su labor en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Continuó siendo pionero en otras aventuras académicas, contribuyendo notablemente al desarrollo de la ciencia mexicana. En particular ingresó como investigador fundador al Instituto Mexicano del Petróleo.

Como investigador del Instituto Mexicano del Petróleo desarrollo una gran cantidad de proyectos que colocaron al país como un innovador en procesos de extracción de petróleo. Larga sería la lista de ellos, mismos que recogen en las páginas del libro que le dedicamos a este importante científico potosino.

Esta larga lista de proyectos que dirigió Candelario Pérez, desarrollados bajo el demandante factor de tiempo, da muestra de la importancia de su contribución al desarrollo de la industria petrolera al enfrascarse en proyectos dirigidos a resolver los diversos problemas técnicos y científicos asociados a la industria petrolera.

Estas tres facetas de Candelario Pérez que se presentan en el libro, constructor de instituciones y formador de recursos humanos, científico orientado a problemas de aplicación en la industria petrolera y escritor científico, lo colocan como uno de los baluartes nacionales en el desarrollo de la ciencia e ingeniería en nuestro país, y muy enfáticamente al desarrollo de la física mexicana.

Candelario Pérez ingresa como investigador fundador del Instituto Mexicano del Petróleo en 1966, como ya hemos mencionado, después de haber sentado las bases y asegurado el desarrollo de la Escuela e Instituto de Física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

En este libro se recoge su labor como escritor científico, profesor e investigador, tareas que suelen ser consideradas como labores fundamentales de las universidades mexicanas. En todas ellas tuvo, y sigue teniendo a pesar de estar retirado, una contribución importante y valiosa, además de sobresaliente.

Sea esta obra un homenaje a uno de los fundadores de la Escuela de Física de la UASLP, ahora Facultad de Ciencias, y del Instituto de Física de la UASLP, que estaban englobados en el Departamento de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, cuya creación se diera el 1 de diciembre de 1955, mediante la aprobación del Consejo Directivo Universitario a un recurso sometido por el Dr. Gustavo del Castillo y Gama.

A los interesados, el libro pueden comprarlo bajo pedido en el correo electrónico de un servidor.

Candelario Pérez murió en San Luis Potosí, el 1 de mayo de 2016. El homenaje que le tributamos, se recogen en una serie de videos que pueden consultarse en youtube en el canal de José Refugio Martínez Mendoza. Para una muestra compartimos el siguiente:

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Opinión

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