mayo 18, 2025

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#4 Tiempos

El rabino y la serpiente | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Cuenta una leyenda jasídica que, una vez, uno de sus discípulos se quejó así a Rabí Simjá Bunam:

-¿Por qué se lee en la Escritura que Dios maldijo a la serpiente condenándola a comer polvo? ¿Es esto realmente una maldición? Me atrevo a hacer esta pregunta porque, si bien se piensa, más que maldecirla la bendijo, pues en cualquier lugar podrá ésta encontrar su subsistencia.

El maestro vio con atención el rostro desconcertado de su discípulo y sonrió por lo bajo, pensando: «¡Caray, qué alumno más inteligente tengo aquí!». Pero no dijo nada, al menos en voz alta, y se puso a pensar concentradamente en la cuestión. En efecto, aquello era verdad: ¿cómo es que nunca antes había meditado en ello? El Señor  dijo a la serpiente tras haber hecho caer a Adán: «Sobre tu vientre caminarás y polvo comerás todos los días de tu vida» (Génesis 3,14). Sí, eso exactamente había dicho el Señor, bendito sea. Ahora bien, ¿dónde estaba la maldición si, a partir de entonces, todos los problemas alimenticios de aquella sabandija quedaban resueltos de antemano? ¡Dios mío, qué legítima era la preocupación del muchacho!

El maestro se quedó pensativo durante algún tiempo; finalmente, rompió el silencio para hablar de la siguiente manera:

-Dios dijo al hombre: «Con el sudor de tu frente comerás pan; pero, si careces de pan, podrás pedirme ayuda». También dijo a la mujer: «Con dolor parirás; pero si tus dolores son insoportables, podrás pedirme ayuda». En cambio a la serpiente, causante del mal, Dios le otorgó lo que necesita de una vez por todas para que jamás pueda pedirle nada».

Y concluyó el maestro:

-Siempre el Señor provee al indigno de abundantes riquezas.

Así debió ser, en efecto, pues el que lo tiene todo ¿por qué ha de pedir?, y el que nada necesita ¿para qué va a tener que suplicar? El castigo de la serpiente consistió, pues, en privarla del mayor de los dones: el don de la plegaria. «Se le dio todo para que nada pidiera».

No, el hombre no es rico porque todo lo posea, sino porque puede pedir confiadamente lo que le falta; es grande no porque no carezca de nada, sino porque su voz es escuchada con atención cabe el trono del Todopoderoso y poner en movimiento, por decir así, al mismo que hizo los cielos y la tierra.

El castigo de la serpiente consistió en negarle la posibilidad de dirigirse a Dios. ¿Lo tiene todo?; pues bien, que le aproveche. Al hombre, en cambio, hay cosas que le faltan para que, con confianza de hijo, pueda pedirlas a su Padre cada vez que le hagan falta. Y si a veces se siente pobre y desamparado, que se acuerde que no es un animal, pues le fue dada la palabra para que levante la voz al cielo; y aun cuando la mudez se apoderara de él y ya no le sea posible articular sonido (como sucedió con Zacarías mientras esperaba el nacimiento de Juan), que sepa que un grito de su corazón es más potente ante Dios que el rugido de los océanos.

Dice C. S. Lewis (1898-1963), el famoso autor de las Crónicas de Narnia, que los hombres hemos nacido para suplicar, y que no es otro nuestro destino en la tierra; dice también (y véanse, si no, sus Cartas a Malcolm) que «nuestras plegarias son escuchadas no sólo antes de que las hagamos, sino antes incluso de que hayamos sido creados

». Esto lo explica diciendo que si Dios es eterno –para él no hay pasado, ni futuro, sino un largo, infinito presente llamado eternidad-, ¿cómo va a haber para él un antes y un después? De esta consideración deduce él que nuestras súplicas han sido ya atendidas incluso desde antes de que nosotros existiéramos para expresarlas. Por eso, concluye nuestro autor, al hombre habría que definirlo como el ser que nació para recibir y a Dios como Aquel que está en el cielo para dar.

Adán es pobre porque tiene que ganarse el pan de cada día; pero al mismo tiempo es rico porque puede hablar con Dios. La serpiente, en cambio, nada necesita, pero en su riqueza es más pobre que Adán, ya que le ha sido prohibido levantar la vista al cielo, pues le fue dicho también: «Sobre tu vientre caminarás».

Siguiendo la enseñanza del rabino hay, pues, una riqueza que es más bien pobreza: aquella que nos hace olvidar que hay un Dios que gobierna cielo y tierra, y una pobreza que es riqueza: aquella que nos hace pensar en Él y llamarlo para que venga en nuestro auxilio. «Señor, date prisa en socorrerme»: así gemía el salmista en un momento de extrema aflicción. «Date prisa». ¡Cómo! ¿Se vale hablarle a Dios así? Claro que se vale. Lo que no se vale es ignorarlo creyendo que no se puede contar con Él.

¿Somos acaso de los que creen que Dios nos puso en este mundo para luego desentenderse de nosotros? ¡Si así fuera, Dios no sería entonces muy diferente a uno de esos padres desnaturalizados que engendran hijos y luego los echan a la calle para que se las arreglen como puedan! Pero no. Si Dios nos hizo nacer y venir a este mundo tan complicado es porque Él se ha comprometido a estar siempre con la mano tendida hacia nosotros. Y creer que esto es así, y creerlo con toda el alma es a lo que yo llamaría realmente tener fe.

Una mujer me dijo un día: «¿Sabe? Yo no me desespero ni aun cuando siento que las aguas me llegan al cuello, pues no fui yo quien pidió venir a este mundo. Ahora bien, si fue el Señor el que me quiso aquí, Él verá cómo le hace, pero me ayudará. ¡Tiene que hacerlo!». ¡Bendita simplicidad! Al escucharla me dieron ganas de decirle lo que Jesús a aquella pagana del Evangelio: «¡Mujer, qué grande es tu fe! Que se haga como has creído».

«Siempre el Señor provee al indigno de abundantes riquezas». Sí, la riqueza puede ser causa de perdición. Por eso, en uno de sus sermones, preguntó una vez San Agustín: «Pobre, ¿qué es lo que te falta si tienes a Dios? Rico, ¿qué es lo que tienes si a Dios no tienes?».

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#4 Tiempos

Se juegan las finales | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Esta semana comienzan a definirse los campeones de las ligas en México. Y es que si bien todo el mundo piensa en los cuatro semifinalistas de la Liga MX y sus enfrentamientos, las otras ligas también definen a sus campeones.

En la liga de expansión, misma que aún no confirma la posibilidad de ascenso y que de entrada este torneo no se dará, la final está dicha, el Tampico y la U de G se enfrentan para conocer al campeón del torneo. El primer partido se jugará mañana sábado en Tampico, para que la vuelta y la definición del campeonato se dé el sábado 24 en la cancha del estadio Jalisco. Vale la pena recordar que en su primer año compitiendo en esta liga, la Jaiba Brava ya disputa la final. Como apunte, si se peleara el ascenso, el campeón de este torneo tendría que enfrentar al equipo de Tapatio en la final de campeones, ya que los de Chivas son los actuales campeones vigentes.

Bajando en las divisiones, la semana pasada tuvimos campeón tanto en Serie A, Serie B y filiales en la Liga Premier. Para la Serie B, el cuadro de Santiago FC logró el bicampeonato al derrotar al Pachuca, con esto y haciendo cambios administrativos y de instalaciones, podría aspirar a cambiar a Serie A. En la final de filiales (misma que no tiene derecho a ascenso) el campeón fue el equipo de Correcaminos, venciendo a Ahuacateros de Uruapan, equipo filial del Ahuacateros de Peribán, mismo que está por jugar la final de campeón de campeones de la Serie A.

Justo ahí, el duelo “importante” de la liga, Irapuato, que se coronó el pasado fin de semana, se juega el campeonato definitivo del año frente a Ahuacateros de Peribán. En el partido de ida, se empató a 1 en Irapuato, mientras que el de vuelta se jugará el domingo 18, para definir al campeón de campeones. Cabe resaltar que no se ha dicho nada sobre un posible ascenso a Liga de Expansión, ya que no basta con ser campeón de Serie A, sino también conseguir las licencias y certificaciones que ahora pide la liga.

Hablar de la Liga TDP, las profundidades de las ligas profesionales en México, es por ahora meternos en muchos problemas. Este fin de semana se están jugando apenas los cuartos de final de cada una de las zonas del país, por lo que aún le queda mucho camino al equipo que pueda ser campeón nacional de lo que podríamos llamar la quinta división del fútbol mexicano.

En fin, es interesante sumergirse un poco al fútbol de las ligas inferiores, a ese que emociona a sus aficiones, ese que se ha olvidado por la desdicha del no ascenso, recordarlos es por lo menos darles un pequeño reconocimiento a esos otros campeones del fútbol mexicano.

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#4 Tiempos

La Primera Geóloga Mexicana | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

La apertura de la Geología en San Luis Potosí, se daría gracias a la participación de Guillermo Labarthe Hernández, Pionero de la Geología en San Luis y baluarte en el desarrollo de esta disciplina en la UASLP. El Ingeniero Labarthe falleció hace unos días y esta columna está dedicada a su memoria.

La participación de la mujer en carreras universitarias tradicionalmente dirigidas a los hombres tuvo un impulso importante en la década de los cuarenta en la Universidad Nacional Autónoma de México, de esta forma sorteando los obstáculos que se les presentaba, comenzaron a cristalizar sus sueños graduándose en carreras tales como matemáticas e ingeniería, asuntos y perfiles que hemos tratado en anteriores entregas.

Una de estas mujeres que abrieron el camino de la profesionalización del género en carreras típicamente masculinas, se encuentra Josefa Cuevas Aguilar que ingresara a estudiar geología y terminara su carrera convirtiéndose así en la primera geóloga mexicana interesada en el estudio de la paleontología.

Mientras que en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se abría la opción de geología hasta principios de la década de los sesenta, diez años antes se graduaría esta mujer haciendo historia en la ingeniería mexicana. Josefa Cuevas Aguilar nació en Mérida, Yucatán en 1920, donde estudiaría su educación básica hasta la preparatoria, diciendo continuar sus estudios de Geología en la ciudad de México en la Facultad de Ingeniería de la Escuela de Ingenieros de la Universidad Nacional, para entonces había contraído nupcias con el ingeniero Enrique Sansores Manzanilla, factor que facilitaría su formación al recibir el apoyo de su esposo, pues la participación de una mujer a ingeniería era verdaderamente excepcional, al ser uno de los ambientes más masculinos. El año de 1944 que marcaba su ingresó, entrarían otras tres mujeres que no pudieron culminar sus estudios, así que Josefa Cuevas sería la única mujer que pudiera vencer los obstáculos impuestos a las mujeres de una carrera como la Geología.

Fue una excelente estudiante y su actividad comenzó a ser reconocida obteniendo la primera Medalla al Mérito Universitario, por Distinción Escolar, Primer Premio en 1947. Por sus méritos académicos obtuvo una plaza de laboratorista en Mineralogía y Petrografía para las clases de geología. Ayudaba en el cuidado y arreglo de las colecciones de rocas y minerales que entonces tenía la Escuela de Ingenieros. Su examen profesional fue el 7 de octubre de 1950, con la aprobación unánime y mención honorífica. Su título tiene fecha del 9 de enero de 1951.

Josefa Cuevas se convertía en la primera geóloga mexicana. Desde 1946 trabajaba en el Departamento de Paleontología de la Gerencia de Exploración de Petróleos Mexicanos. Empezó como Ayudante de Paleontólogo y fue ascendiendo en categoría a medida que, como ella dice, “fueron mejorando mis conocimientos” hasta llegar la posición de Paleontólogo Auxiliar A. En el año 1949.

Fue trasladada a la Zona Sur, que comprendía todo el sureste de México, para hacerse cargo del Laboratorio de Paleontología. Por las formaciones geológicas que le tocó estudiar, se volvió una experta de la fauna de foraminíferos bentónicos y planctónicos, especialmente del terciario. Estudiaba muestras de geología superficial y también del subsuelo, y sus resultados fueron muy apreciados. Tuvo varios ascensos hasta que alcanzó la Jefatura de Paleontología de la Zona, que desempeñó de 1953 a 1966.

Con el cargo de jefe de paleontólogos realizó exploraciones y estudios en el estado de San Luis Potosí, ampliando los conocimientos de la microfauna del estado potosino, principalmente del Terciario y el Cretácico.

En diciembre de 1969 fue trasladada a la Ciudad de México, comisionada en el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), como jefe del Departamento de Micropaleontología del Terciario, coincidiendo con físico potosino Candelario Pérez Rosales. En el IMP analizó todas las muestras sedimentarias del país, lo que completó aún más su conocimiento de la microfauna y la estratigrafía de México. Estuvo en el IMP hasta 1978, año en que se jubiló.

Continúo trabajando hasta 1998 trabajó junto con su esposo como geólogo independiente para Petróleos Mexicanos, en la capacitación del personal técnico de su Gerencia de Exploración. Josefa Cuevas dedicó su vida a su profesión sin ser conocida fuera de su ámbito, resaltamos su relación con San Luis Potosí con sus estudios paleontológicos desarrollados en el Estado. En 1990 la Sociedad Geológica Mexicana, A.C. le otorgó a Josefa Cuevas de Sansores un diploma en reconocimiento a su labor en beneficio de las Ciencias de la Tierra.

Josefa Cuevas Aguilar murió a los 90 años de edad en el 2010, en el estado de Morelos, donde vivía con su marido desde su jubilación de PEMEX. Josefa Cuevas Aguilar pasa a la historia de la ingeniería mexicana como la primera mujer titulada en esta disciplina.

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#4 Tiempos

La seriedad y la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

Un amigo mío, ejecutivo de cierta importancia, tan pronto como llega a su oficina arquea las cejas, se compone la corbata y adopta una pose tan autoritaria que a uno le dan ganas de obedecerle en todo. ¡Dios mío, qué transmutación de un minuto a otro y de una puerta a la siguiente! ¡Pero si apenas hace cinco minutos venía en su auto contando chistes rojos! Cuando se apeó del automóvil aún sonreía, pero apenas entró en el edificio adoptó un tono tan cadavérico y malhumorado que ya sólo verlo daba miedo. ¿Estoy ante uno de esos que los psicólogos llaman ciclotímicos?, me preguntaba yo lleno de asombro, pues no me explicaba cómo se podía pasar de un estado de ánimo a su contrario de manera tan radical y, sobre todo, en tan corto tiempo.

-Señorita –dijo mi amigo apretando un botón y levantando una bocina-, ayer por la tarde le pedí que revisara el expediente X. ¿Lo hizo usted?

La señorita tartamudeaba en la lejanía, presa de un pánico feroz.

-Sí, sí, lo he hecho. ¿Quiere usted revisarlo, licenciado?

Yo miraba a mi amigo como preguntándole: «¿Eres tú? ¿De veras eres tú?». Pero él hizo como que no entendió mi pregunta, y en eso la secretaria anunció la llegada del famoso y temido expediente X.

Entonces recordé lo que, según dicen, aconsejó una vez Anaximandro el filósofo a Pericles el político: «Acuérdate de lo que te digo: para seguir en el poder hay que ser serios». Y sonreí con cierta malicia, como entendiendo por fin de qué iba la cosa. Pero, ¿había leído mi amigo a los filósofos griegos?

Lo dudo. Ya el Memín Pinguín hubiera sido demasiado para él. Y esto lo digo no en plan de mofa, sino ateniéndome a lo que él mismo me dijo un día, a saber: que el único libro que había leído en su vida, y de eso hacía ya muchos años, era el instructivo de una cámara Nikon que acababa de comprar en aquel entonces; pero, de ahí en fuera, nada más…

Es apasionante leer los instructivos y a la vez muy divertido –me dijo aquella vez-. Pero, ¿quién lee ya estas obras maestras de la concisión? ¡Es la literatura más olvidada de todas! No miento si te digo que mi modesta biblioteca personal, si puedo llamarla así, está formada sólo por esos instructivos o manuales de uso que la gente desecha con desconsiderada facilidad. ¡Tengo más de cien! Algún día leeré los noventa y nueve que me faltan.

¿Bromeaba mi amigo diciéndome estas cosas? Pero no, no bromeaba: recordemos que estaba en su oficina y que él, allí, no se habría permitido ni la sonrisa más discreta.

Pero ahora hablemos de una mujer a la que conozco. En su juventud fue algo hermosa, según pude verlo en viejas fotografías conservadas con devoción por ella misma en un álbum que, de tan pesado, nadie aceptaría cargar durante cinco minutos seguidos. Sí, digamos que fue bella. Pero cometió en su juventud el error de hacer caso a una amiga suya del colegio que le dijo un día:

-No permitas que tu hermosura se estropee. Evita, sobre todo, las patas de gallo.

-¿Y cómo las he de evitar? –preguntó ella, pues realmente le quitaban el sueño todas estas cosas.

-No rías. Y, si puedes, evita también las sonrisas. ¡Estropean el rostro como no tienes una idea!

Lo arrugan, lo ajan, lo deforman.

¡Lo mismo pensaba aquel monje amargado de El nombre de la rosa!: «La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara y hace que el hombre parezca un mono».

Desde entonces aquella mujer ya nunca rió, conformándose, para manifestar su alegría, con estirar la boca y hacer una mueca, cual si estuviera ante un espejo comprobando que no se le ha quedado nada entre los dientes después de haber comido. ¿Sonreír de veras? No, gracias. Debo cuidarme de las patas de gallo.

Y así podría contra infinidad de historias más; baste por el momento con decir que, si bien la sonrisa tiene enemigos, yo preferiría mil veces que nadie me obedeciera y todo se me arrugara, a andar por la vida mostrando una horripilante cara de tabla.

Escribió el padre Auguste Valensin en su diario (anotación del 10 de mayo de 1937): «No sentir miedo de Jesús, no sentir miedo de mi Padre. Me imagino a Jesús con sus apóstoles. Llega a la orilla del lago donde los niños juegan. Y, al verlo, huyen los niños. Una madre le trae a su niñito de seis años y el pequeñín, aterrorizado, se agarra a las faldas de su madre, grita, quiere escaparse de allí. ¡Lo contrario de lo que sabemos que ocurría! Y me pregunto: ¿qué sentimientos hubiera experimentado Jesús? ¡Es tan doloroso darse cuenta de que se infunde miedo! Y todavía el miedo de un niño no puede realmente entristecernos porque es irrazonado, pero Jesús, que vino por amar a los hombres y fue todo amor para ellos, si hubiera visto a los que se acercaban a Él y a quienes ofrecía su afecto retirarse muertos de miedo; si hubiera visto a sus apóstoles tratarle como un maestro severo, mientras que Él se mostraba para con ellos indulgente y suave; si hubiera visto que los pecadores evitaban incluso por respeto su presencia, ¡qué pena hubiera experimentado!».

Jesús debió sonreír, y muy a menudo; debió ser incluso un maestro en el arte de la sonrisa, pues de no haber sido así, ¿por qué iban los niños a correr a abrazarlo espontáneamente, como sabemos que lo hacían? Somos más bien nosotros, sus discípulos, quienes hemos caído a veces en la tentación de la seriedad. ¡Como si por parecer serios nuestros enemigos fueran a respetarnos más! Quizá sea demasiado injusto al decir esto, pero un cristiano que infunde miedo –sea cual fuere su trabajo en la viña del Señor-, aún no ha podido ser cristiano más que a medias.

¿O me equivoco, estimado lector?

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