#4 Tiempos
DESPACHO DE BEBIDAS | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Solía decir Gilbert K. Chesterton (1874-1936) que no había en la literatura universal palabras más bellas que éstas: despacho de bebidas. Pero como cada vez que lo decía se burlaban de él, el polemista inglés tuvo necesariamente que explicarse. En una taberna, dijo, el rico habla con el pobre, el viejo con el joven, el ingeniero con el médico, y todos discuten acerca del bien común, o de lo que cada uno cree, piensa o considera que debiera ser el bien común. Al conversar entre ellos se contradicen, se explayan y se alteran, pero cada uno concibe planes, traza proyectos y murmura sugerencias. La taberna es el lugar donde los hombres se tratan como iguales. Y porque la igualdad es una bella cosa, también lo es la palabra que la simboliza. Ahora bien, ¿puede haber algo más democrático que una taberna? «Por eso –concluye Chesterton- la decadencia de las tabernas no es sino la manifestación de la decadencia general de las democracias».
En tiempos de nuestro escritor, una taberna no era un lugar al que se iba solamente a beber, es decir, a embriagarse, sino adonde se iba, ante todo, a discutir: era un espacio público, como el ágora de los griegos o el mercado de los medievales. En estos espacios «abiertos» (léase democráticos), el ciudadano se enteraba de todo y contribuía a crear eso que llamamos hoy opinión pública. ¿No dijo Jürgen Habermas, muchos años después de Chesterton, que la opinión pública había nacido, de hecho, en los cafés? ¿Y qué diferencia hay, al menos en Europa, entre un despacho de bebidas y un café? «El café –dice George Steiner, pensando en los cafés europeos de principios de siglo y no en los norteamericanos de hoy, donde te llevan la cuenta mucho antes de que le hayas dado a tu bebida el primer sorbo- es un lugar para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y para el cotilleo, para el flâneur [es decir, para el vagabundo y el vago] y para el poeta o el metafísico con su cuaderno. Está abierto a todos».
En síntesis, que lo que Chesterton quiso decir fue que, puesto que la gente ya no solía reunirse a charlar amigablemente con sus conciudadanos, la democracia se hallaba en un estado de salud realmente grave. Y el tiempo demostró que tenía mucha más razón de los que se reían al escucharlo, pues una de las características de nuestra época es la desaparición de los espacios democráticos (de las tabernas, diría genéricamente Chesterton), ya que la gente se encuentra poco entre sí y discute aún menos acerca de los problemas que les son comunes. La plaza es un lugar que atraviesa de prisa, y el café una sala semioscura en la que prefiere hablar en voz baja, si no es que estarse en silencio consultando los mensajes de su teléfono u hojeando con desgana revistas ilustradas. En otras palabras, si hoy la democracia está en peligro es porque antes lo ha estado la conversación. Los cafés y las tabernas han cedido su lugar de honor a los antros, lugares éstos donde se hace de todo, menos conversar; y las consecuencias de esto, claro está, han sido desastrosas…
Pero sigamos nuestro asunto. De entre las múltiples causas de esta muerte de la socialidad de que se quejaba Chesterton habría que destacar por lo menos dos. Una de ellas es la arquitectura. Los espacios posmodernos han sido construidos para caminarlos de prisa y sin detenerse. Los modernos centros comerciales -según observó agudamente Zygmunt Bauman- son moles arquitectónicas en las que está prohibido mirarse, amistarse, conversar o simplemente saludarse. «Los inmensos centros de compra –dice citando al sociólogo noruego Nils Christie- brindan algunas oportunidades para los encuentros, pero son demasiados grandes como para encontrarse con las viejas amistades; demasiado ajetreados y atestados, nunca permiten las pláticas prolongadas».
Este hecho –que no haya lugares que congreguen a la gente para la ociosa conversación- ha resultado sumamente funesto no sólo para el carácter de los individuos (que se les ha corroído, como constata con amargura Richard Sennett en uno de sus libros), sino también para la democracia, porque ésta, para funcionar como debe, necesita gente informada y participativa: gente, en una palabra, que se preocupe de algo más que de la caída inexorable de su pelo o de la prolifración de barros y espinillas en el óvalo opaco de su rostro.
El segundo factor lo constituyen los medios de comunicación. Según constató desde hace mucho tiempo Edgar Morin, los mass media privilegian historias en las que los héroes son hombres y mujeres sin compromisos políticos o religiosos y a los que parece no preocuparles nada, salvo su propia –y bien egoísta- felicidad. Escribió así en El espíritu del tiempo, acaso su libro más olvidado: «Los deberes públicos, el Estado, la Patria, la Religión, el Partido aparecen raramente en el cine occidental, o bien lo hacen como fatalidades exteriores o como problemas que pueden ser solucionados por el amor; la película es el encuentro de un hombre y una mujer solos». En efecto, así es. En tales historias –y las vemos en todos los canales y casi en todos los cines- el entorno no existe, la sociedad ha sido escamoteada para no dejar en el encuadre más que a un par de enamorados a los que no les importaría mucho que el universo, a dos pasos de ellos, volara en pedazos.
Rifiriéndose al concepto de ciudadanía, escribió el intelectual francés Éric Cobast: «Es ésta una atención, un interés por los asuntos públicos. En efecto, cuando hablamos de crisis de la ciudadanía, a menudo nos limitamos a hablar de un déficit de participación electoral, mientras que sin duda habría también que preguntarse por el grado de politización de los ciudadanos, es decir, por su nivel de familiaridad con los debates públicos». Chesterton, en fin, tenía razón: si no nos importan los otros, tampoco podrá importarnos nada lo que le pase al mundo y mucho menos a la democracia. Puesto que el hombre ya no se junta a charlar amigablemente con sus semejantes, algo muy grave está a punto de suceder –o quizá esté sucediendo ya-. Se quiera o no, la sociofobia privada acaba siempre convirtiéndose en catástrofe pública.
Lee también: La autoestima del mexicano | Columna de Juan Jesús Priego
#4 Tiempos
De éxitos y fracasos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
La Copa Intercontinental, también conocida anteriormente como el Mundial de Clubes, es uno de los torneos más prestigiosos del fútbol mundial. Desde su creación en 1960, el torneo ha reunido a los mejores equipos de Europa y Sudamérica para disputar el título de campeón del mundo, mismo que desde hace algunos años ha tenido esa representatividad, ya que se toma en cuenta a todas las confederaciones del globo.
En cuanto a la participación mexicana en este torneo, es importante destacar que los equipos del país han tenido un papel importante en la historia del Mundial de Clubes. Aunque no han logrado conquistar el título, han demostrado ser unos de los equipos más competitivos y respetados del torneo, así como uno de los países con más participaciones en la justa.
En total, son 54 clubes los que alguna vez han jugado este torneo, equipos que provienen de 24 países distintos, siendo Brasil el que más clubes ha enviado a representar, con 11 equipos, seguido de México con 7 y Argentina con 6.
Uno de los momentos más destacados de la participación mexicana en el Mundial de Clubes fue la actuación del Club Necaxa en la edición de 2000. El equipo mexicano logró avanzar hasta la semifinal del torneo, donde se enfrentó al Vasco da Gama. Aunque finalmente perdieron el partido por 2-1, la actuación del Necaxa fue considerada como una de las mejores de un equipo mexicano en la historia del torneo.
Otro equipo con una notable participación es Tigres, que en el Mundial de Clubes del año 2021, se convirtió en el primer equipo mexicano en llegar a la final del torneo, donde se enfrentó al Bayern de Múnich. Aunque Tigres perdió la final por 1-0, su participación en el Mundial de Clubes fue considerada un éxito, ya que demostró la capacidad del equipo para competir a nivel internacional. Además, Tigres logró vencer a Palmeiras en las semifinales.
Ahora, el Pachuca participó en la edición actual del Mundial de Clubes. Lo que llamó la atención fue que el Pachuca jugó con un equipo muy joven, con varios jugadores que apenas tienen 20 años de edad. A pesar de la juventud del equipo, el Pachuca demostró ser un rival complejo, y su actuación fue destacada.
La participación mexicana en el Mundial de Clubes ha sido destacada a lo largo de la historia. Aunque no han logrado conquistar el título, los equipos mexicanos han demostrado ser unos de los más competitivos y respetados del torneo. La actuación del Pachuca en la edición actual es un ejemplo de que los equipos mexicanos pueden competir a nivel mundial, incluso con equipos jóvenes y sin mucha experiencia.
Es una lástima que el nivel de los clubes no se refleje a nivel selección, que los talentos se pierdan en el negocio de una liga que ha demostrado poder competir en cualquier nivel ante cualquier rival. Ojalá las cosas retomen el rumbo y la selección pueda ir creciendo de la mano de los clubes, en beneficio del fútbol nacional.
También lee: La Noche de la Vergüenza: Los peores 45 minutos del Atlético de San Luis | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Corrido: En el IMSS un cochinero | Columna de Ana G Silva
Corredor Humanitario
La tarde del jueves 19 de diciembre se montó una manifestación por el despido de Simón Almanza, un ortopedista del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en San Luis Potosí. Mencionó que esta fue porque “alzó la voz” al ser uno de los pocos médicos que denunció la falta de insumos.
Ante medios de comunicación, declaró que el motivo de su despido fue “por pedirle a los pacientes que consiguieran su material, para resolverlo a la brevedad posible”.
Lo que no menciona es que él mismo cobraba por realizar cirugías de ortopedia infantil, además de que pedía a los padres comprar insumos en su negocio.
Esta información llegó por parte de TRES fuentes dentro del IMSS, quienes le detallaron a esta periodista que el doctor Simón tiene cuatro denuncias hechas por derechohabientes por cobrar las cirugías de ortopedia infantil.
Se preguntarán… ¿Cómo nadie lo notó? La verdad es que sí, todos sabían.
Las corruptelas del IMSS se conocen entre sus trabajadores y pocas veces realmente se dan a conocer. La verdadera razón por la que Simón Almanza era intocable es porque era el protegido de la ex delegada María Guadalupe del Rosario Garrido Rojano, involucrada en varios desfalcos dentro del instituto de salud en la entidad.
Garrido Rojano fue jefa de enseñanza del IMSS dónde conoció a Simón como su alumno; lo trae a trabajar a la Delegación en San Luis Potosí como coordinador, donde empezó a consultar pacientes, a pesar de que su puesto lo impedía…
Sí era médico, pero coordinador al fin y al cabo. No podía involucrarse con pacientes, y aún así, el doctor de quirófano que tenían en ese tiempo firmaba como el que operaba, para que no quedara registro de que Simón era el que realizaba los procedimientos.
PD. Por ahí un pajarito me llegó a contar que en su paso por la Clínica 2 del IMSS realizó algunas operaciones que solo le competen a un neurocirujano.
Tan cercano era a Garrido Rojano, que incluso se encargó de operar a Juana Mejia, ex titular de la Jefatura de Servicios de Desarrollo de Personal de la Delegación y otra trabajadora muy cercana amiga de la ex delegada, quien incurrió en el abuso de su puesto y atribuciones para ingresar a cirugía en mayo de 2023, pues nunca pasó por la lista de pacientes de ortopedia que esperaban su ingreso a una cirugía, y por un padecimiento que no sería considerado de urgencia, mismo que lleva a cualquier otro ciudadano a esperar meses para realizarse.
PD 2. El sujeto también es protegido por Raul Mario Beltran, jefe de Jurídicos que se le ha relacionado con casos de corrupción y acoso sexual, pero con todo y pruebas contundentes es inamoblible.
Aquí no se le cuestiona su calidad como médico, pues también he escuchado trabajos destacados… si no fuera por sus negocios corruptos.
Su manifestación parece indicar que se trata de un intento de derrocar a la delegada actual, Angélica Cristina Rodríguez Nester.
Y no. ¡No! Esta columna no es para respaldarla, pues también es alguien que tiene cola que le pisen.
La falta de insumos y medicinas no es ningún secreto. Mis fuentes dentro del IMSS afirmaron que sí hay desvío de recursos destinados a insumos médicos, para beneficio personal de la querida delegada, como la compra de autos nuevos. Nada que no se haya denunciado en años anteriores.
Rodríguez Nester también prioriza a sus allegados en puestos clave, dejando de lado a personal más capacitado.
Lo que me contaron es que la delegada hace enojar a los trabajadores por cosas “muy burdas”, ejemplo de ello es que no va a dejar salir a los operativos de vacaciones las próximas dos semanas, pero sí a sus amigos.
Por cierto, la delegada cree que nadie se dio cuenta que su secretaria está de vacaciones. Y el resto del personal, bien gracias.
Pero en fin, siempre es lo mismo, el IMSS sigue siendo el mismo cochinero de siempre.
También lee: Los usuarios ya no queremos el transporte público | Columna de Ana G Silva
#4 Tiempos
Aliens, Sexo y Drama; Bienvenidos a la cabaña más incómoda de México | Columna de Guille Carregha
Criticaciones
La Región Salvaje es una mala película envuelta en un vestido de pretensión que da la impresión de que estás viendo algo de verdad bueno. Se plantea a sí misma como una profunda exploración de la importancia que tiene el placer para la humanidad a través de elementos de ciencia ficción, pero termina siendo una mininovela de TV Azteca aderezada con kinks de hentai de tentáculos en live action.
Esta es una película que camina por una delgada línea entre la fascinación y la frustración. Su premisa tiene el potencial de ofrecer una experiencia única. Sin embargo, el resultado final no está a la altura de sus ambiciones, dejándonos con una obra que parece más interesada en impresionar con su estilo que en profundizar en los temas que plantea.
Dando inicio al visionado y notando cómo uno de los puntos clave de la película es la aparición de un extraterrestre que es la encarnación misma del deseo, podría parecer que La Región Salvaje es algo así como la versión mexicana de Under the Skin mezclada con Shivers. Y, la neta, un poco sí. Sin embargo, a diferencia de aquellas películas, esta no tiene tan claro su enfoque. Aún cuando la dirección intenta capturar con precisión quirúrgica las dinámicas tan volátiles y complejas de género, sexualidad y violencia, no puede evitar caer en los clichés más anticuados de las novelas de las 9 de la noche.
Literalmente, a pesar de contar con la existencia de un alien cuya única función es tener sexo violento con quien se le ponga enfrente, la película insiste en enfocarse en las relaciones interpersonales de tres personas. Tenemos a Alejandra, su esposo Ángel, y su hermano Fabián, quienes ya están en medio de una vida caótica y llena de tensiones. Ninguno de ellos conoce al extraterrestre durante los primeros 30 minutos de la película. Lo importante es ver cómo Alejandra y Ángel tiene un matrimonio a medio morir que se mantiene unido solamente por la existencia de sus hijos, y darnos cuenta que tanto a Ángel como a Fabián les pareció una maravillosa idea el tener un amorío homosexual entre ellos a espaldas de Alejandra.
Y el extraterrestre, bien, gracias.
La película empieza a cuajar un poco cuando aparece Verónica en sus vidas. Su presencia no hace más que avivar las inseguridades, la culpa y la desesperación que todos ellos ya cargaban. Y cuando cada uno tiene su “encuentro cercano” con el extraño “compañero extraterrestre” de Verónica, que vive en una cabaña en el bosque, los problemas humanos parecen disiparse… aunque solo sea por un rato. Este alienígena no es cualquier monstruo, es casi la encarnación del deseo sexual más puro y primitivo: no tiene género, no tiene orientación, no tiene moral. Es una fuerza implacable que no discrimina ni razona, solo actúa.
Pero aquí viene el giro oscuro: el sexo no es el único instinto primitivo que la película pone sobre la mesa. Su hermano feo, la violencia, siempre está al acecho. Tanto los humanos como el alienígena tienen la capacidad de hacerse daño brutalmente, y en este constante tira y afloja entre deseo y agresión está el verdadero corazón de la película. Esa dicotomía entre los impulsos básicos del placer y la violencia, y la forma en que los personajes se relacionan con ellos, es lo que define esta historia.
Durante los apenas seis minutos en donde se hace referencia al extraterrestre, la película lo usa como un espejo: una herramienta que refleja las tensiones internas de los personajes y su lucha con el deseo, la represión y la autodestrucción. Es un símbolo que desnuda lo peor y lo más visceral de nuestra naturaleza. Logra incomodar, provocar y hacer preguntas importantes sobre lo que significa ser humano. Porque al final del día, no importa cuánto tratemos de escapar de nuestros impulsos básicos, siempre están ahí, acechándonos, esperando el momento para tomar el control. El alienígena funciona como una metáfora de los deseos humanos en su forma más básica, un ser que no distingue entre géneros ni orientaciones sexuales. Sin embargo, estos impulsos, en lugar de liberar a los personajes, los conducen a la autodestrucción. En ese sentido, la película parece decirnos que los deseos más profundos del ser humano siempre van acompañados de su contraparte más oscura: la violencia.
Por otro lado, los personajes humanos, aunque interpretados de forma competente por el elenco, son más planos que cualquiera de las hojas en donde se imprimió el guión. Asumo que la idea de la dirección era transmitir un aura enigmática o una sensación de desgaste emocional a través de ellos, pero a duras penas parecen ser personas que solamente saben sentir desinterés y aburrimiento – mismo que transmiten a la perfección con la audiencia. Es casi imposible sentirse identificado con cualquiera de estos seres deleznables que, más que personajes, no llegan a ser más que herramientas narrativas. La película parece más interesada en utilizarlos para ilustrar su tesis que en darles agencia o un desarrollo significativo.
Como buen producto mexicano audiovisual, La Región Salvaje no puede evitar caer en clichés y estereotipos que socavan su mensaje pero que, seguramente, creyeron eran muy interesantes y le daban otra capa de significado a la película. De entrada, la acción se sitúa en Guanajuato, donde CLARAMENTE estamos intentando hacer la dicotomía de ciudad católica panista persignada con los sucesos sexuales que acaecen a lo largo de la película. Pero en ningún momento se aprovecha eso. Solo se hace especial énfasis en mostrar que estamos en Guanajuato y… ya. La población general de la ciudad nunca se entera de nada, nadie hace mención a cómo toda choca con los valores clásicos de la religión, no hay situaciones de desventaja ante quienes se ven involucrados. Es decir, esto podría pasar en cualquier ciudad de México, real o ficticia, y nunca sería nada más que un fondo de pantalla.
Y ni hablemos de los efectos especiales. En general, el CGI utilizado aquí, sobre todo para representar los cuatro minutos de extraterrestre que nos entrega la película, está bastante bien logrado. Pero hay una escena, una escena clave a la mitad, en donde se decidió que estaría padrísimo representar una orgía de animales en el bosque y… no. Solo no. La poca tensión que estaba sintiendo hasta ese momento murió en el momento en que irrumpí en una carcajada al ver esa escena. O sea, poner muñequitos de felpa motorizados a representar la escena se hubiera visto menos barato.
En última instancia, La Región Salvaje parece más interesada en la forma que en el fondo. A pesar de sus ambiciones, la película no logra profundizar en los temas que plantea, dejando al espectador con más preguntas que respuestas. Al explorar los impulsos sexuales y la violencia, Amat Escalante intenta hacer una crítica de las relaciones humanas, pero el mensaje se diluye en una narrativa que no logra equilibrar sus elementos temáticos y estilísticos.
Más que una obra cohesionada, La Región Salvaje se siente como un experimento que plantea preguntas interesantes, pero no logra responderlas de manera satisfactoria. Su incapacidad para conectar emocionalmente con el espectador y para ofrecer una reflexión más clara sobre sus temas hace que se quede corta. Al final, lo que podría haber sido una exploración incisiva de la condición humana termina siendo una experiencia tan desconcertante como olvidable.
Y, claramente, nadie supo cómo concluir la película. Al final, cuando las cosas finalmente están escalando y parece que llegaremos a algún lugar, el guión dice “¿y si matamos a todos de una vez y vamos a créditos? ¿No estaría más padre? ¿No nos ahorraríamos tiempo y dinero?”
No.
No estuvo más padre.
También lee: Manto de Gemas: una película que se siente más de lo que se entiende | Columna de Guille Carregha
-
Destacadas8 meses
Con 4 meses trabajando, jefa de control de abasto del IMSS se va de vacaciones a Jerusalén, echando mentiras
-
Ciudad2 años
¿Cuándo abrirá The Park en SLP y qué tiendas tendrá?
-
Ciudad3 años
Tornillo Vázquez, la joven estrella del rap potosino
-
Destacadas3 años
“SLP pasaría a semáforo rojo este viernes”: Andreu Comas
-
Estado1 año
A partir de enero de 2024 ya no se cobrarán estacionamientos de centros comerciales
-
Ciudad2 años
Crudo, el club secreto oculto en el Centro Histórico de SLP
-
Destacadas2 años
SLP podría volver en enero a clases online
-
#4 Tiempos2 años
La disputa por el triángulo dorado de SLP | Columna de Luis Moreno