diciembre 17, 2025

Conecta con nosotros

#4 Tiempos

Bondades epidémicas o los amables hipócritas | Columna de Juan Jesús Priego

Publicado hace

el

LETRAS minúsculas

 

Hay una clase de simpatía que a mí me ha parecido siempre odiosa a la vez que repugnante. Es la simpatía etérea de aquel que sonríe siempre, pero más como una actitud general ante la vida que como un una manera de obsequiar a las personas. Aunque todo el tiempo hay una sonrisa estampada en su rostro, esa sonrisa nunca es para nadie: es una sonrisa sin dedicatoria y sin dirección, por decirlo así.

Cuando llegas a su oficina, el simpático ficticio se levanta como impulsado por un potentísimo resorte, te estrecha la mano con efusión y te ofrece un caramelo abriendo cortésmente su bombonera de cristal cortado. Quien lo viera, diría que está recibiendo a un viejo amigo, a un compañero de otros tiempos, aunque en realidad no te conoce y, siendo sinceros, ni quiere conocerte. Dando diez mil rodeos te pregunta tu nombre, y, cuando se lo dices, pareciera que lo guarda muy hondo en su corazón.

-¿Me ha dicho usted que se llama Abel? –dice poniendo los ojos en blanco-. Bonito nombre, en verdad. El primer mártir de la historia se llamaba como usted.

Y con estas palabras u otras parecidas se pone a divagar sobre la historia sagrada con el único y mezquino fin de salir del paso.

No obstante, cuando te lo vuelves a encontrar en algún pasillo de la vida ni siquiera te saluda porque tu rostro ya no le dice nada: simple y sencillamente lo ha olvidado. «¿Por qué no me saludaría?», te preguntas tú, poseído por una angustia casi metafísica. Y como te faltarán otras cosas, pero no ingenuidad, lo abordas, creyendo que todo se ha debido a una lamentable inadvertencia, a una estúpida distracción de parte suya.

-Señor Estrada –dices estrujándolo con emoción-, ¡qué gusto me da volverlo a ver! ¡Qué dicha y qué honor!…

Le estrechas la mano con la misma efusión con que él te la estrechó en su oficina tras abrir la bomobonera, francamente convencido de que, de aquel encuentro fugaz, algo había nacido. Y el señor Estrada, claro está, sonríe, pero a la vez tartamudea, vacila y duda. Se pregunta para sus adentros: «¿Quién será este imbécil?, ¿es que no ve que tengo prisa?», pero recobra la calma, se arregla la corbata y dice triunfal:

-¡Ah, es usted! No dejaba de preguntarme que había pasado con mi querido amigo…

Tan pronto como dice «con mi querido amigo» se detiene, porque es necesario que diga tu nombre, y éste le es más inaccesible que el nombre del cuarto emperador de la dinastía Ching. Tú, sintiéndote profundamente desilusionado, dices: «Sánchez. Abel Sánchez».

-Sí –dice el otro-, Abel Sánchez, como el de la novela de Unamuno. ¿Sabe usted a qué novela me refiero y, sobre todo, quien es Unamuno?

En realidad, pasa a hablar de la novela para salir del atolladero en el que se ha metido. Y sale bastante bien parado, pues –para su suerte- ha leído la novela de Unamuno y puede contar la trama con pelos y señales, es decir, desviar impunemente la conversación. Por último, recomienda:

-Léala usted, amigo mío. Se llama Niebla, y podrá conseguirla en cualquiera de las librerías de nuestra ciudad. Léala usted. ¡No se arrepentirá!

Y se despide sonriente, amigable, para luego, como los perros, echarse a correr. Esta forma de amabilidad es muy común entre las grandes personalidades,

aunque las hay menores que también la practican. Su objetivo es causar en sus visitantes e interlocutores una buena impresión, una especie de sentimiento de gratitud hacia su gentilísima persona. Aunque no lo confiesen abiertamente, todas sus atenciones y todas sus sonrisas están encaminadas a suscitar en los otros sentimientos de alabanza, si no es que hasta de adoración o incluso de idolatría: «¡Qué importante es este hombre y al mismo tiempo qué sencillo!». Entre dos personas igualmente prominentes, uno tiende a juzgar más importante al que nos trató mejor: he aquí una verdad del comportamiento social que estos amables hipócritas explotan de la manera más vil, pues, como afirma André Maurois (1885-1967) en Un arte de vivir, «es fácil ser admirable cuando se permanece inaccesible».

Si no nos volviéramos a encontrar con estos tales, su batalla estaría ganada: los llevaríamos siempre en nuestro recuerdo cómo sólo pueden ser llevados los seres de excepción. Pero como con frecuencia no es así, pues para eso tendrían que irse a vivir a la luna, lo único que consiguen más tarde o más temprano es causar una honda pena.

«Ya conocía su bondad, pero una bondad epidérmica puede dañar mucho a la gente», confiesa sinceramente indignado el personaje de una novela de Graham Greene (El que pierde, gana) al que su jefe, un hombre en estado de sonrisa permanente, invitó a Montecarlo y que luego lo dejó plantado por no recordar después la invitación. «¡Ya sé! –había dicho este hombre a su empleado apenas unos días antes-. Encontré la solución, señor Bertram. Usted y su linda mujer vendrán a mi yate. Todos mis huéspedes me abandonarán en Niza y Montecarlo. Allí los recogeré el día treinta.

Navegaremos por la costa de Italia, la bahía de Nápoles, Capri, Ischia»… Sí, todo muy bonito, pero cuando éste llegó a Montecarlo, varios días después del día treinta, ni siquiera se acordaba de la promesa hecha a estos dos pobres tontos que ya casi tenían que dormir en la calle por no tener con qué pagar la habitación del hotel. ¡Qué bandido! ¡Y ellos que pensaban que su jefe los recordaría! Nada de eso: esta gente no se acuerda de nada, sino que sólo se limita a sonreír y a prometer.

La amabilidad no debe nunca ser etérea y sí, en cambio, llena de memoria; de lo contrario, más que amabilidad es una burla. Tenía razón François Mauriac (1885-1970), el novelista francés, cuando afirmó en Nudo de víboras que «hay una cierta calidad de gentileza que es casi siempre señal de traición».

También lee: El elíxir de la vida | Columna de Juan Jesús Priego

Continuar leyendo

#4 Tiempos

Una vida dedicada a la ciencia, Candelario Pérez Rosales | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

Publicado hace

el

EL CRONOPIO

 

Hoy, 16 de diciembre, el peotillense Candelario Pérez Rosales, baluarte de la ciencia e ingeniería mexicana y consolidador de la física profesional en San Luis Potosí, estaría cumpliendo noventa y cinco años de edad.

Candelario Pérez Rosales nació el 16 de diciembre de 1930 en Peotillos, comunidad del municipio de Villa de Hidalgo, San Luis Potosí, donde estudió los primeros años de primaria, para luego venir a San Luis Potosí a terminarlos y continuar los estudios de secundaria y preparatoria, ambos en el turno nocturno, donde compartía las horas de estudio con las horas de trabajo. Estudiaría Física en la Universidad de Purdue y vendría a San Luis Potosí a colaborar con la fundación de la Escuela de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, hoy Facultad de Ciencias y del Instituto de Física de la propia Universidad Autónoma de San Luis Potosí, instituciones que están cumpliendo setenta años.

Como parte de los trabajos de difusión y divulgación sobre personajes de la ciencia potosina que llevo a cabo publiqué en el 2012 un libro intitulado Una Vida Dedicada a la Ciencia, el papel de Candelario Pérez Rosales, que recoge la trayectoria de Candelario Pérez Rosales, cuyo papel para el establecimiento, desarrollo y consolidación de la física en San Luis fue determinante; de esta forma el desarrollo de la ciencia potosina en la segunda parte del siglo XX, en el seno de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, fue posible con la participación de varios personajes, entre los que se encuentra indiscutiblemente Candelario Pérez Rosales. Su papel fue determinante para que la física potosina y en general la ciencia potosina sea lo que es hoy, ese importante polo de desarrollo que tiene un reconocimiento a nivel mundial. Sin su participación, entusiasmo, compromiso y cierto apostolado, la física en San Luis, y la propia universidad potosina, no serían lo que son hoy.

En este sentido la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se encuentra en deuda con Candelario Pérez Rosales.

Su aportación a la ciencia e ingeniería mexicana va más allá de su labor en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Continuó siendo pionero en otras aventuras académicas, contribuyendo notablemente al desarrollo de la ciencia mexicana. En particular ingresó como investigador fundador al Instituto Mexicano del Petróleo.

Como investigador del Instituto Mexicano del Petróleo desarrollo una gran cantidad de proyectos que colocaron al país como un innovador en procesos de extracción de petróleo. Larga sería la lista de ellos, mismos que recogen en las páginas del libro que le dedicamos a este importante científico potosino.

Esta larga lista de proyectos que dirigió Candelario Pérez, desarrollados bajo el demandante factor de tiempo, da muestra de la importancia de su contribución al desarrollo de la industria petrolera al enfrascarse en proyectos dirigidos a resolver los diversos problemas técnicos y científicos asociados a la industria petrolera.

Estas tres facetas de Candelario Pérez que se presentan en el libro, constructor de instituciones y formador de recursos humanos, científico orientado a problemas de aplicación en la industria petrolera y escritor científico, lo colocan como uno de los baluartes nacionales en el desarrollo de la ciencia e ingeniería en nuestro país, y muy enfáticamente al desarrollo de la física mexicana.

Candelario Pérez ingresa como investigador fundador del Instituto Mexicano del Petróleo en 1966, como ya hemos mencionado, después de haber sentado las bases y asegurado el desarrollo de la Escuela e Instituto de Física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

En este libro se recoge su labor como escritor científico, profesor e investigador, tareas que suelen ser consideradas como labores fundamentales de las universidades mexicanas. En todas ellas tuvo, y sigue teniendo a pesar de estar retirado, una contribución importante y valiosa, además de sobresaliente.

Sea esta obra un homenaje a uno de los fundadores de la Escuela de Física de la UASLP, ahora Facultad de Ciencias, y del Instituto de Física de la UASLP, que estaban englobados en el Departamento de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, cuya creación se diera el 1 de diciembre de 1955, mediante la aprobación del Consejo Directivo Universitario a un recurso sometido por el Dr. Gustavo del Castillo y Gama.

A los interesados, el libro pueden comprarlo bajo pedido en el correo electrónico de un servidor.

Candelario Pérez murió en San Luis Potosí, el 1 de mayo de 2016. El homenaje que le tributamos, se recogen en una serie de videos que pueden consultarse en youtube en el canal de José Refugio Martínez Mendoza. Para una muestra compartimos el siguiente:

También lee: Enrique Mesta Zuñiga, el filósofo autodidacta | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

Continuar leyendo

#4 Tiempos

La evolución creadora | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

Publicado hace

el

LETRAS minúsculas

 

He aquí lo que escribió hace poco el filósofo alemán Ulrich Hommes: «El crecimiento del miedo en nuestro tiempo es debido a que los hombres de hoy padecen una singular falta de relaciones. Es evidente que la falta de relaciones tiene como consecuencia el miedo, y que el miedo genera una mayor agresividad».

¿Qué quiso decir el filósofo con estas palabras? En realidad es muy simple; quiso decir, sencillamente, que si hoy cunde en nuestras sociedades una especie de pánico generalizado, es porque los hombres estamos más solos que nunca. Como no tenemos amigos (digámoslo aún mejor: como no tenemos relaciones significativas), todo nos aterroriza, pues sentimos que en tales condiciones no seremos capaces de hacer frente a los problemas de la vida.

El viejecito aquel que no tiene ya a nadie porque ha visto morir a todos sus camaradas y partir a tierras lejanas a todos sus hijos, ¿cómo no va a tener miedo de quedarse muerto en la noche mientras duerme? ¿Qué va a ser de él? ¡Ah, con una persona cercana, con una sola con tal de que lo quiera, cómo le sería fácil vivir! Pero no, no tiene a nadie: está solo y por eso se despierta en la madrugada sudando de miedo.

Y aquella mujer joven, ¿no tiene miedo también? Cuando piensa en el futuro, siente que la cabeza le estalla. ¿Y si su marido la abandona para irse con otra mujer más de su gusto? ¡Después de todo, es probable que lo haga! Pues, ¿no se oye por doquier, pero sobre todo en la radio y en la televisión, que cuando un lazo nos aprieta demasiado hay que tener la osadía de desatarlo? ¿No se dice continuamente aquí y allá que el matrimonio es una prisión y que cada cual puede y debe buscar otras alternativas cuando los antiguos compromisos no sean ya viables, deseables ni rentables? Y siendo éste el pensamiento que todos repiten alegremente; ¿cómo no va a tener miedo la pobre de que la dejen un día u otro? ¡Separarse es tan sencillo! Por su parte, el marido también padece lo suyo. ¿Y si ya no satisface todas las expectativas de su esposa?, ¿y si ya no reúne todos los requisitos, como se dice? El normal caos del amor: así tituló Ulrich Beck, el famoso sociólogo alemán, un libro suyo que trata, precisamente, de estas angustias nada ficticias. Pero este caos, ¿es tan normal como parece? A juzgar por lo tiempos que corren, sí.

Mas no sólo el viejecito y los jóvenes esposos tienen miedo; también lo sienten los niños. Y si sus padres se separan, ¿qué será de ellos? Amigos casi no tienen, a excepción de aquellos con los que chatean por la tarde, a la hora de los deberes. Pero, ¿pueden estos desconocidos llamarse amigos? ¡Si son unos desconocidos: a lo mucho, sólo saben su nombre y las letras de las canciones que se intercambian en la red! Están solos.

Y el niño que aún no nace, ¿no tiene miedo él también? Gracias a la sensibilidad espantada de su madre, algo sabe ya de los terrores de este mundo. Ni siquiera le ha sido necesario nacer para darse cuenta de cómo están las cosas en este extraño planeta. Sí, tiene miedo, y él más que nadie. Primero porque está indefenso, y segundo porque nada sabe si su madre llegará a tragarse ese cuento que dice que los niños, mientras aún estén en el vientre, no son más que un montón de células desorganizadas o quizá meramente tumores que sería necesario extirpar cuando las cosas anden mal.

Miedo aquí y miedo allá. Miedo que, según Ulrich Hommes, no tarda mucho en convertirse en violencia. Violencia que genera más miedo y que no puede ser aplacada más que con amor: «Lo que sirve contra el miedo cuando nada más sirve es el amor. El amor que me brindan y el amor que yo mismo doy». 

Se realizó recientemente un experimento que dejó boquiabiertos a los que lo realizaron: «Cuando a unas cabras ubicadas cerca de su madre fueron sometidas a un cierto voltaje de corriente eléctrica, se mantuvieron en pie y pudieron soportarlo. Esta misma carga eléctrica les fue aplicada después, cuando estuvieron solas, y entonces ya no pudieron sostenerse, pues o se desvanecían o se volvían locas».

¡Significativo descubrimiento! Cuando las cabras estaban acompañadas, eran fuertes, y sólo caían cuando estaban aisladas y se sentían desamparadas.

«No es bueno que el hombre esté solo». Fue Dios mismo quien lo dijo, es decir, quien creó al ser humano y lo conoce de pe a pa. Ahora bien, si es Él el que lo dice, por algo será. Me discutía hace poco un amigo:

¡Sólo tú puedes tragarte esos relatos inocentes que cuenta la Biblia!

-¿Y por qué inocentes? –pregunté.

-Porque son ingenuos. Por lo menos todos sabemos hoy que el mundo no nació como dice el libro del Génesis.

-¿Y por qué no? –volví a preguntar-. Que Dios haya creado en seis días, ¿no habla, en cierto sentido, de evolución? Según este libro del que te burlas, las cosas y los seres no surgieron todos al mismo tiempo, sino que hubo una gradualidad –una evolución creadora, como la llamaría Bergson- que no es extraña a los modernos descubrimientos de la ciencia: primero fueron la tierra y el cielo, luego las plantas, más tarde los animales y, por último, el hombre…

-Sin embargo –replicó mi amigo-, el libro del Génesis habla de días.

-Días que no tienen por qué ser nuestros días de veinticuatro horas. Acuérdate del salmo que dice que, para Dios, mil años son como un día…

No sé si convencí a mi amigo; pero, además, tampoco me preocupaba convencerlo. Yo sólo quería decirle que no hay que desechar a la ligera esta advertencia divina: «No es bueno que el hombre esté solo». Y que me alegra saber que la ciencia, poco a poco, en la medida de sus fuerzas, va descubriendo esta verdad vieja como el hombre mismo.

También lee: El administrador astuto | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

Continuar leyendo

#4 Tiempos

Cinco finales, cinco retratos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

Publicado hace

el

TESTEANDO

 

El fútbol mexicano vive instalado en un vaivén que mezcla memoria corta, intensidad desbordada y una elasticidad competitiva que rara vez se ve en otros torneos. Y no hay mejor espejo de esa naturaleza cambiante que las últimas cinco finales de la Liga MX. Cada una reveló una cara distinta del campeonato, a veces impredecible, a veces cuidadosamente edificado, pero siempre dispuesto a romper pronósticos.

La más reciente, la del Clausura 2025, entregó un desenlace que pocos anticipaban. Toluca superó a América y recuperó un lugar que parecía extraviado en la élite. Esa serie tuvo un aire de reivindicación para los escarlatas, que encontraron una mezcla perfecta entre orden, temple y puntería. América, por su parte, llegó con la etiqueta inevitable de favorito, pero terminó cediendo ante un rival que administró mejor la presión. En ese desenlace se confirmó que en México los ciclos pueden renacer más rápido de lo que tardan en extinguirse.

Un semestre antes, en el Apertura 2024, las Águilas habían impuesto su jerarquía ante Monterrey. Fue una final marcada por el contraste entre un equipo construido para dominar y otro diseñado para golpear en ráfagas. América resolvió porque entendió cuándo acelerar y cuándo enfriar; Rayados quedó atrapado en la tentación del vértigo y pagó caro su falta de pausa. La serie se volvió una lección de que, en liguillas, el músculo emocional pesa tanto como el táctico.

El Clausura 2024 repitió campeón, América doblegó a Cruz Azul en un duelo donde la narrativa histórica parecía empujar a los celestes, pero terminó imponiéndose la estructura más estable. No fue una final espectacular, pero sí una muestra de oficio. América manejó los tiempos como si los hubiera ensayado toda la vida y Cruz Azul, que había encontrado ritmo durante la fase final, se quedó sin margen en el momento en que la exigencia aumentó.

En el Apertura 2023, el mismo América se cruzó con Tigres en una final que resumió la última década del fútbol mexicano, dos potencias creando tensión desde su experiencia y su peso institucional. Fue una confrontación áspera, tensa, en la que el primer error podía decidirlo todo. América fue más certero y Tigres, pese a su capacidad para competir siempre, no encontró esa chispa que tantas veces lo salvó en finales previas.

Y antes de que América dominara este tramo de la historia reciente, el Clausura 2023 había dejado un capítulo distinto, Tigres había vencido a Guadalajara en una final que mezcló dramatismo y resistencia.

Chivas llegó con un impulso sentimental fuerte, respaldado por un cierre de torneo que había reavivado ilusiones; Tigres, en cambio, se aferró a la experiencia y convirtió la serie en un duelo donde la paciencia terminó valiendo oro.

Cinco finales, cinco historias desiguales, pero todas con un hilo común, la liga mx vive entre la tradición y la renovación constante. América ha sido el protagonista dominante, sí, pero no en un territorio exclusivo; Toluca reapareció con fuerza, Tigres mantiene su lugar entre los gigantes modernos y Cruz Azul y Monterrey continúan orbitando entre la aspiración y la frustración.

Lo fascinante es que cada una de estas series dibuja una tendencia distinta. A veces gana el que mejor juega; otras, el que comete menos errores; y en más de una ocasión, el que simplemente logra sobrevivir a su propio caos. La Liga MX no premia únicamente la excelencia: premia la capacidad de adaptarse a un torneo donde cada semestre puede contar una historia completamente diferente.

Eso explica por qué sus finales, aunque repetidas entre ciertos protagonistas, nunca se sienten iguales. Cada una deja marcas nuevas, dudas nuevas y certezas que duran apenas unos meses. Y quizá ahí radica la esencia de este futbol, un territorio donde la estabilidad es un lujo, el dramatismo una obligación y el título, el botín que confirma que, al menos por un instante, todo salió bien en medio de un ecosistema que siempre está cambiando. Hoy Toluca puede volver a levantar el título o Tigres recuperar lo perdido hace unos torneos, pero sea cual sea el resultado, no queda duda que esta liga es un reflejo de lo extraño y competido que resulta nuestro casero futbol nacional.

También lee: Una carrera interesante | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

Continuar leyendo

Opinión

Pautas y Redes de México S.A. de C.V.
Miguel de Cervantes Saavedra 140
Col. Polanco CP 78220
San Luis Potosí, S.L.P.
Teléfono 444 2440971

EL EQUIPO:

Director General
Jorge Francisco Saldaña Hernández

Director Administrativo
Luis Antonio Martínez Rivera

Directora Editorial
Ana G. Silva

Periodistas

Diseño
Karlo Sayd Sauceda Ahumada

Productor
Fermin Saldaña Ocampo

 

 

 

Copyright ©, La Orquesta de Comunicaciones S.A. de C.V. Todos los Derechos Reservados