julio 5, 2025

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#4 Tiempos

Ansias anticipatorias | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas.

«Por más que me represente los detalles de lo que debe suceder, mi representación es siempre pobre, abstracta y esquemática en comparación con aquello que al final sucede». Así escribía Henri Bergson (1859-1941), el gran filósofo francés, en uno de sus libros. En efecto, la vida, que ama la novedad, bastante mal se adapta a nuestras pobres previsiones. ¿Imaginamos que nos   sucederá esto o lo otro? Pues bien, es posible que no nos suceda nunca. ¿Presentimos que nos ocurrirá aquello o lo de más allá? Puede ser que nos ocurra, pero no es seguro; y, si llegara a ocurrir, será de una manera totalmente diversa a como nos lo habíamos imaginado.

Una de las angustias más terribles es la angustia de la anticipación, el vivir como si ya estuviera pasando lo que no es seguro que suceda nunca. «¿Y si me da cáncer?», se pregunta el hombre aquejado de tales aprensiones; y, acto seguido, se sume en una tristeza mucho más honda que si de hecho lo tuviera. «¿Cómo reaccionaré si me dicen que?… ¡Oh, no quiero ni pensarlo!». Los pies le tiemblan, las manos le sudan, la cabeza le da vueltas y todo su cuerpo amenaza con venirse abajo. Quiere enfrentarse al futuro con las armas del presente y pierde la batalla de antemano. Personalmente, he visto a muchos enfermos de cáncer sonreír ante la adversidad; a los que no he visto nunca sonreír es a los que vivían con el temor de padecerlo.

 

Para tener celos basta

sólo el temor de tenerlos;

que ya está sintiendo el daño

quien está sintiendo el riesgo.

 

Estos versos son de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), la décima musa, como la llamamos en México, y valen tanto para el amor como para todo lo demás…

Pero se equivocaría el lector si pensara que con lo que acabo de decir esté afirmando que no ocurren nunca calamidades a los hombres. No soy tan ingenuo como para afirmar una cosa semejante. Lo que he querido decir, únicamente, es que no siempre pasan las que tanto temíamos. ¡La vida es tan imprevisible, tan misteriosa! Cuenta Graham Greene (1904-1991) en una de sus novelas –En busca de un personaje– que 114 catorce personas pidieron una vez a cierto médico que las infectara con el bacilo de la lepra. ¿Se trataba, tal vez, de hombres tan asqueados de la vida que lo único que querían era abandonarla cuanto antes? Tal vez sí; Graham Greene, en todo caso, no nos lo dice. La cosa es que el médico obró según los deseos de aquella gente sin ningún resultado. ¡Ni uno solo fue capaz de desarrollar la terrible enfermedad! Sin embargo –continúa Greene-, existen los caprichos del contagio: «Dos soldados tejanos de la misma compañía repentinamente contrajeron la lepra sin siquiera haber tenido contacto con leprosos. Ambos habían sido tatuados por el mismo hombre en Hawai, quien previamente había usado su aguja con un leproso». ¡Como para morirse! Y, en efecto, aquellos dos pobres soldados se murieron.

Qué vida más extraña, ¿no es así? Pues sí que lo es. Por eso, la mejor manera de vivirla es la sana despreocupación. La despreocupación de aquel que sigue haciendo lo que tiene que hacer y deja lo demás al Dios que no duerme ni reposa. «¿Qué me pasará?». Me pasará sólo lo que Dios permita, no lo que yo crea, imagine o incluso patológicamente desee.

Albert Camus cuenta en La peste la siguiente historia: «Hace cien años una epidemia mató a todos los habitantes de una ciudad de Persia excepto, precisamente, al que lavaba a los muertos, que no había dejado de ejercer su profesión». Claro que este hombre pudo haber dicho: «¡Que los lave su abuela; yo de ningún modo voy a exponerme!». Pero él se limitó a cumplir con su tarea y así la muerte le perdonó la vida. ¿Qué le vamos a hacer? Las cosas son casi siempre así.

«La mayoría de las cosas que la vida nos ofrece –escribió la doctora Elisabeth Kübler-Ross en su bellísimo libro Lecciones de vida– llegan siempre sin el preludio del miedo o de la preocupación. Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino a la vida… ¿Cuántos sucesos que tememos nos ocurren en realidad? Lo cierto es que no existe una gran correlación entre lo que tememos que nos suceda y lo que realmente nos ocurre». Así es. Exactamente así. Nuca sucederá lo que tememos; sucederá, en cambio, lo que no temíamos, lo que ni siquiera nos pasaba por la cabeza

Para prevenir a su amigo Lucilio contra la aprensión del futuro, Séneca (4 a.C.–65), el filósofo estoico, le escribió un día las siguientes palabras: «Es verosímil que hayan de venirnos muchos males, pero no es seguro. ¡Cuántos que no esperábamos vinieron! ¡Cuántos que esperábamos nunca comparecieron! Pero aunque hayan de venir, ¿de qué sirve salir doloridos a su encuentro? Bastante han de dolerte cuando vengan; por lo pronto, prométete cosas mejores. ¿Qué ganarás? Tiempo. El incendio permitió huir; un derrumbamiento dejó caer a algunos en el suelo blandamente; alguna vez la espada se apartó del mismo cuello, alguien sobrevivió a su verdugo. Porque la mala fortuna también tiene sus veleidades. Quizá sea, quizá no sea; pero mientras tanto no es. Dedícate a hacer cosas mejores».

¿Qué cosas? Las que tengas que hacer. Recuerda la historia del sepulturero: las desgracias sólo nos respetan cuando hemos aprendido a no temerlas, es decir, cuando nos dedicamos a cumplir con nuestro deber sin dejarnos importunar por ellas. ¿Cómo es posible que en aquella ciudad de la que nos habla Camus todos se hubieran contagiado, menos el que tocaba a los muertos? Es que era el único que no temía el contagio; de haberlo temido, tal vez habría sido el primero en colgar los tenis.

Pues bien, sí: así de extraña es esta  vida. Pero, ¿qué le vamos a hacer?

 

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#4 Tiempos

El sabor uruguayo del futbol potosino | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

El futbol potosino ha tenido muchos rostros, muchas etapas y muchas nacionalidades que han dejado su huella. Pero si hay una que ha sabido ganarse el respeto en la cancha y el cariño en la tribuna, es la uruguaya. No hablo solo de entrega, hablo de carácter, de identidad, de jugadores que supieron ponerse el equipo al hombro cuando San Luis más lo necesitaba.

Hoy que el nombre de Juan Manuel Sanabria suena con fuerza por razones fuera del césped, vale la pena recordar a los uruguayos que eligieron a San Luis, que se partieron el alma con esta camiseta, y que con su futbol dejaron una marca imborrable.

Sanabria, quien hasta hace poco fue capitán, referente, y para muchos el nuevo símbolo del Atlético de San Luis, rechazó irse al América. ¿Por qué? Eso solo lo sabe él. Pero mientras unos dudan, otros lo hubieran dado todo por una oportunidad así. Y sin embargo, eligió a San Luis. Eso dice mucho.

Marcelo Guerrero, aquel mediocampista ofensivo que llegó en los años dorados del primer San Luis en Primera. El “Colo” no era un crack mediático, pero tenía talento en los pies y visión en la cabeza. Fue clave en el subcampeonato del Clausura 2006. Ese torneo, donde estuvimos a nada de ser campeones, tuvo mucho del futbol uruguayo. Mucho de Marcelo.

Sebastián Abreu, el “Loco”, pasó brevemente por San Luis pero dejó su sello. Llegó con la fama de goleador nato y aunque no tuvo su mejor etapa, su presencia bastó para sacudir vestidores. Un delantero con personalidad, de esos que no se esconden. Un verdadero referente del futbol uruguayo que, aunque por corto tiempo, defendió los colores potosinos.

Más recientemente, Facundo Waller, otro charrúa que entendió lo que significa este equipo. Su paso por San Luis no solo fue destacable, fue vital. Contundente, técnico, siempre con una actitud ejemplar. Fue de los pocos que en temporadas grises mantuvo el nivel. Un volante moderno, de ida y vuelta, que mostró garra y calidad.

Pero no todos los nombres quedaron grabados en los reflectores. Algunos fueron más discretos, pero no menos importantes. José Enrique García, volante de contención, fue uno de esos gladiadores silenciosos a inicios de los 2000. Siempre cumplidor, sin lujos pero con un orden táctico que todo técnico valora.

Andrés Silva, central uruguayo que también pasó por San Luis en esa época, destacaba por su fortaleza física y su agresividad defensiva. No era un defensa sutil, pero sí un tipo al que no le temblaban las piernas en los partidos complicados. Le tocó vivir años de transición en el club, pero siempre rindió.

Uno que sí fue diferente fue Lorenzo Unanue, que llegó en los años 80, cuando San Luis todavía tenía una identidad más modesta pero una gran ambición. Unanue era fino, creativo, y marcó diferencia en una liga que no siempre apreciaba el talento extranjero. Fue de los grandes uruguayos que se puso esta camiseta, y su huella permanece en quienes lo vieron jugar.

A lo largo de las décadas, han sido los jugadores charrúas quienes más han entendido el código del fútbol en esta tierra: sacrificio, dignidad, talento sin soberbia. Y entre todos ellos, hay un nombre que no se discute: Nery Castillo, el más grande jugador uruguayo que ha pisado una cancha en San Luis.

Nery jugó en el Atlético Potosino durante los años más vibrantes del fútbol en la capital. Era extremo, rápido, elegante. Pero más que sus cualidades técnicas, lo que hacía diferente a Castillo era su entrega. El estadio Plan de San Luis rugía cuando tomaba la pelota. Marcaba diferencias, no solo con goles, sino con personalidad. Fue ídolo, fue referente y fue parte fundamental de una etapa que marcó a toda una generación. Su legado va más allá de la cancha: sembró en San Luis una identidad, una conexión con Uruguay que permanece hasta hoy.

El fútbol potosino no tiene la vitrina de otros equipos, pero sí tiene historia. Y en esa historia, los uruguayos han sido piezas importantes. Jugaron, ganaron, perdieron, sudaron esta camiseta como si fuera suya de nacimiento. Por eso, cuando uno ve a un jugador uruguayo en San Luis, ya sabe que algo bueno puede pasar. Porque si algo saben hacer los charrúas, es dejarlo todo en la cancha. Y a veces, eso es más importante que cualquier fichaje.

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#4 Tiempos

Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

De la mano de Oscar Vargas y David Espejo, los alumnos del maestro Julián Carrillo, y principalmente bajo el cobijo de la hija del maestro, Dolores Carrillo, Jorge Echevarría Chávez aprendió el sistema musical del Sonido 13 y tomó el destino de tocar música en el sistema de Sonido 13 de Julián Carrillo, convirtiéndose en uno de los principales difusores de la obra microtonal de Julián Carrillo. Desde 1979 ha sido promotor de la obra del compositor potosino dando conferencias y conciertos en diversos foros y universidades. También ha ejercido la docencia y ha sido catedrático en diversas escuelas, centros culturales y universidades del país. Ha sido director de varias agrupaciones musicales juveniles.

Como parte de su formación en el nuevo sistema musical de Carrillo se involucró en la construcción de instrumentos en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono, participando en la construcción de arpas micro interválicas que desarrollaron los alumnos de Carrillo Oscar Vargas, David Espejo y Ramón Guerrero Aspero y construiría posteriormente su flauta para cuartos de tono con la cual basa sus interpretaciones de Sonido 13 con el grupo de formara con el nombre ITZA CAYUM que es un grupo que ha sido trazado por la música, recordando el conocimiento de notas y frases. La inspiración surge de instrumentos ancestrales para crear nuevas formas de expresión musical… expandiendo el espectro sonoro, empoderando en cada nota y pieza. Esta profunda fuente de tradición e innovación encuentra una voz moderna en Jorge Echavarría, miembro clave del reconocido grupo Paraphernalia. (PoF)

Jorge Echevarría Chávez realizó sus estudios musicales en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México como instrumentista en flauta transversal; también en la escuela de música José F. Vázquez; el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México, y estudió armonía contemporánea en el Sindicato de Música de la Ciudad de México.

En los últimos años han sido frecuentes sus visitas a San Luis Potosí para impartir cursos y conferencias, así como hacer composiciones con sus talleristas de música original en el sistema de Sonido 13. En particular participó en nuestro programa de conmemoración del 140 aniversario del nacimiento de Carrillo en 2015, registrando su participación en la serie documental 13 Conceptos del Sonido 13 que puede consultarse en youtube, así como su participación el programa de conferencias públicas La Ciencia en el Bar en particular con el tema la revolución musical del Sonido 13,

Sobre este tema estará en el mes de septiembre en San Luis Potosí impartiendo el taller, La revolución Musical del Sonido 13, el cual tiene el objetivo de desarrollar los conocimientos necesarios para componer e interpretar música en microintervalos, a través del uso del sistema general de escritura musical de Julián Carrillo. Este taller está dirigido a músicos de cualquier diversidad instrumental, con conocimientos básicos de solfeo y teoría musical general.

Este taller es una buena oportunidad para acercarse al sistema de Sonido 13 y experimentar ese universo musical fantástico que desarrolló el maestro potosino Julián Carrillo creando un nuevo universo sonoro que permite crear nuevas sensaciones estéticas.

Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Julián Carrillo y el 130 aniversario del experimento fundacional del Sonido 13. Que mejor manera de festejarlos participando en el taller de Jorge Echevarría sobre la revolución musical del Sonido 13.

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#4 Tiempos

Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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Cuenta Simone de Beauvoir (1908-1986) al comienzo de su ensayo Pirrus et Cineas que una vez Pirro, el general, hacía en voz alta proyectos de conquista:

“-Primero someteremos Grecia –decía.

“-¿Y luego? –le preguntó Cineas, el filósofo, que estaba por allí cerca y lo escuchaba con atención.

“-Luego conquistaremos África.

“-¿Y después de África?

“-Después de África pasaremos a Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia.

“-¿Y después? –volvió a preguntar el filósofo.

“-Después iremos a la India.

“-¿Y después de la India?

“-¡Ah! –exclamó Pirro-. Descansaré.

“-¿Y por qué no descansas de una vez?

“Cineas –comenta la novelista filósofa- parece sabio. ¿Por qué partir si es para volver? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y, sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. ‘No diré A’, dice el escolar con empecinamiento. ‘¿Por qué?’. ‘Porque después de eso habrá que decir B’. Sabe que, si comienza, no terminará: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto, una nueva tarea que lo arrojará hacia una nueva tarea, sin descanso. Si no se termina nunca, ¿para qué comenzar?… Pero en tanto que permanezca vivo –dice Pirro- es en vano que Cineas me hostigue, diciéndome: ‘¿Y después? ¿Para qué?’. A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan hacia adelante”.

Quién tiene la razón: ¿Pirro o Cineas? Quizá los dos: Cineas advirtiéndole que el punto de partida no está nunca lejos del punto de llegada y que no es preciso conquistar el mundo para tomarse un descanso. Pero, ¿cómo descansar sin haber antes conquistado el mundo, es decir, sin haberse  cansado? Pirro, pues, tampoco se equivocaba: no es lo mismo descansar antes que descansar después. Antes, el descanso es pereza; después, es recompensa.

“¿Conoces la historia del napolitano? –pregunta ahora Christiane Rochefort (1917-1998) por boca de uno de los personajes de Les Stances à Sophie-. El milanés lo ve tirado al sol y le dice:

“-¿Por qué no trabajas? Así tendrías dinero.

“-¿Y luego? –pregunta el napolitano.

“-Te comprarías una casa.

“-¿Y luego?

“-Llevarías e ella a una mujer, ascenderías en la escala social, te enriquecerías.

“-¿Y luego?

“-Y luego –dice el milanés- podrías pasar las vacaciones al sol.

“Y el napolitano responde:

“-¡Pero si ya estoy al sol!”.

En este caso nos parece mucho más sabio el napolitano que el milanés, pues éste sólo piensa en el dinero, en una casa con alberca y amplios jardines: en una comodidad, en fin, que aquél ya goza sin tener que molestarse. ¿Tanto trabajo, tanto desvelo para luego tirarse sol? Bien, él ya está al sol, y no desea sino una sola cosa: que lo dejen en paz.

Si trabajamos únicamente para “ganar”, el napolitano tiene razón. Pero los hombres no sólo trabajamos para “ganar”, sino, ante todo, para ganarnos a nosotros mismos: para que el mundo gane algo y sea un poco más rico con los frutos de nuestra acción. Eso fue lo que se le olvidó decir al milanés: y, por lo tanto, perdió justamente la partida.

Para terminar, he aquí otra historia del mismo tenor. La cuenta Giovanni Papini (1881-1956) en un capítulo de su libro Palabras y sangre. Iba un hombre caminado por la orilla de un río –imagino que sería el mismo Papini- cuando vio a un joven que se disponía a echar las redes:

-¿Por qué haces eso? –preguntó el paseante.

“-Para coger peces –respondió el pescador.

“-¿Y para qué quieres coger peces?

“-Para venderlos.

“-¿Y qué haces con el dinero que obtienes?

“-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

“-¿Y para qué compras todas esas cosas?

“-Para vivir.

“-¿Y para qué quieres vivir?”.

He aquí una pregunta realmente filosófica: “¿Para qué quieres vivir?”. Una vez que hemos respondido a esta pregunta y sabemos la respuesta, nuestro obrar tendrá sentido, pero únicamente hasta entonces y nunca antes.

El pescador se quedó callado. Y como no supo qué responder, se limitó a decir: “Para pescar”. Ignoraba para qué hacía, en el fondo, lo que hacía. Su vida era un círculo vicioso, un malentendido. 

“¿Para qué quieres vivir?”. Es preciso responder. Y sólo hasta que lo hagamos también nuestro descanso formará parte del plan, y tendremos paz. Nuestro corazón no nos acusará de haber gozado de una tarde libre, ni nos reprochará por habernos tomando unas breves vacaciones. Seremos, entonces, los hombres más sabios. Y también los más tranquilos. 

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