octubre 9, 2025

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#4 Tiempos

Defender la soberanía | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO

La reciente detención en California de Salvador Cienfuegos hizo parecer, aunque sea por unos días, que la casa de naipes sobre la que aún se sostiene la libertad de Enrique Peña Nieto y compañía está cayendo — en manos americanas pero cayendo al fin. El gusto duró poco y Cienfuegos ya está en su casa sin medidas cautelares ni declaraciones ni cuentas bancarias congeladas por la UIF. Ahora la competencia de investigarlo y de proceder en su contra es de la Fiscalía General de la República y del Tribunal Militar, sin embargo, la recolección de pruebas podrá tardar meses o incluso años. La promesa que hizo México a la Fiscalía estadounidense de juzgarlo en territorio nacional, sinceramente, promete poco.

Lo que nunca nos imaginamos es que Cienfuegos ya libró una casi asegurada sentencia que lo pondría de por vida en una prisión estadounidense gracias a un tratado de cooperación bilateral entre México y Estados Unidos, que garantiza que se informe al país de las investigaciones llevadas a cabo contra funcionarios de alto nivel. El presidente pide confianza, pero poco se puede confiar en un sistema de justicia en el que, como ha sucedido en innumerables ocasiones, capturan a un funcionario y, por faltas al proceso o en la integración de las carpetas, un experimentado penalista consigue la absolución. Poco se puede confiar, también, después de ver la manera en que se ha desenvuelto el Caso Lozoya.

El papel que ha jugado Estados Unidos con la impartición de justicia a mexicanos ha sido importantísimo. Es una realidad que los ciudadanos sentimos cierto alivio y tranquilidad cuando nos enteramos de que el narcotraficante mexicano del momento ha sido aprehendido y juzgado en territorio estadounidense. Ciertamente el elemento de la aprehensión o captura adquiere una importancia menor; no hay tanto problema con que lo detengan aquí o allá: lo importante es que sea juzgado en tribunal americano para que cumpla con la pena carcelaria en una prisión estadounidense, ya que de las prisiones mexicanas muchos se han escapado. Aunque la sensación es satisfactoria porque sabemos que se impartirá justicia, el trago sigue siendo amargo: ni las autoridades mexicanas ni los tribunales ni las prisiones mexicanas tienen la capacidad para un caso de esos. La poca fe está justificada.

Toda proporción guardada, podemos aplicar análogamente las premisas anteriores con los casos de carácter nacional que resuelve la Suprema Corte de Justicia. Nuevamente, había cierta sensación de alivio cuando alguna controvertida propuesta de ley, caso paradigmático o acto administrativo del Ejecutivo era impugnado y llevado ante el Alto Tribunal. Sabíamos que los y las ministras de la Corte llevarían a cabo un riguroso debate para poder tomar una decisión colegiada y con estricto apego al ordenamiento jurídico.

Recientemente, la polémica decisión de la Corte de avalar la consulta popular para enjuiciar expresidentes dio un importante borrón a la desdibujada entereza del Tribunal. Tanto la manera atípica en que el Ministro Presidente Zaldívar tiró línea y se otorgó la palabra a sí mismo para ser el primero en presentar sus consideraciones ante el Pleno, como los forzados argumentos de la mayoría restaron legitimidad al sentido en que resolverán los casos futuros que tengan relación con el gobierno actual.

Parece ser que el alivio de que tal caso se resuelva en la Corte y que tal persona sea juzgada en Estados Unidos tendrá que ponerse en pausa. Sin duda, lo más urgente es que la certidumbre de justicia y estricta legalidad se reestablezca en la Corte. El tema de los estadounidenses haciendo el trabajo de las fiscalías y prisiones mexicanas también tendrá que resolverse eventualmente. Sin embargo, hoy, Cienfuegos le representa a la FGR un momento de definiciones.

Las críticas y llamadas de atención a los encargados de procurar la justicia del país no son jeremiadas; es cierto que ni se irán al diablo las leyes y el Derecho si el Caso Cienfuegos queda impune, ni se acabará el mundo si la Corte adhiere su postura a la del régimen. Lo que sí sucede es que la consolidación del Estado de Derecho quedará aún más rezagada y con más dificultades para abonar a su fortalecimiento. Casos como el de Cienfuegos —y el del mismo Lozoya— no deben mancharse de juegos políticos ni estar a la orden de estrategias electorales. Si el Gobierno Federal y la Cancillería ya hicieron lo posible por defender la soberanía y traer a Cienfuegos para acá, más vale que el resultado de aquí sea el mismo que habría allá. La Fiscalía tiene que aprovechar esta oportunidad y demostrar su completa autonomía, así como sus más refinadas competencias para llevar ante la justicia a quienes lo merecen.

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#4 Tiempos

Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta

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Apuntes

Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.

Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.

Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.

Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.

En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.

Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir

. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.

No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.

Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.

Punto.

Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.

Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.

Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.

Yo soy Jorge Saldaña.

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#4 Tiempos

Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.

Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.

Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.

El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.

Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.

Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México.

Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.

Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.

Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.

Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.

También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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#4 Tiempos

Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?

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APUNTES

 

Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?

La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?

Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.

Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.

¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.

Deme una salida, presidente…

— Ok.

Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú

… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.

—Ganamos.

Hasta la próxima.

Yo soy Jorge Saldaña

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Opinión

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