#Si Sostenido
#DestruirSíSirve (ft. El Pueblo Emperrado) | Columna de Daniel Tristán
LaguNotas mentales
Los últimos 15 días han sido un hervidero de información y acontecimientos que han dado material para el debate y la polémica de punta a punta de la República Mexicana. Los temas son los de siempre, o al menos los mismos que hemos estado abordando en los últimos 20 o 30 años. Y no porque antes no existieran, sino porque antes simplemente no se hablaban. Asesinatos, secuestros, violaciones, narcotráfico y un interminable catálogo de crímenes que se nos trepan a la espalda y los hombros como cabrones chamucos burlones que nos gritan al oído “¡Aquí así es la cosa y te cuadras o te jodes!”.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales han provisto a la sociedad en general de una trinchera, desde la cual, el ciudadano no ha escatimado en escupir y gritar a los cuatro vientos sus opiniones acerca de tal o cual tema de actualidad.
Querido lector, seguramente usted se ha visto enfrascado en guerras de argumentos y polémicas discusiones con sus familiares, pareja, compañeros de trabajo o incluso con perfectos extraños por medio de redes sociales, todo con el fin de demostrar que es uno el que tiene la razón y la verdad absoluta.
La semana pasada todos los periódicos que circulan en el país colocaron en sus primeras planas las imágenes de monumentos históricos en la CDMX que habían sido vandalizados por algunas de las asistentes a la manifestación feminista dentro del marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. De inmediato las redes sociales se inundaron de opiniones de unos y otros. Algunos defendiendo la reacción violenta y destructiva de las manifestantes, mientras otros condenaban la conducta de las feministas argumentando que no era la manera indicada de manifestarse.
Parecía que las aguas comenzaban a tranquilizarse en los escabrosos terrenos del cibermundo cuando surgió la noticia del supuesto secuestro de Karen Espíndola a manos de un taxista, también en la CDMX. Una mujer secuestrada más, una desaparecida entre la interminable lista de mujeres que pareciera que se las tragó la tierra. La furia del pueblo no se hizo esperar y se activaron todos los protocolos para comenzar con la búsqueda de la desaparecida. Culto público, el resto de la historia usted ya la conoce. Resultó que la muchacha se encontraba de parranda y toda la movilización de autoridades y cibernautas resultó ser una pérdida de tiempo.
La violencia jugó un papel protagónico en ambos sucesos. En lo sucedido en la marcha feminista por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer la discusión se centró en si era lo correcto manifestarse con tanta agresividad destruyendo muros y monumentos. Los argumentos principales fueron dos. Por parte de las feministas el discurso giró en torno a lo indignante que les resulta que la sociedad se preocupe más por un monumento que por la vida de una mujer. Por el lado del resto de la sociedad la premisa era que existen formas de manifestarse y la violencia no ayuda en nada.
Pues bien, respecto a este acontecimiento y asumiendo los riesgos que conlleva externar mi opinión al respecto me gustaría hacer válido mi derecho a la libertad de expresión. Desde mi muy particular punto de vista creo que el hecho de destruir sí sirve. Desgraciadamente no sirve para el fin buscado pero por supuesto que ayuda. Se hizo viral el video de una madre de familia que gritaba “¿Cómo no voy a estar encabronada? ¡Me mataron a mi hija!” . La mayoría de nosotros no hemos vivido una situación similar, no podemos dimensionar el dolor y la rabia que debe sentir esa mujer en su interior. Es claro que la destrucción es una reacción válida, incluso natural. Las mujeres tienen miedo, las están violando y matando. De alguna manera deben sacar esa rabia. Si destruir monumentos sirve, adelante; si rayar paredes sirve, adelante también.
Desgraciadamente estos actos no solucionarán el problema, pero sin duda sirve como una válvula de escape para la furia colectiva. Querido lector: ¿Cuántas veces en la lejana infancia no nos vimos en la necesidad de ir a huevearle la fachada de la casa al acérrimo rival? Acto que poco ayudaba en solucionar el problema de raíz (incluso en algunos casos solamente lo empeoraba) pero qué delicioso era ese descanso después de escupir la rabia en la fortaleza donde se refugiaba el odiado enemigo.
En el supuesto secuestro de Karen Espíndola, la violencia de los cibernautas nuevamente salió a flote tras darse a conocer un video que demostraba que la joven se encontraba de parranda mientras hizo creer a medio México que estaba en las garras de un taxista violador. La destrucción cibernética se materializó el día de ayer con el hashtag #KarenTriponaMentirosa, por medio del cual los tuiteros la hicieron trizas, la destruyeron, rebajaron, ridiculizaron y crucificaron.
Una vez más la furia se vio contenida en el interior del grueso de la sociedad mexicana y solamente encontró escape por medio de un hashtag denigrante y destructivo. Si bien no justifico ni comparto todos los ataques hacia la joven Karen, debo de agradecer que la sociedad nuevamente encontrara una válvula de escape para su odio y su rencor. No cabe duda que destruir no es la solución a nada. Jamás un edificio se ha construido tras lanzar con fuerza los ladrillos al suelo hasta hacerlos pedazos. Destruir jamás construye, destruir jamás soluciona. Destruir sirve, y sirve mucho para poder escupir nuestro veneno, descargar nuestro odio y luego entonces, ya estando relajados y con la cabeza fría, sentarnos y dialogar para ver si va a ser posible resolver este desmadre épico.
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#4 Tiempos
Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.
El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.
En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.
En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.
En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.
Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.
El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP
un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.
En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.
En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.
Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.
El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.
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#4 Tiempos
Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam
VOLUTA
En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?
Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?
Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:
¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.
Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.
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#4 Tiempos
Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam
VOLUTA
Eso me dijo mi papá:
-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.
Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.
Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.
Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.
Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.
Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.
Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.
Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.
¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.
Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.
Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.
Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo
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