febrero 22, 2025

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#Si Sostenido

Toledo, el infinito, el melancólico de Juchitán | Columna de Jorge Ramírez Pardo

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Francisco Toledo

Enred@rte

 

“La obra de arte nos deja entrever, en un instante, el allá en el aquí, el siempre en el ahora (…) me pesa no haber escrito sobre Francisco Toledo”. -Octavio Paz

La obra gráfica, pictórica y escultórica de Francisco Toledo de experimentación e interrogación constante, muestra efluvios de flora, fauna y embrujos zapotecos (lo mismo eróticos que escleróticos) exportados a cuanto confín comprende el cosmos del arte. Es un artista mestizo mexicano de expresión moderna y contemporánea excepcional.

Francisco, hombre tímido, de trashumar recurrente juvenil, inteligente e insaciable por el saber, experimentar, indagar/interrogar y leer. Pronto reconocido por su creatividad, vivirá la paradoja agridulce de la fama inevitable a la que rehúye y, sin embargo, lo atrapa y acosa. Lo muestra como un hombre multifacético en su ser y hacer, proactivo y cargado de melancolía.

HACEDOR DE ARTE/CULTURA

El arte y solo el realizado por creativos excepcionales, llega a incidir en la cultura si por tal se entiende esa abstracción capaz de generar reflexiones y conductas de pensamiento y degustación estética que interrogan el devenir social e invitan a su reacomodo y transformación propositivas.

CREADOR GENEROSO Y MIGRANTE QUE RETORNA

  • Francisco Toledo, con fama a cuestas y éxito en el mercado del arte, nunca renunció a un proceder discreto y vida sobria.
  • Aún niño va con la familia al estado de Veracruz.
  • Luego, la Ciudad de México será su primer enclave para ensanchar su visión del arte. Ahí permanece dos años, guiado en sus correrías artístico/indagatorias por el pintor potosino Roberto Donís, quien lo acerca a galerías de arte en esa metrópolis y le anima a ir a Europa.
  • Su punto de encuentro es París, primero de penurias y luego de estabilidad cuando consigue residir en la Casa de México en la Ciudad Universitaria de París, y dónde producir obra gráfica.
  • Uno de sus gurúes para la degustación del arte universal fue entonces Octavio Paz

Esto y más muestra la película/documental “El informe Toledo”, realizada por Albino Álvarez , además de una completa y creativa semblanza biográfico/artística de Francisco Toledo, su militancia en la COCEI (Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo), movimiento político/social que consiguió el triunfo electoral de Juchitán, tierra natal de Toledo, -entre 1981 y 1983- cuando consiguió ser el primer municipio no priista del país. Eran tiempos de escasa y tolerada oposición. A la postre, el movimiento fue ultrajado y aplastado, pero sentó precedentes de lucha por la equidad y aseo en competencias electorales en otros confines nacionales.

Más tarde, lucharía por el esclarecimiento de diversos excesos y crímenes de estado como el caso de los 43 profesores normalistas desaparecidos. Aquí su reclamo lúdico fue volar papalotes de su propia factura, representativos de los desaparecidos.

LECTOR Y MECENAS DE PRODUCCIÓN PERIODÍSTICA

Formó un significativo patrimonio en libros, documentos y obras de arte que conjuntó en el IAGO o Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. El lugar y su acervo lo donó luego al gobierno municipal de Oaxaca para asegurar su aprovechamiento como bien público comprende, 6 mil piezas de arte gráfico que van desde Alberto Durero (1471-1528)  al arte moderno y contemporáneo, incluidos Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y, entre muchos mexicanos, Rufino Tamayo. También alberga el lugar más de 50 mil libros y documentos de arte, la mayoría de ellos en estantería abierta y, por ello, susceptibles de ser consultados por cualquier visitante. Su público regular más constante está formado por escolares.

Robert Valerio, historiador y analista de arte, nacido en Gran Bretaña y forjado entre su tierra natal, París, Perú y Oaxaca, mientras investigaba el fenómeno pictórico/artístico y artesanal oaxaqueño de vigor ancestral, pero mitificado y en buena medida estereotipado o vuelto cliché debido a la ausencia de reflexión y crítica, ve en Toledo un artista que no solo escapa a ello, sino que gracias al IAGO que muestra en sus libros a los autores europeos, influiría en expresiones vistas como:

“Y sospecho que el amarillo luminoso de Rodolfo Morales se debe más a Van Gogh o Gaugin que a los maizales de Ocotlán” (2).

En 1981 surge el diario La Jornada como órgano informativo sin un inversionista fuerte, sino por compra de acciones de particulares. Toledo, ya con prestigio asentado y cotización significativa de su obra, obsequió 400 piezas de gráfica de mediano formato (tamaño cartel) a varias tintas para la financiación del proyecto.

En la preservación del patrimonio monumental, consiguió la conservación de edificios históricos en el centro de la ciudad de Oaxaca, el aggiornamento de las fincas en ese lugar con una coloratura singular y la no alteración del uso de suelo para negocios de comida chatarra y otros destinos contraculturales.

En el prólogo para Pintado en México, muestra colectiva en la que participó Toledo en Madrid, 1983, consigna Octavio Paz:

 “…Nuestros artistas han sufrido la fascinación y el vértigo del centro mundial, pero han sabido ser fieles a sí mismos (…) deben conservar su herencia y cambiarla, exponerse a todos los vientos y no cesar de ser ellos mismos. Gracias a ellos el Arte mexicano posee carácter y diversidad, osadía y madurez (…) muestran no sólo lo que es hoy la pintura mexicana, sino lo que será mañana”. (1)

Tamayo, otro interlocutor/mentor de Toledo, dejó esta reflexión:

“Tener los pies firmes, hundidos si es preciso en el terruño, pero tener también los ojos, la mente y los oídos bien abiertos, escudriñando todos los horizontes” (2).

Francisco Toledo, artista indispensable, humanitario y militante, hizo aportes culturales en la medida que su trabajo creativo incide en aspectos económico/político/sociales. Su obra va y oscila entre lo artístico y lo cultural.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera

. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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