abril 12, 2025

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#4 Tiempos

¿Podemos dejar de darle tanta importancia a los Óscares? ¿Plis? | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

En la universidad a la que (desgraciadamente) asistí, había una especie de tradición al final de los cuatro (horrorosos) años de (falta de educación de calidad, pertinente o estructurada a la que lamentablemente le llaman) la licenciatura. Se trataba de un evento que lleva décadas siendo un clásico cierre de preparatorias y secundarias a lo largo de la República Mexicana: una entrega de premios cotorros organizada por y para el alumnado, donde se celebran cosas tan importantes para un CV profesional como “La más amiguera”, “El que recursó más materias” o “La que vendió más drogas ilegales a precios accesibles a las 7 AM de un martes en el salón de ‘El Cachetes’”. Todo es en plan jijijí jajajá, en onda “seremos amiguis por siempre y este será uno de los momentos cumbres de nuestra nostalgia cuando hablemos de nuestro tiempo como estudiantes”. Una cosilla sencillona con la que rellenar el vacío que nos deja el saber que estamos a nada de entra al mundo adulto y la universidad no hizo absolutamente nada para prepararnos para lo que se viene. De vez en vez, la raza se emociona y organizan un evento de gala en el auditorio de la escuela, con estatuillas mandadas a hacer en algún local de trofeos perdido en e interior de una plaza comercial abandonada desde la década de los 70 en el centro de la ciudad. A veces, a falta de presupuesto real, se intercambian monitos de alambre que claramente hizo una mamá desvelada una semana antes, o ya de plano, pequeñas plaquitas de cartón dibujadas a mano con los plumones de la niña de los plumones. Aún así, por más pompa y circunstancia que se le imbuya a esta ocurrencia de la chaviza, no deja de ser completa y totalmente irrelevante para cualquiera que no sea parte de este cerrado grupo de individuos. Quienes están ahí se la pasan bomba. Para los vecinos de los involucrados es un martes más.

                  En mi escuela, estos premios se llamaban “Micrófonos”. El evento estuvo, efectivamente, muy cotorro. Nos prestaron la cancha de fútbol a mitad de la escuela (también conocida en aquella época como “el salón de usos múltiples”), y hubo mesitas llenas de fruta y refresco para que tuviéramos algo que hacer con las manos en lo que los maestros hacían funcionar la bocina de mediados de los 80 que debió haberse retirado pasando el Y2K. Si mal no recuerdo, hasta contrataron mariachis para que la reunión de 50 individuos vestidos con ropa de diario leyendo nombres a través de un micrófono que a duras penas se escuchaba se viera más jovial antes los espectadores. Nos la pasamos bien, nos reímos, nos terminamos el refresco, dejamos la mitad de las sandías y toronjas en sus platos, y se creó un instante de vinculación fraternal y, de acuerdo a mucha raza, fue un buen recuerdo de la juventud.

                  Por ahí de 2018, después de una celebración exactamente igual a la aquí descrita, uno de los integrantes de la generación que se graduaba ese año, tras ganarse un “Micrófono” relacionado a su interés por el periodismo durante sus ocho semestres de estudio, decidió venderle la primicia de su galardón a un medio de noticias local. Medio local del cual él era parte, pero igual. Se los vendió, y se la compraron. Así, la situación cotorra de que tus amiguis de la universidad te digan “wey, te esforzaste un chingo en las materias de periodismo, yo creo que te va a ir bien en tu carrera si sigues así” se convirtió en un “Otorgan a S. Vega reconocimiento al mejor periodista de la FCC de la UASLP”, acompañado de una imagen en donde el señor Sergio V. se encuentra hablando con Carmen Aristegui. Para darle legitimidad, que le dicen.

                  Es como si alguno de los miles de papás que a diario recibieran una taza con la leyenda “El mejor papá del mundo” la llevaran a su trabajo como prueba fehaciente de que merecen, no solo un aumento, sino ser parte de la junta directiva de la empresa. Y la empresa les dijera “Claro, ¿cómo no? La taza en sí le da legalidad y precedente a tus habilidades como padre y persona, y aunque no hay manera de comprobar que no compraste tú mismo esa taza, como tampoco se puede comprobar que la mesada que utilizó tu hija para regalarte la taza no haya salido de tu nómina, por cuestiones éticas de apariencia y de buena fe, asumiremos que obtuviste esa presea de manera legítima y te otorgamos el puesto más alto al que se pueda aspirar en esta empresa.” Procede, entonces, el imaginario papá de esta historia a intentar dar un discurso de agradecimiento antes de que una orquesta sinfónica le corte sus palabras a la mitad.

                  En otras noticias nada relacionadas con lo anteriormente escrito aquí, se acaban de anunciar las nominaciones a los Óscares. Como cada año, el discurso en Twitter se centra en “a quién le robaron la nominación” o en el clásico “esta nominación valida mi opinión de que esta es una muy buena película y definitivamente no soy un cinéfilo mamador con accesos al internet”. Lo de siempre. La gente se pelea, se desamiga, se lanza memes agresivos, se quote retweetea con insultos velados. Bueh, un día normal en Twitter, solo que con temática específica.

                  Afortunadamente para todos aquellos que le lloran a la Academia por no haber nominado a Greta Gerwig como mejor directora y solo darle *lee sus notas* 8 míseras nominaciones a su película comercial financiada por una compañía multinacional cuyo negocio principal es el de venderle juguetes de (a lo mucho) mediana calidad (¡ahora con 19% menos plomo y asbestos!) a niños de 12 años o menos, los premios Óscar sí son galardones ética y objetivamente otorgados a productos cinematográficos de calidad que serán venerados por generaciones como lo mejor que el séptimo arte le puede ofrecer a la humanidad. No es una versión más cara y pública de los Micrófonos, no señor. Definitivamente tampoco son una estrategia de marketing cuyo único objetivo es el de ponerle un sticker a la carátula del DVD o un hashtag más a la categoría de streaming en donde se encuentra la película para convencer a la gente de que gaste su tiempo/dinero en ver bodrios de tres horas que hablan de la importancia de luchar por ser parte y mantener el débil status quo genérico de Estados Unidos. ¿Qué clase de industria multibillonaria sería así de superficial?

                  Digo, no es como si la manera más sencilla de conseguir un premio de la academia sea literalmente gastar millones de dólares en una campaña de marketing dirigida única y específicamente a los miles de señores viejitos que conforman a la academia, geográficamente ligada a sus lugares de residencia o establecimientos a los que asisten con regularidad, en donde las productoras gastan cantidades inimaginables de dinero en regalos que *legalmente no se pueden considerar como sobornos* para recordarles lo maravillosa que es tal o cual película a través de Rolexes y jamones serranos que, mire usted qué casualidad, tienen la palabra “Oppenheimer” impresa en ellos, ¿no es curioso? Tampoco es como si los votantes de la Academia, al no estar contractualmente obligados a ver las películas nominadas, solo vieran dos o tres que medio les llaman la atención, o que sólo se dejan llevar por el “vi que hablaban mucho de esto en Facebook, debe ser buena” o un “Esa la hizo mi amigo/primo/suegra, y esa persona me cae muy bien”, o el ya conocido “Esa es de Disney. A mi me gustaba Disney de chiquito, y era bueno – seguro Disney sigue siendo bueno, porque le sigue gustando a mis nietos.” Por supuesto que no. Jamás pasaría algo así. Claramente los premios de la Academia se tratan de cientos de críticos y analistas del cine serios, quienes viven para ver cine, discutiendo los verdaderos méritos artísticos de tal o cual producción, sopesando qué tan relevante son los mensajes y temáticas que aparecen dentro de las mismas. ¿Cómo se van a dejar llevar por motivos personales o por seguir las tendencias de redes para pretender ser cool y deconstruidos para seguir recibiendo presupuesto y publicidad?

                  O si no, ¿cómo más se puede explicar que Crash ganó Mejor Película en 2006?

                  ¿O que Sergio Vega haya sido el mejor periodista de la FCC de la UASLP en 2018?

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#4 Tiempos

Un Camino Cuesta Arriba | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Estamos a punto de terminar la fase regular de la Liga MX y San Luis se encuentra en una situación complicada con 15 puntos en la tabla, dos por debajo del décimo lugar ocupado por Pumas. La clasificación al Play-In parece un objetivo cada vez más lejano. Sin embargo, en este deporte, nada es imposible hasta que el último silbatazo suene.

Ayer, la derrota 2-1 contra Tijuana no solo fue un golpe para la moral del equipo, sino también un recordatorio de lo complicada que es la competencia en la Liga MX. Para San Luis, cada partido es ahora una final, donde cualquier error puede ser fatal. La presión es alta, pero también es una oportunidad para demostrar el carácter y la determinación de los jugadores.

La clasificación al Play-In ya no solo depende de los resultados de San Luis, sino también de cómo evoluciona la tabla general. Equipos como Chivas, Mazatlán y, por supuesto, Pumas, son clave en esta ecuación. Un tropiezo de cualquiera de estos equipos podría abrir una puerta para San Luis, pero es crucial que ellos también hagan su parte.

Pero los rivales también cuentan, y estos son los juegos donde debemos poner atención:

Mazatlán vs. Chivas (Jornada 15): Este partido es crucial para ambos equipos, ya que están empatados con 16 puntos, solo un punto por debajo de Pumas. El ganador tendrá una mejor posición para pelear por el Play-In.

Chivas vs. Puebla (Jornada 16) y vs. Atlas (Jornada 17): Estos partidos son fundamentales para las aspiraciones de Chivas de alcanzar el Play-In.

Mazatlán vs. Tijuana y vs. América (Jornadas 16 y 17): Estos encuentros serán decisivos para Mazatlán, que busca su segunda clasificación al Play-In en su historia.

Pumas: Actualmente en el décimo lugar con 17 puntos, cualquier tropiezo de Pumas podría beneficiar a San Luis.

En resumen, aunque las posibilidades parecen remotas, San Luis todavía tiene una oportunidad de clasificar al Play-In. Requiere de una combinación perfecta de resultados propios y errores de otros, pero sobre todo, de una mentalidad ganadora y una ejecución impecable en el campo. Recordar que se juega en casa, y que en solo una semana se podría rescatar todo si rescatan la mística del torneo anterior y suman de 3 en el Lastras.

Si logran mantener la calma y la confianza, podrían sorprender a todos y llevar a su afición a por lo menos un partido más en postemporada.

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#4 Tiempos

¿Realmente te gusta Ghibli? ¿o solo usas IA para fingirlo? | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

Así es, amigos, me encuentro hablando una semana tarde del tema de moda que, debido a la velocidad del internet, básicamente ya se olvidó en la población general de las redes. Pero, la verdad, es que no me sentía con los ánimos de escribir esto antes sin caer en terribles insultos hacia el grueso de la población que lo único que lograrían era desnudar mi tremendo miedo por el futuro y la inigmante depresión que utilizo como mi combustible para vivir el día a día.

Pero, pretendamos por un segundo que el tema sigue siendo relevante e imaginemos que sí tuve la capacidad temporal de hablar de ello en su debido tiempo. De todas formas, mi punto no es precisamente el decir “Ghiblificar con IA es malo” (lo cual, a grandes rasgos no lo es… es más bien estúpido. Pero, como dije, la idea no es insultar a las personas, solo sus gustos), sino que, más bien, todo este revuelo parece confirmar algo que llevaba imaginando desde hace varios años:

“A la gente realmente no le gustan las películas de estudio Ghibli, solo las admiran porque les dijeron que tenían que hacerlo.”

Con todo esto asumido, es la semana pasada y yo, saliendo de mi cueva de ermitaño, me pongo a despotricar frente a ti de la siguiente manera:

A ver, ya viste la nueva moda, ¿no? Esa de meterle un prompt a la IA para que convierta tu selfie, tu gato o tu desayuno en “estilo Ghibli”. Porque claro, ahora resulta que todo el mundo ama Ghibli. Ama la estética, ama las nubes gorditas, los ojitos brillantes, el bosque medio místico con bruma de ensueño. ¡Qué conexión tan profunda con la obra de Miyazaki, wow! O sea… evidentemente viste El Viaje de Chihiro cuando tenías diez años y captaste toda la crítica al capitalismo devorador, ¿cierto?

Spoiler: no, no la entendiste.

Y tampoco pasa nada, si no. Solo que no está de más admitirlo. Porque lo de andar “ghiblificando” todo con inteligencia artificial no parece tanto un tributo como una confirmación de que a la mayoría no le gusta Ghibli por lo que es, sino por lo lindo que se ve. Porque es “cute”, es “cozy”, es “aesthetic”. Una especie de fondo de pantalla con vibe de cuento melancólico, pero sin el esfuerzo emocional de tener que involucrarte con nada.

Y esa es, en el fondo, la especialidad de la IA: darte la forma sin el fondo, la cáscara sin el fruto, el disfraz sin el alma. ¿Y quién necesita alma cuando puedes tener likes?

Bueno, lo que se dice likes… Porque, siendo sinceros, la foto de perfil que tienes en Facebook donde se “aprecia” cómo estás con tu novio en una playa habrá conseguido, ¿qué? ¿12 likes?

Influencers en potencia, ¿eh? Aguas con ese perfil, que en nada le ofrecen un contrato editorial y publica un nuevo Libro Del Troll o un ¿Quiubole Con…?.

Es un poco irónico —y sí, poético, pero de esa poesía medio desangelada— que se use justamente una tecnología que recicla imágenes sin entender su contexto para rendirle homenaje a un estudio cuyo valor está, justamente, en el contexto. Porque Ghibli no es solo visualmente bonito. Es introspectivo, es lento, a veces incómodo. Habla de guerra, de pérdida, del progreso que arrasa, de la tristeza que no se explica. Cosas que no entran en un prompt.

Pero ahí va la IA, con sus cielos pastel y sus personajes con cara de haber visto algo que les cambió la vida (aunque en realidad solo están viendo tu plato de ramen desde otro ángulo), y ya está: “Ghibli style”. Como si eso fuera todo. Como si la magia estuviera en los trazos y no en lo que esos trazos estaban tratando de decir.

Y sí, claro que hay quien se ofende cuando uno dice estas cosas. “Es una reinterpretación artística”, “es una forma de expresión personal”, dicen. Y sí, todo puede serlo. Pero hay una diferencia entre reinterpretar algo y ponerlo en la licuadora del algoritmo para que salga bonito. No es lo mismo hacer una ilustración tuya en estilo Ghibli porque te inspira, que pedirle a una IA que lo mezcle todo por ti mientras tú solo aprietas “generar”. No es homenaje si no hay entendimiento. Es disfraz. Es maquillar algo con lo que no estás dispuesto a lidiar.

Lo más curioso es que esto ni siquiera es nuevo. El culto a Ghibli como marca viene de años atrás. Mucha gente dice que adora el estudio, pero rara vez pasa de Chihiro, Totoro o El Castillo Vagabundo

. Películas hermosas, sí, pero también las más “exportables”. Las que Disney se encargó de distribuir a principios de los 2000’s. Y ahí está la trampa: para muchos, Ghibli no fue una puerta al cine japonés ni a la animación como forma artística. Fue solo otro “sello de calidad” puesto por Mickey Mouse en el que cayeron sin cuestionarse nada.

Porque vamos, ¿de verdad creen que el público occidental estaba listo en 2002 para Mis Vecinos Los Yamada? ¿O para LA PELÍCULA DONDE UN MONTÓN DE MAPACHES (si, ya sé que son Tanukis) SE ENVUELVEN EN SUS TESTÍCULOS PARA TRANSFORMARSE EN SERES HUMANOS Y DEFENDER EL BOSQUE? Obvio no. Pero pusieron a Chihiro en los Óscares, le dieron el sello Disney, y todos dijimos “ah, ok, esto es arte”. Y ahora, veinte años después, la tendencia es: “yo y mi ex en estilo Ghibli, jeje”. Qué nivel de evolución.

Y lo más gracioso —o deprimente, depende del día— es que la IA te delata. Porque no puede entender lo que hace especial a Ghibli. Solo puede copiar lo que ve. Los colores, las formas suaves, la atmósfera como de sueño triste. Pero sin historia, sin alma, sin intención. Un cascarón precioso y vacío. Justo como ese post que compartes con la cara de tu perro en un paisaje brumoso diciendo “es mi espíritu protector”.

No estás conectando con nada. Estás usando una estética que ni te pertenece ni te tomaste el tiempo de entender. Es como tatuarse kanjis al azar. Como decir que te encanta Van Gogh porque te compraste una funda de celular con La noche estrellada. Lo que te gusta no es el arte. Es parecer que te gusta el arte.

Y claro, ver una imagen linda es fácil. Da serotonina. Pero sentarte a ver La Tumba De Las Luciérnagas sabiendo que vas a terminar hecho trizas, eso ya no. Eso es trabajo emocional. Eso incomoda. Eso no entra bien en el feed.

Y eso, al final, es lo que Ghibli hace de verdad: incomoda. Te enfrenta a la muerte, al paso del tiempo, a la nostalgia por cosas que ni viviste. Te deja sintiéndote pequeño, impotente, a veces incluso un poco tonto. Pero te lo dice con una ternura que duele. Y nada de eso se puede convertir en sticker. Nada de eso se puede resumir en una imagen generada por IA con cielo lila y una bicicleta vieja en primer plano.

Así que no, usar IA para hacer tu versión “en anime” no es un homenaje a Ghibli. Es más bien una forma de empacar algo enorme y sensible en una cajita linda que puedas postear. Convertir una obra profundamente humana en un muñequito con ojos grandes y cero conflicto. No es arte. Es accesorio.

Y no es que esté mal disfrutar de lo superficial. Lo hacemos todo el tiempo. Pero reducir algo con tanto fondo a solo su forma, y encima decir que es “por amor a Ghibli”, eso ya es otro nivel. Es como decir que amas la literatura porque tienes una tote bag con una cita de Murakami. Es, literalmente, no haber entendido nada.

Así que la próxima vez que veas una imagen de esas y te den ganas de comentar “wow, me encanta el estilo Ghibli”, respira. Y pregúntate si lo dices porque te conmovió o porque se ve bonito en tu perfil. Y si es lo segundo, no pasa nada. Solo di “me gusta porque es bonito y me hace ver interesante”. Eso, al menos, es honesto.

Porque Ghibli no se trata de cómo se ve. Se trata de todo lo que te exige cuando decides mirarlo en serio. Y si eso no te mueve, entonces no te gusta Ghibli.

Te gusta el disfraz.

Te gusta seguir modas.

Te gusta no tener que pensar.

 

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#4 Tiempos

Malkuth Zavala, entre la educación y la música | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Siguiendo el camino formativo de sus padres, quienes estudiaron física en la antigua Escuela de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Malkuth Zavala Diaz de León, comenzaría a estudiar matemáticas en la ya Facultad de Ciencias de la UASLP. Desde entonces se manifestó su interés y habilidad para la música, camino que seguiría posteriormente en su formación; obtendría su licenciatura como instrumentista en la Escuela Estatal de Música de San Luis Potosí en el año 2012. Sin embargo, en el campo de la ciencia, después de la matemática, seguiría una maestría en educación en la Universidad Tec Milenio donde obtendría el grado de maestra en educación en 2016. Realizó su Doctorado en Gestión Educativa en el Centro de Investigación en Administración Educativa (CINADE).

Este transitar entre la ciencia, la educación y la música ha orientado su docencia en música donde forma a nuevas generaciones de músicos. En la propia Escuela Estatal de Música, su carrera musical ha sido brillante y actualmente es una destacada pianista que forma parte del ambiente musical potosino.

Dentro de su carrera musical, Malkuth Zavala Diaz de León participó en 1999 en el Encuentro Nacional de Orquestas Juveniles en Palacio de Bellas Artes. Obtuvo el primer lugar en el Concurso Estatal para piano Julián Carrillo 2001. Como solista ha participado con la Orquesta Sinfónica Juvenil de México, interpretando el Concierto para Piano y Orquesta en Re mayor de Haydn en el auditorio del Conjunto Cultural Ollín Yoliztli. Actualmente, labora como pianista de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí y como docente en la Escuela Estatal de Iniciación Musical Julián Carrillo, así como en la Escuela Estatal de Música, y en la Escuela Estatal de Danza.

Ha dictado conferencias donde involucra las matemáticas con la música, aludiendo a las aportaciones de Pitágoras en ese campo que incluye los números y la armonía en el concepto pitagórico de la música.

Su presencia en el ambiente cultural potosino relacionado con la música es constante, participando en conciertos de música de los grandes compositores clásicos y barrocos, entre ellos a compositores mexicanos en canciones de concierto, como Julián Carrillo, Arturo Rodríguez, Héctor Marroquín, Leticia Almazán, así como en recitales de música popular acompañando a cantantes. La difusión de autores potosinos no ha quedado de lado en su labor, pues en esos acompañamientos pianísticos con el Chino González daban vida a autores potosinos con boleros y canciones

que han llevado a San Luis al escenario nacional en ese repertorio clásico de la canción mexicana.

En el homenaje que le realizamos a Julián Carrillo en el 2015, participó con la interpretación de los seis preludios para piano de Julián Carrillo y contribuyó en la serie de videos 13 conceptos del Sonido 13 que recogieron las aportaciones de Julián Carrillo a la nueva música en el mundo de los microtonos, así como en la música dodecafónica.

Los preludios para piano de Julián Carrillo que dedicara a su hija Dolores Carrillo fueron interpretadas por Malkuth Zavala y pueden verse en las direcciones:

https://www.youtube.com/watch?v=RlauI-bNnVA&t=99s
https://www.youtube.com/watch?v=SdH2-vcw96I
https://www.youtube.com/watch?v=vs3-yc87eTU

Nos congratulamos de contar con artistas y profesionales de la educación como Malkuth Zavala que contribuyen al desarrollo cultural de San Luis Potosí y que participan en la educación de los jóvenes potosinos para contar con una mejor sociedad donde las artes y las ciencias sean los ejes de formación. El Sistema Educativo Estatal Regular reconoció la labor educativa de Malkuth Zavala otorgándole el Premio Municipal en el 2019.

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Opinión

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