#4 Tiempos
México de bestias | Columna de Víctor Meade C.
SIGAMOS DERECHO.
La interminable y desastrosa violencia que azota sin tregua a este país ya desde hace décadas se ha vuelto terriblemente cotidiana. Nos han dejado de sorprender las escalofriantes cifras que anuncian los noticieros; ya las vemos como solo eso: cifras que pasan a ser parte de una fría estadística que deshumaniza y no toma en cuenta ni a las familias ni a las personas cercanas de las miles y miles de víctimas. Sin embargo, en ésta vorágine de violencia hecha costumbre, aún es posible sentirse más afligido que el día anterior.
La semana pasada —por la amplia difusión que tuvieron— nos enteramos al menos de tres casos particularmente desoladores. Primero, el de Wendy, una niña de 16 años encontrada en un canal de aguas negras en el Estado de México y que cuyo ataúd fue cargado por sus compañeras de la secundaria para su sepultura. Segundo, el de Eladio, cuyos restos fueron entregados a su madre en una bolsa negra de plástico por la Fiscalía de Veracruz. El tercero, el caso de Victoria —migrante salvadoreña con visa humanitaria y madre de dos niñas— asesinada por policías en las calles de Tulum, Quintana Roo.
El común denominador en estos tres casos —y en todos los otros que no escuchamos— es, a falta de una mejor palabra, la bestialidad que ha penetrado como la humedad a nuestras autoridades y a la gente que comete estas atrocidades. «Bestial», del latín bestiālis, hace referencia a todo aquello que es propio más de las bestias que de los humanos. De entre todas las posibilidades de tildar a algo como bestial, sin duda habrá notables situaciones en que este adjetivo sea portado con decencia y grandeza. Para México, ese no es el caso. Para México hay que entender lo bestial en su peor acepción.
En el sexenio de Calderón, la bestialidad con que se condujeron las autoridades fue realmente paradigmática. Para su «lucha contra el crimen organizado» se desplegaron a más de 50 mil elementos de las Fuerzas Armadas para realizar labores que corresponden a los mandos civiles. Esa militarización tuvo como uno de sus males un alza sin precedentes en las denuncias realizadas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos por casos de tortura cometidos por elementos de la policía o de las Fuerzas Armadas. Así, la tortura se convirtió en el método predilecto de investigación por parte de las autoridades, sumado al abuso de la figura del arraigo, que es la detención arbitraria de una persona por un periodo prolongado para investigarla sin si quiera estar vinculada a un proceso penal. El saldo que dejó la fallida estrategia calderonista es bien conocido: más de 70 mil muertos y más de 25 mil personas desaparecidas, además de las miles de violaciones graves a los derechos humanos.
Peña Nieto, en un intento al menos simbólico de dar algún tipo de solución a la problemática anterior, entró en una etapa de firma de compromisos y más compromisos. Se promulgaron diversas leyes, como la Ley General para Prevenir y Sancionar los Delitos en materia de Desaparición de Personas y la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar los Delitos de Tortura. También, crearon el Sistema Nacional de Búsqueda, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y se firmaron compromisos en diversas convenciones internacionales. Sin embargo, aún considerando todo lo anterior, el número de muertes y de personas desaparecidas siguió al alza. Por nombrar solo un ejemplo, el sexenio de Peña tuvo un aumento de más de mil por ciento en el número de averiguaciones previas por actos de tortura con respecto al sexenio de Calderón.
Ahora escuchamos en las mañaneras que «ya no hay torturas, desapariciones ni masacres». Ésta pinta para ser, entonces, la etapa de la negación y la frivolidad. Para poner en perspectiva esta ilusa negación, basta con revisar un par de datos. Solo el año pasado, México registró casi 700 masacres. En lo que va del 2021 se han contabilizado más de 80 multihomicidios. La Guardia Nacional, creada con el objeto de «pacificar al país» es el órgano que encabeza las denuncias levantadas ante la CNDH por violaciones graves a los derechos humanos. La militarización del país repunta y las autoridades federales están lejos de convencer —con certezas jurídicas y fácticas, no con retórica— por qué esta vez será diferente a la de Calderón. Dentro del ámbito legislativo, el punitivismo penal también se ha puesto de moda y se ha ampliado exponencialmente el catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa (o sea, arraigo).
La bestialidad no se detiene ni se detendrá con fórmulas mágicas o negando que ésta sigue siendo el incómodo y aflictivo elefante en la habitación. Se necesita replantear en su totalidad el modelo de seguridad. Más urgentemente, se necesitan serios programas de capacitación a los elementos de seguridad, a los Ministerios Públicos y a los impartidores de justicia.
Concluyo recogiendo un par de reflexiones. La primera, sobre el derecho que tienen los vivos a que se respeten sus muertos, escribe el Juez Cançado Trindade de la Corte Interamericana en su voto razonado (cuya lectura recomiendo ampliamente, a partir de la página 92) del caso Bámaca Velázquez vs. Guatemala: “La negligencia y el irrespeto con los restos mortales de las víctimas —desaparecidas o no— de violaciones de derechos humanos, y la imposibilidad de rehaberlos (…) me parecen configurar un malaise de nuestros tiempos, revelando la espantosa pobreza espiritual del mundo deshumanizado en que vivimos.”
La segunda, sobre nuestras autoridades. Escribe Ugo Pipitone, investigador emérito del CIDE: “Que a nuestros políticos los perdone Dios, si existe y si puede. Nadie más podría.”
Ojalá que se haga justicia y termine el dolor para todas las familias que también son víctimas. De las muchas caras que este país ofrece —sin duda, algunas maravillosas—, este México es también un México de bestias.
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#4 Tiempos
Gente que se rindió | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Sobran maneras de identificar a quienes han sido derrotados por la vida. Basta con observar al que no responde a los buenos días soltados por un desconocido, rocas impermeables ante un bello gesto. O al que, en el elevador, presiona con ansia el botón de cerrar la puerta, apenas por ganar un par de segundos, como si el destino que lo espera —ay, el trabajo— fuese algo más que una condena.
Se rinden también quienes ya no se detienen a disfrutar las curiosidades ofrecidas por las calles: la estampa de un borrego pegada en un poste, una hoja seca con forma de corazón, un perro rascándose el lomo con la ayuda de una banca. Poco queda de espíritu en quienes llevan semanas, quizá meses, sin alzar la vista al cielo para contemplar las estrellas por la noche o descubrir, como niños, las formas caprichosas de las nubes.
Hemos perdido a los que olvidan vacacionar al menos una vez al año. No se trata del dinero, que al final siempre encuentra su acomodo; basta con cruzar la esquina para pasarlo en grande si uno sabe cómo acomodar las piernas. También se pierden los que llevan demasiado tiempo sin brindar, como si faltaran motivos, cuando cualquier pretexto sirve para alzar la copa y desbordarse en espuma, aunque sea por el estreno de un tapete en la cocina. Y sabemos que estamos ante un alma en coma cuando alguien deja de celebrar la Navidad. Porque, cariño, aunque la ilusión se haya marchado, hay que forzarse a poner el árbol con luces y esferas. Así es como comienza el ascenso.
Sobre todo, alguien está derrotado cuando deja de arreglarse. Cuando sale al supermercado en pijama o se olvida de la ducha. El pudor es síntoma de amor propio y de cortesía hacia los demás. Soy muy importante como para ser visto en fachas por el vecino, debería pensar uno. Pero mal vamos si ni siquiera eso te detiene. Un hombre conserva su dignidad mientras se afeita o da forma a su bigote; sé que sigo en pie de lucha cuando me miro al espejo y trato componer lo que ya no tiene compostura.
Es un fantasma quien ha perdido el pulso amoroso. Quien ha dejado de coquetear y no intenta ya ninguna aventura. El que no suelta un piropo a su pareja, quien no imagina una nueva vida con la mesera o la cajera en el supermercado, muy lejos de aquí, donde nadie nos juzgue, donde nadie nos diga que hacemos mal; alejados del mundo, donde no haya leyes ni nada.
Está muerto en vida quien no se cree merecedor del amor y el deseo, quien descuidado su cuerpo como si no tuviera nada bello que preservar.
He topado tantas veces con estos derrotados. Se les percibe en la mirada, en el vacío que se abre paso hacia la negrura. Gente que se rindió. Banderas blancas —lavadas con llanto— tras tantas decepciones y reveses. Los ves derrumbados en el transporte público, indiferentes incluso a las injusticias más obvias, conformes con lo que hay, sin hervidura de sangre (otro síntoma de la debacle: dejar de ceder el asiento a mujeres y ancianos; desprovisto de galantería, un ideal perdido). Son piltrafas resignadas, oxidadas allí donde un día hubo fuentes y jardines.
Y, con todo, me consuela saber que hay remedio para un buen número de estos casos. Los suficiente como para creer que merece la pena luchar por la resurrección. Porque, al final, se trata de un arte: el arte de remontar. Y de entender que nadie lo hará por ti. Nadie ayudará con la parte que más cuenta, la más difícil. Y no desanimarse por ello, al contrario, encontrar ahí un estímulo para imponerse ante la adversidad.
Como Richard Dadier le decía a su esposa en Blackboard Jungle: Sí, me han golpeado, pero no estoy derrotado. Hay una gran diferencia. No estoy derrotado, y no voy a rendirme. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado, frase de Hemingway.
El truco está en la determinación. Seguir el consejo de San Agustín: ser mejores que los tiempos malos. Una fe que baja el humo a los demonios. Levantarse un round más tras notar que el lloriqueo te dejó seco. Eres ya tu propia tierra firme.
Contacto:
Twitter: @Bigmaud
Correo: [email protected]
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#4 Tiempos
Del semi desierto potosino a misiones espaciales | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
A principios del siglo XX y durante su primera mitad, hubo una emigración importante de familias del altiplano potosino a los Estados Unidos. Varios matrimonios comenzaron a formar sus familias en los Estados Unidos mientras trabajan para subsistir e incluso apoyar a familiares que quedaban en México, en especial en esa región del semi desierto potosino. Uno de esos matrimonios fueron los padres de Dorothy Ruiz Martínez que de Matehuala emigraron a Texas, donde Dorothy nacería.
En su niñez sus padres la trajeron a Matehuala a casa de sus abuelos donde vivió toda su niñez y parte de su adolescencia, porque la situación de sus padres no era muy estable. Estudió secundaria en la escuela Francisco Zarco, entre otras cuestiones se caracteriza por dar buena enseñanza en matemáticas, es una de las características que tiene esta región comparada con el resto del estado y del país. De esa escuela ha salido mucha gente destacada en matemáticas para posteriormente trasladarse a Texas a continuar sus estudios en busca de mejores opciones de preparación en los temas que ya le habían llamado la atención desde su vida en Matehuala. El área aeroespacial le había llamado la atención cuando, en 1986, le tocó ver en la televisión el accidente del transbordador Challenger, lo que la hizo interesarse por su actual profesión.
Su formación básica en Matehuala le permitió desarrollarse en un lugar donde se suele ser muy competitivo como es en Estados Unidos, donde después de estudiar la preparatoria, Dorothy Ruiz ingresara a la Universidad de Oklahoma y posteriormente a la Universidad de Texas, conocida como A&M a estudiar ingeniería espacial. Al titularse hizo, en 1998, una pasantía académica por medio del programa de Langley Aerospace Research Summer Scholars del centro de investigaciones de NASA Langley lo que le permitió tener su primer acercamiento a lo que sería su carrera profesional.
Tuvo la oportunidad de entrar a varios de los proyectos de la NASA cuando empezaba su formación y eso le ha permitido ingresar a varias áreas relacionadas todas con ingeniería espacial que fue donde se interesó en formarse, pero además dentro de esos proyectos ha estado en contacto con otras agencias aeroespaciales como la Rusa, donde trabajó un tiempo.
Dotothy Ruíz Martínez es una ingeniera aeroespacial que actualmente trabaja para National Aeronautics and Space Administration (NASA), la agencia del gobierno estadounidense más importante del programa espacial, donde realiza actividades como control de misiones de vuelo . El trabajo de Dorothy Ruíz consiste en enlazar comunicaciones entre la tierra y los astronautas que se encuentran en un satélite espacial.
De sus primeros trabajos en el área aeroespacial fungió como instructora de astronautas y de operadores de vuelo en el sistema de control y propulsión para el Transbordador Espacial, de ahí pasó al área de Operaciones de Misiones Espaciales como Ingeniera de Planificación de Actividades Espaciales en Tiempo Real (RPE). Ha participado en la planificación total de actividades espaciales de 12 misiones espaciales del transbordador, contribuyendo desde la tierra con otros ingenieros y científicos, en el ensamblaje final de la Estación Espacial Internacional.
Dorothy Ruiz dice con orgullo:
“Los nopales, representan la región del desierto del altiplano donde crecí, pero también son parte de mi historia de vida y de mis tradiciones en familia. Mi bisabuela removía las espinas y cortaba las pencas de los nopales en trocitos con una destreza y rapidez incomparables y luego los cocinaba muy al estilo ranchero (de la región donde ella creció en los ejidos de La Puerta de Aguilar y San Miguel, en el municipio de Doctor Arroyo). Esa manera de cocinar los nopales fue traspasado a mi abuela y después a mí.
En el 2011 propuse un proyecto de investigación en la NASA junto con otro colega para estudiar el nopal opuntia y sus posibles usos en la Estación Espacial Internacional. En este proyecto también invitamos a un colaborador científico de México. El proyecto fue aprobado e hicimos la investigación, pero nunca fue mandado al espacio. Aun así, espero un día retomar este proyecto y, que fregón sería, mandar nopales a la luna y a Marte”.
Dorothy Ruiz es un ejemplo de inspiración para jóvenes mujeres que quieren desarrollarse en áreas que en principio no consideran socialmente para mujeres. Su desempeño y formación es digno de alabarse.
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#4 Tiempos
Tiempo de mejora | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Hoy, San Luis enfrenta a Puebla, un equipo que viene con sed de revancha, justo después de dar un muy buen partido en Monterrey, donde salieron vivos con un punto. San Luis, por su parte, tuvo su primer tropiezo en casa en la era Torrent, una dolorosa derrota frente a Tigres que jugó bien y, a pesar de sus errores, pudo controlar el partido y salir con los 3 puntos del Lastras.
En el trámite, parece un partido no tan complicado, tomando en cuenta los últimos torneos de cada equipo, pero las realidades cambian y cada encuentro es una nueva oportunidad. Hay que poner atención a Puebla, equipo al que es más peligroso enfrentar en la jornada 2 que en la 15. Pero hablemos de lo visto en el Lastras.
San Luis perdió en los primeros 90 minutos del torneo su principal fortaleza del campeonato anterior, su invicto en casa. Pero además cometió el único error que no había hecho antes: una expulsión, la de Yan Phillipe fue la primera tarjeta roja de un equipo de Torrent en Liga MX. Lo del brasileño fue un partido para el olvido.
En la zona baja, la ausencia de Cata y de Chávez fue bien cubierta, pero falta coordinación. Tanto Piccini como Águila y Cruz son defensas que pueden sacar el partido, siempre y cuando atiendan en todo momento y se coordinen. Dos goles a balón parado en el mismo partido es imperdonable en jornadas avanzadas.
Por la lateral derecha, Galdames bien, a secas, un jugador que normalmente no veíamos defender, ahora tuvo que cargar con el recuerdo de Chávez y correr toda la banda. Lo hizo bien, pero se nota que necesita acostumbrarse a esa posición.
El verdadero problema de San Luis, al menos en ese partido, fue la zona ofensiva: un equipo perdido, de poca creatividad en la última zona. En pocas palabras, no hubo delanteros. Vitinho volvió a ser ese jugador que conduce mucho y define poco. Murillo tan solo flotó en la cancha y no tuvo oportunidades. Villal solo estuvo dentro unos minutos, y de Yan Phillipe, mejor no hablamos.
Es preocupante el panorama ofensivo del equipo, teniendo la salida de Boli, la ausencia (espero temporal) de Bonatini y la confianza en un Yan que no ha demostrado ser solución en los partidos que tiene con la camiseta de San Luis. Es criticable que no se haya reforzado aún en esa zona, que se haya dicho que se jugará con jóvenes y sigan los mismos. Algo tendrán que resolver para no tener ese problema.
Confío en que el cuerpo técnico tiene propuestas, confío en que saben bien lo que están enviando a la cancha. Espero que no estén solo intentando, y más bien estén proponiendo. Creo que Torrent y su cuerpo técnico tienen la capacidad y la experiencia para saber si algo hace falta en este cuadro, si es necesario reforzar de forma inteligente lo que pueden tener en el terreno de juego.
El partido de hoy es complicado por la presión del torneo anterior, por haber perdido en el arranque y porque, en el papel, Puebla parece un equipo a modo. Si esta noche San Luis no saca puntos de su visita al Cuauhtémoc, la presión comenzará a subir en un equipo que hasta el momento poco la ha sentido. Sí o sí, es tiempo de mejora.
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