enero 18, 2025

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Literatura emergente, exilios y efluvios presentes en el Nuevo cine mexicano | Columna de Jorge Ramírez Pardo

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Literatura emergente

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EL INFLUJO REMOTO

Luego de la consolidación de la primera generación del Muralismo mexicano (José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros), hubo en nuestro país la presencia temporal o definitiva de creadores y pensadores extranjeros que contribuyeron a generar un Renacimiento cultural:

  • De 1923 a 1925, la italiana Tina Modotti y el estadounidense Edward Weston montan un estudio fotográfico en la ciudad de México. Ella continuará la labor fotográfica como retratista y consignataria visual de usos, costumbres y el acontecer en la vida política local.
  • Entre 1930 y 1932, Seregi Einsestein, ya entonces con relevancia mundial por su película El acorazado Potemkin (1925), filma “¡Que viva México!”
  • Entre 1936 y 1942, a causa de la Guerra civil española, llega una pléyade de creadores y pensadores:
    • CINE: Luis Buñuel, Luis Alcoriza, Jomy García Ascot y María Luisa Elío
    • FOTO: Katy Horna (nacida alemana)
    • LITERATURA Y FILOSOFÍA: León Felipe, José Gaos, Joaquín Xirau, Adolfo Sánchez Vázquez, Eduardo Nicol, Wensesalao Roces
    • ARTES PLÁSTICAS Y GRÁFICAS: Remedios Varo y Leonora Carrigton (nacida inglesa), José Renau, Antonio Rodríguez Luna, Enrique Climent, Benito Messeguer, Miguel Prieto, mentor de Vicente Rojo, Elvira Gascón, Vicente Gandia
    • MÚSICA: Rodolfo Halffter

Estos exiliados ayudaron a crear la Casa de España en México, hoy llamada El Colegio de México, y también el Fondo de Cultura Económica, así como a reforzar el profesorado de la UNAM y el IPN. Entre otras muchas aportaciones de los científicos españoles refugiados, se creó la revista Ciencia, fundada por Ignacio Bolívar y Urrutia.

Entre 1940 y 1960 se produjo en nuestro país un volumen de películas, en cantidad y desigual calidad, conocido como Época de oro. La falta de relevo generacional e  innovación temática, y los cambios de correlación en el mercado de consumo fílmico, contribuyeron a su decaimiento.

EL INFLUJO MEDIATO EN EL CINE MEXICANIZADO

Los ejercicios de cineclub en las facultades de la UNAM y en el Instituto Francés para América Latina, propiciarán la gestación de la vanguardia artística conocida como Nuevo cine mexicano. Estos son sus componentes:

  • 1947-1960.- Buñuel realiza en México más de la mitad de sus películas.
  • – Formación del grupo Nuevo cine (con la participación entre de Luis Buñuel, Jomy García Ascot, José de la Colina, Emilio García Riera, Tomás Pérez Turrent, entre otros), productor de una revista del mismo nombre y del pronunciamiento y publicación que plantearía un conjunto de acciones a revisar desde su consecución:
    • 1961, Jomy García Ascot dirige En el balcón vacío
    • 1963, Filmoteca de la UNAM
    • 1964, Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, CUEC/UNAM
    • 1965 y 1967, Concurso de Cine que permitirían la incorporación de nuevos realizadores fílmicos a la aún sobreviviente Industria cinematográfica mexicana
    • 1968, Alejandro Jodorovsky –chileno- filma Fando y Lis.

LA PRIMERA GENERACIÓN

De esas acciones y otros esfuerzos independientes surgirá en la siguiente década la primera generación de realizadores fílmicos identificada como Nuevo cine mexicano, cuyos protagonistas más visibles son, ya iniciados:

  • Arturo Ripstein (Tiempo de morir, 1985; El castillo de la pureza, 1972; El lugar sin límites, 1977; Profundo carmesí, 1996)
  • Luis Alcoriza (antes guionista para películas de Luis Buñuel, filma Tiburoneros, 1962; Mecánica Nacional, 1971; Presagio, 1974 )
  • Juan Ibáñez (Los caifanes, 1966),
  • Paul Leduc (Reed, México insurgente, 1969; Mezquital, 1977. Frida, naturaleza viva, 1984)
  • Rubén Gámez (La fórmula secreta, 1965)
  • Alberto Isaac (En este pueblo no hay ladrones, 1965; El rincón de las vírgenes, 1972; Mujeres insumisas, 1994)

Estos son debutantes destacados, egresados del CUEC/UNAM. La mayoría de ellos continúan en activo:

  • Jorge Fons (Caridad, 1974; El callejón de los milagros, 1994)
  • Felipe Cazals (Canoa, 1975; El apando, 1975, Chicogrande, 2012)
  • Jaime Humberto Hermosillo (La pasión según Berenice, 1975; Amor libre, 1978; María de mi corazón, 1979; El corazón de la noche, 1983; Doña Herlina y su hijo, 1984; La tarea, 1990)

SIGUIENTES GENERACIONES

Durante la década de los pasados ochetas, una oferta tan prolífica como inocua, el denominado cine de ficheras, genera en algún segmento numeroso del público mexicano, la sensación de qué ese es el único cine realizado entonces en México. Esa “fake news” aleja a muchos espectadores de las pantallas y ello coincide con la hollywoodización avasallante de la oferta fílmica de entonces a la fecha. Sin embargo…

Surge la segunda generación identificada como Nuevo Cine mexicano:

  • Julián Pastor (La casta divina, 1977; Estas ruinas que ves, 1979)
  • Nicolás Echevarría (María Sabina, 1979; El niño Fidencio, 1981; Cabeza de Vaca, 1990; Eco de la montaña; 2014)
  • Alfonso Arau (El águila descalza, 1971; Como agua para chocolate, 1992)
  • Luis Manoki (Gaby, 1987, La vida precoz y breve de Sabina Rivas, 2012)
  • Juan Antonio de la Riva (Vidas errantes, 1985; Pueblo de madera, 1991)
  • Ignacio Ortiz Cruz (A la orilla de la tierra, 1990; Mezcal, 2006)

Esa década fue particularmente difícil para la realización fílmica en México. Ello propició el surgimiento de una pléyade de destacados documentalistas, no interrumpida y sí enriquecida hasta el presente:

  • Eduardo Maldonado (Laguna de dos tiempos, 1992; Xochimilco, 1986)
  • Carlos Mendoza (Chapopote, 1979; Crónica de un fraude, 1988; San Luis Potosí: lección de dignidad; Tlatelolco: las claves de la masacre; Halcones terrorismo de estado, 2003; 1968; La conexión americana; Estado de shock, 2011),
  • Ivan Trujillo (Lustros, 1991)
  • Abelardo González (La canción del pulque, 2003; Los ladrones viejos, 2007)
  • Lucía Gajá (Mi vida dentro, 2007)
  • Yuliane Olaisola (Intimidades de Shakespiare y Víctor Hugo, 2008)

A la tercera generación, la de los noventas pasados, le distingue la irrupción femenina:

  • María Novaro (Danzón,1991; Sin dejar huella, 2000; Las buenas hierbas, 2010)
  • Dana Rotbeg (Ángel de fuego, 1992; Otila Rauda, 2001)
  • Maryse Sistach (Anoche soñé contigo, 1992; Perfume de violetas, 2001)
  • Guita Shifter (Novia que te vea, 1993),
  • Busi Cortez (El secreto de Romelia, 1988; Las Buenrostro, 2005)

Empero, también hay, en esta generación, otros debutantes distinguidos:

  • Roberto Schnider (Dos crímenes, 1995; Arráncame la vida,2008; Me estás matando, Susana, 2016)
  • Luis Estrada (La ley de Herodes, 1999; El infierno, 2010)
  • Carlos Carrera (La mujer de Benjamín, 1991; Sin remitente, 1995),
  • Fernando Eimbecke (Temporada de patos, 2004; Club Sándwich, 2013)

La cuarta generación es la de los mexicano/internacionales:

  • Alfonso Cuarón (Sólo con tu pareja, 1991; Y tu mamá también, 2001; Roma, 2018)
  • Guillermo del Toro (Cronos,1992; El espinazo del diablo, 2001; El laberinto del fauno, 2006)
  • Carlos Reygadas (Batalla en el cielo, 2005; Luz silenciosa, 2007; Post tenebras lux, 2012),
  • Amat Escalante (La región salvaje, 2018)
  • Jorge Ramírez-Suárez (Conejo en la luna, 2004; Gunteg tag, Ramón, 2015)
  • Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 2000;

La quinta generación o la de los recién llegados:

  • Susana Hueso –salvadoreña- (El lugar más pequeño, 2011; Tempestad, 2016)
  • Rodrigo Pla –uruguayo- (La zona, 2007; Un monstro de mil cabezas, 2015)
  • Claudia Saint-Luce (Los insólitos peces gato, 2013)
  • Alfonso Ruízpalacios (Güeros, 2014; Museo, 2018)
  • Ernesto Contrersas (Las oscuras primaveras, 2014)
  • Catalina Aguilar Mastreta (Las horas contigo, 2014)
  • David Pablos (Las elegidas, 2015)
  • Jonás Cuarón (Desierto, 2015)
  • Gabriel Ripstein (600 millas, 2016)
  • Marcelo Tovar (Oso polar, 2017)
  • Lilia Avilés (La camarista, 2018)
  • Alejandra Márquez –potosina- (Las niñas bien, 2019)

LA OFERTA FÍLMICA

Con el inicio del año, el Centro Universitario de las Artes de la UASLP (Universidad Autónoma), retoma con nuevos bríos los temas cinematográficos y fílmico a través de cursos de apreciación y realización cinematográfica. Esta es su oferta de fines de enero a mayo:

Título del curso Facilitador Día en horario vespertino
Cine experimental Antonio Loria miércoles
Documental Luis A. Olavide viernes
Apreciación y realización de cine. Producción de cortometrajes Jorge R. Pardo y

Alejandro Olavide

jueves
Cineclub. Directores y películas más destacadas del Nuevo cine mexicano Jorge Ramírez Pardo viernes

 

Por el momento, estos cursos y talleres son para universitarios de la UASLP. Es deseable que esta u otra institución los hagan extensivos al público en general.

Recomendamos leer también: Puntos y contrapuntos fílmicos en el presente | Columna de Jorge Ramírez Pardo

#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera

. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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