#4 Tiempos
Las lenguas de los pueblos originarios y la media noche | Artículo de Alberto I. Gutiérrez
Por: Alberto I. Gutiérrez
Las reflexiones que me han surgido recientemente no pueden ser pensadas, ni concebidas, sin el componente de la virtualidad. No porque yo lo haya decidido así o sea una criatura de tipo asocial que ve con desagrado cualquier clase de interacción, en lo absoluto, sino que esto se debe a las constricciones de la tan sonada pandemia, cuyos efectos parecen fomentar dicha tendencia o condición en los individuos.
Lo anterior ha convertido a la pantalla de mi celular en una suerte de ventana al mundo, la cual se abre o se cierra en función del tiempo que paso en línea. Fue precisamente durante uno de esos lapsos que me enteré de una noticia que causó gran agitación entre mis allegados que se encuentran inmersos en lo que algunos denominan poéticamente como el “medio antropológico”: la intención del gobierno federal mexicano de que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) sea “asimilado” o “incorporado” al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), tentativa que tuvo lugar a finales del 2021, y que resurgió con fuerza en el 2022 en la víspera del Día Internacional de la Lengua Materna que se conmemora el 21 de febrero de cada año.
Recuerdo que cuando volvió a resurgir la noticia, una ola de críticas apareció de la nada en varias de mis redes sociales, consignas que fueron en escalada contra dicha iniciativa del gobierno federal. Llegó a tal punto el grado de saturación al que fui expuesto que, decidí escribir algunas líneas para dar un poco de claridad sobre lo que están pasando las lenguas de los pueblos originarios, así como las posibles soluciones. Todo esto a partir del principio personal que me rige desde tiempos antiguos: dejos de sentido común con trazas de oscuridad.
No es secreto para nadie que las lenguas de los pueblos originarios están experimentando reducciones considerables en el número de hablantes, una situación más que evidente, palpable tanto estadística como vivencialmente. Basta con ir a las localidades de México para atestiguar en “carne propia” los distanciamientos lingüísticos que existen entre generaciones, muchos de ellos ocasionados por el miedo que existía a la discriminación, a las vejaciones, al rechazo —que por cierto se trata de una aversión que existe por defecto o default en la especie humana para garantizar la supervivencia del ego—, o por los esfuerzos integracionistas llevados a cabo por algunos gobiernos durante el siglo XX.
Los factores antedichos cuyos impactos han ido disminuyendo con el paso del tiempo, siguen repitiéndose en cada foro, conversatorio o evento que versa sobre la temática, siendo también la globalización la cereza que decora la punta del pastel, y que tras su colocación contamina a la tarta entera. Sin embargo, no concuerdo en que suela omitirse u ocultarse una figura clave bajo la égida de la conectividad global, un ingrediente de vital importancia dentro del entramado: el papel de la institución del Mercado capitalista, instancia de carácter económico con efectos socioculturales que han llevado a las lenguas de varios pueblos a estar en riesgo o en crisis.
Cualquier productor, comerciante o habitante del mundo contemporáneo, sabe o al menos intuye, que el Mercado así como da, también está en condiciones de quitar. Extrapolando esta última sentencia a la realidad social, podemos decir que el Mercado nos ofrece la oportunidad de sostenernos a través del empleo, pero a cambio exige para muchos un sacrificio: pagar el precio de cercenar la lengua para imponer una glosa única con miras al pragmatismo y la interacción. En adición a esto último, la institución en cuestión demanda pleitesía, exigiendo consumidores devotos, activos y dispuestos a compartir un hilo comunicativo, justificando el predominio del español en la arena nacional.
En vista de esto, la desaparición de las lenguas de los pueblos originarios no parece una situación irracional e infundada ante la evidencia empírica, algo que contraría las ideas de muchos actores que participan en foros. Siendo honesto con ustedes, la verdad es que yo no me sentiría muy cómodo ir a eventos para culpar o reprochar a las personas por la negativa a emplear o transmitir su lengua, tras haberles dicho durante décadas que dejaran de hacerlo, y me sentiría el doble de contrariado si insistiera, aunque las condiciones sean “adversas”, no sean propicias en lo absoluto.
A estas alturas de la existencia, su servidor es incapaz de confundir sueños con realidad, la gente es lógica y punto.
Así que, para aversión de unos, para alegría de otros, considero que todos podemos concordar en que los billetes están en castellano, el dinero habla español, y a nivel internacional, se vale de idiomas como el inglés, y en tiempos venideros tal vez del mandarín. Ante la aseveración anterior, que podría generar incomodidad a más de uno —una sensación molesta que de acuerdo con lo que me han explicado se siente en el abdomen, entre la región del epigastrio y la zona umbilical, y también en el plano emocional—, cabría preguntarse sí es posible modificar esta tendencia para dar cabida a una mayor pluralidad lingüística en varios ámbitos de la vida colectiva del país.
Afirmar que no pueden hacerse ajustes sería algo irrisorio e irresponsable de mi parte, es evidente que siempre es posible realizar adecuaciones. Sin embargo, no podría dejar de observar la cartera, ya que es un tema que de llevarse a cabo costaría cantidades ingentes de dinero. Recuerdo que cuando recién comenzó a circular la noticia que detonó esta instantánea de lo social, un contacto que labora en una instancia afín al INALI salió en defensa de dicha institución, y la verdad es que no pude evitar preguntarle sí tenía el dato exacto de cuánto costaba conservar o perpetuar la lengua de un pueblo originario. También aproveché para indagar sí sabía cuál era el monto que se requiere destinar por individuo para el logro de tal cometido, pensando en variables como el desarrollo de etiquetas de productos, libros didácticos, vídeos, novelas, literatura, profesores, cine, todo.
Luego de esta primera ronda de preguntas, mi interlocutor se quedó en silencio para después escribir unas palabras emotivas que no surtieron efecto en mí, pues si algo me ha enseñado la vida, es que, al tratar ciertos asuntos relacionados con el pensamiento, el corazón se debe quedar en casa para que la mente pueda operar con libertad.
Fue entonces que le pregunté abiertamente si él estaría dispuesto a pagar más impuestos para lograr la conservación de las 68 lenguas y las 364 variantes que hay en México. Lo anterior fue secundado por una pausa aún mayor, mucho más prologada que la primera, que dio paso a un no rotundo, para yo cerrar con tres términos que siempre me han parecido mágicos, bastante enigmáticos: trágico, decepcionante, el horror. Yo, en cambio, le dije que en mi caso particular no tenía inconveniente alguno en la aplicación de un “impuesto por y para la cultura”, claro, siempre y cuando se destinara eficazmente en función de criterios de calidad y prioridad.
A propósito de esto que acabo de narrarles, ustedes se preguntarán lo siguiente ¿qué quiero lograr con el hecho o el suceso que les he contado? Una cuestión bastante sencilla, simple, que caigan en cuenta de que la pluralidad puede tener un alto costo , hay un desconocimiento de los montos para elaborar planes de acción, y el mesianismo de mi contacto es más cercano al “egoactivismo” que otra cosa, un concepto que espero desarrollar en próximos trabajos, cuando concluya un curso de Auxilios Psicológicos al cuál me inscribí recientemente.
Bien, hasta el momento les he hablado de algunas de las dificultades que experimentan las lenguas de los pueblos originarios. Por lo que la cuestión que hay que preguntarse a estas alturas de la entrega, es qué podemos hacer ante este escenario que muestra mayor predisposición a la media noche que al día, a esta versión renovada, si se quiere, actualizada de la Torre de Babel. La realidad es que no tengo una respuesta definitiva, aunque desde mi perspectiva y siguiendo los principios de la lógica básica, yo solo sugeriría intensificar el desarrollo de registros lingüísticos de alto nivel, el inventariado de todas las lenguas y sus variantes, esto mediante la colaboración de expertos en materia lingüística y etnológica con hablantes de la sociedad civil.
Puede que para ustedes no sea una medida novedosa, pues en el pasado se han realizado ejercicios de este tipo, aunque con base en mi experiencia y la de varios científicos sociales, suelen ser productos que no están estandarizados en términos lingüísticos, muchos trabajos son inaccesibles o se encuentran dispersos; circunstancias que, querámoslo o no, nos llevan invariablemente al mismo punto de partida. El resultado de adherirse a esta recomendación, permitiría garantizar la “materia prima” para su respectivo procesamiento, a la par de que facilitaría la acción de planificar, proponer montos y posteriormente implementar proyectos de conservación.
Quiero que tengan presente algo que me dijo un lingüista alguna vez, informante que me comentó que registrar una lengua toma alrededor de 5 a 10 años. Siendo optimistas, con sonrisa en rostro, aunque partiendo desde cero, emprender el registro en territorio nacional tomaría alrededor de 2,160 años en llevarse a cabo, ya es cuestión decidir si lo hacemos secuencialmente o simultáneamente —sugiero optar por la segunda, pues en una de esas, para esa fecha la especie humana llegó a su desenlace—. Teniendo en mente esta estimación, sugeriría dirigir toda la energía, todos los recursos, todas esas emociones a áreas prioritarias que lleven al desarrollo de diccionarios definitivos, materiales didácticos, manuales gramaticales y de escritura, entre otros.
Ahora, intuyo que la idea de que se escriban las lenguas de los pueblos originarios parece contrariar su propia esencia o naturaleza, esa espontaneidad producto del talante y el genio colectivo, no obstante, es innegable que la mayoría de los sistemas de comunicación de este planeta comenzaron siendo orales, para después dar el salto al momento escrito. Por lo que sugeriría hacer a un lado el terror o prejuicio que esto puede suscitar, viendo en esta medida como una gran oportunidad, ya que leer y escribir pueden ser un excelente ejercicio de empoderamiento, de respeto y aceptación. No quiero ponerme sentimental, ni mucho menos, pero aún recuerdo con agrado cuando empecé a leer, lo que marcó un parteaguas en mi itinerario de vida, cosa que probablemente todos experimentamos.
Considero que disponer de estos materiales, permitirá diseñar estrategias de conservación puntuales y efectivas. ¿Se imaginan la preparación de personal docente calificado para atender solicitudes de localidades que pidan instrucción o bien fortalecer a los hablantes con el elemento escritural? No sé qué piensen ustedes, pero tiene su poética pensar en una institución de nombre “Academia Mexicana de las Lenguas de los Pueblos Originarios” o que el INALI pueda dirigir sus esfuerzos exclusivamente a tan noble tarea. La verdad es que hay mucho por hacer y poco tiempo, ser disciplinados es más necesario que nunca, pues nadie baja de peso haciendo dieta un día.
Bien, para ir cerrando, me gustaría apuntar que las medidas de concientización —la mayoría basadas en la técnica de la repetición sistemática para reorientar la conducta de los individuos, suele ser bastante efectiva, excepto cuando parece contrariar al espíritu de la practicidad—, a estas alturas han logrado cumplir su cometido a la perfección, pues tenemos una sociedad que ya es consciente del valor cultural de las lenguas y de las manifestaciones de los pueblos originarios. Sin embargo, no podemos dejar de lado que los discursos de conservación pierden sentido si desaparece el objeto o el elemento que buscan mantener, por lo que, si estamos ante la reducción de hablantes, la necesidad del inventariado lingüístico adquiere relevancia. Dirían con sabiduría los matemáticos que la lengua es la variable independiente, el resto son las variables dependientes, como resultado hay que jerarquizar, priorizar.
Llegados a este punto de la exposición que pareció no dar tregua en ningún momento —me disculpo por ello—, éstas serían mis observaciones y recomendaciones sobre el tema. Me gustaría finalizar el texto de una vez, pues no tengo intención alguna de alargar más este trabajo, ya que no hay tiempo que perder. Pero antes de cortar el hilo comunicativo que nos ata, que nos sujeta, lo único que sí quiero recordarles es que, para emprender una misión de tal envergadura, hay que ser plenamente conscientes de que las posibilidades de éxito son relativamente bajas, que estamos yendo contra fuerzas que nos superan, que nos trascienden, que nos rompen el corazón, ¿pero qué cosa en esta vida no es así? La existencia misma es un claro ejemplo de necedad, una insistencia constante de no querer volver a las simples cosas, a lo inerte, lo inanimado, lo aburrido.
Teniendo en mente lo anterior, si vamos a chocar inevitablemente contra la pared, de lleno contra un muro llamado destino que, parece estar íntimamente ligado al espíritu de la practicidad y el del Mercado, al menos sugiero que lo hagamos con conocimiento, disciplina y técnica, eligiendo fracasar con elegancia, en lugar de un adiós sin gracia, sin conciencia, lo que, sin duda, es de los peores desenlaces que puede haber.
Destacadas
#Opinion | El padre de la física potosina, Gustavo del Castillo y Gama
EL CRONOPIO
J.R. Martínez/Dr. Flash
Con el título de El Padre de la Física Potosina, Gustavo de Castillo y Gama, publiqué un libro conmemorativo sobre la vida y obra de Gustavo del Castillo y Gama, físico potosino que fundó las instituciones educativas y de investigación en física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Este 24 de diciembre estaría cumpliendo ciento cuatro años.
El libro en cuestión es de descarga gratuita y puede conseguirse en cualquiera de las siguientes dos direcciones:
http://galia.fc.uaslp.mx/museo/libros/EL%20PADRE%20DE%20LA%20FISICA%20POTOSINA.pdf
Justo en Noche Buena del 2025, Gustavo del Castillo y Gama estaría cumpliendo ciento cuatro años. Nacería en el famoso Barrio de San Miguelito en San Luis Potosí al dar las últimas campanadas del 24 de diciembre, como lo comentaba el propio Gustavo del Castillo. Su vida se desarrolló en San Luis Potosí, Tampico, la Ciudad de México y las ciudades norteamericanas de Lafayette y Chicago; se nutrió de un ambiente científico desde pequeño, pues al menos, un par de sus tíos trabajaban en astronomía en el Observatorio Nacional de Tacubaya, Rodolfo Jurado y Valentín Gama. Ambos de la dinastía Gama de gran influencia en la sociedad potosina.
No es de extrañar que orientara su vocación hacia la física, siendo estudiante de preparatoria, en una época donde no existían aún escuelas de física en el país, y, se planteó poder formarse como físico en los Estados Unidos. La situación bélica mundial, lo llevó a seguir estudiando en su ciudad natal, ingresando a la carrera de químico industrial que su grupo de estudiantes de preparatoria había propuesto, de la cual se tituló tocándole el privilegio de ser el primer titulado. De ahí pasó a la Facultad de Ciencias de la UNAM a estudiar la maestría en física y al terminar continuar con su proyecto de formarse como investigador en física en Estados Unidos, donde obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Purdue.
Fue de los primeros investigadores que tuvo el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC) y se incorporó a la UASLP, impartiendo cátedra y formando el Laboratorio de Radiación Cósmica bajo los auspicios y emolumentos del INIC del que seguía siendo investigador. Su ingreso a la UASLP fue afortunado para impulsar el programa académico del Dr. Manuel Nava Martínez que era el rector de la UASLP en la década de los cincuenta. De esta manera se convertía en el primer doctorado que impartía clase en la UASLP y el único con dicho grado en la década de los cincuenta.
Fundó el Departamento de Física de la UASLP, de donde se derivarían la entonces Escuela de Física y el Instituto de Física de la UASLP que constituían un solo ente académico, que dividía el trabajo docente y el de investigación. El Laboratorio de Radiación Cósmica formaría parte del Instituto de Física y con ello inauguraba de manera formal trabajos de investigación científica, como tales, en la universidad potosina.
Creó el programa de construcción de cohetes de sondeo con el fin de realizar investigación científica en las altas capas de la atmósfera colocando al país en los pioneros en desarrollo aeroespacial, programa que ahora es conocido como Cabo Tuna. Su trabajo de investigación en radiación cósmica y en ciencias espaciales colocó a la UASLP en el escenario mundial en investigación en física. Si bien su labor en la UASLP se redujo a un lustro, este fue muy intenso y productivo y sentó las bases para el camino académico que seguiría la UASLP años después recorriendo las sendas y abriendo otras en torno a las raíces sembradas por Gustavo del Castillo, cuestión que luego es menospreciada o en el mejor de los casos olvidada.
La UASLP en la actualidad es reconocida nacionalmente y en algunas áreas internacionalmente gracias al trabajo docente y principalmente al trabajo de investigación científica que despliegan sus investigadores. La UASLP está situada como una de las mejores del país y en áreas como la física dentro de las primeras tres universidades del país. Esta situación se debe a la calidad de su personal académico, pero de manera muy especial por el trabajo pionero que fincara esta tradición por personajes como Gustavo del Castillo y Gama.
#4 Tiempos
Una vida dedicada a la ciencia, Candelario Pérez Rosales | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hoy, 16 de diciembre, el peotillense Candelario Pérez Rosales, baluarte de la ciencia e ingeniería mexicana y consolidador de la física profesional en San Luis Potosí, estaría cumpliendo noventa y cinco años de edad.
Candelario Pérez Rosales nació el 16 de diciembre de 1930 en Peotillos, comunidad del municipio de Villa de Hidalgo, San Luis Potosí, donde estudió los primeros años de primaria, para luego venir a San Luis Potosí a terminarlos y continuar los estudios de secundaria y preparatoria, ambos en el turno nocturno, donde compartía las horas de estudio con las horas de trabajo. Estudiaría Física en la Universidad de Purdue y vendría a San Luis Potosí a colaborar con la fundación de la Escuela de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, hoy Facultad de Ciencias y del Instituto de Física de la propia Universidad Autónoma de San Luis Potosí, instituciones que están cumpliendo setenta años.
Como parte de los trabajos de difusión y divulgación sobre personajes de la ciencia potosina que llevo a cabo publiqué en el 2012 un libro intitulado Una Vida Dedicada a la Ciencia, el papel de Candelario Pérez Rosales, que recoge la trayectoria de Candelario Pérez Rosales, cuyo papel para el establecimiento, desarrollo y consolidación de la física en San Luis fue determinante; de esta forma el desarrollo de la ciencia potosina en la segunda parte del siglo XX, en el seno de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, fue posible con la participación de varios personajes, entre los que se encuentra indiscutiblemente Candelario Pérez Rosales. Su papel fue determinante para que la física potosina y en general la ciencia potosina sea lo que es hoy, ese importante polo de desarrollo que tiene un reconocimiento a nivel mundial. Sin su participación, entusiasmo, compromiso y cierto apostolado, la física en San Luis, y la propia universidad potosina, no serían lo que son hoy.
En este sentido la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se encuentra en deuda con Candelario Pérez Rosales.
Su aportación a la ciencia e ingeniería mexicana va más allá de su labor en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Continuó siendo pionero en otras aventuras académicas, contribuyendo notablemente al desarrollo de la ciencia mexicana. En particular ingresó como investigador fundador al Instituto Mexicano del Petróleo.
Como investigador del Instituto Mexicano del Petróleo desarrollo una gran cantidad de proyectos que colocaron al país como un innovador en procesos de extracción de petróleo. Larga sería la lista de ellos, mismos que recogen en las páginas del libro que le dedicamos a este importante científico potosino.
Esta larga lista de proyectos que dirigió Candelario Pérez, desarrollados bajo el demandante factor de tiempo, da muestra de la importancia de su contribución al desarrollo de la industria petrolera al enfrascarse en proyectos dirigidos a resolver los diversos problemas técnicos y científicos asociados a la industria petrolera.
Estas tres facetas de Candelario Pérez que se presentan en el libro, constructor de instituciones y formador de recursos humanos, científico orientado a problemas de aplicación en la industria petrolera y escritor científico, lo colocan como uno de los baluartes nacionales en el desarrollo de la ciencia e ingeniería en nuestro país, y muy enfáticamente al desarrollo de la física mexicana.
Candelario Pérez ingresa como investigador fundador del Instituto Mexicano del Petróleo en 1966, como ya hemos mencionado, después de haber sentado las bases y asegurado el desarrollo de la Escuela e Instituto de Física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
En este libro se recoge su labor como escritor científico, profesor e investigador, tareas que suelen ser consideradas como labores fundamentales de las universidades mexicanas. En todas ellas tuvo, y sigue teniendo a pesar de estar retirado, una contribución importante y valiosa, además de sobresaliente.
Sea esta obra un homenaje a uno de los fundadores de la Escuela de Física de la UASLP, ahora Facultad de Ciencias, y del Instituto de Física de la UASLP, que estaban englobados en el Departamento de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, cuya creación se diera el 1 de diciembre de 1955, mediante la aprobación del Consejo Directivo Universitario a un recurso sometido por el Dr. Gustavo del Castillo y Gama.
A los interesados, el libro pueden comprarlo bajo pedido en el correo electrónico de un servidor.
Candelario Pérez murió en San Luis Potosí, el 1 de mayo de 2016. El homenaje que le tributamos, se recogen en una serie de videos que pueden consultarse en youtube en el canal de José Refugio Martínez Mendoza. Para una muestra compartimos el siguiente:
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#4 Tiempos
La evolución creadora | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
He aquí lo que escribió hace poco el filósofo alemán Ulrich Hommes: «El crecimiento del miedo en nuestro tiempo es debido a que los hombres de hoy padecen una singular falta de relaciones. Es evidente que la falta de relaciones tiene como consecuencia el miedo, y que el miedo genera una mayor agresividad».
¿Qué quiso decir el filósofo con estas palabras? En realidad es muy simple; quiso decir, sencillamente, que si hoy cunde en nuestras sociedades una especie de pánico generalizado, es porque los hombres estamos más solos que nunca. Como no tenemos amigos (digámoslo aún mejor: como no tenemos relaciones significativas), todo nos aterroriza, pues sentimos que en tales condiciones no seremos capaces de hacer frente a los problemas de la vida.
El viejecito aquel que no tiene ya a nadie porque ha visto morir a todos sus camaradas y partir a tierras lejanas a todos sus hijos, ¿cómo no va a tener miedo de quedarse muerto en la noche mientras duerme? ¿Qué va a ser de él? ¡Ah, con una persona cercana, con una sola con tal de que lo quiera, cómo le sería fácil vivir! Pero no, no tiene a nadie: está solo y por eso se despierta en la madrugada sudando de miedo.
Y aquella mujer joven, ¿no tiene miedo también? Cuando piensa en el futuro, siente que la cabeza le estalla. ¿Y si su marido la abandona para irse con otra mujer más de su gusto? ¡Después de todo, es probable que lo haga! Pues, ¿no se oye por doquier, pero sobre todo en la radio y en la televisión, que cuando un lazo nos aprieta demasiado hay que tener la osadía de desatarlo? ¿No se dice continuamente aquí y allá que el matrimonio es una prisión y que cada cual puede y debe buscar otras alternativas cuando los antiguos compromisos no sean ya viables, deseables ni rentables? Y siendo éste el pensamiento que todos repiten alegremente; ¿cómo no va a tener miedo la pobre de que la dejen un día u otro? ¡Separarse es tan sencillo! Por su parte, el marido también padece lo suyo. ¿Y si ya no satisface todas las expectativas de su esposa?, ¿y si ya no reúne todos los requisitos, como se dice? El normal caos del amor: así tituló Ulrich Beck, el famoso sociólogo alemán, un libro suyo que trata, precisamente, de estas angustias nada ficticias. Pero este caos, ¿es tan normal como parece? A juzgar por lo tiempos que corren, sí.
Mas no sólo el viejecito y los jóvenes esposos tienen miedo; también lo sienten los niños. Y si sus padres se separan, ¿qué será de ellos? Amigos casi no tienen, a excepción de aquellos con los que chatean por la tarde, a la hora de los deberes. Pero, ¿pueden estos desconocidos llamarse amigos? ¡Si son unos desconocidos: a lo mucho, sólo saben su nombre y las letras de las canciones que se intercambian en la red! Están solos.
Y el niño que aún no nace, ¿no tiene miedo él también? Gracias a la sensibilidad espantada de su madre, algo sabe ya de los terrores de este mundo. Ni siquiera le ha sido necesario nacer para darse cuenta de cómo están las cosas en este extraño planeta. Sí, tiene miedo, y él más que nadie. Primero porque está indefenso, y segundo porque nada sabe si su madre llegará a tragarse ese cuento que dice que los niños, mientras aún estén en el vientre, no son más que un montón de células desorganizadas o quizá meramente tumores que sería necesario extirpar cuando las cosas anden mal.
Miedo aquí y miedo allá. Miedo que, según Ulrich Hommes, no tarda mucho en convertirse en violencia. Violencia que genera más miedo y que no puede ser aplacada más que con amor: «Lo que sirve contra el miedo cuando nada más sirve es el amor. El amor que me brindan y el amor que yo mismo doy».
Se realizó recientemente un experimento que dejó boquiabiertos a los que lo realizaron: «Cuando a unas cabras ubicadas cerca de su madre fueron sometidas a un cierto voltaje de corriente eléctrica, se mantuvieron en pie y pudieron soportarlo. Esta misma carga eléctrica les fue aplicada después, cuando estuvieron solas, y entonces ya no pudieron sostenerse, pues o se desvanecían o se volvían locas».
¡Significativo descubrimiento! Cuando las cabras estaban acompañadas, eran fuertes, y sólo caían cuando estaban aisladas y se sentían desamparadas.
«No es bueno que el hombre esté solo». Fue Dios mismo quien lo dijo, es decir, quien creó al ser humano y lo conoce de pe a pa. Ahora bien, si es Él el que lo dice, por algo será. Me discutía hace poco un amigo:
–¡Sólo tú puedes tragarte esos relatos inocentes que cuenta la Biblia!
-¿Y por qué inocentes? –pregunté.
-Porque son ingenuos. Por lo menos todos sabemos hoy que el mundo no nació como dice el libro del Génesis.
-¿Y por qué no? –volví a preguntar-. Que Dios haya creado en seis días, ¿no habla, en cierto sentido, de evolución? Según este libro del que te burlas, las cosas y los seres no surgieron todos al mismo tiempo, sino que hubo una gradualidad –una evolución creadora, como la llamaría Bergson- que no es extraña a los modernos descubrimientos de la ciencia: primero fueron la tierra y el cielo, luego las plantas, más tarde los animales y, por último, el hombre…
-Sin embargo –replicó mi amigo-, el libro del Génesis habla de días.
-Días que no tienen por qué ser nuestros días de veinticuatro horas. Acuérdate del salmo que dice que, para Dios, mil años son como un día…
No sé si convencí a mi amigo; pero, además, tampoco me preocupaba convencerlo. Yo sólo quería decirle que no hay que desechar a la ligera esta advertencia divina: «No es bueno que el hombre esté solo». Y que me alegra saber que la ciencia, poco a poco, en la medida de sus fuerzas, va descubriendo esta verdad vieja como el hombre mismo.
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