#4 Tiempos
La nostalgia y el amor | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Un amigo mío me enseñaba hace poco una estadística según la cual, en Estados Unidos, la mitad de los matrimonios que se celebran cada año terminan en divorcio.
-Pues no vayamos tan lejos –le respondí sin espantarme-. Aquí mismo, en San Luis Potosí, los números no difieren gran cosa. Ahora bien, ¿quieres saber por qué es esto así?
Mi amigo se me quedó mirando como en espera de que continuara.
-Mi teoría es muy sencilla –proseguí-, tan sencilla que podría desilusionarte, y se basa en la presunción de que los novios se ven demasiado hoy en día.
-¿Y eso qué tiene de malo? –mi amigo, por supuesto, me tiraba a loco, o por lo menos estaba a punto de hacerlo-. ¿Es que no es bueno que los novios se vean? ¡Yo, cuando era joven, no tuve la oportunidad de ver mucho a mi novia!
En esto las nuevas generaciones han sido mucho más afortunadas que la nuestra…
-Sí, es bueno que se vean, pero no tanto. Observa con detenimiento a una parejita de preparatoria. ¿Qué es lo que hacen ella y él? Estar juntos todo el día.
Apenas salen de la escuela, y ya van por la calle del brazo diciéndose cuánto se quieren; por lo demás, esto ya se lo habían dicho unas diez veces en el día durante las clases a través de sus teléfonos celulares, ora llamándose el uno al otro, ora enviándose breves y calurosos mensajes.
Muy bien –continué-, ya están fuera de esa prisión que, dicen, es su escuela. Ahora caminan durante una hora, más o menos, hasta que llegan -¡por fin!- a la casa de ella. La distancia, a paso regular, bien pudiera recorrerse en la mitad de tiempo, y hasta en menos, pero como se detuvieron cada veinte pasos para darse un beso, ya sabrás. Una vez llegados a su destino, él la invita a sentarse unos minutos en la banqueta, y allí se quedan hasta la hora en que empieza a dar sus primeras rondas el velador de la cuadra, hora en que finalmente -¡vaya, ya era tiempo!- se separan (suponiendo, claro está, que se separen). Pero no ahí no acaba aún la jornada, no, señor. Porque llegando a su casa él tomará nuevamente su teléfono y se pondrá a chatear con ella hasta que el sueño los venza y se vayan a dormir para recomenzar al día siguiente el ritual completo.
¿Qué se dicen estos jóvenes durante todo ese tiempo que están juntos?
¡Misterio! Nadie lo sabe, salvo ellos, pero no lo dicen. ¡No se dan vacaciones ni siquiera los domingos! Y, así, cuando llegan al matrimonio, están más que aburridos el uno del otro. ¡Se han visto tanto, se han tocado tanto que ninguna de sus caricias o de sus palabras les resultan ya novedosas! Nada nuevo hay que descubrir ni nada original que declarar. ¿Y cómo quieres tú que las uniones sean durables en semejantes circunstancias?
En amor no hay que decirse todo de una vez; aquí es necesario dosificarse.
Sören Kierkegaard (1813-1855) comparó a los que se aman con esos predicadores que deben administrar su sermón a la hora del servicio religioso; he aquí lo que dijo el filósofo danés en ese bellísimo libro que es su Estética del matrimonio: «No disponemos sino de un cierto número de textos: si nos empeñamos en predicarlos todos el primer domingo, no sólo no queda nada para el resto del año, sino ni siquiera para el primer domingo del mes siguiente. Se debe, mientras sea posible, guardar el uno para el otro un cierto misterio; y en la medida en que ambos se revelan poco a poco, han de utilizar cuanto sea posible las circunstancias fortuitas, de modo que la revelación sea relativa, susceptible de varias interpretaciones. Hemos de guardarnos de toda saciedad y de todo empalago».
En el amor hay también rituales, progresiones y pasos; como dice el zorro al Principito, «hace falta ser muy pacientes. Te sentarás primero un poco lejos de mí, de esta manera, en la hierba. Yo te miraré por el rabillo del ojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca». Sí, es necesario no apresurarse demasiado, o, como sigue diciendo Kierkegaard, «no considerar a la amada como definitivamente conquistada, sino como quien debe ser conquistada sin cesar».
Digámoslo de otra manera: el amor necesita silencio y ausencia, pues es en este espacio vacío, por llamarlo así, cuando de verdad se anhela al otro. La nostalgia, mi querido amigo, es cosa esencial para el amor.
He aquí una regla que yo considero fundamental: ni tan ausentes que abandonemos, ni tan presentes que atosiguemos. Y, por si no lo sabes, hay también una estadística que dice que, cuando el marido se jubila, una gran cantidad de parejas empiezan a tambalear. ¿La razón? Es muy sencilla: la esposa se cansa de ver a su marido todo el día allí, sentado en su sillón, leyendo el periódico y entrometiéndose en todo. «¿Qué haces, querida?», le pregunta, y ésta, que ya se había acostumbrado a disponer de una o dos horas para estar consigo misma, se siente al borde del colapso. Si quisieran salvar la situación, tales maridos harían bien en irse a vender pepitas a la Alameda para que su mujer no los vea todo el tiempo con las piernas estiradas. ¡Que se ausenten, que se ausenten, aunque sea poco, aunque sea unos mil metros durante unas cuantas horas!
Ausencia y presencia: he aquí dos cosas sumamente necesarias para el amor. Quizá hoy sobre presencia y falte ausencia; sobren caricias y falte nostalgia; sobren palabras y falte silencio. Nunca como hoy los novios se habían besado tanto y nunca, tampoco, se habían sentido tan inseguros respecto al futuro de su relación…
Mi amigo se me quedó mirando. Y entonces sonó un teléfono celular –no recuerdo si el suyo y el mío- y nos prometimos seguir platicando sobre este mismo asunto tan pronto como la vida nos volviera a juntar.
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#4 Tiempos
Un lento adiós | Columna de Carlos López Medrano
MEJOR DORMIR
No todas las historias acaban con un portazo. La mayoría de ellas más bien pasan por un largo proceso de demolición. Sin el protocolo de un vete al carajo, muñeca, no quiero volver a verte. Los reproches, las lágrimas y los aspavientos son apenas entreactos. La separación tiene un avance gradual. Sutilezas en dosis miniatura que a veces ni siquiera las partes involucradas perciben.
Un día dejas de mandar ese mensaje de cómo estás. Ya casi es medianoche y no quieres ser imprudente. Qué más da, un descuido como otros. Dices que la saludarás mañana (cosa que olvidas hacer). Una semana después se te pasa preguntarle cómo le fue a su perro en el veterinario, consulta de la que te había comentado en un mensaje escueto como para no perder la costumbre de decir lo que sea.
En el último año los encuentros se han vuelto más y más espaciados. Recuerdas que ha transcurrido un mes desde la última ocasión en que salieron a comer juntos, y piensas en llamarla, pero esta tarde estás ocupado. Y también la siguiente. Y la otra. Además, ella no te ha llamado a ti. El orgullo hace que te tragues las ganas.
Cuánto tiempo sin vernos, se dicen al fin cuando coinciden por casualidad, antes de percatarse de que el hil o que los unía es más delgado de lo que solía ser y que no tardará en romperse . Lo peor es que se desvanecerá sin doler ni hacer ruido (esos síntomas de lo que aún tiene porvenir). Por el contrario se irá sin más. Tan solo llegará un lamento propio de la vejez: notar que cada vez hay menos gente a tu lado. Ana María Matute decía que la vida es ir perdiendo cosas.
De alguna manera, la despedida comienza desde el momento mismo en que conoces a alguien. El ilusorio proceso ascendente eventualmente desemboca en la caída. Pese a que tarde en llegar, llega; ya sea debido a un desgaste social o uno biológico. Incluso las parejas sólidas alcanzan la vejez y con ello la terminación natural de una de las partes. Fue bonito mientras duró.
Las despedidas silenciosas también se dan de manera deliberada, cuando el otro ya no te hace clic. Al notar que se ha pasado de listo, aunque sin la perspicacia suficiente para darse cuenta de que a base de infamia ha agotado el crédito para estar contigo. Has tomado nota de las afrentas y en consecuencias te abstienes de alimentar ese vínculo sin decir nada. Simplemente cesar de ofrecer lo mucho o poco que tienes dentro. Ni siquiera voy a decirte que me voy. Hay un tipo de alejamiento para el que no es necesario moverse.
Una noche, cuando no puedes dormir, recuerdas a personas que alguna vez fueron tuyas. Te preguntas qué ha sido de ellas. Cómo es que ese hasta luego o ese nos vemos pronto quedó en una desconexión definitiva.
Ayer nos encontrábamos allí, tomando una copa, conversando sobre el clima. Y si bien ya no era como en los viejos tiempos, parecía que podríamos mantenernos cerca. Quizá todavía lo estemos, tengo que comprobarlo. Pero tomas el teléfono y descubres que de nuevo ya pasan de las once. O ves que en su foto de perfil sale con alguien más. De modo que cierras los ojos e intentas dormir. Lo dejas pasar.
Sin dimensionarlo, ese acto forma parte de los lentos procedimientos de adiós que tienes abiertos con otras tantas personas.
Contacto:
Correo electrónico: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
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#4 Tiempos
Charla de La Ciencia en el Bar sobre la Vaquita Marina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Un cetáceo endémico de México conocido como vaquita marina que habita en la parte alta del golfo de California, el Mar de Cortés, se encuentra en peligro de extinción al disminuir considerablemente su número en las últimas décadas, entre otros factores, por las malas prácticas de pesca en esa región marítima de la Península de Baja California. La vaquita marina es el cetáceo más pequeño del mundo son poco sociables por lo que generalmente se encuentran solas; observarlas es muy difícil pues tienden a alejarse de los barcos y suelen estar ausentes en las superficies.
Sobre este espécimen nos estará platicando la maestra en ciencias Mariana Dorantes Gilardi en la próxima sesión de La Ciencia en el Bar, ahora en su modalidad de itinerante. La sesión se llevará a cabo este miércoles 31 de mayo e punto de las ocho de la noche en Cervecería San Luis, que se encuentra ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326. La charla se titula: La vaquita marina ¿en peligro de extinción?
Las medidas para la conservación de especies y de medio ambiente, como los decretos de reservas ecológicas, suelen verse limitadas si no son acompañadas por infraestructura y apoyo económico, como ha sucedido con la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo de California, establecida desde 1993 con el objetivo de “Conservar y proteger los ecosistemas representativos de la región, la biodiversidad, los procesos evolutivos, los hábitats de reproducción, desove, migración y alimentación de especies marinas de importancia ecológica y comercial y, sobre todo, las especies endémicas y/o en peligro de extinción como la vaquita y la totoaba”.
Los esfuerzos de la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo de California se han visto obstaculizados debido al insuficiente presupuesto federal destinado; la limitada disponibilidad de servidores públicos como inspectores, personal técnico, personal operativo; artes de pesca propias de la región; vedas y decisiones externas que impactan en el manejo de los recursos naturales.
Desde un enfoque científico poco se sabe sobre la vaquita marina, por lo que se requiere realizar estudios para conocer a plenitud aspectos como su edad de maduración sexual, longevidad, ciclo de reproducción sexual, entre otros. La información que se dispone, son estimaciones realizadas con especies similares o en estudios sobre ejemplares atrapados en redes.
¿Cómo se encuentra el estudio sobre la vaquita marina? Lo podremos entender con la información que nos proporcione Mariana Dorantes durante la charla de La Ciencia en el Bar. Mariana Dorantes estudió la licenciatura en Biofísica en la UASLP y realizó su maestría en ciencias del mar y de la tierra en el Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE), donde existen las áreas de estudio sobre ecología y biotecnología marina. Actualmente realiza su doctorado en Ciencias Interdisciplinarias en el Laboratorio de Biofísica Molecular de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Los esperamos este miércoles 31 de mayo a la ocho de la noche en lo que será la quinta charla del trigésimo quinto ciclo de La Ciencia en el Bar, con el tema la vaquita marina ¿en peligro de extinción?, a efectuarse en Cervecería San Luis, Calzada de Guadalupe 326.
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#4 Tiempos
Final deslucida | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Tigres y Chivas empatan en un aburrido encuentro: un 0 a 0 que no deja tranquilo a ninguno, pero que llena de ilusión a los de Guadalajara por levantar la 13.
Sin embargo, cuidado. Tigres ha sido un equipo de un gol; en cada una de las fases superadas (tomando también el repechaje) Tigres solo ha necesitado superar por un gol a sus rivales, justo la cantidad de goles que necesita el domingo para ser campeón.
Por su parte Chivas, jugó bien, un encuentro en donde necesitaban no perder, pensando en rematar brillantemente en su estadio, hasta el momento parece que la jugada le va a salir a los de Guadalajara, un solo gol es suficiente, pero los seguidores del rebaño quieren ser contundentes.
Es de preocuparse el nivel de ambas ofensivas: tanto los del norte como los de occidente, defraudaron no solo en este encuentro, sino en la liguilla con sus delanteros, del lado de Chivas los goles han caído de zonas diferentes a la ofensiva; por su parte los Tigres, salvando a Córdova, el resto de sus delanteros no han marcado gran diferencia. Emblemático resulta el caso de Ibáñez, un jugador que la rompió en San Luis y Pachuca, y hoy está completamente perdido en la ofensiva felina; parece como si la camiseta de los Tigres le pesara, como si Nico no pudiera jugar su futbol.
Habrá que esperar, este empate a 0 deja poco sabor en la ida, deseando que la alegría venga en la vuelta, un estadio que estará a reventar por la nación Chiva, un estadio que los de occidente desean se convierta en un carnaval. Pero atentos, Tigres y su deslucido futbol, puede ser el fenómeno del golecito: así, con tan solo una mínima anotación, podría arruinar lo que en papel parece la fiesta de la nación rojiblanca. Cuidado Chivas, y que la final final, sí sea emocionante.
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