marzo 18, 2024

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#4 Tiempos

La generación impotente | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas.

Desde hace mucho quería escribir este artículo; prácticamente, desde que leí una triste novela de Dan Frank titulada La separación [existen dos versiones castellanas: México, Joaquín Mortiz, 1997; Barcelona, Circe, 1999].

La historia contada allí no podía ser más sencilla, ni tampoco más trágica: un día, una joven mujer, madre de dos hijos, confiesa a su esposo estar perdidamente enamorada de otro hombre. Se lo dice así, tranquilamente, como quien confiesa a su dentista haber sentido ayer por la noche un fuerte dolor de muelas. «¿Es que estás loca?» –le pregunta él. Y ella: «Tienes razón. Estoy loca.
Estoy locamente enamorada de ese hombre».

Por la madrugada, él y ella lloran: «Ella llora la ausencia del otro, mientras que él llora la ausencia de ella». El marido siente que el mundo vuela en pedazos, que la tierra se hunde, que pierde pie. Tal vez si volvieran a hacer el amor podría reconquistarla, piensa él. Pero ella ya no quiere hacer el amor: no le quiere ser infiel al otro.

Para consolarlo, la esposa le jura que, hasta el momento, aún no ha pasado nada entre ella y el otro, y que, por lo tanto, no debe deprimirse y menos aún espantarse; además, se hallaba sólo enamorada: ¿para qué hacer un drama de algo tan banal, tan insignificante? «No estés triste. Todavía estoy aquí». ¡Como si este todavía pudiera servir de algo!

«¿Debo separarme?», se pregunta él. ¡Así que está enamorada de otro! Pero el enamoramiento pasa pronto; la pasión se extingue como el fuego de un cerillo. Pasará, sí, ¿pero cuándo? Más que en ella, piensa en los niños; mejor aún, piensa en los niños y en ella. ¿Qué va a ser de los críos?

Él comienza entonces a consumir ansiolíticos, a beber más de lo debido y a abrigar pensamientos suicidas; ella, entre tanto, se observa a sí misma en el espejo con una frecuencia inusual; se arregla como no se arregló antes, sale de casa y no regresa hasta bien entrada la noche, si no es que hasta el amanecer. ¿Cómo vivir así, cómo soportar este infierno?

No hay más remedio que la separación. Pero, antes, el esposo decide jugarse la última carta: buscar a sus amigos comunes y pedirles que aboguen por él, por los niños. Les suplica que hablen con ella, que la hagan recapacitar. Mas pronto tuvo que rendirse a la evidencia: estos seres nada podían porque en el fondo justificaban el comportamiento de ella. «Los amigos entienden, pero no pertenecen a una generación que considere sagrada la familia. Cada quien es libre de marcharse o quedarse. La familia es un ensamble que bien pudiera ser temporal… Para ellos, engañar o ser engañados no quiere decir nada. Esas palabras carecen de sentido. No las entienden. El hecho de acostarse con alguien, dicen ellos, no implica engañar al otro».

El esposo esperaba de aquellos amigos un poco de horror, una pizca de indignación, pero no obtiene de ellos más que este simple consejo: «Procura tomar tu Lexomil, pero sin exagerar la dosis. Póntelo debajo de la lengua. Toma dos por las noches. Nunca lo tomes al despertar. Tómate el último con un whisky sin hielo». Esto todo lo que pueden hacer por él: recomendarle un medicamento e indicarle la manera de tomarlo. Ellos no quieren juzgar, se niegan a aconsejar. ¡Eso excedería, piensan, los límites de la amistad! Un amigo no debe entrometerse, ni fisgonear, ni, por supuesto, impartir lecciones de moral. ¡No, ellos no pueden hacer eso!

¿Cómo no reconocer que pertenecemos a una generación impotente? Impotente porque ha perdido la brújula, la orientación. Pues si no hay moral y todo es de acuerdo al color con que se mira; si no hay normas que indiquen acerca de lo bueno y de lo malo, entonces ¿qué podemos hacer más que lanzarnos sobre los ansiolíticos y mantenernos a base de antidepresivos?

Lo mismo que a este esposo desesperado le pasó a aquel joven que fue un día a consultar al filósofo Jean Paul Sartre (1905-1980). La situación en que se encontraba era ésta: su padre había huido de casa, y su único hermano acababa de morir en la ofensiva alemana, durante la segunda guerra mundial; ¿qué debía hacer: quedarse con su madre haciéndole compañía o partir a vengar a su hermano uniéndose a las fuerzas francesas libres? El filósofo lo escucha, pero como él no cree en la existencia de unos valores objetivos y eternos, lo aconseja del siguiente modo: «¿Quién puede elegir por usted? Nadie. Usted es libre, elija, invente. Ninguna moral puede indicarle lo que debe hacer: no hay signos en el mundo». Y deja ir al muchacho tal y como había venido, es decir, desorientado.

Pero, ¿es que nadie podía decirle a este pobre muchacho lo que era bueno, lo que prudente, lo que era mejor? Y, por lo demás, ¿no lo había dejado demasiado solo el señor Sartre con el pretexto de que el joven no sólo era libre, sino libre soberanamente? ¡Qué fácil! Usted es libre, así que váyase y déjeme en paz. Elija lo que quiera, que si lo que elige es consecuencia de una sopesada decisión personal, el suyo será siempre un acto de buena fe, etcétera.

¡A veces me da la impresión de que predicamos una libertad así –ilimitada, soberana- para no tener que cargar con el peso del otro! Pero, bueno, se trata solamente de una sospecha.

Reconozcámoslo: si no existe eso que llamamos ética; si no hay en el cielo esos signos de que hablaba Sartre en El existencialismo es un humanismo; si no existen valores objetivos y universales que obliguen a todos, entonces estamos solos, perdidos como barcos en la noche.

Al mismo tiempo que los discursos acerca de las libertades se multiplican por todas partes, las farmacias se llenan de píldoras para los nervios. ¿Serán éstos los únicos remedios que nos quedan para curar nuestra impotencia y nuestra soledad: esa agorafobia que se ha apoderado de nosotros una vez que hemos dejado a nuestras espaldas esa casa ordenada y espaciosa que es la ética? ¿Será que como nada podemos pedir ya al otro –a los otros, pues éstos son libres y soberanos- lo único que nos queda es la pastilla para soportar tanto dolor? Tal vez sí.

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#4 Tiempos

Las campañas y cómo te va mi amor | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

Culto Público, hijos de mis “que sorpresas da la vida encontrarte en plena calle” estamos a una semana del Viernes de Dolores, a tiempo para recordar que no es buena idea ser acusado por Neptuno de comerse a una bellísima sirena en desayuno.

Es viernes también de registros a las presidencias municipales y es viernes de apuntes de su servidor.

Hablando del “fue el encuentro tan pequeño que no pude sincerarme” les platico anécdota breve ocurrida el martes pasado.

Es el hotel Fiesta Americana, un candidato a diputado federal desayunó con el secretario general de gobierno Guadalupe Torres Sánchez (seguro que platicaron del clima y de sus intenciones cuaresmales).

A la salida piden el elevador, “Tiiiiin” se abren las puertas del aparato subeybaja, ¡sopresa! adentro como pasajeros están el alcalde capitalino Enrique Galindo con Rita Ozalia Rodríguez, candidata de Morena al senado y en los hechos presidenta del partido guinda en San Luis. Afuera los personajes ya mencionados.

Segundo incómodo.

¿Qué parte de la instrucción “desde muy arriba” (por no decir presidencial) no se entendió que en SLP se formaría la Alianza con el Partido Verde y del Trabajo?

Tras el segundo incómodo vino el saludo cordial, caray, los cuatro son políticos y hasta abrazo se dieron. Es hora de la diplomacia aunque las muecas y la comunicación no verbal, a veces traiciona.

Fue para los cuatro, como dice la canción, una chispa en mi equilibrio y dinamita que estalló.

Pero relájense todos, esto es política electoral y como tal, se va transformando de acuerdo a cálculos, unos que se tienen que hacer muy rápido respecto a lo que hagan los demás y otros más de tiros largos de piedra que se verán a largo plazo…

Con esto último me refiero a que la elección 2024 se llama 2027 en el postpretérito. En lo inmediato el juego del tablero se llama “¿Tu con quién estás?

Con esto me refiero por supuesto a que todos están jugando lo mejor que pueden sus piezas respecto a sus cálculos.

Mi amigo Enrique Galindo, por ejemplo, hace bien en buscar que una de las circunstancias por las que pudo ganar la alcaldía en 2021 se repita a su favor, y esto no es otra cosa que buscar que el agravio y el enojo de los simpatizantes y más férreos militantes de Morena, por no haber podido siglar en la capital un candidato guinda, se conviertan en una ventaja y nicho de mercado electoral para él.

En otras palabras: Buscar que los morenistas enojados porque la candidata a la capital es Sonia, tengan una opción de revancha y voten todo por Morena, excepto en la capital, donde podrían ayudar a Enrique.

Le pasó a Xavier Nava en su momento. Le pasó a Mónica Liliana Rangel. La lección es clara: a los de Morena no les gustan los “Outsiders”.

Rita, por su parte, confía en el voto cautivo de Morena, con los que siempre arrancan y que no pertenecen a nadie excepto al presidente de la república, su aprobación y esa fe casi dogmática de sus seguidores que en SLP representan entre un 30 y 32 por ciento de las preferencias del electorado.

Así arrancan siempre pero aún con esos buenos números, en San Luis, excepto el presidente, no han ganado los morenos gran cosa más allá de diputaciones federales pluris y las locales que les correspondieron. (¿Si es así, u “otra vez me equivoqué”?)

Pero los números cambian, se alteran y el tiempo no es su aliado, parece que las campañas no maduran su querer.

Por ejemplo, de las encuestas al 29 de febrero que vienen desde gobernación federal y que son celosamente compartidas entre ciertos círculos muy pequeños, la fórmula de Morena al senado, es decir Rita, bajó en una semana tres puntos, mismos que subió la fórmula del Verde.

La alianza prianista de los Xochilovers, se mantuvo con los mismos números.

¿Qué está pasando?

No se si lo han notado, pero el compañero de fórmula de Rita Ozalia Rodríguez, el ex titular de Sedesore en el estado y pieza clave del grupo verde, Ignacio Segura, en los hechos no está en la contienda.

Si Rita no está apoyando al verde en la capital, como lo parece con el encuentro del elevador y las sorpresas de la vida, (en política lo que parece es…dicen) el verde tampoco está haciendo gran cosa para ayudar a la que en lo estrictamente oficial, es su aliada.

El cálculo entonces es más notorio que un elefante escondido detrás de un trébol:

Se apuesta a que la fórmula de la señora Ruth González Silva y Gilberto Hernández Villafuerte, alcancen el primer lugar al senado, dejando la primera minoría, si a caso y no se desfondan, a Rita Ozalia, dejando fuera a Ignacio Segura, que aparentemente asume el “sacrificio” pero seguramente será compensado quizás hasta con un puesto en el gabinete federal en caso de que gane Claudia Sheinmbaum (que hoy parece muy, muy probable).

En la capital el cálculo de corto plazo también está mas “cantado” que el himno nacional.

El cuarto, el octavo, y sexto distrito local, serán cruciales y serán en los que concentrarán ambas fuerzas para lograr el triunfo en la presidencia municipal.

Movimiento Ciudadano por su parte, y si es que tiene integridad su candidato (que sé que la tiene) no se prestará a “flanquear” a Galindo, al golpeteo, a la guerra sucia y a convertirse en el palo con picos de la campaña para hacer ganar a los que se supone eran sus enemigos mortales: el Gallardismo.

La “Paradoja de Sebastián” será título de una próxima entrega.

En el tablero de la capital hay un caso de excepción que tenemos que tomar en cuenta y es el del V distrito federal.

¿Por qué toma más relevancia hoy un distrito históricamente ganado por el PAN? La respuesta es muy sencilla: La competencia real del distrito no son Daniel Guillén y David Azuara. Hay mucho más en juego detrás de ellos. Se está jugando el futuro.

Aunque no lo parezca a simple vista, están jugando ahí Ricardo Gallardo, el gobernador, contra un personaje salido de la nada, que apoya al PAN a través de su candidato, David Azuara, y al mismo tiempo representa a Morena a través de su cercanía con uno de los hijos del presidente, se llama Gerardo Sánchez Zumaya.

Para muestra, un hogar de botón: en estos días entrevisté a David Azuara y cuando le pregunté por su opinión respecto a Morena me respondió que es “una catástrofe”, cuando le pregunté por Gerardo Sánchez contestó: “Mi amigo”. Están publicados los videos y es un secreto a voces el “eje” David-Gerardo-Andy.

Qué escándalo y era en silencio la pregunta entre tu y yo: ¿Entonces Morena o uno de los hijos del presidente indirectamente está apoyando a un candidato del PAN? Sí.

¿Entonces Xavier Azuara se va a la banca tres años?

No necesariamente, quizás pronto lo veamos en una cartera del CEN nacional del PAN, desde donde querrá construir, si gana, una plataforma para la presidencia municipal de su hermano (igual hasta por Morena) y por qué no, atizar el ego del de Tanquián y beneficiario de millonarios contratos con CFE, hasta hacerle creer que puede competir por la gubernatura en tres años.

La batalla del V distrito federal pues, y todo lo que implica sobre los distritos locales y la presidencia municipal, podría resumir una cosa: la batalla del 2027.

Uff, se me acaba el espacio Culto Público, pero no crean que será asunto olvidado, hijos de mi “a ver cómo te va mi amor”.

A partir del 20 de abril. Viene lo mejor.

Bemoles:

Me platicaron que el rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Alejandro Zermeño Guerra, es un buen ajedrecista, por lo tanto estoy seguro sabrá ver cuando en el tablero y ya cerca del primero de abril, le quieran alinear una torre y un alfil.

Hasta la próxima

Jorge Saldaña

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#4 Tiempos

Se acaba el torneo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Sí, aún quedan 7 fechas y matemáticamente existen posibilidades para que San Luis se pueda meter al play in, sin embargo, poco se ve con esperanza de obtener puntos.

De los 7 partidos que restan, dos son los que tal vez puedan dar algo para la cosecha.

Juárez y Atlas, son los dos que parecen (de cierto modo) posibles, el último lugar de la tabla solo ha podido obtener 3 empates, no conoce la victoria y juega para sobrevivir, los de la frontera están verdaderamente perdidos desde hace tiempo. Del otro lado, los rojinegros viven un presente muy parecido al cuadro potosino, un equipo con altibajos que por momentos no juega mal, pero cuyos resultados lo tienen sumido en una realidad mediocre.

Fuera de esos dos, el calendario es poco más que complicado para San Luis. El suplicio comienza el domingo, recibir a Pachuca que piensa en grande, es complejo, los de Hidalgo vienen de perder de locales en la liga, pero también de golear a media semana en Concacaf, un cuadro bien dirigido con nombres importantes como Rondón que ya es figura no solo de su equipo,

sino de la misma liga. El partido del domingo parece una derrota cantada para los de casa, Pachuca está obligado a ganar.

Después de ese rival, la cosa no mejora, pues la siguiente semana se tendrá que visitar al campeón, un América que posiblemente enfrente a San Luis con bancas, pero que aún así, le pondrá las cosas difíciles. Parece que tendremos 0 de los próximos 6 puntos.

Esto es futbol, todo puede pasar, pero hay que ser congruentes y entender que poco se puede rescatar de este torneo, el campeonato prácticamente ya acabó para San Luis, cualquier cosa que pueda pasar, es ganancia ante este triste panorama.

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#4 Tiempos

Así que… Los Óscares… | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

Siendo la persona que decidió que lo que estaba genial como decisión de vida era gastar el poco tiempo que tengo sobre esta tierra escribiendo acerca de películas y cosas relacionadas con el cine, se siente la presión en esta época del año (léase, la semana después de los premios Óscar) de hablar acerca de este supuesto magno evento, y lo que se vivió, lo que se sintió, la emoción de ver a gente que crees conocer porque las has visto por años en pantallas, entregándole estatuas a otras personas a quienes también crees conocer por haberlas visto por todavía más años en pantallas, y esas cosas.

Es mera presión interna, por cierto. En ningún momento alguna persona de la vida real se ha acercado a mí, tanto en esta realidad como en el mundo digital, para preguntarme algo como “¿qué tal esos Óscares, eh?” o, ya de plano, un “¿Vieron los Óscares?”. Nadie. Es como si, en general, a menos que sean entes muy clavados con la relevancia de que los viejitos blancos celebren a sus hombres blancos favoritos (entremezcladas con unas tres o cuatro personas de menos blanquitud aparente, para que no se vea tan obvia la preferencia, y un par de mujeres para decir que si son inclusivos) en posts de Twitter, el evento entero pasó sin relevancia alguna.

Este año, por primera vez, sentí a los Óscares como un “Huh. ¿Ya fueron los Óscares? Muy bien, sigamos con nuestra vida”, a nivel general.

Mi medidor de relevancia social suele ser el grupo de WhatsApp de mi familia. El año pasado, durante la ceremonia de premiación, nos llenamos de fotos, comentarios, “ojalá que gane esta película” y una larga lista de etcéteras en forma de live tweets dentro de la aplicación de mensajes. Sobre todo, se llenó la memoria interna de muchos de nuestros teléfonos cuando fue el momento de sacar las hot takes acerca de todo el asunto de la cachetada de Will Smith. Todos se sentían con la necesidad de opinar al respecto, de preguntarse entre ellos “¿habrá sido planeado para conseguir rating?”, “¿fue algo real?”, “¿cómo se le ocurre?” y toda la gama completa de hot takes que se generaron alrededor del evento durante la mayor parte del 2023. Era un caos, había emoción, se recomendaban películas. Vaya, se sintió como un evento.

Este año el grupo quedó en completo silencio la mayor parte del domingo. Como es costumbre, todos se mandaron sus saludos de buenos días, sus imágenes de “Dios te desea un buen fin de semana”, y gifs de perritos peludos con cara de recién despertados. Lo normal. Pero, a partir de las dos de la tarde, puro silencio. No fue sino hasta las once que regresamos al clásico programa de replicar el evento matutino, pero ahora deseando las buenas noches. O sea, un día normal de toda la vida. Literalmente hubo más vida en ese grupo durante el Super Bowl, en donde algunos preguntaban quién era Taylor Swift y qué importaba que estuviera en el estadio, que durante la premiación de los Óscares.

De hecho, a lo largo de las redes sociales que frecuento, los únicos comentarios se limitaban a hablar de lo bonito que se veía el perro Messi aplaudiendo (alto honor al perrito Messi aplaudiendo) o referencias a John Cena encuerado. De vez en cuando se hablaba del momento en el que Schwarzenegger y DeVito se acordaron de haber estado en las películas de Batman.

Pero el momento que más representa la falta de importancia cultural que tienen los Óscares en 2024 es el clip de Al Pacino anunciando al ganador de mejor película. Él simplemente llega al escenario, dice aquí tengo al ganador y, después de un tremendo CHSM, la abre y dice el título de la película sin más. Nada de decir quiénes eran los otros nominados o dar algo de chance de crear misterio o anticipación. “Ya llegué, aquí está el sobre, aquí está el ganador – créditos”. Creo que aquello resume perfectamente el valemadrismo social que sentimos la mayoría ante este magno evento de premiaciones.

Tampoco ayudó que la mayoría de las películas nominadas apenas y llegaron a salas de México una o dos semanas antes del evento (si es que acaso se estrenaron fuera de CDMX, porque, ya sabemos, que provincia no le importa ni a las distribuidoras de cine). O que una de las películas de las que más se hablaba era, justamente, una que la mayoría de las mamás panistas evitaron activamente porque había mucha muchacha encuerada ahí (Poor Things). Entonces, ¿quién si no los más crónicamente online que sí le saben a los torrents y cómo bajar películas piratas se iban a interesar en un evento como este?

Y, por cierto, el evento en sí se sintió como la apuesta más básica de “solo venimos a pasárnosla bien” que se ha visto en años. Todo se sintió tan seguro, tan “el mundo real está afuera y no nos va a afectar” que parecía una peda de alumnos de preparatoria antes de la semana de exámenes finales. Con un poquito menos de vómito, claro, pero igual de inmemorable y vacía.

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