noviembre 16, 2025

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#4 Tiempos

Final Destination: cuando el concepto es mejor que la película | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

Hay películas que uno ve por pura curiosidad, otras porque están en el canon del cine, y luego están las que ves solo porque va a salir una secuela y quieres tener contexto para entender las posibles referencias que desate el internet si es que se vuelve un producto exitoso. Final Destination cae en esta última categoría.

*inserte GIF de la escena del camión de troncos de la secuela *

Vi Final Destination por primera vez esta semana. Nunca la había visto, ni de casualidad en la tele, ni en maratones de miedo de octubre, ni siquiera de fondo en casa de alguien. Cero. Lo curioso es que he visto memes, referencias, clips, gifs, listas de muertes más absurdas del cine… básicamente todo lo que la cultura de internet ha hecho con esta franquicia, sin haber visto la película original. Así que, aprovechando que está por estrenarse la sexta entrega (porque, por alguna razón, el mundo pareció exclamar que tiene una necesidad por retacarse mentalmente de más muertes innecesariamente complejas en formato cinematográfico), decidí ponerme al día.

Mira, esta película depende completamente de qué tan bien logren desarrollar su premisa de alto concepto. Y, seamos honestos, no es que se hayan matado haciéndolo. No tiene historia, no tiene un estudio de personajes, y ni siquiera intenta ser algo más que una anécdota estirada al límite. Una anécdota que, por cierto, en algún momento alguien debió haber contado en una junta de productores tipo: “¿Y si la muerte fuera como un asesino invisible, pero con mala leche y gusto por las trampas complicadas?” Y, nada, que le producción empezó al día siguiente, antes siquiera de poder terminar el guión.

La premisa, en frío, suena potente. Un grupo de adolescentes está por abordar un avión rumbo a París cuando uno de ellos, Alex (Devon Sawa, con cara de ídolo pop de comienzos de los 2000), tiene una visión hiperrealista del avión explotando. Se desespera, arma un escándalo, lo bajan junto con un puñado de personas más… y sí, el avión realmente explota. Final feliz, ¿no? Se salvaron.

Pues no. Aquí es donde entra el “concepto fuerte”: la Muerte tiene un plan maestro que no acepta modificaciones, y ahora quiere cobrar lo que le deben. Y lo hace de forma metódica, uno por uno, con accidentes ridículamente orquestados que te hacen preguntarte si la Parca se graduó en ingeniería industrial con especialización en sadismo.

¿Por qué lo hace? ¿Qué pasa si la gente que la muerte quería matar no se muere?

Ni idea.

Solo pasa. Y ya.

Y sí, entiendo por qué causó sensación en su momento. También entiendo por qué mucha gente la recuerda con cariño. Pero tengo que ser sincero: es una película que está bien… solo bien. Funciona, entretiene, cumple lo que promete. Pero hasta ahí. Nada más. Es como cuando, en vez de comer algo bien, bajas al OXXO y te compras dos burritos de microondas. O sea, no está mal, te llena… pero como que no llena ninguna de las nulas expectativas que tenías.

Lo más curioso es que, en los primeros minutos, parece que vamos a ver otra cosa. Un dramón adolescente con todos los clichés escolares: el rebelde, la chica rara, el maestro duro, el bully… Toda esa introducción me hizo pensar que la historia iba a ir por un camino tipo Scream con avioncito. Algo con conflicto juvenil, dinámicas de grupo, tensión sexual no resuelta, ya sabes. Nada nuevo, pero al menos con estructura.

Y sinceramente, esa película habría sido más interesante que la que realmente nos dieron. Sí, habría sido genérica hasta decir basta, tipo Eurotrip o The Lizzie McGuire Movie, pero bueno, al menos hubiera tenido una historia, ¿no?

Pero no. Lo que tenemos es una idea central que se convierte en todo el andamiaje. Todo recae en la premisa. Si logran convencerte de que acabas de ver una película completa, aunque en realidad solo viste a un grupo de personajes marcados por un reloj que anuncia cuándo les toca morir, entonces misión cumplida. Pero eso no es exactamente un logro. Es más bien un truco bien ejecutado.

No me malinterpreten, la disfruté. Claramente me entretuvo. Pero esperaba algo más. Tal vez porque ya conocía el fenómeno que generó esta saga como meme, antes de haber visto un solo minuto de la original. De hecho, lo único que sabía de Final Destination eran las muertes absurdas y la paranoia colectiva que generó sobre los viajes de avión, subirse a montañas rusas o pararse frente a un camión con troncos.

Y sí, las muertes son entretenidas. Coreografiadas con precisión quirúrgica, como si la Muerte tuviera un pizarrón con diagramas y post-its que dicen “¡ahora con fuego!” o “necesitamos más vidrios rotos”. Pero más allá de eso, no hay mucho.

Los personajes… bueno, existen. Tienen nombre, pero podrían llamarse “El que se va a morir pronto”, “La que va a sobrevivir”, “El escéptico que cae primero” y nadie notaría la diferencia. Son arquetipos ambulantes. Las relaciones entre ellos son mínimas, sus decisiones son más instintivas que lógicas, y rara vez hay algo que parezca desarrollo emocional o crecimiento. Una vez que entendiste el patrón, solo estás esperando la próxima escena de muerte. Ya ni siquiera por el suspenso, sino por el diseño de producción.

Lo curioso es que, pese a todo esto, la película sí se ve bien. Técnicamente está bien hecha. Se ve como una película, suena como una película, y en general tiene ritmo. La dirección es competente, los efectos (en su mayoría) funcionan, y los actores hacen lo mejor que pueden con lo poco que les dieron.

Y hay que reconocer que, por sobre todas las cosas, alguien decidió otorgarle a Sean William Scott un papel cinematográfico que no fuera un mero Stiffler 2.0. No está lejísimos de ese arquetipo suyo, pero al menos este personaje tiene un dejo de personalidad propia, aunque sea tenue. De hecho, la mayoría del elenco principal es más o menos simpático. No entrañable, pero aguantable. O sea, no amas a nadie… pero tampoco estás deseando que ya se mueran para salvarte de su existencia.

Salvo la chica que es atropellada por el camión. JOOODER. Qué manera de ser insoportable. Me dio gusto que se la llevara el transporte público, y encima me hizo reír, así que doble mérito. Por eso, y muchas cosas más, esa escena se merece un *chef’s Kiss*.

El resto del cast… bien. Nadie da cringe, nadie se roba la película. Están ahí. Funcionan. Y, como era de esperarse, la mayoría se vuelve olvidable después de que les toca su respectiva cita con la guadaña. Ya para el final, si no tienes Wikipedia abierta, es difícil recordar cómo se llamaban. Con una excepción: Clear.

Pasé media película preguntándome si decían “Clear” o “Clair”. Y, sí, según los créditos se llama Clear. Clear Rivers. Así en plan juego de palabras chiquito. ¿Por qué? Ni idea. Pero ahí está y, de alguna forma, se convierte en un personaje central.

Entonces, ves la película, ves cómo se mueren. Ya te lo había prometido todo el material de marketing. Aquí se viene a ver a gente muriendo por el simple gusto de ser morboso. Pero entonces, queda la duda. ¿Literalmente se va a acabar con todos muriéndose? ¿CRÉDITOS?

No. Quisieron ponerle una conclusión.

Dios santo. Ese final. Una joya… pero de lo mal hecho que está. En menos de cuatro minutos casi arruina todo lo anterior. Literalmente parece una escena que escribieron y grabaron con urgencia porque alguien del estudio dijo: “Oye, no podemos terminar así, la gente va a salir bajoneada. Inventa algo con fuegos artificiales, o una explosión, o qué sé yo”.

Y lo hicieron. Vaya que lo hicieron. Se nota que fue una decisión tardía, una intervención de último minuto para cambiar el tono y asegurar mejores reacciones en las pruebas de audiencia. Pero se siente completamente fuera de lugar. Incoherente. Forzado. No cuadra con lo que venía pasando, ni con la lógica interna de los personajes. Es como si todos se hubieran olvidado de lo que vivieron en los últimos 80 minutos.

Y no es que antes la película fuera perfecta, pero venía manteniendo cierta coherencia dentro de su propio juego. Ese final, en cambio, parece arrancado de otra versión del guion. O de un mal episodio de Goosebumps.

¿Me entretuvo? Sí. ¿Me aportó algo? No realmente.

Pero ahora entiendo de dónde salió toda la fama de Final Destination. No por ser una gran película, sino por ser una gran idea de marketing. Un concepto tan sencillo y adaptable que puedes estirarlo en mil direcciones. Y al parecer, eso hicieron. La franquicia sobrevivió no por lo que es, sino por lo que puede ser: una excusa para inventar muertes creativas como si fueran sketches de terror.

Final Destination es, en esencia, una gran idea disfrazada de película promedio. No está mal. Está OK.

Y a veces, eso basta.

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#4 Tiempos

La semana y sus brincos | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

Brincar de la herida social causada por el asesinato de Jorge Dávila Ramírez el fin de semana pasado, al sigilo bobo en el manejo del madruguete para destituir (porque así fue) a Teresa Rivera como concejal de Villa de Pozos y la inmediata designación de Paty Aradillas y rematar con el salto a la noticia del pago del adeudo a la UASLP por parte de gobierno, es como jugar rayuela y ruleta rusa al mismo tiempo.

Entre salto y salto, también vivimos la aprobación de una iniciativa poco socializada y polémica sobre la regulación de la IA, que genera más preguntas e inquietudes que certezas.

Pero repasemos los brincos, en el primer caso, en el del homicidio de Jorge Dávila, hubo un giro inesperado que fue confirmado apenas hoy por la titular de la Fiscalía.

Se respaldó la versión que La Orquesta comunicó a su Culto Público desde el lunes pasado por la noche.

Jorge no iba caminando por una calle solitaria, silbando y soñando con su prometedor futuro cuando dos maleantes encapuchados le salieron al paso y le dijeron “las llaves o la vida” y le dispararon. No, definitivamente no fue así pero así nos lo dibujaron e hicieron creer las primeras versiones.

Jorge acudió al llamado de una solicitud de ayuda (uno ayuda a quien conoce y estima, lo que reafirma que era además un buen ciudadano y buen hombre).

Aquí el “blackout” o el vacío que han de llenar las investigaciones: No se sabe en qué momento se suben (y pongo énfasis que adelante explico) a su auto dos desconocidos.

Por la zona de los Filtros se detienen y le dan un disparo, su acompañante sale corriendo calle abajo y llega a la esquina de Río Papaloapan y Río Nazas.

Minutos después, como se observa en videos en poder de la Fiscalía, y de acuerdo a la declaración de la testigo clave interrogada el lunes por la tarde noche, Jorge llega herido a la misma esquina por su propio pié y se desploma en los brazos de su hasta ahora desconocida acompañante.

El énfasis que hago en que se subieron dos desconocidos es porque la circunstancia es particularmente extraña, pues de acuerdo a los datos de robo de vehículos y hasta para el sentido común, cuando los ladrones despojan a sus víctimas de un automóvil, lo “ba-jan” del carro, no se “su-ben” al mismo.

El silencio de la Fiscalía y los pocos avances (aunque apenas mañana se cumplirá una semana) han abierto espacio a todo tipo de especulaciones, y la multiplicación de versiones, lo que es cierto es que la historia original creada en el imaginario público dista de ser la verdad y lo más importante, la exigencia de la comunidad estudiantil por la indignación ante la muerte de su compañero, se suma a las exigencias de una marcha de “batas blancas” organizada por personal de centros de salud que saldrán a las calles para reclamar mejores condiciones de trabajo, material, equipo y personal.

El caso de Jorge Dávila se sigue escribiendo y los renglones cada día se tuercen más, la memoria del joven pasante no merece impunidad ni opacidad, la actuación de la autoridad además de pronta y eficaz, debe ser clara y transparente con la opinión pública.

Nuevo turno: saltemos en un pié en la rayuela semanal, para dar un brinco al tonto manejo, y bobo sigilo con el que el Congreso manejó la salida de Teresa Rivera, que para los términos y fundamentos legales que usaron los legisladores para designar a una nueva presidenta concejal, pues se podría decir que Tere Rivera no renunció… la destituyeron.

Digo lo anterior porque aunque la filtración de la renuncia firmada por la hoy defenestrada Rivera Acevedo, tiene sello de recepción por parte del Congreso del 11 de noviembre, no obstante, el documento en sí mismo no tiene fecha de elaboración, solamente dice al calce la leyenda: “a la fecha de su presentación”.

Preguntando (porque si no pregunto me da comezón en lugares que me da pena comentar aquí) me soltaron que la renuncia fue redactada y firmada el día que tomó el cargo, es decir, ya la tenían lista desde mucho antes para que, en caso de ser necesario, simplemente usarla y así dejar fuera a Rivera a conveniencia pues de quien la designó.

Pues fue necesario. Desde hace meses se sabía que ni para su equipo ni para sus compañeros de la cúpula Tere era bien vista ni recibida, pues el cargo además de que le quedó grande, estimuló demasiado su ego, altivez y prepotencia. Ya no la aguantaban en pocas palabras.

Tras la “filtración” bobalicona de la renuncia así como de la convocatoria de Héctor Serrano para la sesión de la Comisión de Gobernación del jueves, misma en la que se daría entrada a la renuncia y al mismo tiempo se designaría nueva presidenta concejal, pues se concretó lo que muchos habían adelantado: Sale Tere, entra Paty.

¿Por qué? Porque el legislativo manda y -hay que decir- dejó rebasados por mucho a los concejales inconformes. La Ley Orgánica del Municipio Libre no aplicó porque son un Concejo no emanado de la voluntad popular sino por designación legislativa y punto.

Los concejales se vieron, por decir lo menos, lentos, desorganizados, desarticulados y de plano pazguatos.

Al legislativo, lo absorbió la habilidad del presidente de la Jucopo y la Comisión de Gobernación, Héctor Serrano, que ya tenía planchada la operación y la ejecutó.

El municipio bebé cambia de mamá nodriza.

¿Se interpondrán controversias por parte de los concejales? Ganas si tienen, pero dudo que las lleven a cabo. No tienen equipo jurídico, recursos, unidad y para acabar pronto el peso político suficiente. Que mal, pero así es.

Último brinco al diez con voltereta mortal en la semana rayuelésca: El pago de la deuda a la Universidad es un hecho y es cuestión de trámites bancarios para que se refleje en las cuentas universitarias como lo anunció La Orquesta desde la tarde de ayer jueves.

No se ustedes, Culto Público, pero el que esto escribe nunca ha transferido 208 millones de pesos, ni me han transferido 208 millones de pesos (que debe ser lindo) pero por sentido común, tal como lo aceptó el rector en una entrevista hace un rato este viernes, pues no es una cantidad que saques del cajero o que mandes por transferencia desde tu teléfono.

Lo que afirmé ayer, sobre el trámite en curso para que se reflejen los recursos para la uni, tanto como la reunión pactada para el lunes entre el ejecutivo y el rector están confirmadas por los mismos autores.

Aún así, hay voces universitarias que piensan que la nota en primicia en la que adelantamos lo anterior fue un invento, que fue producto de la imaginación de quien esto escribe y que si cae el depósito en el transcurso del día (yo di de 24 a 48 horas) y si se reúnen el lunes ambos personajes, será producto de la suerte, y de puritíta casualidad y no por los casi 28 años que llevo dedicándome al periodismo.

En fin, eso no es importante.

Para la UASLP, como para Santo Tomás “hasta no ver, no creer” y quizás tengan razón en la desconfianza.

Aunque lo adelantado se ha cumplido, hasta que tengan la ficha de deposito certificada por el Banco de México (y seguro la filtren a sus consentidos) la UASLP aceptará que les pagaron y que sus “ojalás” fueron escuchados.

Asunto también de poca importancia.

Lo verdaderamente relevante es que la comunidad, maestros, administrativos, funcionarios y jubilados podrán estar tranquilos y seguramente el paro de actividades no será necesario.

Lo verdaderamente relevante es que ganó la responsabilidad institucional después de muchos vaivenes declarativos e interpretaciones equivocadas del convenio y anexo de pagos convertido en compromiso para el gobierno estatal, mismo que estará cumpliendo.

El lunes se confirmarán las cosas y seguro se aprovechará para que, en la Ley de egresos gubernamental que tienen que entregar a mas tardar el 20 de noviembre, no se vuelva a cometer el error de contemplar menos recursos que los que firmen con la federación para que en 2026 no se tengan diferencias.

Si todas y todos somos la UASLP y todas y todos somos SLP, pues ganamos todos. “Ojalá que así sea”.

Llegamos al 10 de un “avioncito” o rayuela, dibujada no con gis, sino con sangre, sudor y lágrimas.

A compañeros, dueños de medios y directores de información que me mandaron comentarios de reconocimiento y todos alentadores: Muchas gracias. A veces el periodismo da satisfacciones, a veces es canalla. Abrazo a todos.

Hasta la próxima.

Yo soy Jorge Saldaña

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#4 Tiempos

La incansable divulgadora del conocimiento, Ikram Antaki | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace cincuenta años llegaba a México una siria recién graduada de doctora en etnología en la Universidad de París VII, y fincaría su actividad profesional en este país nacionalizándose mexicana y realizando diversas actividades relacionadas con su área de interés convirtiéndose en una de las intelectuales mexicanas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en México; Ikram Antaki que había nacido en Damasco en 1947 en el seno de una familia de juristas y humanistas.

Su madre estudió la literatura rusa del siglo XIX y su abuelo que fuera el último gobernador de Antioquía, salvó a miles de armenios del exterminio en 1915, durante el asedio otomano. En 1969 viajó a Europa y siguiendo la vena familiar estudiaría literatura comparada, antropología social y el doctorado en etnología del mundo árabe.

En 1975 abandonó Francia para venir a México; Antaki narra su decisión que tomó abriendo un compás sobre el mapamundi y, siguiendo una línea horizontal imaginaría paralela al Ecuador, determinó que México era el país más lejano a Siria, “era el fin del mundo” un lugar que ella quería conocer. Al poco tiempo nacería su hijo y formaba así una familia mexicana e iniciaba su intenso trabajo intelectual.

Ikram se dedicaría a la docencia, el ensayo, el periodismo y la radio, convirtiéndose en una de las más importantes divulgadoras del conocimiento, encajando de manera natural en la vieja tradición mexicana en divulgación de la ciencia, donde caben de manera conjunta todas las disciplinas y que inciden en el ámbito cultural.

Escribió alrededor de veintinueve libros y agradecía a sus lectores “el deseo de saber”. Libros que proyectó su creación desde los ocho años y que guiarían sus intensas lecturas de obras literarias y de ensayo. Dejó en borrador muchos otros escritos de sus ambiciosos proyectos de divulgación.

Ikram Antaki, se definía a si misma: “Ahora me proclamo, de manera un poco simple, conservadora, aunque de hecho no es exactamente así; en la práctica sigo la frase de Averroes: ‘sean renovadores en todo lo que se refiere a la ciencia y el pensamiento, sean conservadores en lo que se refiere a los asuntos de los hombres’”.

Al morir en la Ciudad de México en el año 2000, Ikram Antaki estaba completamente dedicada a cumplir con la meta más ambiciosa de su vida: “He descubierto, en este país, que soy un ‘buen maestro’, no solo ‘un buen escritor’, alguien que sabe algunas cosas y que no las quiere guardar, sino compartir”.

Además de la escritura, a la que considera resguardadora de la memoria ante la memoria de la información mediática que es frágil, tuvo un importante papel en medios audiovisuales colaborando en los canales oficiales, once y trece

, y en numerosos programas de radio y conduciendo los propios, como fueron los célebres: el Banquete de Platón y el Ágora.

Los interesados en adentrarse al mundo de la divulgación científica, sobre todo cuando no existen instituciones formadoras para ello, pueden recurrir a las obras de Ikram Antaki y aleccionarse con sus narrativas llenas de información y basadas en el pensamiento crítico, como trabajos de síntesis del pensamiento y que traspasan los campos de la especialidad uniendo de manera natural la ciencia y el humanismo y su responsabilidad con la sociedad.

Su programa El Banquete de Platón, ha sido base de varios de sus escritos donde recoge lo tratado en el programa. En especial el libro, mas que recomendado, que lleva como título, simplemente: Ciencia, editado por Penguin en su colección De Bolsillo, no puede faltar en la lectura de quienes se interesan por el pensamiento y conocimiento desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad.

Escrito en forma rigurosa y fácilmente asimilable, ayuda al lector a tener una idea rápida y actualizada de la naturaleza humana, el origen de las lenguas, las razas, el racismo, la inteligencia, la genética, el principio del universo, el tiempo, el cerebro y la descorazonada aventura de la modernidad científica que venció el oscurantismo.

Como le decía Ikram Antaki: “El merito de su parte (refiriéndose al lector), está en el hermoso y agradecible deseo de saber. El mérito, de mi parte, está, en la tentativa de síntesis”.

Recordamos así a una extraordinaria mujer que tomó a México como su casa y que contribuyó a la educación del pueblo con base en la divulgación y educación no formal, a través de sus libros y programas audiovisuales, convirtiéndose en una importante divulgadora del conocimiento en México.

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#4 Tiempos

Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

-¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?

¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!

Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?

Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.

Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».

¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…

El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.

Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:

-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.

Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.

El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799)

estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.

Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!

Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.

«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!

Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».

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