septiembre 18, 2025

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Opinión

Educación sexual para decidir y aborto legal para no morir | Colaboración especial

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Por: Kathya Lozano, Viridiana Álvarez y Ariadna Jiménez

La despenalización del aborto de los cuerpos gestantes es una situación que debe ser abordada desde una perspectiva de salud pública, que requiere de ser legislado en los que aún no se ha hecho. En San Luis Potosí, el Congreso del Estado no ha legislado a favor de los derechos humanos de las mujeres como lo marca la Organización de las Naciones Unidas, sin embargo, hacerlo conlleva una serie de reformas transversales, complejas por la operatividad que requiere en las distintas áreas de aplicación, como el sector salud (al tratarse de un procedimiento clínico), educativo y la accesibilidad a todas las mujeres desde sus diferentes vivencias como jóvenes, obreras, trabajadoras sexuales, adolescentes y otras determinaciones que requieran programas específicos, en donde se faculte a la administración pública para la prevención, acción y obligación del seguimiento de la política pública con perspectiva de género, para que se puedan llevar a cabo las acciones gubernamentales propias dotando de los recursos materiales y humanos, pero, sobre todo, de la voluntad política para que el aborto legal, seguro y gratuito para las mujeres mexicanas sea un derecho y una realidad.

Esperemos que cuando se legisle a favor en San Luis, por medio de la Comisión de Igualdad de Género que preside la diputada Emma Saldaña, se aborde desde la educación e incluso social, que se garanticen los recursos humanos y materiales para realizar el procedimiento clínico. Además, en conjunto con la Comisión de Educación, se debe integrar un programa operativo eficaz sobre la prevención del embarazo adolescente, que informe sobre las alternativas de los métodos anticonceptivos, en el que los tres niveles del gobierno coadyuven.

Por ultimo, consideramos que las posturas pro vida y pro aborto no son erróneas en sí mismas, lo erróneo es la polarización y división que genera: se trata de la libre decisión de las mujeres por el motivo que sea.

Desde un enfoque público, el no reconocer la problemática como gobierno, abona a que sigan los abortos clandestinos y por consecuencia el fallecimiento de mujeres y personas gestantes, porque la realidad es que quien ha tomado la decisión de abortar, no espera: aborta, más allá de ideologías, religiones y leyes que se lo prohiban.

Desde la perspectiva de una mujer oaxaqueña y activista feminista, Ariadna Jiménez, nos narra que después de una lucha ardua contra la sociedad, contra su machismo y la misoginia, de quienes decidían sobre nuestros cuerpos, Oaxaca fue pionero en la despenalización de la interrupción del embarazo, convirtiéndose en septiembre de 2019 en el segundo estado de la república donde las mujeres pueden recurrir a una interrupción. Pero, ¿realmente contamos con un acceso al aborto seguro, legal y gratuito? No, no existe.

Viridiana Álvarez, jalisciense, abogada y activista, opina que despenalización del embarazo para el estado de Jalisco está en la congeladora. Las iniciativas de reformas para incluir en las leyes locales la interrupción del embarazo y que los servicios de salud estatales ofrezcan esta alternativa, están pendientes de votarse y en comisiones legislativas desde hace casi un año. Esto es violatorio de derechos, ya que la Suprema Corte de Justicia decidido a favor, pero la mayoría de los estados se niegan a armonizar su legislación, en un grave incumplimiento de la ley. Pero desde las organizaciones que impulsan la lucha de los derechos de las mujeres, estamos firmes en que esto debe ser una realidad latente, la legislación se debe reformar y a su vez garantizar los servicios de salud para aquella persona en capacidad de gestar que decida hacerlo.

A pesar de que la marea verde no se ha detenido y sigue en aumento en defensa de nuestros derechos reproductivos, hoy en día no podemos garantizar una interrupción segura, pues nuestro servicio médico es ineficiente, esta es una realidad que no pueden ocultar porque aun cuando te dicen que puedes solicitarlo en cualquier centro de salud de los estados donde es legal, no todos cuentan con el material, equipo o personal necesario y calificado.

Una interrupción deja de ser gratuita cuando mujeres de comunidades tienen que transportarse kilómetros, ya que su centro de salud más cercano le niega por cualquier motivo su derecho. Cuando una mujer lleva el gasto al día y no tiene el privilegio de poder faltar un día a su trabajo, porque eso significa no comer. Cuando solo te dan un medicamento con instrucciones poco claras y el cuidado corre por tu cuenta, entonces se diluye la gratuidad y la certeza.

En cuanto a la legalidad, poco nos sirve si en el hogar manda una figura patriarcal, si las autoridades son cómplices y los médicos misóginos. La lucha por nuestros derechos no acabará aunque el país se pinte de verde: ¡Mi cuerpo es mío, yo decido!

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Las tres monedas | Cuento breve de Jorge Saldaña

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Lo afirmaban los muertos: Eran las ocho cuarenta de una noche tibia en Tequis. El incienso todavía flotaba como nube sobre el atrio, cuando Manuel Nava y sus hermanos salieron de misa. Llevaban el porte discreto de médicos de barrio, con la bata blanca doblada en el alma, la fe en los ojos y la dignidad en los pasos.

Del otro extremo de la plaza, tambaleándose entre el poder y el coñac, apareció Don Gonzalo N. Santos, recién salido de una cantina de Carranza. Traía en el aliento la insolencia de quien se sabe dueño de todo.

¡Doctor Nava! —vociferó el Alazán—, dirigiéndose específicamente a Manuel—. ¿Todavía me vas a recordar aquellas tres monedas que dices que te debo?

Se trataba de tres centenarios, oro puro que, en un encuentro anterior, se dice, había pedido de urgencia Gonzalo a Manuel.
Una deuda mínima para el de Tampamolón, pero bíblica para el doctor capitalino.
Tres monedas que se habían vuelto como las de Judas: no por el precio, sino por lo que se tomó como traición.

Manuel lo miró sin miedo, pero con la incomodidad de quien carga en los bolsillos una moral que pesa más que el oro.

No son las tres monedas, Don Gonzalo. Es la dignidad lo que se paga.

El cacique sonrió con cinismo:
“La moral es un árbol que da moras”, dijo, escupiendo la frase como si fuera acta notarial que le gustaba repetir en toda oportunidad.
Y se fue tambaleando, dejando atrás la deuda, a los Nava y medio siglo de historia.

Cuentan que en su testamento político, Don Gonzalo dejó escrito un mandamiento no para sus familiares, sino para sus herederos del poder: “Nunca paguen a los Nava. Y no permitan jamás que gobiernen San Luis.”

Y así se cumplió, pues que se sepa, ningún Nava ha gobernado ni la deuda ha sido saldada.

Se dice también que Don Carlos Jonguitud Barrios heredó la consigna testamentaria de Santos y fue quien instruyó que ese fragmento de la última voluntad del huasteco fuera advertido a cada gobernador entrante.

Medio siglo de inestabilidad electoral azotaron San Luis.
Salvador Nava ganó en 1991, pero le arrebataron la victoria.
Su yerno tomó el poder oficial por cuatro años y el poder no oficial por décadas. Años en los que, se dice, se olvidó, pero no se perdonó la deuda.

En 1992, la muerte llevó a Salvador Nava a la cantina celestial donde Don Gonzalo ya lo esperaba con vaso en mano. En la mesa, también estaba su hermano y ex rector Manuel.

Bienvenido, Salvador. De eso hablaba con tu hermano, de que aquí tampoco se pagan deudas.

Pero el doctor Salvador Nava, con la dignidad aún intacta, respondió:

No vine a cobrar monedas, Gonzalo. Vine a recordarte que el pueblo nunca olvida lo que se le debe.

En esa cantina de humo eterno, los Nava y el Alazán siguen discutiendo.
Uno defiende que las deudas son solo papel y oro; los otros, que las deudas de dignidad pesan más que el plomo.

Las monedas son caprichosas, como las amantes: se entregan un día y te abandonan al siguiente —ironiza Don Gonzalo.
No, Gonzalo. La dignidad es distinta: es una deuda que se multiplica en la memoria de los pueblos —responde Manuel, con la serenidad de quien cura ojos y también conciencias.

Así, se cuenta que cada vez que en San Luis una deuda con la universidad amenaza con ahogar sueldos, aulas y sueños, en esa cantina eterna alguien brinda y alguien se persigna.
Porque la historia, como el vino barato, siempre regresa con el mismo sabor amargo.

Las tres monedas siguen sin pagarse.
Y una comunidad entera, como un acreedor paciente, espera el día de cobrar intereses.

No. Ya no hay navismo. El último reducto fue un nieto descolorido y vergüenza para la ciudad.
Lo que sí hay son doctores, oftalmólogos y rectores, igualito que Manuel Nava el de la historia.

El cuento no tiene moraleja, pero cuando los números no cuadren y la dignidad se atragante, tal vez alguien rescate aquellas tres monedas y, como entonces, San Luis vuelva a la calle a pedir cuentas.

Porque en esta tierra, lo que no paga el poderoso, lo termina cobrando el pueblo.

Fin.

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#4 Tiempos

Centenario del concierto de Sonido 13 en el Teatro de la Paz | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Para el mes de febrero de 1925, Julián Carrillo y sus alumnos tenían todo listo para interpretar por primera vez a nivel mundial música en fracciones de tono en un concierto programado en el Teatro Principal de la Ciudad de México, que promocionaba como el concierto en el cual: “por primera vez en el mundo se oirán en un concierto composiciones musicales con dieciseisavos, octavos y cuartos de tono, elementos conquistados por México en el año de 1895”.

En ese concierto se estrenaría la obra de Carrillo: “Preludio a Colón” que inauguraba la entrada a un nuevo universo musical; participarían también sus alumnos con composiciones en fracciones de tono basado en la teoría de Sonido 13 con obras de Soledad Padilla, Elvira Larios y Rafael Adame.

El domingo 15 de febrero de 1925 se tocaba por primera vez en el mundo música basada en la teoría musical de Sonido 13 desarrollada por el potosino Julián Carrillo. Después de este histórico concierto se programaba una gira nacional para dar a conocer el nuevo sistema musical, la cual iniciaría en la tierra natal de Julián Carrillo, San Luis Potosí, anunciándose la llegada del maestro al estado potosino y siendo recibido en Ahualulco, su lugar de nacimiento, en el mes de septiembre de 1925.

El gran concierto de Sonido 13 se efectuaría en el Teatro de la Paz el 13 de septiembre de 1925 para después recorrer la mayor parte del país. El concierto, al igual que aquel concierto inaugural en el Teatro Principal, tenía el carácter de demostración de las nuevas teorías y despedida al mismo tiempo, pues Julián Carrillo iría a radicar por un tiempo a Nueva York.

Carrillo fue declarado Huésped de Honor de la ciudad de San Luis Potosí y fue entusiastamente homenajeado por los artistas, estudiantes, y en general el pueblo potosino, como demostración de su sincero aprecio, como rezaba la nota periodística de Acción, el periódico de esa época en San Luis.

Producto de su visita a San Luis a ofrecer el concierto de Sonido 13 por primera vez en San Luis, el 24 de julio de 1925 se formó el Comité de los 13 pro Julián Carrillo con el objetivo de hacer promoción y organizar los festejos, el cual quedó formado por las siguientes personalidades potosinas: presidente, Juan H. Sánchez; vicepresidente, Lic. Manuel Rodríguez Martínez; tesorero, Juan Silos; secretario, Francisco Salazar; y vocales, señorita profesora Guadalupe Moreno, Rodrigo de G. Arriaga, señorita profesora Esther de Santiago, profesor Lino Gómez, José T. Nevares y Manuel R. Flores.

De los arreglos efectuados por este Comité se logró que el concierto en San Luis Potosí se realizara como prólogo a las fiestas patrias con el fin de que ese año tuvieran un esplendor inusitado

. La fiesta se pretendía que fuera doblemente memorable: evocadora de nuestras viejas tradiciones y demostrativa de las actuales glorias.

Carrillo dictaría una serie de conferencias sobre el Sonido 13 como preámbulo al gran concierto; su llegada a San Luis fue apoteótica, después de un cuarto de siglo regresaba a tierras potosinas para iniciar su gira nacional. La recepción que se dispuso en los andenes de la estación de ferrocarril fue grandiosa, a pesar de las inclemencias del tiempo. Distinguidas damas y honorables caballeros lo acompañaron desde la estación al Palacio del Ayuntamiento donde fue declarado huésped de honor.

El Teatro de la Paz sería el escenario del magno concierto de Sonido 13, el 13 de septiembre de 1925, donde se colocaría, en la entrada del recinto, una placa al Sonido 13 que sería retirada años después. Como instrumentistas microtonales participaron: Luis González y González, Manuel C. Ascencio, Luis G. Galindo, Rafael G. Adame, José M. Torres, Gerónimo Baqueiro Foster, Santos Carlos y José López Alavez (compositor de la popular Canción Mixteca).

En los coros participaron: María Sebastiana Ahedo, María García Ganda, Elvira Larios, Cecilia Larios, Soledad Padilla, María del Refugio Lomely, Guadalupe Solís, Anita Valderrama, Josefina Carlos, Marcelina Carlos, Amalia Tamayo, María de los Ángeles Ortiz, Josefina Buendía, Celia Jiménez, y los señores: Luis G. Galindo, Rafael G. Adame, Manuel C. Ascencio, Santos Carlos, Gerónimo Baqueiro Foster, Enrique Rodríguez, Tomás Ponce Reyes, José María Flores, Manuel León Mariscal, Antonio Hernández Montoya, José López Flores, Vicente T. Mendoza (famoso investigador de música popular mexicana) y José López Alavés autor de la célebre canción mixteca.

Seis años después, el 13 de septiembre de 1931 se volvió a celebrar un concierto de Sonido 13 dirigido por Carrillo y con obras clásicas de Mozart y Schubert, en el Teatro de la Paz donde se presentaba por primera vez la Orquesta Sinfónica de la Unión Filarmónica Potosina.

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#4 Tiempos

Elogio de la literatura | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

¡Qué tristes son los personajes de Iván Bunin (1870-1953), qué tristes casi todos sus cuentos! Hay en ellos un no sé qué, una nostalgia que embelesa al lector desde el momento en que toma el libro y que no lo abandona sino muchos días después de que lo deja.

Acabo de leer, precisamente hoy, la pequeña antología de sus relatos breves que publicó en 1924 la vieja editorial Calpe y cierro el libro con un suspiro que no sé si será de pena o de dolor. El escritor ruso lo sabe; por lo menos él no se engaña: la vida del hombre está llena de desamparo, de abandono, de tristeza.

El personaje de uno de estos relatos, al ver llegar a su casa a un amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo –desde el tiempo en que combatieron juntos en la guerra de Crimea- lo saluda con los brazos extendidos, avanza hacia él y le dice lleno de júbilo: «¡Kovalev! ¿Estás vivo?». ¡Dios mío, qué pregunta! Así nos deberíamos saludar todos, pues la verdad es que nadie sabe si mañana aún estará aquí. A nuestro saludo habitual habría que agregarle una coma para que suene más sincero; no preguntar: «¿Cómo estás?», sino: «¿Cómo, estás?».

Entonces los amigos se abrazan, se besan según la usanza rusa y encienden el samovar mientras afuera, en la estepa, los elementos se enfurecen y la nieve cae sepultándolo todo. «Yakov Petrovich estaba de muy buen humor; pero en el fondo de su alma había nostalgia. Al día siguiente era Navidad…, y él estaba solo. ¡Gracias a Dios que Kovalev no lo había olvidado!». En realidad, Kovalev era el único que no había olvidado a este pobre viejo, pues todos a su alrededor o habían muerto o simplemente habían desaparecido de su vida sin dejar rastro.

¡De cuántas desapariciones puede ser testigo un hombre en el curso de una vida! Sí: envejecer es haber asistido a muchas muertes. «Todo ha pasado y ha desaparecido –dice Yakov Petrovich al amigo recién llegado, al único amigo que le queda-. ¡Cuántos parientes y compañeros tuve! ¡Todos están ahora bajo tierra!».

Sin que él se diera cuenta, el tiempo había pasado. ¿A qué hora crecieron los demás, en qué momento fueron haciéndose mayores y tomando cada uno su propio camino? ¡Huyeron como de puntillas, sin decir adiós! Y ahora, si no fuera por este viejo amigo que aún se acordaba él, Yakov Petrovich tendría que pasar las fiestas de Navidad como había pasado casi todas las horas de su ya larga existencia: solo.

En otro relato del mismo volumen un caballero se encontró por el camino a un anciano que comía en silencio y sin más compañía que los árboles y las piedras. Le preguntó:

«-¿Y tu mujer?

»-Hace seis años que murió –dijo el anciano.

»-¿Y tus hijos?

»-Tuve seis.

»-¿Viven?

»-No; todo han muerto.

»Y de nuevo calló –cuenta el hombre del caballo-, masticando con cuidado la patata. Mientras él estaba sentado y con los ojos bajos, yo examinaba su cara y pensaba: “¡Nunca conseguiré penetrar el misterio de su taciturna tristeza!”».

(Apenas termino de leer esta frase, me pongo de pie y busco entre mis libros la Antología del cuento triste que publicaron hace ya muchos años Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs; sólo quería comprobar una cosa: que hubiera en el libro por lo menos un cuento de Iván Bunin. Me digo a mí mismo mientras reviso el volumen: «Si no hay aquí, entre estas 600 páginas, un solo relato de este autor, pensaré que la selección ha sido hecha a la ligera

». Pero no. Ahí estaba, en efecto, el nombre de Iván Bunin; los recopiladores habían elegido uno de sus cuentos más famosos: El caballero de San Francisco. ¡Menos mal!).

En otro de sus relatos aparece un tal Basilio Chkut, y de él dice nuestro autor lo que sigue: «Era alto, ancho de hombros y encorvado. Toda su figura muestra aún el vigor de la estepa. ¡Pero qué triste está su cara! Ya está cerca de la tumba, pero jamás escuchará una palabra cariñosa».

¡Dios mío –pensé al cerrar el libro-, cuánta gente se va de este mundo sin haber escuchado jamás una palabra de afecto! Nunca hubo para ellos una sonrisa, una palmada en el hombro, una declaración de amor. Nada. ¿Qué hacen los que se mueven a su alrededor que parecen estar mudos? ¡Apenas si reparan en ellos! Y me pregunto: «¿He dicho a los que me son queridos cuánto importan para mí? ¿Se lo he dicho, o me he limitado a dejarles la tarea de que ellos por sí mismos lo adivinen?».

Antes de apagar la luz de mi cuarto –ya es noche cerrada, como siempre: no tengo otra hora para leer- pongo sobre el buró el libro de Iván Bunin y le acaricio las tapas en señal de gratitud. No fue, la de esta madrugada, una lectura infructuosa. Me recordó que cerca, muy cerca de mí, hay gente que aunque no me diga nunca nada, espera que abra la boca y les diga una palabra que les alegre el corazón. ¿Por qué nunca le he dicho a esta gente cuánto la quiero? ¡Sería demasiado injusto que se marcharan de este mundo sin que lo supieran de mi propia boca!

Y, finalmente, mientras apago la luz, sonrío satisfecho. Hoy la literatura me ha enseñado algo: que las gentes sufren porque están solas y que el tiempo pasa. Pero, ¿es que no lo sabía? Sí, lo sabía, pero aún no se me había ocurrido tomar las medidas pertinentes al caso.

¿Que no sirve de nada la literatura? ¿Que no sirve de nada? Vuelvo a sonreír, pensado en lo equivocados que están lo que esto dicen, cierro los ojos y me quedo dormido. ¡Ah, si no fuera por la literatura, qué poco sabríamos de nosotros mismos!

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