#4 Tiempos
Discurso en Ischia | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas.
La verdad es que cuando leí la anécdota no sabía dónde quedaba Ischia, de modo que traté de averiguarlo valiéndome de un libro y varios mapas. ¡Ischia, claro! ¡Pero si durante tres años estuve muy cerca de allí y no lo supe! Pero me consolé pronto de mi ignorancia pensando que, a fin de cuentas, uno no tiene por qué saberlo todo.
Bien, Ischia forma parte del territorio italiano, pero yo espero que al lector le dé lo mismo que esté en el Archipiélago Malayo o a un lado de las islas Fiji. Porque Ischia es una isla. Eso es lo único que interesa por ahora. Ah, y también que con bastante frecuencia van allá a casarse los novios de ciertos recursos –o, mejor, de muchos recursos- para dar a la ceremonia un toque de exotismo que difícilmente podría tener en la ordinaria parroquia de su ciudad.
Pues bien, cuenta Carlo Majello que… ¡Pero Carlo Majello sí sé quién es: un publicista, periodista y comunicólogo italiano que escribe obras realmente deliciosas!…
Bien, cuenta Carlo Majello que una vez, en una de esas bodas que suelen celebrarse en Ischia, un muchacho llamado Crescenzo tomó el micrófono y pronunció en honor de los recién casados el siguiente discurso:
«Queridísimos esposos Ciro y Lucía: al contemplar admirado la sonrisa alegre que hoy se regalan mutuamente y nos regalan a nosotros, los que estamos aquí reunidos, no puedo dejar de acordarme de mi madre, María, que una vez, a la edad de ochenta años más o menos, me llamó aparte y me dijo: “Crescenzo, he casado a ocho hijos y me lamento de que, cuando eran pequeños, los reñía cuando tomaban a escondidas el pan de la despensa. Tenía que hacerlo porque casi no había dinero. Dormían los ocho en la misma habitación, y lamento no haber podido mandarlos a la escuela, como hubiera querido con todo mi corazón. Ahora ustedes están mejor que entonces. Tú tienes una casa, un jardín, un huerto; tus hijos han ido a la universidad y cada uno, por si fuera poco, tiene su propia habitación. Nosotros no teníamos ni siquiera cine, pero ustedes tienen televisión en casi todas las habitaciones. Nosotros pedíamos aventón cuando un señor iba al pueblo en su carreta; ustedes tienen coche y pueden ir adonde les dé la gana. Nosotros no podíamos salir de nuestra aldea, y ustedes tienen la suerte de poder viajar. Pero les falta una cosa. ¿Saben qué cosa les falta? Les falta la sonrisa. No tienen tiempo ni ganas de reír. Ustedes tienen lavadora, mientras yo tenía que lavar a mano. Pero yo cantaba. Cuando llegaba su padre por la noche, me encontraba alegre y sonriente”.
»Es verdad –continuó Crescenzo-. Mamá trenía razón. Hoy, la mayoría de nosotros casi se avergüenza de mostrarse sereno y en paz con el Señor. Nos olvidamos de que nadie es tan rico que no necesite una sonrisa, ni nadie tan pobre que no pueda darla. Pues bien, lo que yo deseo para ustedes, queridísimos esposos, es que conserven siempre la sonrisa que tienen ahora: para ustedes, para sus hijos, para sus parientes y sus amigos. ¡Que Dios les dé, como decía mi madre, la gracia de la sonrisa!».
He aquí, un discurso perfecto: breve, anecdótico y cálido. De haber estado yo allí escuchándolo, me habría puesto de pie para aplaudirlo, y hasta habría ido a abrazar al tal Cresenzo. ¿Dónde habría aprendido el tipo a hablar tan bien?
Porque sí, eso es lo que nos falta hoy más que nunca: la sonrisa. Nos falta desesperadamente, justo ahora cuando lo tenemos todo.
Nunca como hoy se habían publicado tantos libros que enseñan el arte de la felicidad y nunca, tampoco, habíamos sido tan estridentes, infelices y antipáticos. El saludo, la sonrisa sincera, el apretón de manos están en vías de franca desaparación.
Hace unas décadas, cuando no había mucho que comprar –porque tampoco había mucho que vender-, el dependiente de la tienda de la esquina te saludaba, a veces hasta te fiaba y siempre te sonreía. Hoy no sucede así. Hoy el cajero del gran almacén apenas te ve y sólo se limita a decirte:
-¿Encontró todo lo que buscaba? ¿Necesita una recarga para su teléfono móvil? –pero con una cara más larga que el Nilo y un himor más agrio que un limón.
El dependiente del hipermercado, para decirlo de una vez, no quiere saber lo que te pasa, sino únicamente lo que podrían venderte. Esto en el mejor de los casos, porque, en el peor de ellos, bien podría limitarse a decir con su gélida voz:
-¡El que sigue!
Así, en seco, y sin siquiera un «por favor» que lo hubiese hecho sonar un poco menos agresivo. Y si te faltan diez centavos para ajustar la cuenta, no hay sonrisa que valga: o devuelves uno de los productos que pensabas llevarte, o echas mano de tu tarjeta de débito, porque esos diez centavos en ningún caso, de ninguna manera, se te perdonarán (¿por qué crees que son tan ricos los ricos?).
¡Estamos llenos de aparatos! En los tiempos de mi niñez las cajas de música sólo tocaban una canción; hoy las cajas de música tocan más de 80 000 canciones –piénsese, por ejemplo, en esa cajita musical llamada “Ipod”-, pero no por eso el corazón de los muchachos se ha vuelto más musical, más alegre…
Es triste nuestra época: todos queremos ser felices y no somos ni siquiera educados, ni siquiera corteses, ni siquiera simpáticos.
¿Saben qué cosa les falta? Les falta la sonrisa. No tienen tiempo ni ganas de reír. Ustedes tienen lavadora, mientras yo tenía que lavar a mano. Pero yo cantaba. Sí, he aquí lo que nos falta, y que quizá sea lo único necesario, lo único que podría hacer un poco más llevadera esta vida nuestra tan ruda y tan complicada.
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#4 Tiempos
Agua, territorio y sociedad, el tema del mes de La Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Continúa el ciclo número cuarenta de La Ciencia en el Bar, que está por cumplir cuarenta años de actividades siendo el programa de este tipo, pionero en nuestro país y que fue establecido para festejar los cincuenta años de la Física en San Luis que ahora llegará a los setenta.
En este ciclo conmemorativo toca el turno a la Dra. Azalea Judith Ortiz Rodríguez que abordará el tema, Agua, Territorio y Sociedad: construyendo puentes entre la ciencia y la gente a través de la conectividad; tema por demás interesante e importante pues aborda el problema del agua, sustancia vital para la vida y el desarrollo de nuestras sociedades.
En anteriores sesiones de La Ciencia en el Bar, se ha tratado este tema y ahora la Dra. Ortiz nos presentará nuevos aportes a esta problemática donde la participación ciudadana es de vital importancia en esa liga con los especialistas a fin de resolver los grandes problemas sociales asociados a el agua, incluyendo los aspectos territoriales. La sesión de hace diez años que consistió en una mesa redonda con el tema de agua, leyes y derechos, puede consultarse en mi canal de youtube:
La charla se llevará a cabo este miércoles 29 de octubre en punto de las ocho de la noche en la Cervecería San Luis, ubicada en Calzada de Guadalupe número 326, la entrada es gratuita y no hay obligación de consumo; es un escenario informal de convivencia entre el gran público y la comunidad científica potosina que aporta y pone a discusión sus resultados científicos en aras de formar mejores sociedades.
La formación de la Dra. Azalea Judith Ortiz Rodríguez ha sido muy variada, realizó una licenciatura en Geografía titulándose en 2010, posteriormente la maestría en ciencias en Geología Aplicada (2012) y, finalmente su doctorado en el programa institucional de la UASLP en ingeniería y ciencias de materiales graduándose en 2017.
Tuvo una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigación en Zonas Desérticas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí de 2020 a 2024, donde se enfocó en cuestiones de la conectividad hidrológica en varios contextos ambientales, publicando sus resultados en revistas especializadas en cuestiones hídricas. El tema del que nos hablará es justamente lo que trabajó en el Instituto de Zonas Desérticas bajo la dirección del Dr. Carlos Alfonso Muñoz Robles.Ha colaborado en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y en el campus Juriquilla en Querétaro de la misma universidad. Es una joven científica formada en los programas universitarios de la UASLP y formada como investigadora en el programa de Ingeniería y Ciencias de Materiales que es uno de los más importantes programas de formación científica de la UASLP que reúne a un buen número de dependencias universitarias dedicadas a la investigación científica y donde participan grupos de investigación en diversas áreas del conocimiento. En este programa que está cumpliendo veinte años, han egresado más de doscientos investigadores con el grado de doctor, entre los que se encuentra la Dra. Azalea Judith Ortiz Rodríguez.
Los invitamos este miércoles 29 de octubre en la Cervecería San Luis a escuchar la charla sobre agua en el tema de conectividad hídrica, que nos presentará la Dra. Judith Ortiz.
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#4 Tiempos
La seriedad y la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Un amigo mío, ejecutivo de cierta importancia, tan pronto como llega a su oficina arquea las cejas, se compone la corbata y adopta una pose tan autoritaria que a uno le dan ganas de obedecerle en todo. ¡Dios mío, qué transmutación de un minuto a otro y de una puerta a la siguiente! ¡Pero si apenas hace cinco minutos venía en su auto contando chistes rojos! Cuando se apeó del automóvil aún sonreía, pero apenas entró en el edificio adoptó un tono tan cadavérico y malhumorado que ya sólo verlo daba miedo. ¿Estoy ante uno de esos que los psicólogos llaman ciclotímicos?, me preguntaba yo lleno de asombro, pues no me explicaba cómo se podía pasar de un estado de ánimo a su contrario de manera tan radical y, sobre todo, en tan corto tiempo.
-Señorita –dijo mi amigo apretando un botón y levantando una bocina-, ayer por la tarde le pedí que revisara el expediente X. ¿Lo hizo usted?
La señorita tartamudeaba en la lejanía, presa de un pánico feroz.
-Sí, sí, lo he hecho. ¿Quiere usted revisarlo, licenciado?
Yo miraba a mi amigo como preguntándole: «¿Eres tú? ¿De veras eres tú?». Pero él hizo como que no entendió mi pregunta, y en eso la secretaria anunció la llegada del famoso y temido expediente X.
Entonces recordé lo que, según dicen, aconsejó una vez Anaximandro el filósofo a Pericles el político: «Acuérdate de lo que te digo: para seguir en el poder hay que ser serios». Y sonreí con cierta malicia, como entendiendo por fin de qué iba la cosa. Pero, ¿había leído mi amigo a los filósofos griegos?
Lo dudo. Ya el Memín Pinguín hubiera sido demasiado para él. Y esto lo digo no en plan de mofa, sino ateniéndome a lo que él mismo me dijo un día, a saber: que el único libro que había leído en su vida, y de eso hacía ya muchos años, era el instructivo de una cámara Nikon que acababa de comprar en aquel entonces; pero, de ahí en fuera, nada más…
–Es apasionante leer los instructivos y a la vez muy divertido –me dijo aquella vez-. Pero, ¿quién lee ya estas obras maestras de la concisión? ¡Es la literatura más olvidada de todas! No miento si te digo que mi modesta biblioteca personal, si puedo llamarla así, está formada sólo por esos instructivos o manuales de uso que la gente desecha con desconsiderada facilidad. ¡Tengo más de cien! Algún día leeré los noventa y nueve que me faltan.
¿Bromeaba mi amigo diciéndome estas cosas? Pero no, no bromeaba: recordemos que estaba en su oficina y que él, allí, no se habría permitido ni la sonrisa más discreta.
Pero ahora hablemos de una mujer a la que conozco. En su juventud fue algo hermosa, según pude verlo en viejas fotografías conservadas con devoción por ella misma en un álbum que, de tan pesado, nadie aceptaría cargar durante cinco minutos seguidos. Sí, digamos que fue bella. Pero cometió en su juventud el error de hacer caso a una amiga suya del colegio que le dijo un día:
-No permitas que tu hermosura se estropee. Evita, sobre todo, las patas de gallo.
-¿Y cómo las he de evitar? –preguntó ella, pues realmente le quitaban el sueño todas estas cosas.
-No rías. Y, si puedes, evita también las sonrisas. ¡Estropean el rostro como no tienes una idea! Lo arrugan, lo ajan, lo deforman.
¡Lo mismo pensaba aquel monje amargado de El nombre de la rosa!: «La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara y hace que el hombre parezca un mono».
Desde entonces aquella mujer ya nunca rió, conformándose, para manifestar su alegría, con estirar la boca y hacer una mueca, cual si estuviera ante un espejo comprobando que no se le ha quedado nada entre los dientes después de haber comido. ¿Sonreír de veras? No, gracias. Debo cuidarme de las patas de gallo.
Y así podría contra infinidad de historias más; baste por el momento con decir que, si bien la sonrisa tiene enemigos, yo preferiría mil veces que nadie me obedeciera y todo se me arrugara, a andar por la vida mostrando una horripilante cara de tabla.
Escribió el padre Auguste Valensin en su diario (anotación del 10 de mayo de 1937): «No sentir miedo de Jesús, no sentir miedo de mi Padre. Me imagino a Jesús con sus apóstoles. Llega a la orilla del lago donde los niños juegan. Y, al verlo, huyen los niños. Una madre le trae a su niñito de seis años y el pequeñín, aterrorizado, se agarra a las faldas de su madre, grita, quiere escaparse de allí. ¡Lo contrario de lo que sabemos que ocurría! Y me pregunto: ¿qué sentimientos hubiera experimentado Jesús? ¡Es tan doloroso darse cuenta de que se infunde miedo! Y todavía el miedo de un niño no puede realmente entristecernos porque es irrazonado, pero Jesús, que vino por amar a los hombres y fue todo amor para ellos, si hubiera visto a los que se acercaban a Él y a quienes ofrecía su afecto retirarse muertos de miedo; si hubiera visto a sus apóstoles tratarle como un maestro severo, mientras que Él se mostraba para con ellos indulgente y suave; si hubiera visto que los pecadores evitaban incluso por respeto su presencia, ¡qué pena hubiera experimentado!».
Jesús debió sonreír, y muy a menudo; debió ser incluso un maestro en el arte de la sonrisa, pues de no haber sido así, ¿por qué iban los niños a correr a abrazarlo espontáneamente, como sabemos que lo hacían? Somos más bien nosotros, sus discípulos, quienes hemos caído a veces en la tentación de la seriedad. ¡Como si por parecer serios nuestros enemigos fueran a respetarnos más! Quizá sea demasiado injusto al decir esto, pero un cristiano que infunde miedo –sea cual fuere su trabajo en la viña del Señor-, aún no ha podido ser cristiano más que a medias.
¿O me equivoco, estimado lector?
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#4 Tiempos
De CU a mantener el vuelo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
El miércoles pasado, San Luis se metió al Olímpico Universitario con una misión que parecía cuesta arriba. No solo enfrentaba a un Pumas que venía sólido en casa, sino también a sus propios fantasmas: los de la irregularidad, los de las derrotas que llegan cuando mejor se juega, los de las oportunidades que se escapan entre los dedos. Pero esta vez fue distinto. San Luis ganó con autoridad, con orden, con un fútbol maduro que pocas veces le habíamos visto.
El 0-1 en Ciudad Universitaria no fue casualidad. Fue el reflejo de un equipo que, por fin, entendió cómo competir en escenarios grandes. San Luis supo cuándo presionar, cuándo replegarse, cuándo hacer daño. No se desesperó, no se partió, y sobre todo, no perdió la concentración cuando Pumas quiso despertar. Ese temple, tan ausente en otras jornadas, fue la verdadera victoria de la noche.
Esa actuación le devolvió el alma a un grupo que venía entre dudas. Y también reavivó la ilusión de una afición que, aunque exigente, sigue esperando ese golpe de autoridad que confirme que este proyecto puede trascender. Porque lo del miércoles no fue solo un triunfo más en el calendario: fue una declaración de intenciones.
Ahora viene lo más difícil, mantener el vuelo. Este domingo, en el Alfonso Lastras, el Atlético de San Luis recibe a Necaxa, y la exigencia será enorme. No hay mejor momento para demostrar madurez que justo después de una victoria grande. Ganar en CU fue una proeza; ganar en casa, jugando bien y con convicción, sería confirmar que este equipo va en serio.
Necaxa no es un rival cómodo. Es uno de esos equipos que no necesita brillar para complicarte la noche. Sabe esperar, sabe morder en la presión alta y tiene la capacidad de castigar errores puntuales. San Luis deberá ser paciente, no caer en la trampa de la desesperación y, sobre todo, mantener la intensidad de principio a fin. Si el equipo logra imponer su ritmo desde el arranque, tendrá mucho camino recorrido.
El cuerpo técnico también enfrenta un reto importante. Después del esfuerzo en CU, habrá que administrar energías, rotar inteligentemente y evitar el exceso de confianza. Porque si algo ha caracterizado a San Luis este torneo, es que cuando baja un poco la guardia, el golpe llega rápido. La victoria del miércoles solo tendrá valor real si se respalda con un buen resultado el domingo.
En el plano anímico, el grupo parece haber recuperado algo vital, el orgullo.
Durante semanas se vio a un San Luis que jugaba bien, pero sin convicción. En CU hubo otra cara, una que pelea cada balón, que se ordena en bloque y que no teme al rival, sea cual sea su nombre. Esa versión es la que debe presentarse ante Necaxa.El Lastras jugará su papel. Después de un triunfo así, la gente volverá con ganas, con ilusión, pero también con exigencia. El público potosino ya no se conforma con “haber competido bien”. Quiere resultados, quiere consistencia. Y tiene razón, este plantel ha demostrado que puede hacerlo.
Además, los números comienzan a sonreír. Con el triunfo del miércoles, San Luis se metió de nuevo a la conversación por el play-in, y depende de sí mismo para mantenerse ahí. Una victoria más lo consolidaría en zona de clasificación y le permitiría encarar el cierre del torneo con un aire distinto. El margen de error sigue siendo corto, pero las sensaciones por primera vez son positivas.
El Atlético de San Luis ha dado un paso importante, pero todavía no puede detenerse a celebrar. Lo que viene es el examen de la madurez futbolística: sostener la intensidad, mantener la concentración y convertir las buenas actuaciones en una costumbre.
Este domingo, el equipo tiene la oportunidad de confirmar que no fue casualidad, que lo de CU fue el inicio de una nueva etapa. Ganarle a Necaxa sería más que un triunfo, sería la señal de que San Luis, por fin, ha aprendido a ganar seguido.
Porque el fútbol no premia al que brilla un día, sino al que resiste toda una temporada. Y si este grupo logra mantener ese temple y esa convicción, el play-in podría dejar de ser un sueño para convertirse en la consecuencia lógica de un equipo que, tarde pero seguro, está aprendiendo a jugar como los grandes.
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