#4 Tiempos
Contrastes | Columna de Víctor Meade C.
SIGAMOS DERECHO.
La semana pasada estuvo, definitivamente, protagonizada por la Suprema Corte de Justicia. Los importantísimos fallos del Pleno de la Corte y de su Primera Sala en materia de interrupción legal del embarazo y de libertad de expresión, así como los actos administrativos de su ministro presidente, Arturo Zaldívar, contrastan de manera dramática con la actividad del Congreso de la Unión, que continúa con su corte militarista, complaciente y sin capacidad de generar consensos.
En las sesiones del lunes y martes, los ministros y ministras del Tribunal Pleno de la Corte aprobaron por unanimidad de diez votos —con grandísimas intervenciones y argumentos— la acción de inconstitucionalidad promovida por la entonces Procuraduría General de la República en contra de diversos artículos del Código Penal del Estado de Coahuila. Por una parte, resultaron invalidados los artículos y disposiciones del Código que sancionan con prisión tanto a la mujer que decide voluntariamente interrumpir su embarazo como a la persona que la hiciere abortar y al personal médico involucrado; también se invalidó la disposición que limita el aborto en casos de violación, inseminación o implantación artificial. Por otra parte, la Corte invalidó una disposición del Código que establece una pena menor para el delito de violación entre parejas, con respecto de la pena por violación en general.
De esta manera, la Suprema Corte puso fin a una serie de intentos por despenalizar la interrupción legal del embarazo que se vieron truncados, por un lado, por los argumentos conservadores de las conformaciones pasadas de la Corte y, por otro lado, por plantear la problemática del asunto como un tema de competencias. Es decir, la Corte no se había pronunciado sobre el fondo del asunto, sino que los casos anteriores, en su mayoría, se decidieron por cuestiones meramente procesales.
Resalta la ausencia del ministro Jorge Pardo, quien no asistió a la sesión del martes —en la que haría su intervención— por “causas de fuerza mayor”, según lo anunció el ministro Arturo Zaldívar. Dada esa justificación, lo que sigue es mera conjetura mía, pero no podemos ignorar que Pardo se había pronunciado en contra de la despenalización del aborto en asuntos anteriores y que rara vez contradice sus votos previos. Por tanto, no es extraño pensar que Jorge Pardo decidió no asistir y, con su silencio, respetar la unanimidad de diez votos que se alcanzaría en la sesión, tan simbólica y relevante para un asunto de esta naturaleza.
Lo decidido por la Corte alcanzó la votación necesaria para convertirse en precedente obligatorio para todos los jueces y juezas del país, lo cual sin duda es un gran paso para su despenalización a nivel nacional y gran logro para las colectivas feministas y organizaciones de la sociedad civil que han impulsado este tema, tanto en la discusión pública como en el litigio. Sin embargo, el éxito para esta causa solo habrá de alcanzarse plenamente una vez que estos argumentos se vean plasmados en las leyes y códigos del país, pues, al ser solamente un criterio, sí se tendrá que iniciar un procedimiento penal en contra de la persona que aborte, aunque eventualmente el juez tendrá que aplicar el criterio generado por la Corte.
A raíz de lo anterior, el ministro presidente Arturo Zaldívar convocó a una rueda de prensa para anunciar que planteará al Consejo de la Judicatura la emisión de un acuerdo para encomendar al Instituto de la Defensoría Pública a asesorar a las mujeres sentenciadas o procesadas por el delito de aborto. A su vez, anunció que por primera vez en la historia de la Corte se contemplarán las licencias de paternidad por tres meses pagados para los hombres integrantes del Poder Judicial de la Federación, lo cual significa un gran paso para alcanzar una auténtica igualdad de género. Ya en la sección de preguntas de la conferencia, Zaldívar acordó que las estaría convocando al menos una vez al mes para informar de las actividades del Poder Judicial de la Federación.
En un tema completamente distinto, la Primera Sala de la Corte otorgó un amparo a la organización no gubernamental Artículo 19 , por considerar inconstitucional la Ley General de Comunicación Social, promovida por el gobierno de Peña Nieto. Dicha ley —conocida como Ley Chayote— contempla una amplia discrecionalidad y vaga regulación para el gasto que puede ejercer el gobierno federal en materia de publicidad y comunicación social. Por ello, la Corte resolvió que, en efecto, el Congreso de la Unión incurrió en una omisión legislativa que se debe subsanar, pues tiene efectos adversos para el ejercicio de la libertad de expresión, de prensa y de información, ya que genera censura para medios y periodistas críticos del oficialismo.
Mientras tanto, el Congreso de la Unión brilló por lo mismo que le ha distinguido, por un lado, con su pobre técnica legislativa y su incapacidad de generar consensos, y por otro, con la inconstitucionalidad que resulta de lo primero, particularmente desde que inició esta administración.*
La semana pasada, el Senado aprobó la Ley Orgánica de la Armada de México, en la cual la coalición oficialista mayoriteó y continuó con la consolidación de la militarización de las funciones de seguridad pública. La ley, por una parte, amplía las atribuciones de la Armada en materia de seguridad, pues comisiona a la Unidad de Policía Naval a realizar —con “carácter civil”— tareas de seguridad pública como parte de la Guardia Nacional. Además de los vicios de constitucionalidad que esto acarrea —y que la Suprema Corte eventualmente tendrá que resolver—, la Ley de la Armada contraviene a la Ley de la Guardia Nacional, que estipula que la GN es un cuerpo civil, aunque el 75% de sus miembros hoy sean militares activos.
De la misma manera, la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Revocación de Mandato con casi 200 votos en contra, dado el despropósito de querer encuadrar a la revocación como un acto, mas bien, de ratificación del cargo. Ahora hay que esperar a la firma del Ejecutivo y de su posterior publicación en el Diario Oficial de la Federación.
Es cierto que la naturaleza de las actividades y de los temas que resolvieron los poderes Judicial y Legislativo es muy distinta, sin embargo, también es cierto que se trata de una tarea basada en la capacidad de convencer y de generar consensos. Para vida de nuestro estado democrático y de derecho, el convencimiento debe de estar fundado en argumentos razonados desde el respeto a la Constitución y a los derechos que reconoce. Cuando esto no sucede —desafortunadamente sucede poco—, los asuntos votados por el Legislativo y firmados por el Ejecutivo terminan congelados por años en los tiempos de la Suprema Corte, saturada de acciones de inconstitucionalidad.
Es cierto, también, que la Corte actuó con maestría la semana pasada, aunque aún tiene que pasar varias pruebas de fuego en lo que resta del año, como el tema de la extensión del periodo de Zaldívar, la Ley Nacional sobre Uso de la Fuerza y muchos otros proyectos torales de este gobierno cuya constitucionalidad ha sido cuestionada.
* Para ver más sobre las actividades y andanzas del Congreso de la Unión, la consultora Integralia presentó recientemente el siguiente informe, cuya lectura recomiendo: https://integralia.com.mx/web/index.php/2021/08/30/decimo-reporte-legislativo-lxiv-legislatura-2018-2021/.
También lee: El derecho a migrar | Columna de Víctor Meade C.
#4 Tiempos
La decadencia de la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS mínúsculas
Ya a finales del siglo XIX, Eça de Querioz (1845-1900), el famoso novelista portugués, se quejaba de lo poco que nos reímos los modernos, lamentándose de que lo que él llamó «la risa antigua» estuviera en vías de franca desaparición. «Nosotros –escribió en un ensayo muy poco conocido-, hijos de este siglo serio, perdimos el don divino de la risa. ¡Ya nadie ríe! Casi ya nadie sonríe siquiera, porque lo que queda de la antigua sonrisa, fina y viva, tan celebrada por los poetas del siglo XVIII, o de la sonrisa lánguida y húmeda que encantó al romanticismo, apenas es un entreabrir lento y helado de los labios que, por el esfuerzo con que se contraen, parecen muertos o de hierro».
Sí, cada vez reímos menos, y, como dije en otra ocasión, si en algo aventajamos a los hombres y mujeres de otras épocas es en nuestra seriedad, que no es meditativa ni religiosa, sino triste, culpable y mortecina: una seriedad, para decirlo ya, muy parecida a la de los cadáveres.
Sigue diciendo el novelista: «Nunca más he vuelto a oír esa carcajada magnífica de mi infancia. Lo que hoy se escucha es a veces una sonrisa cascada, seca, dura, áspera, corta, que sale a través de una resistencia, como arrancada por unas cosquillas, y que bruscamente muere, dejando los rostros mudos y fríos. ¡He aquí la risotada de nuestro siglo!».
La alegría, hoy, ha acabado convirtiéndose en un lujo; y, si no me cree usted, si mi afirmación le parece exagerada, pregunte a sus vecinos si son felices para que obtenga un centenar de respuestas como ésta: «¿Feliz yo? ¡Cómo se le ocurre, estimado señor!». Y se pondrán a hablarle del trabajo –tan mal pagado-, del cambio climático, de la delincuencia organizada o del estrés. ¡Y conste que hoy tenemos casi todo aquello de los que nuestros antepasados carecieron! Las cajas de música de mi infancia tocaban sólo una canción, y, para colmo, había que darles cuerda; las cajas de música de los muchachos de hoy tocan –o al menos pueden hacerlo- hasta 20 o 30 000 canciones, pero no por eso el corazón de estos muchachos se ha vuelto más alegre, más musical. ¡Qué rostro más avejentado pasean por las autopistas de la vida! ¿Sonreír? No, gracias. La verdad es que ni siquiera se les ocurre.
«Nadie ríe –continúa Eça de Queiroz-, y nadie quiere reír. Tenemos todos el indefinible sentimiento de que la risa estridente y clara desentona con la atmósfera moral de nuestro tiempo». Y se pregunta: «¿De dónde proviene esta desoladora decadencia de la risa? Habría que componer un estudio sobre la Psicología de la taciturnidad contemporánea».
Algún día, si no cambio de parecer, escribiré esa psicología de la tristeza que invita a hacer a sus lectores el autor de La ciudad y las sirenas. Dicho tratado deberá responder a las siguientes preguntas: 1. «¿Por qué estamos hoy tan endiabladamente tristes?»; 2. «¿Quién nos ha robado el mes de abril?»; 3. «¿Por qué razón nos hemos vuelto tan huraños y tan antipáticos?», etcétera.
Que esto es así –es decir, que hoy estamos los hombres más tristes que nunca- lo dicen incuso autores bastante enterados de los problemas de nuestra época. He aquí, por ejemplo, lo que escribió el doctor Luis Rojas Marcos en un libro que apareció en las librerías casi cien años después de que lo hiciera ese ensayo de Eça de Quieroz que hemos venido citando; el libro en cuestión se titula La pareja rota y dice así en una de sus páginas:
«Desde finales de los años sesenta ha brillado la generación del yo, el culto al individuo, a sus libertades y a su cuerpo, y la devoción al éxito personal. La dolencia cultural que padecemos desde entonces es el narcisismo, aunque según dan a entender estudios recientes, la comunidad de Occidente está siendo invadida ahora por un nuevo mal colectivo: la depresión. La prevalencia del síndrome depresivo está aumentando en los países industrializados, y las nuevas generaciones son las más vulnerables a esta aflicción. Así, la probabilidad de que una persona nacida después de 1955 sufra en algún momento de su vida de profundos sentimientos de tristeza, apatía, desesperanza, impotencia o autodesprecio, es el doble que la de sus padres y el triple que la de sus abuelos. En Estados Unidos y en ciertos países europeos, concretamente, sólo un 1 por 100 de las personas nacidas antes de 1905 sufrían de depresión grave antes de los setenta y cinco años de edad, mientras que entre los nacidos después de 1955 hay un 6 por 100 que padece de esta afección».
¡Dios mío, lo doble de tristes que nuestros padres y lo tripe de ansiosos que nuestros abuelos! ¡Pero si tenemos todo lo que ellos no tuvieron!…
¿Cuáles son las causas de tanta tristeza? Eça de Queiroz aventura la siguiente respuesta: «Yo pienso que la risa acabó porque la humanidad se entristeció. Y se entristeció a causa de su inmensa civilización…, pues cuanto más culta es una sociedad, más triste es su faz. Hemos perdido la simplicidad y, con ella, la risa». Y termina diciendo al lector: «¿Quieres un humilde consejo? Abandona tu laberinto, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas, no te sutilices con tantos análisis; vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».
Así termina el famoso novelista. Pero no, no nos convence el consejo, ni creo que se consiga mucho abandonando el laberinto (y, por lo demás, ¿quién podría hacerlo?). Según yo, lo que nos ha quitado «el don augusto de reír» no es el exceso de civilización, sino nuestra falta de religión. ¡Ah, si de veras creyéramos en un Dios que nos protege y nos cuida, cómo nos reiríamos de nuestros pequeños problemas! Es decir, reiríamos. Veríamos entonces las cosas desde esa lejanía sin la cual la risa es imposible. ¿No se ha dicho muchas veces que la risa nace del distanciamiento, de ver las cosas desde cierta altura? Pues bien, si esto es así, sólo Dios y los que creen en Él pueden reír de veras con esa explosión de regocijo que conoció Eça de Quieroz cuando era niño, es decir, cuando los hombres aún tenían fe…
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#4 Tiempos
El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.
La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.
Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos
24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.
Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.
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#4 Tiempos
Personas como espejos | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Los pasos dados en una mañana cualquiera conducen a uno de esos espejos piadosos en los que uno aparece más guapo de lo habitual, más limpio, más esbelto, casi heroico. La imagen llega como ráfaga: ese instante fugaz en que parecemos la mejor versión de nosotros mismos. Al siguiente paso, otro espejo devuelve ya el reflejo habitual: el rostro cansado, la camisa con esa arruga que antes no estaba, el pelo que ya no da. Así son los espejos: unos nos bendicen con la gracia de un tenista que acaba de salvar un set y lanza un guiño a la muchacha de la tercera fila; otros nos exhiben hasta el patetismo, y no hay ángulo que salve esas ojeras de un sueño perdido o la mancha que jurábamos no llevar puesta.
Entre uno y otro reflejo, se instala la duda: saber si somos el mal reflejo o la estampa bella de aquel aparador, si somos lo que vimos primero o lo que vemos ahora. Si somos el destello o la derrota.
En las relaciones humanas ocurre un duelo parecido. Hay personas que funcionan como espejos benévolos y nos devuelven lo mejor de nosotros mismos, iluminando lo que tenemos de amable, de inteligente, de vivo. Con ellas todo fluye: la conversación, el silencio, el juego de miradas. Traen de vuelta nuestro humor. Su sola presencia aligera la carga del día y perdonamos así el paso de las moscas.
En el ámbito de las relaciones es preciso rodearse de personas que son como los espejos en los que uno se ve bien y que nada complican. Gente que con su paciencia y simpatía ponen en bandeja las sonrisas y alumbran los más elevados sentimientos.
Pero también hay espejos rotos con forma de persona. Espejos manchados que te reducen y desaniman, cual les marca su hebra cochambrosa y su afán por ensuciar lo que les rodea. Sujetos cuya sola cercanía oscurece, reduce. Imanes del infortunio, empeñados en arrastrar a los demás a su fango personal. Su forma inmunda de consuelo.
Famosa es la frase en la que John Keats contaba que la poesía ha de acontecer con la misma naturaleza y espontaneidad con la que una hoja cae del árbol, y no forzada ni sostenida por andamios y tornillos. Las relaciones humanas de mayor calado fluyen sin tener que desgañitarse. No se gritan, no se empujan: florecen. Como esas novelas que uno lee sin darse cuenta, y al mirar la página ya vamos por la mitad. Tenemos libros que se arrastran (uno nomás no ve la luz al final del túnel) y otros que vuelan.
Vuelvo a mi maestro Jardiel Poncela: aquellas mujeres que no se acomodan a nosotros valen menos que un lavafrutas, aunque sea la resurrección de Friné envuelta en perfume de Le Galion.
Hay personas que te jalan consigo a su piscina de indecencia; y están otras, las que valen su peso en azafrán, que elevan y de la mano te guían a lo que has anhelado para ti en ratos de dulce vanidad. Son los rayos de sol que se cuelan entre las hojas en la última hora de la tarde.
Los buenos modales siguen siendo la pauta a la hora de definir a la gente de la que me quiero rodear. Aquellos que te alientan, saben escuchar y con los que aún puedes platicar de viejos álbumes.
Recordar, por ejemplo, aquella canción de The Velvet Underground cantada por Nico:
Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres, por si acaso no lo sabes.
Déjame estar de pie para mostrarte que estás ciego.
Por favor, baja las manos,
Porque yo te veo.
Me cuesta creer que no sepas
La belleza que eres.
Pero si no lo sabes, déjame ser tus ojos,
Una mano en tu oscuridad para que no tengas miedo…
Contacto
Correo: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
También lee: La Habana que vive en Mérida (yo sé que volverás) | Columna de Carlos López Medrano
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