julio 5, 2025

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#4 Tiempos

A orillas del Río Santiago: romances y cómo morir en El Dorado | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

 

Jonathan Iván del Río Martínez no era guardia de seguridad. Era el amante de Mariela*. El lunes lo mató Jack*, el esposo de ella. El escenario de la tragedia con el que se rompió el triángulo, un triángulo amoroso más, fue la plaza comercial El Dorado en la capital potosina.

El escándalo de una balacera corrió rápido en las redes sociales. En un lunes a las seis de la tarde no eran pocas las familias, parejas, amigos y comerciantes que coincidieron en el lugar para ser testigos del sonar de seis balazos que alarmaron a toda una ciudad con un episodio de sangre cerca, ahí en el Dorado, la segunda plaza más grande de la capital y la preferida de una clase media con privilegios.

El miedo inunda en segundos a la plaza, los paseantes y clientes se silencian a la orden abrupta de las armas de fuego, los paseos, cafés y compras se convierten de pronto en un episodio de “pecho tierra”.

El que está tendido es Jonathan Iván, el que conoció a Mariela hace ocho meses en un gimnasio donde iniciaron el ejercicio de su aventura romántica.

Ella está casada con Jack, hombre de mucho dinero, con casa ubicada entre jardines y campo de golf, inmuebles en el pedregal y todas comodidades que el dinero puede comprar. Él es extranjero, y la fuente de su fortuna material está en los Estados Unidos, sus ausencias dieron mucho tiempo libre al novedoso amor de Mariela con Jonathan Iván.

Mariela es mayor que su novio a escondidas, ella de 43, y el que está tendido, con 29 apenas cumplidos.

Con la posibilidad material en el bolsillo, Mariela consintió por meses a Iván. Él desde que terminó la preparatoria, era un trabajador de la carne industrial con mil historias, buenas y malas encima, construidas todas en el barrio de Tlaxcala.

Los hermanos de Jonathan lo advirtieron hace meses: “Eran muchos regalos de los buenos, que un iPad, que un teléfono nuevo, cadenita de oro, buenos restaurantes, paseos… hasta que un día le pedimos que no le aceptara un carro que quería regalarle… te vas a comprometer carnal”.

Son las cinco de la tarde, un hombre extranjero vestido de negro de pies a cabeza, está llorando en la banca del centro comercial. Sí hubo quien lo notó y reportaron a la seguridad de la plaza. En los registros se asentó en dos ocasiones guardias de seguridad le pidieron retirarse y hasta en la declaración de uno de los empleados de seguridad involucrados en el tiroteo quedó asentada la que después se convertiría en la mortal sentencia, Jack le habría dicho al guardia: “Aquí déjame, mi esposa está aquí con otro”.

Sin protocolo para los romances y las heridas sentimentales, el guardia continuó con el único que tiene y le pidió retirarse una vez más porque estaba siendo incómodo para los clientes y visitantes.

Así lo hizo según se supo, pero pasadas las seis de la tarde regresó.

Semanas antes también hubo un anticipo a la tragedia en la intimidad doméstica del hoy occiso que le informó a uno de sus dos hermanos: “Le vieron el teléfono a Mariela y su esposo ya se enteró de lo nuestro”. – Pues ten cuidado, ya deja eso- recuerdan le advirtieron al hermano.

Hay un par de anécdotas que en su barrio hoy entre llantos recuerdan de Jonathan Iván: la ocasión en que robaron una silla de ruedas a un mariachi que tenía discapacidad, el caso incluso se hizo conocido y fugazmente viral. La silla, algunos delincuentes fueron a ofrecerla justamente a Jonathan, quien no dudó en comprarla para regresarla a su dueño original.

De “coperachas” y muestras de solidaridad a vecinos, al del cáncer, a la señora en desgracia o al muchacho herido, también se le recuerda como organizador y alentador de un par de esas causas de barrio y de buena vecindad.

Pero es lunes 4 de septiembre y sí regresó Jack. Encaró a su esposa de la mano de su amante que horas antes habían comido ahí y hasta unas compras registraron.

Cuentan testigos que algo se dijeron los tres. Palabras de los segundos antes de que hablaran las armas.

Están afuera de la tienda oriental, cerca de las escaleras. El que se asumió traicionado abrió fuego contra su rival. El herido hirió, y lo hizo a matar.

El guardia de seguridad, el mismo que le había advertido retirarse, respondió la agresión resultando también lesionado. Se desconoce si Jack se fue también con saldo de sangre o si alguna bala del guardia le alcanzó a dar.

Mariela no huyó con Jack. Mariela se quedó del lado de Jonathan Iván hasta que se desvaneció para siempre. Ella fue requerida en calidad de testigo de la tragedia.

La ciudad se alarmó y, como suele ocurrir, los medios afectos a la noticia en pantones de amarillo, circularon toda clase de especulaciones sobre el pasado de la víctima.

Ni siquiera el adulterio es delito, y por ningún otro, que se conozca se le señalaba al que hoy despedirán para mañana llevar rumbo al Saucito.

No, no era guardia de seguridad y ya no lo será jamás. Tampoco a su trabajo en la carne comercial, tampoco al gimnasio, tampoco recibirá los regalos de Mariela.

Una historia de la muchas que se viven en una ciudad como la nuestra, una tragedia con todos los elementos para un corrido, para un evento doloroso que marcará para siempre a tres familias y que tomó por sorpresa, aún en un clima de tensa seguridad, a una ciudad como la capital potosina.

Las historias de balaceras y muertes lamentablemente se normalizan, pero detrás de ellas hay protagonistas con una narrativa propia de la que nadie da cuenta porque a nadie o a pocos interesa.

Una historia tan común, una millones de veces vivida.

*Los nombres de Mariela y Jack fueron cambiados por el reportero con el propósito de no afectar de modo alguno las indagatorias e investigaciones de la Fiscalía General del Estado. El relato es una narración producto de la entrevista con familiares de la víctima*.

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#4 Tiempos

El sabor uruguayo del futbol potosino | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

El futbol potosino ha tenido muchos rostros, muchas etapas y muchas nacionalidades que han dejado su huella. Pero si hay una que ha sabido ganarse el respeto en la cancha y el cariño en la tribuna, es la uruguaya. No hablo solo de entrega, hablo de carácter, de identidad, de jugadores que supieron ponerse el equipo al hombro cuando San Luis más lo necesitaba.

Hoy que el nombre de Juan Manuel Sanabria suena con fuerza por razones fuera del césped, vale la pena recordar a los uruguayos que eligieron a San Luis, que se partieron el alma con esta camiseta, y que con su futbol dejaron una marca imborrable.

Sanabria, quien hasta hace poco fue capitán, referente, y para muchos el nuevo símbolo del Atlético de San Luis, rechazó irse al América. ¿Por qué? Eso solo lo sabe él. Pero mientras unos dudan, otros lo hubieran dado todo por una oportunidad así. Y sin embargo, eligió a San Luis. Eso dice mucho.

Marcelo Guerrero, aquel mediocampista ofensivo que llegó en los años dorados del primer San Luis en Primera. El “Colo” no era un crack mediático, pero tenía talento en los pies y visión en la cabeza. Fue clave en el subcampeonato del Clausura 2006. Ese torneo, donde estuvimos a nada de ser campeones, tuvo mucho del futbol uruguayo. Mucho de Marcelo.

Sebastián Abreu, el “Loco”, pasó brevemente por San Luis pero dejó su sello. Llegó con la fama de goleador nato y aunque no tuvo su mejor etapa, su presencia bastó para sacudir vestidores. Un delantero con personalidad, de esos que no se esconden. Un verdadero referente del futbol uruguayo que, aunque por corto tiempo, defendió los colores potosinos.

Más recientemente, Facundo Waller, otro charrúa que entendió lo que significa este equipo. Su paso por San Luis no solo fue destacable, fue vital. Contundente, técnico, siempre con una actitud ejemplar. Fue de los pocos que en temporadas grises mantuvo el nivel. Un volante moderno, de ida y vuelta, que mostró garra y calidad.

Pero no todos los nombres quedaron grabados en los reflectores. Algunos fueron más discretos, pero no menos importantes. José Enrique García, volante de contención, fue uno de esos gladiadores silenciosos a inicios de los 2000. Siempre cumplidor, sin lujos pero con un orden táctico que todo técnico valora.

Andrés Silva, central uruguayo que también pasó por San Luis en esa época, destacaba por su fortaleza física y su agresividad defensiva. No era un defensa sutil, pero sí un tipo al que no le temblaban las piernas en los partidos complicados. Le tocó vivir años de transición en el club, pero siempre rindió.

Uno que sí fue diferente fue Lorenzo Unanue, que llegó en los años 80, cuando San Luis todavía tenía una identidad más modesta pero una gran ambición. Unanue era fino, creativo, y marcó diferencia en una liga que no siempre apreciaba el talento extranjero. Fue de los grandes uruguayos que se puso esta camiseta, y su huella permanece en quienes lo vieron jugar.

A lo largo de las décadas, han sido los jugadores charrúas quienes más han entendido el código del fútbol en esta tierra: sacrificio, dignidad, talento sin soberbia. Y entre todos ellos, hay un nombre que no se discute: Nery Castillo, el más grande jugador uruguayo que ha pisado una cancha en San Luis.

Nery jugó en el Atlético Potosino durante los años más vibrantes del fútbol en la capital. Era extremo, rápido, elegante. Pero más que sus cualidades técnicas, lo que hacía diferente a Castillo era su entrega. El estadio Plan de San Luis rugía cuando tomaba la pelota. Marcaba diferencias, no solo con goles, sino con personalidad. Fue ídolo, fue referente y fue parte fundamental de una etapa que marcó a toda una generación. Su legado va más allá de la cancha: sembró en San Luis una identidad, una conexión con Uruguay que permanece hasta hoy.

El fútbol potosino no tiene la vitrina de otros equipos, pero sí tiene historia. Y en esa historia, los uruguayos han sido piezas importantes. Jugaron, ganaron, perdieron, sudaron esta camiseta como si fuera suya de nacimiento. Por eso, cuando uno ve a un jugador uruguayo en San Luis, ya sabe que algo bueno puede pasar. Porque si algo saben hacer los charrúas, es dejarlo todo en la cancha. Y a veces, eso es más importante que cualquier fichaje.

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Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

De la mano de Oscar Vargas y David Espejo, los alumnos del maestro Julián Carrillo, y principalmente bajo el cobijo de la hija del maestro, Dolores Carrillo, Jorge Echevarría Chávez aprendió el sistema musical del Sonido 13 y tomó el destino de tocar música en el sistema de Sonido 13 de Julián Carrillo, convirtiéndose en uno de los principales difusores de la obra microtonal de Julián Carrillo. Desde 1979 ha sido promotor de la obra del compositor potosino dando conferencias y conciertos en diversos foros y universidades. También ha ejercido la docencia y ha sido catedrático en diversas escuelas, centros culturales y universidades del país. Ha sido director de varias agrupaciones musicales juveniles.

Como parte de su formación en el nuevo sistema musical de Carrillo se involucró en la construcción de instrumentos en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono, participando en la construcción de arpas micro interválicas que desarrollaron los alumnos de Carrillo Oscar Vargas, David Espejo y Ramón Guerrero Aspero y construiría posteriormente su flauta para cuartos de tono con la cual basa sus interpretaciones de Sonido 13 con el grupo de formara con el nombre ITZA CAYUM que es un grupo que ha sido trazado por la música, recordando el conocimiento de notas y frases. La inspiración surge de instrumentos ancestrales para crear nuevas formas de expresión musical… expandiendo el espectro sonoro, empoderando en cada nota y pieza. Esta profunda fuente de tradición e innovación encuentra una voz moderna en Jorge Echavarría, miembro clave del reconocido grupo Paraphernalia. (PoF)

Jorge Echevarría Chávez realizó sus estudios musicales en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México como instrumentista en flauta transversal; también en la escuela de música José F. Vázquez; el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México, y estudió armonía contemporánea en el Sindicato de Música de la Ciudad de México.

En los últimos años han sido frecuentes sus visitas a San Luis Potosí para impartir cursos y conferencias, así como hacer composiciones con sus talleristas de música original en el sistema de Sonido 13. En particular participó en nuestro programa de conmemoración del 140 aniversario del nacimiento de Carrillo en 2015, registrando su participación en la serie documental 13 Conceptos del Sonido 13 que puede consultarse en youtube, así como su participación el programa de conferencias públicas La Ciencia en el Bar en particular con el tema la revolución musical del Sonido 13,

Sobre este tema estará en el mes de septiembre en San Luis Potosí impartiendo el taller, La revolución Musical del Sonido 13, el cual tiene el objetivo de desarrollar los conocimientos necesarios para componer e interpretar música en microintervalos, a través del uso del sistema general de escritura musical de Julián Carrillo. Este taller está dirigido a músicos de cualquier diversidad instrumental, con conocimientos básicos de solfeo y teoría musical general.

Este taller es una buena oportunidad para acercarse al sistema de Sonido 13 y experimentar ese universo musical fantástico que desarrolló el maestro potosino Julián Carrillo creando un nuevo universo sonoro que permite crear nuevas sensaciones estéticas.

Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Julián Carrillo y el 130 aniversario del experimento fundacional del Sonido 13. Que mejor manera de festejarlos participando en el taller de Jorge Echevarría sobre la revolución musical del Sonido 13.

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Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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Cuenta Simone de Beauvoir (1908-1986) al comienzo de su ensayo Pirrus et Cineas que una vez Pirro, el general, hacía en voz alta proyectos de conquista:

“-Primero someteremos Grecia –decía.

“-¿Y luego? –le preguntó Cineas, el filósofo, que estaba por allí cerca y lo escuchaba con atención.

“-Luego conquistaremos África.

“-¿Y después de África?

“-Después de África pasaremos a Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia.

“-¿Y después? –volvió a preguntar el filósofo.

“-Después iremos a la India.

“-¿Y después de la India?

“-¡Ah! –exclamó Pirro-. Descansaré.

“-¿Y por qué no descansas de una vez?

“Cineas –comenta la novelista filósofa- parece sabio. ¿Por qué partir si es para volver? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y, sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. ‘No diré A’, dice el escolar con empecinamiento. ‘¿Por qué?’. ‘Porque después de eso habrá que decir B’. Sabe que, si comienza, no terminará: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto, una nueva tarea que lo arrojará hacia una nueva tarea, sin descanso. Si no se termina nunca, ¿para qué comenzar?… Pero en tanto que permanezca vivo –dice Pirro- es en vano que Cineas me hostigue, diciéndome: ‘¿Y después? ¿Para qué?’. A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan hacia adelante”.

Quién tiene la razón: ¿Pirro o Cineas? Quizá los dos: Cineas advirtiéndole que el punto de partida no está nunca lejos del punto de llegada y que no es preciso conquistar el mundo para tomarse un descanso. Pero, ¿cómo descansar sin haber antes conquistado el mundo, es decir, sin haberse  cansado? Pirro, pues, tampoco se equivocaba: no es lo mismo descansar antes que descansar después. Antes, el descanso es pereza; después, es recompensa.

“¿Conoces la historia del napolitano? –pregunta ahora Christiane Rochefort (1917-1998) por boca de uno de los personajes de Les Stances à Sophie-. El milanés lo ve tirado al sol y le dice:

“-¿Por qué no trabajas? Así tendrías dinero.

“-¿Y luego? –pregunta el napolitano.

“-Te comprarías una casa.

“-¿Y luego?

“-Llevarías e ella a una mujer, ascenderías en la escala social, te enriquecerías.

“-¿Y luego?

“-Y luego –dice el milanés- podrías pasar las vacaciones al sol.

“Y el napolitano responde:

“-¡Pero si ya estoy al sol!”.

En este caso nos parece mucho más sabio el napolitano que el milanés, pues éste sólo piensa en el dinero, en una casa con alberca y amplios jardines: en una comodidad, en fin, que aquél ya goza sin tener que molestarse. ¿Tanto trabajo, tanto desvelo para luego tirarse sol? Bien, él ya está al sol, y no desea sino una sola cosa: que lo dejen en paz.

Si trabajamos únicamente para “ganar”, el napolitano tiene razón. Pero los hombres no sólo trabajamos para “ganar”, sino, ante todo, para ganarnos a nosotros mismos: para que el mundo gane algo y sea un poco más rico con los frutos de nuestra acción. Eso fue lo que se le olvidó decir al milanés: y, por lo tanto, perdió justamente la partida.

Para terminar, he aquí otra historia del mismo tenor. La cuenta Giovanni Papini (1881-1956) en un capítulo de su libro Palabras y sangre. Iba un hombre caminado por la orilla de un río –imagino que sería el mismo Papini- cuando vio a un joven que se disponía a echar las redes:

-¿Por qué haces eso? –preguntó el paseante.

“-Para coger peces –respondió el pescador.

“-¿Y para qué quieres coger peces?

“-Para venderlos.

“-¿Y qué haces con el dinero que obtienes?

“-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

“-¿Y para qué compras todas esas cosas?

“-Para vivir.

“-¿Y para qué quieres vivir?”.

He aquí una pregunta realmente filosófica: “¿Para qué quieres vivir?”. Una vez que hemos respondido a esta pregunta y sabemos la respuesta, nuestro obrar tendrá sentido, pero únicamente hasta entonces y nunca antes.

El pescador se quedó callado. Y como no supo qué responder, se limitó a decir: “Para pescar”. Ignoraba para qué hacía, en el fondo, lo que hacía. Su vida era un círculo vicioso, un malentendido. 

“¿Para qué quieres vivir?”. Es preciso responder. Y sólo hasta que lo hagamos también nuestro descanso formará parte del plan, y tendremos paz. Nuestro corazón no nos acusará de haber gozado de una tarde libre, ni nos reprochará por habernos tomando unas breves vacaciones. Seremos, entonces, los hombres más sabios. Y también los más tranquilos. 

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