Opinión
La Garita, un espejo…. de la realidad

En 1930 logró conformarse el Ejido conocido como La Garita de Jalisco en el Municipio de San Luis Potosí. Este conjunto de tierras originalmente contaba con 1008 hectáreas después de haber sido reconocido como un título virreinal que reconocía un asentamiento humano y comunidad sobre una superficie de 3,770 hectáreas.
¿Cómo es que pasó a disminuirse en aquél momento a menos de un tercio de su tamaño original?
Entre donaciones en las que se dotó a otras comunidades de varias hectáreas como sucedió con Escalerillas, Capulines, La Tenería, entre otros.
Los ejidatarios nunca tuvieron una posesión real de sus tierras porque los trámites burocráticos de papeleo para legitimar esos derechos, siempre estuvieron empañados por información incorrecta, a través de la cual, con engaños y un verdadero abuso tanto de las autoridades, como de los intereses de algunos desarrolladores, sirvió para que algunos vivales se aprovecharan de las circunstancias de ignorancia de los ejidatarios para ir despojándolos de sus tierras hasta reducir su extensión a casi nada….
Los “empresarios” especuladores expertos manipularon los planes de desarrollo de la ciudad capital para provocar un crecimiento en sentido opuesto al originalmente trazado, impactando ambientalmente todo el entorno y eso lo vemos actualmente en los niveles de contaminación en el aire que respiramos en San Luis Potosí.
Luego de un sinfín de operaciones que no cumplieron en su momento con las formalidades indispensables para que esas tierras que conformaban el Ejido y después pasaron a manos de particulares, en 1994 aportaron 200 hectáreas para participar en un “gran proyecto” con el cual los ejidatarios pasarían a alcanzar una calidad de vida sin las carencias de la pobreza extrema de tantos años de abusos y despojos, les entregaron a cada ejidatario en pago 2,500 metros cuadrados de los nuevos desarrollos… Con esta me cobro y con un pedacito te pago.
Actualmente existen 90 ejidatarios y aunque existe división entre algunos de ellos porque los desarrolladores los han intimidado con contratos que exigen la no actuación judicial para hacer ningún reclamo por las tierras aportadas, nos encontramos con una situación más grave aún.
En ese año de 1994 se hace una aportación mayor de 620 hectáreas y el despojo es muy evidente porque, luego de constituir en 1995, en el año 2000 piden los desarrolladores un cambio de uso de suelo de 737 hectáreas. Caray, 117 hectáreas que no corresponden a la aportación de las 620 hectáreas aportadas.
Actualmente se encuentran varias demandas en trámite ante el Tribunal Agrario, donde se reclama el despojo de esas 117 hectáreas que salen de las medidas del polígono aportado en 1994 y aunque se diga que la moneda está en el aire, la autoridad juzgadora debe considerar todas las pruebas aportadas y que gracias a la tecnología con la que se cuenta hoy día, no se puede hacer ojo de hormiga ante una realidad que en documentos y pruebas fehacientes hará por vez primera justicia a los ejidatarios del Ejido de La Garita de Jalisco en esta ciudad d San Luis Potosí.
Las sentencias que están por emitirse en el Tribunal Agrario serán el espejo de esta realidad que traerá como consecuencia revelar los abusos que entre particulares y autoridades se generaron en perjuicio de los ejidatarios de La Garita y se espera que una vez sea demostrada la injusticia, se repare el daño constante que por años se ha vivido en esa comunidad.
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Opinión
El duelo que siempre vuelve | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Otra vez México y Argentina, otra vez el destino cruzando caminos que parecen condenados a encontrarse en cada mundial, sin importar la categoría. Esta vez, en el Mundial Sub-20, el enfrentamiento vuelve a encender las pasiones, los recuerdos y las comparaciones inevitables. Pero en esta ocasión hay un ingrediente nuevo, una chispa distinta: Gilberto Mora, el joven que empieza a convertir el anhelo de una generación en una realidad palpable.
Mora llega a este partido convertido en símbolo. Con apenas dieciséis años, su irrupción ha sido tan veloz como ilusionante. En un fútbol acostumbrado a madurar tarde, su aparición representa una ruptura con el molde, el talento que no espera, el genio que no pide permiso. Y ahora, frente a Argentina, el escenario es ideal para comprobar si lo que hasta ahora parecía promesa puede empezar a transformarse en legado. El jugador que normalmente viste el uniforme rival, hoy aparece del lado de los norteamericanos, el lujo ya no es de Sudamérica, al menos en esta ocasión.
México no enfrenta solo a una potencia futbolística, enfrenta a un espejo. El fútbol argentino ha sido durante décadas el modelo a seguir: carácter, garra, inteligencia táctica, y una escuela que ha sabido convertir el talento juvenil en campeones del mundo. Pero esta generación mexicana tiene algo distinto. No es un grupo de buenos jugadores; es un grupo de jóvenes que compiten sin miedo, que se atreven a desafiar jerarquías. Y ahí aparece Mora, con esa naturalidad que parece impropia de su edad, con esa calma de quien juega como si el tiempo se detuviera cuando tiene la pelota.
Ante Argentina, todos los focos apuntarán a él. No solo porque es el más joven, sino porque encarna la esperanza de que México, por fin, tenga a ese jugador que puede cambiar un partido con una jugada. Mora no solo genera peligro, contagia.
Hace que el equipo se suelte, que la gente crea. Y en un duelo tan cargado de historia, eso vale tanto como un gol.Los argentinos lo saben. Lo respetan. Saben que México tiene un futbolista diferente, alguien capaz de romper esquemas. Si Mora logra mantener la serenidad y el instinto que lo han caracterizado, este partido puede ser su consagración internacional. Sería apenas el inicio de una historia que ya suena a leyenda: la del joven que podría jugar el Mundial Sub-20 y el Mundial Mayor en el mismo ciclo.
Para el resto del plantel mexicano, el reto es acompañarlo, no depender de él. Porque si algo ha demostrado esta selección es que cuando se sueltan colectivamente, son capaces de igualar el ritmo y la intensidad de cualquier rival. Pero sin duda, Mora será el punto de equilibrio emocional y técnico del equipo: el jugador que puede cambiar el rumbo con una asistencia, una gambeta o un destello de genio.
México y Argentina vuelven a encontrarse, como siempre. Pero esta vez hay algo diferente. Esta vez hay un nombre que hace soñar con que el desenlace no sea el mismo. Si Gilberto Mora logra brillar ante una potencia mundial, no solo estaremos viendo un partido más, sino el nacimiento de una era. Porque en cada toque suyo hay una promesa: la de que el fútbol mexicano, por fin, podría tener a su propio elegido.
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#4 Tiempos
Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta
Apuntes
Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.
Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.
Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.
Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.
En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.
Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir
. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.
Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.
Punto.
Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.
Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.
Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.
Yo soy Jorge Saldaña.
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#4 Tiempos
Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.
Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.
Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.
El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.
Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.
Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México. Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.
Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.
Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.
Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.
También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
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