junio 1, 2025

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#4 Tiempos

Mexicanos de segunda | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

 

Durante el mes pasado se publicaron en el Diario Oficial de la Federación tres sentencias emitidas por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, en las que declaran de manera unánime que el requisito de ser mexicano por nacimiento para acceder a ciertos cargos públicos a nivel estatal es inconstitucional.

La primera de estas sentencias corresponde a diversos artículos de leyes del Estado de Michoacán, en los que establecen que es requisito ser mexicano de nacimiento para ser titular del Órgano Interno de Control del Congreso local, del Poder Judicial y de los organismos autónomos locales (Instituto Electoral local, Tribunal Electoral, Comisión Estatal de Derechos Humanos, entre otros). La segunda sentencia corresponde a una ley del Estado de Sinaloa, en la que establecen el requisito de ser mexicano por nacimiento para ejercer distintos cargos en el Tribunal de Justicia Administrativa. Finalmente, la tercer sentencia corresponde a diversos artículos de leyes del Estado de México, en los que establecen el requisito de ser mexicano de nacimiento para ejercer el cargo de Titular de la Unidad de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública estatal y el de Rector de la Universidad Mexiquense de Seguridad.

En estos tres asuntos, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos demandó la inconstitucionalidad de todos estos artículos. Sus argumentos fueron muy claros: establecer dicho requisito excluye de manera injustificada a aquellas personas que adquirieron su nacionalidad mexicana por otra vía distinta al nacimiento. Esta exclusión, por tanto, viola derechos de igualdad y no discriminación, sumados a las evidentes restricciones y violaciones impuestas al derecho al trabajo.

En el lado contrario, los argumentos que expusieron las autoridades responsables (gobernador y congreso local) de Michoacán, Sinaloa y Estado de México para defender la imposición de este requisito fueron razonablemente distintos entre sí y francamente ridículos. El congreso de Michoacán argumentó que se trata de cargos “muy importantes” y que su titular requiere de un “carácter confiable”. El congreso sinaloense básicamente señaló que estableció ese requisito porque la ley se lo permite y punto; no expuso razones de fondo. El gobernador del Estado de México indicó que con esa medida busca que “se aseguren la soberanía y la seguridad del país, bajo la salvaguarda de conceptos como la lealtad e identidad nacionales”.

¿De verdad no se puede confiar en alguien que nació fuera del país, pero que adquirió la nacionalidad mexicana por decisión propia? ¿Esas personas no deben ni son capaces de ocupar “cargos importantes”? ¿Se pone en riesgo a la soberanía nacional (lo que sea que eso signifique) cuando un mexicano o mexicana que nació en fronteras distintas quiere servir a su país desde la administración pública?

La Corte trató y resolvió los tres casos de la misma manera. En todos resolvió por unanimidad de once votos que imponer dicho requisito es inconstitucional. Sin embargo, los ministros y ministras de la Corte no respondieron a ninguna de las preguntas enlistadas arriba. La Corte resolvió que dicho requisito es inconstitucional, pero por una cuestión de competencias. Es decir, la Corte argumenta que los congresos locales no están facultados para hacer ese tipo de distinciones, sino que solo las pueden hacer la Cámara de Diputados y la de Senadores. De esa manera, la Corte tendrá que seguir invalidando, casi de manera automática, todas las impugnaciones que se hagan a artículos similares promulgados en los estados de la República.

En el país permanecen cientos de normas de este tipo

, que, bajo el velo de una supuesta soberanía y de ‘la defensa de los intereses de la nación’, continúan distinguiendo entre lo que parecieran ser dos clases de mexicanos: los de primera, nacidos en México e irremediablemente aptos y capaces para defender los mejores intereses nacionales en su más alto nivel; y los de segunda, no nacidos en México, inconfiables y con una promesa de traición inminente que los hace incapaces de defender a cabalidad el interés colectivo.

Se me vienen a la mente dos ejemplos. El primero es el caso de Miguel Carbonell, abogado egresado de la UNAM y con una trayectoria académica como la de muy pocos. Sus aportes a la ciencia jurídica han valido para que la propia UNAM lo reconozca como uno de sus 10 más ilustres egresados en toda su historia. Sin embargo, Carbonell nunca ha podido dirigir el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM sencillamente porque nació en España, a pesar de haber vivido y dedicado toda su vida a México.

El segundo ejemplo es el de Jean Meyer, uno de los más importantes historiadores que tiene México. Meyer, nacido en Francia en 1942, arribó al país en 1965 para realizar su tesis doctoral. El resultado de esa tesis fue nada más y nada menos que la investigación más completa que se ha hecho de la Guerra de los Cristeros. Es decir, prácticamente todo lo que sabemos de ese suceso tan relevante de la historia mexicana fue recopilado por él; su trabajo para nuestro país —su país— es invaluable y obra de referencia para miles. Meyer es naturalizado mexicano desde 1979 e incluso se presenta a sí mismo como Juan, no Jean. Aunque desconozco si alguna vez le ha pasado por la mente ocupar algún cargo público, el sentido común nos dice que es una oportunidad que no debería de ver limitada.

La semana pasada se conmemoró el aniversario 500 de la Caída de Tenochtitlán. Las diversas discusiones historiográficas que afloran cada año con motivo de la conmemoración son sin duda interesantes y enriquecedoras para el debate público. Sin embargo, en el marco de esas discusiones también salen a relucir las filias y fobias de muchos que defienden —equivocadamente, me parece— la idea de que existen unos mexicanos originales. No hay que perder de vista que una de las premisas del pensamiento nacionalista es la división y la distinción entre los que son de acá y los que son de allá (los enemigos). Tampoco perdamos de vista que aún permanece muy presente en nuestra cultura, pensamiento e incluso en nuestras leyes una visión de la historia escrita por el priismo autoritario, basada en un México perteneciente solo para algunos y que niega, silencia y reprime su multiculturalidad y diversidad que tanto nos enriquece.

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#4 Tiempos

Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.

En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.

En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.

El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.

Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.

Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.

Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.

Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.

Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.

Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.

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#4 Tiempos

Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.

Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.

La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.

Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.

Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.

En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.

Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.

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Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?

¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!

Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?

Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.

Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».

¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…

El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.

Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:
-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.

Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.

El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.

Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!

Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.

«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!

Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».

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Opinión

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