#4 Tiempos
Susana y Angélica, ante el drama del despojo | Columna de Óscar Esquivel
Desafinando
Alguna de las veces es lícito, por evitar algún escándalo, suspender algunos preceptos del derecho natural, a pesar de que en forma general nos mandan cumplirlos, asumiendo que el derecho es lo justo: actuar con cordura ante la diversidad de las ideas es el camino para encontrar la igualdad entre los individuos y las sociedades en su conjunto. Ahora bien, cuando se desatan las formas primitivas de ejercer la justicia, algunos antepondrán la justicia que les asiste y lucharán por su derechos naturales de existir.
Angélica, una señorita de “buena familia“ de algún pueblo alejado de las grandes ciudades potosinas, donde la vida pasa sin prisa y a su ritmo, más lento que pausado, a sus escasos quince años le comunicó a su padre el deseo de convertirse a la vida religiosa. Como todo padre devoto, lo tomó por sorpresa, expresando asimismo su alegría, tendría en la familia a una religiosa de entre ocho hermanos.
Transcurrido el tiempo entre del convento, Angélica comenzó a estudiar para convertirse en maestra de física. Su deseo era enseñar la ciencia a jóvenes de escasos recursos. Parecía difícil entender esto por la formación conservadora dentro del convento.
Ella casi siempre se paraba más temprano para atender las labores propias del convento y después poder asistir a la Universidad. Ya casi a sus 23 años se graduó con la licenciatura de física, ya para entonces Angélica daba clase a alumnos de preparatoria. Con el título universitario continuó estudiando hasta lograr un ofrecimiento de maestra en la misma facultad de física de donde se recibió.
Concentrándose en estudios astronómicos, no sin la desaprobación de sus superioras del convento: la razón, su tiempo lo dedicaba más a la universidad que a sus deberes como religiosa. se fue formando en torno de ella un deseo de libertad. A los treinta años dejaría el convento para dedicarse a lo que tanto le gustaba: la astronomía.
Fue invitada por la UNAM a formar parte del equipo de astrofísica, ahí su vida tuvo un vuelco: conoció a Susana, seis años más grande que ella, de profesión química, con aspecto un poco desaliñada, poco arreglada en su persona. Angélica nunca tuvo novio, ni pretendientes, tal vez por su timidez y su pronta decisión de formar parte de la iglesia católica.
La amistad con Susana la fue llevando a tener grandes afectos, detalles, viajes de investigación, de placer. En fin, su convivencia fue tal que comenzó una amistad casi hermanable. En una ocasión Susana llegó al centro de trabajo y dentro de su bolso se escuchaba el ruido fino que ocasiona un llavero repleto de llaves. Metió la mano al bolso y sacó un llavero con una llave especial: una llave pintada roja, la que abriría la puerta de una casa que Susana habría comprado, Angélica se sorprendió y la felicitó por su adquisición. Susana la abrazó, la tomó por el hombro y la llevó fuera del laboratorio. Sonriendo, la invitó a que vivieran juntas. Sin pensarlo, Angélica dijo que ¡si! A partir de ese momento comenzaría una vida de convivencia.
El padre de Angélica, que ya había reprobado la salida de su hija del convento, ahora la acusaba de tener una relación lésbica con Susana. Su postura, como todo religioso y formado en una moral equívoca, y a pesar del amor a su hija, prohibió a la familia verla. Él mismo se retiró para nunca verla después. La intolerancia había triunfado.
El tiempo transcurrió… treinta años formando un patrimonio. Nunca tuvieron la posibilidad de volver a ver a sus familias, ellas lograron hacer una .
Un 30 de abril, día del niño, casualmente, Susana recibió una llamada que la sorprendió mucho. Era su media hermana, la menor que nunca mencionaba. Leticia, mujer joven, le decía que quería verla, Susana, sin rencores tras haber corrido la misma suerte que Angélica con su familia paterna, asistió con solo sí. Por la tarde Leticia apareció entre las calles donde estaba el hogar de Susana y Angélica. Las dos al verse, con un abrazo poco cálido se saludaron. Sin decir palabra se asomó una niña entre las piernas de su mamá y con sonrisa le dijo: “hola tía”. Era la hija de Leticia, de seis años de edad. Pareciera que cupido las hubiera flechado.
Durante la conversación, larga, después de tantos años de silencio, Leticia de la una noticia a su hermana: estaba invadida por el cáncer de mama. Ya había metástasis por todo el cuerpo y nada que hacer, pronto moriría. Así ocurrió a solo dos meses de la visita, Leticia moriría, no sin antes dejarle a su hija a cargo, prácticamente su única pariente. Susana y Angélica, por un destino que nunca se comprende, serían mamás.
Pasaron años después: Angélica y Susana, ya de 61 años y 70, respectivamente, se jubilaron de sus trabajos. La niña que estuvo por todo este tiempo se casó, la vida transcurrió como cualquier otra familia.
2018: Angélica enferma gravemente de pancreatitis. Tras días en el hospital, la enfermedad la consumió. No logró recuperarse y falleció, hecho trágico para Susana.
Como suele suceder, los hermanos de Angélica, los que quedaban vivos, en un falso arrepentimiento asistieron al funeral. Al concluir las exequias hablaron con Susana, solo para decirle que pelearían de manera legal los bienes de Angélica, los que habían formado juntas: una casa, los autos, una pequeña finca en el municipio de Aquismón, San Luis Potosí. Dicho y hecho, en dos días tenían a los abogados para iniciar un juicio testamentario, error de Susana de no haber hecho lo conducente para mantener su patrimonio para ella y para la hija de su hermana.
La familia de Angélica aún sigue con un juicio testamentario reclamando los bienes que a su juicio les corresponde, ¡nada más falso!.
Para fortuna de todos los potosinos, ya se aprobó la ley de matrimonios igualitarios en nuestro estado, a pesar de la resistencia casi fanática de los diputados conservadores y aquellos que votaron en contra de esta ley, desdeñando los principios ideológicos de sus partidos, bien por aquellos que están a la altura de un cambio en la manera de pensar, y que luchan por el bien común.
Un gran paso sin duda: justicia e igualdad para todos, es lo que hace falta en este mundo, respetarnos y vivir en armonía.
Nos saludamos pronto.
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#4 Tiempos
LamBot del Tec de Monterrey-SLP bicampeones mundiales de robótica | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hace quince años la comunidad de la Preparatoria del Instituto Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí comenzó un proyecto educativo basado en la ingeniería robótica que incluye aspectos de seguridad y mercado, entre otros, dentro de la corriente de tecnología educativa que suele ser conocida como STEM, iniciales en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
El programa del Tec de Monterrey campus San Luis lleva el nombre de LamBot 3478 y su gran esfuerzo lo ha llevado a ganar la competencia mundial más importante en el campo de la robótica, el Campeonato Mundial de Robótica FIRST en dos ocasiones convirtiéndose en el equipo que lo ha realizado en dos ocasiones. La más reciente hace algunas semanas en el campeonato Mundial celebrado en Nagoya Japón convirtiendo así en el referente mundial en tecnología educativa.
Los flamantes campeones mundiales pertenecen a la Preparatoria del Instituto Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí, y han puesto en alto el nombre de México de San Luis Potosí y de su institución educativa.
De esta forma el equipo LambBot 3478 son, nada más y nada menos que, Bicampeones Mundiales de Robótica FIRST, encabezando una alianza estratégica que les permitió obtener el título en una de las competencias estudiantiles más exigentes y reconocidas del mundo.
La Preparatoria del Tec de Monterrey en San Luis tradicionalmente ha impulsado la participación de sus alumnos en las competencias educativas que se realizan en San Luis y que son cauces para eventos nacionales y mundiales, entre ellas las olimpiadas de física, matemáticas, química, entre otras, así como la participación en el Concurso potosino conocido como Fis-Mat de alta tradición en el país. Estos programas de apertura de espacios de educación extraescolar han permitido a instituciones como el Tec de Monterrey campus San Luis incorporar a sus propios programas educativos y el ejemplo de éxito más notorio es el programa LamBot que su continuidad ha colocado a los alumnos y profesores de esa institución en el escenario mundial de proyectos colaborativos que redunda en la propia preparación de sus estudiantes.
Con esta victoria, LamBot se convierte en el primer equipo mexicano en obtener dos campeonatos internacionales de FIRST Robotics Competition. Su primer triunfo fue en 2019, durante el mundial celebrado en China. Ahora, seis años después, México vuelve a levantar el trofeo, reafirmando su compromiso con el desarrollo tecnológico juvenil. Lo cual se convierte en un hito sin precedentes para la robótica mexicana.
La competencia de FIRST (For Inspiration and Recognition of Science and Technology) reúne cada año a los mejores equipos del planeta, quienes deben diseñar, construir y programar robots capaces de ejecutar misiones complejas en escenarios de alta presión. Lo que distingue a este certamen no es solo la precisión técnica, sino la colaboración, el ingenio y el impacto social de cada proyecto.
Durante la edición 2025 del certamen, el equipo mexicano unió fuerzas con los equipos 987 y 6962, formando una alianza altamente eficiente que superó con éxito las rondas eliminatorias. Juntos desarrollaron una estrategia basada en la coordinación táctica, adaptabilidad y una ejecución impecable de los desafíos.
Este desempeño excepcional fue determinante para obtener el campeonato ante una audiencia global y más de 160 equipos provenientes de países como Estados Unidos, China, India, Turquía y Brasil.
La Federación Mexicana de Robótica realizará en los meses de marzo y abril de 2026 el Torneo Mexicano de Robótica (TMR) 2026 que tendrá como sede la ciudad de Puebla y el cual estará organizado localmente por el potosino Dr. Alejandro Pedroza creador del célebre robot pianista mexicano Don Cuco el Guapo. Este Torneo Mexicano de Robótica es el torneo selectivo para conformar la representación mexicana para el campeonato mundial de robótica, donde esperamos figure algún grupo potosino y donde con seguridad estará presente el equipo LamBot 3478 a quienes felicitamos por sus logros.
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#4 Tiempos
El misterio de los libros | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS Minúsculas
Ciudad de México. Tres y media de la tarde. Salgo corriendo, empujado por los demás, de una estación del metro. Subo corriendo las escaleras, busco la luz, descubro la calle, me echo a andar por ella. De pronto, me detengo. Los libros siempre me detienen, y allí, en ese tenderete colocado en la salida de la estación, hay muchos, muchos libros. Unos están metidos en fundas de plástico, pero la mayoría no; otros ni siquiera conservan la cubierta original. Descubro al instante uno que me interesa: Piloto de guerra, de Antoine de Saint-Exúpery. Me digo a mí mismo que es una lástima, porque ya lo tengo. Sigo. Ahora toca el turno a los Papeles del oficio universitario, de Álvaro D’Ors. ¿Cuánto por éste?
El vendedor lo ve detenidamente, lo acaricia, dice que es un buen libro, que él pensaba leerlo en días pasados pero que de cualquier manera está dispuesto a vendérmelo. «Veinte pesos –dice por fin–. Pero si escoge tres puede llevárselos por cincuenta».
No discuto el precio. Tomo el libro. Y me llevo también el Piloto de guerra para regalarlo a algún amigo necesitado de buenas lecturas.
–Así son cuarenta pesos. Ande, tome usted el tercero para que sean cincuenta.
Vuelvo a planear sobre los libros y encuentro en un rincón del tenderete El rabino de Bacharach de Heinrich Heine. No sabía que hubiera una edición mexicana de esta obra, y el hallazgo, aunque no me hace precisamente feliz, me hace por lo menos sonreír.
Pago y me voy. Y esa misma noche, antes de irme a dormir, empiezo a leer los Papeles de Álvaro D’Ors. En el frontispicio hay una firma, un nombre y una fecha. «Gastón Pardo P. Marzo de 1969. Guipúzcoa». Cierro el libro. Ya no quiero leer. ¿Quién fue Gastón Pardo P.? Y, sobre todo, ¿cómo hizo este ejemplar para llegar desde Guipúzcoa, en el País Vasco, hasta esta estación del metro, es decir, hasta mí?
Guipúzcoa. El nombre de esta ciudad me hace pensar en San Ignacio de Loyola. ¿Qué manos trajeron hasta acá este libro que hoy he comprado al precio de una cajetilla de cigarros de mediana calidad? Papeles del oficio universitario. No es que lo buscara, no, pero me salió al paso, y ahora está aquí, conmigo. De buscarlo, jamás lo habría encontrado; de buscarlo, acaso habría ido con el vendedor y le hubiera dicho: «Ando buscando los Papeles del oficio universitario de Álvaro D’Ors. ¿Lo tiene usted?». Y él se habría rascado la cabeza, fingiendo preocuparse por mi triste suerte:
–¡Uy, no! Esos libros son muy raros. A veces llegan, pero con frecuencia no. Hay libros que uno no verá nunca en su vida. Pero, ¿por qué no se da usted una vuelta el mes que entra? De cualquier manera, no se pierde nada…
Pienso bajo la luz de mi lámpara de noche que para encontrar un libro lo mejor es no desearlo, sino limitarse a dejar que llegue a nuestras manos cuando quiera, si es que llega alguna vez.
Así me sucedió en una ocasión con los Diarios de Ionesco. Sabía que la editorial Guadarrama de Madrid (hoy desaparecida como un barco en la noche) los había publicado en dos volúmenes, allá por la década de los años sesenta o setenta, con los títulos de Diario I y Diario II, pero me guardé mucho de buscarlos. «Son demasiado raros», me dije cuando los vi incluidos en el catálogo de dicha editorial: «por lo tanto, debes resignarte a no tenerlos». Me resigné todo lo que pude.
Pero un día, aquí mismo, en San Luis, debajo de una montaña de libros en una tienda de objetos usados, vi un tomito de lomo blanco en el que leí: Ionesco. Diario II. Lo tomé con calma, lo pagué y salí del establecimiento evitando dar saltos de alegría para no contrariar ni dar celos a la veleidosa Fortuna.
–Señora –dije a la dueña del establecimiento–, éste, como puede ver usted, es el segundo volumen de una obra que andaba yo buscando. ¿No le habrá llegado también el primero?
La señora movió negativamente la cabeza y me dijo que lo que yo veía era lo único que había llegado.
«Bien, Juan Jesús –me dije a mí mismo–. Ya tienes el tomo dos del diario de Ionesco. Confórmate, pues, con esta probadita que el cielo te ha ofrecido hoy».
Y varios meses después, en el mismo establecimiento, ¿qué cree usted? Que me encontré el dichoso tomo uno.
Se lo enseñé a la señora, y ella me explicó que lo que pasaba es que la persona que le había vendido el libro que yo le compré meses atrás apenas hasta ahora había regresado a venderle los demás que le quedaban en su casa. ¿Debo decir que sólo entonces permití a mi corazón brincar de alegría?
Pero continuemos con los Papeles de Álvaro D’Ors. ¿Quién los hizo cruzar el mar? ¿Era un exiliado español el que los trajo en su valija? ¿Y por qué de entre los muchos libros que pudo haberse traído cargó precisamente con éste?
¿O fue más bien un turista vasco que, trayéndolo consigo para leerlo en el avión, lo dejó en México para regresar a su tierra ligero de equipaje?
¡Ah, el misterio de los libros! Nunca sabremos por qué unos nos fueron ofrecidos por la vida y otros, en cambio, negados. Libros que ahora mismo se hallan recluidos a una cuadra de mi casa, jamás serán tocados por mí; en cambio, no me fue negado por la suerte uno que alguien compró en Guipúzcoa en 1969. ¿No es esto realmente misterioso?
Con los libros sucede lo mismo que con las personas: que, entre más se los busca, menos se los encuentra. Los libros, como las personas, sólo llegan a nosotros al precio de no buscarlos.
Me pregunto antes de apagar la luz: ¿Y con la felicidad no sucede lo mismo? Sí, sólo el que ha renunciado a ella la conocerá; sólo el que ha dejado de perseguirla la alcanzará.
Me quedo a oscuras. Y pienso en Dios, que nos da únicamente aquello a lo que ya hemos renunciado. Mi amado, mi querido, mi bendito Dios…
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#4 Tiempos
El pasado vestido de visitante | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Hay noches que no necesitan presentación, porque desde que amanece, el aire se siente distinto. Hoy es una de esas. San Luis juega en casa y enfrente no tiene a cualquiera: tiene al Monterrey, uno de los planteles más poderosos del país, pero sobre todo, tiene enfrente al pasado vestido de visitante. Domenec Torrent, aquel técnico que se fue dejando una sensación de proyecto inconcluso, regresa al Alfonso Lastras. Y no lo hace solo: lo acompaña Sergio Ramos, leyenda del fútbol mundial, que hoy pisa el mismo césped que tantas veces fue testigo del esfuerzo potosino. Es viernes, sí, pero de esos que huelen a domingo, a noche grande, a historia por escribirse.
El San Luis llega con cosas por ajustar, sí, pero también con certezas. La estructura que propuso Abascal en su debut tuvo orden, supo competir. La presión en bloque medio, la disciplina para cerrar líneas de pase y la paciencia para esperar el error del rival no son casualidades, son decisiones. San Luis sabe que no puede ganar desde la nómina, pero sí puede competir desde el plan. Y eso es algo que este equipo ha aprendido a hacer. Tiene jugadores con criterio, como Salles-Lamonge, que puede inventar algo cuando el partido parece trabado. Tiene futbolistas como Rodrigo Dourado, que saben cómo hacer que el rival se incomode, cómo romper el ritmo desde una barrida o una cobertura. Y tiene juventud con hambre, como Román Torres, que cada vez se siente más cómodo en este rol de vertical, rápido, incómodo.
Del otro lado está Monterrey, que viene golpeado por una derrota sorpresiva ante Pachuca, pero que no deja de ser uno de los equipos con más talento individual en toda la liga. Con nombres que pesan en cualquier cancha: Tecatito, Berterame, Jesús Gallardo, Maxi Meza, Alvarado… y ahora, el propio Ramos. Un central con décadas de experiencia al más alto nivel, un tipo que probablemente haya jugado partidos más difíciles en una semana que muchos de sus compañeros en un año. Su presencia no sólo impone desde lo físico; impone desde lo mental. Es un líder que ordena, que corrige, que exige. Hoy, esa jerarquía se pondrá a prueba en una cancha que, aunque pequeña en comparación con los grandes estadios europeos, sabe hacerse sentir.
Y ahí está el meollo del asunto. El partido no se va a jugar sólo en lo táctico. Se va a jugar también en las emociones. Torrent vuelve a la ciudad donde muchos lo consideraban el arquitecto de un equipo en crecimiento. Lo hará desde el banquillo contrario, pero con una libreta llena de apuntes sobre cómo se juega en esta cancha, sobre cómo respira la afición, sobre cómo reaccionan los jugadores locales en ciertas situaciones. Su regreso tiene algo de morbo y mucho de expectativa. ¿Qué tan bien conoce a su exequipo? ¿Podrá utilizar esa información para desnivelar? ¿O será la motivación del grupo potosino lo que incline la balanza?
El partido pinta para cerrarse rápido en la mitad del campo. San Luis no va a regalar espacios. Monterrey tampoco va a lanzarse como loco. La clave estará en quién tenga más paciencia. En quién logre imponer su ritmo. En quién sepa leer los momentos. Si los locales logran contener los primeros intentos rayados y mantener el cero, la confianza irá creciendo. Si Monterrey golpea temprano, entonces cambiará todo el escenario.
No hay partido fácil en esta liga. Pero hay partidos que se sienten diferentes. Y este lo es. Porque tiene historia reciente, porque tiene narrativa, porque tiene regreso y debut, porque tiene al Alfonso Lastras latiendo más fuerte. Y porque hoy, más que nunca, la gente de San Luis quiere creer que este equipo puede plantarse ante cualquiera. Que puede competir, que puede ganar. Que puede hacer historia, incluso si es apenas la jornada dos.
Esta noche el balón rodará con intensidad. Y con él, rodará también la memoria. Porque quizá con el tiempo, alguien recuerde que un viernes cualquiera de julio, en San Luis Potosí, se jugó un partido que no parecía importante… pero terminó siéndolo todo.
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