octubre 2, 2023

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 7 ocasiones en las que México se saltó el principio de no intervención

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A lo largo del siglo XX el gobierno mexicano ha flexibilizado sus políticas y tradiciones con el objetivo de defender los derechos humanos o impulsar sus intereses

Por Carlos López Medrano

La crisis presidencial en Venezuela tiene al mundo entero en un puño. Posiciones políticas deambulan por aquí y por allá. Un ala considerable en occidente presiona más y más a Nicolás Maduro, quien se sostiene gracias al apoyo de países como China y Rusia y a la seguridad que le proporciona tener de su lado a cúpula militar que desde hace casi 20 años ha sido uno de los valores consentidos del oficialismo.

En el plano internacional, una de las posturas más interesantes es la que ha asumido México. La administración de Andrés Manuel López Obrador optó por romper con la línea dura marcada por el Grupo de Lima y Estados Unidos, quienes desconocen a Maduro como presidente legítimo, un investidura que ya confieren a Juan Guaidó, el líder de la oposición quien como presidente de la Asamblea Nacional (el poder democrático que el chavismo se saltó para sostener al movimiento) se erigió como presidente encargado con el objetivo de convocar a unas elecciones transparentes.

La estrategia de México, de acuerdo al presidente y a las expresiones de la cancillería, está sustentada en los principios normativos de la política exterior expresados en el artículo 89 fracción X de la Constitución, que condensan la Doctrina Carranza de 1918 y la Doctrina Estrada de 1930. El perfil contempla lo siguiente:

La autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

En tal fragmento se refleja las voluntades de Venustiano Carranza que tienen a la “no intervención” como la joya de la corona.

Detrás de tal ideario yace una preocupación muy arraigada durante el siglo XX: la de reducir el riesgo de injerencias del exterior que a lo largo del siglo XIX resultaron en una serie de catástrofes para México. Entre ellas destaca la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio luego de la invasión de Estados Unidos en 1848. De esta manera al no meterse con otros países se buscaba que ninguno de ellos se metiera con México, que a su vez padecía de limitaciones y problemas internos.

Sin embargo, apelar a tales preceptos puede ser un tanto ambivalente. Cada uno de esos puntos tiene un margen de ambigüedad que distintas administraciones han interpretado de distinta a partir del año 1988, cuando la fracción X fue añadida.

En realidad, los principios estipulados por Venustiano Carranza y Genaro Estrada no han sido impedimento para que México haya asumido un papel activo en el tablero de la política internacional, lo cual lo llevó a convertirse durante muchos años en un referente de peso en la diplomacia.

Los principios son interpretables y han sido sometidos a distinto tipos de lecturas. Y en ocasiones se adoptaron de formas audaces para no permanecer ajenos ni guardar complicidad ante regímenes que van en contra de nuestros ideales y los tratados internacionales a los que estamos suscritos.

Con la reforma constitucional del año 2011 en materia de Derechos Humanos que quedan como valor preponderante desde el artículo 1 y que permean de lleno en la citada fracción X del artículo 89, se abre un abanico de opciones (y responsabilidades) para atender los retos y situaciones del mundo moderno.

A continuación algunos de los ejemplos más notables de cuando el principio de la “no intervención” se ha moldeado para, de hecho, incidir en la realidad como parte de objetivos específicos de la nación.

 

***

 

  1. Guerra Civil española

Uno de los momentos más significativos en lo que respecta a tomar partido, se trató del camino trazado por Lázaro Cárdenas respecto a la Guerra Civil española, en donde México se inclinó por ayudar y favorecer al bando republicano por encima del bando sublevado que a la postre se llevaría la victoria y que redituaría en la dictadura encabezada por Francisco Franco. México no solo apoyó diplomáticamente al movimiento popular, también lo dotó de armamento y se volvió un refugio para cientos de exiliados que nutrirían la vida política-social de Latinoamérica.

  1. La oposición a Pinochet

Luis Echeverría Álvarez tomó determinación de romper relaciones diplomáticas con Chile en 1974 luego del golpe de estado perpetrado por Pinochet en contra de Salvador Allende el 11 de septiembre del año anterior. Además México se volvió un refugio para perseguidos políticos y una fuerte oposición a la dictadura hasta 1990, cuando el vínculo se normalizó con una ceremonia emotiva.

Fidel Castro y Ernesto Guevara son detenidos en verano de 1956 por preparar su expedición a Cuba. Esta foto es probablemente la primera que muestra a Castro y el Che juntos y es tomada en junio o julio de 1956 en la cárcel Miguel Schultz de la Ciudad de México. (Apic/Getty Images)

  1. Revolución Cubana

La revolución cubana concebida por los hermanos Castro y una camarilla de jóvenes radicales estuvo íntimamente ligada a su paso por México desde donde planearon las maniobras que llevarían a cabo en la isla para quitar a Fulgencio Batista del poder. La famosa célula del Movimiento “26 de Julio” se entrenó militarmente en Tuxpan, Veracruz y en el Estado de México dentro en una finca como en un rancho privado. Pese a que el gobierno mexicano lo detectó y detuvo a los involucrados (Gutiérrez Barrios realizó un informe donde detalló las intenciones golpistas), finalmente se les dejó ir. El Castrismo mantuvo siempre una sólida amistad con el priismo con quienes establecieron un pacto no agresión a nivel diplomático.

José López Portillo y Fidel Castro.

  1. Somoza y la revolución sandinista

José López Portillo fue un presidente muy preocupado por la situación turbulenta que invadió a Centroamérica a finales de los setenta y durante los primeros ochenta. Su actitud, de naturaleza  tutelar, le hizo reaccionar frente a las acciones violatorias que Anastasio Somoza cometió en Nicaragua. En 1979 las acciones del mandatario mexicano se volvieron más fuertes y su apoyo al Frente Sandinista de Liberación Nacional, determinante. Las gestiones en favor de los sandinistas fueron constantes y sonantes. Jorge G. Castañeda ha relatado como su padre, el entonces canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, fue testigo del apoyo económico a los revolucionarios liderados por el ahora infausto Daniel Ortega.

 

El canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa.

  1. La declaración francomexicana de 1981

La mirada mexicana respecto a Centroamérica permaneció atenta durante todos los años ochenta. La estabilidad de los vecinos del sur era un asunto que, además de solidaridad, implicaba una dimensión de seguridad interna. Las guerrillas de izquierda que pululaban por la zona en contra de gobiernos más inclinados a la derecha fueron una especie de norma. Las tensiones en El Salvador fueron una de las más preocupantes, en donde la guerra civil terminó con más de 75 mil muertos. Las fricciones solo disminuyeron por medio entrada de México en la escena, que junto al gobierno francés de François Mitterrand presionó para que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional fuera considerado una fuerza política representativa. Los esfuerzos quedarían formalizados más de una década después, en 1992, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando las partes en conflicto sellaron los Acuerdos de Paz de Chapultepec, con los que se buscó una salida político-democrática a las diferencias de fondo  tan irreconciliables en apariencia.

 

Manuel Zelaya, con el presidente mexicano, Felipe Calderón. | AP

  1. Golpe de Estado en Honduras de 2009 

México fue uno de los países que mostraron su respaldo a Manuel Zelaya durante el golpe de estado en Honduras de 2009 tras el cortocircuito entre los poderes de la nación. Felipe Calderón y la cancillería mostraron su condena enérgica al desplazamiento sufrido por Zelaya y cuando empleados afines al golpismo impidieron a Rosalinda Bueso la entrada de la embajada de Honduras en México, de la que ella era titular, Marcelo Ebrard, el entonces jefe de gobierno y actualmente titular de Relaciones Exteriores, dio indicaciones para que la policía del Distrito Federal abriera el paso a Rosalinda de vuelta a su espacio de trabajo.

El Grupo de Contadora fue conformado por Colombia, México, Panamá y Venezuela en 1983 para hacer frente a la crisis social en América Latina.

  1. Grupo Contadora

México y Colombia hicieron una de las mejores mancuernas en el escenario diplomático de los años ochenta cuando se coordinaron para promover la paz en Centroamérica y así evitar una posible intervención militar estadounidense en la región. Para lograrlo invitaron también a Venezuela y Panamá, formando el ajustado Grupo Contadora que logró el respaldo de las Naciones Unidas y se convirtió en un contrapeso importante que sentó precedentes en la forma de atender problemáticas en el continente.  Junto al Grupo de Apoyo a Contadora finalmente derivaron el hoy extinto Grupo de Río.

 

@Bigmaud

 

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#4 Tiempos

El paisaje | Columna de León García Lam

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¿Qué es un paisaje? La definición que me gusta afirma que es la “impronta visual de cualquier lugar”. Usted se sube a la azotea de su casa y aquello que perciba como un flashazo (la impronta) es el paisaje de su barrio o colonia.

Hace unos días que regresé al terruño (osease la heroica ciudad de San Luis Potosí), debí esperar 40 minutos en una colonia popular y como vi un restaurante con terraza propuse a mi acompañante irnos ahí.  Pedimos cervezas para medir la velocidad del tiempo. Ya sabe: el calorcito, la terraza, la compañía y el paisaje.

  • ¿Cuál paisaje? —preguntó mi interlocutora.
  • Ése, todo lo que ves. —Respondí, señalando con el dedo un montón de fachadas y azoteas grises con tinacos negros y cables enredados.
  • ¿A eso le llamas paisaje?
  • Efectivamente, es un paisaje urbano popular. Quizá tú pienses que un paisaje debe ser agradable o bonito, pero he aquí uno que no necesariamente lo es. Aunque, a pesar de todo, a mí me gusta, pues siento cierta atracción por la belleza oculta en la decadencia. Todas esas casas fueron pintadas de amarillo, pero afortunadamente ya se deslavaron y ahora son grises otra vez y esperan ser pintadas de verde o del color favorito del poder en turno.

Luego, horas más tarde, veíamos el paisaje de la sierra de San Miguelito desde la azotea de mi domicilio. Muy parecido al anterior, solo que en esta ocasión el paisaje estaba saturado de viviendas blancas que no son precisamente populares. Temo que el paisaje de aquellos tiempos en que gozamos de la ciudad rodeada de cerros de cantera rosa, que enverdecía en estos días de lluvias se perdió irremediablemente.

—Me da tristeza ver este paisaje. —Dije para mis adentros

  • ¿Por qué? —Me pregunté
  • Porque ha cambiado mi paisaje, lo que vi prácticamente todos los días de mi vida, cuando fui niño, luego joven y ahora adulto, ya no existe. Quizá eso sintieron los ancestros, cuando se fundó una ciudad en medio de la nopalera y por ello la famosa bruja se rebeló. Quizá es lo que sienten los ejidatarios o comuneros cuando un fraccionamiento recién autorizado llega a cambiar la fisonomía de su entorno.
  • Pero ¿por qué dices que es tu paisaje? —Me dije enfatizando el “tu”
  • Primero, porque es lo que siento desde un yo muy interior que no puedo controlar, sino solo aceptar y acaso manifestar, aunque esté equivocado, pero también porque hay un yo plural. Estoy seguro de que miles de personas sienten algo parecido: los ejidatarios de la Garita, los comuneros de San Juan de Guadalupe y hasta los colonos de todo el sur de la ciudad debemos sentir que nos destruyeron el paisaje.

Todo eso me dije. Cuando un oleaje de contradicciones me invadió.

Efectivamente, todos esos proyectos inmobiliarios deben basarse en el derecho para afectar el entorno, el paisaje y hasta los recursos esenciales como el agua. No hay intención humana que no lo haga. Así se construyeron las grandes ciudades, el progreso y la civilización humana. Piense usted en cómo la Esfinge y las Pirámides de Egipto modificaron el entorno, no sólo por sus monumentos sino por el control de las anchas aguas del Nilo; de la misma manera, las pirámides de Bonampak, el Partenón, el Empire State y la Muralla China, todo ello ¿no ha modificado el paisaje de manera irreversible? Pues sí. Entonces, los empresarios inmobiliarios de San Luis Potosí tienen el mismo derecho de intervención que los egipcios.

Sin embargo, los 6 mil años (más o menos) que la humanidad lleva modificando el entorno ha llegado a su fin. Los recursos se agotaron y hoy somos cada vez más conscientes de que el desarrollo y el progreso no nos llevan a buen puerto. El reto del mundo actual es lograr poblaciones que no solo sean sostenibles y amigables con el medio ambiente, sino que sean regenerativas del paisaje.

¿Qué significa regenerar el paisaje? Significa volver a colocar las condiciones que mantenían un lugar como era, por lo menos antes de las ínfulas del progreso. Dicho de otra manera, es exactamente lo opuesto a lo que los intereses inmobiliarios y nuestros gobiernos estatal y municipales actuales están ejecutando por todas partes.

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La Huasteca Autónoma | Columna de León García Lam

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En mi juventud (ya perdida) fui testigo en varios momentos críticos de la historia político-partidista reciente (no tan reciente) de que la “gubernatura de San Luis Potosí se gana con la Huasteca”. Es decir, que es sabido que, por mucha preferencia electoral que tenga un candidato en la capital, no gana una elección sin haber consensuado su victoria con la Huasteca, pero ¿en qué consiste específicamente este consenso y qué es la Huasteca?

En realidad, nadie sabe exactamente qué es la Huasteca. Aparentemente, es una región ubicada en la cercanía del Golfo de México y la Sierra Madre Oriental que va desde Tamaulipas hasta Veracruz e Hidalgo, pero puede llegar hasta Querétaro y quizá alguna vez alcanzó hasta Guanajuato. Una buena parte de San Luis Potosí es Huasteca. Pero como desde hace muchos siglos ha sido una región ocupada, no se sabe si huasteco es el ocupado o el colonizador. Probablemente los tének colonizaron esta región hace dos mil años, luego los nahuas los alcanzaron, siguieron los españoles, luego los rancheros y, por último, los turistas. Los tének dicen que huastecos son los nahuas; los nahuas dicen que huasteco es el “mestizo” que vive en las cabeceras municipales (o sea, los rancheros) y estos a lo mejor sí se aceptan como tales. No nos podríamos poner de acuerdo en esto, porque los turistas le dicen huasteco a todo lo que tenga cascadas.

Durante décadas -es decir, todo el siglo XX- se conformó una estructura clientelar en la Huasteca, dominada por una minoría: los no indígenas (o sea los rancheros terratenientes huastecos) ocuparon los puestos de decisión (presidencias de partidos, ayuntamientos y cabildos). La población indígena acató los lineamientos de organización política y electoral del estado, por medio de una estructura basada en partidos políticos. Los indígenas eligen al partido político de su preferencia para colocar a un ranchero como su presidente municipal. Los indígenas del PAN se pelean apasionadamente contra los indígenas afiliados al PRI para colocar a su ranchero-candidato. Poco se repara en que el candidato del PAN es un ranchero primo del candidato del PRI (en esos lugares todos son parientes) y que, aunque gane uno u otro, seguirán siendo rancheros que tienen la sartén por el mango para decidir el futuro económico de ese municipio. No tengo nada contra los rancheros en lo particular: al contrario, soy fan de sus quesos y de la cecina huasteca.

Cuando los turistas visitan la Huasteca y ven su riqueza y majestuosidad siempre se preguntan:

¿Por qué los indígenas son pobres si tienen tantos recursos?

Se responden a sí mismos una sarta de respuestas equivocadas que no voy a comentar aquí porque al decirle huasteco a todo, piensan que tan huasteco es un ranchero terrateniente como la señora con petop que les vendió el zacahuil que se zamparon.

Durante todo el siglo XX, los rancheros terratenientes gobernaron la Huasteca y es con ellos con quienes el candidato a gobernador tiene que acordar su victoria y aquí entra la famosa frase “No se gana sin el apoyo de la Huasteca”.

Bueno, pues esta situación está por terminar.

Las comunidades indígenas de los municipios de Tanlajás, San Antonio y Tancanhuitz llevan años solicitando al Congreso del Estado y al Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) ser escuchados pues no quieren seguir participando de un sistema que los pone en desventaja electoral, política, social y económica frente a una minoría.

Quieren elegir a sus autoridades bajo sus propios usos y costumbres.

Quieren desarrollar sus propios proyectos productivos porque como todos los mexicanos tienen derecho a decidir por su propia prosperidad.

Están hartos de ser pasivos en el desarrollo de su propia tierra y que los de afuera les digan qué es lo bueno para ellos.

Así que más de 120 comunidades tének y nahuas y cientos de localidades con una sentencia del Tribunal Federal Electoral en su mano exigen al CEEPAC y al Congreso del Estado que se respeten sus derechos político electorales, para abrir paso a la elección por usos y costumbres indígenas, en congruencia con lo que establece la Constitución: “…la Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas…”.

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Se acerca diciembre, mes en el que evaluamos cuánto de lo propuesto se cumplió. Yo me propuse desde hace meses narrar una historia de lo más sorprendente que me pasó en este 2022.

Comienzo esta narración reconociéndome una capacidad perfeccionada de estar cerca de las situaciones más insospechadas, en vez de verlo como un defecto (una persona bien poco agradable un día me lo reprochó: “León, ¿por qué siempre, siempre te metes en líos?) lo veo con optimismo y poca humildad, como una de mis virtudes más presumibles. Faltaba más: por eso soy antropólogo, documento y registro situaciones sociales y entre más extrañas y peligrosas, mejor.

Sucedió pues de que estaba yo en la Central Camionera de Morelia, el mero Domingo de Pascua, último día de vacaciones de Semana Santa. Sí, el peor día para tomar un autobús de vuelta a casa, al San Luis de las Tunas. Filas y filas de gente desesperada en todas las líneas. Era la época en que el COVID todavía asustaba y las multitudes intentaban guardar infructuosamente su distancia, con su cubrebocas y poniéndose gel en las manos.

En el mostrador de ETN estaban 2 señoritas atendiendo a los pasajeros. Frente al mostrador, en el piso, estaban pegados unos círculos rojos que indicaban el lugar en que cada cliente debía ubicarse. Sin embargo, solo había una fila con 12 personas formadas y el resto de círculos rojos ahí solitos. Pensé en formarme en una fila vacía y ahorrarme unos 20 minutos, pero me pareció extraña la situación y mejor le pregunté a la última persona formada:

  • Disculpe ¿esta es la fila para comprar boletos…?

La señora me miró pensando en lo tonto de la pregunta (“no, es la fila para comprar filetes de pescado”), me respondió un lacónico “sí” y me formé, como el ciudadano obediente y decente que soy. Luego de mí, llegaron otras y otros que hacían la misma pregunta tonta al último formado. Entonces sucedió: un hombre en short y con playera de quien acaba de llegar de la playa observa una fila enorme de 15 personas y toma la decisión de pararse en el primer círculo rojo abandonado.

Tiene razón, pensé. Ahí están las marcas, que claramente tienen el letrero pintado “párese aquí” y espere su turno, pero mi experiencia me hace saber que, aunque una institución ponga reglas, la mejor manera de meterse en problemas es seguir esas reglas, siempre hay que esperar a ver qué pasa. Efectivamente sucedió: cuando el hombre quiso pasar, la señorita le dijo: fórmese en la fila y él respondió, “yo me formé en donde la empresa puso las marcas de las filas”. La señorita se molestó y le ordenó al señor que se formara en la fila de ya 20 personas que veíamos la situación. Como el hombre no se quiso mover de ahí hasta ser atendido, la señorita 2 llamó a la otra señorita 1 para explicar entre las dos que, aunque la empresa puso esas marcas en el piso, no había que hacerles caso: es una trampa para ver quién cae. Luego, llamaron al gerente de ETN, quién creyó que si ponía su semblante más amargado y gritaba iba a poner en su lugar al cliente que estaba cada vez más ofendido.

Aquí es donde intervengo yo: me salgo de la fila y voy y le digo al gerente: “El señor tiene razón, ustedes pusieron esas marcas, yo mismo me hubiera formado, pero se trata de una cuestión cultural, claramente él es extranjero y no tiene por qué saber que en México hay que preguntar en la cola de las filas, por favor atiéndalo ya y ayude a que la fila avance”. Lo más sorprendente del caso fue que el hombre me contradijo hablando un español perfecto: “No, no se trata de una cuestión cultural, sino de educación y de orden, que la empresa respete sus propias reglas”.  Wuao.

¿Cómo supe que era extranjero? Por un detalle que he omitido intencionalmente: el hombre era negro y aquí entró un prejuicio mío, supuse que era extranjero por su piel y que era turista por su atuendo.

Mientras el gerente de ETN gritaba y manoteaba, el señor se recargaba en el mostrador desafiante y tranquilo a la vez. Una señora mayor y de tez blanca se formó en una de las filas vacías e inmediatamente fue llamada al mostrador. Entonces sí, el señor reclamó y argumentó que se trataba de un caso de evidente discriminación racial, a él lo formaban y a la señora la dejaban pasar. El gerente no pudo más y llamó a la policía. Entonces saqué el celular y me puse a grabar, porque pensé que se iban a llevar al señor detenido por formarse en una fila de trampa.

Arribaron corriendo las fuerzas de la policía privada que cuida la Central Camionera (en estos casos, la policía llega bien rápido). El jefe y tres de ellos se fueron contra el señor y otro contra mí por estar grabando. Aquí entran discusiones del tipo “¿qué estás grabando?” “Lo que me da la gana, señor”, “no puedes grabar aquí” “¿por qué no?”, “lo dice el reglamento”, “tráigame el reglamento”. Etc. Hubo un momento de máxima tensión cuando los policías intentaron llevar el conflicto a un terreno físico.

Entonces ocurrió algo muy extraño. Los policías poco a poco se empezaron a retirar y solo quedó el jefe que le ordenó al último guardián del orden que me dejara en paz. Yo estaba a un turno para llegar al mostrador a comprar mis boletos, pero seguí grabando.

El hombre ofendido le reprochaba al jefe policía, dónde estaba su placa y le recordaba todos los artículos del reglamento que estaba incumpliendo. Le pidió ciertos papeles que el policía también incumplió y le advirtió: “tú vas a escribir tu informe y ahí vas a poner que incumpliste este procedimiento, y este y esto más y si no lo pones, yo me voy a encargar de que además seas sancionado por ocultar información, esto que hiciste es muy grave”. El policía se iba haciendo chiquito, chiquito, chiquito. El gerente de ETN desapareció de la escena y la señorita 1 atendió al hombre y le despachó sus boletos.

La señora mayor seguía ahí esperando. ¡Iba en compañía del hombre!

Pero la historia aun no acaba, viene lo mejor.

El señor me pidió mi teléfono para compartir los videos, pues estaba decidido a denunciar formalmente a la empresa ETN y a los policías. Me dijo: “Esto no puede seguir pasando en este país” y nos despedimos. Minutos más tarde, mientras comía una torta deliciosa en un lugar privilegiado (y casi secreto) de la central camionera me llegó un whatsapp de mi nuevo amigo. En su foto aparecía él, de traje, sentado en un escritorio, junto a las banderas de México, de la Comisión Internacional de Derechos Humanos y de la ONU. Lo busqué y resultó que se trataba de un alto comisionado que asesora al Gobierno de Michoacán en este tema de los derechos humanos. ¡ja!

Hace unas semanas recibí un mensaje de él. Me relataba que su denuncia fructificó: la empresa ETN debe solicitar disculpas públicas y desarrollar talleres y cursos para preparar a su personal en Derechos Humanos y evitar a toda costa actos de discriminación. Yo añado: No estaría mal también una asesoría en manejo de las filas de clientes.

Estimadas y cultas lectoras de La Orquesta: este es el mensaje para las empresas y gerentes discriminadores: Nunca saben cuándo están en la mira.  

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