junio 2, 2025

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#4 Tiempos

Yo defiendo al CIDE | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

 

En 1974, Trinidad Martínez Tarragó —española, llegada a México por el exilio causado por la Guerra Civil— fundó el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) con el objetivo de que en México se produjera investigación científica y se ofertaran programas de posgrado, ambos de la más alta calidad en materia económica y áreas afines. Formado en aquel entonces principalmente por académicos provenientes del exilio sudamericano, el CIDE arrancó con un programa de maestría en Economía y pronto extendió su oferta académica al área de la Administración Pública. Hoy, el CIDE ofrece cuatro licenciaturas, ocho maestrías y tres doctorados repartidos entre sus dos sedes; todos sus programas, con amplio reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional. Con el CIDE siendo una institución pública de excelencia, financiada en su gran mayoría por recursos públicos y con una irrenunciable vocación social, vale la pena recordar las palabras de Trinidad: «Yo cumplí con lo que me enseñaron mis padres: ‘México nos ha dado todo, denle a México lo que puedan’. Y creo que cumplí con México.»

La consigna de los padres de Trinidad la he llevado muy presente a lo largo de los casi dos años y medio que llevo en la institución. Precisamente en la ceremonia de bienvenida a la licenciatura, el Dr. Ugo Pipitone, de voz gentil, pero de palabra contundente, insistió en la irremediable necesidad que tiene México de contar con personas decentes y que, ciertamente, tengan con las herramientas, capacidad y compromiso permanente, no solo de entender, sino de transformar nuestra apremiante realidad. Pipitone cinceló en nosotros la responsabilidad de darle a México todo lo que podamos, pues, desde ese momento, el centenar de alumnas y alumnos reunidos en el auditorio nos convertíamos en beneficiarios de una educación pública de la más alta calidad, financiada con recursos públicos que se estaban apostando en nosotros y no, por ejemplo, en servicios de salud. Por supuesto, esta responsabilidad la refrendamos con cada clase que se imparte con pasión, con cada curso que cuestiona nuestros paradigmas, con cada semestre que confirma nuestra vocación.

Desde su fundación, la producción académica del CIDE y su naturaleza crítica han impulsado muchos de los temas más relevantes de la agenda pública. De sus aulas se han graduado generaciones completas de personas fuertemente comprometidas con el beneficio colectivo y que hoy se desempeñan, en su mayoría, en la administración pública, otro tanto en las organizaciones de la sociedad civil, en la docencia y en la iniciativa privada. En los jardines, pasillos y cubículos del CIDE, además, se han gestado proyectos de gran impacto para el país y que van desde estudios en corrupción, desigualdad y violencia, hasta el litigio pro bono de asuntos de trascendencia nacional y el diseño de reformas constitucionales en materia de acceso a la justicia.

En general, la ciencia y la tecnología se han visto severamente mermadas en términos presupuestarios desde hace algunas administraciones; el CIDE, al ser un centro público de investigación perteneciente al CONACYT, también. Sin embargo, desde el comienzo de esta administración, los embates se han agudizado y la comunidad científica del país en su conjunto lo ha resentido. A punta de mentiras, el gobierno federal logró extinguir de tajo los fideicomisos de los centros públicos de investigación, a través de los cuales muchas de estas instituciones lograban gestionar de manera transparente y eficiente los recursos fiscales y los autogenerados. Hoy, el destino de los fondos contenidos en los fideicomisos es desconocido y las pruebas de corrupción que prometió el gobierno federal se quedaron simplemente en eso, en promesa matutina. Sumado a ello, la penosa gestión de María Elena Álvarez-Buylla al frente del CONACYT se ha caracterizado por minar severamente la autonomía y condiciones laborales de la comunidad científica, como fue la reciente introducción de una norma que prohíbe a catedráticos hablar mal del CONACYT, y otra nutrida sarta de ocurrencias profundamente desafortunadas.

Luego de una muy digna defensa de la institución, el Dr. Sergio López Ayllón decidió dejar la Dirección General del CIDE y, en sus palabras, abrir paso a “una dirección renovada que pueda seguir dando cauce a las nuevas necesidades institucionales”. Álvarez-Buylla colocó a José Antonio Romero Tellaeche —economista, académico del Colegio de México— al frente de la institución mientras se lleva a cabo el proceso de renovación de la Dirección General. En un primer acercamiento a la comunidad, Romero afirmó que su papel sería el de asegurar una transición tranquila hacia la nueva dirección general; incluso señaló que no daría golpes de timón ni tomaría decisiones que comprometan el futuro de la institución en ningún sentido. Además, prometió convocar al estudiantado a una serie de diálogos para discutir sobre el panorama del país. Como verá, estas fueron solo palabras que rápidamente significaron nada.

Al cabo de algunas semanas, luego de que el Dr. Alejandro Madrazo Lajous —entonces director del CIDE Región Centro— se pronunciara en favor de mejorar las condiciones laborales de las Cátedras Conacyt, Romero Tellaeche lo destituyó argumentando la “pérdida de la confianza”. Sobra resaltar la muy destacada gestión de Madrazo al frente de la sede regional del CIDE, quien además cuenta con el reconocimiento de la comunidad cideíta. Dada la arbitrariedad, varios alumnos y alumnas realizamos solicitudes de acceso a la información requiriendo a la Dirección General Interina que nos explicara cuáles eran los criterios para la pérdida de la confianza de un funcionario. Como podrán imaginarse, no existe criterio alguno; se trató de un acto de autoridad puro y duro. Es cierto que el Estatuto del CIDE le confiere esa facultad a la Dirección General, sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿con qué solvencia moral puede alguien destituir a un directivo que defiende los derechos laborales de su plantilla docente? ¿En qué quedó la promesa del interino de no realizar modificaciones sustanciales al CIDE?

El ambiente se respiraba muy tenso en la institución desde entonces. Pasaron las semanas e inició el procedimiento de designación de la nueva Dirección General, a la cual se postularon solo dos personas: Romero Tellaeche y Vidal Llerenas —morenista, exalcalde de Azcapotzalco y sin experiencia académica alguna—. Ambos presentaron sus respectivos planes de trabajo y, para sorpresa de nadie, el de Romero Tellaeche está centrado en el neoliberalismo y en cómo el CIDE ha servido únicamente a esos intereses y no a los del pueblo de México. En unas cuantas páginas, Romero construyó un plan basado en prejuicios, mentiras e interpretaciones a modo de algunas cifras del CIDE. Por ejemplo, Romero hace notar que las solicitudes de admisión al CIDE han bajado desde 2018, según él, debido a que la institución se ha vuelto irrelevante. Quizás sería bueno que, no lo sé, considerara que no a muchas personas les parece atractivo estudiar en una institución con cada vez menos presupuesto y más incertidumbre, con crecientes retos estructurales y que continuamente se le estigmatiza y denosta desde el púlpito presidencial. Incluso en una condición de ventaja sobre su contrincante, Romero tuvo la oportunidad de conocer al CIDE desde adentro y acercarse a su comunidad para presentar un plan de trabajo propositivo y constructivo, lo cual decidió no hacer. En lo que respecta al plan de trabajo de Llerenas, basta con decir que su mayor virtud es la brevedad y una calculada inocuidad que le compromete a muy poco.

Así las cosas, el martes pasado Romero Tellaeche destituyó a la Dra. Catherine Andrews —Secretaria General del CIDE, segunda al mando de la institución— luego de que el Director Interino trató de posponer de manera unilateral, contrario al Estatuto, las Comisiones Académicas Dictaminadoras. Andrews actuó en estricto apego a lo mandatado por la propia normatividad interna del CIDE y ello le valió para ser removida de su cargo en la Secretaría General. Romero también intentó destituir a la directora de Evaluación Académica, la Mtra. Céline González Schont, sin embargo, por hacerlo —de nuevo— transgrediendo la normativa, esta destitución no surtió efectos. Imagine usted: Romero acusó a Catherine Andrews y a Céline González de cometer actos de “rebeldía” e incluso sugirió la posibilidad de imputarles responsabilidades penales. Por respetar la normativa interna de la institución.

En tan solo tres meses, José Antonio Romero Tellaeche, un extraño que llegó a casa y no hizo el mínimo intento por salir de su calidad de extraño, se echó encima a toda la comunidad estudiantil y plantilla docente. En solo tres actos, Romero desató una crisis al interior del CIDE que terminó por realizar la última llamada a una comunidad estudiantil que tuvo que pasar de las enérgicas condenas y despliegue de comunicados a una eficiente y horizontal organización que rápidamente se movilizó para convocar a una manifestación en las instalaciones del CONACYT y a solicitar la destitución inmediata del déspota interino, con la promesa de la toma de las instalaciones en caso de que ello no ocurra. Ante el bullicio de la comunidad, Romero convocó a una reunión virtual que, más que diálogo, pretendía ser letanía. A pesar de ello, mis compañeros y compañeras estudiantes dieron a Romero, por casi tres horas, una cátedra sobre la calidad y relevancia de lo que se produce en el CIDE; de la diversidad ideológica que priva en las aulas; de la regla de la casa: la imprescriptible libertad de sostener lo que sea, pero con el ineludible deber de defenderlo con argumentos.

No tiene sentido negar que el CIDE debe ser cuestionado y criticado. No tiene sentido, tampoco, negar los tropiezos del pasado, pero es aún más absurdo denostar al CIDE desde los prejuicios y desde las mentiras. Llamar al CIDE neoliberal, irrelevante, personalista y, además, decir que su comunidad estudiantil es manipulable, es tan burdo como miope; pensar en las instituciones en términos de absolutos y etiquetar todos los males bajo el calificativo de “neoliberal”, a estas alturas, resta seriedad a cualquier cuestionamiento y lo reduce a un hombre de paja. Paralelamente, en el ambiente de torpe polarización que priva en el país, sectores de la oposición no desaprovechan oportunidad alguna —esta incluida— para denostar al grupo de estudiantes cideítas que su momento externaron su apoyo a López Obrador. En el mejor de los casos, estas injurias no son más que arrebatos de imbecilidad de quienes consideran que el sufragio es una hoja firmada en blanco, o que el ejercicio democrático es cosa de una vez cada seis años y no más. Toda crítica a la institución, su arreglo administrativo, plantilla docente, alumnado y producción académica será recibida y atendida siempre que aquélla se sustente con argumentos razonables.

Defiendo al CIDE porque, considero, la imposición de las ideas y el desdén a la libertad de cátedra y de expresión no tienen cabida en nuestro sistema democrático. Defiendo al CIDE porque, tanto para mí como para muchas más personas, representa la mejor y única opción de acceder a una educación en ciencias sociales de la más alta calidad, y que de otro modo no hubiese podido costear. Defiendo al CIDE porque es mi alma máter y porque en ella encontré mi vocación y la oportunidad de compartirla con una comunidad maravillosa. Defiendo al CIDE porque en torno a él he construido mi proyecto de vida y porque es mi más importante motor de movilidad social. Defiendo al CIDE porque, en vez de someterse, debe ser más autónomo y replicarse a lo largo y ancho del país. Defiendo la rebeldía del CIDE porque no se puede actuar de otra manera cuando uno se enfrenta al autoritarismo. Defiendo al CIDE porque, a través de él, México me ha dado todo y porque es mi mejor oportunidad para regresárselo.

#YoDefiendoAlCIDE con una comunidad estudiantil a la que da orgullo pertenecer, que resiste con pasión, inteligencia, unidad y compromiso.

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#4 Tiempos

Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…

Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».

Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!

Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».

Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…

Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».

Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.

¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída

, el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».

¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».

Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!

Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.

Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».

Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.

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#4 Tiempos

Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.

En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.

En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.

El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.

Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.

Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.

Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.

Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.

Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.

Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.

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#4 Tiempos

Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.

Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.

La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.

Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.

Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.

En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.

Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.

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Opinión

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