#4 Tiempos
Una ciencia muy triste | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
El hombre llevaba allí, esperando el milagro, la bagatela de 38 años. Se dice rápido, pero en aquel entonces 38 años eran toda una vida.
Según la creencia de los judíos de la época, cada determinado tiempo –aunque nadie sabía con exactitud cuándo- un ángel bajaba a agitar con sus alas el agua de la piscina, y quienes se zambullían en ella justo en el momento en que el mensajero de Dios hacía su aparición, quedaban curados de sus males, cualesquiera que éstos fueran. Pero el hombre era paralítico y cuando con mucha dificultad alcanzaba finalmente la piscina, el ángel ya se había ido. Siempre era así, año tras año, vez tras vez.
Un día; sin embargo, alguien se acercó a este hombre y le preguntó:
«¿Quieres curarte?». Respondió el enfermo con marcada amargura: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua ha sido agitada, porque mientras voy, otro entra antes que yo».
Le dijo entonces el extraño visitante: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El hombre se levantó, conforme le había sido ordenado, tomó su camilla y ya se marchaba cuando escuchó esta severa advertencia: «Mira que ya estás sano; no peques mas, si no quieres que te suceda algo peor» (Cf. Juan 5, 1- 16).
El lector moderno se queda perplejo ante estas últimas palabras del Señor. En efecto, ¿qué tiene que ver el perdón con la salud, o, visto desde otro ángulo, el pecado con la enfermedad?
En tiempos de Jesús el hombre aún no había sido partido en alma y cuerpo (estas divisiones son de origen griego, no judío) y era evidente que lo que le sucedía en el alma repercutía más tarde también en su cuerpo, y viceversa. ¿Lo que sufría el paralítico del evangelio era, pues, una enfermedad anímica que no hizo más que exteriorizarse en la forma que ya sabemos?, ¿un mal anímico que luego se somatizó? Todo parece indicar que sí; de otra manera, Jesús se habría limitado a curarlo, omitiendo toda alusión al pecado y al arrepentimiento. De hecho, en otro lugar del evangelio, cuando los discípulos, al ver a lo lejos a un ciego de nacimiento, le preguntaron si éste había nacido así a causa de sus propios pecados o más bien de los de sus padres, Jesús les respondió de esta manera: «Ni él pecó, ni pecaron sus padres» (Cf. Juan 9,1).
¿Qué habría sufrido aquel paralítico en su niñez o en su juventud para acabar en el estado en que ahora se encontraba? Hoy esta evidencia de que «lo que afecta al alma afecta igualmente al cuerpo» se ha perdido casi por completo en los círculos más serios y científicos de la sociedad, y, así, vemos a psicólogos y terapeutas ocupados en curar los síntomas, pero olvidándose lindamente de las causas que los han originado.
Recuerdo la historia de una mujer separada de su marido desde hacía diez años. Su psicólogo le había recomendado un potente fármaco para combatir sus constantes ataques de angustia, pero ella seguía igual; había incluso repasado toda la farmacopea pertinente al caso, pero no por eso se sentía mejor. Ahora bien, no era necesario ser psicólogo para darse cuenta de que lo que esta mujer sufría era una enorme pena por haber abandonado a su esposo precisamente cuando éste más lo necesitaba y, sobre todo, por haber provocado que sus tres hijos crecieran
sin la presencia protectora del padre.
En casos como éste, ¿para qué sirve un antidepresivo? ¿Puede un ansiolítico curar la falta de amor, o la nostalgia, o la pena, o la culpabilidad, o el remordimiento? Pero a su psicólogo le parecía que no era de su competencia hacer juicios morales –aconsejándole volver a su casa-, de modo que se limitaba a extenderle una receta cada mes y a cobrar sus honorarios.
Otro caso. Un hombre, casi empujado por un terapeuta, abandonó a su esposa y a sus hijos para irse tras lo que él llamaba «el amor de su vida». El consejero le advirtió que debía hacerlo, pues uno tiene que ir siempre a donde el corazón nos lleve. Muy bonito, es verdad, y muy romántico. Pero me pregunto si los ataques de pánico que este hombre empezó a sufrir poco después no se debían, más que a otra cosa, al hecho de haber renunciado a sus deberes de esposo.
Muchas de estas curas psicológicas, como se las llama, ¿no se parecen al acto de barrer el cuarto para echar después la basura debajo de la cama?
Escribió hace poco la doctora Hellen Goodman, famosa psicóloga norteamericana: «La palabra mal no me viene fácilmente a la boca. Sin embargo, hay veces en las que uno se pregunta si el haber reemplazado el lenguaje de matriz religiosa por una terminología laica de mayor aceptación no haya producido, al mismo tiempo, una suerte de lobotomía moral. Pudiera ser que nuestro rechazo a expresar juicios morales nos haya hecho incapaces de expresar todo tipo de juicios».
Que la psicología haya acabado convirtiéndose en una ciencia como cualquier otra fue sin duda algo muy positivo; pero por haber renunciado a emitir juicios de valor acabó convirtiéndose, sin quererlo, en una ciencia muy triste (Theodor W. Adorno).
Así escribí hace muchos años en Tiempo y silencio [Madrid, Fundación Emmanuel Mounier, 2006], y lo que dije entonces lo digo ahora, pues las cosas no han cambiado nada desde entonces: «La psicología ha renunciado a abordar los problemas éticos que subyacen a muchos problemas psicológicos para ocuparse únicamente de la motivación de sus pacientes… Lo que en la actualidad busca la psicología es que las personas se mantengan en pie y trabajando, aunque sus problemas más hondos –que casi siempre son de carácter ético o religioso- permanezcan sin resolver. Cómo mantener el equilibrio en medio del caos: he aquí no sólo el subtítulo de un libro de Arthur Jeon acerca de la difícil vida en la ciudad (Dharma urbano), sino el programa general de la psicología en tiempos posdemocráticos y posmodernos».
Lee también: La atención | Columna de Juan Jesús Priego
#4 Tiempos
El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.
La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.
Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos
24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.
Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.
También lee: El sabor uruguayo del futbol potosino | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Personas como espejos | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Los pasos dados en una mañana cualquiera conducen a uno de esos espejos piadosos en los que uno aparece más guapo de lo habitual, más limpio, más esbelto, casi heroico. La imagen llega como ráfaga: ese instante fugaz en que parecemos la mejor versión de nosotros mismos. Al siguiente paso, otro espejo devuelve ya el reflejo habitual: el rostro cansado, la camisa con esa arruga que antes no estaba, el pelo que ya no da. Así son los espejos: unos nos bendicen con la gracia de un tenista que acaba de salvar un set y lanza un guiño a la muchacha de la tercera fila; otros nos exhiben hasta el patetismo, y no hay ángulo que salve esas ojeras de un sueño perdido o la mancha que jurábamos no llevar puesta.
Entre uno y otro reflejo, se instala la duda: saber si somos el mal reflejo o la estampa bella de aquel aparador, si somos lo que vimos primero o lo que vemos ahora. Si somos el destello o la derrota.
En las relaciones humanas ocurre un duelo parecido. Hay personas que funcionan como espejos benévolos y nos devuelven lo mejor de nosotros mismos, iluminando lo que tenemos de amable, de inteligente, de vivo. Con ellas todo fluye: la conversación, el silencio, el juego de miradas. Traen de vuelta nuestro humor. Su sola presencia aligera la carga del día y perdonamos así el paso de las moscas.
En el ámbito de las relaciones es preciso rodearse de personas que son como los espejos en los que uno se ve bien y que nada complican. Gente que con su paciencia y simpatía ponen en bandeja las sonrisas y alumbran los más elevados sentimientos.
Pero también hay espejos rotos con forma de persona. Espejos manchados que te reducen y desaniman, cual les marca su hebra cochambrosa y su afán por ensuciar lo que les rodea. Sujetos cuya sola cercanía oscurece, reduce. Imanes del infortunio, empeñados en arrastrar a los demás a su fango personal. Su forma inmunda de consuelo.
Famosa es la frase en la que John Keats contaba que la poesía ha de acontecer con la misma naturaleza y espontaneidad con la que una hoja cae del árbol, y no forzada ni sostenida por andamios y tornillos. Las relaciones humanas de mayor calado fluyen sin tener que desgañitarse. No se gritan, no se empujan: florecen. Como esas novelas que uno lee sin darse cuenta, y al mirar la página ya vamos por la mitad. Tenemos libros que se arrastran (uno nomás no ve la luz al final del túnel) y otros que vuelan.
Vuelvo a mi maestro Jardiel Poncela: aquellas mujeres que no se acomodan a nosotros valen menos que un lavafrutas, aunque sea la resurrección de Friné envuelta en perfume de Le Galion.
Hay personas que te jalan consigo a su piscina de indecencia; y están otras, las que valen su peso en azafrán, que elevan y de la mano te guían a lo que has anhelado para ti en ratos de dulce vanidad. Son los rayos de sol que se cuelan entre las hojas en la última hora de la tarde.
Los buenos modales siguen siendo la pauta a la hora de definir a la gente de la que me quiero rodear. Aquellos que te alientan, saben escuchar y con los que aún puedes platicar de viejos álbumes.
Recordar, por ejemplo, aquella canción de The Velvet Underground cantada por Nico:
Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres, por si acaso no lo sabes.
Déjame estar de pie para mostrarte que estás ciego.
Por favor, baja las manos,
Porque yo te veo.
Me cuesta creer que no sepas
La belleza que eres.
Pero si no lo sabes, déjame ser tus ojos,
Una mano en tu oscuridad para que no tengas miedo…
Contacto
Correo: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
También lee: La Habana que vive en Mérida (yo sé que volverás) | Columna de Carlos López Medrano
#4 Tiempos
Un encuentro con la tabla periódica: la participación potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En la sesión del mes de junio de La Ciencia en el Bar se llevó a cabo la presentación del libro Un encuentro con la tabla periódica, ensayos, cuentos y anécdotas, publicado en 2024 por el Fondo de Cultura Económica, dentro de la serie La Ciencia para Todos, en la cual corresponde al número 262. El libro fue coordinado por el Dr. Juan Carlos Ruiz Suárez, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) unidad Monterrey y en el cual participaron alrededor de ochenta investigadores del país de varias instituciones educativas y de investigación de los diversos estados de la República Mexicana.
El libro nació de una iniciativa en la conmemoración del Año Internacional de la Tabla Periódica que fuera proclamada por la Unesco en el año 2019; el libro es un recorrido por todos y cada uno de los elementos que conforman la tabla periódica, elementos que son la base para el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad. A través de los siglos se han ido identificando estos elementos que al conjuntarse con otros conforman las moléculas y estructuras diversas de la materia y de nuestro universo.
El libro se enfoca en cada uno de estos elementos y es presentado por un investigador de la comunidad científica nacional, sea como un ensayo que acerca al lector al entendimiento del elemento en cuestión y su importancia para nuestra sociedad. Estos acercamientos también se dan, en algunos casos, a manera de cuentos y de anécdotas, tal como se subraya en el subtítulo del libro.
Hasta el momento se conocen ciento diez y ocho elementos, entre naturales y los sintetizados en los laboratorios modernos; la tabla no está cerrada y en años próximos se piensa pueda seguir creciendo con la síntesis de nuevos elementos, si bien, los naturales que son del orden de noventa y dos prácticamente está agotada.
La comunidad científica de San Luis Potosí, también participó en la elaboración de los artículos que conforman este libro encargándose de algunos de los elementos de la tabla periódica. Trece fueron los investigadores de San Luis Potosí que participaron en el libro; figuran así:
La Dra. Mildred Quintana, con el tema, Boro: un elemento primordial en el origen de la vida. La dra. Mildred Quintana es investigadora de la Facultad de Ciencias y del Centro de Investigación de Ciencias de la Salud de la UASLP.
Con el tema: Sodio: la velocidad de aliento, participa el Dr. Braulio Gutiérrez Medina, del Instituto Potosino de investigación Científica y Tecnológica, IPICyT, quien trabaja en sistemas biológicos.
La Dra. Viridiana García Meza, investigadora del Instituto de Metalurgia de la UASLP, que trabaja con microorganismos quimioautótrofos y fotoautótrofos, escribe sobre el Azufre: el elemento oloroso y amistoso del vecindario.
Sobre el Níquel: un duende travieso, escribe la Dra. Vanesa Olivares Illana, quien es investigadora del Instituto de Física de la UASLP y quien se centra en el estudio de interacciones biomoleculares involucrados en el cáncer.
El Dr. Daniel Ignacio Salgado Blanco, investigador del IPICyT, colabora con el tema, Kriptón: el elemento oculto. El Dr. Salgado es especialista en simulaciones moleculares de la materia a escala microscópica y nanoscópica.
El Dr. Pedro Miramontes que es investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM y colaborador como profesor visitante de la Facultad de Ciencias de la UASLP, especialista en evolución biológica en una perspectiva física y matemática, escribe sobre el Rubidio: rojo carmesí.
Por su parte la Dra. Marissa Robles Martínez, especialista en efectos antimicótico de nanopartículas de plata y investigadora del Instituto de Física de la UASLP, trata el tema, Antimonio: contra monjes.
El Dr. Eduardo Gómez García, investigador del Instituto de Física, especialista en enfriamiento por láser de gases a temperaturas cercanas al cero absoluto, escribe sobre el Cesio: el átomo del tiempo.
Sobre el Lantano: el titular de la familia rara, escribe el Dr. Luis Felipe Cházaro Ruiz, investigador de la División de Ciencias Ambientales del IPICyT, que entre otras líneas de investigación trabaja en sistemas bioelectroquímicos y sistemas electroquímicos de conversión de energía.
De la Facultad de Ciencias Químicas de la UASLP y tratando el tema Praseodimio: imita al periodoto, participa el Dr. Miguel Ángel Waldo Mendoza en colaboración con Nancy Araceli Rivera García investigadora de la empresa Greennova.
Vianney Rangel, investigadora de la UASLP y especialista en biofísica, trata el tema Naodimio: en imanes poderosos.
Junto a su colega de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Sonia Saucedo Anaya, el Dr. Said Aranda Espinoza, investigador del Instituto de Física, trabajan el tema Gadolinio: excelente en refrigeración, que también desarrolla el tema de Iridio: en honor a la diosa Iris.
Los invitamos que lean el libro en cuestión sobre la tabla periódica que fuera presentado en La Ciencia en el Bar en el cierre de su ciclo número treinta y nueve y previo al vigésimo aniversario de este peculiar programa de difusión.
También lee: Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
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