enero 21, 2025

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El Cronopio

San Luis Potosí cuna de la Revolución Mexicana | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO 

Este mes de febrero se cumplen 121 años de la realización en San Luis Potosí del Primer Congreso Liberal Mexicano, en el cual la participación de liberales potosinos fue destacada, junto a los hermanos Flores Magón. Estos luchadores liberales figuran los precursores intelectuales de la revolución mexicana, aunque su aportación histórica, por ser anarquistas, es minimizada; sin embargo, los principales artículos sociales de la Constitución del 17, fueron tomados tal cual eran promovidos por el grupo de liberales, que en la primera década del pasado siglo, lucharon por la democracia y reivindicaciones sociales.

Por extraño que parezca, San Luis Potosí aportó un importante número de activistas y pensadores que destacaron entre los que serían editores del Hijo del Ahuizote, recordado por la imagen del 5 de febrero de 1903, en donde doce periodistas, seis de ellos de San Luis Potosí, aparecieron con las cabezas inclinadas en los balcones de las oficinas del periódico, cuyo frente estaba enlutado y tenía un gran letrero con la siguiente leyenda:

“La Constitución ha muerto protestamos solemnemente contra los asesinos de ella, que como escarnio sangriento al pueblo que han vejado celebren este día con muestras de regocijo y satisfacción”. Dos años antes habían realizado el Primer Congreso Liberal.

El Congreso en cuestión fue convocado por el grupo de liberales potosinos formados por el ingeniero de minas Camilo Arriaga, el periodista y poeta Juan Sarabia, el profesor Librado Rivera y el estudiante y abogado Antonio Díaz Soto y Gama. Meses antes, en agosto de 1900 Camilo Arriaga lanzaba un manifiesto invitando a la formación del partido liberal, para un mes después formar el Club Liberal Ponciano Arriaga. Ese club se convirtió posteriormente en el eje de acción de los liberales mexicanos, fungiendo como centro director de todos los clubes liberales en el país.

El segundo Congreso, convocado para febrero de 1902, ya no pudo llevarse a cabo por la incesante persecución que llevó a la cárcel al grupo potosino. En 1903 al quedar libre Camilo Arriaga comenzó a reorganizar el Club Liberal Ponciano Arriaga para incorporar a los dirigentes liberales y periodistas de la oposición de otras partes de la nación. El nuevo club fue instalado oficialmente el 5 de febrero de 1903, con la mitad de sus miembros y la mayoría de los principales dirigentes todavía de San Luis Potosí. Arriaga quedó como presidente del club, Díaz Soto y Gama como vicepresidente, el primer secretario Juan Sarabia y el segundo secretario Ricardo Flores Magón, Benjamín Millán como tesorero, entre otros. A pesar de las posteriores divisiones de Arriaga, Madero y Ricardo Flores Magón, en septiembre de 1905 se fundó la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, donde cuatro de los siete miembros del Consejo eran de San Luis Potosí: Juan y Manuel Sarabia, Librado Rivera y Rosalío Bustamante, tónica común en todo el movimiento precursor en el cual el núcleo potosino tuvo una influencia determinante, a tal grado que al gobierno, más que la prensa y los clubes liberales, le preocupaba principalmente el núcleo de San Luis Potosí, al que enfocó su represión.

La persecución, el exilio y la represión fueron las acciones comunes para el grupo de liberales potosinos, que aspiraban a propagar y sostener un movimiento revolucionario nacional para derrocar a Díaz e introducir reformas sociales y económicas profundas. Curiosamente, después de tantos años, ninguno de los cuatro potosinos se dio cuenta de que el movimiento revolucionario ya se había iniciado y se había ido desarrollando por su propio impulso, con ellos mismos al mando.

Otros potosinos liberales participaron en todo este proceso: Benjamín Millán, Humberto Macías Valadés, Ismael Quiroz, Emiliano Z. López, Wistano Luis Orozco, Andrés Molina Enríquez, José María Facha, Dolores Jiménez y Muro, Dionisio L. Hernández, Ramón Santoscoy, Rafael Vélez Arriaga, Filomeno Mata, Paulino de la Luz Mendoza,
Antonio I. Villarreal, María del Refugio Vélez, Tomás Sarabia, Alfonso Cravioto… En el caso de San Luis Potosí, los maestros y los periodistas, por lo menos, fueron muy importantes. Combinando su enseñanza con la agitación política, algunos maestros encontraron pronto la muerte, mientras que otros fueron enviados al exilio. Un buen número ascendió a rangos políticos o militares, expresando puntos de vista radicales en la Convención de Aguascalientes de 1914 y en el Congreso Constituyente de Querétaro de 1916.

Según apunta J.D. Cockcroft, en uno de sus artículos sobre la Revolución Mexicana, después de que la lucha hubo terminado y la Constitución de 1917 fue redactada, estos maestros, por lo general, volvieron a su profesión y fueron olvidados. Entre aquellos de San Luis Potosí estaban, además de Rivera, los siguientes: Luis Toro, David G. Berlanga, Cándido Navarro, Luis G. Monzón Teyatzin, Graciano Sánchez y Alberto Cabrera Torres. Después de múltiples fracasos y divisiones políticas, el Partido Liberal Mexicano y el movimiento precursor emprendido por el núcleo de liberales potosino, tuvieron un triunfo, los artículos 27 y 123 de la Constitución, de reforma agraria y código de derecho obrero. En otra de sus obras Cockcroft concluye: Finalmente surgieron en 1917 los primeros resultados claramente reconocibles de la Revolución mexicana. Estos resultados fueron: un campesinado vencido, un movimiento laboral inválido y dependiente, una burguesía sangrante pero victoriosa, y para un pueblo mexicano dividido, un triunfo de papel: la Constitución de 1917.

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#4 Tiempos

Educación en ciencias a través de las letras, el papel de Ana María Romo | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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En la Escuela Normal de Profesoras se incluyeron materias relacionadas con temas científicos, y alejándose de los temas cercanos a la actividad del hogar al que habían ceñido a las mujeres que se formaban en el magisterio, interesaron a las maestras en temas relacionados con la ciencia. El curso de física se instauraba a principios de los ochenta. En esta vertiente Gregorio Barroeta se convertía en el profesor de física en la Escuela Normal de profesoras.

De esta manera algunas profesoras se adentraron en la enseñanza de las ciencias a nivel básico y uniendo su interés en la literatura se adentraron en esa encrucijada entre las ciencias y las letras realizaron su actividad educativa con la difusión de literatura orientada a la población en general.

No es de extrañar que profesoras que se interesaban en estas vertientes entre ciencia y letras, usaran su conjunción para aportar en la formación de sus alumnos de educación básica y de la población en general a través de actividades culturales donde las letras jugaron un papel central. Una de las profesoras que se destacaron en esta línea fue la profesora Ana María Romo a quien se le reconoce como una mujer que aportó el mundo de las letras potosinas. Sin embargo, su interés en los temas científicos, siempre estuvieron presentes en sus trabajos de difusión. Aportando de esta manera en la educación formal, de su tiempo y lo que podemos denominar educación informal, dirigida a la población en general la que realizaba a través de poesías, narraciones y conferencias.

Para 1883 ingresaba en la Escuela Normal de Profesoras y formaría parte de la Academia Dominical Literaria para Señoritas, de la que ya hemos tratado en esta columna, y de la cual se encargaría de la redacción de su órgano de difusión La Esperanza donde publicaría alrededor de cuarenta y dos trabajos. Entre ellos abordaría el trayecto seguido por las mujeres en esa empresa editorial y en la propia Academia en la agonía, articulo publicado en La Esperanza. Entre las mujeres que participaron en la Academia Literaria dominical para Señoritas, el trabajo de Ana María Romo fue el más significativo.

Sus tesis sobre la educación en el seno de la Academia tienen siempre un tinte humanista, donde citaba a Platón para proponer que el verdadero amor es el amor a la sabiduría, al conocimiento, por lo tanto, el amor platónico no es el amor ideal de una persona sino el amor a conocerla y saber de ella. Aluden a la educación como el modelo de formación inalcanzable que por diversas circunstancias no se podía, en ese momento, materializar

Entre los trabajos que publicó en La Esperanza, donde mezcla la educación científica con la vena literarias se encuentran poemas como: En una clase de física, en la clase de matemáticas, en la clase de astronomía, a la botánica, entre 43 trabajos más.

No era de extrañar que, en los festejos de los cuatrocientos años del descubrimiento de américa, Ana María Romo participara como conferencista de las conferencias colombinas organizadas para tal ocasión,

al lado de los más importantes pensadores, literatos y artistas potosinos que participarían esa conmemoración

El Teatro Alarcón sería la sede de esa conmemoración y del programa organizado para recordar en ese encuentro entre culturas. Por entonces el Teatro Alarcón era el centro cultural de la ciudad. Personajes que destacaban en el ambiente cultural como Julián Carrillo, entre otros jóvenes se dieron cita en la configuración del programa. Las profesoras y miembros de la Academia Dominical Literaria para Señoritas tendrían su participación y, en especial destacaría Ana María Romo con su línea de difusión de conocimiento científico, sea a través de la poesía o de conferencias como la que impartiría en esas conferencias colombinas.

Según dio a conocer El Estandarte el 16 de septiembre de 1892. La señorita profesora Ana María Romo, inició la velada con un “pequeño pero bonito estudio, nos dio a conocer el origen de la astronomía, vicisitudes, avances y el estado floreciente en que se encontraba en ese tiempo”. Es pertinente mencionar que el tema de la profesora Romo, correspondió al conocimiento científico, la formación recibida en la Escuela Normal en el ramo de las ciencias la facultó para comprender y explicar desde un punto de vista científico la astronomía. Aunado al dominio del tema sobresale la crítica que se le hace respecto al ser una “ardiente oradora de las bellas artes, y por lo mismo su discusión está trabajada con esmero y corrección, lo que le valió grandes aplausos”. Por lo anterior, se identifican algunos rasgos como dominio del tema y de la palabra a través de la oratoria.

Su formación en la Escuela Normal de Profesoras signaría su actividad literaria y de educación científica en San Luis. “La referida señorita, durante el tiempo que ha concurrido a este plantel, su conducta ha sido irreprensible y su dedicación y constancia un modelo”.

Ana María de la Luz Romo Ortiz, nació en San Luis Potosí el 3 de junio de 1859

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#4 Tiempos

Zita Basich Leija, la polifacética artista potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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En 1967 se terminaba la construcción de la iglesia de la Santa Cruz en el Fraccionamiento Industrial Aviación, de estructura arquitectónica novedosa del arquitecto Enrique de la Mora, que para entonces había construido iglesias como la Basílica de Guadalupe de Madrid, España en 1965 y la Iglesia de la Divina Providencia en México en 1966. Característica de estas construcciones serían sus remates arquitectónicos que cerraban sus alas en magníficos vitrales, como el que se puede observar por los potosinos en la Iglesia de la Santa Cruz que es considerada una joya de la arquitectura moderna en la ciudad. Estos vitrales serían realizados por la artista plástica potosina Zita Basich Leija.

Formada en uno de los momentos importantes de ambiente cultural en San Luis Potosí, estudiaría la preparatoria en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí donde se formara el primer grupo de teatro universitario en provincia en el cual participaría Zita Basich, atraída por el mundo de las artes que de niña inculcaría su madre Mariana Leija quien fue pintora y dibujante y quien impartiera clases en esas materias; de esta manera Zita se iniciaría en el arte del dibujo desde muy niña, actividad que estaría presente a la largo de su polifacética vida en torno a las artes. Su padre, de origen eslavo, fue Nicolás Basich Ivanovich, trabajaba una planta de beneficio de minerales, tenía nacionalidad austriaca, por la anexión de las provincias de Servia, Croacia y Eslovenia al imperio austrohúngaro.

En el año de 1939, Zita partía a la Ciudad de México a estudiar a la Academia de San Carlos y haría amistad con la comunidad de arquitectos en México al estudiar en la Escuela de Arquitectura, entre ellos Pedro Ramírez Vázquez y Enrique de la Mora que se casaría con una íntima amiga de Zita, Tatiana Askinasy, hija del filósofo y socialista ruso Dr. Siegfried Askinasy. Se casaría con el pintor Julio Catellanos que despuntaba como la mas brillante figura de segunda generación de pintores mexicanos y cuya prematura muerte privó al país de tan extraordinario talento, quedando viuda a los 29 años. Caso en segundas nupcias con el escultor Federico Canessi que llevó a la escultura mexicana moderna a su etapa más brillante y original. Con sus matrimonios conviviría con dos grandes artistas que enriquecerían su personalidad y sensibilidad artística. Zita Basich tendría dos hijos Julio y Antonio Castellanos.

Además del dibujo sobresalió en la reproducción de dibujos y pinturas realizando extraordinarias copias como la del cuadro “la Primavera” de Botichelli o los mapas prehispánicos el Quinantzin y el Coatlinchan. Sobresale igualmente su labor como ilustradora, por ejemplo, en los libros de Samuel Martí y en el de Raúl Cardiel Reyes, uno de sus viejos amigos universitarios potosinos, sobre historia del arte dedicado a los ventanales coloniales del siglo XVI. Utilizó sus conocimientos de encuadernación para la edición de libros como la recopilación de dibujos de manos y “testimonios sobre medicinas de los antiguos mexicanos” tomados de los códices que ella misma restauró

y rescató en el Instituto de Antropología e Historia.

Incursionó en estudios históricos y en la literatura, estuvo al frente de la División de Códices de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología, museo, que al parecer, Zita Basich impulsara a construir las nuevas instalaciones al entonces presidente de la República Lic. Adolfo López Mateos, inauguradas en 1964. En 1952, el potosino Lic. Miguel Álvarez Acosta la nombró jefa del Departamento de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes. También trabajó en orfebrería y cerámica, usando además de la plata el cobre y el latón y pedrería semipreciosa; con el maestro Salce realizaría diseños para joyería esmaltada.

Zita Basich Leija nacía en la ciudad de San Luis Potosí el 8 de enero de 1918 y falleció el 3 de mayo de 1988. Como un homenaje a su memoria se realizó una exposición con sus obras y se recordó su vida, obra y contribución al desarrollo cultural de San Luis Potosí al que siempre estuvo ligada. En el homenaje Miguel Álvarez Acosta compuso unos sonetos, entre ellos el de clausura:

El San Luis invisible, nuestra casa,
alma de la ciudad embellecida,
hoy a querido recordar tu vida
que en este aniversario se trasvasa.

De la arbolada calle y la terraza,
a esta casa lustral de la avenida,
al declararte hermana distinguida
el dolor de tu ausencia se adelgaza.

En este hogar de historia y de cultura
te veremos partir sin amargura;
tu habitación está en la misma estrella.

Yo diré como epílogo sagrado:
los sonetos de Zita han terminado,
podéis iros en paz, pensando en ella.

En la actualidad, su obra pública plasmada en los vitrales de la iglesia de la Santa Cruz, es la que puede admirarse y vivir su sensibilidad plástica reflejada y transmitida por la luz que se filtra por los vitrales y el colorido que le brinda a ese espacio.

El busto en bronce vaciado que aparece en la imagen al inicio de esta columna, es obra de su hijo Antonio Castellanos Basich

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#4 Tiempos

Primeras médicas potosinas en asociaciones sociales y científicas | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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De las primeras médicas mexicanas tituladas en las primeras décadas del siglo XX, un buen número son potosinas, algunas de ellas han sido tratadas en esta sección. El camino seguido para su preparación no fue nada fácil y algunos debieron cursar otras carreras, orientadas a las mujeres, para poder aspirar a seguir estudios profesionales de su elección, como para su caso fue la medicina.

Este escenario propició que las pioneras médicas mexicanas emprendieran acciones para que fueran consideradas en un medio hostil para su práctica profesional y a manera de autoprotección, crearon y se unieron en agrupaciones académicas y sociales. Unas de las primeras asociaciones de mujeres médicas fue la Asociación de Médicas Mexicanas y la Sociedad Mexicana de Eugenesia, fundamentalmente de contexto académico. En estas asociaciones participarían las médicas potosinas y figurarían como fundadoras en estas asociaciones mencionadas.

La Asociación de Médicas Mexicanas sería creada el 5 de mayo de 1926, ante la necesidad de hacer un frente común y apoyarse para no ser maltratadas por querer titularse como médicas. En la fundación de esta pionera asociación de médicas participaría la potosina María Castro de Amerena, primera médica potosina y, de quien hemos tratado en esta columna. Con el tiempo esta asociación se convertiría en la Asociación Nacional de Médicas Mexicanas y se haría filial de la Medical Women’s International Association; y sus fines no distaban de los iniciales, a los que se sumaron: defender los intereses profesionales, colectivos e individuales de las médicas; pugnar por el acceso de las médicas a puestos directivos y de responsabilidad, y buscar la creación de seguros de vida colectivos en favor de las asociadas.

En esta asociación se unieran pocos años después de su creación las médicas potosinas: Mathilde Rodríguez Cabo, también tratada en esta columna, Sara Cárdenas Orozco, también tratada en la columna y Emilia Leija Paz.

La Sociedad Mexicana de Eugenesia, fue creada en 1931, en su fundación participarían las médicas potosinas Emilia Leija Paz y Mathilde Rodríguez Cabo. En esa época la elevada mortalidad infantil era un problema agudo de salud pública, razón por la que existía una seria preocupación por proteger a la infancia. Sus actividades se orientaron a la salud matrimonial. Entre sus actividades de difusión se dictaban conferencias como la impartida por la potosina Emilia Leija Paz acerca de enfermedades venéreas y su efecto en la descendencia.

Estas médicas potosinas jugaron un importante papel en el desarrollo de la mujer en el ámbito médico abriendo brechas para la incursión de otras mujeres en el ámbito profesional, su actividad en asociaciones sociales y científicas estaban orientadas a este objetivo.

De esta manera Mathilde Rodríguez Cabo pertenecería a cuatro agrupaciones. Frente Único Pro Derechos de la Mujer, Sociedad Mexicana de Eugenesia, Sociedad Alexander Von Humbolt y la Asociación de Médicas Mexicanas.

Emilia Leija Paz pertenecería a tres agrupaciones: Sociedad Mexicana de Eugenesia, Sociedad Mexicana de Higiene y Asociación de Médicas Mexicanas. Por no haberla tratado en esta columna apuntamos algunos de sus datos: Nació en Soledad Díaz Gutiérrez, San Luis Potosí. En el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí cursó la preparatoria y el primer año de la carrera de Medicina, misma que continuó en la Escuela Nacional de Medicina para titularse en 1925 con la tesis Contribuciones al estudio de la neurovacuna. Estudió enfermería sanitaria en Nueva York. Su ejercicio profesional estuvo muy vinculado a la enfermería. Fue jefa de la División de Enfermería y Obstetricia en la Escuela de Graduados, primera directora de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de 1948 a 1957,35 donde también fue maestra. Médica auxiliar y luego jefa de la Oficina Central de Enfermeras del Departamento de Salubridad Pública, dirigió el Dispensario Antivenéreo número 7, encargada de Enfermería Sanitaria y médica en la Casa Amiga de la Obrera.

Sara Cárdenas Orozco y María Castro de Amerena pertenecerían solo a la Asociación de Médicas Mexicanas.

María Dolores Villalobos Epiro, pertenecería a la Pan American Medical Women’s Alliance. Por no haberla tratado en esta columna, también apuntamos algunos de sus datos: Nació en la Ciudad de San Luis Potosí. Estudió en la Escuela Núm. 20 y en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí. En la misma institución cursó algunas materias correspondientes al 1° y 2° años de la carrera de medicina, misma que continuó en la Escuela Nacional, donde concluyó sus estudios entre 1921 y 1924. De septiembre de este último año a mayo de 1925 fue practicante adjunta y numeraria en el Hospital Morelos. Presentó los exámenes profesionales en julio de 1925 y defendió la tesis Citoscopia en los niños, obteniendo el grado de médico cirujano.

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