julio 3, 2025

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#4 Tiempos

Puestas de sol (extractos de mi diario) | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

24 de febrero, 2015.

Al Principito le gustaban las puestas de sol. «Sabes -confesó una vez-, cuando se está tan triste le gustan a uno las puestas de sol».

Un día, desde su lejano planeta –el asteroide B 612-, el Principito vio ponerse el sol cuarenta y tres veces sin moverse de su silla. ¿Tan triste estaba aquella vez? ¿Tan solo se sentía en su pequeño universo?

Puesto que nadie verá nunca este diario –eso espero-, lo confesaré abiertamente: cada que leo ciertos pasajes de este libro maravilloso los ojos se me humedecen y la mirada se me vuelve nebulosa. A donde quiera que voy cargo siempre un ejemplar de El Principito. A Roma, cuando fui a estudiar, me lo llevé, y en España estuvo siempre conmigo. Pero no acepto otra versión que la publicada por Porrúa. Esta traducción, si bien se adapta poco a mi bolsillo a causa de su formato, por la ternura que la traductora supo conservar del original francés, es la que mejor se adapta a mi corazón. Las otras traducciones me han parecido siempre frías y, por lo tanto, infieles a la intención del autor.

¿Qué diría el Principito al sol? «¡Ponte otra vez!». Y el sol se ponía para este niño solitario que lo saludaba desde el asteroide B 612. «¡Ponte otra vez!». Porque nada hay más hermoso ni más triste que la luz apagada del crepúsculo

¡Cuarenta y tres veces «¡Ponte otra vez, ponte otra vez!». Después de todo, el Principito era un niño, y a los niños les gusta la repetición. Cuéntales un chiste y te pedirán que se los vuelvas a contar. Dirán, emocionados: «¡Otra vez, otra vez!».

Para un niño, una vez es poco. Él quiere siempre más y, de preferencia, lo mismo. Cárgalo, dale vueltas, juega con él, y cuando te canses y lo dejes donde estaba, escucharás que te dice: «¡Otra vez!». ¡Con los pequeños no hay remedio!

En cambio los mayores… Los mayores, cuando decimos: «¡Otra vez!», lo hacemos casi siempre con impaciencia o resignación. No gritamos entusiasmados, sino que preguntamos escépticos: «¿Otra vez?». Los mayores se distinguen de los niños en que éstos disfrutan la repetición casi con la misma intensidad con que aquéllos la detestan.

¿Y si Dios, después de todo, tuviera un espíritu de niño? ¿Y si a él también le gustaran las puestas de sol, la luz grisácea del crepúsculo? Eso es lo que sugiere Gilbert K. Chesterton (1874-1936), el gran polemista inglés, en una de sus páginas más bellas:

«Los niños –escribió en Ortodoxia- rebosan vitalidad por ser espíritus libres y altivos, de ahí que quieran las cosas repetidas y sin cambios. Siempre dirán: “¡Hazlo otra vez!”; y el adulto vuelve a hacerlo aproximadamente hasta que se siente morir. Porque la gente grande no es suficientemente fuerte como para regocijarse en la monotonía. Pero tal vez Dios sea lo bastante fuerte para regocijarse en ella. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: “¡Hazlo otra vez!”, y que cada noche diga a la luna: “¡Hazlo otra vez!”.

»Puede que todas las margaritas sean iguales no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecemos, pero nuestro Padre es más joven que nosotros».

En otro de sus escritos –ahora se trata de su ensayo Sobre las hadas-, Chesterton volvió al asunto de la repetición, tan propia de los espíritus infantiles, y dijo esta vez así: «La mera repetición de las cosas más me hace verlas misteriosas que racionales. El materialismo que domina la mente moderna se funda, en resumidas cuentas, sobre una hipótesis que a la postre resulta falsa. Se supone generalmente que todo lo que se repite está muerto».

Sin embargo, la verdad es lo contrario: uno envejece cuando no quiere más sol, ni más luna, ni más crepúsculos: cuando ya no quiere repeticiones, cuando ya no quiere más, cuando ya no quiere nada.

El rey Berenguer, en la pieza de Ionesco, conversa con Julieta, la criada del palacio, que no deja de quejarse de la dura faena:

«Julieta: Estoy cansada, cansada, cansada.

«El rey: Después se descansa. Es bueno.

«Julieta: No tengo tiempo de descansar.

«El rey: Puedes esperar que lo tendrás… Echas a andar, tomas una cesta, vas a hacer las compras. Sacas el portamonedas, pagas, te dan el vuelto. En el mercado hay alimentos de todos los colores: lechugas verdes, cerezas rojas, uvas doradas, berenjenas violetas, ¡todo el arcoiris! Extraordinario, increíble, un cuento de hadas.

«Julieta: Después vuelvo por el mismo camino.

«El rey: ¡Dos veces al día por el mismo camino! ¡El cielo encima! Puedes mirarlo dos veces al día. Respiras. No piensas en ello pero respiras. Piensa en ello. Recuérdalo. Estoy seguro de que no prestas atención. Es un milagro». Pero, ay, el rey se muere: ya no habrá para él una segunda oportunidad, pues está a punto de realizar ese acto que no admite repeticiones y que sólo acaece una vez en la vida de los hombres: la muerte. Sí, la repetición es vida, ahora lo sabe el rey, pero es ya demasiado tarde.

Me pregunto, pues, a mí mismo: «¿Quieres conservarte joven de alma, quieres conservar las ganas de vivir?». Entonces di: ¡Otra vez, otra vez! ¡Otro día, otra tarde!, como si fuera la primera vez que asistieras al espectáculo del mundo, como si no supieras qué es el sol ni qué es la vida, y quisieras descubrirlo. Mientras seas capaz de decir: ¡Otra vez, otra vez!, como el Principito, no todo estará perdido.

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#4 Tiempos

Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

De la mano de Oscar Vargas y David Espejo, los alumnos del maestro Julián Carrillo, y principalmente bajo el cobijo de la hija del maestro, Dolores Carrillo, Jorge Echevarría Chávez aprendió el sistema musical del Sonido 13 y tomó el destino de tocar música en el sistema de Sonido 13 de Julián Carrillo, convirtiéndose en uno de los principales difusores de la obra microtonal de Julián Carrillo. Desde 1979 ha sido promotor de la obra del compositor potosino dando conferencias y conciertos en diversos foros y universidades. También ha ejercido la docencia y ha sido catedrático en diversas escuelas, centros culturales y universidades del país. Ha sido director de varias agrupaciones musicales juveniles.

Como parte de su formación en el nuevo sistema musical de Carrillo se involucró en la construcción de instrumentos en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono, participando en la construcción de arpas micro interválicas que desarrollaron los alumnos de Carrillo Oscar Vargas, David Espejo y Ramón Guerrero Aspero y construiría posteriormente su flauta para cuartos de tono con la cual basa sus interpretaciones de Sonido 13 con el grupo de formara con el nombre ITZA CAYUM que es un grupo que ha sido trazado por la música, recordando el conocimiento de notas y frases. La inspiración surge de instrumentos ancestrales para crear nuevas formas de expresión musical… expandiendo el espectro sonoro, empoderando en cada nota y pieza. Esta profunda fuente de tradición e innovación encuentra una voz moderna en Jorge Echavarría, miembro clave del reconocido grupo Paraphernalia. (PoF)

Jorge Echevarría Chávez realizó sus estudios musicales en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México como instrumentista en flauta transversal; también en la escuela de música José F. Vázquez; el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México, y estudió armonía contemporánea en el Sindicato de Música de la Ciudad de México.

En los últimos años han sido frecuentes sus visitas a San Luis Potosí para impartir cursos y conferencias, así como hacer composiciones con sus talleristas de música original en el sistema de Sonido 13. En particular participó en nuestro programa de conmemoración del 140 aniversario del nacimiento de Carrillo en 2015, registrando su participación en la serie documental 13 Conceptos del Sonido 13 que puede consultarse en youtube, así como su participación el programa de conferencias públicas La Ciencia en el Bar en particular con el tema la revolución musical del Sonido 13,

Sobre este tema estará en el mes de septiembre en San Luis Potosí impartiendo el taller, La revolución Musical del Sonido 13, el cual tiene el objetivo de desarrollar los conocimientos necesarios para componer e interpretar música en microintervalos, a través del uso del sistema general de escritura musical de Julián Carrillo. Este taller está dirigido a músicos de cualquier diversidad instrumental, con conocimientos básicos de solfeo y teoría musical general.

Este taller es una buena oportunidad para acercarse al sistema de Sonido 13 y experimentar ese universo musical fantástico que desarrolló el maestro potosino Julián Carrillo creando un nuevo universo sonoro que permite crear nuevas sensaciones estéticas.

Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Julián Carrillo y el 130 aniversario del experimento fundacional del Sonido 13. Que mejor manera de festejarlos participando en el taller de Jorge Echevarría sobre la revolución musical del Sonido 13.

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Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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Cuenta Simone de Beauvoir (1908-1986) al comienzo de su ensayo Pirrus et Cineas que una vez Pirro, el general, hacía en voz alta proyectos de conquista:

“-Primero someteremos Grecia –decía.

“-¿Y luego? –le preguntó Cineas, el filósofo, que estaba por allí cerca y lo escuchaba con atención.

“-Luego conquistaremos África.

“-¿Y después de África?

“-Después de África pasaremos a Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia.

“-¿Y después? –volvió a preguntar el filósofo.

“-Después iremos a la India.

“-¿Y después de la India?

“-¡Ah! –exclamó Pirro-. Descansaré.

“-¿Y por qué no descansas de una vez?

“Cineas –comenta la novelista filósofa- parece sabio. ¿Por qué partir si es para volver? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y, sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. ‘No diré A’, dice el escolar con empecinamiento. ‘¿Por qué?’. ‘Porque después de eso habrá que decir B’. Sabe que, si comienza, no terminará: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto, una nueva tarea que lo arrojará hacia una nueva tarea, sin descanso. Si no se termina nunca, ¿para qué comenzar?… Pero en tanto que permanezca vivo –dice Pirro- es en vano que Cineas me hostigue, diciéndome: ‘¿Y después? ¿Para qué?’. A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan hacia adelante”.

Quién tiene la razón: ¿Pirro o Cineas? Quizá los dos: Cineas advirtiéndole que el punto de partida no está nunca lejos del punto de llegada y que no es preciso conquistar el mundo para tomarse un descanso. Pero, ¿cómo descansar sin haber antes conquistado el mundo, es decir, sin haberse  cansado? Pirro, pues, tampoco se equivocaba: no es lo mismo descansar antes que descansar después. Antes, el descanso es pereza; después, es recompensa.

“¿Conoces la historia del napolitano? –pregunta ahora Christiane Rochefort (1917-1998) por boca de uno de los personajes de Les Stances à Sophie-. El milanés lo ve tirado al sol y le dice:

“-¿Por qué no trabajas? Así tendrías dinero.

“-¿Y luego? –pregunta el napolitano.

“-Te comprarías una casa.

“-¿Y luego?

“-Llevarías e ella a una mujer, ascenderías en la escala social, te enriquecerías.

“-¿Y luego?

“-Y luego –dice el milanés- podrías pasar las vacaciones al sol.

“Y el napolitano responde:

“-¡Pero si ya estoy al sol!”.

En este caso nos parece mucho más sabio el napolitano que el milanés, pues éste sólo piensa en el dinero, en una casa con alberca y amplios jardines: en una comodidad, en fin, que aquél ya goza sin tener que molestarse. ¿Tanto trabajo, tanto desvelo para luego tirarse sol? Bien, él ya está al sol, y no desea sino una sola cosa: que lo dejen en paz.

Si trabajamos únicamente para “ganar”, el napolitano tiene razón. Pero los hombres no sólo trabajamos para “ganar”, sino, ante todo, para ganarnos a nosotros mismos: para que el mundo gane algo y sea un poco más rico con los frutos de nuestra acción. Eso fue lo que se le olvidó decir al milanés: y, por lo tanto, perdió justamente la partida.

Para terminar, he aquí otra historia del mismo tenor. La cuenta Giovanni Papini (1881-1956) en un capítulo de su libro Palabras y sangre. Iba un hombre caminado por la orilla de un río –imagino que sería el mismo Papini- cuando vio a un joven que se disponía a echar las redes:

-¿Por qué haces eso? –preguntó el paseante.

“-Para coger peces –respondió el pescador.

“-¿Y para qué quieres coger peces?

“-Para venderlos.

“-¿Y qué haces con el dinero que obtienes?

“-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

“-¿Y para qué compras todas esas cosas?

“-Para vivir.

“-¿Y para qué quieres vivir?”.

He aquí una pregunta realmente filosófica: “¿Para qué quieres vivir?”. Una vez que hemos respondido a esta pregunta y sabemos la respuesta, nuestro obrar tendrá sentido, pero únicamente hasta entonces y nunca antes.

El pescador se quedó callado. Y como no supo qué responder, se limitó a decir: “Para pescar”. Ignoraba para qué hacía, en el fondo, lo que hacía. Su vida era un círculo vicioso, un malentendido. 

“¿Para qué quieres vivir?”. Es preciso responder. Y sólo hasta que lo hagamos también nuestro descanso formará parte del plan, y tendremos paz. Nuestro corazón no nos acusará de haber gozado de una tarde libre, ni nos reprochará por habernos tomando unas breves vacaciones. Seremos, entonces, los hombres más sabios. Y también los más tranquilos. 

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#4 Tiempos

La cuna de la comunicación inalámbrica es San Luis Potosí | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En este mes de junio se cumplen ciento treinta y nueve años del desarrollo de la comunicación inalámbrica. Desarrollo que es netamente potosino aunque la historia oficial se lo asigne a Marconi que lo diera a conocer diez años después en 1896. El 11 de junio de 1886 Francisco Estrada recibía el privilegio (patente) para comunicar trenes en movimiento con la estación de trenes, asunto que implicaba la comunicación inalámbrica.

No queremos dejar el aniversario en el vacío y de nuevo retomamos este tema que hemos estado dando a conocer a través del estudio de la vida y obra de Francisco Javier Estrada Murguía, el físico mexicano más importante del siglo XIX y que naciera en San Luis Potosí en febrero de 1838.

Las aportaciones de Estrada son abundantes e importantes y muchas de ellas como primicia mundial sea en el ámbito de la electricidad o del magnetismo. Entre ellas la más trascendente es el desarrollo de la comunicación inalámbrica.

La historia de este acontecimiento científico es recogido en mi libro “La Cuna de la Comunicación Inalámbrica” que editara el fondo editorial Rafael Montejano y Aguiñaga en 2021 y que sale a luz después de vencer un sinfín de problemas administrativos como edición financiada por al autor en 2024.

Puede considerarse la obra más completa sobre Estrada en este tema de la comunicación inalámbrica y puede conseguirse con el propio autor en el correo [email protected]

Luis Guillermo Martínez que participó en la presentación del libro, escribe en la Jornada Semanal sobre el libro lo siguiente:

Sobre la formación de la industria en el proyecto de la modernidad, el problema se debe, precisa el autor, a la dependencia industrial con la que se constituyó nuestro país en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX. De ahí también se explicaría por qué no se le concedió mayor importancia a los descubrimientos y adelantos de Estrada. Bajo el argumento que asegura una relación estrecha entre los avances del conocimiento tecnológico y la vida social, el autor afirma: “Esta relación puede observarse en las repercusiones económicas, de la vida social, la estructura de la familia y las actividades diarias que se desenvuelven en toda la sociedad.” Con esto se acerca en mucho a lo que planteó Marx al hablar de la “Maquinaria y la gran industria” cuando afirma que “la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia, y con esto, asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones intelectuales que surgen de ellas.” ¿De qué manera se relaciona directamente el conocimiento científico y tecnológico con nuestra forma de vida actual? Por medio de la mercancía, la cual se produce gracias a dicha tecnología y se nos presenta como un hecho cotidiano al que nos enfrentamos de forma normalizada. Así, podemos comprender la forma mercantil desde otras perspectivas, ya no sólo como objetos útiles para nuestra vida cotidiana, sino como dinamizadores de nuestra socialidad, y esto es posible gracias a la tecnología que las sostiene o constituye.

Con sus experimentos sobre la reproducción técnica del sonido, Estrada fue puntal para el desarrollo y cambio radical de pensar estos problemas, que en la historia occidental empezaron con una tensión entre la reproducción y lo auténtico. En la actualidad, se dirime sobre la importancia de la forma de percibir el sonido reproducido técnicamente. La sensación fantasmagórica de escuchar a los que no están presentes, ya sea porque se encuentran lo suficientemente lejos para no oírlos de forma natural o porque ya no se encuentran vivos. También el fenómeno de traer al presente sonidos que fueron parte de otra época y, más aún, realizar un encabalgamiento con los sonidos actuales, algo similar a lo que en cine se conoce como montaje y que ahora en música se le llama sampleo, son elementales para los estudios de la filosofía y sus relaciones con la música. Más que Edison, Tesla y Marconi, estos problemas actuales los empieza a trazar Estrada, formando así, nos dice el autor de la obra, un trébol de cuatro hojas.

Agradecemos a Luis Guillermo Martínez sus comentarios y los invitamos a que se acerquen a la obra de este potosino distinguido que colocó al estado y al país en la palestra mundial a pesar del olvido sobre sus importantes contribuciones a la física que ahora marcan nuestras sociedades modernas.

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