abril 25, 2024

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#4 Tiempos

Mire de cerca esta fotografía | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

Esta imagen significa más de lo que dice. Es una dualidad social, económica y política capturada en dos personajes que están sentados a centímetros, pero alejados por años y kilómetros de historia: Son “El Chikilín” y “El Chato”, los íconos del doloroso contraste potosino.

La foto es la síntesis de la causa y el efecto del dolor social. Mírenlos de nuevo: son Alfa y Omega, punta y final de cuerda, carentes de sentido uno sin el otro, dos entes simbióticos, uno que tiene miedo y otro que nació con rabia: miedo a perderlo todo y rabia por no tener nada que perder.

Son un parafraseo del primer manifiesto de Guillermo Arriaga en “Salvar el Fuego”.

Por supuesto que ambos personajes se conocen, se reconocen, pero no son capaces de voltearse a ver. Cada uno mira al lado opuesto, uno viendo desde donde viene y el otro preguntándose ahora hacia dónde va.

No sé si fue a propósito que la organización de un nuevo gobierno los sentara juntos, espero que así haya sido, para dar un claro mensaje que fue columna vertebral de la campaña que se alzó con el triunfo y ese domingo 26 de septiembre tomó las riendas del gobierno: ni fifís ni chairos.

“El Chikilín”, Rafael Aguilar Fuentes, viene de la cultura del sufrimiento, del permanente y furioso grito de dolor de la carencia, que a través de sus arengas, sus maldiciones, las mentadas de madre permanentes a los poderosos, sus enfrentamientos cara a cara con la política, y en años recientes sus videos incensurables de suplicio en las redes sociales, lo han transformado, guste o no, en una válvula de escape social, así, grosera, desgarrada, desconsolada y no pocas veces tormentosa.

No, él no usó cubre bocas, pero les aseguro que usó su mejor traje. El 26 de septiembre llegó el día en que fue tomado en cuenta en un nuevo gobierno. No quería la chamba, siempre luchó por el respeto con todo lo que eso encierra y significa. Gusten o no su formas, eso, para Rafael, es lo de menos.

En la silla de junto se retrató a Carlos López Medina, el hombre de mundo que también ha vivido con miedo, miedo a que llegase un gobierno que le arrebate, y no uno al que le pueda arrebatar y abrir la puerta del despacho el día y la hora que mejor le convenga.

El Chato proviene de la cultura del privilegio –que hay que decirlo- ganado. (Tampoco es que se le haya regalado todo en la vida, aunque ayuda mucho nacer con propiedades, relaciones y las cuentas holgadas de activos).

Es un hombre de negocios que sabe perfectamente cómo y con quién hacerlos, por eso para “El Chato” tampoco se trató de un cambio de gobierno cualquiera, de esos a los que tantas y tantas veces ha sido invitado del más alto honor.

“El Chato” también se la juega y dicen que se le ha escuchado decir: “No, no fue mi candidato (Ricardo Gallardo), pero es mi gobernador…”

Debe estar aterrado y no se le puede culpar: su clase teme que los de Cactus tomen el Club de Golf, que los compradores de Milano agoten las existencias de Balenciaga, que el nuevo gobierno no tenga suficientes elementos de seguridad que los cuide a ellos de los otros, a los Chatos de los miles de Chikilines empoderados.

Por eso voltea al otro lado, con cubre bocas por el Covid y por las dudas, el no se esmeró en la vestimenta ni en las formas, su saco podría pagar el de todos los de la fila y cualquier camisa le fue útil.

Chato y Chikilín, Chikilín y Chato. El sincretismo de un San Luis que parece dos.

Son Cortés y la Malinche.

Para uno fue la conquista, para el otro la noche triste.

Son la imagen de dos potosinos distantes y distintos. Hermanos separados al nacer engendrados en el mismo dolor.

Se sentaron siempre en muy distintas mesas, ese día una coincidencia burlona y perversa (siempre lo son) los sentó juntos para encontrarse.

A ver si un día se dan la mano o por lo menos se voltean a ver y se reconocen. De eso se trata el derrumbar las barreras de la desigualdad, pero más del miedo absurdo y clasista que lastimó a muchos y privilegió a pocos.

Para eso estuvieron ahí ambos: para ver el arranque de un gobierno que tiene por promesa de valor acercar lo que Chikilín y Chato significan.

Por otro lado, qué oportuna fotografía.

Hasta la próxima.

Atentamente:
Jorge el abandonado.

#4 Tiempos

Cirina Portales, Primera mujer en terminar estudios de medicina en San Luis Potosí | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Setenta y seis médicos se habían titulado en la Escuela de Medicina del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, cuando se presentaría a examen de titulación la primera mujer, Cirina Portales Carvajal, que en 1920 sería la titulación número 77 en ese Instituto Potosino.

Con ello Cirina Portales se convertía en la primera mujer en titularse en medicina en San Luis Potosí completando de manera integra sus estudios en el Instituto Científico y Literario el 27 de febrero de 1920. Aunque, ya se había abierto el camino a la mujer en esa escuela con María Castro de Amerena que se titularía en 1912 haciendo estudios combinados en San Luis Potosí y en la Ciudad de México, donde obtendría su título como médica en 1911 aunque le fue firmado un título por el gobernador de San Luis Potosí en 1912. Sin embargo, podemos considerar a la Dra. Cirina Portales como la primera mujer graduada en San Luis Potosí completando de manera absoluta sus cursos y exámenes finales teórico y práctico en la Ciudad de San Luis Potosí.

En 1915 cursaría sus primeros cursos en medicina y terminaría los cursos íntegros de la carrera en 1919, cubriendo las prácticas y guardias de hospital, que eran requisito, en el Hospital Civil “Miguel Otero”. Profesionalmente desarrolló su trabajo médico en Tampico en el Hospital Pizaño donde implementaría los primeros procedimientos en México para tratar el cáncer en cuello de la matriz, lo que realizó en la década de los cuarenta al mismo tiempo que se implementaba el método del Dr. George Nicholas Papanicolau que había desarrollado desde veinte años antes. Aportación relevante que la coloca como una de las médicas mexicanas más relevantes.

Cirina Portales es originaria de Cerro de San Pedro, aunque no se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento que debió ser en el cambio de siglo XIX al XX, pues en 1906 comenzaría a cursar la primaria en la Escuela Pública número 8 del estado de San Luis Potosí bajo la dirección de la profesora María Estrada, continuaría sus estudios de preparatoria lo que le permitiría poder estudiar alguna carrera

. Al parecer, no tuvo dificultades para realizar sus estudios, como el caso de otras mujeres que de cierta forma eran inducidas a estudiar estudios propios para las mujeres, como se estilaba entonces, ya sea para profesoras en escuelas de artes y oficios de las que contaba la ciudad de San Luis Potosí.

Así, Cirina Portales ingresaba en 1915 a la Escuela de medicina del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí en pleno movimiento revolucionario. Su ingreso al Instituto, al parecer no tuvo impedimento, como en el caso de María Castro Amerena primera estudiante de medicina en San Luis, pues había quedado superada la oposición al ingreso de mujeres al Instituto Científico que despertara la solicitud de Castro de Amerena una década antes.

Así para 1920, se convertía en la primera mujer en terminar de manera integra sus cursos de medicina, sus prácticas y estancias de hospital, así como la presentación de examen teórico y práctico que exigía el plan de estudios de la carrera de medico cirujano del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí. El 27 de febrero de 1920 era examinada en el Salón de Actos del Instituto Científico por los doctores Francisco de A. Castro, José M. Quijano, Manuel Nava Sr., José C. Páramo e Ismael Vela Velázquez. Celebrando al siguiente día su examen práctico en el Hospital Civil “Miguel Otero”, siendo aprobada por unanimidad y registrado el compromiso académico con el folio número setenta y siete.

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#4 Tiempos

Cómo ser un buen ex | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Hay áreas de la vida en los que un gran acto no precisa mucho. A veces solo hace falta dar un paso al costado, callar, quedarse quieto. Dejar ir. Es un buen regalo cuando se termina un capítulo amoroso. No hacer nada requiere una dosis elevada de valentía. Último tributo a quien se le tuvo cariño. La obra concluye sin aplauso alguno: el público al que estaba dirigida no lo nota siquiera. Y de eso se trata. Dejar en paz a quien ha de continuar con su trayectoria, que es, de paso, la forma en que tú mismo puedes continuar con la tuya.

El aspaviento paga poco y si crees que es necesario atizar para revivir la chispa del amor, pregúntate por qué piensas en lo que queda como si fuera un avispero. Conviene dejar la obsesión de remediar lo que no existe más. Ya habrá alivio en otros páramos, en otros rostros, en manos que sabrán quitar el pelambre que ahora te atormenta. Las espinas clavadas no tienen que ser sacadas por la misma persona que las hundió.

Lo que pudo decirse y lo que no, la inquietud, los episodios donde debiste hacer dicho esto o aquello, fábulas incumplidas… quedan las ráfagas. En retrospectiva todos tenemos ojo clínico, sabemos dónde estuvo el fallo, qué debimos haber dicho o hecho ―cómo no lo viste en su momento―. Pero es un engaño, un juicio fácil e injusto: en tiempo real pasa lo que pasa, uno se las apaña como puede y hace lo mejor de acuerdo con la información que se dispone. Sí, nos equivocamos, tenemos torpezas, hacemos lo contrario a lo que queríamos. C’est la vie

.

Un secreto para que dejes de torturarte con tanto arrepentimiento: siempre y cuando no hayas cometido una auténtica vileza, los errores que hayas cometido no son la única explicación del rompimiento. Al final lo que cuenta es la disposición de componer y continuar. De uno y el otro lado. Mientras eso persista, hay opciones de remontada, pero si una de las partes deja de remar, se acabó. Por más lo intentes. Por más impoluto que seas. No hay perfección que pueda complacer a quien ya se ve de salida, y muchos yerros son perdonados por quienes están con la voluntad de construir un proyecto en común. Solo no te excedas ni abuses de esta revelación.

Ante los defectos que cargas hay quien brinda comprensión y hay quienes se van. Es lo normal, lo previsible. De tu puesto queda aprender, que aquel devaneo no vuelva a ocurrir, tener la precaución añadida para que esta vez el tocadiscos transcurra sin saltos, sin canciones que remuevan el páncreas. Como esa de Jarvis Cocker en las que se burlaba del amor sustituto y sus besos sabor sacarina. O la desdicha al hueso de David Gedge, la belleza de la mujer amada consumida por la esencia de otro hombre, uno que ahora pone sus manos sobre el que era tu vestido favorito. Siempre queda algo atrás.

Elvis Costello era otro que podía ser un pesado como ex. Dejó así letras que son auténticas perlas de un nervio dolido: veo que ahora tienes un marido al que tomas de la mano, mientras él ha tomado todo lo que pudo de ti. Él tiene todo lo que necesitas (y todo lo que no). Y cuando hablas de él suena como si hablaras de comida congelada… estoy seguro de que su amor durará por siempre. Espero que seas feliz ahora.

Detrás de la ironía y la aflicción mal disimulada, aquellas canciones aún apelaban a la familiaridad. Costello aún se sentía cercano a la mujer que lo había dejado. Creía comprenderla mejor que su actual amante. Conocía más su estilo, sus deseos, sus expectativas. En el fondo anidaba la esperanza de un regreso, de que la provocación trajera un latigazo de vuelta.

El compositor británico no se daba cuenta del factor que marca el fin de una relación. Un lento proceso en el que ambos vuelven extraños el uno para el otro (olvidarás la voz que alguna vez endulzó tus oídos). Una transición en que las afinidades ―esos puntos de encuentro― aflojan y dejan de existir, para adaptarse al temple de una nueva pareja con la que se construye un destino alternativo.

Elvis Costello no lo descifraba presa, ay, de la pasión. Para ser un buen ex no se necesita mucho, solo callar y desaparecer.

 

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#4 Tiempos

Subió rector y bajó rector | Breve Crónica de Jorge Saldaña

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Por: Jorge Saldaña

Cuatro años y una hora y cuarto, le tomó al médico oftalmólogo, Alejandro Zermeño Guerra, quedarse al frente de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí hasta el año 2028.

Mañana calurosa y despejada. Los nubarrones especulativos cedieron, ya no había nada más que hacer por parte de los 59 derechovotantes, en representación de una comunidad de decenas de miles, que desayunar temprano y cerca del Edificio Central.

La mañana de este lunes primero de abril, cedió el cuchicheo y las especulaciones, atrás en el tiempo se quedaron las comparecencias de los tres aspirantes, la solitaria queja mediática de una candidata y los litros de tinta de color opinión qué durante cuatro años, se vertieron respecto al resultado de la mañana calurosa y despejada.

A un costado del patio del Edificio Central y justo afuera del reducido recinto en el que se llevan a cabo las sesiones ordinarias y extraordinarias del cuasi cardenalicio Consejo Directivo Universitario, se administraban las sillas para los interesados asistentes, mismos que administraban la posición de su asiento a la sombra para evitar al primer y picante sol de abril.

La fuente central del histórico inmueble está cubierta por lonas que custodian su rehabilitación, pero una enorme águila abstracta en posición de caza, cumple de imponente adorno.

Afuera y uno junto al otro, están en primera fila dos de los tres aspirantes. Son Guadalupe Briano Turrent y Pablo Nava. El tercer candidato, es todavía presidente de la mesa del Consejo, cargo del que pide se le dispense para retirarse justo por su condición de contendiente.

Aprobado el asunto y tras un aburrido protocolo secretarial, el Consejo avanza mucho más lento que el paso del rector que se apresura en solitario hacia su oficina en el piso superior. Ni su secretario particular, de piernas más cortas, lo alcanzó.

A continuación, la somnífera explicación del mecanismo de votación, la elección de escrutadores, uno por los directores, otro por los maestros y otros por los alumnos.

Ahora la validación de los mismos y por supuesto las intervenciones, casi cuarenta minutos de citar artículos de los estatutos, votar a mano alzada hasta lo más mínimo, y tiempo perfecto para atraer la atención aún fuera por unos minutos.

La presidenta de la federación, por ejemplo, declinó ser escrutadora al mismo tiempo que intervenía en cada paso de la sesión.

El momento chusco de Germán Pedroza Gaitán, director de la Facultad de Derecho, que votó en contra de si mismo para ser el director-escrutador, perdiendo por absoluta mayoría.

Y empezó el conteo, por lista cada una de las facultades con sus tres representantes fueron pasando a tomar la boleta firmada por Federico Garza para votar y luego depositar en una urna transparente que era vigilada por una escultura pensante y paciente de Fulvia, una princesa Romana, herencia quizás de los tiempos de Montes de Oca.

Fueron 43 contra 15, casi un tres a uno y solo por que no hay más personas con derecho a sufragio.

No tardó la comisión en subir las escalinatas rumbo a rectoría donde el aún rector y nuevo rector electo al mismo tiempo, salió a recibirla.

Subió rector y bajó igual. Los aplausos de los administradores de la posición solar en el patio estallaron en aplausos.

Los aspirantes derrotados mostraron dignidad y en reciprocidad recibieron humildad del vencedor.

Se refrendó un ciclo para iniciar otro. Una reelección universitaria que tomó cuatro años y hora y cuarto.

El reloj volvió a ceros, la historia no.

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Opinión