octubre 23, 2025

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#4 Tiempos

La sepultura | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Cuenta Julien Green en uno de los volúmenes de su diario (anotación del 22 de octubre de 1959) que, cierto día, él, una amiga y un sobrino de su amiga –un niño de escasos diez años de edad- fueron juntos al cementerio de París a dejar flores ante la tumba de un conocido común, y que mientras él y la mujer recitaban largas plegarias y se inclinaban para depositar la ofrenda, el niño observaba con atención las inscripciones de las lápidas vecinas y leía a media voz: «Al amado hijo», «Al entrañable hermano», «Al nieto querido», etcétera. Por último, se quedó pensativo durante unos momentos, se rascó la barbilla con ansiedad y preguntó a la hermana de su madre:

-Tía, si a los seres queridos los ponen aquí, ¿dónde ponen a los que nadie quiere?

El novelista no comenta la anécdota, pero es fácil adivinar que debió de echarse a reír. «¡Tan solos, tan olvidados!», pensaría el pequeño en su inocente lógica. «¡Y eso que fueron queridos! ¿Dónde estarían ahora si no lo hubieran sido nunca? ¿A qué mar los habrían arrojado los demás, a qué basurero?». Su conciencia había ido a dar, sin quererlo, a uno de los callejones más oscuros y estrechos de la condición humana: ese que se expresa con las palabras muerte, separación y olvido. Porque, en definitiva, sepultar ¿no es separar, o, mejor dicho, no es esconder? «Te pongo aquí porque estás muerto, porque ya no formas parte de los vivos, porque tu destino ahora es habitar en otra parte, allí donde no hay manos que te acaricien ni dedos que te toquen: en el país –según dice el libro santo- donde se olvidan los nombres».

¿Sepultar no es de alguna manera abandonar? ¿Entonces morir es olvidar y ser olvidados? Comprendemos la perplejidad del niño porque, en el fondo, es nuestra propia perplejidad. «¡Oh vida –clamaba nostálgico el poeta-, no habíais de comenzar, pero ya que comenzaste, no habíais de acabar!».

Uno de los personajes de Pabellón de reposo, la bellísima novela de don Camilo José Cela (1916-2002) monologa así pensando en su propio fin, que ya siente próximo: «A los muertos no se les debiera enterrar: es cruel. Se les debiera dejar en los verdes y húmedos prados, a la orilla de los alegres riachuelos, recubiertos con un tul o una gasa para que las mariposas no les molesten. Sería, sin duda, más humano».

Y más adelante, en otro capítulo, este mismo moribundo vuelve a gemir, angustiado: «¿Por qué, Dios mío, por qué se enterrará cruelmente a los muertos?».

La pregunta es legítima: ¿por qué? Y, sin embargo, el problema no son las molestias de las mariposas, sino los dientes afilados de las fieras que andan siempre por allí y que no se detendrán, eso es seguro, ni ante la fina gasa ni ante el tenue tul.

Del hombre prehistórico casi nada sabemos, salvo que le gustaba pintar búfalos en las paredes de sus cuevas y que ya desde entonces enterraba a sus muertos.

«Lo que hay de verdaderamente distintivo en el hombre respecto a los otros seres que la naturaleza ha producido –escribió nada menos que Hans Georg Gadamer (1900-2002), el gran filósofo alemán- es que construye sepulturas y a ellas consagra sus sentimientos, sus ideas y su capacidad creadora».

Sí, lo que distingue al hombre de la bestia –lo que lo distinguió durante milenios, hasta que aquél inventó el lenguaje- es ese afán de guardar a sus muertos bajo tierra como se esconde un tesoro.

Según los antropólogos, ya el hombre de Neandertal sepultaba a los suyos: «Comprendía muy bien –explica Boris Cyrulnik en El encantamiento del mundo– que el cuerpo de su amigo ya no estaba habitado por el hálito del alma. Percibía al muerto y se representaba la muerte, lo cual lo impulsaba a inventar una sepultura para no verse obligado a arrojar el cuerpo de su amigo, a quien todavía quería».

Y, por lo demás, todas las desgracias de Antígona, la heroína griega, ¿no se desencadenaron a partir del momento en que decidió dar sepultura a su hermano Polinices, muerto como un héroe en el campo de batalla?  

«Sí –dice Antígona, decidida a desobedecer las órdenes del insensible rey Creonte-, enterraré a mi hermano. Nadie podrá reprocharme que lo haya dejado librado a las fieras. ¿Me ayudas?».

Ismena, la hermana de Antígona –hermana, por lo tanto, también del difunto Polinices- escucha con atención la pregunta que acaba de serle dirigidas, pero al cabo de un largo silencio responde que no:

«-Somos mujeres, Antigona, mujeres incapaces de vencer a los hombres. Los que mandan son más fuertes que nosotras. Que Polinices me perdone, pero no lo haré. Obedeceré al que manda.

«-Haz lo que te parezca –responde Antígona-, pero yo lo enterraré. Porque el tiempo en que estaré con los muertos, Ismena, es mucho más largo del que estaré con los vivos».

¡Así, así se habla, mujer! A veces, obedecer al que manda no siempre es lo que Dios quiere. ¿Y si el que manda se equivoca, o manda de mala fe? ¡Ay, Antígona, en México también existen Creontes que dicen: «Es preciso obedecer las leyes de los hombres antes que las de Dios»! Pero tú, como quiera que sea, vas a enterrar a tu hermano, pues sabes a quién es preciso obedecer antes que a los amos de este mundo. 

Bien, terminemos de una vez. El niño del cementerio tiene razón; la enferma de la novela de Cela tiene razón; todos los que temen la muerte tienen razón: semejante práctica –sepultar a los muertos- tiene mucho de inhumana; y, sin embargo, hay quien daría la vida porque los cuerpos de sus muertos queridos no se descompongan al aire libre y a la vista de todos.

No, sepultar no es separar, ni alejar, ni olvidar: es ocultar un tesoro, y, para los cristianos, sembrar una semilla que dará fruto a su tiempo, que explotará llena de vida a la salida del Sol, con la irrupción de la Primavera.

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#4 Tiempos

Tradición potosina en Altas Energías, reconocimiento a Jürgen Engelfried | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Por: Redacción

Hace más de treinta años ingresó como profesor investigador del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el Dr. Jürgen Engelfried Jatzkowski, tiempo a lo largo del cual ha participado como profesor de la Licenciatura en Física y del posgrado en física, maestría y doctorado, colaborando así en la formación de nuevos físicos mexicanos. En cuanto a su labor de investigación colabora con el Cuerpo Académico de Altas Energías y es fundador del Laboratorio de Altas Energías del Instituto de Física.

El Cuerpo Académico de Altas Energías del Instituto de Física trabaja en temas de investigación, tales como, Física de Partículas Elementales, Partículas con Quark Strange y Charm, Instrumentación para Detección de Partículas, Teoría de Campo, Extensiones Supersimétricas del Modelo Estándar, y se ha convertido en uno de los principales grupos de investigación del país en esa especialidad.

En particular el Dr. Jürgen en el Laboratorio de Altas Energías realiza investigación en partículas elementales y física de altas energías. Sus intereses indagatorios se centran en el área experimental, como la física experimental de partículas elementales, instrumentación en detectores de radiación y altas energías, partículas con quark strange y charm, decaimiento raro de kaones y espectroscopia de resonancias bariónicas.

Participa en las más importantes colaboraciones a nivel mundial en el área de altas energías y partículas elementales, en experimentos de frontera en estos campos, colaboraciones como el Hyperon Beam Experiment de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), que se encuentra en Ginebra, Suiza, donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones; colabora también en el Fermilab en el experimento CKM Rare Kaon Decays y en el NA62 del propio CERN; en la Red de Física de Altas Energías y en el SELEX Charmed Baryons en el Fermilab.

Proyectos en los que el Dr. Jürgen es el líder mexicano en esas colaboraciones en los laboratorios más connotados a nivel mundial. Por ejemplo, el CERN, el laboratorio de física más grande del mundo, fundado en 1954 en Ginebra, Suiza, es el corazón de la investigación en física de partículas. Con el apoyo de 22 estados miembros europeos, reúne a miles de expertos de más de 70 países que cada año contribuyen a la investigación científica. Su éxito radica en su capacidad para producir resultados de gran interés

, como la confirmación de la existencia del Bosón de Higgs el 4 de julio de 2012.

La labor del Dr. Jürgen Engelfried ha sido recientemente reconocida por la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física, otorgándole la Medalla 2024 de esa División, por su papel pionero en el establecimiento de la física experimental de altas energías en México, liderando la participación nacional en los experimentos SELEX (Fermilab E781), CKM (Fermilab) y NA62 (CERN). Su impulso a la formación de recursos humanos, el desarrollo de instrumentación de frontera y la creación del grupo de física experimental de partículas en San Luis Potosí han sido determinantes para consolidar esta área en nuestro país.

Con este reconocimiento se enfatiza, tal como lo señala la División de Partículas y Campos, su compromiso y liderazgo han dejado una huella profunda en la comunidad de física de partículas.

El Dr. Jürgen Engelfried estudió la Licenciatura en Física en la Universität Stuttgart, Alemania, titulándose en 1984; la Maestría en Física en la Universität Heidelberg, Alemania, graduándose en 1987 y obtuvo su Doctorado en Física en 1992 en la propia Universität Heidelberg. Poco tiempo después llega a San Luis Potosí a incorporarse al Instituto de Física, donde ha realizado su carrera profesional, contribuyendo a escudriñar los misterios del universo con sus investigaciones en Altas Energías y Partículas Elementales, temas fundacionales de la física en San Luis.

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#4 Tiempos

Monólogo del profesor | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

Seamos sinceros, estimada señora: a nuestros jóvenes cada vez les importa menos lo que en la escuela podamos decirles. Un día la invitaré para que venga y vea. Entonces se sorprenderá al ver la cara que ponen cuando un servidor de usted les esté explicando, por ejemplo, la segunda ley de la termodinámica. ¿Puedo adelantarle algo de lo que verá? Un muchacho de cabellera abundante y estropajosa, con las piernas cruzadas, estará observando el estado general de las suelas de sus zapatos como en una especie de contemplación o arrobo místico; otro, sentado a dos bancos de aquél, hojeará distraídamente la revista que metió de contrabando en el salón y que ha ocultado –ni siquiera discretamente- bajo su libro de texto; aquel, pensando que nadie lo mira (o no pensando nada, pues lo mismo le da), estará ocupado enviando mensajes desde su teléfono celular y contestando los que a su vez le lleguen; en fin, todo esto los encontrará usted haciendo cuando vea y vea, estimada señora.

Mientras tanto, yo seguiré hablando en voz alta, haciendo como que creo que me escuchan. «Tú juegas a quererme, yo juego a que te creas que te creo». ¿Recuerda usted quién cantaba esta canción hace veinte años o incluso veinticinco? ¿Luz Casal? En todo caso, se trata del mismo pasatiempo: mis alumnos juegan a que me ponen atención, y yo juego a hacerles creer que me trago su mentira. De este modo ellos están en paz y yo también.

¡Oh, no me crea usted un resignado! La verdad es que en otro tiempo abrigué ciertas ambiciones pedagógicas y hasta llegué a creer que bastaba con que yo abriera la boca para que mis alumnos se apasionaran por la materia que me disponía a explicarles. Hoy ya no soy tan ingenuo, estimada señora, y hasta me he dado esos baños de realidad que si bien al principio no son nada agradables (el agua de la realidad es fría, bastante fría), al final lo sacan a uno de ese ensueño metafísico del que hablaba en uno de sus libros un famoso filósofo francés.

Al principio, debo confesárselo, casi lloraba al ver que mis alumnos me hacían menos caso que al perro del vecino; pero luego la fuente de las lágrimas se secó, y aquí me tiene usted, haciendo como que enseño y cobrando puntualmente mi sueldo, pues es bien sabido que de aire los hombres no pueden vivir.

A los muchachos ya no les digo nada, y ni siquiera los riño. ¿Qué les puedo decir, por ejemplo, cuando no hacen sus tareas? Podría, sí, hacer como que me indigno, pero esto sería llevar el juego demasiado lejos. Supongamos, por ejemplo, que me quejo con sus padres diciéndoles que sus hijos son unos holgazanes. ¿Qué voy a recibir como respuesta? ¡Ya se lo imaginará usted! Una vez, al principio de mi carrera –es decir, cuando me sentía con derecho a ser exigente- mandé llamar a uno de esos caballeros que se llaman a sí mismos padres de familia para suplicarle que pusiera más atención en los asuntos del que creo era su primogénito. Pero no me dejó ni siquiera terminar. «¿Y usted quién es para meterse en nuestra vida?», me preguntó lleno de rabia, ajustándose con brusquedad el nudo de su corbata. «A usted le pagamos para que dé su clase, pero lo demás ya no le toca».

De acuerdo, de acuerdo, me dije entonces. Quiero decir con esto que aprendí la lección. Desde entonces ya no encargo a mis alumnos ninguna tarea. ¿Para qué?

 Hoy mi lema es, humildemente, éste: laissez faire, laissez passer: ¡Que cada uno haga lo que le venga en gana!

La vida de mis alumnos, estimada señora, está en otra parte. ¿En qué parte? Vaya usted a saberlo, aunque todo parece indicar que ésta comienza para ellos justo en el instante en que, llegando a su casa, dejan la mochila en el suelo y encienden la computadora. ¡Entonces sí que se sienten vivir! «Ah –se preguntan-, ¿quién habrá inventado la escuela, ese mal que ni siquiera parece necesario?».

En la luna: allí veo a mis alumnos cuando les hablo de cosas que a mí me habría gustado comprender cuando tenía su edad. En la luna, sí, y parecen muy poco dispuestos a bajar a esta tierra que desde hace mucho ha dejado de interesarles.

¿De dónde acá esta indiferencia por todo lo que sea escolar o huela a ello? He encontrado aquí y allá diversas teorías, aunque la que hasta ahora me convence más es ésta del pedagogo francés Guy Avanzini. Escuche usted: «A pesar de todo, los padres, sin quererlo y sin saberlo, al menos en parte, son los responsables de este fracaso». Está hablando el pedagogo del fracaso escolar, que incluye no sólo las malas notas obtenidas en los exámenes, sino sobre todo el disgusto con que los jóvenes se presentan en la escuela. ¡Pero cómo! ¿Son culpables los padres de esta situación? Sí –responde Avanzini-, y ellos los primeros. Ante todo, porque desvalorizan el trabajo escolar, diciendo y pensando que ir a la escuela equivale a perder el tiempo, y luego exaltando el ejemplo de los que triunfan en la vida «sin haber trabajado en la escuela; haciendo la apología del mal estudiante que, sin haber llegado a la edad adulta, alcanza la notoriedad a pesar de la escasez de su cultura y de la regularidad de sus malas notas». Esto, en síntesis, es lo que dice Avanzini. Y el panorama parece tanto más desolador cuanto que nuestros muchachos oyen a cada instante noticias de verdaderos ignorantes que ganan lo que quieren sólo por saber patear un balón, aporrear una guitarra o cantar una canción. Además, ¿no escuchábamos hace poco la noticia de que muy pocos de nuestros legisladores acabaron realmente de estudiar? ¡Y mire usted lo que gana en estos contornos del mundo un legislador! Los hombres que viven mejor son los que han estudiado menos: he aquí el mensaje que les llega a los jóvenes desde todos los flancos. ¿Cómo queremos entonces, estimada señora, que la escuela les interese aunque se un poco? ¡Respóndame usted! ¡respóndame, por el amor de Dios!

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#4 Tiempos

Tamtoc, cuna del calendario mesoamericano | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

En el año 2005 se llevó a acabo el proyecto arqueológico Tamtoc en la huasteca potosina, donde se localizó una gran lápida esculpida en bajo y alto relieve en el fondo de un estanque que se conecta a un canal que desemboca en la llamada Laguna de los Patos. Junto a la lápida se encontró cerámica a manera de ofrenda cuyos análisis indicaron que correspondían a tradiciones alfareras asociadas a la costa del Golfo de México del periodo 900 años antes de Cristo a 650 años antes de Cristo.

Análisis posteriores indicaron que esa lápida conocida como Monumento 32, así como la escultura femenina asociada corresponde al periodo Preclásico tardío con inicio en 350 antes de Cristo. El monolito en cuestión está labrado con un mensaje simbólico que no se asemeja a ninguna otra muestra de arte mesoamericano.

Una vez colocado en su posición original y con estudios sobre su orientación con la ayuda de herramientas de la arqueoastronomía se encontró que la orientación implica una peculiar división del año, la cual define la temporada de iluminación del monolito por los rayos solares. La conclusión actual, por parte de los investigadores, es que Tamtoc es una de las ciudades donde tempranamente se utilizó el calendario mesoamericano.

En Tamtoc se desarrollaron importantes rituales vinculados a la vida y la fertilidad, que concurren en la noción de la cosmogonía mesoamericana y por extensión en la cosmovisión. Resultados que tras largos años de análisis son dado a conocer por uno de los involucrados en los estudios astronómicos de la ciudad de Tamtoc, Jesús Galindo Trejo, en una reciente publicación de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Las primicias de este descubrimiento nos las compartió Jesús Galindo en el 2007 en lo que fue la primera charla del ciclo Noches de Museo que organizamos en el entonces Museo de Historia de la Ciencia de San Luis Potosí. Dieciocho años después, publica sus resultados aportando a la historia de uno de los más antiguos pueblos originarios del país situada en la huasteca potosina y que marca esa cosmovisión huasteca reflejada en el Monumento 32, que es uno de los monumentos importantes de ese sitio arqueológico.

Parte de los cálculos astronómicos que realizó Jesús Galindo nos los reservamos, como nos lo pidiera entonces, hasta que sean publicados.

Jesús Galindo Trejo es Licenciado en Física y Matemáticas por la Escuela Superior de Física y Matemáticas del IPN. Realizó estudios de Posgrado en la Facultad de Ciencias de la UNAM.

Obtuvo el doctorado en Astrofísica Teórica en la Ruhr Universitaet Bochum en la República Federal de Alemania. Fue Investigador Titular en el Instituto de Astronomía de la UNAM durante más de 20 años en las áreas de Plasmas Astrofísicos y Física Solar. Actualmente es Investigador Titular en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Su actividad de investigación se centra principalmente en la Arqueoastronomía de Mesoamérica. Es miembro del SNI. Pertenece a la Unión Astronómica Internacional. Ha realizado investigación Arqueoastronómica en Malinalco, en el Templo Mayor de Tenochtitlan, en Teotihuacan, en Oaxaca, en la Huaxteca, en Baja California y en algunos sitios de la Región Maya.

Sus inicios en la arqueoastronomía se remontan a fines de la década de los ochenta, cuando participó en nuestro programa de divulgación científica Domingos en la Ciencia de San Luis Potosí, charlas en las que nos hablaba todavía de sus investigaciones sobre física solar y nos adelantaba sus inquietudes en iniciar estudios de arqueoastronomía en el sitio de Malinalco  cuando conoció al cronista de Malinalco, quien le señaló que en la historia de ese pueblo había aspectos que podrían estar conectados con la disciplina astronómica. Asimismo, su participación en el proyecto coordinado por la doctora Beatriz de la Fuente, del Instituto de Investigaciones Estéticas, sobre pintura mural prehispánica, lo interesó en la cosmogonía de los antiguos mexicanos.

En una entrevista para la revista ¿cómo ves?, Galindo aseguró que el acercamiento al estudio de las antiguas civilizaciones del país lo ha llevado a acercarse a las 60 lenguas de México, porque de esta manera “se puede penetrar en la mentalidad de aquellos que hace más de 500 años construyeron sociedades y levantaron templos, legados actualmente ignorados por muchos mexicanos”.

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