abril 19, 2024

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#4 Tiempos

La ignorancia | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

«Nos conocemos tan poco –decía Pascal (1623-1662), el genio francés- que muchos piensan que van a morir cuando se encuentran bien, mientras que otros piensan sentirse bien cuando están cerca de la muerte, sin sentir próxima la fiebre o el absceso que acaba de formarse».

Es verdad, los humanos nos conocemos poco y mal. El hombre que hace unos meses parecía morirse, hoy anda en la calle quitadísimo de la pena y, sonriente, nos saluda al pasar agitando la mano; en cambio aquel que se veía tan sano, tan fuerte que lo creíamos de hierro, ya no está: un día fue a hacerse un chequeo de rutina a un hospital y de éste ya no salió sino escoltado por cuatro empleados vestidos con el uniforme de una conocida agencia funeraria. Nosotros creíamos que aquél pobre viejo se moriría pronto: llevaba ya dos infartos y además era diabético. Pues bien, no sólo no se ha muerto, sino que ha contraído nuevas nupcias tras enterrar a su mujer, una señora fuerte, ágil y saludable.

-Siempre creíamos que quien se moriría primero era él –gimen las hijas al referirse a este viejo que parece haber nacido por segunda vez-. Y, sin embargo, ya ve usted…

Claro, ya lo veo.

Nos conocemos poco, nos conocemos mal. En realidad, no sabemos nada de nada.

¿Creíamos, por ejemplo, que este ser nos estimaba, que ocupábamos un lugar importante en su corazón? Pues bien, a la hora de la verdad demostró querernos más aquel otro del que ni siquiera nos fiábamos, con el que no teníamos atenciones y que nos era, para decirlo ya, indiferente. Del primero esperábamos atención, palabras de aliento y compañía: pues bien, nada de esto llegó, nada de esto nos dio. Y si hubo finalmente atención, palabras de aliento y compañía, fue gracias al segundo, un personaje que nos parecía antipático y del que nunca habríamos esperado ni siquiera el obligado saludo de los buenos días. ¿Qué quiere usted? La vida es así.

Hace unos años presenté públicamente un cierto libro mío que acababa de ser publicado en Madrid. El acontecimiento –al menos para mí- no era de poca monta y esperaba que aquella noche estuvieran conmigo todos y cada uno de mis amigos más queridos. Por lo demás, ¿no era justo que si en la dedicatoria del libro aparecían sus nombres por lo menos también aparecieran sus personas en el salón? Pues bien, no aparecieron, o por lo menos no todos. Yo esperaba que aquella noche estuvieran conmigo éste, aquél y el de más allá. Pero uno por uno se disculparon pocas horas antes diciendo que les era imposible acompañarme, que los disculpara, que ya asistirían en otra ocasión, y otros, la mayor parte, ni siquiera se tomaron el trabajo de hacerme saber que existían. En cambio, muchos que no recibieron invitación alguna, que se enteraron del evento por el periódico o por boca de algún conocido suyo, esos sí que asistieron: se pusieron su mejor traje, su mejor corbata y aparecieron allí, mostrándome una sonrisa llena de simpatía. Sabían lo que ese acto significaba para mí y se dijeron: «Lo acompañaremos, estaremos con él. No importa que no nos haya hablado para invitarnos. Acaso no pudo hacerlo. Siempre que organiza uno algo como esto, corre el riesgo de olvidar algún detalle». En este caso, mi olvido los afectaba  a ellos, pero no les importó.

Al ver a tantas personas en la sala, tan fieles a alguien tan infiel y olvidadizo como yo, mis ojos casi se arrasaron de lágrimas. Con su presencia desinteresada y silenciosa me estaban demostrando un cariño que yo no había tenido nunca para con ellos.

¡Y de cuántos ejemplos como éste no está llena nuestra vida! ¡Nosotros esperábamos que tal persona nos echara una mano, que nos ayudara a salir del paso, pero resulta que quien finalmente se hizo presente y nos ayudó fue otra persona muy distinta y, hasta hace poco, también muy distante! En un momento de apuro financiero, creímos poder contar con este amigo que, sin embargo, cuando fuimos a verlo, nos despachó como habíamos venido, no sin decirnos antes que también él andaba pasando por serios apuros financieros. En cambio, quien sacó la cartera y nos tendió la suma que necesitábamos fue uno que ni siquiera figuraba en el elenco de nuestras amistades.

Quien se detiene al socorrer al hombre herido en la parábola de Jesús, ¿no es un samaritano, es decir, un enemigo? En realidad, no sabemos qué pocos nos aman los que dicen amarnos, ni cuánto nos aprecian quienes parecen odiarnos.

Una mujer que acababa de perder a su esposo, encontró en uno de los cajones del escritorio del recién fallecido una carta singular, una carta de amor. ¿Dirigida a ella? No, a otra mujer con la que empezaba a salir. La esposa lloraba: «Nunca hubiera creído que mi marido me engañara de esta forma. Si no hubiera encontrado esta carta, lo lloraría de todas formas, sí, pero ahora estoy inconsolable. Él no me quería».

«No –le respondí-. Nadie sabe nada. No puede usted juzgar. Acaso él la quería más que a nada en el mundo. Esto no puede usted saberlo. ¿Cómo juzgar los sentimientos de un hombre que ya no puede defenderse o explicarse?».

No sé si consolaría con estas palabras a aquella mujer. Pero así como lo dije lo creo: sólo Dios sabe. Sólo él, que conoce los corazones y sabe mejor que cualquier cardiólogo la intensidad de sus latidos, está en grado de decir para quiénes somos realmente importantes, y para quiénes no.

Por lo que a nosotros toca –puesto que nada sabemos-, no nos queda sino una sola cosa: extremar nuestras atenciones para con los cercanos, y con los lejanos extremarlas más. No sabemos si serán éstos más que aquéllos, a final de cuentas, quienes en el momento de la prueba se harán presentes, tenderán su mano y nos darán aquello que tanto necesitábamos. No, nada de esto sabemos; después de todo, casi siempre ocurre así…

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#4 Tiempos

Lo único que nos falta | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Ya no sé que pensar de este San Luis, hemos perdido una temporada que parecía de consolidación, hemos olvidado jugar al futbol, algunos futbolistas simplemente no aparecieron en toda la temporada, ya hemos pasado de todo.

Cuidado, el rival en puerta es un gigante dormido, un Toluca que sin ser brillante como otros, están en la pelea por el liderato general, el equipo histórico que nadie considera grande, visita hoy el Alfonso Lastras.

Toluca solo ha perdido dos partidos en el torneo, por cierto uno, el último, por goleada frente al América, hoy Toluca parece que no busca quien se la hizo, sino quien se la pague, hoy Toluca buscará revancha personal. El cuadro del Edomex es un equipo bien armado, con buena dirección y a pesar de no tener grandes nombres, juega bien, práctico, simple y sabe ganar de local o visitante.

Por su parte, San Luis es una caricatura, es el rival que ya no le gana a nadie, ni siquiera a los que están por debajo de su lugar en la tabla, un equipo que ha perdido mística y que muy apenas sabe a lo que juega. San Luis no solo perdió un torneo, sino que también perdió credibilidad, esta noche solo nos falta perder por goleada.

Repasemos brevemente las peores goleadas de esta franquicia. En el Clausura 2020, el 28 de febrero, Juárez metió 0-3 en la jornada 8 en la cancha del Lastras, afortunadamente ese torneo se suspende en la jornada 10.

En el Apertura 2020, Mazatlán vino y jugando de visitante, barrió 0-5 en la jornada 16 a un San Luis que ya solo peleaba por levantar un poco el orgullo, al menos la gente no lo vivió en el estadio, ya que jugábamos aún a puerta cerrada.

En el Clausura 2021 la cosa fue aún peor, pues Puebla se lleva del Lastras 3 puntos con un 1-4 en favor de la franja en la jornada 15, para rematar en la jornada 17, Pachuca visita y golea 1-5 a una de las peores caras de San Luis con esta franquicia.

En el Apertura 2021, Atlas goleó en su casa a los potosinos con un 2-6 que pudo terminar en peor catástrofe.

Y como olvidar la última y tal vez más dolorosa derrota, 0-5 a manos del América en las semifinales del torneo pasado, justo ahí es cuando se comenzaron a ver las carencias de San Luis, eso que hoy nos tiene preocupados.

Lo único que nos falta es despedir un torneo en el Lastras, pasando vergüenzas, ojalá que Toluca no juegue tan bien como acostumbra. A pesar de que se pronostica una derrota del equipo de casa, que esta no sea compleja, que no se de abultada, ojalá no pase más allá de perder a lo mucho, 3 puntos.

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#4 Tiempos

¡Las cosas buenas que tengo! | Columna de Luis Miguel Dorador

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Un fin de semana sin celular

 

El viernes inició el fin de semana con una exquisita comida en Marengo, por el rumbo de Chapultepec. Cuando se da el encuentro de tres almas que han recorrido existencias juntos y vuelven a la mesa redonda en la que todos somos iguales, la comunicación entre el caballero, el consejero y el escudero, convierten una sesión ordinaria en una cumbre de altos vuelos en la que toooodo se puede lograr.

La sopa de lentejas tiene un sabor especial, pues la tradición nos habla de que alguien fue capaz de hacer a un lado su herencia por un plato de lentejas… ¿Te imaginas cuando además del plato de lentejas recibes el legado que está escrito y destinado para ti? Eso es extraordinario y permite que se comparta la sal y el vino de la mejor uva en un ambiente en el que las señales nos hablan claramente sobre la importancia de mantener activo el lado femenino de las cosas para poder caminar con los pies firmes sobre un piso que no dejará de tambalear en ese sendero que continuarás avanzando con facilidad porque estás consciente de tu esencia.
¡¡¡Gracias Toño y Gracias Mau!!!

Luego de un silencio casi sepulcral de varios días, la noche del viernes recibí una llamada que me alegró el corazón. Cuando pasa mucho tiempo sin saber de alguien que amas de verdad y de repente aparece nuevamente, todo parece tomar sentido y como se dice, te vuelve el alma al cuerpo.
Gracias, Gracias, Gracias….

Con el alma bien puesta en el cuerpo desperté el sábado muy temprano para ir a realizar la selección de cada uno de los ingredientes para cocinar paella y si bien, los pedidos eran suficientes para resolverlo todo de manera sencilla….. me quedé sin gas. Pero cuando sabes cocinar, el combustible es solamente un factor que no debe alterar el orden de los conocimientos para poder obtener el resultado que buscas y lo logramos. En cuestión de unos minutos ya teníamos un fogón improvisado de carbón y la flama dio lugar a la brasa blanca con la que, una temperatura sostenida nos dio el resultado para poder entregar a los clientes sus pedidos a tiempo y en su punto.

Tantos años de convivir con el carbón en la Sultana del Norte y el aprendizaje de su uso y sus formas, adquirido por la generosidad de mis mejores amigos regiomontanos hizo posible el reto y tooooodo salió bien.
¡¡¡Gracias Monterrey!!!
#soypaella

Por la tarde, tuve la oportunidad de encontrarme con un amigo muy querido en el Hermoso Cariñito, por el rumbo de Juan de Oñate, antes de llegar a Carranza. El lugar es súper agradable porque tiene una terraza que permite en estos días de calor intenso, disfrutar de una atmósfera en la que el aroma del café y el puro envuelven la conversación sobre proyectos que pronto se convertirán en realidad. En la música estuvimos acompañados por “El Ipod” que es el seudónimo de un trovador excepcional y de pronto, ya era de noche y buena hora para ir a descansar.
¡¡¡Gracias Luchito!!!

El domingo por la mañana me fui a desayunar a un cafecito que está por Arista, antes de llegar al Jardín de Tequis. Luego de unos chilaquiles con aldilla era prácticamente obligado pasear por ese Jardín que es un verdadero tesoro.

En este fin de semana también sucedieron muchas cosas en otras partes del mundo y el ataque masivo, por la cantidad de armas empleadas por Irán sobre el cielo de Israel fue neutralizado por una respuesta que evitó de manera muy eficaz el derramamiento de sangre, aunque la tensión en medio oriente sube a niveles en los que los ejes del Mundo manifiestan sus intenciones de encontrar la fórmula pacífica de evitar el crecimiento de un conflicto de siglos… esperamos con verdadera intensión que se encuentre una buena solución.

Con el gran entusiasmo de que esta semana que inicia sea una derrama de bendiciones para tod@s, solo me queda decirles:

¡¡¡Ánimo que ya casi es viernes!!!

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#4 Tiempos

El cine todavía | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Debería haber una palabra para describir esa sensación que se tiene al salir del cine después de ver una buena película. Es un ánimo inigualable. Tocas tierra con un nuevo brío. La gente del centro comercial no lo vislumbra, pero eres alguien distinto al que compró su entrada dos horas antes.

Emerges de la penumbra con una membrana renovada. Con ella replanteas tus esquemas (aunque quizá lo olvides al día siguiente tras contaminarte de la rutina). Reconectas con lo que en verdad importa. Es como si una aspiradora le diera un servicio a tu mundo interior con calefacción incluida.

La manida (y estéril) controversia sobre si las series han superado al cine, queda desacreditada por momento así. Por más buenas que las series sean, no ofrecen eso que el cine sí. La intimidad acompañada en la sala. Los rituales previos. El camino de regreso en el que rememoras diálogos, en el que te acuerdas de una persona a la que le hubiera gustado esa cinta, aunque ya no se lo dirás nunca. Un gran plan cuando no tienes planes.

Solo esmérate un toque. La gran pantalla impone sus reglas, exige un mínimo de compromiso de tu parte. No te quedes derrotado en casa, envuelto en una triste pijama mientras comes una quesadilla. No: tienes que ponerte de pie, venir, sentarte con propiedad y luego levantar la cara. Alza la oreja también. Déjate llevar por el celuloide.

Ir al cine es como mirar el mar por un rato. Es una terraza particular, lo audiovisual en su tinta. La máxima expresión a la sombra. Así que haz el favor de no hablar en la butaca, si eres tan amable. Que la proyección se encargue de remover lo que hay que remover en ti. Métete en la burbuja sin pesar demasiado. Estás ante un acontecimiento. No es como esos episodios que te echas de un tirón tirado en la cama con la tableta, ese maratón que alimenta tus vicios.

La fortuna aumenta cuando alguna película añosa se cuela en cartelera y se multiplica el efecto de viaje en el tiempo. Como aquella noche en que presenciamos a Olivia Newton-John resucitar en un cine cualquiera. Los movimientos imperfectos de la cámara mientras ella entonaba «Hopelessly Devoted To You» nos transportaban. Estábamos con ella, en un jardín de pasto recién cortado en Los Ángeles. Eso parecía.

Más de una aflicción se cura yendo al cine. Olvida lo horrendo que es todo allá afuera, en donde no encuentras a Sophia Loren ni a Marlon Brando. Maldice la vida que te aleja de las películas. Y vuelve a ellas. Pese a lo infumable de otra épica de superhéroes y secuelas con carteles chillantes (una producción de más de cien millones ya me da desconfianza), recuerda que ante el embate de las desgracias tienes un refugio en ellas. Un escape de las responsabilidades y un respiro incluso respecto a tu propio hogar. Hay que ir al cine todavía.

 

Contacto:

Twitter: @Bigmaud

Correo: [email protected]

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Opinión