abril 20, 2024

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#4 Tiempos

La danza que cura | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Husmeando hace poco entre las páginas de un grueso libro que dejé olvidado hace mucho tiempo al pie de una montaña de hojas y carpetas, pude enterarme de lo siguiente: que en ciertas tribus del desierto africano las enfermedades mentales se curan siguiendo este extraño procedimiento: cuando uno de los miembros del grupo empieza a sumirse en estados de tristeza prolongados, o a delirar, o a hablar con las piedras, o a gemir por la noches, o a llorar en sueños, o a no querer ya levantarse del lecho, o a invocar la muerte con insistentes ruegos y súplicas, los demás  miembros del clan se reúnen en torno a él y le cantan canciones y danzan a su alrededor, de manera que al poco tiempo el enfermo vuelve a estar sano otra vez, por lo menos en la mayoría de los casos.

¿En dónde reside el secreto de tan milagrosa curación? Eso es lo que quisiéramos saber; aunque, vista la cosa más de cerca, no creo que se trate de ningún secreto.

Según el doctor Claude Miéville, famoso especialista francés en enfermedades mentales, la locura consiste básicamente en esto: «En que el enfermo psíquico termina por aislarse, por encerrarse en su mundo propio… Hubiera podido encontrar el equilibrio –dice- contándose cuentos, representándose una comedia y jugando un papel, pero su drama es que termina por aislarse. Y alienarse, en cierto sentido, es aislarse de los demás y no poder ya comunicarse con ellos… Creo que la locura es este corte, esta ruptura con los demás, con la sociedad, con todo: enloquecer es encerrarse en un mundo que se cierra sobre sí mismo».

Los miembros de aquellas tribus nómadas parecer saber esto, o por lo menos intuirlo: la locura –y agrúpese bajo este nombre todo trastorno psíquico de cierta importancia- se suaviza con un poco de compañía; si toda enfermedad mental es una ruptura, entonces es preciso rehacer cuanto antes lo que se había estropeado. Y, por eso, se juntan alrededor del enfermo, y danzan y cantan para él de modo que pueda éste otra vez sentirse vivo. Es como si con sus cánticos y sus giros le dijeran al enfermo: «Hermano, te habíamos dejado solo. Atareados por los quehaceres de los días casi nos olvidamos de ti, de que existías. Pero tú existes, y llamas nuestra atención adoptando un comportamiento fuera de lo normal. Te vengas de nuestra indiferencia huyendo a esa tierra misteriosa en la que la misma claridad es sombra y que nosotros, a falta de una palabra mejor, llamamos locura. Regresa, ven: hemos aprendido la lección; de ahora en adelante ya no te abandonaremos. ¿Aceptas vivir con nosotros otra vez?».

En Nudo de víboras, la novela de François Mauriac (1885-1970), el escritor francés, hay una escena en la que Luis, el protagonista del relato, escribe a Isa, su mujer, una larga carta en la que le reprocha su falta de interés por él. ¡Nunca lo escuchaba! Y le dice: «Si hablo solo es porque siempre estoy solo. Al hombre le es necesario el diálogo». Puesto que su mujer no le prestaba atención, él se ponía a hablar con él único que estaba siempre ahí a un lado suyo: él mismo. La locura estaba a la vuelta de la esquina.

Ahora bien, de entre los hombres y mujeres que caminan por las calles gesticulando o gritando, ¿cuántos habrá que han sido mal amados y se han puesto a gritar al viento porque no ha hay nadie en este ancho planeta que quiera escucharlos?

El hombre es un ser de palabra, y si no encuentra unos oídos dispuestos a recoger su voz, se pondrá a platicar con las piedras. ¿Locura? Falta de amor, simplemente.

Como digo, los nómadas aquellos algo sabían de todo esto y ponían inmediatamente manos a la obra con resultados que pondrían rojos de envidia a los psicólogos de Occidente.

Pero no nos hagamos ilusiones: aquí éste método jamás funcionaría. Porque, ¿de dónde va a salir la gente que se ponga a danzar y a cantar alrededor de las camas? ¡Estamos todos tan atareados! Además, carecemos de todo sentimiento comunitario de la vida: si ni siquiera con uno de los nuestros haríamos una cosa semejante, ¿cómo podríamos hacerlo con el vecino de enfrente, a quien no conocemos de nada? En todo caso –llevando nuestra generosidad a cimas insospechadas- organizaríamos una colecta y lo mandaríamos al psicólogo para ver qué puede este hombre solo –este desconocido, este extraño- hacer por él. Nosotros no, nosotros no tenemos tiempo; y, además, tampoco tenemos ganas. ¿Cantarle canciones a nuestro vecino? ¿Ensayar unos pasitos de breakdance para que se alegre un poco? ¡Qué ridiculez! ¡Aunque se tratara de nuestra abuela, nosotros no haríamos esto por nada del mundo! Sí, que el psicólogo haga lo que pueda, que sea él quien tome las riendas del asunto.

Sigo hojeando el libro y me pongo a pensar: «¡Si los hombres y mujeres de hoy tuviéramos un poco de tiempo para gastarlo con los demás, acaso habría menos enfermos mentales entre nosotros! Porque sí, todos estamos más o menos enfermos. Enfermos no de nuestras depresiones –que son sólo el efecto, la punta visible del iceberg-, sino de que nadie quiera cantar y bailar a nuestro alrededor. Enfermos de nuestra larga e infinita soledad».

¿Qué puede un ansiolítico contra una tristeza verdadera? ¿Qué puede un antidepresivo contra un desamparo real? «Nada se termina nunca de adquirir –escribe el filósofo André Comte-Sponville-; nada se nos promete nunca, sólo la muerte… La fragilidad de vivir, la certidumbre de morir, el fracaso o el espanto del amor, la soledad, el vacío, la eterna falta de permanencia de todo… ¡Esta es la vida! Siempre solitaria. Siempre mortal. Siempre desgarradora. Y tan frágil, tan débil, tan expuesta». En semejantes condiciones, ¿cómo no volvernos locos?

Aquellos nómadas lo saben: con un poco de compañía. Ellos han descubierto el secreto, han quitado el velo, en pleno desierto, al enigma de la vida.

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#4 Tiempos

Lo único que nos falta | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Ya no sé que pensar de este San Luis, hemos perdido una temporada que parecía de consolidación, hemos olvidado jugar al futbol, algunos futbolistas simplemente no aparecieron en toda la temporada, ya hemos pasado de todo.

Cuidado, el rival en puerta es un gigante dormido, un Toluca que sin ser brillante como otros, están en la pelea por el liderato general, el equipo histórico que nadie considera grande, visita hoy el Alfonso Lastras.

Toluca solo ha perdido dos partidos en el torneo, por cierto uno, el último, por goleada frente al América, hoy Toluca parece que no busca quien se la hizo, sino quien se la pague, hoy Toluca buscará revancha personal. El cuadro del Edomex es un equipo bien armado, con buena dirección y a pesar de no tener grandes nombres, juega bien, práctico, simple y sabe ganar de local o visitante.

Por su parte, San Luis es una caricatura, es el rival que ya no le gana a nadie, ni siquiera a los que están por debajo de su lugar en la tabla, un equipo que ha perdido mística y que muy apenas sabe a lo que juega. San Luis no solo perdió un torneo, sino que también perdió credibilidad, esta noche solo nos falta perder por goleada.

Repasemos brevemente las peores goleadas de esta franquicia. En el Clausura 2020, el 28 de febrero, Juárez metió 0-3 en la jornada 8 en la cancha del Lastras, afortunadamente ese torneo se suspende en la jornada 10.

En el Apertura 2020, Mazatlán vino y jugando de visitante, barrió 0-5 en la jornada 16 a un San Luis que ya solo peleaba por levantar un poco el orgullo, al menos la gente no lo vivió en el estadio, ya que jugábamos aún a puerta cerrada.

En el Clausura 2021 la cosa fue aún peor, pues Puebla se lleva del Lastras 3 puntos con un 1-4 en favor de la franja en la jornada 15, para rematar en la jornada 17, Pachuca visita y golea 1-5 a una de las peores caras de San Luis con esta franquicia.

En el Apertura 2021, Atlas goleó en su casa a los potosinos con un 2-6 que pudo terminar en peor catástrofe.

Y como olvidar la última y tal vez más dolorosa derrota, 0-5 a manos del América en las semifinales del torneo pasado, justo ahí es cuando se comenzaron a ver las carencias de San Luis, eso que hoy nos tiene preocupados.

Lo único que nos falta es despedir un torneo en el Lastras, pasando vergüenzas, ojalá que Toluca no juegue tan bien como acostumbra. A pesar de que se pronostica una derrota del equipo de casa, que esta no sea compleja, que no se de abultada, ojalá no pase más allá de perder a lo mucho, 3 puntos.

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#4 Tiempos

¡Las cosas buenas que tengo! | Columna de Luis Miguel Dorador

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Un fin de semana sin celular

 

El viernes inició el fin de semana con una exquisita comida en Marengo, por el rumbo de Chapultepec. Cuando se da el encuentro de tres almas que han recorrido existencias juntos y vuelven a la mesa redonda en la que todos somos iguales, la comunicación entre el caballero, el consejero y el escudero, convierten una sesión ordinaria en una cumbre de altos vuelos en la que toooodo se puede lograr.

La sopa de lentejas tiene un sabor especial, pues la tradición nos habla de que alguien fue capaz de hacer a un lado su herencia por un plato de lentejas… ¿Te imaginas cuando además del plato de lentejas recibes el legado que está escrito y destinado para ti? Eso es extraordinario y permite que se comparta la sal y el vino de la mejor uva en un ambiente en el que las señales nos hablan claramente sobre la importancia de mantener activo el lado femenino de las cosas para poder caminar con los pies firmes sobre un piso que no dejará de tambalear en ese sendero que continuarás avanzando con facilidad porque estás consciente de tu esencia.
¡¡¡Gracias Toño y Gracias Mau!!!

Luego de un silencio casi sepulcral de varios días, la noche del viernes recibí una llamada que me alegró el corazón. Cuando pasa mucho tiempo sin saber de alguien que amas de verdad y de repente aparece nuevamente, todo parece tomar sentido y como se dice, te vuelve el alma al cuerpo.
Gracias, Gracias, Gracias….

Con el alma bien puesta en el cuerpo desperté el sábado muy temprano para ir a realizar la selección de cada uno de los ingredientes para cocinar paella y si bien, los pedidos eran suficientes para resolverlo todo de manera sencilla….. me quedé sin gas. Pero cuando sabes cocinar, el combustible es solamente un factor que no debe alterar el orden de los conocimientos para poder obtener el resultado que buscas y lo logramos. En cuestión de unos minutos ya teníamos un fogón improvisado de carbón y la flama dio lugar a la brasa blanca con la que, una temperatura sostenida nos dio el resultado para poder entregar a los clientes sus pedidos a tiempo y en su punto.

Tantos años de convivir con el carbón en la Sultana del Norte y el aprendizaje de su uso y sus formas, adquirido por la generosidad de mis mejores amigos regiomontanos hizo posible el reto y tooooodo salió bien.
¡¡¡Gracias Monterrey!!!
#soypaella

Por la tarde, tuve la oportunidad de encontrarme con un amigo muy querido en el Hermoso Cariñito, por el rumbo de Juan de Oñate, antes de llegar a Carranza. El lugar es súper agradable porque tiene una terraza que permite en estos días de calor intenso, disfrutar de una atmósfera en la que el aroma del café y el puro envuelven la conversación sobre proyectos que pronto se convertirán en realidad. En la música estuvimos acompañados por “El Ipod” que es el seudónimo de un trovador excepcional y de pronto, ya era de noche y buena hora para ir a descansar.
¡¡¡Gracias Luchito!!!

El domingo por la mañana me fui a desayunar a un cafecito que está por Arista, antes de llegar al Jardín de Tequis. Luego de unos chilaquiles con aldilla era prácticamente obligado pasear por ese Jardín que es un verdadero tesoro.

En este fin de semana también sucedieron muchas cosas en otras partes del mundo y el ataque masivo, por la cantidad de armas empleadas por Irán sobre el cielo de Israel fue neutralizado por una respuesta que evitó de manera muy eficaz el derramamiento de sangre, aunque la tensión en medio oriente sube a niveles en los que los ejes del Mundo manifiestan sus intenciones de encontrar la fórmula pacífica de evitar el crecimiento de un conflicto de siglos… esperamos con verdadera intensión que se encuentre una buena solución.

Con el gran entusiasmo de que esta semana que inicia sea una derrama de bendiciones para tod@s, solo me queda decirles:

¡¡¡Ánimo que ya casi es viernes!!!

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#4 Tiempos

El cine todavía | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Debería haber una palabra para describir esa sensación que se tiene al salir del cine después de ver una buena película. Es un ánimo inigualable. Tocas tierra con un nuevo brío. La gente del centro comercial no lo vislumbra, pero eres alguien distinto al que compró su entrada dos horas antes.

Emerges de la penumbra con una membrana renovada. Con ella replanteas tus esquemas (aunque quizá lo olvides al día siguiente tras contaminarte de la rutina). Reconectas con lo que en verdad importa. Es como si una aspiradora le diera un servicio a tu mundo interior con calefacción incluida.

La manida (y estéril) controversia sobre si las series han superado al cine, queda desacreditada por momento así. Por más buenas que las series sean, no ofrecen eso que el cine sí. La intimidad acompañada en la sala. Los rituales previos. El camino de regreso en el que rememoras diálogos, en el que te acuerdas de una persona a la que le hubiera gustado esa cinta, aunque ya no se lo dirás nunca. Un gran plan cuando no tienes planes.

Solo esmérate un toque. La gran pantalla impone sus reglas, exige un mínimo de compromiso de tu parte. No te quedes derrotado en casa, envuelto en una triste pijama mientras comes una quesadilla. No: tienes que ponerte de pie, venir, sentarte con propiedad y luego levantar la cara. Alza la oreja también. Déjate llevar por el celuloide.

Ir al cine es como mirar el mar por un rato. Es una terraza particular, lo audiovisual en su tinta. La máxima expresión a la sombra. Así que haz el favor de no hablar en la butaca, si eres tan amable. Que la proyección se encargue de remover lo que hay que remover en ti. Métete en la burbuja sin pesar demasiado. Estás ante un acontecimiento. No es como esos episodios que te echas de un tirón tirado en la cama con la tableta, ese maratón que alimenta tus vicios.

La fortuna aumenta cuando alguna película añosa se cuela en cartelera y se multiplica el efecto de viaje en el tiempo. Como aquella noche en que presenciamos a Olivia Newton-John resucitar en un cine cualquiera. Los movimientos imperfectos de la cámara mientras ella entonaba «Hopelessly Devoted To You» nos transportaban. Estábamos con ella, en un jardín de pasto recién cortado en Los Ángeles. Eso parecía.

Más de una aflicción se cura yendo al cine. Olvida lo horrendo que es todo allá afuera, en donde no encuentras a Sophia Loren ni a Marlon Brando. Maldice la vida que te aleja de las películas. Y vuelve a ellas. Pese a lo infumable de otra épica de superhéroes y secuelas con carteles chillantes (una producción de más de cien millones ya me da desconfianza), recuerda que ante el embate de las desgracias tienes un refugio en ellas. Un escape de las responsabilidades y un respiro incluso respecto a tu propio hogar. Hay que ir al cine todavía.

 

Contacto:

Twitter: @Bigmaud

Correo: [email protected]

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Opinión