diciembre 3, 2024

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#4 Tiempos

Individualismo global | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

Un hombre de mediana edad, según leo en la nota roja del periódico, fue alcanzado ayer por el auto que conducía un joven amodorrado; la víctima se debate hoy entre la vida y la muerte en uno de los hospitales de nuestra ciudad.

De haber dormido bien nuestro desprevenido conductor, el accidente no se habría producido. Pero, ¿por qué no durmió bien? Aventuremos algunas hipótesis: porque se quedó dormido hasta muy tarde viendo en la televisión su programa favorito; o porque fue a decirle adiós a la soltería de uno de sus compañeros de trabajo; o porque la noche anterior fue a la feria y se desveló platicando, bailando y bebiendo con una señorita de la que pretende algo desde hace ya varios meses.

Sea lo que haya sido, el hecho es que el conductor durmió bastante mal –mejor dicho, no durmió-, y ahora resulta que ha atropellado a alguien. Y pregunto: ¿afectaron o no a la pobre víctima los desvelos de este noctámbulo irresponsable? ¡Es claro que lo afectaron, y de qué manera!

Pero entremos en el campo de las suposiciones. Si la víctima hubiese sabido lo que iba a pasar con él, ¿se habría atrevido a buscar el número telefónico de su verdugo para alertarlo, o ya al menos para prevenirlo?

Supongamos que este hombre hubiera tenido por la tarde una revelación; supongamos, por ejemplo, que se le hubiera aparecido un ángel bueno y que éste le dijera en un tono acongojado: «Cuidado, amigo. Mañana por la mañana sufrirás un accidente; te atropellará con su auto un señor llamado Anselmo Pérez». De haber tenido lugar semejante aviso, premonición o como quiera llamársele, ¿qué habría tenido que hacer nuestra víctima de estar en su sano juicio? Una solución sería no presentarse mañana a trabajar; pero resulta que, si no se presenta, pierde el empleo. ¿No se pondría entonces a buscar a su asesino? Ah, lo buscaría por mar y tierra y, al encontrarlo, se postraría a sus pies para suplicarle: «¡Por el amor de Dios, hoy no se desvele usted! Pase lo que pase, no se desvele usted, pues de que me haga caso o no depende mi vida. ¡Estoy en sus manos, estimado señor! Hágame usted este favor, se lo suplico: hoy duérmase temprano, apague su televisor a una hora razonable y, por lo que más quiera, maneje con precaución mirando siempre a uno y otro lados».

Ahora bien, de haber escuchado estas palabras, ¿cómo se imagina usted que habría reaccionado el conductor? Tratemos de imaginarlo. Acaso respondería de esta manera: «¿Pero quién diablos es usted para darme órdenes? Primero identifíquese. ¿A santo de qué se mete usted en mi vida? ¿O es que se ha equivocado de persona? Si es así, discúlpese; pero, si no, ¡váyase usted mucho al carajo!». Tal vez, incluso, habría utilizado palabras de mayor calibre: esas que, por ser mexicano, ya se imaginará el lector. ¿Y luego? Luego este hombre se habría ido a otra parte echando pestes contra los entrometidos. ¡Qué desfachatez: pedirle que maneje con cuidado: como si él no supiera cómo hay que manejar! ¿Cómo se le ocurre? Él se sabe libre y soberano y no va a permitir que ningún gañán venga, como se dice, a girarle órdenes. Pero lo que no sabe es que lo que hoy hace por su propia decisión y gusto repercutirá mañana en la vida de los otros. No lo sabe; es más ni siquiera lo imagina, y mucho menos lo sospecha. Pero, sí: lo que hoy decida hacer repercutirá después en la vida de los demás, lo quiera o no. En realidad, todo lo que hacemos repercute siempre en la vida de los demás. ¡Nuestros destinos están cruzados! «Quien golpea una flor, maltrata una estrella», dijo una vez Plutarco (50-120 d.C.), el viejo polígrafo griego, en un libro que habla, ¡ay!, del ineluctable destino.

Iba una vez un grupo de amigos navegando en un lago cuando de pronto uno de ellos empezó a clavar un clavo en el casco de la lancha.
-¡Imbécil! –gritaron los demás-, ¿qué es lo que haces? ¿Estás loco?
-¿Que qué hago? –respondió el hombre del martillo-: ya lo ven, estoy clavando un clavo.
-¡Pero es que nos vamos a ahogar!
-¿Y mi derecho a hacer cuanto me venga en gana, dónde queda? Además, señores, el hoyo está debajo de mi asiento.

El individualista cree –tontamente- que porque el hoyo está debajo de su asiento sólo va ahogarse él. ¡Cómo se equivoca! Ese hoyo que él hace ejerciendo su libertad soberana resulta que afectará a todos los tripulantes. Y el mundo, por desgracia, está lleno de personas que clavan clavos pensando que son libres para hacerlo mientras se olvidan lindamente de los que viajan en la misma barca.

¡Qué paradójica es nuestra época, que mientras reconoce que las economías están interconectadas –y a ese fenómeno de mutua dependencia lo llamamos globalización-, ignora al mismo tiempo que nuestros destinos personales también lo están! Sin embargo, los antiguos lo sabían: ellos sabían mejor que nosotros que ningún acto, por privado que sea, deja de tener repercusiones sociales e, incluso, universales o cósmicas. Para muestra, he aquí este párrafo tomado de la carta número 48 de Séneca a Lucilio: «No hay acontecimiento en el mundo, favorable o adverso, que pertenezca a cada uno de nosotros por separado. El hecho que a mí me sucede te incumbe a ti; aquel que te sucede, me incumbe a mí, y aquel que nos sucede a los dos acabará, tarde o temprano, incumbiendo a todo el mundo».

«Nuestras culpas envenenan el aire que otros respiran… Creo que si Dios nos diese una idea clara de la solidaridad que nos liga los unos a los otros tanto en el bien como en el mal, no podríamos vivir», escribe Georges Bernanos (1888-1948) en su bellísimo Diario de un cura rural.

Si usted fuera a ser atropellado hoy en la noche por un borracho que a estas horas de la tarde estuviera descorchando apenas las primeras botellas, y se le dijera quién es y dónde está, ¿lo buscaría? ¿Se sentiría en el derecho de meterse en su vida y decirle algo? ¡Responda usted!

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#4 Tiempos

La pionera del cuento fantástico latinoamericano | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

La Agencia Potosina de Cultura sería un proyecto, que, si bien no pudo implementarse en su momento, significo un paso importante para institucionalizar los esfuerzos culturales que caracterizaron a San Luis potosí en la década de los cincuenta, cuando logró instalarse el Instituto Potosino de Bellas Artes y se iniciaron programas como los jueves literarios. La característica de esta Agencia de Cultura era que sus promotoras era mujeres ligadas a la vida cultural y literarias, entre ellas María Amparo Dávila Robledo.

Nacida en Pinos Zacatecas el 21 de febrero de 1928, llegaría San Luis siendo una niña e ingresó a estudiar la primaria en esta ciudad. Su vocación a las letras, la adquirió por el gusto a la lectura que descubrió en la biblioteca de su padre, según contará la propia Amparo Dávila. Su vida estuvo influenciada por la presencia de la muerte en personas cercanas durante su infancia, pues de cuatro hermanos solo ella sobrevivió a la infancia.

Se relacionó con la vida cultural en San Luis Potosí y participaría colaborando en algunas de las revistas locales como Cuadrante, donde se publicarían algunos de sus cuentos de corte fantástico colocados, según algunos especialistas, en la tradición de Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga, en los que el horror y la oscuridad de la propia vida se traslapan a los textos. Lo que la coloca como la escritora de literatura fantástica latinoamericana. Sus narraciones fantásticas impresionaron al mismo Cortázar, con el que le unió una gran amistad. Una de sus narraciones que aparece en la Gaceta de la UNAM es la que lleva por título “El huésped”, en el que la escritora describe con suspenso y terror la llegada de éste:

“Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.
Llevamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz…

“Una noche estuve despierta hasta cerca de las dos de la mañana, oyéndolo afuera… Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante… Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche…

Pensé entonces en huir de aquella casa, de mi marido y de él… Pero no tenía dinero y los medios de comunicación eran difíciles”.

La actividad cultural y académica que se vivió en San Luis en los cincuenta acercó a Amparo Dávila con Alfonso Reyes convirtiéndose en su secretaria, actividad que desarrolló durante dos años. Amparo Dávila se casó con el pintor Pedro Coronel, con el que tuvo dos hijas.

A lo largo de su carrera literaria se hizo merecedora a varios reconocimientos a su obra: recibió el Premio Xavier Villaurrutia en 1977; en 2013, fue homenajeada por el noveno encuentro de escritores, Literatura en el Bravo; en 2020 fue designada ganadora del Tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura que otorga la Universidad de Guanajuato; en 2015 recibió la Medalla Bellas Artes por sus sobresalientes aportes a la literatura de México.

Amparo Dávila recibió la Medalla Bellas Artes en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En esa ocasión, la escritora comentó:

“Trato de lograr en mi obra un rigor estético basado no solamente en la perfección formal, en la técnica, en la palabra justa, sino en la vivencia. La sola percepción formal, no me interesa porque la forma no vive por sí misma; es, digamos, la sola justificación de la escritura”.

Desde ese año el Gobierno de México convoca un certamen nacional de cuento fantástico con su nombre: el Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila.

María Amparo Dávila Robledo moriría en la Ciudad de México el 18 de abril de 2020.

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El engañoso 3-0 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Increíble marcador el de anoche, y no es que sea complicado creer que San Luis podría ganar, sino que ni los más optimistas pensaban que el marcador terminara tan holgado.

Desde mi perspectiva, tenía mucha seguridad de una victoria de San Luis, pero imaginaba una diferencia de un gol, por mi cabeza no pasaba la posibilidad de una goleada a un Tigres al que nunca se le había ganado en liga.

Pero, 3-0 es muy engañoso. San Luis dio un buen partido, algo normal a lo que nos acostumbró jugando de local, un equipo que sabe manejar tiempos, que controla bien el balón y que en momentos adecuados ataca y puede anotar. Tigres por su parte, hizo un partido donde comenzó con algunos jugadores importantes en la banca, pareciera que subestimaron al sexto lugar de la liga.

Tigres es un equipo con un plantel muy amplio, fácilmente varios de sus jugadores “bancas” ayer, podrían ser titulares en San Luis (Vigón, Flores, Gignac, Cordova, Herrera) y mostraron una cara poco comprometida con la fase que están jugando.

El trámite del partido fue bastante parejo, con aproximaciones para ambos equipos y una buena actuación de los arqueros. Pero la suerte solo fue para un equipo, San Luis metió las que tuvo, mientras que Tigres falló oportunidades que parecían hechas.

Justo por eso es que siento que es un resultado engañoso. El partido fue mucho más parejo que el marcador, Tigres tuvo para meter por lo menos una, pero falló, resalto el error de Nico Ibañez que hubiera significado el 1-1 y hubiera cambiado demasiado el destino del encuentro, San Luis tuvo 3 y metió las 3, muy poco más como para resaltar demasiado a Nahuel en la portería.

De todos los juegos de vuelta, me parece que los más posibles de remontar son Pumas vs Monterrey por que la diferencia solo es 1 gol y aunque duela decirlo, Tigres vs San Luis, la distancia entre estos dos equipos sigue siendo abismal, Tigres es un equipo muy armado, con grandes jugadores que de manera individual pueden sin problema resolver un partido, del otro lado San Luis juega mucho con el conjunto, pero errores individuales pueden pagarse caro, un mal control de balón, una salida en falso, un error como los de Tigres frente a la portería, podrá significar mucho en la eliminatoria.

Mucha suerte, que es justo lo que vamos a necesitar.

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#4 Tiempos

Cuando hay Hoyos En Las Cercas | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

¡Ah, caray! Resulta que alguien decidió hacer una película basada en mis compañeros de clase en la secundaria. Sí, así mismito como eran: clasismo a más no poder, desplantes violentos para recordarle a la gente que el dinero es poder y, como debe de ser, cero consecuencias. De verdad, ver esta cinta fue como un flashback a mis principios de los 2000s. Porque claro, aquí en México la impunidad no solo es una tradición nacional, sino una especie de deporte. Si creen que lo que pasa en esta película es ficción o irreal pues, no sé, o vivimos en dos realidades distintas o mi adolescencia fue aún más cutre de lo que pensaba.

Desconozco cuál haya sido la experiencia de otros seres humanos viendo El Hoyo En La Cerca, porque de acuerdo a Letterboxd la recepción de la cinta es mixta, pero para mí personalmente fue facilísimo meterme en la narrativa. La película va de un retiro espiritual orquestado por una escuela privada religiosa mexicana, y de cómo sus adultos a cargo utilizan tácticas de manipulación y guerra para promover dentro de ellos una visión fundamentalista y de extrema derecha en ellos, permeando el status quo pedorro de México. O sea, va de cómo las autoridades te convierten en un ser deleznable para su beneficio.

Y, a ver, yo crecí rodeado de estos monstruos humanos: los mismos niños fresa que te hacían sentir que tu existencia era un inconveniente para su “educación de calidad” y que se burlaban de cualquiera cuyo Pantone de piel fuera un poquito distinto al consabido 100C. Como si eso no fuera suficiente, también me chuté retiros escolares que, honestamente, no estaban tan lejos de lo que se muestra en pantalla. Solo que, claro, con menos violencia explícita… pero no porque mis compañeros no quisieran o supieran que era mala. Era más porque los profesores que organizaban esos eventos todavía tenían un poquito de alma y no eran absoluto tan sociópatas como los de la película.

Desde el primer minuto, El Hoyo En La Cerca hace un trabajo excelente en sumergirte en su ambiente. El lugar donde pasa todo parece salido de una revista de “lugares aspiracionales”. Todo se ve tan alejado de cualquier realidad mexicana promedio que hasta te sientes un poquito incómodo, como cuando entras a una tienda donde sabes que no puedes pagar nada. Y esa es justo la idea: te ponen en un contexto donde la opulencia y el clasismo son el aire que todos respiran. Todo esto se refuerza con el diálogo de los personajes, que constantemente desprecian a cualquier cosa que no se alinee con su mundo de privilegios. Es tan real que duele, como si la película te diera un zape y te dijera: “Sí, así son”.

El soundtrack, por cierto, también hace su parte. Esa música inquietante que parece diseñada para que te pongas nervioso funciona de maravilla. Luego están las tomas llenas de “naturaleza” que, más que bonita, se siente falsa, casi artificial, como un disfraz caro para ocultar lo podrido que está todo debajo. La combinación de estos elementos te mantiene al filo del asiento, aunque sea porque estás esperando que pase algo peor.

Y, pasa. O sea, si pasan cosas feas. Reprobables. Pero… no llega a los extremos que se te predispuso a imaginar.

Esta atmósfera tan lograda es también lo que termina decepcionándote un poquito. Mira, te preparan para un desastre épico, algo nivel todo lo que pasa al final de Midsommar. Te venden la idea de que estás a punto de ver actos inhumanos tan extremos que saldrías del cine necesitando terapia. Pero luego, cuando finalmente llega el clímax, lo que pasa es más como una nota roja del periódico. Sí, es terrible, pero es de ese tipo de atrocidades que ves mientras desayunas unos chilaquiles y piensas: “Ah, México mágico”. Y eso me hizo darme cuenta de lo anestesiados que estamos. O sea, ¿en qué momento lo absurdo dejó de sorprendernos?

Dicho eso, no se puede negar que lo que muestra la película es bastante realista. De hecho, no me sorprendería que algo así esté pasando en este momento en algún rincón del país. Y como siempre, nadie movería un dedo, porque aquí las élites tienen carta blanca para hacer y deshacer a su gusto. Si algo sabe retratar esta película, es justo eso: el vacío absoluto de justicia.

Claro, no es una película perfecta. Tiene sus fallos. Por ejemplo, cuando los niños improvisan sus diálogos, se siente súper natural, como si estuvieras escuchando a unos adolescentes culeros cualquiera. Pero luego, hay líneas claramente escritas en el guion que… bueno, digamos que no ganarían un premio a la originalidad. No llegan al nivel de una telenovela de TV Azteca, pero no están tan lejos tampoco. Es un poco chocante porque te saca del momento, como cuando alguien interrumpe una buena peda para ponerte a escuchar su playlist de reguetón cristiano.

Lo que más me perturbó, sin embargo, fue lo familiar que se me hicieron los personajes. Fácilmente podría haberles puesto los nombres de mis excompañeros de clase [acotación obligatoria antidifamación: obvio no todos, pero sí los suficientes] y la historia se habría desarrollado exactamente igual. ¿Y saben qué? Eso es lo más aterrador de toda esta experiencia. No es que “podría pasar”. Es que ya pasa. Todo el tiempo. Y seguimos como si nada.

Hay gente que odió esta película, que cree que está más telenovelizada que un mal episodio de Central De Abastos. Hay gente que cree que no cuaja el mensaje, o que es tan o más pretenciosa que las películas de Nicolás Pereda. Claramente a mí me encantó. Creo que depende enteramente del contexto en el que hayan vivido a lo largo de sus vidas. En lo único que podemos estar de acuerdo es que, buena o no, al menos la película sí entiende lo que es hablar del clasismo en México sin verse en la penosa necesidad de defender a los whitexican para explicar por qué son necesarios en nuestra vida y deberíamos rendirles pleitesía.

[Inserte aquí uno o dos párrafos donde nos burlamos de Michel Franco y su Nuevo Orden por ser un pretencioso insoportable que solo puede soñar con crear algo tan contundente como esto. Aunque, siendo honestos, probablemente terminaría del lado de los niños y les diría a los espectadores que deberíamos actuar como ellos para evitar que las clases bajas ataquen a los “decentes blancos” antes de que sea ilegal matarlos por ser pobres o una mamada así.]

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Opinión

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