abril 22, 2025

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#4 Tiempos

Individualismo global | Columna de Juan Jesús Priego

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Un hombre de mediana edad, según leo en la nota roja del periódico, fue alcanzado ayer por el auto que conducía un joven amodorrado; la víctima se debate hoy entre la vida y la muerte en uno de los hospitales de nuestra ciudad.

De haber dormido bien nuestro desprevenido conductor, el accidente no se habría producido. Pero, ¿por qué no durmió bien? Aventuremos algunas hipótesis: porque se quedó dormido hasta muy tarde viendo en la televisión su programa favorito; o porque fue a decirle adiós a la soltería de uno de sus compañeros de trabajo; o porque la noche anterior fue a la feria y se desveló platicando, bailando y bebiendo con una señorita de la que pretende algo desde hace ya varios meses.

Sea lo que haya sido, el hecho es que el conductor durmió bastante mal –mejor dicho, no durmió-, y ahora resulta que ha atropellado a alguien. Y pregunto: ¿afectaron o no a la pobre víctima los desvelos de este noctámbulo irresponsable? ¡Es claro que lo afectaron, y de qué manera!

Pero entremos en el campo de las suposiciones. Si la víctima hubiese sabido lo que iba a pasar con él, ¿se habría atrevido a buscar el número telefónico de su verdugo para alertarlo, o ya al menos para prevenirlo?

Supongamos que este hombre hubiera tenido por la tarde una revelación; supongamos, por ejemplo, que se le hubiera aparecido un ángel bueno y que éste le dijera en un tono acongojado: «Cuidado, amigo. Mañana por la mañana sufrirás un accidente; te atropellará con su auto un señor llamado Anselmo Pérez». De haber tenido lugar semejante aviso, premonición o como quiera llamársele, ¿qué habría tenido que hacer nuestra víctima de estar en su sano juicio? Una solución sería no presentarse mañana a trabajar; pero resulta que, si no se presenta, pierde el empleo. ¿No se pondría entonces a buscar a su asesino? Ah, lo buscaría por mar y tierra y, al encontrarlo, se postraría a sus pies para suplicarle: «¡Por el amor de Dios, hoy no se desvele usted! Pase lo que pase, no se desvele usted, pues de que me haga caso o no depende mi vida. ¡Estoy en sus manos, estimado señor! Hágame usted este favor, se lo suplico: hoy duérmase temprano, apague su televisor a una hora razonable y, por lo que más quiera, maneje con precaución mirando siempre a uno y otro lados».

Ahora bien, de haber escuchado estas palabras, ¿cómo se imagina usted que habría reaccionado el conductor? Tratemos de imaginarlo. Acaso respondería de esta manera: «¿Pero quién diablos es usted para darme órdenes? Primero identifíquese. ¿A santo de qué se mete usted en mi vida? ¿O es que se ha equivocado de persona? Si es así, discúlpese; pero, si no, ¡váyase usted mucho al carajo!». Tal vez, incluso, habría utilizado palabras de mayor calibre: esas que, por ser mexicano, ya se imaginará el lector. ¿Y luego? Luego este hombre se habría ido a otra parte echando pestes contra los entrometidos. ¡Qué desfachatez: pedirle que maneje con cuidado: como si él no supiera cómo hay que manejar! ¿Cómo se le ocurre? Él se sabe libre y soberano y no va a permitir que ningún gañán venga, como se dice, a girarle órdenes. Pero lo que no sabe es que lo que hoy hace por su propia decisión y gusto repercutirá mañana en la vida de los otros. No lo sabe; es más ni siquiera lo imagina, y mucho menos lo sospecha. Pero, sí: lo que hoy decida hacer repercutirá después en la vida de los demás, lo quiera o no. En realidad, todo lo que hacemos repercute siempre en la vida de los demás. ¡Nuestros destinos están cruzados! «Quien golpea una flor, maltrata una estrella», dijo una vez Plutarco (50-120 d.C.), el viejo polígrafo griego, en un libro que habla, ¡ay!, del ineluctable destino.

Iba una vez un grupo de amigos navegando en un lago cuando de pronto uno de ellos empezó a clavar un clavo en el casco de la lancha.
-¡Imbécil! –gritaron los demás-, ¿qué es lo que haces? ¿Estás loco?
-¿Que qué hago? –respondió el hombre del martillo-: ya lo ven, estoy clavando un clavo.
-¡Pero es que nos vamos a ahogar!
-¿Y mi derecho a hacer cuanto me venga en gana, dónde queda? Además, señores, el hoyo está debajo de mi asiento.

El individualista cree –tontamente- que porque el hoyo está debajo de su asiento sólo va ahogarse él. ¡Cómo se equivoca! Ese hoyo que él hace ejerciendo su libertad soberana resulta que afectará a todos los tripulantes. Y el mundo, por desgracia, está lleno de personas que clavan clavos pensando que son libres para hacerlo mientras se olvidan lindamente de los que viajan en la misma barca.

¡Qué paradójica es nuestra época, que mientras reconoce que las economías están interconectadas –y a ese fenómeno de mutua dependencia lo llamamos globalización-, ignora al mismo tiempo que nuestros destinos personales también lo están! Sin embargo, los antiguos lo sabían: ellos sabían mejor que nosotros que ningún acto, por privado que sea, deja de tener repercusiones sociales e, incluso, universales o cósmicas. Para muestra, he aquí este párrafo tomado de la carta número 48 de Séneca a Lucilio: «No hay acontecimiento en el mundo, favorable o adverso, que pertenezca a cada uno de nosotros por separado. El hecho que a mí me sucede te incumbe a ti; aquel que te sucede, me incumbe a mí, y aquel que nos sucede a los dos acabará, tarde o temprano, incumbiendo a todo el mundo».

«Nuestras culpas envenenan el aire que otros respiran… Creo que si Dios nos diese una idea clara de la solidaridad que nos liga los unos a los otros tanto en el bien como en el mal, no podríamos vivir», escribe Georges Bernanos (1888-1948) en su bellísimo Diario de un cura rural.

Si usted fuera a ser atropellado hoy en la noche por un borracho que a estas horas de la tarde estuviera descorchando apenas las primeras botellas, y se le dijera quién es y dónde está, ¿lo buscaría? ¿Se sentiría en el derecho de meterse en su vida y decirle algo? ¡Responda usted!

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#4 Tiempos

Rosa María Aranda, la mujer que daría esperanza a la física potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En la fotografía que acompaña esta entrega, aparecen alumnos de la Escuela de Física en los sesenta. La segunda alumna que aparece en la fotografía de píe observando el trabajo de su profesor es Rosa María Aranda Gómez de quien tratamos en la presente columna.

A mediados de la década de los sesenta del siglo XX, la Escuela de Física de la UASLP se encontraba en pleno desarrollo, con apenas diez años de existencia, aumentaba su matrícula y abría la puerta a una serie de mujeres que se adentraban al mundo de la ciencia estudiando la carrera de física. En sus inicios estuvo integrada solo por alumnos y para principios de los sesenta ingresaba una mujer a sus filas: Carmen Ortega que posteriormente cambiaría su destino a la carrera de psicología de la propia UASLP.

En 1964, ingresarían tres mujeres entre las que se encontraría la que fuera la primera física titulada en San Luis, Carmen Estela Macias; en esa generación ingresarían además Irene López y Rosa María Aranda Gómez.

En sus primeros diez años de actividad la Escuela de Física había contado con cinco mujeres en sus filas: Carmen Ortega, Luz María Moreno, Irene López, Rosa Aranda y Carmen Estela Macias. No habría en la Escuela de Física más inscripciones de mujeres hasta la década de los setenta. De este importante grupo femenil, de los sesenta destacaría Rosa María Aranda, quien por causas personales no terminaría su carrera, pero dejaría una importante huella y un camino transitable para la formación científica de las mujeres en San Luis Potosí.

Para entonces se mencionaban dos nombres de estudiantes potosinos, que podrían dar brillo a la física en México Joel Cisneros Parra y Rosa María Aranda. Su capacidad para la física y para la resolución de problemas de corte científico era manifiesta y se proyectaban como dos personajes que desde San Luis Potosí podían figurar en el escenario científico mexicano. El caso de Joel Cisneros, ya lo hemos tratado en esta columna, un brillante físico que ha aportado a la astronomía mundial y que sigue colaborando con interesantes trabajos de investigación.

Rosa María Aranda, sería el ejemplo, de una brillante estudiante con un futuro promisorio que sacrificaría, en parte, su formación científica para formar su familia y aportar desde otras esferas profesionales, igualmente valiosas. Pero, también es el ejemplo, del sacrificio al que se somete a la mujer para seguir el camino de formación del varón, en su caso su esposo, que, siendo estudiante de economía en la Universidad Potosina, seguiría su formación de posgrado en Estados Unidos, Luis Ernesto Derbez, su esposo que luego sería Secretario de Economía y Secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno de México.

La familia Derbez Aranda, estaría luego en Puebla cuando Ernesto Derbez ocupara la rectoría de la Universidad de Las Américas de Puebla y donde Rosa María Aranda estaría colaborando. De cierta forma Rosa Aranda estudiaría matemáticas aprovechando la estancia en el extranjero de su esposo, pero lo que podría haber sido su contribución destacada a la física mexicana quedaría en suspenso.

Su profesor en San Luis, el físico Candelario Pérez Rosales, de quien también se ha tratado en esta columna, nos escribe sobre su alumna Rosa María Aranda en el libro Física al Amanecer, donde relata la historia de la Escuela de Física de la UASLP en sus primeros años.

Rosa María Aranda Gómez fue un caso muy especial: la más brillante de su generación; la dueña de una agilidad mental envidiable; la que se dirigía hacia planos superiores de la Física. Cuando yo tuve que dejar la Escuela, ella era la personificación del optimismo. Pero a veces la brillantez se topa con obstáculos infranqueables. Por alguna extraña razón, Rosa María abandonó inesperadamente sus estudios de física, y así se perdió para la Escuela una de las más luminosas esperanzas.

Estas palabras de Candelario Pérez son reveladoras; el ejemplo de Rosa María Aranda, es digno de tomar en cuenta en el proceso de reflexión sobre el papel de la mujer y los obstáculos que debe de sortear para su formación y su propio desarrollo. Finalmente, el derrotero de vida de Rosa María Aranda no deja de ser importante, es digno de elogiarse. Pero queda ese dejo de nostalgia de lo podría haber sido una carrera científica de grandes vuelos donde de seguro estaría en los primeros planos de la ciencia mexicana.

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#4 Tiempos

Un Camino Cuesta Arriba | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Estamos a punto de terminar la fase regular de la Liga MX y San Luis se encuentra en una situación complicada con 15 puntos en la tabla, dos por debajo del décimo lugar ocupado por Pumas. La clasificación al Play-In parece un objetivo cada vez más lejano. Sin embargo, en este deporte, nada es imposible hasta que el último silbatazo suene.

Ayer, la derrota 2-1 contra Tijuana no solo fue un golpe para la moral del equipo, sino también un recordatorio de lo complicada que es la competencia en la Liga MX. Para San Luis, cada partido es ahora una final, donde cualquier error puede ser fatal. La presión es alta, pero también es una oportunidad para demostrar el carácter y la determinación de los jugadores.

La clasificación al Play-In ya no solo depende de los resultados de San Luis, sino también de cómo evoluciona la tabla general. Equipos como Chivas, Mazatlán y, por supuesto, Pumas, son clave en esta ecuación. Un tropiezo de cualquiera de estos equipos podría abrir una puerta para San Luis, pero es crucial que ellos también hagan su parte.

Pero los rivales también cuentan, y estos son los juegos donde debemos poner atención:

Mazatlán vs. Chivas (Jornada 15): Este partido es crucial para ambos equipos, ya que están empatados con 16 puntos, solo un punto por debajo de Pumas. El ganador tendrá una mejor posición para pelear por el Play-In.

Chivas vs. Puebla (Jornada 16) y vs. Atlas (Jornada 17): Estos partidos son fundamentales para las aspiraciones de Chivas de alcanzar el Play-In.

Mazatlán vs. Tijuana y vs. América (Jornadas 16 y 17): Estos encuentros serán decisivos para Mazatlán, que busca su segunda clasificación al Play-In en su historia.

Pumas: Actualmente en el décimo lugar con 17 puntos, cualquier tropiezo de Pumas podría beneficiar a San Luis.

En resumen, aunque las posibilidades parecen remotas, San Luis todavía tiene una oportunidad de clasificar al Play-In. Requiere de una combinación perfecta de resultados propios y errores de otros, pero sobre todo, de una mentalidad ganadora y una ejecución impecable en el campo. Recordar que se juega en casa, y que en solo una semana se podría rescatar todo si rescatan la mística del torneo anterior y suman de 3 en el Lastras.

Si logran mantener la calma y la confianza, podrían sorprender a todos y llevar a su afición a por lo menos un partido más en postemporada.

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#4 Tiempos

¿Realmente te gusta Ghibli? ¿o solo usas IA para fingirlo? | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

Así es, amigos, me encuentro hablando una semana tarde del tema de moda que, debido a la velocidad del internet, básicamente ya se olvidó en la población general de las redes. Pero, la verdad, es que no me sentía con los ánimos de escribir esto antes sin caer en terribles insultos hacia el grueso de la población que lo único que lograrían era desnudar mi tremendo miedo por el futuro y la inigmante depresión que utilizo como mi combustible para vivir el día a día.

Pero, pretendamos por un segundo que el tema sigue siendo relevante e imaginemos que sí tuve la capacidad temporal de hablar de ello en su debido tiempo. De todas formas, mi punto no es precisamente el decir “Ghiblificar con IA es malo” (lo cual, a grandes rasgos no lo es… es más bien estúpido. Pero, como dije, la idea no es insultar a las personas, solo sus gustos), sino que, más bien, todo este revuelo parece confirmar algo que llevaba imaginando desde hace varios años:

“A la gente realmente no le gustan las películas de estudio Ghibli, solo las admiran porque les dijeron que tenían que hacerlo.”

Con todo esto asumido, es la semana pasada y yo, saliendo de mi cueva de ermitaño, me pongo a despotricar frente a ti de la siguiente manera:

A ver, ya viste la nueva moda, ¿no? Esa de meterle un prompt a la IA para que convierta tu selfie, tu gato o tu desayuno en “estilo Ghibli”. Porque claro, ahora resulta que todo el mundo ama Ghibli. Ama la estética, ama las nubes gorditas, los ojitos brillantes, el bosque medio místico con bruma de ensueño. ¡Qué conexión tan profunda con la obra de Miyazaki, wow! O sea… evidentemente viste El Viaje de Chihiro cuando tenías diez años y captaste toda la crítica al capitalismo devorador, ¿cierto?

Spoiler: no, no la entendiste.

Y tampoco pasa nada, si no. Solo que no está de más admitirlo. Porque lo de andar “ghiblificando” todo con inteligencia artificial no parece tanto un tributo como una confirmación de que a la mayoría no le gusta Ghibli por lo que es, sino por lo lindo que se ve. Porque es “cute”, es “cozy”, es “aesthetic”. Una especie de fondo de pantalla con vibe de cuento melancólico, pero sin el esfuerzo emocional de tener que involucrarte con nada.

Y esa es, en el fondo, la especialidad de la IA: darte la forma sin el fondo, la cáscara sin el fruto, el disfraz sin el alma. ¿Y quién necesita alma cuando puedes tener likes?

Bueno, lo que se dice likes… Porque, siendo sinceros, la foto de perfil que tienes en Facebook donde se “aprecia” cómo estás con tu novio en una playa habrá conseguido, ¿qué? ¿12 likes?

Influencers en potencia, ¿eh? Aguas con ese perfil, que en nada le ofrecen un contrato editorial y publica un nuevo Libro Del Troll o un ¿Quiubole Con…?.

Es un poco irónico —y sí, poético, pero de esa poesía medio desangelada— que se use justamente una tecnología que recicla imágenes sin entender su contexto para rendirle homenaje a un estudio cuyo valor está, justamente, en el contexto. Porque Ghibli no es solo visualmente bonito. Es introspectivo, es lento, a veces incómodo. Habla de guerra, de pérdida, del progreso que arrasa, de la tristeza que no se explica. Cosas que no entran en un prompt.

Pero ahí va la IA, con sus cielos pastel y sus personajes con cara de haber visto algo que les cambió la vida (aunque en realidad solo están viendo tu plato de ramen desde otro ángulo), y ya está: “Ghibli style”. Como si eso fuera todo. Como si la magia estuviera en los trazos y no en lo que esos trazos estaban tratando de decir.

Y sí, claro que hay quien se ofende cuando uno dice estas cosas. “Es una reinterpretación artística”, “es una forma de expresión personal”, dicen. Y sí, todo puede serlo. Pero hay una diferencia entre reinterpretar algo y ponerlo en la licuadora del algoritmo para que salga bonito. No es lo mismo hacer una ilustración tuya en estilo Ghibli porque te inspira, que pedirle a una IA que lo mezcle todo por ti mientras tú solo aprietas “generar”. No es homenaje si no hay entendimiento. Es disfraz. Es maquillar algo con lo que no estás dispuesto a lidiar.

Lo más curioso es que esto ni siquiera es nuevo. El culto a Ghibli como marca viene de años atrás. Mucha gente dice que adora el estudio, pero rara vez pasa de Chihiro, Totoro o El Castillo Vagabundo

. Películas hermosas, sí, pero también las más “exportables”. Las que Disney se encargó de distribuir a principios de los 2000’s. Y ahí está la trampa: para muchos, Ghibli no fue una puerta al cine japonés ni a la animación como forma artística. Fue solo otro “sello de calidad” puesto por Mickey Mouse en el que cayeron sin cuestionarse nada.

Porque vamos, ¿de verdad creen que el público occidental estaba listo en 2002 para Mis Vecinos Los Yamada? ¿O para LA PELÍCULA DONDE UN MONTÓN DE MAPACHES (si, ya sé que son Tanukis) SE ENVUELVEN EN SUS TESTÍCULOS PARA TRANSFORMARSE EN SERES HUMANOS Y DEFENDER EL BOSQUE? Obvio no. Pero pusieron a Chihiro en los Óscares, le dieron el sello Disney, y todos dijimos “ah, ok, esto es arte”. Y ahora, veinte años después, la tendencia es: “yo y mi ex en estilo Ghibli, jeje”. Qué nivel de evolución.

Y lo más gracioso —o deprimente, depende del día— es que la IA te delata. Porque no puede entender lo que hace especial a Ghibli. Solo puede copiar lo que ve. Los colores, las formas suaves, la atmósfera como de sueño triste. Pero sin historia, sin alma, sin intención. Un cascarón precioso y vacío. Justo como ese post que compartes con la cara de tu perro en un paisaje brumoso diciendo “es mi espíritu protector”.

No estás conectando con nada. Estás usando una estética que ni te pertenece ni te tomaste el tiempo de entender. Es como tatuarse kanjis al azar. Como decir que te encanta Van Gogh porque te compraste una funda de celular con La noche estrellada. Lo que te gusta no es el arte. Es parecer que te gusta el arte.

Y claro, ver una imagen linda es fácil. Da serotonina. Pero sentarte a ver La Tumba De Las Luciérnagas sabiendo que vas a terminar hecho trizas, eso ya no. Eso es trabajo emocional. Eso incomoda. Eso no entra bien en el feed.

Y eso, al final, es lo que Ghibli hace de verdad: incomoda. Te enfrenta a la muerte, al paso del tiempo, a la nostalgia por cosas que ni viviste. Te deja sintiéndote pequeño, impotente, a veces incluso un poco tonto. Pero te lo dice con una ternura que duele. Y nada de eso se puede convertir en sticker. Nada de eso se puede resumir en una imagen generada por IA con cielo lila y una bicicleta vieja en primer plano.

Así que no, usar IA para hacer tu versión “en anime” no es un homenaje a Ghibli. Es más bien una forma de empacar algo enorme y sensible en una cajita linda que puedas postear. Convertir una obra profundamente humana en un muñequito con ojos grandes y cero conflicto. No es arte. Es accesorio.

Y no es que esté mal disfrutar de lo superficial. Lo hacemos todo el tiempo. Pero reducir algo con tanto fondo a solo su forma, y encima decir que es “por amor a Ghibli”, eso ya es otro nivel. Es como decir que amas la literatura porque tienes una tote bag con una cita de Murakami. Es, literalmente, no haber entendido nada.

Así que la próxima vez que veas una imagen de esas y te den ganas de comentar “wow, me encanta el estilo Ghibli”, respira. Y pregúntate si lo dices porque te conmovió o porque se ve bonito en tu perfil. Y si es lo segundo, no pasa nada. Solo di “me gusta porque es bonito y me hace ver interesante”. Eso, al menos, es honesto.

Porque Ghibli no se trata de cómo se ve. Se trata de todo lo que te exige cuando decides mirarlo en serio. Y si eso no te mueve, entonces no te gusta Ghibli.

Te gusta el disfraz.

Te gusta seguir modas.

Te gusta no tener que pensar.

 

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