julio 1, 2025

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#4 Tiempos

Grandes escritores (y deudores) | Columna de Carlos López Medrano

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MEJOR DORMIR

 

Es posible detectar a aquellos escritores que están agobiados por las deudas en contraposición de los que tienen una existencia acomodada. Los primeros tienen un particular pulso creativo detrás. Una desesperación, una prisa ante el teclado que los lleva al descuido y a los lanzamientos impropios de su talento; aunque también, de cuando en cuando, a soltar chispazos de genio que no habrían llegado en condiciones de tranquilidad. «Cuanto menos dinero tengo tanto más ingenioso me vuelvo», dijo alguna vez Henry Miller, un especialista en apuros financieros. Su ingenio en 1943 debía ser bastante elevado: en aquel año ganó mil 400 dólares gracias a la literatura, mientras que sus deudas ascendían a 24 mil.

En una carta de 1934, en esos tiempos en los que daba tumbos por la vida (como los daría siempre), John Fante se congratulaba de haber recibido cuatro dólares (el equivalente unos cien de los actuales). Tras días de aflicción y derrota, al fin le llegaba un respiro. Tener los bolsillos vacíos minaba su confianza en sí mismo, como le confesó a su madre. Los billetes los habían alumbrado y borrado de golpe su tristeza. Aun así, había ocasiones que las penuria económica levantaba en él un peculiar regodeo. Veía en las dificultades un pago de peaje para entrar en la historia. Y claro, algo que contar en sus libros.

Dormir en una cuarto deslavado y comer mal era parte de la aventura. Como católico, quizá Fante sentía que debía cargar una cruz. Venía de la estirpe de Knut Hamsun, un artista del hambre, línea que continuaría Charles Bukowski que no gustaba de deudas, y que por lo mismo acababa en la austeridad más atronadora. Ante la falta de dinero y el afán de no deberle nada nadie, hubo días en los que su único alimento era un dulce macizo de mantequilla. Lo poco que tenía prefería gastarlo en alcohol.

Cómo reprocharles a escritores tan pasionales. Cómo pedirles sensatez o mesura. La gente que se administra bien es un poco reptil. Tienen sangre fría en las venas. Hay un tipo de artista que camina sobre la cuerda de la precariedad, pero incluso ahí, en vez de tomar precauciones, se avienta una maroma mientras pide botella de champagne. En plena refriega confía en que la fortuna favorecerá a los que, como él, tiran el corazón por delante sin medir consecuencias. Así les va…

Hay que aplaudir la honestidad. En un texto de Un hombre acabado (1913), Giovanni Papini se reconocía como deudor. Todos los hombres lo son de algún modo, consideraba, aunque no se refería específicamente a deudas monetarias, sino morales, intelectuales, de sentimientos. La distinción era, a su juicio, que muy pocos admitían sus deudas y que la mayoría se negaban a pagarlas. El cinismo reinaba en ellos. Había otros, los menos, que como él sufrían por lo que debían. Asumían el calvario y andaban con la angustia permanente. Eso le llevaría, como diría en otro texto del mismo libro, a realizar todos los oficios «antes de morir de hambre y de frío como un gato extraviado».

Robert Artl retrató a los deudores cínicos. O, si se quiere, a los que no saben cómo escapar de su condición y por tanto se tiran a ella, radicalizándola hasta la implosión. Así quedaba patente en un diálogo en el que el Rufián Melancólico, en tono provocativo, se lo echaba en cara al atribulado Erdosain, otro desesperado por el dinero, imputándole ser de la clase de gente que acumula deudas sobre deudas para olvidar la deuda primigenia.

Ese tipo de lecturas me recuerdan a los días de juventud que pasé en Monterrey. En el año que pasé allí me forjé un auténtico ent endimiento del dinero, gracias a un cuaderno maldito resguardado en la pequeña tienda escolar. Era un registro implacable, llevado por el dueño del establecimiento, de las deudas acumuladas por los infantes de primaria, cuyas almas se habían entregado sin remedio a los deleites del vicio: las frituras y el néctar efervescente de la coca cola.  Aquel que tenga la fortuna de cruzar la frontera de Nuevo León, sobre todo en compañía, llegará a empaparse de la relación especial que los habitantes de esa región tienen con el sentido del deber y la responsabilidad

y, así, inhalarán la atmósfera del compromiso, de la necesidad de tomar partido, de posicionarse decididamente, ya sea en un extremo u otro del espectro, sin vacilaciones ni medias tintas. Y en ese proceso, uno aprende a valorar los sentimientos de todas las partes involucradas, otorgándoles el peso y la importancia que merecen en este intrincado estadio de vanidades.

Quien más sabía sobre deudas era F. Scott Fitzgerald. Quizá el epítome en la materia. Acostumbrado a la fatuidad, vivía por encima de sus posibilidades para acariciar los planos que creía eran suyos, aquellos que correspondían a su talento, a sus sueños, a las mujeres de las que se rodeaba. Su carrera literaria comenzó con la confianza de quien sabe que pronto llegará ese campanazo que permitirá saldar los pendientes financieros, y no solo eso, que traerá holgura para la eternidad. Tal momento nunca llegó. Su gran apuesta, El Gran Gatsby (1925) tuvo una tibia recepción a nivel comercial. El título que pensaba le redituaría en manantiales de dinero, fue apenas un breve paliativo para encarar lo inmediato. Casi todo se le fue al instante por los rezagos que acumulaba. 

Fitzgerald ya nunca se recuperó, el traspié afectó su confianza en el porvenir y de a poco adquirió una perspectiva más sombría. Creyó que la estabilidad económica le llegaría en Hollywood, donde jamás deslumbró y en donde tampoco tuvo prosperidad. La salud se le trastocaba, mientras tanto, y falleció en medio de un estrés financiero que, haciendo cuentas, se había extendido por los últimos veinte años de su vida. Por algo la luz verde de Gatsby, ese sueño inalcanzable, tenía el color del dinero.

Las monedas importan, cómo negarlo. Es fácil hablar de espiritualismo con frutas en la nevera. Cuando te cortan la luz y los cobradores acosan al teléfono, se comprende la importancia de la bonanza material. Y se entiende por qué muchos escritores no serían lo que son sin las deudas. De cuántos libros y de cuántos poemas nos habríamos perdido sin ellas. Benditas sean, pero roguemos porque sean temporales para nuestros héroes (y para nosotros mismos). Dorothy Parker sellaba el debate en respuesta a una pregunta. ¿Cuál es la inspiración de textos?, le cuestionó alguien. «Need of money, dear». Olvídate de las motivaciones artísticas, estamos aquí por el dinero, diría Frank Zappa. Y Dorothy, otro talento con constantes agobios financieros que hizo malabares constantes para ser quien fue.

 

Contacto:
Correo electrónico: yomiss@gmail.com

Twitter: @Bigmaud

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#4 Tiempos

Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

De la mano de Oscar Vargas y David Espejo, los alumnos del maestro Julián Carrillo, y principalmente bajo el cobijo de la hija del maestro, Dolores Carrillo, Jorge Echevarría Chávez aprendió el sistema musical del Sonido 13 y tomó el destino de tocar música en el sistema de Sonido 13 de Julián Carrillo, convirtiéndose en uno de los principales difusores de la obra microtonal de Julián Carrillo. Desde 1979 ha sido promotor de la obra del compositor potosino dando conferencias y conciertos en diversos foros y universidades. También ha ejercido la docencia y ha sido catedrático en diversas escuelas, centros culturales y universidades del país. Ha sido director de varias agrupaciones musicales juveniles.

Como parte de su formación en el nuevo sistema musical de Carrillo se involucró en la construcción de instrumentos en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono, participando en la construcción de arpas micro interválicas que desarrollaron los alumnos de Carrillo Oscar Vargas, David Espejo y Ramón Guerrero Aspero y construiría posteriormente su flauta para cuartos de tono con la cual basa sus interpretaciones de Sonido 13 con el grupo de formara con el nombre ITZA CAYUM que es un grupo que ha sido trazado por la música, recordando el conocimiento de notas y frases. La inspiración surge de instrumentos ancestrales para crear nuevas formas de expresión musical… expandiendo el espectro sonoro, empoderando en cada nota y pieza. Esta profunda fuente de tradición e innovación encuentra una voz moderna en Jorge Echavarría, miembro clave del reconocido grupo Paraphernalia. (PoF)

Jorge Echevarría Chávez realizó sus estudios musicales en la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México como instrumentista en flauta transversal; también en la escuela de música José F. Vázquez; el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México, y estudió armonía contemporánea en el Sindicato de Música de la Ciudad de México.

En los últimos años han sido frecuentes sus visitas a San Luis Potosí para impartir cursos y conferencias, así como hacer composiciones con sus talleristas de música original en el sistema de Sonido 13. En particular participó en nuestro programa de conmemoración del 140 aniversario del nacimiento de Carrillo en 2015, registrando su participación en la serie documental 13 Conceptos del Sonido 13 que puede consultarse en youtube, así como su participación el programa de conferencias públicas La Ciencia en el Bar en particular con el tema la revolución musical del Sonido 13,

Sobre este tema estará en el mes de septiembre en San Luis Potosí impartiendo el taller, La revolución Musical del Sonido 13, el cual tiene el objetivo de desarrollar los conocimientos necesarios para componer e interpretar música en microintervalos, a través del uso del sistema general de escritura musical de Julián Carrillo. Este taller está dirigido a músicos de cualquier diversidad instrumental, con conocimientos básicos de solfeo y teoría musical general.

Este taller es una buena oportunidad para acercarse al sistema de Sonido 13 y experimentar ese universo musical fantástico que desarrolló el maestro potosino Julián Carrillo creando un nuevo universo sonoro que permite crear nuevas sensaciones estéticas.

Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Julián Carrillo y el 130 aniversario del experimento fundacional del Sonido 13. Que mejor manera de festejarlos participando en el taller de Jorge Echevarría sobre la revolución musical del Sonido 13.

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Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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Cuenta Simone de Beauvoir (1908-1986) al comienzo de su ensayo Pirrus et Cineas que una vez Pirro, el general, hacía en voz alta proyectos de conquista:

“-Primero someteremos Grecia –decía.

“-¿Y luego? –le preguntó Cineas, el filósofo, que estaba por allí cerca y lo escuchaba con atención.

“-Luego conquistaremos África.

“-¿Y después de África?

“-Después de África pasaremos a Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia.

“-¿Y después? –volvió a preguntar el filósofo.

“-Después iremos a la India.

“-¿Y después de la India?

“-¡Ah! –exclamó Pirro-. Descansaré.

“-¿Y por qué no descansas de una vez?

“Cineas –comenta la novelista filósofa- parece sabio. ¿Por qué partir si es para volver? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y, sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. ‘No diré A’, dice el escolar con empecinamiento. ‘¿Por qué?’. ‘Porque después de eso habrá que decir B’. Sabe que, si comienza, no terminará: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto, una nueva tarea que lo arrojará hacia una nueva tarea, sin descanso. Si no se termina nunca, ¿para qué comenzar?… Pero en tanto que permanezca vivo –dice Pirro- es en vano que Cineas me hostigue, diciéndome: ‘¿Y después? ¿Para qué?’. A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan hacia adelante”.

Quién tiene la razón: ¿Pirro o Cineas? Quizá los dos: Cineas advirtiéndole que el punto de partida no está nunca lejos del punto de llegada y que no es preciso conquistar el mundo para tomarse un descanso. Pero, ¿cómo descansar sin haber antes conquistado el mundo, es decir, sin haberse  cansado? Pirro, pues, tampoco se equivocaba: no es lo mismo descansar antes que descansar después. Antes, el descanso es pereza; después, es recompensa.

“¿Conoces la historia del napolitano? –pregunta ahora Christiane Rochefort (1917-1998) por boca de uno de los personajes de Les Stances à Sophie-. El milanés lo ve tirado al sol y le dice:

“-¿Por qué no trabajas? Así tendrías dinero.

“-¿Y luego? –pregunta el napolitano.

“-Te comprarías una casa.

“-¿Y luego?

“-Llevarías e ella a una mujer, ascenderías en la escala social, te enriquecerías.

“-¿Y luego?

“-Y luego –dice el milanés- podrías pasar las vacaciones al sol.

“Y el napolitano responde:

“-¡Pero si ya estoy al sol!”.

En este caso nos parece mucho más sabio el napolitano que el milanés, pues éste sólo piensa en el dinero, en una casa con alberca y amplios jardines: en una comodidad, en fin, que aquél ya goza sin tener que molestarse. ¿Tanto trabajo, tanto desvelo para luego tirarse sol? Bien, él ya está al sol, y no desea sino una sola cosa: que lo dejen en paz.

Si trabajamos únicamente para “ganar”, el napolitano tiene razón. Pero los hombres no sólo trabajamos para “ganar”, sino, ante todo, para ganarnos a nosotros mismos: para que el mundo gane algo y sea un poco más rico con los frutos de nuestra acción. Eso fue lo que se le olvidó decir al milanés: y, por lo tanto, perdió justamente la partida.

Para terminar, he aquí otra historia del mismo tenor. La cuenta Giovanni Papini (1881-1956) en un capítulo de su libro Palabras y sangre. Iba un hombre caminado por la orilla de un río –imagino que sería el mismo Papini- cuando vio a un joven que se disponía a echar las redes:

-¿Por qué haces eso? –preguntó el paseante.

“-Para coger peces –respondió el pescador.

“-¿Y para qué quieres coger peces?

“-Para venderlos.

“-¿Y qué haces con el dinero que obtienes?

“-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

“-¿Y para qué compras todas esas cosas?

“-Para vivir.

“-¿Y para qué quieres vivir?”.

He aquí una pregunta realmente filosófica: “¿Para qué quieres vivir?”. Una vez que hemos respondido a esta pregunta y sabemos la respuesta, nuestro obrar tendrá sentido, pero únicamente hasta entonces y nunca antes.

El pescador se quedó callado. Y como no supo qué responder, se limitó a decir: “Para pescar”. Ignoraba para qué hacía, en el fondo, lo que hacía. Su vida era un círculo vicioso, un malentendido. 

“¿Para qué quieres vivir?”. Es preciso responder. Y sólo hasta que lo hagamos también nuestro descanso formará parte del plan, y tendremos paz. Nuestro corazón no nos acusará de haber gozado de una tarde libre, ni nos reprochará por habernos tomando unas breves vacaciones. Seremos, entonces, los hombres más sabios. Y también los más tranquilos. 

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La cuna de la comunicación inalámbrica es San Luis Potosí | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En este mes de junio se cumplen ciento treinta y nueve años del desarrollo de la comunicación inalámbrica. Desarrollo que es netamente potosino aunque la historia oficial se lo asigne a Marconi que lo diera a conocer diez años después en 1896. El 11 de junio de 1886 Francisco Estrada recibía el privilegio (patente) para comunicar trenes en movimiento con la estación de trenes, asunto que implicaba la comunicación inalámbrica.

No queremos dejar el aniversario en el vacío y de nuevo retomamos este tema que hemos estado dando a conocer a través del estudio de la vida y obra de Francisco Javier Estrada Murguía, el físico mexicano más importante del siglo XIX y que naciera en San Luis Potosí en febrero de 1838.

Las aportaciones de Estrada son abundantes e importantes y muchas de ellas como primicia mundial sea en el ámbito de la electricidad o del magnetismo. Entre ellas la más trascendente es el desarrollo de la comunicación inalámbrica.

La historia de este acontecimiento científico es recogido en mi libro “La Cuna de la Comunicación Inalámbrica” que editara el fondo editorial Rafael Montejano y Aguiñaga en 2021 y que sale a luz después de vencer un sinfín de problemas administrativos como edición financiada por al autor en 2024.

Puede considerarse la obra más completa sobre Estrada en este tema de la comunicación inalámbrica y puede conseguirse con el propio autor en el correo [email protected]

Luis Guillermo Martínez que participó en la presentación del libro, escribe en la Jornada Semanal sobre el libro lo siguiente:

Sobre la formación de la industria en el proyecto de la modernidad, el problema se debe, precisa el autor, a la dependencia industrial con la que se constituyó nuestro país en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX. De ahí también se explicaría por qué no se le concedió mayor importancia a los descubrimientos y adelantos de Estrada. Bajo el argumento que asegura una relación estrecha entre los avances del conocimiento tecnológico y la vida social, el autor afirma: “Esta relación puede observarse en las repercusiones económicas, de la vida social, la estructura de la familia y las actividades diarias que se desenvuelven en toda la sociedad.” Con esto se acerca en mucho a lo que planteó Marx al hablar de la “Maquinaria y la gran industria” cuando afirma que “la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia, y con esto, asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones intelectuales que surgen de ellas.” ¿De qué manera se relaciona directamente el conocimiento científico y tecnológico con nuestra forma de vida actual? Por medio de la mercancía, la cual se produce gracias a dicha tecnología y se nos presenta como un hecho cotidiano al que nos enfrentamos de forma normalizada. Así, podemos comprender la forma mercantil desde otras perspectivas, ya no sólo como objetos útiles para nuestra vida cotidiana, sino como dinamizadores de nuestra socialidad, y esto es posible gracias a la tecnología que las sostiene o constituye.

Con sus experimentos sobre la reproducción técnica del sonido, Estrada fue puntal para el desarrollo y cambio radical de pensar estos problemas, que en la historia occidental empezaron con una tensión entre la reproducción y lo auténtico. En la actualidad, se dirime sobre la importancia de la forma de percibir el sonido reproducido técnicamente. La sensación fantasmagórica de escuchar a los que no están presentes, ya sea porque se encuentran lo suficientemente lejos para no oírlos de forma natural o porque ya no se encuentran vivos. También el fenómeno de traer al presente sonidos que fueron parte de otra época y, más aún, realizar un encabalgamiento con los sonidos actuales, algo similar a lo que en cine se conoce como montaje y que ahora en música se le llama sampleo, son elementales para los estudios de la filosofía y sus relaciones con la música. Más que Edison, Tesla y Marconi, estos problemas actuales los empieza a trazar Estrada, formando así, nos dice el autor de la obra, un trébol de cuatro hojas.

Agradecemos a Luis Guillermo Martínez sus comentarios y los invitamos a que se acerquen a la obra de este potosino distinguido que colocó al estado y al país en la palestra mundial a pesar del olvido sobre sus importantes contribuciones a la física que ahora marcan nuestras sociedades modernas.

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