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#Entrevista | Carballo: el primer dj potosino que toca en el Bar Américas
Conversamos con el músico sobre su presentación en el icónico sitio de música electrónica, la escena en San Luis y sus proyectos
Por: Ana G Silva
El Bar Américas de Guadalajara es uno de los sitio más icónicos para la música electrónica en el país, pues siempre ha sido una plataforma de grandes exponentes a nivel internacional; en él nunca había tocado un artista potosino, hasta el pasado 22 de abril, cuando el dj Francisco Carballo Gonzáles, mejor conocido como Carballo, lo hizo.
Carballo narró que antes hubo un potosino que pudo presentarse en uno de los escenarios alternos del Bar Américas luego de haber ganado un concurso; contrario a su presentación que fue en un escenario principal. Agregó que considera que la razón por la que más potosinos no han podido tocar en este sitio es porque la mayoría toman su carrera como un hobby y no lo hacen de manera profesional; no obstante, reconoció que las personas jóvenes cada vez se lo toman más en serio y trabajan en tener una buena imagen, tocar fuera de la ciudad, buscar ser parte de sellos discográficos y tienen mixes en SoundCloud: “Creo que eso es muy importante que trabajen en varios aspectos, no nada más el talento, sino toda esta parte de venderse”.
Al cuestionarlo sobre cómo fue su presentación, Carballo subrayó que cumplió uno de sus sueños, pues Bar Américas es uno de los escenarios más respetados, donde tuvo un buen recibimiento, logró conectar con el público y tocó alrededor de tres horas; agregó que solo tuvo una semana para prepararse, pues apenas el pasado 17 de abril le hicieron la invitación:
“Tocamos hace dos semanas en Disco Radar de Aguascalientes, que pertenece al grupo Bar Américas, el lunes le mandé un mensaje al dueño, le agradecí la invitación y de repente me responde: ‘¿Quieres tocar este sábado en Bar Américas?’. Llevo siete años en esto y me sentía preparado para estar ahí, toda la semana trabajé en mi set; he estudiado Bar Américas y sé que las sesiones son largas, de tres horas o hasta ocho; estuve escuchando el sonido actual, lo que está en tendencia en Guadalajara. La neta estaba súper emocionado, para mí era como una meta realizada y tenía nervios, sentía como si fuera la primera vez que me presentaba”.
El dj comentó que su presentación en el Bar Américas ha sido una de las mejores experiencias de su vida, pues como profesional siempre ha buscado tocar en los grandes escenarios, y este tiene la esencia de un club underground donde lo importante es la música y el público, donde se presentan los mejores del mundo cada fin de semana.
“Que la gente te respalde, que bailen, que griten y que al final te estén preguntando. ‘Oye, ¿cómo te llamas? ¿De dónde eres?’, está súper padre, porque el público del Américas conoce y es exigente, eso quiere decir que estamos preparados para cualquier cosa”.
El artista detalló que lo que llamó la atención de los promotores de este recinto fue su propuesta, el sonido fresco y su profesionalismo. Agregó que esto lo pudo conseguir gracias a un campamento al que asistió del sello Vatos Locos, uno de los más importantes de la música electrónica en el país, en la que aprendió muchas cosas sobre el género de la mano de los mejores dj’s como mejorar sus actitudes y su imagen artística.
Carballo señaló que durante siete años de carrera en San Luis Potosí trabajó con la mayoría de las promotoras o productoras de música electrónica, donde notó que no existe la seriedad necesaria, pues cae en dos extremos: muy underground, es decir cayendo en la clandestinidad, o demasiado elitista; es por esa razón que desarrolló una fiesta y creó la marca Wild Sundays, donde desarrolló una propuesta diferente, con su propio público, pues trajeron a artistas mexicanos importantes y comenzaron a tocar en otras ciudades:
“Logramos una muy buena relación con los artistas y al final de cuentas en la industria se va corriendo la voz. Después fui a otro campamento, y ahí estaba el dueño de Bar Américas, me lo presentó gente importante y me veía con otros ojos, no como alumno, sino como el promotor que hace las fiestas en San Luis”. El artista agregó que con el tiempo su marca Wild Sundays se convirtió en un proyecto más sólido que comenzó a crecer y generó que la mirada del público volteara a verla.
El artista explicó que el trabajo del dj es saber qué poner en el momento exacto, pues en la música electrónica hay diversas ramas, desde solo entre el house y el techno hay hay decenas de subgéneros:
“Si hay poca gente no me voy a empezar a poner música muy fuerte o muy rápida, el mood de la fiesta todavía no está en el clímax, tampoco es la misma gente, no siempre es el mismo lugar, puede ser una fiesta de día, de noche o de madrugada; siempre estoy pensando que me gustaría escuchar a mí, si yo estuviera en el público, a raíz de eso hago algo diverso, si te vas a solamente en un género, yo siento que es aburrido, además la música electrónica y la música en general, cambia cada ocho meses, entonces tienes que estarte actualizando”.
Carballo consideró que el movimiento de la música electrónica en San Luis Potosí está en crecimiento, pues a partir de la pandemia empezaron a surgir más proyecto; aunque apuntó que aún falta en cultura de esta música:
“La música electrónica inculca mucho el respeto, desde sus inicios, cuando era música de negros o música de gays que no estaba bien visto, surgió como un movimiento de resistencia y libertad. Este movimiento se expande en San Luis, antes no se veían y era dificilísimo encontrar a este tipo de artistas aquí y nosotros tratamos de traer al mejor talento mexicano”.
El dj comentó que luego de su presentación en Bar Américas, tiene varios proyectos. En el caso de Wild Sundays, que surgió hace dos años, buscará renovarse en sus fiestas y expandirse en San Luis Potosí:
“Tratarnos de meternos en espacios culturales, para que el público conozca más que solo antros y lugares nocturnos, porque nuestra luchas siempre ha sido quitar los estereotipos que la música electrónica tenía en San Luis que era de droga y clandestinidad, la música electrónica representa más que excesos. Me gustaría hacer cosas diferentes, no sé, un día en el Tangamanga para que los niños puedan escuchar, porque la música electrónica no necesariamente tiene un mensaje ya escrito, a diferencia del regetón y la música de banda, es mucho más libre y no te inculca un mensaje específico”.
Carballo agregó que su próximo objetivo es tocar en un festival importante en México, demostrar que si se persevera se alcanza, además de que ahora produce música nueva en la que intenta darle un sonido distinto con el apoyo de tecnologías:
“Siento que ya no es necesario estar firmado en una disquera para sacar música o para que te conozcan, ahí está el caso de Bad Bunny que empezó de forma independiente”.
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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.
Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.
En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)
La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.
Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.
Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:
“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”
(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).
Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.
Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.
Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…
Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.
Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.
No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.
Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.
Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.
Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.
Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.
Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.
Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.
Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.
Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.
Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.
Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.
Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.
A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.
Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.
Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.
El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:
—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.
Flor del Campo. Claro.
No era un nombre. Era una respuesta.
Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.
Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.
Jorge Saldaña.
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#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano
Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado
Por: Ana G Silva
A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.
Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.
Inician.
Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.
La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.
A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.
Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.
Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.
En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.
Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.
En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.
En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:
Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.
Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.
Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.
Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.
Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.
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Reforma educativa abre paso para que 30 docentes regresen a aula en SLP
La medida deriva de una reciente reforma legislativa que busca proteger a quienes enfrentan acusaciones sin fundamento
Por: Redacción
La Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) estima la reincorporación de 30 docentes que habían sido separados temporalmente de sus funciones tras enfrentar diversas denuncias. Según varios medios de comunicación, esta medida deriva de la reciente aprobación de una reforma legislativa diseñada para salvaguardar al personal docente.
El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que el objetivo de esta nueva legislación es defender a las y los catedráticos que son señalados sin fundamento por parte de padres de familia o tutores. Si bien los 30 docentes aún no han sido exonerados de manera definitiva, su reincorporación es un paso que se prevé gracias al nuevo marco legal.
El funcionario estatal detalló que cuando existe una acusación contra un maestro, ya sea ante la SEGE o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se procede a su separación parcial de la impartición de clases. Torres Cedillo reconoció que este proceso administrativo provoca una carencia de maestros frente a grupo, lo que a su vez genera afectaciones directas a los escolares, quienes pierden continuidad en sus clases.
La reforma legislativa, de acuerdo con las declaraciones del titular de la SEGE, busca mitigar estas afectaciones al proporcionar un mecanismo legal que defiende a los docentes de acusaciones infundadas, permitiendo que la mayoría regrese a sus aulas para continuar con su labor educativa.
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