noviembre 10, 2025

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#4 Tiempos

El “Chat Attack y María Luisa Albores” | Apuntes de Jorge Saldaña

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Apuntes

Amigos del “yo no olvido el año viejo” e hijos de “mi viejo caballo de palo”, se acabó el recalentado. Que conste que no es por trasnochado, pero en la práctica es hoy miércoles 5 de enero el día que palpable, real y crudo, arranca en la arena política y social el año para los potosinos.

Este 2022 abre a batir de tambores: esto es guerra y no hablo siquiera de la que apenas deja ver sus armas elevando los contagios vertiginosamente y que ha alertado a los sistemas de salud del gobierno del estado.

Estoy hablando de una guerra en la que se enfrentan dos fuerzas, una aparentemente imparable y otra, aparentemente inamovible (No hay universo donde existan ambas, por eso la acotación de “aparentes”).

Los llamados por las trompetas al combate son ni más ni menos que el poder federal, (léase el presidente, la 4T, AMLO) que se presentan a batalla en contra de las sólidas fuerzas de los poderes fácticos incrustados como roca volcánica del Mesozoico de los grandes capitales en San Luis Potosí. El botín es añejo, pero día con día más valioso: Nada más 111 mil hectáreas de la Sierra de San Miguelito.

María Luisa Albores González es la general que ha enviado el comandante en jefe, Andrés Manuel, para librar esta batalla. En el otro bando figura al frente con espada en alto y caballo blanco, Carlos López Medina, que representa a casi un centenar de “capitanes del capital”. Los primeros quieren Área Natural Protegida, todo o nada. Los segundos quieren convertir en oro 2 mil hectáreas y están dispuestos a lo que sea por ese cofre. Esto es el “Chat Attack”

Apenas el 13 de diciembre pasado, redes sociales, activistas, ambientalistas y voceros celebraban por todo lo alto la declaración completa de la Sierra protegida. El triunfo embriagó a los defensores de las causas: “la cuatro te” había cumplido, el “La sierra no se toca” se hizo realidad, “la Sierra no se vende, se cuida y se protege”, había triunfado sobre el mal…

Espero no ser yo quien rompa esa breve pompa de alivio y aliento, pero es mi deber informar que duró más el gozo de la protección serrana, que una olla de ponche caliente en una vecindad populosa.

El último día del año se tomó el acuerdo y fue publicado en estrados el lunes 3 de enero:

El núcleo agrario denominado Comunidad de San Juan de Guadalupe y Anexos, Tierra Blanca y San Miguelito y anexos promovió, a través del presidente de comisariado y autoridades comunales, un amparo que echa por tierra la declaratoria federal.

Así es, Culto Público. Dos juristas por separado me lo han confirmado y aunque hay lugar a la interpretación, lo que es un hecho es que los dueños de la Sierra, los poco más de 300 comuneros, los herederos de un terreno donde cabría la mitad de otra ciudad, que ha sido de ellos y sus familias prácticamente desde la Independencia, han dicho NO a la declaratoria de la misma como Área Natural Protegida.

No tengo, por supuesto, el testimonio de los más de 300, pero sus autoridades, sus representantes, y en un cálculo mesurado más del 80 por ciento de ellos, están a favor del proyecto inmobiliario y a que el cofre de las 2 mil y pico de hectáreas sean convertidas en oro a favor del bando de los “Capitanes del Capital”.

No hay duda, y si gusta usted comprobarlo es fácil buscar el expediente 1364/2021-VIII del juzgado cuarto de distrito.

Son los dueños de la tierra social y no los voceros o activistas los que buscan detener la declaratoria de ANP en la Sierra de San Miguelito.

La razón es mundana y simple, se llama: dinero.

El bando de los del capital, los que se lanzan en el “Chat Attack” han puesto sobre la mesa más de 80 millones de pesos, 22 de ellos ya en manos de comuneros y representantes de los mismos.

El bando del gobierno federal les da solo la satisfacción de defender su tierra y les ofrece un programa de siembra de piñón que le dará a cada comunero algo así como 3 mil pesos al año (Sí leyó bien, 3 mil pesos al año para cada comunero).

Hoy será un día vital para el desarrollo de la batalla. Queda claro que el gobierno federal está a favor de defender la Sierra, pero ¿no es también el mismo gobierno que vela por los intereses de los más pobres?

Legalmente, el amparo dicta que “se guarde el estado de las cosas”, es decir, antes de la declaratoria, por lo que la asamblea puede decir “sí” al negocio del centenar de corsarios inmobiliarios y decidir si sembrar piñones o recibir algo así como 60 mil pesos mensuales durante los próximos 20 años, pero ¿urbanizar la Sierra es el futuro que deseamos todos los demás que ni dueños ni socios ni comuneros?

Entre la esgrima se encuentra la postura del Gobierno del Estado. ¿Jugará de lado de la gente? ¿De cuál gente? ¿De los dueños de la Sierra (los auténticos) aun cuando quieran asociarse al batallón inmobiliario? ¿Se jugará del lado del gobierno federal y la declaratoria? Digo, no parece ni tiempo ni circunstancia para que Ricardo Gallardo contradiga a AMLO, pero tampoco su gobierno puede permitir violar un amparo…

Las trompetas llaman a la batalla y los tambores se baten. Ambos bandos tienen caballería, infantería y ataque aéreo (mucho ataque aéreo).

Hoy una de la tarde la general Albores desde Palacio de Gobierno, se espera, dará a conocer la primer jugada de su estrategia y muchas preguntas deberán ser contestadas.

Buen acertijo para el gobernador Ricardo Gallardo que, hay que decir, venció en sus primeros 100 días de mandato todas y cada una de las apuestas que tenía en contra, y supo cumplir cada uno de sus compromisos. Al día 102, el que tiene enfrente es un reto político con repercusiones e impacto en muchos niveles, ya veremos su hilar fino.

Por el momento el que esto escribe se repliega (pero no atrinchera) para llevar a usted esta que, todo parece indicar, será una crónica de guerra.

Atentamente… hoy solo Jorge Saldaña.

BEMOLES

GRAN FONDO

De forma y fondo no es poca cosa que el ciclista Nairo Quintana eligiera a San Luis Potosí para llevar a cabo en octubre su evento “Gran Fondo”. Para los que no sabíamos, el colombiano es uno de los mejores del mundo, lleva en el pecho el triunfo de vueltas ciclistas de talla global y estuvo a poco de ser coronado en el Tour de Francia. El evento, prácticamente significa poner en los ojos del planeta a nuestra capital potosina y será algo nunca visto. Gracias al colombiano por elegirnos y a las buenas artes de la autoridad municipal por hacerlo posible. ¿Quién se anota como voluntario? #FondoEnSLP

ANUNCIO CLASIFICADO

En breve circularán físicamente, en tinta y papel, misivas con información clasificada. Una alternativa única y de alivio que ofrecerá La Orquesta a la impersonal y efímera velocidad digital. Si usted es uno de los elegidos en recibirla, no la divulgue y mucho menos la comparta. Son las cartas de navegación que de a poco le serán reveladas. #CartasDeJorgeSaldaña

PREGUNTA

Cada vez circula con mayor velocidad una leyenda urbana en tierras potosinas. ¿Alguien ha escuchado sobre la “Mujer Tigre”? Es una historia descabellada que reúne peculiares y cuasi heroicos actos de una mujer de honor, valiente, ágil, osada, de mirada penetrante y alma devastada. Acecha a los traidores, a las y los infieles, dicen que toma venganza de las almas heridas o traicionadas… Investigaré cauteloso el caso y, de ser posible, por entregas le contaré de sus andanzas #LMT

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#4 Tiempos

Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

-¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?

¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!

Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?

Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.

Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».

¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…

El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.

Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:

-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.

Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.

El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799)

estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.

Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!

Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.

«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!

Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».

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#4 Tiempos

¿Y si un día dicen que ya no hay abortos… porque los escondieron todos? | Columna de Ana G Silva

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CORREDOR HUMANITARIO

 

Imaginemos que dentro de unos años, alguien desde el poder diga: “En San Luis Potosí ya ni se practican abortos, ¿para qué mantenerlo legal?” Esa frase, tan simplona como peligrosa, podría ser suficiente para justificar que se dé marcha atrás a un derecho conquistado a pulso. Y lo más grave es que, si revisamos los datos oficiales, el argumento ya estaría servido.

Porque según los Servicios de Salud del Estado, desde que se despenalizó el aborto hasta las 12 semanas de gestación, 132 mujeres han interrumpido su embarazo en San Luis Potosí. Pero —y aquí está la trampa— ninguna lo hizo por decisión propia. De acuerdo con las cifras, las 132 interrupciones fueron por motivos médicos. Cero voluntarias. Cero por libre elección.

Entonces, ¿qué nos están diciendo? ¿Que en todo un estado, con más de dos millones de mujeres, ni una sola decidió interrumpir su embarazo de forma voluntaria? ¿O que los hospitales y las instituciones están borrando esos datos, diluyéndolos entre diagnósticos clínicos para esconder una realidad incómoda?

Hace un año, San Luis Potosí celebraba lo que parecía un triunfo de la razón sobre el prejuicio: la despenalización del aborto. Hoy, ese avance empieza a parecerse a una mentira institucional. Porque si las cifras se maquillan, si la objeción de conciencia se convierte en excusa y si las mujeres siguen siendo rechazadas en hospitales, entonces el derecho a decidir se está convirtiendo en una simulación.

De los 107 puestos médicos en hospitales habilitados para practicar la ILE, uno de cada tres profesionales es objetor de conciencia. En Ciudad Valles, por ejemplo, 10 de 17 médicos y enfermeros se niegan a realizar el procedimiento. ¿Y qué pasa con las mujeres que viven en la Huasteca o en el Altiplano, donde no hay alternativas cercanas? ¿Qué pasa si una mujer llega al hospital de Valles, con doce semanas cumplidas, y le dicen que nadie puede atenderla porque todos son objetores

? Lo que pasa es que su derecho desaparece.

La colectiva ILE San Luis Potosí ha documentado estos casos, las negativas, la opacidad y la simulación. Han sido ellas —y muchas otras colectivas— quienes han tenido que acompañar a mujeres que, en teoría, ya no deberían estar suplicando por un derecho reconocido por la ley.

Y entonces hay que decirlo con claridad: un derecho que no se garantiza, es un derecho abolido en silencio. La resistencia institucional existe, y es tan sutil como efectiva: se disfraza de papeleo, de moral médica, de estadísticas convenientes. Pero su consecuencia es brutal: mujeres obligadas a continuar embarazos que no desean, porque el Estado decide mirar hacia otro lado.

San Luis Potosí tiene una ley que reconoce el derecho a decidir, pero no una estructura que lo haga realidad. Y si las autoridades siguen escondiendo las decisiones de las mujeres tras diagnósticos médicos, no solo están borrando datos: están borrando voces.

A un año de la despenalización, el aborto en San Luis Potosí sigue siendo un privilegio y no una garantía. Y si no se exige transparencia y acceso real, pronto podrían decirnos —con una sonrisa burocrática— que aquí ya nadie aborta. Y entonces, el silencio sería la excusa perfecta para volver atrás.

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#4 Tiempos

No serán de mi equipo | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Me agradan las personas que inspiran a escribir, aquellas que en medio de una charla sueltan una frase, un recuerdo o una anécdota que actúa como imán hacia otra memoria, y a partir de ahí dejan abierto el camino para un texto. Personas cuya sola presencia, cierta manera de ser o de estar, levanta un entusiasmo, aviva el carbón del espíritu. Es reconfortante rodearse de ellas y dejar que los encuentros transcurran como quien acumula horas de vuelo hacia destinos dorados.

Desdeño, en cambio, a los seres que traen tizne, que parecen no encajar con la belleza ni con las bondades del mundo. Truchas de ánimo encañado, bermejo, siempre al borde del desagrado. No diré que los abomino —sería exagerado—, ni que los quisiera lejos del continente, pero es evidente que nunca serán de mi equipo. Apenas figuran como personajes circunstanciales en el libreto de mi vida: los que callan cuando el resto entona Las mañanitas en una fiesta con vela encendida, los que permanecen inmóviles cuando uno les desea salud tras un estornudo, los que se mueven al ritmo de la conveniencia. No me cuadran, sencillamente.

Está bien tenerlos ahí, como recordatorio de lo que no hay que ser, e incluso como consuelo en las horas más bajas: uno puede mirarlos y pensar que, al menos, no se ha caído a tales niveles. Hablo de ciertos compinches del declive de la civilización: los locutores de voz impostada, los que confunden el énfasis con la elocuencia y la cursilería con la virtud. Titiriteros de esferas huecas, flautistas que conducen hacia la nada. Peor aún es toparlos fuera del micrófono, cuando usan las mismas inflexiones engolosinadas para pedir un kilo de arroz o contar que les duele una muela. Habría que estudiar la salud mental de quienes se dejan seducir por semejantes fachas.

Tampoco me fío de los que cruzan la calle con demasiada frivolidad, convencidos de que todo el tránsito debe detenerse por ellos. Se habla mucho —y con razón— de los malos automovilistas, sobre todo de esos que, viendo a un peatón cohibido, aceleran en vez de ceder el paso. Pero habría que alzar la voz también contra los malos caminantes, esos que avanzan sin cortesía, inconscientes de que estorban, y que parecen no percatarse de la lentitud que imponen a los demás.

La vida en sociedad implica coexistir con lo ingrato. Nosotros mismos, sin darnos cuenta, ocupamos esa posición para otros que cargan distintos marcos ideológicos o estéticos. Y, aun así, todo tiene límites. Los padres que dejan corretear a sus hijos en un restaurante sin reparar en el estruendo, o los que abren un producto en el supermercado antes de pagarlo y entregan a la cajera unas papas fritas a medio comer o un yogur ya vacío con el que se manchan los dedos… son gente que no entiende la cortesía y, por tanto, tampoco serán de mi equipo.

La desesperación es un punto de encuentro entre todos ellos, canalizada siempre del peor modo: sin preocuparse por los demás. Una de sus formas más puras es la de quienes tocan el timbre de una casa con violencia, como si el mundo les debiera atención inmediata. La mala educación se revela en esos detalles, igual que en la exhibición impudicia de los hombres que deambulan en camiseta sin mangas, como si sus bíceps y sobacos no fueran un espectáculo por los que uno quisiera echarlos directo a un trapiche. La proliferación de sujetos que salen en pijama a las calles es otro síntoma de esta deriva: una época que ha renunciado a la decencia, y a la que no pido mucho, salvo que se acerque unos centímetros al pudor.

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