marzo 23, 2023

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#4 Tiempos

Defensa del poder | Columna de Ricardo García López

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Herodes

San Luis en su historia

 

 

Cuando leí la descripción de las actitudes y proceder de Herodes en el libro Vida y Misterio de Jesús de Nazaret del padre José Luis Martín Descalzo, no pude evitar el compararlo con algunos de nuestros políticos actuales. La descripción se refiere al momento en que llegaron los magos a Jerusalén buscando y preguntando a los habitantes por el nuevo rey recién nacido. A continuación transcribo la descripción y luego digo el por qué de mi comparación. He aquí lo que dice Martín Descalzo:

…¿El “nuevo” rey? Los judíos tenían ya uno, y dispuesto a defender su trono con dientes y garras. Por aquellas fechas en realidad Herodes ya no se dedicaba a reinar, sino a defender su trono, a olfatear posibles enemigos, dispuesto el puñal para degollar a quien se atreviera a disputárselo.

Herodes –escribirá Papini- era un monstruo, uno de los más pérfidos monstruos salido de los tórridos desiertos de Oriente, que ya había engendrado más de uno horrible a la vista. No exagera en este caso el escritor florentino. Hijo de un traidor, Herodes había implantado el terror en Galilea cuando sólo tenía 15 años y toda su carrera se había inscrito bajo el doble signo de la adulación y la violencia. La adulación hacia quienes eran más fuertes que él, la violencia contra quienes era capaz de aplastar. Solo tenía una pasión: el poder. Y a ella se subordinaba todo. Si su cetro se veía amenazado por alguien más fuerte que él, Herodes se convertía en el más servil de los aduladores. Si la amenaza venía de alguien a sus órdenes, Herodes se quitaba su careta y se convertía en el más sanguinario de los verdugos.

En este doble juego nunca había chocado con Roma. Oportunista y chaquetero como ninguno, siempre estuvo con el más fuerte: primero con Julio César; después con Antonio, el vengador; más tarde con su rival Octavio. Hubiera vendido a cualquiera y se vendería a sí mismo, con tal de seguir en el trono que los romanos le habían regalado.

Maquiavélico y sonriente de cara a Roma, en Palestina no tenía otro rostro que el de la fiera. Hizo ahogar a traición a su cuñado Aristóbulo, condenó a muerte a otro cuñado suyo, José. Mandó matar –comido por unos absurdos e injustificados celos- a Marianne, la única mujer que amó entre las diez que tuvo. Asesinó después a Alejandra, la madre de Marianne y a cuantos de entre sus parientes podían disputarle el trono. El último gesto de su vida fue para mandar matar a su hijo Arquelao.

Enloquecido tras el asesinato de su esposa, como otro Otelo, había implantado el terror entre sus súbditos. Su principio era: “Que me odien, pero que me teman”. Había, si, restaurado el templo, pero se cobraba este gesto vendiendo a precio de oro el puesto de sumo sacerdote y, para estar bien con todos, levantaba igual que el templo a Yahvé otros al emperador romano.

En los últimos años de su vida, corrido ya por la enfermedad cancerosa que le llevaría a la tumba, vivía asediado por el miedo y la superstición. Flavio Josefo lo describe atormentado noche y día por la idea fija de la traición y en un estado verdaderamente paranoico. Empeñado en seguir pareciendo joven –para estar “en condiciones de ser temido” – se teñía el cabello y vestía como jovenzuelo.



No creía en el Mesías –ni en nada- pero su simple nombre le hacia temblar. Muy poco tiempo antes de la llegada de los magos se había corrido por Jerusalén la idea de que el Mesías, que estaba a punto de llegar, arrebataría el trono al tirano y lo cedería a su hermano Ferora y que Bagoas sería el potente ministro que jugaría de árbitro en el nuevo reino mesiánico, después de recibir del Mesías el poder de engendrar –pues era eunuco- para que su descendencia reinara en el futuro. Bastó este rumor para que Bagoas fuera ejecutado y Ferora expulsado a Perea.                       

Cuando leí este párrafo, por primera vez, se me vinieron a la mente algunos políticos que son mis conocidos, que no amigos, pero me dije: poseen muchas de estas características (sobre todo las que marqué en negrita), pero creo que no llegarían al asesinato, pero inmediatamente, se me vino a la memoria aquel cacique que dijo: ¿me vendes tu rancho o se lo compro a tu viuda? Y aumentó su fortuna comprando ranchos ganado y objetos a varias viudas, por lo que tuve que rectificar mi ingenua creencia.

Pienso que esos políticos, a los que me he referido, en ellos hay más malicia que en Herodes, porque éste nació de un padre malvado y ya a los 15 años demostró de lo que era y sería capaz toda su vida, sin embargo nuestros políticos o cuando menos, algunos de ellos nacieron en un hogar cristiano y con más virtudes que defectos, y por lo tanto, a las malas acciones en el desempeño de sus cargos añaden la traición a los principios que aprendieron de sus padres porque se dejaron corromper por el dinero y el poder. Por eso es que usted y yo estimado lector conocemos a varios políticos que antes de serlo no tenían para comprar ropa interior y actualmente son dueños de fincas, vehículos de las marcas más caras, prósperos ranchos, usan ropa de las marcas más finas y beben vinos importados. Y como dijo mi abuelita: Y No digo más porque soy de la Vela Perpetua.

También lea: Protocolo de instrumentos públicos del año de 1592 | Columna de Ricardo García López

#4 Tiempos

Editorial de La Orquesta: Caso Omar

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No se puede ser a medias. “A los tibios los vomito”, hasta la Biblia lo dice.

Todas las veces hemos estado y estaremos en la misma postura: que más que nuestra línea editorial es esta una obligación en coherencia con la integridad de las personas que conformamos el medio La Orquesta. MX.

Condenamos y reprobamos por todo lo alto el ataque que denunció hoy el periodista de nombre Omar Niño en contra de un funcionario gubernamental.

Callarlo o ignorar el asunto sería lo mismo que avalarlo y al mismo tiempo un acto de deshonestidad profesional. Ni a Omar ni a ningún periodista en ninguna latitud se le puede atacar y desde esta editorial exigimos por todo lo que vale sean atendidas las denuncias y se llegue a las últimas consecuencias.

Así lo hicimos también con el caso de la también periodista que ha denunciado al propio Omar como un violentador de mujeres y lo decimos fuerte y claro: nosotros no juzgamos, denunciamos.

Que quede claro: tanto le creemos a “Ana N.” como le creemos a Omar. En ambos casos exigimos con la misma firmeza la justicia, que ni gramo de venganza ni gramo de escarnio, que para eso nos hacemos llamar sociedad civilizada.

Podremos o no coincidir con Omar y sus estilos, eso no es lo que está en tela de juicio y respetaremos siempre el periodismo militante que ejerce y siempre defenderemos el absoluto derecho que lo ampara y nos ampara a todos para hacerlo como a cada quien convenga siempre y cuando sea con método, integridad y verdad.

Ni la autoridad ni el gremio podemos dejar pasar esto.

Exigimos se siente precedente, se investigue y en su caso se castigue.

Si alguien miente también se exhiba y que cada parte goce de su derecho de ser vencido en juicio.

En congruencia, también debemos decir la contraparte de las cosas porque justamente así debe ser el periodismo.

En la estepa hay hienas y también hay leones. No desconocemos a ninguna de las dos especies.

Omar ha cumplido en cada ocasión de acuerdo a su naturaleza. No esperábamos más… y no es león.

Sin embargo, ni la hiena más miserable y harta de añorar carroña, se atreve a responder ataques con la más carroñera y tramposa bajeza.

¿Qué necesidad de recordar suicidios o muertes para herir desde lo escatológico?

Desde nuestro peculiar (y objetable punto de vista) el hombre como humanidad sabe y debe resolver sus conflictos con una exigencia mayor al resto de la creación solo por la gracia que nos han concedido de tener conciencia.

Pero por eso hay carroña para unos, reinado para otros y estepa para todos. Naturaleza.

Se vale confundir de vez en cuando el cilantro con el perejil.

La gimnasia con la magnesia

Pero jamás el cariño con el deseo, y mucho menos los regalos con las deudas.

El colmo, es no distinguir entre lo valiente… y lo corriente.

Ni uno más.

Libertad de expresión siempre.

Jorge Saldaña
Director General

(Firmada como siempre)

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#4 Tiempos

El Todo, la Nada y Dios | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Cuando un autor, por ponerse a tono con los tiempos que corren, empieza a hablar de «la Suprema Energía» o de «la Armonía Infinita» para no tener que pronunciar el nombre de Dios, yo cierro inmediatamente su libro y lo tiro por el balcón.

Hace poco, por ejemplo, tuve entre mis manos una obra de considerables dimensiones en cuyo prólogo podía leerse la siguiente advertencia: «Lector, sea lo que sea en lo que creas: en el Gran Todo o en la Gran Nada», etcétera… ¡Y el libro, sin embargo, pertenecía a una colección de espiritualidad supuestamente cristiana! Inmediatamente me deshice de él. Porque, ¿qué es el Gran Todo y qué la Gran Nada? ¿Alguien podría explicármelo?

En otro libro que me regalaron algún tiempo atrás,  leí también: «¡Pídele al Universo!». ¡Pero si el Universo no oye ni habla! ¿Para qué voy a perder mi tiempo hablándole si el Universo es lo más indiferente que pueda haber? ¡Hablar con el Universo sería un acto tan loco como ponerme a conversar con las piedras, y hablar con la Energía algo tan carente de sentido como querer entablar un diálogo afectuoso con el foco de la cocina!

Cuando yo era niño y mi padre me hablaba de Dios, yo me imaginaba a un señor de largas barbas blancas mirándome desde el cielo. Y cuando le rezaba, yo sabía que era escuchado. ¿Que ésta era una representación de Dios bastante ingenua e infantil? Sí, por supuesto que lo era, pero que no se equivocaba en lo esencial, es decir, en concebir a Dios como una Persona que oye, ama, escucha y habla. A un Dios así yo podía expresarle mis miedos y rezarle, contarle mis penas e invocarlo. Pero, ¿qué se puede hacer con el Gran Todo? A esa “Armonía Universal”, ¿qué le puedo decir y, sobre todo, qué me puede ella responder? Con la “Energía Suprema” no es posible tejer ninguna relación de amor, como no es posible tejerla, por ejemplo, con esa fuerza que ilumina mi casa y que se llama electricidad.

Cuando Dios se reveló a Moisés, lo hizo valiéndose de un pronombre absolutamente personal: Yo. «Yo soy el Dios de tu padres» (Éxodo 3,6). Y la energía, por infinita que sea, ¿cómo podría decir lo mismo? ¿Puede acaso el Todo decir Yo? ¿Puede, por lo menos, decir algo? En los libros de autosuperación posmodernos es hoy muy común hablar de Dios con un lenguaje vago y cobarde. Los autores lo llaman «Fuerza», «Armonía», etcétera. Y lo hacen así para estar a salvo de cualquier llamamiento que Dios pueda hacerles tanto a ellos como a los lectores de sus libros, y de este modo su libertad soberana queda perfectamente a salvo. Por lo pronto, jamás de un Dios entendido como Pura Fuerza podrán escuchar palabras como éstas: «Ahora, pues, anda; te envío a Faraón para que saques a mi pueblo de Egipto» (Éxodo 3, 10). El Dios vivo, el Dios bíblico da, pero también pide; salva, pero también llama. En cambio, la «Suprema Energía», ¿qué puede pedirles? Nada. Y, para ellos, es mejor así.

Hace poco escuchaba consternado lo que decía por la radio una mujer: «¡Amigos, alégrense! Hoy inicia el año chino de los sapos. ¿No es fenomenal?». A mí no me pareció nada fenomenal que fuera el año chino de los sapos, pues no sé qué tienen ellos que ver conmigo, pero aclaró mis dudas y confirmó mis sospechas de que lo que los hombres de hoy quieren, sobre todo, es alguien que les ayude y les proteja, pero alguien que no pueda pedirles nunca nada.

¿Por qué no, entonces, confiarse a los sapos? Sí, después de todo, ¿por qué no? Viéndolo bien, Moisés bien pudo, ante la zarza ardiente, haber dicho para sus adentros: «¿Qué es esta voz que oigo? Se trata, sin duda, de meras alucinaciones mías a causa de haber dormido mal hace dos noches. ¿O es que tomé un café demasiado espeso? En adelante le diré a mi mujer que no lo cargue tanto y que, si puede, le ponga más canela a manera de sustituto. Bien, Moisés, tú no has oído nada. ¿O qué fue lo que oíste? ¡Nada! Prosigue tu camino en santa paz y que la Suprema Energía ilumine tus pasos».

Pero no, Moisés lo sabía: Dios habla y, en determinadas circunstancias,  puede hasta pedir algunas cosas que no nos gustaría nada realizar… ¡Ah, cómo sufrió Moisés por haberse detenido ante aquella zarza que ardía sin consumirse! Pero se detuvo, lleno de curiosidad, y hete aquí que Dios le pidió que fuera a decirle unas cuantas cosas nada menos que a Faraón. ¡Dios mío, y con lo tartamudo y tímido que era!

Nuestros autores posmodernos sienten la necesidad de Dios, pero no pueden permitir que Dios se entrometa en sus vidas, y mucho menos que se las complique. Entonces no saben qué hacer. O mejor dicho, sí que lo saben: simple y sencillamente se ponen a negar que Dios pueda ser una Persona.

El cardenal Jean Daniélou (1905-1974) captó perfectamente en uno de sus libros dónde está la trampa: en que, al despersonalizar a Dios, lo que los hombres quieren en el fondo es escapar de Él. «Una persona –escribió- es un ego viviente que conoce, que quiere, que ama y a quien no se puede, sin hacerle injusticia, tratar como una cosa. Ahora bien, acaso haya que buscar ahí la razón de esa profunda repugnancia de los sabios de este mundo a reconocer en Dios una persona, pues es precisamente en ese título en donde reside el fundamento para que Dios merezca de nosotros, y en grado infinito, ese respeto que debemos a la persona como tal y que en este caso se llama adoración» (Dios y nosotros).

Los que hablan de Dios valiéndose de nombres que lo despersonalizan, reconocen su existencia para no pasar por ateos con almas desnaturalizadas, pero cuidándose mucho de cortar toda posible comunicación con él, y de este modo se libran astutamente de tener que lidiar con sus mandamientos, el primero de los cuales dice así: «Amarás al Señor tu Dios». Y conste que el mandamiento no dice: «Reconocerás su existencia», sino «Amarás», cosa ésta que no se puede hacer con el Todo, ni con la Nada,  ni con la Energía, sino sólo con una Persona que nos puede pedir después nueve cosas más…

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#4 Tiempos

Catedrático de ciencias, pionero del heavy metal mexicano | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Diariamente contribuye a la formación de científicos en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, impartiendo clases de matemáticas superiores y, contribuye a la generación de nuevo conocimiento en el área de sistemas dinámicos aplicados en diferentes áreas de la ciencia. Su vida transcurre, así, entre las matemáticas, y su otra gran pasión: la música, donde iniciara su vida profesional hace justo cuarenta años, al convertirse en uno de los pioneros del heavy metal en México, al crear en 1983 el famoso grupo mexicano Luzbel que fuera un símbolo en este género en nuestro país.

No es de extrañar que veinticinco años después de su debut con Luzbel, formara otro grupo de rock, ahora formado por científicos de San Luis, llamado Los Barbahanes, que nacen en el seno de la Facultad de Ciencias. El Dr. Antonio Morante Lezama, el inquieto matemático y músico, que signó toda una época en el heavy metal en el país, es catedrático de matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UASLP donde se formó después de dejar al grupo Luzbel donde fuera el bajo por excelencia durante toda la década de los ochenta y donde sería conocido mundialmente como la Rana Morante. Con Luzbel grabó varios discos que fueron todo un éxito y que en la actualidad siguen recordándose en el ambiente rockero mexicano.

Antonio Morante será el encargado de dictar la tercera charla del trigésimo quinto ciclo de La Ciencia en el Bar que se titula: De Matemático, Músico y Loco que se llevará a cabo el miércoles 29 de marzo en Las Bóvedas en punto de las ocho de la noche. En la charla Antonio Morante nos estará llevando por el mundo de las matemáticas que son la base para el estudio de sistemas complejos que caracterizan la ciencia moderna y su extraña encrucijada con el mundo de la música, camino que en la práctica ha seguido Antonio Morante.

La banda Luzbel, como hemos indicado, fue formada por Antonio Morante junto con el guitarrista Raúl Fernández Greñas, su década de oro, la de los ochenta fue intensa en giras y fue escuchada en todo el país, así como en algunos estados de la Unión Americana, abriendo camino para el rock mexicano el que era acosado de cierto modo por el gobierno mexicano por lo ocurrido por los festivales de rock en la década de los setenta. El bajo de la banda en el lapso de 1983 a 1990 fue tocado por Antonio “La Rana” Morante,

hasta que dejara el grupo, para formarse como matemático en la Facultad de Ciencias de la UASLP donde obtuvo su licenciatura en 1998 para continuar con sus estudios de maestría en la propia Facultad de Ciencias donde se graduaría en el año 2000 en la maestría en ciencias aplicadas y posteriormente en el Doctorado en Ciencias Aplicadas en la propia Facultad de Ciencias, para convertirse en profesor investigador en la Facultad de Ciencias de la UASLP, donde ha estado ligado desde su época de estudiante hasta la actualidad donde participa en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UASLP.

Su línea de trabajo, además de la formación de recursos humanos en ciencias y matemáticas, son los sistemas dinámicos área en la que se formó en el posgrado en matemáticas aplicadas y en el desarrollo y uso de software libre para la enseñanza de las matemáticas. Así sus contribuciones van desde la enseñanza hasta la aplicación de las matemáticas en áreas como la de la salud, al contribuir con el desarrollo de un sensor desechable para medir la presión intraabdominal.

Los esperamos este próximo 29 de marzo a las ocho de la noche en Las Bóvedas, para dejarnos llevar de la mano de Antonio Morante en el apasionante mundo de las matemáticas y de la música, conocer la trayectoria de este gran bajista que allanara el camino para la consolidación del rock en México, su contribución en la enseñanza e investigación de la matemática, papeles que para representarlos luego se piensa que debe uno de estar un poco loco.

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Opinión