junio 3, 2025

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#4 Tiempos

Aspiraciones voraces | Columna de Jorge Ramírez Pardo

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Sin duda, es legítimo y derecho ciudadano aspirar a ser presidente municipal, reelegirse en el cargo e, incluso, aspirar a ser gobernador.

Eso exhuma día a día Xavier, el actual munícipe de la capital potosina, quien parece tener prisa por tener ventaja sobre sus adversarios.

Vale reiterarlo, es una aspiración legítima, siempre y cuando no:

  • Con dinero del erario público, hagan dadivas “caritativas”con impreso de auto/aplauso incluido– en formato de campaña política y foto/selfi insinuándola cómo dadiva personal y no como un paliativo en favor de necesitados
  • Se recuperen slogans de campaña para alumbrar “en son de paz”; con luminarias, cuya adquisición en días de río revuelto está pletórica de sospechas
  • A costa de arrebatar a la ciudadanía uno de sus escasos pulmones oxigenantes: la Sierra de San Miguelito, cuyo espacio protegido oscila 12 mil y 100 mil hectáreas; esta segunda cifra la prometida por el presidente de México. 12 mil para proteger intereses pírricos, 100 mil si privaran las necesidades sociales y ambientales.
  • Se anteponga a la emergencia sanitaria padecida en este momento por la ciudad, el país y diversos confines

Es legítimo querer ser gobernador, pero no con voracidad artificiosa recargada en el erario público.

Cronología del desamparo

30 de mayo, 2019.Carlos Covarrubias denuncia apoyo de Xavier Nava a empresario interesado en la Sierra de San Juan de Guadalupe. El abogado defensor de los comuneros de la Sierra, señaló irregularidades de la administración navista, al entregar documentos inexistentes y hasta certificados para beneficio del empresario constructor de nombre Carlos López, de apodo “Chato”. 

Febrero 18, 2020.– El presidente municipal de San Luis Potosí advirtió de manera contundente: “no se quitará el dedo del renglón en contra de los actos de corrupción que se han detectado de la pasada administración, ya que ello causó severas afectaciones a la capital potosina y esto, lo debe conocer la ciudadanía”. Recordó que, a la fecha, suman once denuncias penales en contra de pasados funcionarios, algunas de éstas se han interpuesto ante la Fiscalía General de la República, por lo que se espera que las autoridades competentes emitan pronto un resolutivo al respecto.

15 de abril, 2020.- La senadora Leonor Cervantes Noyola rechazó compra de luminarias digitales por parte del gobierno municipal de San Luis Potosí con un sobreprecio de 230 millones de pesos, y pidió investigar esta transacción hasta las últimas instancias.

Secundó al diputado federal Ricardo Gallardo Cardona, al afirmar que con los 400 millones de pesos que se gastaron se pudieron haber construido 100 pozos de agua, para ayudar a remediar la escasez de agua que sufre la zona metropolitana.

5 de mayo 2020.- Jorge Saldaña, director de La Orquesta, reporta: El primer círculo del alcalde capitalino invierte 50 millones de pesos en la construcción de un Hotel-Campamento en la Sierra de Álvarez

TODO EN FAMILIA

La negociación se hizo con tres personajes (del Ayuntamiento) mencionados e identificados perfectamente: el tesorero, Rodrigo Portilla Díaz; su primo el director de Desarrollo Social Municipal, Óscar Valle Portilla; y el cuñado de éste, el director de deporte municipal, Ricardo García Rojas Flores. Habría un cuarto y un quinto socio, sin embargo González Courtade es cuidadoso al respecto y solo a veces suelta “yo creo que también está Xavier (Nava Palacios) metido… pero yo no ando preguntando de dónde viene el dinero”.

.5 de mayo, 2020.- Integrantes del Frente Amplio Opositor y comuneros de San Juan de Guadalupe y sus anexos Tierra Blanca y San Miguelito informaron que ante la propuesta de Área Natural Protegida (ANP) en la Sierra de San Miguelito, por parte del Gobierno Federal, hacen un llamado a la ciudadanía para mantenernos alerta e informados para accionar en defensa de la Sierra ante cualquier intento de jugarreta.

15 de mayo, 2020.Mesa Revuelta (de Potosí Noticias) señala que Edgardo de los Santos, presidente de la asociación civil Sierra de San Miguelito,

fue quien elaboró el proyecto de Área Natural Protegida (ANP), y su alcance es limitado, apenas 12 mil hectáreas, y dejó fuera la parte del municipio de la capital, entre ellas la Cañada de Lobo donde se ubica el proyecto inmobiliario de Carlos López Medina, y justo este viernes 15 entró en vigor el Plan de Manejo de la Sierra de San Miguelito de la ANP estatal.

Según información de Emsa Valles, el alcalde capitalino Xavier Nava Palacios se ha visto circular por las calles de Tanquián de Escobedo donde sostuvo reuniones privadas con sus operadores políticos desde la tarde, mientras que en el municipio de San Luis Potosí la mañana de este viernes se han registrado por lo menos tres manifestaciones.

16 de mayo, 2020.–  Ricardo Gallardo Cardona muestra un audio de Xavier Nava en autopromoción, y comenta a cuadro: “Cómo ven amigos, nuestro alcalde de San Luis Potosí gastando millones de pesos promocionando su imagen en lugar de ese dinero dárselo a los potosinos, y usurpando funciones de la Secretaría de Salud que no le corresponden. Alcalde, ya ponte a trabajar, no seas güevón” (concluye con sonrisa irónica; juego entre amigos con pacto de simulación; once denuncias penales, ¡qué miedo!).

Conflicto de interese al doble

Es evidente la distancia social, metal y física del munícipe capitalino con la ciudadanía deapie. Sólo acorta la distancia para una que otra selfie.

Su búsqueda de la gubernatura, según se ve hasta el momento, la soporta en negociaciones cupulares: empresarios –si constructores mejor; incluido el aval a Industrial Minera México para fraccionar sin remediar infección minera acumulada durante una centuria-, políticos en retiro de cuanta marca política se ponga a modo.

Conviene recordar que el pasado 22 de octubre el alcalde Xavier Nava encabezó protesta en CDMX, en la puerta del Palacio Nacional. Su acercamiento a las oposiciones al gobierno federal es innegable, pero, con frecuencia contrapuesto a otras puertas cupulares que toca en la localidad.

El analista Óscar G. Chávez, quien de arrogante no baja cada sábado al munícipe, este sábado le advirtió -“a propósito del maestro Xavier Nava Palacios, que luego le da por sentirse muy sácale punta”– del error de que puede cometer si sobrevalora el apadrinamiento panista “por eso mencionaba a Navita, pensemos en el caso de su padrino, el gobernador Corral, quien según él, anda muy giro, pero calcula perfectamente el alcance de sus picotazos, y sabe que sus espolones no dan para tanto; él (Corral, no Xavier) sabe quién es el amarrador principal, y seguro no quiere acabar como Luis Camarena”. Fin de cita.

Cápsula: Luis Macarena “El Cojo”, protagonista de la canción “La Muerte de un Gallero”, falleció en el redondel tras el ataque de un gallo.

Todo hace suponer que la precipitación xavierista (no de genes políticos navistas, sino gallardista de origen) se quiere basar en dinero cupular, y dadivas caritativas piadosas, con formato y lemas derivados de los de la campaña que lo llevó a presidir el municipio.

Es legítimo aspirar a ser gobernador, pero no con voracidad artificiosa recargada en el erario público.

                                                           ***

No menos preocupante es la intención del gobernador por endeudar al estado.

¿Por qué no recabar recursos con la recuperación de los desvíos multimillonarios de sus antecesores? Algún beneficio podrá tener dar seguimiento al destino de los 1,500 millones de pesos asignados por Marcelo de los Santos para un aterciopelado retiro. ¿Lo hará Manuel Carreras o se contentará con ser el tercer gobernante al hilo con una salida defectuosa?

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#4 Tiempos

Irantza Goytia, brillante estudiante potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Irantza Aleixa Goytia Hernández, jovencita de Tamazunchale, acaba de graduarse en Inglaterra en el nivel medio superior, como parte de su carrera de formación que iniciara en Tamazunchale y que siguiera por el camino de la educación extraescolar, aprovechando los espacios de participación educativa y formativos para niños y jóvenes en el campo de la recreación científica.

En Tamazunchale, la Dra. Pilar Suárez impulsó el programa Expociencias que está dirigido a niños y jóvenes donde desarrollan y defienden un proyecto científico en áreas de las ciencias y las humanidades desde el jardín de niños hasta preparatoria. En este programa Irantza participaría cuando estudiaba la primaria obteniendo uno de los primeros lugares lo que le permitiría representar a San Luis Potosí en Expociencias Nacional, donde a su vez logró acreditaciones para representar a México en concursos internacionales que forman parte del Movimiento Internacional para el Recreo Científico y Técnico, el MILSET.

En Tamazunchale, también participaría en el programa Niñas en la Ciencia que coordina la propia Dra. Suárez. Este programa es un programa internacional de niñas y mujeres haciendo ciencia. Estos espacios fueron detonantes para el reconocimiento al talento de niños y jóvenes en el que destacaría Irantza Aleixa. Desde primero de primaria participó en Expociencias, ganando en dos ocasiones veces a nivel nacional e internacional. Ha participado en diferentes concursos locales. Como la niña presidenta de Tamazunchale, al igual que en foros internacionales sobre STEM.

En uno de los eventos internacionales le ofrecieron una beca para estudiar en Reino Unido, cuando estudiaba bachillerato en el CBTIS 187 de Tamazunchale; en Inglaterra volvió a comenzar sus estudios de bachillerato de donde se ha graduado en Gales Reino Unido en el en el UWC (Colegios del Mundo Unido) Atlantic. La ceremonia donde recibió sus estudios de Bachillerato Internacional, fue presidida por el director, Naheed Bardai estando presente el Primer Ministro de Gales, Eluned Morgan. En esa ceremonia también se graduó Sofía Borbón Ortiz, hija de los reyes de España.

El buen éxito en sus estudios en Reino Unido le permite poder acceder a otra beca para realizar sus estudios profesionales en Inglaterra; Irantza tiene planes también de estudiar en Estados Unidos, aunque la situación actual para estudiantes mexicanos en Estados Unidos no es muy prometedora por la política de Donald Trump.

Irantza Aleixa Goytia Hernández, fue estudiante de la escuela primaria pública Rafael Ramírez Castañeda, de Tamazunchale, entonces, desarrolló un proyecto que se llama “Conociendo la naranja”, el cual propone que el aceite de la piel de esta fruta, conocido como limoneno puede ayudar a degradar el unicel, que normalmente tarda cientos de años.

Mostró este trabajo en la Expociencias Tamazunchale, obteniendo su acreditación para participar en la Expociencias San Luis Potosí, después, en Expociencias Nacional efectuada en Morelia, donde su proyecto fue considerado de los 50 más interesantes de su categoría y, por tanto, fue invitada a participar en la Feria de la Ciencia y la Tecnología en Paraguay.

Por esta vía a participado en las Ferias de Chile y Brasil representando al estado y al país; ya tuvo otras participaciones con proyectos en las Expociencias de Paraguay 2019, Perú 2019, Chile 2020, Guatemala 2021, Chile 2022, Brasil 2023. En 2019 le fue otorgado el Premio Estatal de la Juventud. El encauzamiento de formación no formal que permiten este tipo de programas ha sido aliciente para que Irantza pueda tener esa experiencia internacional que ha ayudado a su formación aprovechando el talento que ha exhibido. Los espacios de participación en Tamazunchale han sido fundamentales y siguen apoyando a niños y jóvenes de la Región Huasteca Sur.

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#4 Tiempos

La Habana que vive en Mérida (yo sé que volverás) | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Es difícil decirles que no a algunas mujeres. Basta una inflexión en la voz, un destello felino en los ojos, y uno se queda desarmado. Aquella noche, en Mérida, yo estaba cansado no solo de la jornada, sino del mes entero.  El calor del día —una asfixia que oscilaba entre los 38 y 40 grados— había cedido al fin un poco: la luna ofrecía una clemencia que el sol había olvidado. Los tejados coloniales invitaban a dar un paseo.

Ante el acumulado laboral y sus desgastes tuve a bien hacer lo mejor que uno puede hacer en algunas circunstancias: olvidarse de todo y rascarle al día los últimos minutos, con dignidad, porque mañana —ya lo sabes— será otro campo de batalla. No visitaba Yucatán desde que era un bebé, así que debía salir y escarbar algún gramo de historia. Me lo debía, me debía la búsqueda de una grieta. Una ciudad como Mérida no puede reducirse al trabajo. Tenía que salir.

Una breve investigación me reveló la existencia de una cantina: La negrita, la más antigua de Mérida. Buen nombre. Estaba a pocas cuadras del hotel en el que me hospedaba y eso bastó. Salí con la intención de tomar lo que fuera, comer algo sencillo, y luego dormir sin (tantos) remordimientos.

Caminé por la calle 62 en el Centro Histórico de Mérida, en horas en las que ya había bajado el bullicio. La gente andaba sin prisa, las vitrinas mostraban guayaberas bordadas, arte y diseño local; mucho objeto enfocado en turistas que no corresponderán tal amor y que solo le verán el lado kitsch. Las calandrias con sus pobres caballos ya no esperaran a nadie.

Iba firme rumbo a La negrita, cuando a una cuadra y media topé con el jardín de una casona: mesas desperdigadas bajo un árbol enorme, luces tenues como de un antiguo parque y el murmullo prometedor de algo que todavía no empieza. Me detuve a mirar. Fue entonces cuando apareció ella. Una joven de acento cubano, sonrisa amplia y esos ojos de quien sabe convencer sin apurar (el tipo de persona que cautiva no porque imponga nada o levante la voz, sino precisamente porque no lo hace). «Buenas noches, pásele», dijo. «Hoy tenemos un trío con boleros en vivo. Comienza a partir de las diez».

Le agradecí, pero seguía firme con mi plan. No quería comprometerme. Sin embargo, aquella muchacha era muy gentil. Y atractiva, con ese brío que alumbra a las mujeres en sus veintes y que al cabo de un tiempo se disipa para no volver jamás. «Ande, venga, se la pasará muy bien. No me diga que no».

Ella era una de esas mujeres a las que es complicado decirles que no. «Vuelvo más tarde», le dije. «Tengo un compromiso con alguien», agregué, sin precisar que me refería a La negrita.

No era un mal plan. Podía beber algo en el otro sitio, tal vez comer algo y regresar después a la casona para los boleros.  Al mismo tiempo no estaba del todo convencido. No sería la primera promesa que el viento se llevara consigo. Ya se vería.

La Negrita era distinta a lo que esperaba. Había imaginado una cantina tradicional: uno de esos tugurios perdidos en el tiempo con ventiladores un aspa rota, mesas de madera raspada, y en el que un grupo de ancianos juega dominó y bebe tragos lentos en el afán de arañar alguna memoria. Y no. Aquello era otra cosa. Un sitio grande, con luces neón colgadas como frutas eléctricas, gente de todas las edades moviéndose al ritmo de un grupo en vivo que disparaba ráfagas de cumbia, salsa y alegría.

Me senté en la barra. El calor había vuelto para apretar los labios, así que pedí una cuba servida en una copa de un litro, como si la sed del Caribe tuviera medida. Luego, animado por el ambiente y la seguidilla de temas ofrecidos por el conjunto que alumbraba el escenario, y para no desentonar, me aventuré con una bebida que no acostumbro: un mojito, igual de generoso, que apuré cuando me avisaron que el lugar cerraba a las diez. Lo lamenté, aquel era un lugar magnífico para quedarse encerrado.

Los meseros eran atentos, veloces, con un ritmo que mezclaba profesionalismo y picardía. Uno de ellos me susurró que si quería seguir la fiesta había un sitio con más música, mezcal y mujeres que iría más allá de la medianoche y que todos —él, sus compañeros, varios clientes, quizás hasta los músicos— acabarían allá. Lo descarté. Yo ya venía agotado. Solo quería volver al hotel y envolverme en el aire acondicionado cual si fuera un chapuzón en la alberca.

Aunque ya se sabe, a veces cuando uno se rinde surgen otros planes. Al regresar por la calle 62, antes de doblar hacia el hotel, escuché el eco de un bolero flotando en el aire. Y ahí estaba de nuevo la casona, como si me estuviera esperando para cumplir la promesa que hice a la muchacha cubana que ahí reapareció.

—Estoy de vuelta para tomarme algo con ustedes —le dije—. Creo que llegué a tiempo.

Me sonrió con un gesto sin sorpresa. No soy el primero al que convence.

Entré. Me senté frente al grupo Trío Ensueño que tocaba los boleros. Detrás de mí, dos parejas cuchicheaban sobre sus andanzas de juventud. A mi derecha, un hombre mayor compartía mesa con dos mujeres cubanas que le flanqueaban. Para alguien que mirara de fuera podíamos pasar por nighthawks del Caribe.

La gerente del lugar, una mujer rubia, se acercó a ofrecer la carta. Le pedí un cóctel. Me miró con una mueca de disculpa: el bartender no había venido y ella no sabía preparar bebidas. Tendría que conformarme con una cerveza, a menos que pidiera algo muy simple. Vamos, le dije, creo que usted puede ayudarme. Qué le parece un gin tonic. Solo ponga ginebra en un vaso y complete con agua tónica. Échele un chorrito de limón. Nada más. Está bien, lo intentaré, dijo, como si le propusiera una travesura.

El acento de la mujer rubia también era cubano. Parecía que había aterrizado en una versión paralela de La Habana, esa que vive oculta en el centro de Mérida. Yo encantado. Todo terminó de encajar cuando vi el nombre del lugar en el menú: Bodeguita del Centro.

Al cabo de un rato, llegó el gin tonic. Fresco, bien logrado. La amable gerente me preguntó, con cierta duda en la voz:

—¿Qué tal le pareció?

—Usted tiene una mano con tino. Le dije que lo lograría.

Asintió con la dulzura que caracterizaba a aquel local, una calidez que no estaba en la decoración ni en la carta, sino en las personas. En ella, en la hostess, en otro mesero que me explicó los platillos, en los músicos que me saludaron al llegar como si fuera un viejo cliente. Me sentí en casa, aunque estuviera tan lejos de ella, aunque no la tuviera ya.

Los boleros seguían desfilando sobre el aire tibio del lugar. El Trío Ensueño desgranaba joyas una tras otra: «Usted», «Sin ti», «Bésame mucho», «Noche, no te vayas», «La gloria eres tú». En un impulso íntimo, grabé un fragmento de esta última y lo envié por video a una persona buena, que estaba a cientos de kilómetros, a modo de carta.

Luego vinieron las complacencias. Una para cada mesa, como si cada cliente trajera una herida secreta que necesitara una canción para sobrellevar en paz. Cuando llegó mi turno, pedí «La barca». Esa melodía que, como siempre, me llevó al sentimiento de añoranza que caracteriza a este tema.

Dicen que la distancia es el olvido
Pero yo no concibo esa razón
Porque yo seguiré siendo el cautivo
De los caprichos de tu corazón

[…]

Hoy mi playa se viste de amargura
Porque tu barca tiene que partir
A cruzar otros mares de locura
Cuida que no naufrague en tu vivir…

 

Terminé conmovido por la música, por el momento. De tanto en tanto intercambiaba miradas cómplices con el hombre de la mesa de al lado y sus acompañantes, quienes también conocían a fondo esas melodías. Seguí pidiendo de beber.

En una ida al baño noté que era tarde y que al día siguiente tendría que madrugar. El lugar, además, empezaba a cerrar. Hay sitios de los que uno no quiere irse, pero de los que es mejor marcharse a prisa, antes de que lleguen los guardias y apaguen las luces o cualquier imprevisto arruine el recuerdo.

Antes de irme, el hombre de la mesa de al lado se acercó.

—Noté que le gustan las canciones Luis Miguel —me dijo.

—Mucho —respondí, sin saber a dónde iba.

—Déjeme presentarme. Soy escritor. Yo escribí la letra de una canción que quizá usted ha escuchado alguna vez.

—¿Sí? ¿Cuál?

—«Yo sé que volverás», de Luis Miguel. Me llamo Luis Pérez Sabido. Mucho gusto.

 

Me costaba creerlo. Había escuchado esa letra docenas de veces (musicalizada por Armando Manzanero) sin imaginar que un día coincidiría con su autor en un rincón de Mérida, del que pude haberme perdido de haber cedido a la abulia.

—Es un honor —le dije—. Me encantaría mantener contacto con usted, pero me he quedado sin tarjetas.
—No importa. Vuelve aquí. Suelo venir los jueves de boleros.
—Está bien, volveré.

Al salir, saludé a los músicos que ya charlaban con una cerveza en las mesas del jardín delantero. Agradecí tambaleante a la dueña por el gin tonic improbable y, sobre todo, a la hostess, que aquella noche me había abierto la puerta no solo a un gran lugar, sino de algo más profundo: la historia que había salido a buscar.

—Yo estaba perdido antes de verte —le dije—. Y esta noche me has hecho feliz.

Ella sonrió comprensiva ante mi ridículo.

Volví caminando al hotel con el espíritu renovado, recordando una antigua verdad que había olvidado entre correos electrónicos y obligaciones. Lo importante de la vida está allá afuera, escondido en guaridas donde aún suena la música, donde alguien se sienta a conversar sin mirar la hora, donde una desconocida te cambia la ruta con un guiño.

También está en las viejas costumbres: leer, escribir, dejarse tocar por una canción. Me prometí volver a aquella Bodeguita del Centro… y también a eso que más me gusta de la vida. Que nada destruya nuestros amores. Ni los que ya fueron ni los que están por venir.

 

Contacto

Correo: [email protected]

Twitter: @Bigmaud

 

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#4 Tiempos

Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…

Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».

Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!

Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».

Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…

Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».

Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.

¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída

, el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».

¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».

Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!

Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.

Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».

Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.

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Opinión

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