noviembre 13, 2025

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Opinión

Aniversarios de cine I | Columna de Mario Candia

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APUNTES DE UN CINEÓFITO.

Este año se conmemoran aniversarios importantes para el mundo del cine: Si aún viviera cumpliría cien años el maestro Pier Paolo Pasolini (1922-1975), un intenso cineasta disruptivo, subversivo y provocador. Escritor y poeta cuyo pensamiento político lo desmarcó de los demás cineastas de su tiempo. Él se autodefinía como ateo, comunista, marxista, libertino y amoral, el más provocador de sus trabajos Saló (Pasolini, 1975) se estrenó tres semanas después de que encontraran su cuerpo en un baldío, víctima de una brutalidad  que pareciera emanada de su póstuma película. Cumple cien años la primera película sobre Drácula, Nosferatu (Murnau, 1922) del cineasta alemán Friedrich Wilhelm Murnau, obra maestra del expresionismo Alemán y de las pocas películas mudas que han trascendido por su destreza visual, la cinta está basada, pero no autorizada, en el libro de Bram Stoker.

Ochenta años cumple Casablanca (Curtiz, 1942) mítica película con unas memorables interpretaciones, un guión brillante, una música que ha sido referencia de muchos filmes y una realización cuidada e impecable. Ingrid Bergman nunca estuvo tan fascinante como cuando tararea la canción a Sam; y Bogart se alejó de su típico rol de gánster y con el personaje de Rick se convierte en el prototipo de héroe perdedor, de antihéroe solitario y romántico. Y como olvidar que Dooley Wilson (Sam) canta acompañado por su piano la canción más recordada de la historia del cine, As Time Goes By. Setenta años cumple Singin´ In The Rain (Donen, 1952) extraordinario musical considerado como una de las obras maestras indiscutibles del género. Cantando bajo la lluvia es una oda a la felicidad, al séptimo arte y a los profundos cambios que el cine experimentó cuando pasó de ser mudo a ser sonoro, una carta de amor a la música y al baile.

De las que festejarán sesenta años solo mencionaré a cuatro que considero son las que me han aportado más a mi gusto por el cine. Lawrence de Arabia (Lean, 1962) basada en la mítica figura de Thomas Edward Lawrence un joven oficial del Imperio Británico que lideró la lucha de las tribus árabes contra los turcos, en la primera guerra mundial. La cinta es dirigida por el maestro David Lean un director metódico y experto en contar historias intimas y en dotar a sus personajes de una enorme riqueza interior, logró que la  caracterización de O’Toole sea insuperable. El Ángel Exterminador (Buñuel, 1962)

una genial historia surrealista, el propio Luis Buñuel la resumió así “(…) un grupo de personas que, una noche, al término de una función teatral, van a cenar a casa de una de ellas. Después de la cena, pasan al salón y, por una razón inexplicada, no pueden salir de él”. “Si el film que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones.

También ese año vio la luz Lolita (Kubrick, 1962), en su mejor momento creativo Kubrick adapta la polémica novela de Vladimir Nobokov, el valor de la cinta radica, en lo personal, en el contexto, la censura y en la genialidad de Stanley Kubrick.

El poeta finisecular del cine Andréi Tarkovsky estrenó en 1962 La infancia de Iván (Tarkovsky, 1962) verla es un inolvidable puñetazo en el estómago, un viaje por la locura y el horror de la guerra, aunque los combates estén en fuera de campo en la cinta. Un poderoso film que se erige en toda una demostración de talento, vigor y sensibilidad cinematográfica. Iván es un monstruo destrozado por la guerra, un niño cuya infancia ha quedado irremediablemente perdida, devastada. Una película tan vigente como extraordinaria.

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#4 Tiempos

La incansable divulgadora del conocimiento, Ikram Antaki | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace cincuenta años llegaba a México una siria recién graduada de doctora en etnología en la Universidad de París VII, y fincaría su actividad profesional en este país nacionalizándose mexicana y realizando diversas actividades relacionadas con su área de interés convirtiéndose en una de las intelectuales mexicanas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en México; Ikram Antaki que había nacido en Damasco en 1947 en el seno de una familia de juristas y humanistas.

Su madre estudió la literatura rusa del siglo XIX y su abuelo que fuera el último gobernador de Antioquía, salvó a miles de armenios del exterminio en 1915, durante el asedio otomano. En 1969 viajó a Europa y siguiendo la vena familiar estudiaría literatura comparada, antropología social y el doctorado en etnología del mundo árabe.

En 1975 abandonó Francia para venir a México; Antaki narra su decisión que tomó abriendo un compás sobre el mapamundi y, siguiendo una línea horizontal imaginaría paralela al Ecuador, determinó que México era el país más lejano a Siria, “era el fin del mundo” un lugar que ella quería conocer. Al poco tiempo nacería su hijo y formaba así una familia mexicana e iniciaba su intenso trabajo intelectual.

Ikram se dedicaría a la docencia, el ensayo, el periodismo y la radio, convirtiéndose en una de las más importantes divulgadoras del conocimiento, encajando de manera natural en la vieja tradición mexicana en divulgación de la ciencia, donde caben de manera conjunta todas las disciplinas y que inciden en el ámbito cultural.

Escribió alrededor de veintinueve libros y agradecía a sus lectores “el deseo de saber”. Libros que proyectó su creación desde los ocho años y que guiarían sus intensas lecturas de obras literarias y de ensayo. Dejó en borrador muchos otros escritos de sus ambiciosos proyectos de divulgación.

Ikram Antaki, se definía a si misma: “Ahora me proclamo, de manera un poco simple, conservadora, aunque de hecho no es exactamente así; en la práctica sigo la frase de Averroes: ‘sean renovadores en todo lo que se refiere a la ciencia y el pensamiento, sean conservadores en lo que se refiere a los asuntos de los hombres’”.

Al morir en la Ciudad de México en el año 2000, Ikram Antaki estaba completamente dedicada a cumplir con la meta más ambiciosa de su vida: “He descubierto, en este país, que soy un ‘buen maestro’, no solo ‘un buen escritor’, alguien que sabe algunas cosas y que no las quiere guardar, sino compartir”.

Además de la escritura, a la que considera resguardadora de la memoria ante la memoria de la información mediática que es frágil, tuvo un importante papel en medios audiovisuales colaborando en los canales oficiales, once y trece

, y en numerosos programas de radio y conduciendo los propios, como fueron los célebres: el Banquete de Platón y el Ágora.

Los interesados en adentrarse al mundo de la divulgación científica, sobre todo cuando no existen instituciones formadoras para ello, pueden recurrir a las obras de Ikram Antaki y aleccionarse con sus narrativas llenas de información y basadas en el pensamiento crítico, como trabajos de síntesis del pensamiento y que traspasan los campos de la especialidad uniendo de manera natural la ciencia y el humanismo y su responsabilidad con la sociedad.

Su programa El Banquete de Platón, ha sido base de varios de sus escritos donde recoge lo tratado en el programa. En especial el libro, mas que recomendado, que lleva como título, simplemente: Ciencia, editado por Penguin en su colección De Bolsillo, no puede faltar en la lectura de quienes se interesan por el pensamiento y conocimiento desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad.

Escrito en forma rigurosa y fácilmente asimilable, ayuda al lector a tener una idea rápida y actualizada de la naturaleza humana, el origen de las lenguas, las razas, el racismo, la inteligencia, la genética, el principio del universo, el tiempo, el cerebro y la descorazonada aventura de la modernidad científica que venció el oscurantismo.

Como le decía Ikram Antaki: “El merito de su parte (refiriéndose al lector), está en el hermoso y agradecible deseo de saber. El mérito, de mi parte, está, en la tentativa de síntesis”.

Recordamos así a una extraordinaria mujer que tomó a México como su casa y que contribuyó a la educación del pueblo con base en la divulgación y educación no formal, a través de sus libros y programas audiovisuales, convirtiéndose en una importante divulgadora del conocimiento en México.

También lee: El surcador de los cielos potosinos, Alfonso Ledezma Zavala | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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Tres heridas: La UASLP entre la muerte, el poder y los sueldazos | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

La Universidad sangra por tres heridas: una que le dejó la violencia dentro de sus muros, otra que le abrió el poder producto de una disputa por el cumplimiento de convenios financieros que aún no se salda, y una más —la más cruel— que apareció la madrugada del sábado, cuando Jorge Dávila Ramírez, un brillante y querido pasante de estomatología fue asesinado a metros de su facultad por hombres encapuchados en circunstancias tan extrañas que rebasan el azar, un asalto en el que ni siquiera se llevaron su coche…solo su vida.

A la UASLP la acechan los fantasmas. Le llueve sobre mojado (aunque sea lugar común)

Sin entregarme al sospechosísmo ni a la perspicacia sin fundamento, desde mi muy humilde opinión, las circunstancias del homicidio hasta ahora son tan misteriosas e inconsistentes, que no parecer ser producto azar.

En el caso, no hubo pandillas, ni callejones oscuros, ni una “mala suerte” que pueda explicarse.

Se conoce que las calles de Río Papaloapan, Río Nazas y sus alrededores no son una colonia donde se concentren bandas, es incluso una de las colonias con menor incidencia delictiva, no hay “puntos” extraños y jamas se ha visto que en las esquinas, se reúnan delincuentes en potencia como en otras colonias. Todo lo contrario.

Si bien por las noches son calles solitarias, por lo general son zonas seguras y vigiladas.

Entonces, ¿Qué hacían al menos un par de delincuentes, preparados con capucha a esa hora y en ese lugar?

Hemos visto muchas veces (lamentablemente) los videos que circulan en redes sociales de casos cuando delincuentes roban vehículos con violencia:

Ninguno se cubre el rostro (poco les importa ser identificados porque en su mayoría son foráneos y pasajeros: llegan se roban determinado número de vehículos y abandonan el estado) y su objetivo de amenazar a mano armada es solo para someter a la víctima a un miedo mortal pero el objetivo es llevarse el vehículo, no matarlos.

Esos delincuentes roba carros “comunes”-digamos- no se parecen a los que atacaron a Jorge Dávila.

Los asesinos del pasante universitario cubrieron sus rostros; ¿sabían quién era su víctima y temían ser reconocidos? ¿o sabían que las cámaras los mirarían y podrían ser identificados porque son locales?

Por si fuera poco, en un giro de último momento —revelado hace apenas unas horas— la Fiscalía confirmó que el estudiante no estaba solo: lo acompañaba una mujer misteriosa que abandonó el lugar de los hechos y aún no comparece.

Ella es la testigo clave, la única que puede poner orden al rompecabezas sangriento.

La reacción universitaria el fin de semana fue casi automática: condolencias, solidaridad y un comunicado que, aunque bien intencionado, se apresuró a exigir resultados al Ayuntamiento y a las autoridades de seguridad.

Pero…el problema no es exigir justicia —el problema es desde dónde se exige-

Digo, creo que a nadie se le olvida que hace apenas unas semanas, una estudiante fue violada dentro de la Facultad de Derecho, (en sus narices) y todavía no se disipan del todo ni el dolor ni la vergüenza ni el agravio.

Es cierto, se tomaron medidas, se concilió con la comunidad, se tomaron y publicaron acuerdos, se arrancaron consultas para mejorar el protocolo y -hay que decirlo- de manera muy profesional, estratégica y astuta, la institución pudo rescatar el buque del naufragio y volteó la narrativa, pero eso no quita que todavía las paredes huelan a desconfianza.

Y ahora, tras el reprobable, triste y trágico asesinato, pretender subirse al púlpito moral y señalar con dedo flamígero a la autoridad municipal por un asesinato a metros de su territorio, raya en la hipocresía institucional.

El poder —diría Foucault— no se posee, se ejerce.El poder no es un trono desde donde se controla el mundo, sino una red donde todos miran y son mirados, donde cada quien tiene una cuota de vigilancia y de culpa.

El rector, como máxima autoridad, tiene responsabilidad institucional ante lo ocurrido aquel viernes, pero no puede vigilar cada aula ni cada puerta, como lo dijo en varias ocasiones, y tiene razón.

Con esa misma vara y al mismo tiempo, el alcalde, como autoridad municipal, tiene la obligación de prevenir y garantizar seguridad, pero no puede estar en cada esquina ni anticipar el pulso impredecible de la condición humana (tampoco el rector, tampoco el gobernador, tampoco la presidenta y para acabar tampoco nadie…)

Entonces, culpar directamente por los actos de otros es un consuelo inútil; exigirles el fin de la violencia es un acto de fe, no de gobierno.

Y es que si siguiéramos esa lógica punitiva hasta sus últimas consecuencias, entonces también deberíamos culpar a la presidenta por cada asesinato del país (como el de Carlos Manzo) por cada mujer desaparecida, por cada crimen que se multiplica sin permiso, etc. Las cosas simplemente no funcionan así.

La estructura social es materia, parte y producto del ejercicio del poder. Asunto mucho más complejo que simples señalamientos inquisitorios. El poder no es omnipresente, solo omniseñalado.

Y ese, al final, es su castigo: cargar con la culpa de lo que no controla.

(Es buena temporada para releer Crimen y Castigo)

Los sueldazos

Mientras tanto, mientras el dolor de la muerte se respira en el aire y la herida de una violación en territorio universitario apenas empieza muy lentamente a cicatrizar, las manecillas no perdonan.

Este viernes que viene vence el plazo de la palabra empeñada del gobernador para pagar los más de 200 millones de pesos que debe a la Universidad.

Pero justo una semana antes de que deba sonar la caja registradora, alguien decidió cambiar la música.


La publicación el viernes pasado sobre los “sueldazos” de la cúpula universitaria no fue una casualidad inoportuna. Fue un golpe asestado con precisión, fuerza y técnica.

De pronto, el deudor se volvió víctima y el acreedor, sospechoso.

La nota —metódicamente filtrada, viralizada y amplificada— cayó como veneno en la percepción pública, que sin pensarlo demasiado, seguramente generó reacciones como “con razón no les alcanza… con razón piden más dinero” y variantes de las mismas.

Mezquinos, mal intencionados, inoportunos, traicioneros y en parte imprecisos son los datos publicados, no obstante, no son del todo falsos.

El golpe fue quirúrgico y eficaz: de los 200 millones reclamados, casi el 15 por ciento iría a parar al bolsillo de un selecto grupo de poco más de 25 funcionarios privilegiados (no 40), con sueldos que rebasan los 100 mil pesos mensuales.

El cálculo no necesitó mayor propaganda: 25 personas, 30 millones de pesos.

Así, el discurso de sacrificio y asfixia se resquebrajó ante la aritmética.

El gobierno, que venía acorralado, respiró, y la universidad, que apenas había recuperado su imagen tras semanas de asedio, volvió a sangrar.

Pero el episodio de guerra todavía no termina y no se confíen los universitarios: el derechazo de los sueldazos casi los deja en la lona, y quizás deban esperar otro golpe, uno por mejilla diría Sabina, antes de que llegue el cheque prometido.

Pero toda crisis —como diría Arriaga— trae la oportunidad de volverse “ferozmente humana”.

Zermeño puede convertir el veneno en antídoto si se atreve a hacer lo que nadie antes: Cueste lo que cueste (laboral y jurídicamente) abrir y regular los tabuladores, transparentar los sueldos, redimensionar el poder económico interno y demostrar que el sacrificio no solo se exige, también se ejerce.

Es cierto, tienen un plan de austeridad estricto desde su llegada y fue el único en topar las pensiones a los ex rectores y a sí mismo, sin embargo parece que todo eso quedó corto y es que en este momento no se trata solo de administrar la institución, sino de reconciliarla consigo misma.

Si lo hace, pasará a la historia no como el rector que enfrentó y salvó una crisis, sino como el que además tuvo el valor de reformarse mientras el fuego seguía encendido y con las heridas abiertas.

De otra forma, el doctor será recordado como otro rector que heredó privilegios abusivos… y los dejó intactos.

Entrarle al tema de frente, siempre podrá ser una buena estrategia de reconstrucción tras el caos. (Claro, lo haga o no lo haga, siempre se le podrá cuestionar el por qué no lo hizo antes…ni modo, heridas de guerra)

No cabe duda: la UASLP sobrevivirá, como siempre. Pero entre violencia, muertos, encapuchados, sueldazos y simuladores, el poder en San Luis Potosí se está volviendo un lugar que por el momento nadie quiere mirarse.

Escribió Camus, “comprender es casi perdonar”,y aquí —todavía— nadie está listo para perdonar (ni creo que todos los actores estén comprendiendo la misma historia).

En otras ruinas del fin de semana…

La semana pasada el diputado Carlos Arreola se dio el lujo de presentar cuatro iniciativas que permitirían al estado y municipios tener la posibilidad de acceder a financiamientos millonarios (endeudarse pues).

Este fin, cuando el rechazo fue unánime —en su partido, en los medios y en la opinión pública—, echó pasito para atrás y con gesto de redentor dijo que las retiraba “para replantearlas”.

Qué nobleza la suya: se le olvida que no hay mérito en recoger el tiradero cuando uno mismo lo provocó.

Yo soy Jorge Saldaña.

Hasta la próxima.

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#4 Tiempos

Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

-¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?

¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!

Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?

Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.

Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».

¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…

El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.

Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:

-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.

Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.

El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799)

estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.

Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!

Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.

«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!

Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».

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