#4 Tiempos
Al tiro y en Guardia | Apuntes de Jorge Saldaña

Apuntes
Amigos de la vida sigue e hijos de mis Aztra Zéneca: entre las disparadas cifras de covid en todos sus colores y presentaciones, la influenza, que muy amable y oportuna se acomidió a colaborar, los frentes fríos y el olvidarse de salir sin suéter como siempre sugiere mamá, en estos días en SLP no hace falta más que aventar una piedra para atinar a un amigo, familiar, conocido o transeúnte que, o tiene algo, o por lo menos se siente mal.
Nos podemos culpar unos a otros, culpar al gobierno del nivel que menos nos agrade, atribuirlo al castigo de Dios Todopoderoso del estilo Antiguo Testamento, y hasta culpar a la noche, a la playa, y a la lluvia, al conspirativo control mundial, o a todas las razones anteriores juntas, todo lo que en mi opinión resulta ya ocioso e irrelevante comprobar.
Lo importante es que, a pesar de los escalofríos, diarreas y dolencias generalizadas (no hay empresa, comercio, escuela, institución pública o privada que se haya salvado de un “brote” y lo reto a preguntar) los potosinos, que estamos enfermando por millares en cuestión de días, la mayoría no hemos tenido necesidad ni de pisar hospital para en algunos días poder mejorar.
Los síntomas son crueles y pesimistas consejeros, no obstante, hijos de la razón, también hay que considerar en descargo práctico que por lo menos en el estado, hay pruebas suficientes, camas disponibles, oxigeno, medicinas y capacidad de atención, asunto que también es fácil constatar.
Casos graves sí, también los hay, así como también lamentables fallecimientos, pero a una distancia astronómicamente proporcional si se compara a cuando sufrimos la pandemia sin ninguna protección viral. Creo que no exagero al decir que sin la vacuna, con las cifras de hoy, estaríamos prácticamente en el Apocalipsis.
Además, para aliviar cual caldito de pollo un corazón dolorido, llegan mañana más de medio millón de refuerzos de vacuna gestionados ante el gobierno federal para poner a los “chavos de hoy”, que tenemos 40 y más, al mismo tiempo que se estudian ya las estrategias para empezar a inocular a los niños en el corto plazo.
No estoy diciendo, de ninguna forma, que nos relajemos y que por pura fe confiemos en que, si estás vacunado “no pasa de una gripa fuerte y ya”.
No, no es momento de bajar ni el cubre bocas, ni las medidas de distancia o las de salubridad, (ni andar saliendo sin suéter), pero tampoco se bajan las cortinas de los negocios ni de las empresas, porque desde casa o presencial, se necesitan empleos y la generación de economía no es cosa que resista otra vez parar.
Por cierto y cambiando del tema de la enfermedad, lo que sí viene bajando ya es la Guardia Nacional, que se replicará en forma de Guardia Civil Estatal. La iniciativa mañana se entrega al Congreso del Estado ya con la promesa de darle curso con celeridad.
Tener Guardia Civil en lugar de Policía Estatal, no es un simple cambio de uniformes, logotipos de patrullas o cualquier otro asunto de apariencia o percepción (que lo habrá) sino un cambio estructural, interno, de sistema militarizado aunque –y esto es importante resaltar- no necesariamente los mandos tendrán que provenir de las fuerzas armadas, es decir, la estructura también podrá ser comandada por un civil, pero con las normas estandarizadas de la Guardia Nacional.
Para los policías y uno que otro despistado que quiere alarmar a la manada, la iniciativa no contempla ni cambio de mandos, ni nuevos contratos, ni pérdida de antigüedad para ningún activo, ni el recorte a ningún derecho laboral ya generado, al contrario, estandarizar la Guardia Civil con la Nacional, pondrá en línea recta el acceso a mejores prestaciones, recursos, capacitación y estrategias para nuestros policías y en consecuencia, mayores expectativas de resultados para nosotros los ciudadanos.
En los próximos días, sesionará el Consejo Estatal de Seguridad Pública, y ahí el propio gobernador Gallardo dará detalle del significado de fondo de ésta transmutación de la fuerza pública.
BEMOLES
LA CONCIENCIA ES CANIJA
Eso de andar “avisando” sobre ordenes de aprehensión es un contra sentido. Justificarlas un absurdo, ampararse “de nada” es prácticamente una confesión del temeroso y defenderse con el mismo abogado que se contrató desde la Secretaría de Salud, pues un abuso al cinismo. ¿Sí me entendió Doctora? Ya nada más falta que huya, para que con todo lo anterior, ya mejor se ahorren el juicio y le den sentencia. #EnQuéAndaráElMiedo
DE ALCALDE A REO EN POTENCIA
Inhabilitado por corrupto y por violentar derechos humanos es un asunto. El ex alcalde interino de la triste época xavierista no podrá regresar a la escena pública y ya le quitaron el cargo de regidor que alcanzó con las uñas. Otra cosa muy distinta es ya estar vinculado a proceso (todavía en libertad) por intento de violación y esa no fue con las uñas, fue con ambas manos. Qué repugnante caso y eso que él y su patrón Xavier presumían de “altísima calidad moral”… ajá #AlBotePorCochinote
UNA DE MUSEOS
Quisiera en alguna de mis siguientes entregas, si me lo permite, hablar sobre los museos y sus titulares, la verdad es que me he encontrado con varias sorpresas, pero sobre todo la ausencia absoluta de proyectos, bueno, con decirle que uno, el del Virreinato no solo está acéfalo sino que ni siquiera está en funcionamiento, es decir de plano ya ni abren. ¿Cuándo dejaría de existir que ni nos dimos cuenta? Perfiles y grandes proyectos sobran para varios de ellos, lo malo es que pues la secretaria de Cultura anda en el chisme y no donde debe, piensa que los únicos perfiles disponibles son sus conocidos del Canal 7 y recomendados del que ya parece su “mayordomo honorario”, mi querido Antonio Rabinal Gamboa. No la amuelen, por eso el gobernador ya va a ponerlos en orden.
ADIOS SEGOVIANO
Para la entrega socarrona de este viernes, si no me la ganan antes, le daré detalles pequeños, pero significantes sobre la historia de la salida de Arturo Segoviano de Sedeco, el posible “enroque”, que parece difícil aunque no imposible, con Paty Veliz en Turismo (tienen el secreto muy guardado) o hasta el brinco de un director de un museo a una secretaría. No se la pierda.
MUSEO DE LOS 80-90
El gobernador anunció la creación de un nuevo museo al interior del Tangamanga I con la temática de tan hermosas décadas. Definitivamente un “ChavoRuco” tendrá que ser el que deba estar al frente de tan nostálgico pero a la vez novedoso espacio. Para los que estén interesados, me pasaron en exclusiva los requisitos (que son muchos) para poder ser considerado:
Saberse una rola completa de Mecano, año de grabación y momento emocional por el que pasaba Nacho. Hacer bien aunque sea un paso de Timbiriche, y dominar el de “Ven claridad” con todo y la pausa. Poseer en su Playlist el “Medley Histórico” de LuisMi. Demostrar haber acudido a Discopatín. Saber señalar en un mapa dónde era Danessa 33 y Chipitongos, tener por lo menos un KCT mezclado y saber rebobinarlo con una pluma (se tomará en cuenta la velocidad). Tener una foto con “Top Sailors” o Trapper Keapper en su caso, original y tres copias de entradas a Arusha o dos de Oasis, saber prender una Caribe a partir de modelo 84. Saberse la calmadita de “OK” y el nombre de dos integrantes de “Gafas” ¿Quién se apunta? A mi se me ocurren varios nombres como: Eduardo Caraveo, Jesús Aguilar, Ramón Villafuerte, Gerardo el vocalista de OK, Gabriel Ortiz (el de Épocas) Michelle Sharp, Juan Carlos Ortiz, Maru Vilet, Edgardo Pérez “El Trovas” y hasta Jorge “Chowi” Lozano, pero seguro a usted mi Culto Público se le ocurrirán otros más. ¿Por qué no vamos haciendo la lista completa? ¿Jalan? #Venga80eros
¡Bueno ya, hasta la próxima!
Atentamente,
Jorge Saldaña, dolorido en la carencia de recado que publicar.
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#4 Tiempos
Pena de muerte | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Imagine que un día, mientras se baña, descubre en alguna parte de su cuerpo –por ejemplo, en la planta del pie izquierdo, aunque bien podría ser en cualquier otro lugar- unos números tatuados que nunca antes había visto. ¿Cómo es que aparecieron allí? Hace usted memoria: ¿quién pudo haberle jugado una broma tan pesada? Y, sobre todo, ¿cuándo y a qué hora, que usted no se dio cuenta?
Como quiera que sea, trata de averiguar el significado de aquella cifra misteriosa. Lee una vez y luego otra vez: 290614. Doscientos noventa mil seiscientos catorce. ¿Y qué quiere decir? Piensa usted en las cantidades de dinero que debe e, incluso, en el saldo de su cuenta bancaria. ¡No, imposible! Por más que ha tratado de ahorrar, nunca le ha sido posible reunir una suma semejante. ¡Ojalá tuviera esa cantidad! Pero no: sospecha que, por lo menos aquí, no se trata de dinero. ¿Y si hubiera que leer la cifra de otro modo, es decir, no de corrido sino por partes? 29-06-14. Así la cosa está más clara. Parece una fecha. ¿Veintinueve de junio del año dos mil catorce? Ahora imagine que, de pronto, lo invaden ciertas sospechas. ¿Y si esa fecha fuera la de su futura muerte?
Sí, eso es: usted ha desentrañado un misterio: esos números que nadie pudo haber tatuado -por la sencilla razón de que, si alguien lo hubiese hecho, usted se habría dado cuenta- son una revelación, algo así como un mensaje. Usted se morirá, pues, el veintinueve de junio del año dos mil catorce. Y cuando ha caído en la cuenta del significado de los números misteriosos, éstos desaparecen y no vuelven a dejarse ver nunca más. Fueron como un relámpago en la noche, sí, y, sin embargo, usted ya sabe…
¿Cómo sería la vida de los hombres si Dios, valiéndose de estos avisos o de otros, nos hiciera conocer el día de nuestra muerte? ¡Que sencillamente no podríamos vivir! Cada mañana nos despertaríamos con la boca pastosa pensando que la fecha fatídica está hoy más cerca que nunca. ¿Cómo vivir en semejantes condiciones?, ¿cómo no pegarnos entonces un tiro en la cabeza? Pero no. Dios, aunque conoce el día y la hora de cada uno, se la calla. Al crearnos, no nos puso en ningún ángulo del cuerpo nuestra fecha de caducidad. ¿Para qué conocerla? ¿Para vivir aterrorizados? Sin embargo, lo que ni Dios se ha atrevido a hacer, los humanos sí que lo hacemos, y hasta con una naturalidad que habría que llamar mejor ensañamiento. Nosotros sí, para castigar a los culpables, los condenamos a muerte y hasta les decimos, armados con el código penal, el día en que deberán ser ejecutados. ¿No es esto salvaje e inhumano? Imaginemos, en efecto, la vida de un hombre que deberá morir el 29 de junio del año 2014… ¿Cómo transcurrirían las horas de este hombre?
Bien, Víctor Hugo (1802-1885), el gran escritor francés, trató de imaginarlo escribiendo una novela publicada en 1829 que llevaba por título El último día de un condenado a muerte. En ella aparece un hombre acusado de asesinato al que la ley está a punto de dar el último golpe. ¿En qué piensa este hombre al saber que sus días están contados? ¿Qué ideas concibe mientras la fecha se aproxima y los minutos vuelan? Para enterarnos es preciso leer la novela. Yo, por mi parte, sólo quiero detenerme allí donde el prisionero, en su celda, se pone a observar las paredes con curiosidad. ¡Va a morir, él va a morir! ¡Y cuantos ocuparon esta misma celda antes que él están ya muertos, y bien muertos, desde hace tiempo! Sin embargo, antes de irse de este mundo escribieron algo en las paredes que era como su último adiós. Se puso a leer…
«¿Qué hacer con la noche cuando aún no despunta el día? Se me ocurrió una idea. Me levanté y paseé mi lámpara por las cuatro paredes de la celda. Están llenas de frases, de dibujos, de extrañas figuras, de nombres que se mezclan y se tapan unos a otros. Parece como si, aquí al menos, cada condenado hubiera querido dejar su huella. Con lápiz, con tizón, con carbón, letras negras, blancas, grises, con frecuencia profundas hendiduras en la piedra, por doquier caracteres oxidados, como si estuvieran escritos con sangre… A la altura de mi cabeza hay dos corazones inflamados, atravesados por una flecha y, por encima, la leyenda: Amor para toda la vida. El desgraciado no se comprometió por mucho tiempo. Al lado, una especie de tricornio con una figurita groseramente dibujada por debajo y estas palabras: ¡Viva el emperador!. Y luego otros dos corazones inflamados con esta inscripción: Amo y adoro a Mathieu Danvin. Jacques. En la pared de enfrente se lee este nombre: Papavoine. La p mayúscula está bordada con arabescos y adornada con esmero»…
La celda que describe Víctor Hugo es la celda de los condenados, sí, y, sin embargo, antes de tomar el camino del cadalso unos hombres dibujaron corazones y escribieron unas cuantas palabras de amor. Amo y adoro a Mathieu Danvin. ¿Quién era este Jacques que, a escasas horas de morir, resumía así las andanzas y quehaceres de toda una vida? Antes de irse de este mundo, Jacques había escrito las palabras decisivas; palabras que nunca leería Mathieu Danvin, pero que él se sentía en el deber de dejar grabadas para siempre. ¡A punto de ser llevado a la guillotina, Jacques declaraba su amor en la distancia a Mathieu Danvin! Por ahora no quiero leer más. Y cierro la novela de Hugo pensando en esto: que acaso lo único que hemos venido a hacer a este mundo es decir unas cuantas palabras de amor, unas pocas, para luego irnos un poco así como los barcos se pierden en la lejanía del mar durante la noche. ¿Que no somos correspondidos? Eso no importa. ¿Que no dio nunca nadie importancia a nuestro afecto? Eso importa menos aún. Nosotros hemos amado, lo hemos dicho y con eso nos basta.
Cuando hemos pronunciado las palabras esenciales, cuando hemos escrito nuestra declaración de amor en una de las paredes de la vasta prisión que es este mundo, ya nada nos falta. ¡Hemos dicho ya lo único que importa decir! Que venga entonces el carcelero: nosotros tendemos las manos hacia él y lo acompañamos a donde quiera llevarnos…
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#4 Tiempos
El secuestro de 7 vidas al barranco | Crónica de Jorge Saldaña
CRÓNICA
Por: Jorge Saldaña
Todos perdieron. En San Luis, a veces la justicia no llega por la puerta grande de los tribunales, sino por la rendija torcida del rencor. Cuatro adolescentes, todavía con el olor a niñez pegado en la piel, decidieron convertirse en verdugos de otro recién salido de la adolescencia. Lo subieron a un Mazda gris como si se tratara de un ritual iniciático: una venganza disfrazada de justicia.
El nombre del capturado era Fidel. Lo golpeaban dentro del auto, le gritaban lo que creían que era verdad: que había embarazado a una amiga, que la golpeaba, que la humillaba y que dejó junto a su hijo a la deriva. Ellos, convencidos de ser vengadores, eran apenas muchachos con un arma de balines que parecía real. Creían portar justicia, pero cargaban sólo una farsa de poder.
En la huida desesperada, Fidel se arrojó del vehículo. No era valentía ni cobardía: era instinto de supervivencia. Saltó, y el destino lo arrojó todavía más abajo, al barranco. El golpe contra las rocas fue la sentencia que ninguno de los adolescentes imaginó, pero todos firmaron con ese acto.
El saldo es un inventario de pérdidas: Fidel perdió la vida en la caída. Los cuatro jóvenes perdieron la libertad, y con ella, cualquier atisbo de futuro. La muchacha, centro invisible de la tragedia, perdió al padre de su hijo y a los amigos que quiso como vengadores. Se quedó sola, con un bebé en brazos y la sombra de un muerto sobre la cuna.
El niño crecerá huérfano de padre, y su madre, huérfana de red. No hay vencedores: sólo cenizas.
La historia parece sacada de una novela de Arriaga: adolescentes que creen en la épica de la violencia, que juegan a dioses con armas falsas, que hacen justicia con las uñas sucias del odio
. El final es tan brutal como inevitable: cuando la violencia se hereda, los hijos juegan con ella.El barrio El Aguaje se quedó con una postal difícil de olvidar: sirenas iluminando la noche, un cuerpo roto en el fondo del barranco, y cuatro chamacos esposados, con la mirada aturdida de quien no alcanza a comprender que la adolescencia terminó en un segundo.
Nadie hablará de ellos en la sobremesa. Nadie los pondrá en canciones. Pero ahí está la historia, un espejo áspero que refleja a al del país entero: un lugar donde la justicia se busca a golpes, donde la violencia se hereda como apellido, y donde hasta los niños cargan con la fatalidad de ser verdugos o víctimas.
En esta tragedia, no hubo malos ni buenos: sólo cinco adolescentes devorados por un mismo monstruo, el de la violencia que crece como plaga en los rincones donde el Estado no llega, pero sí llega Netflix y todas las plataformas con series donde se exalta la violencia como único camino, y la justicia por propia mano como un acto de valentía en una selva que no tiene otra ley que el ojo por ojo y diente por diente.
La pregunta queda flotando como un eco incómodo: ¿A quién le importa?
Simplemente es una corriente y cruda historia más, en la que nadie gana.
Un reflejo del barranco en el que todos estamos al borde.
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#4 Tiempos
El sueño que parecía imposible | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Durante décadas, el fútbol mexicano ha vivido con una deuda pendiente, la de encontrar a ese jugador distinto, capaz de cambiar un partido con una sola jugada, de desatar emociones colectivas y de encender la esperanza de millones. Y de pronto, en medio de la rutina de un campeonato que pocas veces sorprende, aparece un adolescente llamado Gilberto Mora para recordarnos que el sueño sí puede ser real.
Con apenas dieciséis años ya hizo historia. Debutó en la Primera División con Xolos y no fue un relleno, no fue una anécdota, se convirtió en protagonista, dio una asistencia, marcó un gol y rompió el récord de precocidad. Desde entonces, cada vez que pisa la cancha transmite esa sensación de que algo diferente va a ocurrir. Es el tipo de jugador por el que uno prende la televisión o se sienta en la tribuna con la ilusión de ver magia.
Lo extraordinario de Mora no es solo su juventud ni sus estadísticas. Es la manera en que juega con naturalidad, como si la presión no existiera, como si la cancha le perteneciera. Ve espacios que los demás ignoran, inventa caminos en lugares cerrados, toma decisiones que parecen dictadas por un instinto superior. Y lo más impresionante es que ya lo hace con la Selección Mexicana, donde su talento no se disfraza entre adultos, sino que se multiplica. En la Copa Oro lo vimos asistir, competir, atreverse, y ganar un título con una madurez que contrasta con su edad.
El horizonte para Mora es tan prometedor como inédito. Si el proceso se maneja bien, no solo podría disputar el Mundial Sub-17 —ese que corresponde a su categoría natural y donde sería la estr ella indiscutida—, sino que incluso está en condiciones de aspirar al Mundial Mayor , en un salto que pocos futbolistas en el planeta pueden presumir. Imaginarlo jugando ambos torneos, en paralelo, sería confirmar que estamos frente a un fenómeno.
México ha tenido buenos futbolistas, jugadores de época, líderes de vestidor o símbolos nacionales. Pero pocas veces hemos sentido tan cerca la posibilidad de tener a alguien con el aura de un Messi o un Maradona: un joven que no solo juega, sino que transmite la sensación de que su historia puede transformar la del fútbol mexicano. Por eso cada partido suyo parece más grande que el marcador. Porque lo que está en juego es la ilusión de un país entero que lleva generaciones esperando a “ese” futbolista que cambie todo.
Claro, el riesgo existe. La presión mediática, los clubes europeos que pronto tocarán la puerta, la exigencia desmedida de una afición que no suele tener paciencia. Pero si Mora encuentra el entorno adecuado, si logra madurar sin perder la magia, entonces podemos estar al inicio de la historia que tanto tiempo se nos negó.
Gilberto Mora es hoy más que un jugador: es la encarnación de un sueño que parecía imposible. Si mantiene el rumbo, no estaremos hablando solo del más joven en debutar, anotar o asistir. Estaremos hablando del crack que México llevaba décadas esperando, capaz de unir en un mismo calendario el Mundial Sub y el Mundial Mayor, para después escribir la página que nos acerque, por fin, a la eternidad futbolística.
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