Deportes
97 años de historia del beisbol potosino
Luego de casi dos décadas de ausencia, la ciudad podría recuperar a sus Tuneros
Por: Luis Antonio Martínez
Los Tuneros de San Luis es un equipo de beisbol que se convirtió en ícono del deporte en el estado, pues entre sus múltiples apariciones ya acumula 97 años de historia y aunque hoy está desaparecido, próximamente podría volver a la Liga Mexicana de Beisbol (LMB), pues el gobernador Ricardo Gallardo ha anunciado la intención de su gobierno para remodelar el Estadio 20 de Noviembre y alojar ahí a un equipo profesional.
La escuadra fue fundada en 1926, cuando el 74 Regimiento de Puebla fuera transferido a la ciudad de San Luis, aunque abandonarían la LMB después de disputar cuatro partidos.
Los Tuneros regresaron a la Liga Mexicana en 1934, esa temporada quedaron subcampeones, con un récord de 14 partidos ganados y 8 perdidos a 2.5 partidos de diferencia de Monte de Piedad de México, quienes tuvieron un registro de 17 victorias y 6 derrotas. Al siguiente año, el cuadro potosino ya no formaría parte de la LMB.
Doce años después, 1946, el beisbol profesional regresó a San Luis Potosí, luego de que la LMB expandió su número de equipos de seis a ocho. En el esa nueva incursión el cuadro potosino se conservó hasta 1951. Su mejor temporada fue esa última, cuando fueron ganadores de la primera vuelta, en la que jugaron una serie de campeonato contra los Azules de Veracruz, ganadores de la segunda vuelta, donde perdieron la serie 4 a 1.
Los Tuneros de San Luis, para la temporada de 1952, fueron trasladados a la Ciudad de México para convertirse en los Diablos Rojos de México.
El Estadio 20 de Noviembre volvió a albergar beisbol en 19 60, aunque en esta ocasión lo hizo para la Liga Central Mexicana, un circuito de ligas menores que tuvo a cuatro equipos en la capital, que fueron: Tuneros de San Luis Potosí (1960-1962 y 1971), Indios de San Luis Potosí (1963), Rojos de San Luis Potosí (1963-1966) y Charros de San Luis Potosí (1969-1970); además, hubo otras cuatro escuadras en el estado: Rojos de Ébano (1971-1974) y Ébano (1977), Ciudad Valles (1974 y 1978) y Cafeteritos de Tamuín (1973).
Los Tuneros de San Luis en el 60 fichó a Héctor Espino, consi derado uno de los mejores peloteros mexicanos de la historia. En 63 juegos consiguió la estadística de 20 jonrones en 229 turnos al bate y fue el líder en slugging con .729.
En el año de 1965 y 1966 los Rojos de San Luis fueron los campeones de la liga, tuvieron un récord de 88 victorias y 51 derrotas y 85 ganados y 53 perdidos respectivamente.
Los Tuneros no regresaron a la LMB hasta 1986, cuando los Astros de Tamaulipas fueron trasladados a San Luis Potosí, en esta temporada registraron 66 juego ganados y 63 derrotas.
Su mejor temporada fue en 1988, cuando quedaron en segundo lugar de la Zona Norte, por lo que calificaron a los Play-offs. Los tuneros fueron eliminados en la primera serie de postemporada al perder la serie 4 a 1 en contra de los Sultanes de Monterrey.
En 1991, el equipo cambió de nombre a los Reales del San Luis, con esa nueva identidad quedaron en el último lugar de la LMB. Para el siguiente año los Reales fueron transferidos al estado de Veracruz.
Los Tuneros de San Luis regresaron 13 años después al beisbol profesional, al reemplazar la franquicia de los Broncos de Reynosa; Juan Rodríguez al mando, quedaron en el último lugar de la Zona Norte.
Los Tuneros en el 2005 contrataron a Dan Firova, actual manager campeón de la Major League Baseball (MLB) con los Astros de Houston, como su coach. En su primera temporada con los potosinos, Firova tuvo 45 victorias y 63 derrotas, quedando en penúltimo lugar de la Zona Norte.
La última temporada de béisbol profesional en San Luis Potosí fue en el 2006, los Tuneros mantuvieron a Dan Firova al mando y alcanzaron un récord de 49 juegos ganados y 61 derrotas. Para el 2007, la franquicia potosina fue trasladado a Chihuahua. Desde entonces no ha regresado el rey de los deportes a la entidad.
Casi 100 años después de ver nacer a los primeros Tuneros, San Luis Potosí podría recuperar a su equipo, pero tras más de una década de ausencia, ¿cómo los recibirá la afición?
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#4 Tiempos
El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Guillermo Ochoa es un portero que se convirtió en bandera. Desde que debutó con el América en 2004, sus guantes parecían hechos para noches grandes: títulos de liga, protagonismo inmediato y el aura del “nuevo guardián” del arco mexicano. Tardó en dar el salto a Europa, y aún así, demostró sus ganas de crecer a pesar de los sacrificios, con una carrera que, aunque irregular en lo colectivo, lo mantuvo vigente en la élite del futbol internacional durante más de una década.
En Francia defendió al Ajaccio, donde se convirtió en ídolo de un club pequeño que sobrevivía gracias a sus atajadas imposibles. Después vinieron pasos por Málaga y Granada en España, donde la lucha contra el descenso lo expuso constantemente, pero también lo catapultó con actuaciones memorables frente a equipos como el Barcelona o el Real Madrid. Más tarde, Bélgica, con el Standard de Lieja, donde recuperó la estabilidad, disputó competencias europeas y volvió a tener el brillo de arquero confiable.
De ahí regresó a México, otra vez al América, como referente y capitán. Sin embargo, su ambición lo llevó a un último desafío en Italia con la Salernitana, donde las críticas fueron severas y el equipo terminó hundido en la tabla. Ese episodio marcó un antes y un después: Ochoa ya no era visto como el mismo arquero que tapaba lo imposible en los mundiales, sino como un veterano que comenzaba a pagar factura ante la exigencia de un futbol mayor.
Con la Selección Mexicana, su legado es indiscutible
. Fue cinco veces mundialista y protagonista en Brasil 2014 y Rusia 2018, con actuaciones que dieron la vuelta al mundo. Se le aplaudió como salvador, pero también se le cuestionó su influencia en el vestidor y el hecho de que, durante años, cerrara el camino a nuevas generaciones de arqueros.Hoy el futuro de Ochoa es una incógnita. Con 39 años cumplidos, se habla de un posible regreso a la Liga MX, donde tendría el respaldo de la afición y un lugar asegurado en el escaparate. También existe la posibilidad de un destino exótico, en ligas de menor exigencia pero con cheques generosos. El problema es que cada paso que dé será juzgado no como una nueva aventura, sino como el epílogo de una carrera que marcó época.
El verdadero reto de Guillermo Ochoa ya no está bajo los tres palos, sino frente al espejo. Su historia se escribió entre América, Ajaccio, Málaga, Granada, Standard de Lieja y Salernitana; su leyenda se forjó con la Selección. Pero ahora, cuando el tiempo le recuerda que no hay reflejo eterno, deberá decidir si se despide como un gigante que supo irse en lo alto o como un ídolo que se aferró demasiado al recuerdo de sus mejores atajadas.
#4 Tiempos
Hoy, frente al campeón | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Cuando Toluca llegue al Alfonso Lastras esta noche, no lo hará como un visitante cualquiera. Llega con la etiqueta de campeón, con una racha que asusta y con la confianza de un equipo que se sabe sólido. Para San Luis, en cambio, la cita es una cuerda floja: si tropiezan, el vacío no será sólo en la tabla, también en la credibilidad.
Los Diablos Rojos han mostrado lo que pocos en este torneo: regularidad. Saben atacar, saben cerrar partidos y rara vez pierden la calma. Es un conjunto que luce afinado, con un mediocampo que controla ritmos y delanteros que no perdonan. La pregunta no es si Toluca llega bien, sino si San Luis tiene con qué incomodarlos.
El conjunto potosino, por su parte, ha vivido a base de altibajos. Capaz de ganar con autoridad un fin de semana y de derrumbarse al siguiente con errores de principiante. Su defensa es frágil cuando la presión se acumula y su ataque depende demasiado de destellos aislados. Juegan en casa, sí, pero el Lastras ha dejado de ser un verdadero bastión, demasiadas veces los rivales han salido de aquí con los brazos en alto.
El historial entre ambos no ayuda al ánimo local. Toluca suele imponerse con naturalidad y pocas veces ha permitido que San Luis lo sorprenda. No es casualidad, cuando uno tiene orden y el otro improvisa, el resultado suele estar cantado.
Sin embargo, el fútbol tiene esa manía de burlarse de la lógica. A San Luis le basta un arranque intenso, un gol inesperado o una noche inspirada de su arquero para cambiar el guion. Lo sabe la afición, que se aferra a la esperanza de que, ante el rival más fuerte, el equipo saque la versión que pocas veces aparece.
Hoy no se juega sólo un partido. Para Toluca es la oportunidad de confirmar que su liderazgo no es un accidente. Para San Luis, es el chance de mandar un mensaje claro de que no están condenados a ser comparsa, que pueden competir con cualquiera si deciden hacerlo en serio.
Si San Luis sale tímido, Toluca lo devorará sin esfuerzo. Pero si el local entiende que este es el momento para dar un golpe sobre la mesa, entonces el líder tendrá, por fin, un rival que lo haga sudar. El balón dirá si el Lastras es tumba o resurrección.
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#4 Tiempos
Clásico de la 57: pasión al filo del cuchillo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Hoy se juega en Querétaro el Clásico de la 57, un duelo que siempre viene cargado de tensión, orgullo y, por desgracia, un trasfondo que no se puede ignorar: la sombra de la violencia. Este enfrentamiento no es un simple partido de fútbol, es un espejo incómodo de lo que todavía está pendiente en nuestro balompié.
El recuerdo de la batalla campal entre Querétaro y Atlas sigue vivo. Esa tarde oscura, con imágenes que dieron la vuelta al mundo, dejó claro que la pasión puede convertirse en caos en cuestión de segundos. Y no fue un hecho aislado: en otras ocasiones también hemos visto enfrentamientos en las gradas del Alfonso Lastras, peleas que interrumpieron partidos, además de aquel episodio en Torreón en el que el sonido de las detonaciones generó un pánico colectivo que terminó por vaciar un estadio entero. Lo que debería ser fiesta, demasiadas veces se ha convertido en pesadilla.
El problema no es exclusivo de México. Apenas esta misma semana, en Argentina, un partido internacional quedó marcado por escenas dantescas: aficionados golpeados, perseguidos y obligados a escapar del propio lugar que debería haber sido su refugio. El encuentro tuvo que ser suspendido y la violencia dejó un saldo de heridos, detenidos y un continente entero preguntándose cómo es posible que sigamos repitiendo las mismas historias de siempre.
Con ese telón de fondo se juega hoy este Clásico de la 57. En la cancha, Gallos Blancos y Atlético de San Luis se disputan algo más que tres puntos: se juegan la credibilidad de una rivalidad que merece ser recordada por goles y no por golpes . La exigencia es doble: para los equipos, que deben entregar un partido digno; y para las tribunas, que están obligadas a demostrar que se puede alentar sin cruzar la línea del salvajismo.
Porque la verdad es dura: si después de lo vivido en Querétaro hace unos años todavía no entendemos, si después de tantas escenas vergonzosas en México seguimos tolerando barras que se comportan como pandillas, entonces lo que pasó en Argentina podría repetirse aquí en cualquier momento.
El Clásico de la 57 debe ser una advertencia. Que la intensidad se quede en la cancha, que la rivalidad se mida en goles, que la pasión no vuelva a confundirse con barbarie. Si hoy la historia vuelve a torcerse hacia el lado equivocado, no habrá espacio para el asombro: sería simplemente la consecuencia de haber aprendido nada.
Este clásico es una puerta: o se abre para dejar pasar el fútbol en su forma más pura, o se entreabre para que se cuele de nuevo la violencia. Y lo que ocurra esta noche dirá mucho más de nosotros como país que de los once contra once que se atrevan a pisar la cancha.
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