diciembre 12, 2025

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#4 Tiempos

Riesgo moral | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

 

Hace más o menos veinte años, ciudades de Inglaterra buscaban maneras de incentivar el uso de los cinturones de seguridad. En todos los diseños de políticas públicas que buscan obtener cierto resultado por parte de las personas, los gobiernos se ven en la disyuntiva de decidir qué incentivos y en qué medida los implementarán. Estos incentivos pueden ser positivos o negativos, siendo los positivos un premio y los negativos un castigo: en términos sencillos, se trata de decidir entre el palo o la zanahoria.

En aquel diseño de política pública, los ingleses decidieron que sería más conveniente probar con la zanahoria y apartarse un poco de la clásica multa a las y los conductores que no utilizan el cinturón de seguridad. Así pues, la política que se implementó fue un sistema de premios, consistente en que se detendrían al azar a los vehículos cuyos pasajeros estuvieran portando el cinturón correctamente y darles un cupón intercambiable por una hamburguesa. En principio, esta política pública sonaba muy bien.

El gran problema que no previeron las personas encargadas del diseño de esta política pública es el interesante fenómeno que la academia llama «riesgo moral». El riesgo moral refiere a las acciones —normalmente oportunistas— consistentes en aprovecharse de un beneficio a costas de que la otra persona no esté informada de esta conducta. El ejemplo más ilustrativo de ello es el de los seguros: cuando alguien contrata un seguro, lo más probable es que esta persona tienda a tomar más riesgos y sea más descuidada, pues sabe que la aseguradora no puede vigilar su comportamiento. La regla, entonces, es así: a todo incentivo positivo le acompañan —en mayor o menor medida— problemas de riesgo moral.

De este modo, el riesgo moral que acompañó a la política pública del cinturón de seguridad y las hamburguesas consistió en que, entonces, muchísima gente salió a dar paseos en su automóvil esperando que les dieran el premio, lo que ocasionó un aumento dramático en el número de accidentes viales por el cuantioso número de vehículos en las calles. Esta política terminó siendo retirada. Si entonces los incentivos no parecen ser lo más conveniente, ¿qué hacer?

En un escenario contrario, imaginemos un gobierno que quiere reducir el número de personas que se ahogan en un lago. Sabemos que si la política consiste en una recompensa para quien rescate a alguien que se está ahogando, misteriosamente habrá un aumento en el número de personas que se caen al lago para que después alguien pueda cobrar el premio. Por tanto, la alternativa contraria es imponer una multa a la persona que no ayude a quienes se están ahogando, lo cual va a tener el adverso resultado de que ya nadie quiera caminar cerca del lago. A este fenómeno se le llama «efecto disuasor», que puede llegar a incidir directamente en la esfera de libertades de las personas. La disyuntiva entonces se trata de decidir, al momento del diseño de las políticas públicas, en qué medida darán incentivos y qué tan justificados están los castigos, en ambos siendo igual de importante su adecuada vigilancia.

Tras esta breve historia del caso inglés, vale la pena comentar una de las emblemáticas políticas de este gobierno: el programa Sembrando Vidas, que consiste en dar apoyos de 5 mil pesos mensuales a personas en comunidades marginadas y con predios de 2.5 hectáreas donde planten distintas variedades de árboles frutales y maderables.

En términos generales, hay que conceder que el programa no ha sido desastroso en su operación, al menos porque aún no se ven los efectos a largo plazo. Por ejemplo, ha tenido avances positivos con respecto a programas similares de pasadas administraciones, en el sentido de que ahora se hacen las transferencias económicas directamente a los beneficiarios y los recursos no pasan por tantos intermediarios. También, en casos notables, se ha propiciado la colaboración en la comunidad por rejuvenecer predios que no estaban en uso. De nuevo, en términos generales y a primera vista, el programa no suena tan mal.

Sin embargo, a más de dos años del inicio de operaciones del programa, se han documentado cientos y cientos de casos donde las personas talan y deforestan predios para hacerse beneficiarias del apoyo económico

. Ante el contexto de la crisis económica que vino a agravar aún más las condiciones de las comunidades más marginadas del país, muchas personas se han visto en la disyuntiva de conservar los árboles de su predio o de talarlos para poder recibir el apoyo. Y es precisamente este, considero, uno de los mayores problemas de la política: la conservación de los árboles no es realmente el centro del programa, sino alcanzar cifras objetivo de árboles plantados —lo cual tampoco está sucediendo satisfactoriamente—. En el 2019, la meta era plantar casi 600 millones de árboles y solo se alcanzaron a plantar 80 millones, de los cuales han sobrevivido poco menos de la mitad.

Asimismo, el programa tampoco se ha ocupado de garantizar el estatus legal de los predios para que estos puedan servir a este propósito por al menos un par de décadas. De no ser así, de nada habrán servido los esfuerzos. Los participantes solo se comprometen con cartas y no con contratos, a la vez que las áreas maderables no han sido registradas formalmente. El programa carece de sistemas de información sólidos que ayuden a transparentar las compras —que en su mayoría han sido por adjudicación directa—, la información de los beneficiarios o la labor de asignación de insumos, por nombrar algunos ejemplos. Hablando de transparencia y claridad en la operación, también hay que recordar que la Auditoría Superior de la Federación encontró que el programa tiene casi dos mil millones de pesos sin aclarar, según la revisión a la cuenta pública del 2019.

Mientras no se garantice el blindaje a los predios y la continuidad del programa a largo plazo, así como el desarrollo fundado de planes de mercado para los frutos de esos árboles, Sembrando Vidas terminará andando por la calle de los lamentos. Aún que nada de esto se ha hecho, López Obrador tiene el atrevimiento de decir que “es el esfuerzo de reforestación más grande del mundo”. Valdría la pena voltear a ver lo que están haciendo en China o en Corea del Sur, cuyos programas de reforestación han andado desde hace varias décadas; del número de árboles plantados, ni hablar.

Además, tiene el segundo atrevimiento de invitar a Biden a replicar este modelo en Estados Unidos para que le puedan ofrecer la ciudadanía a migrantes mexicanos. La invitación fue rechazada casi inmediatamente por Estados Unidos, pues allá están tratando por separado la problemática migratoria y la ambiental. México, por su parte, tiene un desastre migratorio en la frontera sur; en cuestión ambiental, se perdieron más de 70 mil hectáreas de bosque en el 2019 y, lo evidente, se está construyendo una refinería en pleno siglo XXI —con la terrible deforestación que ha implicado— , se está construyendo un tren —de diesel— en medio de la selva y se le cierra el paso abruptamente a las energías limpias.

La manera de legislar y de diseñar políticas públicas es abiertamente deficiente. Mucho o poco se puede decir de las intenciones; de la ejecución, los resultados hablan por sí mismos. No hay planes sostenibles a largo plazo ni tampoco visión integral. Vaya, ni se pensó correctamente en los alcances del palo o la zanahoria.

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#4 Tiempos

Enrique Mesta Zuñiga, el filósofo autodidacta | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

La revista Letras Potosinas es la continuación de la revista Bohemia. Continuación en el sentido que en 1947 Bohemia cambiaba de nombre a Letras Potosinas, lo que sucedió en el número de edición 51, mostrando la numeración consecutiva. Esta revista, vocero de cultura de la patria chica, como referían sus editores, y conducía su mensaje cordial a los estados hermanos y al extranjero. Esa nueva época, mantenía su cuerpo de colaboradores y a aumentaba sus filas con positivos valores en el arte y en las letras del solar potosino.

Entre los colaboradores, estaría presente en sus páginas Enrique Mesta Zuñiga, un periodista que contribuiría con artículos de corte filosófico, enriqueciendo la labor humanista y difusión artística de Letras Potosinas.

Con la participación de Mesta, la revista potosina contribuía a la divulgación de la filosofía siendo así una de las pioneras en el siglo XX en abrir espacios a esta actividad de filosofía, que no era común en el país.

Don Enrique Mesta Zúñiga, nació en la ciudad de Cuencamé, Durango, el día 28 de julio de 1905. Sus estudios de primaria los realizó, en su natal Cuencamé y después, se dedicó a estudiar por su cuenta, especialmente libros de filosofía, que eran la pasión de su vida. Allí tenemos a otro autodidacta que llegó a lograr las alturas en la filosofía.

Su actividad profesional sería el periodismo, fundando revistas culturales en la región lagunera, como la revista Cauce, formando parte del grupo cultural que floreció y dio auge a las letras y al arte en todas sus manifestaciones. Toda su vida la dedicó a trabajar en diversos periódicos como luego veremos, así como a escribir serios artículos filosóficos y de comentarios literarios.

Esta labor cultural lo acercaría a los editores de Letras Potosinas y sus artículos se hicieron presente en la revista, aportando a los lectores potosinos en temas de filosofía. Dentro de las áreas de reflexión de la filosofía, se enfocó en cuestiones de ciencia, filosofía de la ciencia, sobre lo que publicaría varios libros.

La relación entre ciencia y humanismo fue uno de sus temas de reflexión filosófica. Entre los temas que abordara se encuentra el de la necesidad de la búsqueda o creación de un nuevo humanismo que contemplara los nuevos adelantos de la física cuántica y su repercusión en la percepción del universo y del papel del hombre. 

Con el progreso técnico derivado de la nueva física se incrementa la infelicidad del género humano de múltiples maneras.

Esta carrera contra el tiempo, para proteger a la humanidad contra sus propios desmanes y sus propias tragedias, es un tema predilecto de Toynbee, aquí en México nos lo aconsejó, subraya Mesta: “hay que ganar tiempo, el tiempo indispensable para que las diferentes civilizaciones de nuestro mundo puedan adaptarse la una a la otra”.

Empero, asegura Mesta, para acelerar una función simbiótica de las civilizaciones, la humanidad necesita darse completa cuenta de que la física cuántica al desindividualizar las partículas elementales desindividualizó asimismo a los hombres y al hacer ininteligible el determinismo acabó con la gloriosa interpretación lineal del progreso.

Corresponde a los humanistas trasladar sus instrumentos de las praderas de la metafísica y del arte a los inquietos laboratorios donde las ciencias están formando un nuevo mundo para que los hombres aprendan juntos a sobrellevar una vida humana y más justa.

Hay que hacer que, como ya lo intentaron Planck, Einstein, Freud y Schrödinger, persistan en potenciar y en ampliar su específica labor teniendo más presentes los cambios que su ciencia provoca en los ideales y en los quehaceres inacabables de los hombres.

Tal como lo apunta Mesta, los métodos en ciencias y humanidades que oscilan entre el polo metonímico y el polo metafórico, si bien son diferentes, se vinculan con la necesidad de una representación del mundo que en el fondo lleva el conocer el papel del hombre en el cosmos para lo cual transitan metodológicamente entre ambos polos.

Enrique Mesta, ese filósofo autodidacta, murió el 23 de agosto de 1984, en Torreón Coahuila, debido a un paro cardiaco de Etiología desconocida. Contribuyó a la divulgación de la filosofía y colaboró en el desarrollo cultural de San Luis Potosí.

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#4 Tiempos

El administrador astuto | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

«Un hombre rico tenía un administrador y le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu gestión porque quedas despedido”» (Lucas 16, 1-15).

Cuando Jesús contó esta parábola nada dijo de cómo recibió el administrador tan mala noticia. ¿Retrocedió espantado?, ¿sintió que el piso se movía bajo sus pies como un tapete?, ¿intentó defenderse o ya por lo menos justificarse? Nada de esto sabemos; lo que sí sabemos, en cambio, es que más bien se puso a hacer cálculos en su interior, diciendo:

«-¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, haya quien me reciba en su casa!».

El foco, como se dice, se le había prendido. Pero, ¿qué era eso? Quiero decir, ¿qué fue se le ocurrió para que ahora que estaba desempleado no le faltara por lo menos un mendrugo de pan y un vaso de agua fresca? En realidad, algo muy ingenioso y sutil: como aún no había rendido el informe que le exigía su amo, todavía era tiempo de alterar ciertos papeles… Y esto es lo que hizo:

«Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo y preguntó al primero:

»-¿Cuánto debes a mi patrón?».

La pregunta, por supuesto, era retórica, pues los documentos los tenía él en su mano y a la vista, y bien escrito estaba en ellos el monto de la deuda; lo que quería, más bien, era causar en su interlocutor un cierto impacto difícil de olvidar.

«-Cien barriles de aceite –respondió el deudor, que aún no sabía muy bien de qué iba la cosa.

»-Aquí está tu recibo; date prisa, siéntate y escribe: cincuenta».

Ya podemos imaginar el gozo con el que éste hizo lo que el administrador le pedía. ¡Le estaba perdonando nada menos que la mitad de la deuda! Es como si yo debiera al banco 100.000 pesos y de pronto el gerente me mandara llamar para decirme, guiñándome el ojo, que a partir de ahora no debo más que 50.000. ¿No era esto como para ponerse a gritar de alegría e invitarle un café en el restaurante más elegante de la ciudad?

El administrador mandó llamar al segundo deudor y le hizo la misma pregunta que al primero:

«-¿Cuánto debes a mi patrón?

»-Cien costales de trigo –dijo éste a su vez.

»-Aquí está tu recibo: escribe ochenta».

Y así hizo con todos los otros. Si de cualquier manera lo iban a despedir; mejor dicho, si ya estaba despedido, ¿qué perdía haciendo lo que hizo? ¡No perdía nada! Todo lo contrario: se jugó la última carta y había ganado, porque estos deudores iban a quedar eternamente agradecidos con él. ¡Su vejez estaba asegurada, pues un día lo invitaría uno a su casa a comer, y otro día otro! Ya no tendría que mendigar ni que andar por las calles del pueblo extendiendo la mano en busca de un pedazo de pan… Se retiraba, por decir así, con la cabeza levantada y pisando fuerte.

¡Qué hombre más inteligente!

Jesús mismo no pudo menos de alabar su ingenio. ¡Cómo, antes de ser despedido, supo hacerse amigos que después ya no lo dejarían solo! «Por eso les digo yo –concluyó el Maestro-: con el dinero, tan lleno de injusticia, gánense amigos para que, cando esto se acabe, los reciban en las moradas eternas».

Con esta sencilla historia, Jesús ha querido responder a estas dos preguntas que, si no fueran eternas, creeríamos que son banales «¿Para qué sirve el dinero?, ¿para qué sirve el poder?». Y su respuesta es: para que te hagas todos los amigos que puedas: sólo para eso. ¿Eres rico? Hazte amigos. ¿Eres poderoso, ocupas un cargo de cierta importancia? Hazte amigos igualmente.

Hay quienes, al tomar posesión de un cargo, empiezan a ver a los demás mortales como a hormigas (¡tan encumbrados se sienten ocupando su flamante escritorio de caoba!). Bien, que se anden con cuidado, porque no siempre estarán ahí, porque la rueda de la fortuna gira y gira y no es nada seguro que los que están arriba permanezcan en la cumbre eternamente. Sí, la fortuna es una rueda que no deja de girar: los que hace poco estaban abajo, resulta que ahora están arriba, y si no los trataste bien cuando tenías la sartén por el mango, como se dice, ellos lo recordarán una y otra vez, y ahora será la suya.

Hay quienes piensan que el poder es necesario para enriquecerse, y que el enriquecimiento es ya en sí mismo una forma de poder; en una palabra, que la riqueza y el poder se bastan a sí mismos. Si así es como piensas tú, déjame decirte, lector, que te equivocas. ¡Rompe el círculo! Hoy que la vida te ha favorecido, favorece a los que puedas, porque nada sabes del futuro. Haz como el hombre de la parábola: gánatelos a todos, porque no siempre serás administrador y quizá un día el patrón de turno te mande llamar para decirte:

-Dame cuenta de tu gestión porque estás despedido.

Si esto te dijeran sin que te hubieras hecho amigo de nadie, entonces sí que estarás perdido.

Toda la sabiduría de la vida está en esta sencilla parábola. Hazte amigos ahora que puedes; porque, si no lo haces ahora, quién sabe si lo podrás hacer mañana. «Conoce la ocasión o la oportunidad»: según Pítaco, el filosofo griego, no había conocimiento en el mundo más útil que éste.

Sí, aprovecha la oportunidad, porque mañana, sin que te des cuenta, quizá sea ya demasiado tarde.

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#4 Tiempos

Una carrera interesante | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Hablar de Javier Hernández es repasar una de las trayectorias más influyentes en la historia del fútbol mexicano. Durante más de una década, su nombre fue sinónimo de gol, entrega y ambición. Desde aquel salto meteórico con Chivas y su inesperada irrupción en el Manchester United, su carrera parecía escrita con tinta dorada, la sonrisa eterna, los goles decisivos, la capacidad de transformar oportunidades mínimas en celebraciones memorables.

Fue un delantero que supo abrir puertas donde antes había muros, ese killer del área de los goles inverosímiles, ese que se autoasistía y remataba de forma poco ortodoxa. Marcó en Champions, conquistó Inglaterra, dejó huella en Alemania, se reinventó en Estados Unidos y llevó la camiseta de la selección mexicana con una voracidad que lo convirtió en el máximo goleador nacional. Por años, “Chicharito” representó la imagen internacional del fútbol mexicano, un jugador valiente, de carácter humilde pero competitivo, respetado en los mejores estadios del mundo.

Sin embargo, el final de su recorrido no ha tenido el brillo que merecía. Lo que alguna vez fue una historia ascendente hoy se siente atravesada por decisiones discutibles, lesiones inoportunas y un desgaste emocional evidente. Su último tramo estuvo marcado por conflictos internos, mensajes crípticos, ausencias prolongadas y un regreso al fútbol mexicano que lejos de ser un homenaje terminó convirtiéndose en un episodio incómodo.

El fútbol (caprichoso como es) rara vez permite despedidas perfectas. Pero en el caso de Hernández, la caída se volvió más abrupta porque contrastó con la grandeza de su pasado. El delantero que antes definía clásicos europeos comenzó a perder protagonismo, a caer en dinámicas polémicas y a mostrarse d esconectado del nivel competitivo que lo acompañó tantos años.

El problema no es que el tiempo pase, eso es inevitable, sino que su final se alejó del tono que él mismo construyó, profesional, disciplinado, alegre y comprometido.

En lugar de un cierre elegante, lo que quedó fue un recorrido lleno de dudas, con más conversaciones sobre su comportamiento que sobre su fútbol. Y eso, para una figura de su magnitud, duele más que cualquier descenso de rendimiento.

Aun así, su legado permanece intacto. Javier Hernández abrió puertas para generaciones completas. Demostró que un jugador mexicano puede competir, destacar y ser determinante en las ligas más exigentes del planeta. Su historia inspira no por su final, sino por su cima; no por su último capítulo, sino por todos los que escribió antes con una pasión que marcó época.

El cierre no fue el ideal, es cierto. Pero incluso en medio de su declive, hay una verdad que nadie puede borrar: México no ha tenido (ni tendrá pronto) un delantero con su impacto internacional. Su carrera merece leerse como lo que fue, un ejemplo de cómo la disciplina puede convertir sueños improbables en realidades extraordinarias, aunque el final no haya estado a la altura de su legado.

A veces, las grandes historias no terminan como quisiéramos… pero siguen siendo grandes, y por lo menos, interesantes.

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