septiembre 12, 2025

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#4 Tiempos

Riesgo moral | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

 

Hace más o menos veinte años, ciudades de Inglaterra buscaban maneras de incentivar el uso de los cinturones de seguridad. En todos los diseños de políticas públicas que buscan obtener cierto resultado por parte de las personas, los gobiernos se ven en la disyuntiva de decidir qué incentivos y en qué medida los implementarán. Estos incentivos pueden ser positivos o negativos, siendo los positivos un premio y los negativos un castigo: en términos sencillos, se trata de decidir entre el palo o la zanahoria.

En aquel diseño de política pública, los ingleses decidieron que sería más conveniente probar con la zanahoria y apartarse un poco de la clásica multa a las y los conductores que no utilizan el cinturón de seguridad. Así pues, la política que se implementó fue un sistema de premios, consistente en que se detendrían al azar a los vehículos cuyos pasajeros estuvieran portando el cinturón correctamente y darles un cupón intercambiable por una hamburguesa. En principio, esta política pública sonaba muy bien.

El gran problema que no previeron las personas encargadas del diseño de esta política pública es el interesante fenómeno que la academia llama «riesgo moral». El riesgo moral refiere a las acciones —normalmente oportunistas— consistentes en aprovecharse de un beneficio a costas de que la otra persona no esté informada de esta conducta. El ejemplo más ilustrativo de ello es el de los seguros: cuando alguien contrata un seguro, lo más probable es que esta persona tienda a tomar más riesgos y sea más descuidada, pues sabe que la aseguradora no puede vigilar su comportamiento. La regla, entonces, es así: a todo incentivo positivo le acompañan —en mayor o menor medida— problemas de riesgo moral.

De este modo, el riesgo moral que acompañó a la política pública del cinturón de seguridad y las hamburguesas consistió en que, entonces, muchísima gente salió a dar paseos en su automóvil esperando que les dieran el premio, lo que ocasionó un aumento dramático en el número de accidentes viales por el cuantioso número de vehículos en las calles. Esta política terminó siendo retirada. Si entonces los incentivos no parecen ser lo más conveniente, ¿qué hacer?

En un escenario contrario, imaginemos un gobierno que quiere reducir el número de personas que se ahogan en un lago. Sabemos que si la política consiste en una recompensa para quien rescate a alguien que se está ahogando, misteriosamente habrá un aumento en el número de personas que se caen al lago para que después alguien pueda cobrar el premio. Por tanto, la alternativa contraria es imponer una multa a la persona que no ayude a quienes se están ahogando, lo cual va a tener el adverso resultado de que ya nadie quiera caminar cerca del lago. A este fenómeno se le llama «efecto disuasor», que puede llegar a incidir directamente en la esfera de libertades de las personas. La disyuntiva entonces se trata de decidir, al momento del diseño de las políticas públicas, en qué medida darán incentivos y qué tan justificados están los castigos, en ambos siendo igual de importante su adecuada vigilancia.

Tras esta breve historia del caso inglés, vale la pena comentar una de las emblemáticas políticas de este gobierno: el programa Sembrando Vidas, que consiste en dar apoyos de 5 mil pesos mensuales a personas en comunidades marginadas y con predios de 2.5 hectáreas donde planten distintas variedades de árboles frutales y maderables.

En términos generales, hay que conceder que el programa no ha sido desastroso en su operación, al menos porque aún no se ven los efectos a largo plazo. Por ejemplo, ha tenido avances positivos con respecto a programas similares de pasadas administraciones, en el sentido de que ahora se hacen las transferencias económicas directamente a los beneficiarios y los recursos no pasan por tantos intermediarios. También, en casos notables, se ha propiciado la colaboración en la comunidad por rejuvenecer predios que no estaban en uso. De nuevo, en términos generales y a primera vista, el programa no suena tan mal.

Sin embargo, a más de dos años del inicio de operaciones del programa, se han documentado cientos y cientos de casos donde las personas talan y deforestan predios para hacerse beneficiarias del apoyo económico

. Ante el contexto de la crisis económica que vino a agravar aún más las condiciones de las comunidades más marginadas del país, muchas personas se han visto en la disyuntiva de conservar los árboles de su predio o de talarlos para poder recibir el apoyo. Y es precisamente este, considero, uno de los mayores problemas de la política: la conservación de los árboles no es realmente el centro del programa, sino alcanzar cifras objetivo de árboles plantados —lo cual tampoco está sucediendo satisfactoriamente—. En el 2019, la meta era plantar casi 600 millones de árboles y solo se alcanzaron a plantar 80 millones, de los cuales han sobrevivido poco menos de la mitad.

Asimismo, el programa tampoco se ha ocupado de garantizar el estatus legal de los predios para que estos puedan servir a este propósito por al menos un par de décadas. De no ser así, de nada habrán servido los esfuerzos. Los participantes solo se comprometen con cartas y no con contratos, a la vez que las áreas maderables no han sido registradas formalmente. El programa carece de sistemas de información sólidos que ayuden a transparentar las compras —que en su mayoría han sido por adjudicación directa—, la información de los beneficiarios o la labor de asignación de insumos, por nombrar algunos ejemplos. Hablando de transparencia y claridad en la operación, también hay que recordar que la Auditoría Superior de la Federación encontró que el programa tiene casi dos mil millones de pesos sin aclarar, según la revisión a la cuenta pública del 2019.

Mientras no se garantice el blindaje a los predios y la continuidad del programa a largo plazo, así como el desarrollo fundado de planes de mercado para los frutos de esos árboles, Sembrando Vidas terminará andando por la calle de los lamentos. Aún que nada de esto se ha hecho, López Obrador tiene el atrevimiento de decir que “es el esfuerzo de reforestación más grande del mundo”. Valdría la pena voltear a ver lo que están haciendo en China o en Corea del Sur, cuyos programas de reforestación han andado desde hace varias décadas; del número de árboles plantados, ni hablar.

Además, tiene el segundo atrevimiento de invitar a Biden a replicar este modelo en Estados Unidos para que le puedan ofrecer la ciudadanía a migrantes mexicanos. La invitación fue rechazada casi inmediatamente por Estados Unidos, pues allá están tratando por separado la problemática migratoria y la ambiental. México, por su parte, tiene un desastre migratorio en la frontera sur; en cuestión ambiental, se perdieron más de 70 mil hectáreas de bosque en el 2019 y, lo evidente, se está construyendo una refinería en pleno siglo XXI —con la terrible deforestación que ha implicado— , se está construyendo un tren —de diesel— en medio de la selva y se le cierra el paso abruptamente a las energías limpias.

La manera de legislar y de diseñar políticas públicas es abiertamente deficiente. Mucho o poco se puede decir de las intenciones; de la ejecución, los resultados hablan por sí mismos. No hay planes sostenibles a largo plazo ni tampoco visión integral. Vaya, ni se pensó correctamente en los alcances del palo o la zanahoria.

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#4 Tiempos

Fantasmas y oportunidad | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Este domingo San Luis abre el Alfonso Lastras frente a Tijuana, y no es un choque cualquiera, para los potosinos es una prueba de carácter, de identidad, de si realmente están vivos en este torneo o sólo repitiendo errores bajo otro sol. Para Tijuana, la visita es de las incómodas, estos partidos lejos de casa suelen desnudar sus fisuras, y enfrente estará un equipo que ya aprendió a morder cuando tiene que hacerlo.

San Luis llega golpeado por la irregularidad. Ha ganado partidos fuera de casa, pero también ha perdido otros en los que se dejó intimidar por rivales que no parecían tener mucho; juegos en los que el pulso se va, la concentración se diluye y los goles encajados parecen inevitables. Esa vulnerabilidad ha sido la constante, una defensa que tiembla, un mediocampo que se pierde cuando faltan ideas y delanteros que dependen demasiado de la inspiración aislada o del error ajeno.

Tijuana, por su parte, no es un paseo. Ha mostrado destellos de buen fútbol, ha sumado resultados decentes, pero también ha dejado ver que le cuesta imponerse fuera de casa cuando el rival presiona alto o lo obliga a construir desde atrás. Su equilibrio se tambalea si el marcador no le favorece pronto, y su carácter depende mucho de momentos puntuales de inspiración.

El historial entre ambos juega en favor de los fronterizos: más victorias, más empates, pocas derrotas. San Luis ha ganado escasas veces contra Tijuana, tanto de local como visitante, y eso pesa no sólo en la estadística, sino en la mente. Saber que enfrente hay un rival que te ha dominado más veces de las que quisieras recordar añade presión extra, obliga a estar mejor preparado, más concentrado y sin margen para regalar minutos.

La noticia que sacude el ambiente es el regreso de Vitinho al Alfonso Lastras. El brasileño, que dejó huella en San Luis por su desparpajo y verticalidad, vuelve ahora vestido de visitante. Su sola presencia añade una dosis de morbo, la afición potosina lo recuerda como una chispa capaz de encender partidos en segundos, y este domingo podría ser precisamente la amenaza que complique al equipo que alguna vez lo arropó. Su regreso no es un detalle menor, es un recordatorio de lo que San Luis tuvo y dejó ir.

Y la urgencia se siente en la grada, los aficionados ya no apuestan por promesas, quieren resultados. Si San Luis no se aferra a la localía, no sale con intensidad y no demuestra identidad desde el primer minuto, este partido puede volverse otro de esos en los que la ilusión apareció en la previa, pero el gol nunca llegó, o llegó demasiado tarde.

Este domingo no sólo se juega un partido, también se reencuentran viejos fantasmas. Si San Luis logra que la vuelta de Vitinho sea anécdota y no sentencia, tendrá mucho ganado. Pero si se deja arrastrar por la nostalgia y la fragilidad que lo persigue, Tijuana podría salir de nuevo airoso del Lastras. La diferencia entre fiesta y tormenta se definirá en noventa minutos.

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#4 Tiempos

De conformidad con Armani | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Le debo mucho a personas de las que ni siquiera recuerdo el nombre. Hace quince, quizá veinte años, leí un artículo sobre Giorgio Armani en una revista de la que no retengo ni el título ni el autor. Lo único que llevo clavado en el pecho es el párrafo inicial que aún conservo como recorte y que cada tanto acude a mi memoria por dejarme una lección sencilla e invaluable: la de resistir.

El texto decía:

Cuarenta y tantos años y te va… «bien». Ese sentimiento es tan común para muchos hombres. Es una sensación que les da escalofríos en el alma cuando se ven al espejo, porque es el momento en que se dan cuenta de que deben guardar en un cajón sus antiguas ambiciones juveniles. Es la hora de conformarse con lo que se tiene.

Pero Armani decidió que no se conformaría. En julio de 1975…

 

Es lo único que tengo de aquel artículo, y ha sido suficiente. Ahí estaba lo esencial: no renunciar a los ideales. El autor evocaba el carácter de Armani, esa estrella tardía que rozaba los cuarenta mientras seguía a la sombra; trazando para Cerruti, elogiado a medias, con algunos cumplidos y atenciones, aunque bajo el nombre de otro. Condenado al taller ajeno y volver vacío a casa.

Muchos habrían sido felices con lo que Armani tenía por entonces. No estaba nada mal. Una profesión estable, buena paga, un lugar en la industria, sin riesgos, cierta tranquilidad. Sé feliz con tu trabajo. Si se lo proponía, podría llevar una vida manejable, moderadamente satisfactoria.

Pero para los espíritus de primera línea la conformidad es intolerable. Armani sabía que dentro de sí había algo más, y se decidió a buscarlo. Tuvo la fortuna de un fino soporte: su querido Sergio Galeotti. Los primeros pasos de un visionario precisan de alguna confirmación, un guiño que eche para adelante en tiempos de flaqueza. Galeotti representó eso para él.

Al cabo de un tiempo, ese hombre que parecía llegar tarde acabó por adelantarse a todos. Armani se convirtió en el diseñador italiano más famoso de su época, un emblema del estilo europeo. También un magnate y un símbolo. Su apellido se volvió sinónimo de calidad y seducción.

Mucho aprendí de aquel ejemplo. Un volantazo siempre es posible, incluso cuando el calendario insiste en dictar lo contrario, por mucho que las circunstancias se empeñen a adjudicar espacio en un rincón. He vuelto a esas líneas en mis horas de duda para recordarme que no hay límite de edad para dar la batalla, y que nadie la dará por nosotros. Después he encontrado historias semejantes, de hombres y mujeres que, en sus cuarenta, cincuenta, setenta o más allá decidieron no resignarse y se levantaron de la mesa para reclamar lo que aún podían ser, imponiéndose ante un pa norama sin emoción.

De Armani supe más tarde otras cosas. Cada que me adentraba venía mayor fascinación. Trazó para mí un ideal: ir arreglado y rodeado de bellas mujeres. Morir entonces con lentitud, con la gracia de una hoja que cae en una danza admirable. Su apego a la limpieza, heredado de su madre (desde niño tuvo un paño entre las manos para borrar lo que está mal con el mundo); su capacidad de desprenderse de lo que sobra, de lo chillón, de lo que hace ruido. «Hay que descartar todo lo demasiado llamativo», repetía, «y buscar algo más sutil, más silencioso». Así eran sus trajes, bondadosos en su ligereza, como una segunda piel que no aplastaba a quien la vestía. Supo que la comodidad era una expresión de la libertad. Las tres camisas que llevaba en la maleta.

El tono de su piel recordaba a la pulpa de una naranja madura recién abierta, un resplandor cítrico rodeado siempre de gente guapa, como si la belleza tuviera que escoltarlo. Acqua di Giò fue el primer perfume que convirtió en universal lo exclusivo. Alberto Morillas atrapó en un frasco la luz de un mediodía frente al mar, y Armani supo reducirlo en una frase: lo más importante es ser normal.

Él y sus modelos eran un brillo en medio de la decadencia de la civilización, un lujo popular que los pasajeros de un autobús vislumbraban al pasar frente a un anuncio o al mirar una película de Richard Gere. Supo ser el verano en una piscina, un yate cargado de aceitunas y también un rascacielos con pisos de mármol. Como revés a un verso de aquel poema español del siglo XV «Edechas a la muerte de Guillén Peraza», con Armani no se veían pesares, sino placeres.

Los maniquíes sueñan con portar piezas de Armani y ser acomodados por él en un escaparate, con la calma de un pintor impresionista. Diseños que juegan con los ojos, el anhelado capricho de llevar sus telas, que al final él resumía en su atuendo ligero, camiseta, pantalón, chaqueta, el peinado echado para atrás y esa sonrisa simétrica, flecha del estilo que entra por las fosas nasales. Gracias sus propuestas más de uno se animó a ser un yuppie es vez de caer en las sucias garras del jipismo.

En el delirio de mis comparaciones, pensaba en cierto diseñador estadounidense de cara atomizada como una extensión de Burger King, ahí donde Armani era una vuelta al Mediterráneo. Como Giorgio, desprecio a la gente que se aprovecha de la ingenuidad de la gente para alcanzar el éxito o, en última instancia, llegar al poder.

El mundo bien pueda dividirse en conformistas e inconformes. Los primeros se abandonan al asiento torcido de la rutina en cuanto les parece tolerable (y no les va tan mal); los segundos viven con el aguijón de no estar nunca en su sitio, y por eso se levantan y vuelven a intentarlo en su despecho. No siempre logran lo que persiguen, pero su combate en sí mismo ya es una inspiración. Giorgio Armani contaba que el mayor legado de sus padres fue un «sentido de dignidad», junto con la tenacidad y fortaleza mental suficiente para resistir en los momentos difíciles. Ropajes aparte, la historia de aquel hombre que, cumplidos los cuarenta, se lanzó a por todas, constituye un regalo de buen moño para quienes aún creemos que nunca es tarde para empezar de nuevo.

 

Contacto

Correo: yomiss@gmail.com
Twitter: @Bigmaud

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#4 Tiempos

Gustavo López, presentación de su libro He aquí al hombre | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Una introspección reconstruyendo su propia génesis a través de la palabra Gustavo López Hernández escribe He aquí al hombre, su libro de poemas que recorre sus sentimientos forjados a lo largo de su vida artística y cotidiana. Si el designio del cometa es el regreso el designio de Gustavo López es transcurrir. Transcurrir que describe en su libro, si bien personal, de gozo universal, pues su palabra se disfruta y nos hace reflexionar sobre nuestro propio transcurrir. 

Su libro He aquí el hombre, será presentado en la librería Gandhi que se encuentra en el edificio Ipiña en Plaza de Fundadores, el día 12 de septiembre en punto de las seis de la tarde, contando con la participación de la poetiza Fabiola Amaro y un servidor.

Gustavo López es un referente en la música popular mexicana y en especial la denominada folclórica, que tuvo su momento de brillantez en los setenta y ochenta en ese México que se apuraba en formar músicos y cantantes que rescataran nuestras raíces musicales y dieran frescura con nuevas obras a ese arte lirico que mezcla la música y la palabra.

López Hernández participó en la formación de ese tipo de grupos musicales, como el caso del grupo “CADE” que difundía el folklor mexicano y a experimentar con composiciones que mezclan ese folklor con otros elementos musicales. Funda, en compañía de otros jóvenes el Centro para el Estudio del Folklor Latinoamericano (CEFOL). Este Centro fue el crisol en la formación de compositores interpretes y músicos que refrescaron el ambiente musical mexicano. Figuras como Eugenia León, Marcial Alejandro, Guadalupe Pineda, Roberto Morales, entre muchos otros, emergieron de ese Centro.

Gustavo López lleva en la sangre la vena musical de su tierra juchiteca donde nació y de donde fue a la ciudad de México a fincar su formación. Estudiando la preparatoria y posteriormente Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, estudios que combinaba con los de música, haciendo algunos estudios en la Escuela Superior de Música.

El célebre grupo de música folclórica latinoamericana, Los Folkloristas, lo tuvo como uno de sus miembros desde 1978 y hasta 1982. Desde entonces se le conoce como un compositor cuyas obras han sido estrenadas en los mejores escenarios mexicanos y sus canciones se han convertido en refrentes de la nueva música mexicana.

Como artista, también ha incursionado con éxito en la pintura, donde su obra se ha presentado en exposiciones individuales y colectivas en Oaxaca y Ciudad de México, así como fuera del país como fue su exposición en Puerto Rico.

Su impronta en la cultura de su estado ha quedado, además de su trabajo musical y pictórico, en la ilustración y creación de obra en el libro Oaxaca Recóndita de Wilfrido C. Cruz que editara el Instituto de Educación Pública de Oaxaca.

En agosto de 2024 publica su primer poemario He Aquí al Hombre, bajo el sello de Laberinto Ediciones, el cual ha estado promocionando en diversas sedes del país, y que ahora llega a San Luis Potosí, con la presentación del libro el viernes 12 de septiembre a las 18:00 horas en la librería Gandhi de Plaza de las Fundadores.

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Opinión

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