#4 Tiempos
“Qué bonitas las posadas pero…” | Apuntes de Viernes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto público, hijos de mis zapatos rotos de tanto correr: Presuroso como cuando voy a Belén, les comparto los apuntes de viernes de este pastorcillo de la información.
Se va Enrique Torres del Interapas, el anuncio no es oficial, pero como si lo fuera. El día quince de diciembre será el último en que despache el técnico hídrico leonés, que por poco más de un año se encargó del organismo operador. Es facultad del alcalde, Enrique Galindo, como presidente de la junta de gobierno proponer al nuevo titular, asunto al que se le dará certeza en los próximos días.
Antes de hacer leña marca Torres López, en justicia se le debe reconocer que hasta la fecha ha sido el titular del organismo con más credenciales para serlo y técnicamente por fin pudo hacer el diagnóstico preciso del infarto con crisis venosa múltiple del que sufre el sistema de agua y alcantarillado en la Zona Metropolitana. (El último en hacer algo así de serio fue David Atisha y corrió mas o menos con la misma suerte…)
El remedio y la receta fueron su pecado: A nadie nos gustan las inyecciones del 24 por ciento de aumento a la tarifa que nos recomendó y por lo menos los diputados prefirieren algún brebaje casero como del 6 por ciento, un poco de descanso y unas tortillas calientes en el pecho. Quizás se alargue el tormento y el año que entra tengamos una verdadera crisis de agua, un infarto mortal… pues sí, pero por lo menos ¡no pagamos! (pensarán nuestros representantes).
Al respecto de su sucesor, la pregunta correcta no es si se trata o no de Jorge Daniel Hernández Delgadillo, la pregunta verdaderamente interesante es ¿por qué él?
La historia que se puede tejer (o destejer) a partir de la llegada del ex secretario general de Juan Manuel Carreras al Interapas y las circunstancias alrededor de la misma pueden revelar historias que, como él, nada tienen que ver con el tema del agua potable, pero sí con el vaivén de acuerdos -ficticios o verdaderos- de la política electoral local. (Creo que dije demasiado, pero es viernes y como casi todos los días, casi todo me permito).
Como voy alegre y corro presuroso como dije en el principio, no me detendré a escribir aquí los puntos narrativos que unidos por un listón delgadito pueden dar respuesta a las preguntas del párrafo anterior.
Por cierto que hablando de asuntos electorales, a San Luis han venido últimamente varios personajes considerados por sí mismos, por los demás o por ambas partes, posibles candidatos a la presidencia de la república.
Ya vino Adán Augusto y Marcelo Ebrard por un lado, y por la oposición ya se hizo presente Beatriz Paredes y ayer jueves Miguel Ángel Osorio Chong. Mañana sábado viene Ricardo Monreal, pero es fecha en que no me decido (ni él) en qué lado ponerlo, sino como “corcholata” presidencial o como carta escondida de la oposición (MC se relame los bigotes).
No he podido confirmarlo, pero también se prepara llegada a puerto potosino, en los primeros días de enero (tendrá que ser en fin de semana) Claudia Sheimbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México.
De los visitantes, más allá de lo oficial también han tenido reuniones “en cortito y en privado” por ejemplo la priista Beatriz Paredes, que además de juntarse con jóvenes, con mujeres (de esa reunión pocos nos enteramos, pero fue bastante concurrida y productiva) con el partido y con empresarios, lo interesante es que también se dio tiempo la señora de tener una larga plática a solas con Octavio Pedroza Gaitán, ex candidato a la gubernatura de la hoy extinta alianza PRIAN.
Ricardo Gallardo hizo lo propio (y no podía ser de otra forma) con Adán Augusto en un breve encuentro en palacio y con Marcelo Ebrard sostuvo una charla todavía más breve durante el traslado de la BMW al Centro de las Artes.
Con Osorio Chong ayer se reunió en privado el alcalde Galindo (hay que recordar que es su ex jefe) en el restaurante Marengo, donde efectivamente hubo otros muy selectos invitados de la iniciativa privada y de ambos palacios, no obstante la charla que le digo, la “cortita y en privado” fue entre Galindo y Osorio que se tomaron más de 40 minutos para charlar (seguramente sobre el clima y el mundial…) .
En la semana causó algo de ruido en los recovecos de los cajones de la política local, el flácido retorno de Xavier Nava Palacios que, parado en un amparo menos firme que una gelatina antes de cuajar, quiere vender la imagen de un retorno triunfalista.
Lo malo es que, como lo escribí el miércoles, al peor ex alcalde de San Luis le quedan muy pocas opciones. Se imagina, Culto Público, cómo sería el retorno de Nava y su equipo al carril Gallardista, o se imagina con qué cara pediría Nava al favor a Tere Carrizales… (prometo escribir ambos ejercicios que se antojan harto divertidos).
Sigo a la estrella del Oriente, pero antes les dejo algunos Bemoles también de viernes para su consumo, disfrute y mucho mejor análisis.
JUNTEN ESTAMPITAS
Los New Orange, los María Cristina, los nuevos MC en el estado la pasaron como tomatitos (muy contentitos) en la convención nacional que tuvieron en el WTC de la Ciudad de México. Allá fueron una vez más Adriana Marvely, Sebastián Pérez ( que asegura no estar representando a Xavier Nava en absoluto), Mauricio Rodríguez Konishi ( al que por alguna razón Dante ya no lo quiere), Cruz Fragoso el estupendo técnico y analista electoral, Josefina Salazar, cobijada por el senador Marco Gama, lo mismo que Jorge Lozano Soto (que no fue, pero también está cobijado por el de la cámara alta). Todos fueron a lo mismo: a juntar fotos con Dante Delgado (pensarán que el que más tenga para el año que entra se quedará con la dirigencia estatal) Algo es certero: Dante no paga por adelantado (la frase es robada para que conste).
ERA CHISTE Y SE VOLVIÓ REALIDAD
Entre los irónicos y burlones ejemplos que en mi anterior columna propuse como el “Dream Team” de la secretaria de cultura, Liz Torres… atiné a uno. Desde aquí una disculpa a todo ustedes hijos de mis locuras. Mi intención era ser sarcástico y satírico pero la realidad me dio un golpe en mi descuidado rostro: Lo de Odín Patiño como nuevo director del museo Francisco Cossio es real, aunque parezca chiste…
PREMIOS
En lo que va del año, el ayuntamiento capitalino ha acumulado ya cuatro premios nacionales e internacionales, el de La Escoba de Platino en la Feria Internacional de Urbanismo en España, otro más de turismo, el del periodismo turístico y el último, quizás el más destacado, el que le entrego el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo a SLP por el programa Futuros Emprendedores, mismo que fue creado y ejecutado por Midori Barral, una joven de gran perfil y especial brillo. Felicidades.
TERE LO HIZO UNA VEZ MÁS
Tere Carrizales, con la persistencia y tesón que la caracterizan, logró que la Comisión Estatal de Derechos Humanos emitiera una acción de inconstitucionalidad contra la Ley Vicaria aprobada por el congreso del estado. El asunto es muy polémico y complejo en su fondo, en su forma es muy sencillo: Existen hombres que utilizan a sus hijos para causar daño a sus parejas, es cierto…pero también en sentido contrario. ¿Quién no conoce la frase? Si no haces…tal o cual cosa…no “vuelves a ver a tus hijos”. ¿Tiene género la frase?
Hasta la próxima hijos de la estrella de Belén, ya me voy porque no quiero dilatarme con la canasta de los cacahuates (que siempre se dilata)
Los dejo con la “pan pan pan y con la de de de…”
Jorge Saldaña.
También lee: Xavier Nava: ¿al Verde o con Tere Carrizales? | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
Elogio de la literatura | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
¡Qué tristes son los personajes de Iván Bunin (1870-1953), qué tristes casi todos sus cuentos! Hay en ellos un no sé qué, una nostalgia que embelesa al lector desde el momento en que toma el libro y que no lo abandona sino muchos días después de que lo deja.
Acabo de leer, precisamente hoy, la pequeña antología de sus relatos breves que publicó en 1924 la vieja editorial Calpe y cierro el libro con un suspiro que no sé si será de pena o de dolor. El escritor ruso lo sabe; por lo menos él no se engaña: la vida del hombre está llena de desamparo, de abandono, de tristeza.
El personaje de uno de estos relatos, al ver llegar a su casa a un amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo –desde el tiempo en que combatieron juntos en la guerra de Crimea- lo saluda con los brazos extendidos, avanza hacia él y le dice lleno de júbilo: «¡Kovalev! ¿Estás vivo?». ¡Dios mío, qué pregunta! Así nos deberíamos saludar todos, pues la verdad es que nadie sabe si mañana aún estará aquí. A nuestro saludo habitual habría que agregarle una coma para que suene más sincero; no preguntar: «¿Cómo estás?», sino: «¿Cómo, estás?».
Entonces los amigos se abrazan, se besan según la usanza rusa y encienden el samovar mientras afuera, en la estepa, los elementos se enfurecen y la nieve cae sepultándolo todo. «Yakov Petrovich estaba de muy buen humor; pero en el fondo de su alma había nostalgia. Al día siguiente era Navidad…, y él estaba solo. ¡Gracias a Dios que Kovalev no lo había olvidado!». En realidad, Kovalev era el único que no había olvidado a este pobre viejo, pues todos a su alrededor o habían muerto o simplemente habían desaparecido de su vida sin dejar rastro.
¡De cuántas desapariciones puede ser testigo un hombre en el curso de una vida! Sí: envejecer es haber asistido a muchas muertes. «Todo ha pasado y ha desaparecido –dice Yakov Petrovich al amigo recién llegado, al único amigo que le queda-. ¡Cuántos parientes y compañeros tuve! ¡Todos están ahora bajo tierra!».
Sin que él se diera cuenta, el tiempo había pasado. ¿A qué hora crecieron los demás, en qué momento fueron haciéndose mayores y tomando cada uno su propio camino? ¡Huyeron como de puntillas, sin decir adiós! Y ahora, si no fuera por este viejo amigo que aún se acordaba él, Yakov Petrovich tendría que pasar las fiestas de Navidad como había pasado casi todas las horas de su ya larga existencia: solo.
En otro relato del mismo volumen un caballero se encontró por el camino a un anciano que comía en silencio y sin más compañía que los árboles y las piedras. Le preguntó:
«-¿Y tu mujer?
»-Hace seis años que murió –dijo el anciano.
»-¿Y tus hijos?
»-Tuve seis.
»-¿Viven?
»-No; todo han muerto.
»Y de nuevo calló –cuenta el hombre del caballo-, masticando con cuidado la patata. Mientras él estaba sentado y con los ojos bajos, yo examinaba su cara y pensaba: “¡Nunca conseguiré penetrar el misterio de su taciturna tristeza!”».
(Apenas termino de leer esta frase, me pongo de pie y busco entre mis libros la Antología del cuento triste que publicaron hace ya muchos años Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs; sólo quería comprobar una cosa: que hubiera en el libro por lo menos un cuento de Iván Bunin. Me digo a mí mismo mientras reviso el volumen: «Si no hay aquí, entre estas 600 páginas, un solo relato de este autor, pensaré que la selección ha sido hecha a la ligera ». Pero no. Ahí estaba, en efecto, el nombre de Iván Bunin; los recopiladores habían elegido uno de sus cuentos más famosos: El caballero de San Francisco. ¡Menos mal!).
En otro de sus relatos aparece un tal Basilio Chkut, y de él dice nuestro autor lo que sigue: «Era alto, ancho de hombros y encorvado. Toda su figura muestra aún el vigor de la estepa. ¡Pero qué triste está su cara! Ya está cerca de la tumba, pero jamás escuchará una palabra cariñosa».
¡Dios mío –pensé al cerrar el libro-, cuánta gente se va de este mundo sin haber escuchado jamás una palabra de afecto! Nunca hubo para ellos una sonrisa, una palmada en el hombro, una declaración de amor. Nada. ¿Qué hacen los que se mueven a su alrededor que parecen estar mudos? ¡Apenas si reparan en ellos! Y me pregunto: «¿He dicho a los que me son queridos cuánto importan para mí? ¿Se lo he dicho, o me he limitado a dejarles la tarea de que ellos por sí mismos lo adivinen?».
Antes de apagar la luz de mi cuarto –ya es noche cerrada, como siempre: no tengo otra hora para leer- pongo sobre el buró el libro de Iván Bunin y le acaricio las tapas en señal de gratitud. No fue, la de esta madrugada, una lectura infructuosa. Me recordó que cerca, muy cerca de mí, hay gente que aunque no me diga nunca nada, espera que abra la boca y les diga una palabra que les alegre el corazón. ¿Por qué nunca le he dicho a esta gente cuánto la quiero? ¡Sería demasiado injusto que se marcharan de este mundo sin que lo supieran de mi propia boca!
Y, finalmente, mientras apago la luz, sonrío satisfecho. Hoy la literatura me ha enseñado algo: que las gentes sufren porque están solas y que el tiempo pasa. Pero, ¿es que no lo sabía? Sí, lo sabía, pero aún no se me había ocurrido tomar las medidas pertinentes al caso.
¿Que no sirve de nada la literatura? ¿Que no sirve de nada? Vuelvo a sonreír, pensado en lo equivocados que están lo que esto dicen, cierro los ojos y me quedo dormido. ¡Ah, si no fuera por la literatura, qué poco sabríamos de nosotros mismos!
También lee: La relación glacial | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
Fantasmas y oportunidad | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Este domingo San Luis abre el Alfonso Lastras frente a Tijuana, y no es un choque cualquiera, para los potosinos es una prueba de carácter, de identidad, de si realmente están vivos en este torneo o sólo repitiendo errores bajo otro sol. Para Tijuana, la visita es de las incómodas, estos partidos lejos de casa suelen desnudar sus fisuras, y enfrente estará un equipo que ya aprendió a morder cuando tiene que hacerlo.
San Luis llega golpeado por la irregularidad. Ha ganado partidos fuera de casa, pero también ha perdido otros en los que se dejó intimidar por rivales que no parecían tener mucho; juegos en los que el pulso se va, la concentración se diluye y los goles encajados parecen inevitables. Esa vulnerabilidad ha sido la constante, una defensa que tiembla, un mediocampo que se pierde cuando faltan ideas y delanteros que dependen demasiado de la inspiración aislada o del error ajeno.
Tijuana, por su parte, no es un paseo. Ha mostrado destellos de buen fútbol, ha sumado resultados decentes, pero también ha dejado ver que le cuesta imponerse fuera de casa cuando el rival presiona alto o lo obliga a construir desde atrás. Su equilibrio se tambalea si el marcador no le favorece pronto, y su carácter depende mucho de momentos puntuales de inspiración.
El historial entre ambos juega en favor de los fronterizos: más victorias, más empates, pocas derrotas. San Luis ha ganado escasas veces contra Tijuana, tanto de local como visitante, y eso pesa no sólo en la estadística, sino en la mente. Saber que enfrente hay un rival que te ha dominado más veces de las que quisieras recordar añade presión extra, obliga a estar mejor preparado, más concentrado y sin margen para regalar minutos.
La noticia que sacude el ambiente es el regreso de Vitinho al Alfonso Lastras. El brasileño, que dejó huella en San Luis por su desparpajo y verticalidad, vuelve ahora vestido de visitante. Su sola presencia añade una dosis de morbo, la afición potosina lo recuerda como una chispa capaz de encender partidos en segundos, y este domingo podría ser precisamente la amenaza que complique al equipo que alguna vez lo arropó. Su regreso no es un detalle menor, es un recordatorio de lo que San Luis tuvo y dejó ir.
Y la urgencia se siente en la grada, los aficionados ya no apuestan por promesas, quieren resultados. Si San Luis no se aferra a la localía, no sale con intensidad y no demuestra identidad desde el primer minuto, este partido puede volverse otro de esos en los que la ilusión apareció en la previa, pero el gol nunca llegó, o llegó demasiado tarde.
Este domingo no sólo se juega un partido, también se reencuentran viejos fantasmas. Si San Luis logra que la vuelta de Vitinho sea anécdota y no sentencia, tendrá mucho ganado. Pero si se deja arrastrar por la nostalgia y la fragilidad que lo persigue, Tijuana podría salir de nuevo airoso del Lastras. La diferencia entre fiesta y tormenta se definirá en noventa minutos.
También lee: El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
De conformidad con Armani | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Le debo mucho a personas de las que ni siquiera recuerdo el nombre. Hace quince, quizá veinte años, leí un artículo sobre Giorgio Armani en una revista de la que no retengo ni el título ni el autor. Lo único que llevo clavado en el pecho es el párrafo inicial que aún conservo como recorte y que cada tanto acude a mi memoria por dejarme una lección sencilla e invaluable: la de resistir.
El texto decía:
Cuarenta y tantos años y te va… «bien». Ese sentimiento es tan común para muchos hombres. Es una sensación que les da escalofríos en el alma cuando se ven al espejo, porque es el momento en que se dan cuenta de que deben guardar en un cajón sus antiguas ambiciones juveniles. Es la hora de conformarse con lo que se tiene.
Pero Armani decidió que no se conformaría. En julio de 1975…
Es lo único que tengo de aquel artículo, y ha sido suficiente. Ahí estaba lo esencial: no renunciar a los ideales. El autor evocaba el carácter de Armani, esa estrella tardía que rozaba los cuarenta mientras seguía a la sombra; trazando para Cerruti, elogiado a medias, con algunos cumplidos y atenciones, aunque bajo el nombre de otro. Condenado al taller ajeno y volver vacío a casa.
Muchos habrían sido felices con lo que Armani tenía por entonces. No estaba nada mal. Una profesión estable, buena paga, un lugar en la industria, sin riesgos, cierta tranquilidad. Sé feliz con tu trabajo. Si se lo proponía, podría llevar una vida manejable, moderadamente satisfactoria.
Pero para los espíritus de primera línea la conformidad es intolerable. Armani sabía que dentro de sí había algo más, y se decidió a buscarlo. Tuvo la fortuna de un fino soporte: su querido Sergio Galeotti. Los primeros pasos de un visionario precisan de alguna confirmación, un guiño que eche para adelante en tiempos de flaqueza. Galeotti representó eso para él.
Al cabo de un tiempo, ese hombre que parecía llegar tarde acabó por adelantarse a todos. Armani se convirtió en el diseñador italiano más famoso de su época, un emblema del estilo europeo. También un magnate y un símbolo. Su apellido se volvió sinónimo de calidad y seducción.
Mucho aprendí de aquel ejemplo. Un volantazo siempre es posible, incluso cuando el calendario insiste en dictar lo contrario, por mucho que las circunstancias se empeñen a adjudicar espacio en un rincón. He vuelto a esas líneas en mis horas de duda para recordarme que no hay límite de edad para dar la batalla, y que nadie la dará por nosotros. Después he encontrado historias semejantes, de hombres y mujeres que, en sus cuarenta, cincuenta, setenta o más allá decidieron no resignarse y se levantaron de la mesa para reclamar lo que aún podían ser, imponiéndose ante un pa norama sin emoción.
De Armani supe más tarde otras cosas. Cada que me adentraba venía mayor fascinación. Trazó para mí un ideal: ir arreglado y rodeado de bellas mujeres. Morir entonces con lentitud, con la gracia de una hoja que cae en una danza admirable. Su apego a la limpieza, heredado de su madre (desde niño tuvo un paño entre las manos para borrar lo que está mal con el mundo); su capacidad de desprenderse de lo que sobra, de lo chillón, de lo que hace ruido. «Hay que descartar todo lo demasiado llamativo», repetía, «y buscar algo más sutil, más silencioso». Así eran sus trajes, bondadosos en su ligereza, como una segunda piel que no aplastaba a quien la vestía. Supo que la comodidad era una expresión de la libertad. Las tres camisas que llevaba en la maleta.
El tono de su piel recordaba a la pulpa de una naranja madura recién abierta, un resplandor cítrico rodeado siempre de gente guapa, como si la belleza tuviera que escoltarlo. Acqua di Giò fue el primer perfume que convirtió en universal lo exclusivo. Alberto Morillas atrapó en un frasco la luz de un mediodía frente al mar, y Armani supo reducirlo en una frase: lo más importante es ser normal.
Él y sus modelos eran un brillo en medio de la decadencia de la civilización, un lujo popular que los pasajeros de un autobús vislumbraban al pasar frente a un anuncio o al mirar una película de Richard Gere. Supo ser el verano en una piscina, un yate cargado de aceitunas y también un rascacielos con pisos de mármol. Como revés a un verso de aquel poema español del siglo XV «Edechas a la muerte de Guillén Peraza», con Armani no se veían pesares, sino placeres.
Los maniquíes sueñan con portar piezas de Armani y ser acomodados por él en un escaparate, con la calma de un pintor impresionista. Diseños que juegan con los ojos, el anhelado capricho de llevar sus telas, que al final él resumía en su atuendo ligero, camiseta, pantalón, chaqueta, el peinado echado para atrás y esa sonrisa simétrica, flecha del estilo que entra por las fosas nasales. Gracias sus propuestas más de uno se animó a ser un yuppie es vez de caer en las sucias garras del jipismo.
En el delirio de mis comparaciones, pensaba en cierto diseñador estadounidense de cara atomizada como una extensión de Burger King, ahí donde Armani era una vuelta al Mediterráneo. Como Giorgio, desprecio a la gente que se aprovecha de la ingenuidad de la gente para alcanzar el éxito o, en última instancia, llegar al poder.
El mundo bien pueda dividirse en conformistas e inconformes. Los primeros se abandonan al asiento torcido de la rutina en cuanto les parece tolerable (y no les va tan mal); los segundos viven con el aguijón de no estar nunca en su sitio, y por eso se levantan y vuelven a intentarlo en su despecho. No siempre logran lo que persiguen, pero su combate en sí mismo ya es una inspiración. Giorgio Armani contaba que el mayor legado de sus padres fue un «sentido de dignidad», junto con la tenacidad y fortaleza mental suficiente para resistir en los momentos difíciles. Ropajes aparte, la historia de aquel hombre que, cumplidos los cuarenta, se lanzó a por todas, constituye un regalo de buen moño para quienes aún creemos que nunca es tarde para empezar de nuevo.
Contacto
Correo: yomiss@gmail.com
Twitter: @Bigmaud
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