#4 Tiempos
Primera matehualense en obtener título universitario | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En enero de 1923 el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí se convertía en Universidad Autónoma de San Luis Potosí tratando de iniciar una nueva vida académica organizando sus actividades de manera autónoma y decidiendo su destino sin intervención del estado. Si bien, esos primeros pasos de vida autónoma no fueron fáciles y además fueran obstaculizados y postergados hasta la década de los cincuenta cuando puede decirse que la universidad adquiere su absoluta autonomía. Esa fecha queda registrada como el inicio de la hoy Universidad Autónoma de San Luis Potosí que continuaba el trabajo académico del Instituto Científico. Para entonces se empezaba a hacer común observar mujeres en sus aulas de estudios profesionales, su número no era tan abundante; aunque para entonces ya se habían titulado unas cuantas mujeres en la carrera de medicina y en leyes, como hemos tratado en anteriores entregas en esta columna.
Ante esta situación, la presencia de mujeres provenientes del interior del estado era más extraña aún, por el esfuerzo que requería el trasladarse a la capital del estado para ingresar a realizar estudios, sobre todo de corte profesional. Con todo, las mujeres potosinas de los diversos municipios del estado comenzaron a tener presencia en las aulas universitarias.
De las primeras mujeres en ingresar a la recién “creada” Universidad Autónoma de San Luis Potosí sería la matehualense Sara Cárdenas Orozco que en 1923 ingresaba a la preparatoria de la Universidad potosina a cursar el bachillerato en ciencias biológicas con la intención de poder ingresar en su oportunidad a estudiar medicina en la misma universidad. De esta manera Sara Cárdenas se convertiría en la primera matehualense en ingresar a la universidad.
Sara Cárdenas, se convertía además en la primera matehualense en cursar cursos superiores de física, matemáticas y biología y la primera en cursar materias experimentales de ciencias. De esta forma trabajaría en el histórico Gabinete de Física que tengo bajo mi resguardo y que forma parte del patrimonio cultural de la ciudad de San Luis Potosí.
Sus estudios preparatorios los realizaría de 1923 a 1926. Por entonces se cursaban en la preparatoria materias de aritmética y algebra, geometría plana, trigonometría rectilínea, física teórica, física experimental, cosmografía, nociones de mecánica, química general, química orgánica, nociones de mineralogía, geografía general, nociones de geología, botánica, histología, zoología, nociones de anatomía, fisiología humana, lógica, psicología moral, histología general, raíces griegas y latinas, dibujo, inglés , francés, literatura general y lengua castellana. Los cuales aprobaría a satisfacción Sara Cárdenas. En 1926 ingresaba a estudiar medicina y cursaría hasta el quinto año de la carrera en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, para trasladarse a la ciudad de México y proseguir en la Escuela Nacional de Medicina la carrera de medicina en 1930. Realizó sus prácticas hospitalarias en el Hospital Civil “Dr. Miguel Otero” de San Luis Potosí y el internado en el Hospital General de la Ciudad de México, siendo ya estudiante de la Escuela Nacional de Medicina.
Sara Cárdenas Orozco nació en Matehuala, San Luis Potosí el 24 de octubre de 1903, sus padres eran comerciantes en Matehuala, y al parecer cambiarían su estancia a San Luis Potosí, con el fin de que sus hijos pudieran continuar estudios y posteriormente a la Ciudad de México.
Como muchas de sus compañeras médicas, perteneció a la Asociación de Médicas Mexicanas, asociación que fue impulsada por médicas potosinas.
Sara Cárdenas Orozco cursó y aprobó en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y en la Escuela Nacional de Medicina las materias que cubrían íntegramente la carrera de médico cirujano, convirtiéndose, con toda seguridad, en la primera médica matehualense.
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#4 Tiempos
Gobierno y UASLP: sus enemigos se saborean los bigotes | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público:
Una vida no tiene precio. Ni los 187 millones, ni ninguna cantidad en deudas del Gobierno del Estado con la Universidad Autónoma valen lo que una vida humana; así lo ha hecho saber el rector Zermeño y estoy seguro que el mandatario, Ricardo Gallardo, lo comparte.
Sí, hay que aceptarlo: En nuestra sociedad hay grupos con intereses políticos a quienes les encantaría esparcir pólvora y cerillos… y lo están haciendo.
Hay personajes a los que les encantaría ver a potosinos de todas las edades levantarse como turba iracunda a provocar, vandalizar y desestabilizar al Estado.
Estos grupos y personajes saben lo que hacen: están aprovechando las circunstancias existentes de tensión para manipular, sobre todo a los jóvenes ofreciéndoles una aparente causa y bandera.
Exigir parece justo, salir a las calles y hacerse escuchar es muy atractivo. Ser protagonistas de un movimiento rebelde y transformador es seductor y romántico, pero en el fondo, es un escenario irresponsable y peligroso.
La historia nos ha mostrado que las masas no razonamos y que en un ambiente de confrontación el descontrol es padre de la tragedia.
Sí, grandes cambios se han gestado desde el las aulas universitarias, pero también los episodios de sangre se han inscrito en la historia.
No, no se trata de olvidar, y justamente por eso, se trata de no repetirlo. Hay que poner cada cosa en su sitio y en su justa dimensión y no confundir responsabilidad con cobardía.
A los enemigos del gobierno de Ricardo Gallardo les encantaría que su gobierno no pague sus compromisos y se deje sin sueldo, aguinaldo, prestaciones y jubilaciones a miles de universitarios.
Darían lo que fuera porque miles de estudiantes se quedaran sin clases, que perdieran el semestre o no puedan titularse.
A ellos se les apuesta para que, siendo utilizados como carne de cañón y sin tener más que hacer, salgan eufóricos a derrocar al sistema tanto estatal como universitario.
Por otro lado a los enemigos de la UASLP y del rector, Alejandro Zermeño, (que los tiene y hasta en casa) calculan hacer de esta crisis, la bandera para señalar su gestión, ya sea por “debilidad”, o por no poder liderar a su comunidad, lo que es peor.
Todos los ingredientes están en la licuadora y hace falta un solo grupo de choque, oficial o montado, de una u otra parte, para que las cosas estallen.
El llamado a la paciencia ya pasó de largo. El del diálogo no ha encontrado coincidencias, y solo resta el camino de las decisiones antes de que se abra el telón al caos.
CASO LORET-ON.
Por si alguien se perdió la historia principal de ayer del noticiero Latinus que conduce Carlos Loret de Mola, les cuento que se trata de la triste historia de un chayotero contra un chayoterito; La de un monta-notas nacional contra uno local. La de un perro grande comiendo perro chiquito. Una historia de quién cobra por golpear en contra de… quien cobra por golpear.
Es de esas historias que persiguen y de las que ya no hay vuelta atrás.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña
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#4 Tiempos
Lo que viene siendo el amor | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Es fascinante la habilidad que tienen algunos para nombrar lo inasible con comparaciones que parecen no tener la menor relación con aquello de lo que hablan, como si la única forma de describir un fenómeno fuera desviar la mirada hacia un mundo distante y, en apariencia, sin ilación alguna. Dean Martin, por ejemplo, cantaba que uno sabe que está enamorado cuando la luna atrae tus ojos cual si fuera una pizza recién salida del horno y cuando las estrellas te hacen babear como un plato de pasta. Amor napolitano, amasado con harina y acompañado de vino en vaso grueso.
Morrissey, mucho tiempo después, y tras un silencio de siete años en su carrera, utilizó un truco parecido al aseverar que uno no ha estado enamorado si no has visto los astros reflejados en la alacena, sentencia que obligaba a preguntarse si alguno de nosotros había estado flechado en serio alguna vez o si, en cambio, solo habíamos confundido el rayo del sol con el tenue foco de la nevera.
Uno se fatiga de cumplidos ordinarios que parecen botones de repuesto para un abrigo, pero se reanima cuando aparece el ingenio agudo, sin pretensión, con una llamarada que no admite impostura. Uno de esos casos es el de Lesley Jacobs que dedicó un libro a su marido con una frase impecable que aspiro a que alguien me diga algún día: «Para David, la tónica de mi ginebra», como parte de un ensayo dedicado a dicha bebida espirituosa.
Jarvis Cocker también dominaba ese arte: y dio cátedra de ello en los años noventa con la letra de «TV Movie», en la que añoraba a un amor perdido tras el cual su vida había perdido rumbo y significado. La lejanía era equivalente a una resaca interminable, y reducía la vida a ser una película hecha para televisión: diálogos insípidos, actores que no convencen, una trama que se extiende sin sentido y, lo que es peor, sin sexo en el horizonte.
Por la misma época, en «Like a Friend», parte del soundtrack de Great Expectations (se podría hacer un buen recopilatorio con las mejores canciones aparecidas en películas de Alfonso Cuarón), el cantante tiraba hacia un amor no correspondido por medio de analogías que daban cuenta de su derrota, de su resquebrajamiento interior. El reproche por todas las heridas, injusticias y embates infligidas por la persona por la que apostó, pero también una devoción callada e incondicional ante alguien que le sonreía solo como amigo.
Eres la última copa de la fiesta que nunca debí beber
eres el cadáver escondido mi la cajuela
eres el mal hábito que no consigo dejar
eres mis secretos revelados en la primera plana cada semana
eres el coche que nunca debí comprar
eres el tren que nunca debí tomar
eres la herida que me hace taparme la cara
eres la fiesta que me recuerda que ya no soy joven
Eres como el choque de auto que veo venir, pero no puedo evitar
un avión en el que me dijeron que nunca debía subir
una película mala, pero que tengo ver hasta el final
Visto esto, déjame decirte algo:
Al final tienes suerte de que seamos amigos…
El desamor, por lo demás, también ha tenido definiciones destacadas. Woody Allen, en Annie Hall, comparaba una relación con un tiburón: si no avanza, muere. Y lo que él tenía con Annie, concluía, era un tiburón muerto.
Todos podemos recurrir al ejercicio de las definiciones. A mí me parece que la ruptura amorosa es apagar un cigarro sobre la yema de un huevo frito (el corazón del otro): un gesto contundente y liberador para quien lo ejecuta con desprecio, y cruel para el que observa impotente cómo se arruina el desayuno que tanto había anhelado. Lástima que yo no fume ni me gusten los huevos estrellados; estoy convencido de que ese acto debe de ser uno de los más devastadores y sinceros que existen, según del lado de la sartén en que uno se encuentre.
Otros amores son distintos, menos dramáticos: se instalan suavemente y se van igual, sin trinar y sin aspaviento. Son el hielo en la copa de un coctel que se disuelve de a poco y que, mientras dura, equilibra el trago y lo hace más llevadero, reconfortando en cada sorbo. Cuando desaparece no duele ni se echa en falta, aunque le reconoces su valía de aire discreto. Y hay mujeres, lo he mencionado ya en otra ocasión, que son como un café cargado: te levantan cuando estás aletargado por el somínfero de lo cotidiano, por el adormecimiento de quien ha perdido el carburador.
Ya se ve, hablar de ciertos tópicos inclina a la cursilería. Qué más da. Envejecer nos muestra que rehuir del ridículo es imposible, y que, al contrario, hay que arrojarse a sus brazos ya que en él se encuentra lo honesto, y también algo de lo verdadero.
Pero basta de amor, que ahí somos todos principiantes, decía Jonás Trueba en una de sus películas. Apuntaba Jardiel Poncela que definir el humor era como intentar atrapar una mariposa con un telégrafo. Lo mismo ocurre con algunas pasiones. En esas aguas uno corre el riesgo de ser uno de esos predicadores sorprendidos con chantilly y tubos de goma en el armario, o ser uno de esos gurús del estilo que van por el mundo vestidos de estropajo, gorra turquesa y lentes de mosca. Al escribir intento sonar a Bill Evans y no lo consigo.
Contacto:
Twitter: @Bigmaud
Correo: [email protected]
#4 Tiempos
Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En las primeras décadas del siglo XX una buena cantidad de potosinos que habían pasado un tiempo en la Universidad de San Luis o en el Instituto Científico y Literario, formados con altas especialidades en varias áreas del conocimiento y que realizaban una actividad prestigiosa y despuntaban en la vida cultural mexicana, se encontraban en la Ciudad de México. Uno de estos personajes que había decidido regresar a San Luis Potosí a realizar su práctica profesional en el área de la medicina y que contribuiría en la docencia en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, sería el Dr. Manuel Nava Martínez. Con una formación que le permitía ver las carencias de formación en la universidad de San Luis, donde iniciara sus estudios, y lo que debería de ser una verdadera universidad, le fue decantando en su participación en la vida política universitaria.
Su relación con los potosinos que se encontraban fuera de la ciudad y, que tenían esta visión adquirida en su formación en instituciones de calidad, sería un factor importante para iniciar un programa de reorganización universitaria que lograra modernizar la universidad de San Luis y convertirla en una verdadera universidad, que pudiera atender la formación de sus jóvenes y contribuyera al desarrollo social de la población atendiendo la solución de sus propios problemas, tanto educativos como profesionales, esos problemas que demandaba la sociedad potosina.
De esta forma, la figura del Dr. Manuel Nava comenzó a sentirse al interior de la universidad, empujada por sus hermanos y amigos que coincidían en la emancipación del gobierno estatal y poder auto gestarse en bien de la juventud y sociedad potosina.
El Dr. Manuel Nava Martínez, fue alumno del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí y vivió su transformación a Universidad Autónoma de San Luis Potosí, fue a realizar sus estudios de medicina a la Universidad Nacional de México, siguiendo la vocación de su padre el médico Manuel Nava, concluyendo los estudios en 1930, periodo en el que vivió el movimiento por la autonomía universitaria en la universidad nacional. Desde 1927 desempeñaba su labor en la tisiología al lado del Dr. Ismael Cosío Villegas. Manuel Nava hijo, había nacido en la ciudad de San Luis Potosí en 1903. Al terminar sus estudios regresa a San Luis desempeñando su actividad como médico ganando una reputación de médico eficiente y honrado.
Su desempeño profesional, así como su continua actualización en medicina le hizo merecedor a ser invitado por sociedades e instituciones académicas nacionales e internacionales como: la Sociedad Mexicana de Estudios en Tuberculosis y Enfermedades del Aparato Respiratorio, la Academia Nacional de Medicina, la Academia Mexicana de Cirugía, la American College of Chest Physician y la American Trudeau Society.
Manuel Nava fue catedrático de la UASLP desde 1930 y en 1944 fue candidato a la rectoría ganando las elecciones en una asamblea de 23 miembros del consejo, las cuales fueron desconocidas alegando que debía de contar con dos terceras partes de la votación. Finalmente, llegaría a la rectoría de la UASLP en 1952 lo que representaría una transformación en el plano académico de la UASLP.
Entre sus planes de trabajo se encontraba el que los profesores asumieran su compromiso en la cátedra con un mejor cumplimiento en sus labores como profesores, creando profesores de carrera y mejorando los laboratorios, realizando gestiones ante el gobierno federal y estatal para mejorar los fondos económicos de la universidad, crear institutos de investigación para impulsar la generación de conocimiento, exhortando a la comunidad universitaria a procurar el engrandecimiento de la universidad bajo el lema “pensar y trabajar”. Entre las actividades a las que se comprometió en lograr al frente de la rectoría se encuentra la de “fomentar en la Universidad la investigación científica, indispensable en los Institutos de esta naturaleza”
Una de las tónicas en el rectorado de Manuel Nava fue la creación del concepto de Departamentos, dependencias que podían estar integrados en Facultades y que podían estructurarse internamente con Institutos, dependencias donde podía realizarse investigación.
Entre las primeras acciones de Nava se encontraba organizar el órgano de gobierno de la universidad, viendo la necesidad de que cada escuela tuviera un director que presidiera a la comunidad docente de su escuela y a su consejo técnico consultivo, dando así la estructura que tiene en la actualidad la universidad, así cada escuela tendría un director un representante maestro y un alumno ante el Consejo Directivo Universitario, que serían elegidos por el propio Consejo Directivo ante una propuesta de tres maestros y alumnos por parte del Consejo Técnico Consultivo de cada Escuela y Facultad, mientras que el director sería electo por el Consejo Directivo de un terna propuesta por el rector, previa consulta con los respectivos Consejos Técnicos Consultivos y, duraría un periodo de cuatro años.
Bajo el rectorado de Nava surge el clásico escudo universitario y su lema, Siempre Autónoma Por Mi Patria Educaré, remplazando el lema particular de Nava “Pensar y Trabajar”. De la mano del Dr. Manuel Nava la universidad potosina logra su verdadera autonomía, de lo que poco se habla y que trataremos en futuras entregas.
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