octubre 24, 2025

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#4 Tiempos

¿Podemos dejar de hablar de “esa” película? ¿Plis? | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

Antes de empezar de lleno con esto, quiero aclarar un par de cosas. En primera instancia, me rehuso a escribir el nombre de la película en la que se centra este texto, no solo porque el hecho de escribir su título anularía el propósito entero de la columna, sino que es enteramente innecesario teclear las dos palabras que componen su título. Ustedes ya saben de qué película hablo. El mundo entero sabe de qué película se trata. Al menos al día de hoy, entre los curseados círculos del internet en español por los que me muevo, es la única película de la que se ha hablado en las últimas ocho semanas. El cine de este año se reduce única y exclusivamente a hablar de esta película (además del ocasional random preguntando “¿ya vieron Flow? ¿a poco no está bien bonita?” que intenta tener una conversación positiva para variar).

Incluso personas de mis círculos sociales que rara vez mencionan algo sobre cine en sus perfiles parecen desvivirse compartiendo memes y think pieces acerca de los peligros que conlleva ver el bodrio de moda.

En segunda instancia, aclarar que no solo no la he visto, sino que ni siquiera planeo verla en el futuro próximo. A pesar de haber demostrado fehacientemente a lo largo de todos mis escritos (y mi existencia misma) mi propensión a, por alguna razón, odiarme tanto que me obligo a ver los bodrios más espantosos y porquerías más gigantescas jamás filmadas por la humanidad, la película de moda simplemente no se ve atractiva de ninguna manera. La historia que Wikipedia me dice que propone no me llama la atención para nada, el tráiler no la vende como algo en lo que debería invertir mi tiempo, y todos los clips que rondan las redes sociales no lucen lo suficientemente horribles como para que quiera realmente ser testigo de cuán terrible es la película en realidad. O sea, por donde se le vea, no es un producto atractivo o intrigante. Lo único que quedaría es verla por morbo pero… a estas alturas siento que es una razón bastante limitada como para obligarme a perder dos horas de mi vida en ello.

Y, recalco, esto lo dice una persona que utilizó su libre albedrío para ver el especial de “comedia” de Karime Pindter. A propósito.

Ahora, tampoco me voy a sentar aquí a defender a la película. No somos Álvaro Cueva para ser tan lamebotas. Como bien desglose en el párrafo anterior, la única forma de que pinte intrigante la película es si eres un ser humano de un país con el que México tiene tan poco contacto o intercambio cultural como para creer que puede ser una ventanita a cómo se vive en ese país tan extraño del que poco se escucha. A saber qué países reúnen esas calificaciones, pero debe haber por lo menos uno o dos, alguna micro nación en algún lugar recóndito del mundo. Mucho menos estoy en un plan similar a la deleznable actriz protagónica de la película de moda que se encuentra en una cruzada a través de sus redes sociales para pedir que dejemos de burlarnos de esta cosa porque “herimos sus sentimientos”. Nada que ver.

Aunque, debo decir, que pareciese que la persona en cuestión no se ve como un ser humano con quien prometa ser divertido convivir o entablar una conversación, le daré el beneficio de la duda y asumiré que su campaña anti-hate toda estúpida y mal implementada emana de su contrato como spokesperson del churro este que no sale de la boca del mundo entero. Pensemos que también entiende, aunque sea un poquito, cuál es el problema de la historia que ayudó a contar y nada más sus múltiples NDAs le prohíben decir a viva voz un “la neta si actué en una película toda culera”.

¿Pero podemos dejar de hablar de esta película (pregunta irónicamente un ser humano que acaba de escribir 1000+ palabras sobre el tema que dice que la gente debería dejar de tocar)? Sé que es pedir mucho, sobre todo en una época en la que cierto colectivo de señores ancianos predominantemente blancos que creen que saben sobre el valor cinematográfico de lo que crean sus compas le acaba de dar 13 nominaciones al mugrero este, pero quisiera intentarlo.

Yo sé que, por alguna razón, miles de personas en este país aún creen que los Óscares representan algo o que en cualquier punto de la historia de la humanidad han premiado “calidad” por sobre “esto lo hizo mi amigazo del alma, y me cae súper bien, quiero darle esta estatua para que el mundo entero sepa que lo quiero mucho”. Yo sé que hay miles de cinéfilos mamadores que aún encuentran una manera de confirmar sus bias a través de lo que dice “La Academia” sobre las películas aclamadas en esta premiación que, misteriosamente, solo se fija en lo más mainstream y *GUIÑO GUIÑO* CON MÁS MENCIONES EN REDES que el cine tiene que ofrecerle al mundo, pero también recordemos que es el mismo grupo de individuos rancios que le otorgaron el nombre de “Mejor Película Del Año”™ a Crash y a Green Book en sus respectivos años, o que solamente toman en cuenta las películas de Ghibli solamente porque otrora las distribuyeran sus amigos Harvey Weinstein y Disney.

También me imagino que se ha de sentir bien bonito que te den una de esas estatuillas. En el improbable caso que hubiese la oportunidad de que pudiese recibir una, sé también que sería lo suficientemente hipócrita como para aceptarlo, llorar de felicidad, y agradecer a este colectivo deleznable del que me he quejado por años ya.

Pero ahorita no está pasando, por lo que, al día de hoy, reitero mi CHSM a los Óscares.

¿Pero podemos dejar de darle poder y presencia a la película que está tan de moda, que genera tantos clicks e interacciones en YouTube y TikTok, que incluso obligó a Javier Ibarreche, un lameculos de Hollywood y todo su establishment aún más gigantesco que Álvaro Cueva, un ser humano que necesita la atención de la industria cinematográfica mundial para poder generar su contenido “buena onda” y lleno del mismo positivismo falso y mercantil de Luisito Comunica (solo que con miles de porcientos menos carisma) para sentir que vale como ser humano, a hablar mal de un producto cinematográfico casi por primera vez en su historia?

Sólo le estamos dando poder a la cinta. Solo le estamos dando más presencia. Estamos haciendo que, de una forma u otra, la gente considere consumir esto, que el nombre de su director/escritor/productor sea de uso común entre los aficionados al cine. Estamos reforzando la validación de haber sido nominada a todos esos premios internacionales (que, puede o no, hayan sido otorgados a esta cochinada como un mensaje disque contundente a las políticas de extrema derecha que el mundo se está tragando con tanto gusto como la repetición incansable de memes sobre esta película). O sea, le estamos dando publicidad gratuita.

¿O de qué otra manera podemos explicar que solo en México, en apenas una semana, esta chingadera ya recaudó 9.4 millones de pesos? ¿SERÁ ACASO QUE LA INSISTENCIA EN HABLAR DE ESTA MENTADA PELÍCULA POR CASI DOS MESES A TRAVÉS DE TODOS LOS MEDIOS, INSTIGÓ A UN MONTÓN DE PERSONAS A SENTIR CURIOSIDAD POR PAGAR CON SU DINERO PARA VERLA?

Y, sí, claro, el mame de PROFECO y Cinépolis y cómo van a devolver como 150,000 pesos en entradas, etc.

Pero, repito. 9.4 MILLONES DE PESOS. EN. UNA. SEMANA.

O sea, más personas en México decidieron meterse al cine a ver la película de moda, que el mame cinéfilo de Nosferatu. Una vez más, México recordándose a sí mismo porque Pixels de Adam Sandler duró casi medio año en cartelera.

Esto solo me recuerda a las elecciones de 2012 en donde tanto mamar y mamar (con justificadas razones, obvio, pero el punto es el mismo) con memes de Enrique Peña Nieto en donde era inescapable entrar a internet sin ver su nombre y cara plasmados en los muros y timelines de todos mis contactos en redes, funcionó TAN bien como estrategia de marketing que, incluso, me hizo cuestionarme si no debería de votar por él.

Aclarando, no lo hice, pero tampoco es como si mi anulación de aquel año hubiera hecho mucho por detener el avance presidencial del PRI que, con tanto amor, los #Soy132 y otros entes disque contracultura ayudaron a promover de manera gratuita a lo largo y ancho del país.

Pero, sobre todo, me gustaría que dejáramos de hablar de esta película por la razón más obvia de todas: a todas luces es una porquería mediocre que no debería de ocupar un espacio en la mente de nadie. Sí, es insensible con el país, trivializa temas sensibles, desestima el trabajo y presencia de mexicanos en la industria. Todo eso es cierto. Todo eso es cuestionable. Todo eso debería de denunciarse. No debería de repetirse. Estoy de acuerdo.

¿PERO PODEMOS DEJAR DE DARLE TANTA IMPORTANCIA SIEMPRE A LAS CHINGADERAS MÁS MEDIOCRES QUE PODEMOS ENCONTRAR?

Reitero, que CHSM el director y su producto basura. Nadie debería gastar tiempo, dinero, o MBs de sus VPNs y/o torrents para verla, pero claramente, como país, no hemos entendido aún que en esta época, el poder de las disciplinas artísticas no es mayor cuando consiguen más dinero o reproducciones, sino cuando las conversaciones diarias inflan su SEO en Google.

En otras palabras, es casi inevitable que veamos más productos internacionales que traten a México, su cultura y sus problemáticas de la misma manera que esta película en los años subsiguientes. Y todo porque no podíamos dejar de decir que “nos duele la pinche vulva” o creer que tradujeron “you’re welcome” como “bienvenida” porque nos dio flojera investigar un poquito y poder ser parte de la conversación.

Bien ahí, nosotros.

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#4 Tiempos

De CU a mantener el vuelo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

El miércoles pasado, San Luis se metió al Olímpico Universitario con una misión que parecía cuesta arriba. No solo enfrentaba a un Pumas que venía sólido en casa, sino también a sus propios fantasmas: los de la irregularidad, los de las derrotas que llegan cuando mejor se juega, los de las oportunidades que se escapan entre los dedos. Pero esta vez fue distinto. San Luis ganó con autoridad, con orden, con un fútbol maduro que pocas veces le habíamos visto.

El 0-1 en Ciudad Universitaria no fue casualidad. Fue el reflejo de un equipo que, por fin, entendió cómo competir en escenarios grandes. San Luis supo cuándo presionar, cuándo replegarse, cuándo hacer daño. No se desesperó, no se partió, y sobre todo, no perdió la concentración cuando Pumas quiso despertar. Ese temple, tan ausente en otras jornadas, fue la verdadera victoria de la noche.

Esa actuación le devolvió el alma a un grupo que venía entre dudas. Y también reavivó la ilusión de una afición que, aunque exigente, sigue esperando ese golpe de autoridad que confirme que este proyecto puede trascender. Porque lo del miércoles no fue solo un triunfo más en el calendario: fue una declaración de intenciones.

Ahora viene lo más difícil, mantener el vuelo. Este domingo, en el Alfonso Lastras, el Atlético de San Luis recibe a Necaxa, y la exigencia será enorme. No hay mejor momento para demostrar madurez que justo después de una victoria grande. Ganar en CU fue una proeza; ganar en casa, jugando bien y con convicción, sería confirmar que este equipo va en serio.

Necaxa no es un rival cómodo. Es uno de esos equipos que no necesita brillar para complicarte la noche. Sabe esperar, sabe morder en la presión alta y tiene la capacidad de castigar errores puntuales. San Luis deberá ser paciente, no caer en la trampa de la desesperación y, sobre todo, mantener la intensidad de principio a fin. Si el equipo logra imponer su ritmo desde el arranque, tendrá mucho camino recorrido.

El cuerpo técnico también enfrenta un reto importante. Después del esfuerzo en CU, habrá que administrar energías, rotar inteligentemente y evitar el exceso de confianza. Porque si algo ha caracterizado a San Luis este torneo, es que cuando baja un poco la guardia, el golpe llega rápido. La victoria del miércoles solo tendrá valor real si se respalda con un buen resultado el domingo.

En el plano anímico, el grupo parece haber recuperado algo vital, el orgullo.

Durante semanas se vio a un San Luis que jugaba bien, pero sin convicción. En CU hubo otra cara, una que pelea cada balón, que se ordena en bloque y que no teme al rival, sea cual sea su nombre. Esa versión es la que debe presentarse ante Necaxa.

El Lastras jugará su papel. Después de un triunfo así, la gente volverá con ganas, con ilusión, pero también con exigencia. El público potosino ya no se conforma con “haber competido bien”. Quiere resultados, quiere consistencia. Y tiene razón, este plantel ha demostrado que puede hacerlo.

Además, los números comienzan a sonreír. Con el triunfo del miércoles, San Luis se metió de nuevo a la conversación por el play-in, y depende de sí mismo para mantenerse ahí. Una victoria más lo consolidaría en zona de clasificación y le permitiría encarar el cierre del torneo con un aire distinto. El margen de error sigue siendo corto, pero las sensaciones por primera vez son positivas.

El Atlético de San Luis ha dado un paso importante, pero todavía no puede detenerse a celebrar. Lo que viene es el examen de la madurez futbolística: sostener la intensidad, mantener la concentración y convertir las buenas actuaciones en una costumbre.

Este domingo, el equipo tiene la oportunidad de confirmar que no fue casualidad, que lo de CU fue el inicio de una nueva etapa. Ganarle a Necaxa sería más que un triunfo, sería la señal de que San Luis, por fin, ha aprendido a ganar seguido.

Porque el fútbol no premia al que brilla un día, sino al que resiste toda una temporada. Y si este grupo logra mantener ese temple y esa convicción, el play-in podría dejar de ser un sueño para convertirse en la consecuencia lógica de un equipo que, tarde pero seguro, está aprendiendo a jugar como los grandes.

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#4 Tiempos

Tradición potosina en Altas Energías, reconocimiento a Jürgen Engelfried | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Por: Redacción

Hace más de treinta años ingresó como profesor investigador del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el Dr. Jürgen Engelfried Jatzkowski, tiempo a lo largo del cual ha participado como profesor de la Licenciatura en Física y del posgrado en física, maestría y doctorado, colaborando así en la formación de nuevos físicos mexicanos. En cuanto a su labor de investigación colabora con el Cuerpo Académico de Altas Energías y es fundador del Laboratorio de Altas Energías del Instituto de Física.

El Cuerpo Académico de Altas Energías del Instituto de Física trabaja en temas de investigación, tales como, Física de Partículas Elementales, Partículas con Quark Strange y Charm, Instrumentación para Detección de Partículas, Teoría de Campo, Extensiones Supersimétricas del Modelo Estándar, y se ha convertido en uno de los principales grupos de investigación del país en esa especialidad.

En particular el Dr. Jürgen en el Laboratorio de Altas Energías realiza investigación en partículas elementales y física de altas energías. Sus intereses indagatorios se centran en el área experimental, como la física experimental de partículas elementales, instrumentación en detectores de radiación y altas energías, partículas con quark strange y charm, decaimiento raro de kaones y espectroscopia de resonancias bariónicas.

Participa en las más importantes colaboraciones a nivel mundial en el área de altas energías y partículas elementales, en experimentos de frontera en estos campos, colaboraciones como el Hyperon Beam Experiment de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), que se encuentra en Ginebra, Suiza, donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones; colabora también en el Fermilab en el experimento CKM Rare Kaon Decays y en el NA62 del propio CERN; en la Red de Física de Altas Energías y en el SELEX Charmed Baryons en el Fermilab.

Proyectos en los que el Dr. Jürgen es el líder mexicano en esas colaboraciones en los laboratorios más connotados a nivel mundial. Por ejemplo, el CERN, el laboratorio de física más grande del mundo, fundado en 1954 en Ginebra, Suiza, es el corazón de la investigación en física de partículas. Con el apoyo de 22 estados miembros europeos, reúne a miles de expertos de más de 70 países que cada año contribuyen a la investigación científica. Su éxito radica en su capacidad para producir resultados de gran interés

, como la confirmación de la existencia del Bosón de Higgs el 4 de julio de 2012.

La labor del Dr. Jürgen Engelfried ha sido recientemente reconocida por la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física, otorgándole la Medalla 2024 de esa División, por su papel pionero en el establecimiento de la física experimental de altas energías en México, liderando la participación nacional en los experimentos SELEX (Fermilab E781), CKM (Fermilab) y NA62 (CERN). Su impulso a la formación de recursos humanos, el desarrollo de instrumentación de frontera y la creación del grupo de física experimental de partículas en San Luis Potosí han sido determinantes para consolidar esta área en nuestro país.

Con este reconocimiento se enfatiza, tal como lo señala la División de Partículas y Campos, su compromiso y liderazgo han dejado una huella profunda en la comunidad de física de partículas.

El Dr. Jürgen Engelfried estudió la Licenciatura en Física en la Universität Stuttgart, Alemania, titulándose en 1984; la Maestría en Física en la Universität Heidelberg, Alemania, graduándose en 1987 y obtuvo su Doctorado en Física en 1992 en la propia Universität Heidelberg. Poco tiempo después llega a San Luis Potosí a incorporarse al Instituto de Física, donde ha realizado su carrera profesional, contribuyendo a escudriñar los misterios del universo con sus investigaciones en Altas Energías y Partículas Elementales, temas fundacionales de la física en San Luis.

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Monólogo del profesor | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

Seamos sinceros, estimada señora: a nuestros jóvenes cada vez les importa menos lo que en la escuela podamos decirles. Un día la invitaré para que venga y vea. Entonces se sorprenderá al ver la cara que ponen cuando un servidor de usted les esté explicando, por ejemplo, la segunda ley de la termodinámica. ¿Puedo adelantarle algo de lo que verá? Un muchacho de cabellera abundante y estropajosa, con las piernas cruzadas, estará observando el estado general de las suelas de sus zapatos como en una especie de contemplación o arrobo místico; otro, sentado a dos bancos de aquél, hojeará distraídamente la revista que metió de contrabando en el salón y que ha ocultado –ni siquiera discretamente- bajo su libro de texto; aquel, pensando que nadie lo mira (o no pensando nada, pues lo mismo le da), estará ocupado enviando mensajes desde su teléfono celular y contestando los que a su vez le lleguen; en fin, todo esto los encontrará usted haciendo cuando vea y vea, estimada señora.

Mientras tanto, yo seguiré hablando en voz alta, haciendo como que creo que me escuchan. «Tú juegas a quererme, yo juego a que te creas que te creo». ¿Recuerda usted quién cantaba esta canción hace veinte años o incluso veinticinco? ¿Luz Casal? En todo caso, se trata del mismo pasatiempo: mis alumnos juegan a que me ponen atención, y yo juego a hacerles creer que me trago su mentira. De este modo ellos están en paz y yo también.

¡Oh, no me crea usted un resignado! La verdad es que en otro tiempo abrigué ciertas ambiciones pedagógicas y hasta llegué a creer que bastaba con que yo abriera la boca para que mis alumnos se apasionaran por la materia que me disponía a explicarles. Hoy ya no soy tan ingenuo, estimada señora, y hasta me he dado esos baños de realidad que si bien al principio no son nada agradables (el agua de la realidad es fría, bastante fría), al final lo sacan a uno de ese ensueño metafísico del que hablaba en uno de sus libros un famoso filósofo francés.

Al principio, debo confesárselo, casi lloraba al ver que mis alumnos me hacían menos caso que al perro del vecino; pero luego la fuente de las lágrimas se secó, y aquí me tiene usted, haciendo como que enseño y cobrando puntualmente mi sueldo, pues es bien sabido que de aire los hombres no pueden vivir.

A los muchachos ya no les digo nada, y ni siquiera los riño. ¿Qué les puedo decir, por ejemplo, cuando no hacen sus tareas? Podría, sí, hacer como que me indigno, pero esto sería llevar el juego demasiado lejos. Supongamos, por ejemplo, que me quejo con sus padres diciéndoles que sus hijos son unos holgazanes. ¿Qué voy a recibir como respuesta? ¡Ya se lo imaginará usted! Una vez, al principio de mi carrera –es decir, cuando me sentía con derecho a ser exigente- mandé llamar a uno de esos caballeros que se llaman a sí mismos padres de familia para suplicarle que pusiera más atención en los asuntos del que creo era su primogénito. Pero no me dejó ni siquiera terminar. «¿Y usted quién es para meterse en nuestra vida?», me preguntó lleno de rabia, ajustándose con brusquedad el nudo de su corbata. «A usted le pagamos para que dé su clase, pero lo demás ya no le toca».

De acuerdo, de acuerdo, me dije entonces. Quiero decir con esto que aprendí la lección. Desde entonces ya no encargo a mis alumnos ninguna tarea. ¿Para qué?

 Hoy mi lema es, humildemente, éste: laissez faire, laissez passer: ¡Que cada uno haga lo que le venga en gana!

La vida de mis alumnos, estimada señora, está en otra parte. ¿En qué parte? Vaya usted a saberlo, aunque todo parece indicar que ésta comienza para ellos justo en el instante en que, llegando a su casa, dejan la mochila en el suelo y encienden la computadora. ¡Entonces sí que se sienten vivir! «Ah –se preguntan-, ¿quién habrá inventado la escuela, ese mal que ni siquiera parece necesario?».

En la luna: allí veo a mis alumnos cuando les hablo de cosas que a mí me habría gustado comprender cuando tenía su edad. En la luna, sí, y parecen muy poco dispuestos a bajar a esta tierra que desde hace mucho ha dejado de interesarles.

¿De dónde acá esta indiferencia por todo lo que sea escolar o huela a ello? He encontrado aquí y allá diversas teorías, aunque la que hasta ahora me convence más es ésta del pedagogo francés Guy Avanzini. Escuche usted: «A pesar de todo, los padres, sin quererlo y sin saberlo, al menos en parte, son los responsables de este fracaso». Está hablando el pedagogo del fracaso escolar, que incluye no sólo las malas notas obtenidas en los exámenes, sino sobre todo el disgusto con que los jóvenes se presentan en la escuela. ¡Pero cómo! ¿Son culpables los padres de esta situación? Sí –responde Avanzini-, y ellos los primeros. Ante todo, porque desvalorizan el trabajo escolar, diciendo y pensando que ir a la escuela equivale a perder el tiempo, y luego exaltando el ejemplo de los que triunfan en la vida «sin haber trabajado en la escuela; haciendo la apología del mal estudiante que, sin haber llegado a la edad adulta, alcanza la notoriedad a pesar de la escasez de su cultura y de la regularidad de sus malas notas». Esto, en síntesis, es lo que dice Avanzini. Y el panorama parece tanto más desolador cuanto que nuestros muchachos oyen a cada instante noticias de verdaderos ignorantes que ganan lo que quieren sólo por saber patear un balón, aporrear una guitarra o cantar una canción. Además, ¿no escuchábamos hace poco la noticia de que muy pocos de nuestros legisladores acabaron realmente de estudiar? ¡Y mire usted lo que gana en estos contornos del mundo un legislador! Los hombres que viven mejor son los que han estudiado menos: he aquí el mensaje que les llega a los jóvenes desde todos los flancos. ¿Cómo queremos entonces, estimada señora, que la escuela les interese aunque se un poco? ¡Respóndame usted! ¡respóndame, por el amor de Dios!

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