#4 Tiempos
“Muerte en Venecia”, Post Neorrealista | Columna de Jorge Ramírez Pardo
Enredarte
El viernes pasado, dentro del curso “Neorrealismo italiano” impartido en el CUART/UASLP, se revisó la trayectoria fílmica del realizador Luchino Visconti, y se exhibió una de sus películas emblemáticas, “Muerte en Venecia”, adaptación fílmica surgida de la novela homónima de Thomas Mann.
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Va un breve contexto:
Al término de la segunda Guerra Mundial, hay estupor en Europa causado por el conflicto bélico. En simultáneo, las grandes cinematografías del mundo lucen estancadas y decadentes. Esto propicia la emergencia del primer gran movimiento innovador fílmico en el mundo, el Neorrealismo italiano.
Lo inician jóvenes italianos estudiosos de cine con cierta práctica de realización fílmica adquirida al amparo de directores franceses y del analista/guionista italiano Cesare Zavattini.
Uno de los creativos/precursores del movimiento fue Luchino Visconti. También son iniciadores, Roberto Rossellini (Roma ciudad abierta, Paisá, Europa 51) y Vittorio de Sica (Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán).
En las siguientes generaciones neorrealistas destacan: Michelangelo Antonioni (El grito, La noche, Zabriskie Point, Bule up), Pier Paolo Pasolini (Decamerón, Teorema, Saló), Federico Fellini (Las noches de Cabiria, La Strada, Satiricón, Amarcord), Francesco Rossi (Manos sobre la ciudad, El caso Mattei).
Un estilizador neorrealista posterior es Ettore Scola (Nos amábamos tanto, Un día especial, El baile, Splendor). Otros destacados directores italianos inspirados en la misma corriente son: Vittorio y Paolo Taviani (Padre Padrone) y Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, Malena).
Este movimiento fílmico de recambio, surgido entre 1943-1950, inspiró durante los años subsiguientes otras vanguardias de innovación cinematográfica : Nueva ola francesa, Nuevos cines alemán, polaco, checo, ruso, mexicano, Free cinema inglés, Cinema novo brasileño.
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Luchino Visconti, nace en una familia aristócrata de Milán. Sin embargo, renunciará desde temprano a los privilegios de sus orígenes, se afilia al partido comunista y asume posiciones críticas, primero expresadas en filmes referidos a matices sociales y a la clase trabajadora, apegados a las propuestas neorrealistas iniciales de recrear historias cotidianas y con rodajes a bajo costo (Obsesión, 1943, La tierra tiembla, 1948, Rocco y sus hermanos, 1960, Bellísima, 1961).
En un segundo momento de su trayectoria, Visconti hace abordajes fílmicos desde argumentos históricos interrogativos: El gatopardo, 1963, Ludwig, 1972, y/o apoyados en obras literarias; afirma posiciones interrogativas y críticas al propio contexto aristócrata de sus orígenes: Las noches blancas (1957), El extranjero, 1967, Muerte en Venecia, 1971, El inocente, 1976, “Mis filmes, declaró, relatan frecuentemente la historia de una familia, y su autodestrucción y descomposición. Cuento estas historias como entonaría un réquiem porque me parece más justo y oportuno contar tragedias. En mis filmes, las relaciones alcanzan un punto máximo de exasperación. Los personajes son por voluntad propia, sea empujados por las circunstancias, terminan por encontrarse cara a cara consigo mismos. La protección que puede llegarles del amor o de la familia les falta y los privilegios del poder y del dinero no les basta para protegerles. Están solos. Sin esperanzas de poder cambiar nada en lo que a su situación se refiere y con frecuencia sin siquiera tener el deseo o la voluntad de hacerlo.”
Venecia entre el esplendor y la decadencia
Muerte en Venecia es una de las obras maestras realizada por Visconti, de tono autobiográfico. Plasma en ella su conocimiento de la realeza y su experiencia en montajes operísticos; le matiza de exquisitez en lo visual y decorativo; sin deponer el abordaje críptico.
Empero, hay otro aporte autobiográfico en la película, porque el escritor de la novel, Thomas Mann, asumió en algún momento que se inspiró durante su estancia en Venecia entre el 26 de mayo al 11 de julio de 1911.
Además hay en la película un matiz biográfico, porque la novela se referencia a un escritor, Gustav Aschenbach, a quien Visconti transfiere en la película a la condición de músico, inspirado en Gustav Mahler, de quien toma el Adagietto de su Quinta sinfonía, presente a lo largo de la película.
La trama, aborda un momento de crisis y depresión en la vida del músico Gustav, quien se traslada de Munich a Venecia. Ahí vive un suceso inesperado que le da aliento, ilusión, le conflictúa y lo encamina a su final. Es la fascinación efebofílica por Tadzio, adolescente andrógino polaco de singular belleza, quien, acompañado por familiares, se hospedado en el mismo hotel que el músico.
La novela y la película son homenaje a la belleza perfecta, pura y plena, referida por Platón en Fedro y el Banquete.
Venecia es Gustav y viceversa. Esplendor y decadencia.
Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable. Tadzio, su objeto de obsesión, no intercambia palabra alguna con él ya que el sentido de perfección no posee carácter mundano, va más allá: “Aquél que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir”, dice a un amigo, en un recuento previo a su estancia en Venecia.
Se trata de un filme nutrido de reflexiones filosófico/existenciales; estética y cualidades capaces de generar imágenes fotográficas evocativas de pinturas post impresionistas. Además, posée cargas simbólicas y diversas líneas de ambigüedad narrativa; acaso para obligar al espectador a ver en ese retrato su propia visión de los hechos más allá del relato.
Película, por cierto, con gran apego al texto novelado de origen.
Es un homenaje a la sensualidad y al erotismo, sin dar cabida al distingo de preferencias ni ejercicio sexual.
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#4 Tiempos
Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta
Apuntes
Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.
Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.
Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.
Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.
En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.
Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir
. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.
Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.
Punto.
Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.
Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.
Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.
Yo soy Jorge Saldaña.
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#4 Tiempos
Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.
Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.
Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.
El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.
Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.
Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México. Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.
Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.
Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.
Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.
También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?
APUNTES
Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?
La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?
Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.
Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.
¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.
Deme una salida, presidente…
— Ok.
Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú
… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.
—Ganamos.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña
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