#4 Tiempos
Los restos: el caso Teuchitlán | Columna de Jorge Saldaña
Los desaparecidos ya no lo son. Son restos.
Murieron desde el primer día en que se fueron, aunque la fecha en que fueron dejando su par de tenis haya sido otra cualquiera.
Se restaron, de sus casas. Los restaron de la vida. Hoy los contamos, pero no entre nosotros.
Sus restos son los que dejaron allá en casa, en forma recuerdos aquilatados, de abrazos de sus padres, hijos, esposas, maridos, parejas.
Los más afortunados pudieron, seguramente con dificultad, escribir una despedida apurada por el filo de la muerte en una hoja de papel que lo mismo fue despedida, testamento y epitafio.
Eso, los que tuvieron la oportunidad. Los demás se convirtieron en mochilas y tenis. Se convirtieron en alguna prenda desgarrada, igual que el país, al enterarse, igual que las almas de quienes los buscaron hasta encontrarlos. Son guerreros.
Qué irónico que se diga como algo común que a sus familias les genera paz y alivio el saber “dónde quedaron” las víctimas de una guerra que hiere no solo en lo íntimo de sus familias, sino a miles de kilómetros en derredor.
Claro, siempre será mejor haber descubierto el hallazgo que vivir en la incertidumbre día y noche sin saber nada en absoluto de un ser querido, pero de eso al alivio y a la paz, hay mucha distancia.
Al pesar de las familias, hay que añadir el agravio social, “la congoja” generalizada, esa que desde el 5 de marzo fue permeando, poco a poco, en el imaginario del mundo.
Una vez más, México con la noticia salvaje en los diarios del planeta. Comparativas con el holocausto en las redes de todo el globo.
Allá, en el lugar de los hechos, la zozobra y el silencio cobijados en la excusa de la lejanía del sitio, y de las ganas de mejor no preguntar lo que ocurría. Esa ignorancia a conveniencia que genera sordera y ceguera de los avecindados del área.
Para tener idea de lo profundo de la “herida abierta”, como la ha llamado el presidente del senado, Gerardo Fernández Noroña, basta leer la crónica de Pablo Ferri, reportero del diario El País, de España, quien hizo de las primeras notas al respecto.
Sus textos dieron la vuelta al mundo, y en ellos resalta un dato desconcertante, y es que las autoridades fueron al sitio en septiembre pasado tras la detención de 10 personas y el rescate de dos, sin que encontraran nada de todo lo que hoy se conoce.
¿Además de la sordera y la ceguera local, enmudecieron las autoridades?
Tuvo que ser un colectivo, en su mayoría conformado por mujeres, madres de familia, quienes en un autobús rentado acudieron el 5 de marzo al sitio que encontraron abierto de par en par y plagado de indicios.
Relata el diario Ibérico :
“El mismo horror de la situación, la aparición de tantos trozos de hueso, su hallazgo en hoyos en la tierra, espacios que recuerdan a los que se usan para guisar carne en pueblos de todo el país; las posibilidades que sugiere tal hallazgo, que quemaran ahí a la gente, que los deshicieran. Luego está la ropa, la cantidad de ropa hallada, las fotos de cientos de zapatillas, que muchos han comparado con campos de concentración. Después figura la intuición de las buscadoras, según la cual aquel espacio sirvió además de centro de entrenamiento para reclutas, forzados o no”.
Eso de reclutas, y el forzados, o no, corrobora lo relatado por un testigo que logró -no se sabe como- huir del lugar y de la muerte.
El testimonial incluye palabras como tortura, maltrato, esclavitud y el relato de peleas forzadas, combates a muerte en los que los derrotados terminaban en un hoyo en el que, se presume, se les prendía fuego. Era vivir y morir en el infierno.
¿Quisieron las víctimas, cualquier número final que resulte de las investigaciones, involucrarse en el crimen organizado?
Lamentablemente los estudios y los resultados de investigaciones de la mayoría de los casos arrojan una respuesta positiva.
Y es que los cárteles, enganchan, atraen con falsas promesas a los que primero son voluntarios esperanzados para luego convertirse en esclavos, en sicarios a sueldo, en carne de cañón o solamente en restos.
Las historías de los “por qué” individuales se sigue repitiendo miles de veces, es una ruta en la que se sigue a un espejismo para entrar en arenas pantanosas y movedizas.
La nación, otra vez, se está empapando poco a poco sobre el caso. Esta vez no fue un estallido dramático como en el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa en Guerrero (del que aún con el paso de los años, no se acepta la “verdad histórica”) No, esta vez la narrativa se está contando en capítulos, es un StoryTelling de terror.
La situación obligó a un cambio en la agenda de la presidenta, Claudia Sheinbaum; que pasó de tener una oposición extranjera al tenor de las amenazas libradas sobre los aranceles a México, a tener un frente abierto, otra oposición más delicada, la del malestar interno dado a dosis con las revelaciones de Teuchitlán y que van brotando todos los días.
Son de casa los agraviados por el sobresalto y es el peor momento para tener manifestantes en las calles, por eso se contuvo la discusión de la Ley del ISSSTE. En momentos como este, no hay lugar para un malestar colectivo en las calles.
Específicamente sobre el asunto, la postura presidencial ha sido la de encarar la situación, sin restar ni minimizar, se ha llamado a investigar todos los indicios y las pruebas con rigor científico, no ocultar nada y encontrar la verdad. Así lo ha afirmado la jefa del ejecutivo desde sus Conferencias del Pueblo, un tema recurrente e inacabado por la prensa nacional y extranjera.
Al mismo tiempo, la presidenta señaló a la fiscalía local de Jalisco por no reportar hallazgos en el lugar que se supone investigó desde hace 7 meses. En contraste, al grupo Guerreros Buscadores junto a madres de familias, les bastó una sola visita para dar cuenta, que ese rancho guarda aún muchos más secretos, quizás más restos (algunos reducidos a meñiques y huesos tan pequeños que difícilmente podrán dar muestras de ADN) y una historia que no ha acabado de contarse.
Casos como este, obligan a repasar las cifras: 115 mil desaparecidos y desaparecidas en México. De esos, 15 mil en el estado de Jalisco.
La mezquina oportunidad generada en el centro del agravio público y que ha venido de menos a más generalizándose, también representa una crisis para el actual gobierno como para el que le precedió, por lo que no es de extrañarse que intereses tanto foráneos, pero mucho más locales, estén -en la era de la infocracia y la validación inmediata- operando una campaña virtual (con millones de pesos detrás como también lo denunció la primer mandataria) no para exigir justicia, sino para desestabilizar al país, para manipular a la opinión pública y entregarla al miedo con todo lo que eso conlleva.
El país no se merece tenis sin dueño, ni madres sin hijos, ni autoridades sin competencia, ni verdades a medias, ni oportunistas de una desgracia.
Tampoco se puede juzgar sin tener memoria. Hay que reconocer que la atmósfera idónea para lo que haya ocurrido en Teuchitlán no se creó en 5 meses ni en 6 años. Hay que desenterrar los restos de un pasado desalmado y un presente doloroso y violento.
Urge que no mueran mexicanos y mexicanas el mismo día que abandonen su casa. Urge disipar el espejismo que lleva al pantano a miles de jóvenes mexicanos. Urgen menos tenis vacíos y mochilas que hacen la vez de reconocimiento del cuerpo de un ser querido. Sobran restos de los que una vez tuvieron nombre.
En el contexto local hay que abrir bien por lo menos un ojo. Las cifras de hallazgos por las entidades buscadoras no son para tener tranquilo a nadie, y las contradicciones entre la autoridad estatal y la fiscalía no aportan a la serenidad colectiva; una asegurando que no hay fosas clandestinas, y la otra que no lo descarta insistiendo en que “sigue investigando”.
En México, una mamá todo lo encuentra, hasta tus restos.
Jorge Saldaña
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#4 Tiempos
El primer poeta potosino, Pedro de los Santos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Si bien desde los primeros años de la fundación existieron poetas en San Luis y se cultivó este género, como lo hemos tratado en anteriores entregas, estos personajes serían españoles avecindados en la ciudad; el primer poeta nacido en el siglo XVII en estas tierras en la ciudad de San Luis Potosí sería Pedro de los Santos.
Pedro de los Santos. Este personaje es uno de los nacidos en San Luis Potosí, nacería a mediados del siglo XVII; en 1699 era colegial de San Ildefonso y Familiar y Maestresala del virrey don Juan Ortega Montañés.
Emigraría muy joven a la ciudad de México, al parecer estudiaría también en la Real y Pontifica Universidad de México pues en su Romance aparece el título de Bachiller.
Su Romance es el único poema que se le conoce, fue escrito en 1700 y publicado en 1702 conociéndosele con el título de Romance en elogio a San Juan de Dios en las fiestas que hizo México por su canonización. Poema que tendría el segundo lugar en el certamen poético por la canonización de San Juan de la Cruz, que describió el Pbro. Br. Juan Antonio Ramírez Santibañez; donde se apunta: “El segundo lugar, se le dio al que puede tener plaza de Músico suave, pues tira gajes de cantor en el palacio de Apolo y ser Maestresala de las Musas, al Bachiller donde Pedro de los Santos, maestre de la sala del Exmo. Sr. Dr. Don Juan de Ortega Montañés, del Consejo de su majestad, arzobispo de México, segunda vez Virrey, Gobernador, Capitán General de esta Nueva España y Presidente de su Real Audiencia”.
El Padre Peñalosa asegura que en su poema “no faltan, en el romance, algunas características de la poesía barroca, entonces en pleno apogeo, como la hipérbole, las alusiones mitológicas, la bimembración distribuida en dos versos o tal cual detalle de la luz y de color; pero sin el poderío y la plasticidad, sin el ingenio y la audacia de la verdadera y grande poesía barroca”.
Al decir del Padre Peñalosa una copia fotostática de su romance se encuentra en el Archivo Histórico de San Luis Potosí.
En su romance, los últimos versos dicen:
la misma tormenta corre
haciendo que el aire ocupe
mejor sagrada saeta
del Ave de culpa inmune.
Con ella el piélago vence,
con ella el viento confunde
y no admira que con ella
el mismo Puerto salude.
Con ella pone en Granada
columnas que no caduquen
a las injurias del tiempo,
pues su caridad las sube.
Mereciendo mayor palma,
Porque puso en servidumbre
Al mar, no con armas fieras,
Sino con palabras dulces.
También lee: Alcalde Mayor de San Luis, primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
La miseria del sexo | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Sucede en un cuento de Arthur Schnitzler (1862-1931), el escritor austriaco. Una vez, un joven fue invitado a asistir a un duelo en calidad de padrino de un militar de cierto rango que, al ver ofendido su honor, retó a muerte a un caballero de la alta sociedad vienesa abofeteándolo con su guante. Qué razones había para lavar con sangre esa mancha real o imaginaria, no lo sabemos, pues éstas no quedan muy claras en el relato, aunque todo parece indicar que había unas faldas de por medio, y que estas faldas eran nada menos que las de la esposa del militar.
Como decimos, el padrino nada sabía de los motivos que impulsaron al teniente Loiberger a tomar tan drástica determinación, pero tampoco quiso averiguarlas. ¿Para qué? Como se dice, cada uno sabe dónde le aprieta el zapato; y, además, ¿para qué negar que en aquellos tiempos remotos la gente se mataba entre ella por los motivos más banales y fútiles? «El hecho –dice el narrador de esta historia, es decir, el padrino- de que en ciertos círculos tuviera que contarse con la posibilidad o incluso con la inevitabilidad de los duelos, ya sólo esto, créame, daba a la vida social una cierta dignidad o, al menos, un cierto estilo. Y a las personas de estos círculos, incluso a las más insignificantes o ridículas, les prestaba la apariencia de una continua disposición a la muerte, aun cuando a usted esta expresión le parezca, utilizada en este contexto, demasiado rimbombante».
Digámoslo ahora con nuestras palabras: en aquellos tiempos, batirse a muerte con adversarios verdadero o ficticios era una moda tan extendida, sobre todo entre las clases superiores, que nuestro joven narrador ni siquiera se extrañó cuando el teniente Loiberger solicitó amablemente su padrinazgo. Además, ¿no era ésta la séptima u octava vez que un caballero ofendido le pedía exactamente la misma cosa? Sin embargo, es necesario abreviar, y lo haremos diciendo cuanto antes que el muerto, allí, fue precisamente el señor Loiberger, que cayó al suelo con cierta elegancia y sin demasiados aspavientos a causa de una bala que vino a incrustársele a la altura del corazón. Se llevó la mano al pecho, lanzó un suspiro hondo, se tendió en la hierba como quien se dispone a permanecer en esa postura un tiempo muy largo y murió en el acto.
Una autoridad municipal dio fe del deceso –también sin demasiados aspavientos- y el día transcurrió como de costumbre, cual si en realidad nada grave hubiese acontecido. Sin embargo, un problema quedaba sin resolver, y era que la viuda, que vivía en la capital, es decir, en Viena, debía enterarse de la muerte de su marido. ¡Claro, era necesario decírselo, y cuanto antes mejor! ¿Y quién iba a encargarse de tan desagradable tarea? El padrino, naturalmente, que para eso estaba. Y allá va nuestro narrador. Frau Agathe, la esposa del señor Loiberger, lo recibe amablemente y lo hace pasar al recibidor. En realidad nunca en su vida había visto ella a este hombre, pero no le parece feo y hasta le invita una copa…
¡Dios mío, qué bella era Frau Agathe! Su rostro resplandecía como una hoguera encendida. Ahora bien, ¿para qué ponerse a hablar ahora, precisamente ahora, de cosas tan tristes como son las que se refieren a la muerte? Ya lo haría después; por el momento era preciso beber otra copa y disfrutar el momento. Frau Agathe se veía incluso feliz. ¿Para qué romper el hechizo? Entonces el visitante se puso a hablar con la joven viuda –ella aún no sabía que lo era- de cosas que nunca sabremos. Y tanto hablaron y hablaron, y tanto se gustaron el uno al otro que pronto, sin que nadie supiera cómo ni cuándo, ya estaban los dos tomados de la mano en la alcoba de ella. ¡Oh, no se habían reunido allí para entregarse a la práctica de ejercicios piadosos! Y pasó el tiempo. Cuando el visitante despertó por fin, pudo recordar como entre sueños que había venido a esta casa a cumplir una misión. ¿Cuál era ésta? Trataba de recordarlo. ¡Ah, sí, decirle a Frau Agathe que su marido había muerto en la vecina ciudad de Ischl, en el transcurso de un duelo, precisamente!… Aún no salía completamente de su modorra cuando oyeron ambos a lo lejos un ruido de pasos. Quien llegaba era el doctor Mülling, amigo de la familia, para preguntar a la señora si ya se había enterado de la triste noticia. Cuando la supo, la mujer se deshizo en llanto y pidió ver cuanto antes el cuerpo de su marido.
«Desde entonces –cuenta el narrador- no me dirigió ni una palabra… Efectivamente, aquella misma tarde partió sola y a la mañana siguiente condujo el cadáver a Viena. Al otro día tuvo lugar el entierro al que, por supuesto, asistí… Muchos años después nos encontramos en una reunión social. Mientras tanto se había casado de nuevo. Nadie que nos hubiera visto hablar habría adivinado que nos unía una profunda vivencia común. Pero, ¿realmente nos unía? Yo mismo habría podido considerar aquella estival y tranquila, misteriosa y, con todo, feliz hora como un sueño que sólo yo había soñado: tan clara, tan sin recuerdos, tan inocentemente profundizó su mirada en la mía».
Y así acaba esta historia, que no ha hecho más que confirmar mis sospechas, a saber: que la relación sexual, por sí sola, no puede unir a dos seres que no se aman. Hoy es común, o casi, afirmar que las relaciones sexuales son como el termómetro del amor, de manera que nada puede esperarse de dos seres que no saben -o no pueden- hacerse gozar el uno al otro. Hay quien dice, además, que para enamorarse de una persona antes hay que haberse acostado con ella. Pero esto es falso, pues las cosas, por lo regular, suceden exactamente al revés. Así como los milagros no producen la fe, sino que es más bien la fe la que produce los milagros, así habría que decir también que las relaciones sexuales no producen el amor, sino que, a lo más, cuando éste ya existe sólo lo alimentan. Los que no se amaban antes de ir juntos a la cama, no se amarán más cuando hayan regresado de ella, y hasta es posible en algunos casos que terminen queriéndose menos. Los cuerpos podrán acoplarse todo lo que quieran, pero, si las almas están lejos, entonces no hay nada que hacer.
Me decía hace poco un joven hablándome de su novia, con la que tenía ya estas relaciones y con quien acababa de romper: «Quizá deje más material para el recuerdo una tarde viendo juntos el crepúsculo que una relación sexual». Claro, claro. ¿Podría decirse mejor? He aquí la miseria del sexo.
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#4 Tiempos
Verano futbolero | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Apesar de los pesares, el verano futbolero arranca este fin de semana.
Tanto el mundial de clubes, como la Copa Oro, se jugarán en el territorio de los Estados Unidos, algo que bajo otro panorama sería lo ideal, un país multicultural, con una infraestructura increíble y fortaleza económica como para poder generar ingresos sobrevalorados, todo estaría bien, si no hubiera problemas sociopolíticos en Norteamérica.
Las recientes políticas han comprometido las entradas a los estadios y con esto un posible golpe comercial a las proyecciones de FIFA. Pero pasando al punto netamente deportivo, que al fin es lo que importa para esta sección, las cosas suenan muy interesantes.
Por un lado tenemos el nuevo experimento mundial, juntar a algunos de los clubes más importantes del mundo, en un torneo que buscará enfrentarlos con sus mejores jugadores en búsqueda de un gran premio económico, todos los equipos presentarán lo mejor que tienen y es probable que conforme avancen en el torneo su nivel tenga que aumentar, cuando los equipos que solo van a participar queden fuera, y se cierre contra los verdaderos rivales. Un torneo que levanta expectativas y que promete buenos juegos, sobre todo cuando clubes europeos salten a las canchas con sus figuras mundiales.
A la par de este torneo, se jugará el evento principal de CONCACAF. Si bien la región es tal vez la más olvidada del planeta, y sus selecciones fuertes no pasan por un buen momento, es notable voltear a ver a la zona y su torneo insignia a un año antes del mundial. Administrativamente, vamos a poder ver algunos estadios que serán sede de la Copa del Mundo 2026, así como los preparativos para ciertas ciudades que recibirán afición y participantes. Por lo futbolístico, vale la pena resaltar el mal momento que vive la selección de los Estados Unidos, un equipo que llega con 4 partidos sin ganar y que busca levantar cabeza con Mauricio Pochettino, quien de hacer un mal torneo seguramente se despedirá por ahora de sus posibilidades de dirigir un mundial. Del lado de México, el Vasco Aguirre tiene que demostrar que su equipo puede levantar la cara a un año de la copa. La obligación de campeonar en la Copa Oro sigue siendo imperante, así como desplegar un buen fútbol ante rivales que parecen a modo.
El resto de las selecciones piensan más en su posible clasificación al mundial y tomarán la participación como partidos de preparación ante lo que viene para el cierre del 2025.
Dos torneos interesantes, un mes lleno de futbol y equipos que disputarán en una de las próximas sedes mundialistas. Atentos con el país del norte, y que la política y lo social no sean impedimento para por lo menos distraer un poco de lo verdaderamente importante, sin perder por completo la atención. Que arranque ya el verano futbolero.
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