junio 22, 2025

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#4 Tiempos

La niña del tanque azul | Columna de Óscar Esquivel

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Desafinando

Infanticidio, historia real

 

La crueldad es parte del mal, es un compuesto vitamínico de la maldad, ser crueles es la respuesta más violenta del ser humano ante los débiles, la oportunidad de generar sufrimiento en otros y gozarlo. Es la saña indescriptible como se conducen los hambrientos del dolor ajeno. ¿Será que se lleva grabado en el ADN la crueldad?, posiblemente no, por la razón que el hombre ha evolucionado en millones de años, ¿entonces nacemos crueles? 

Acostumbrados a ser testigos de violencias extremas, torturas, violaciones y humillaciones en todas las formas de la cotidiano, incluso en actividades culturales. A menudo, la crueldad se despliega, se presenta como espectáculo, hay una crueldad que nunca llega a satisfacer el morbo ciudadano porque se confronta con sus hipocresías y sus miserias. 

Voces explican, y nos hacen saber, que quien ejerce la crueldad pretende deshumanizar a sus víctimas, sin embargo van más allá. Como los dueños de esclavos, no importando de donde venían, ni su etnia, ni color; los dueños aceptaban por ejemplo, que los esclavos de color, traídos de África a América, en un relato de venta de esclavos en la Luisiana de siglo XVII, se escuchaba “aunque tengan solo algunas semejanzas fisiológicas con los humanos, no eran ciertamente hombres” más bien “criaturas desprovistas de alma”, clasificados como bestias brutas y así serían tratados como bestias por el resto de sus vidas. 

Explican los psicólogos: quienes ejercen y saborean el placer de matar, “debe ser un ser desinhibido de la violencia contra el humano o animales, un espontáneo, resuelto a privar de su condición humana al sujeto que será sacrificado a placer.   

Hace uno días en un poblado de aquellos sumidos en la violencia, no solo física, sino moral por su pobreza, marginación y desesperanza; en el Estado de México, ya casi siempre señalado como lugar emblemático en violencia extrema, contrastado por sus hermosos lugares naturales, pero manchado por el color púrpura de la sangre de miles y miles de personas víctimas de las más desgarradoras historias de sangre.  

Benita una niña de 11 años, con sueños e ilusiones como cualquier niña de su edad, se vio envuelta a su corta edad en un romance con un niño de su escuela, solo un poco mayor que ella. Jugaban a ser novios y amantes, y eso provocó un embarazo inesperado; como todo pueblo pequeño la noticia corrió, Benita hija única, con el dolor de sus padres fue socorrida y apoyada por ellos a pesar de sus limitaciones económicas, Benita dio a luz a una hermosa niña a quien bautizó con el nombre de Esperanza, si bien, Benita no asistió a la escuela por tres años, a sus 14 años, volvió a la secundaria.

Una mañana de verano con lluvia, se le hacía tarde para llegar a la escuela, salió corriendo a toda prisa sin darse cuenta un microbús la arrolló, golpeándola con tal fuerza que Benita murió en el instante. Sus padres en el desconsuelo, se quedarían al cuidado de su pequeña nieta Esperanza.

Al año siguiente su abuela llevó a Esperanza, ya de 4 años, a la guardería, temprano como cada mañana su abuela regreso a casa, ya en el almuerzo con su esposo, a lo lejos se comenzó a escuchar fuertes tronidos como explosiones, cada vez más fuertes hasta que llegaron a su humilde vivienda, explotando como varias de la zona, los abuelos habían muerto quemados por la pólvora de fuegos artificiales, nada se pudo hacer.

Esperanza, su nieta, quedó en el abandono por un tiempo, hasta que las autoridades la entregaron a una tía y su pareja para el cuidado de ella. Quién iba a decir que se convertirían verdugos crueles de Esperanza. Desde su llegada a casa de sus tíos, la niña lloraba mucho al grado que los vecinos se daban cuenta, la niña ya no asistía a la guardería y era dejada por mucho tiempo sola, se asegura que hasta por días y noches.

En septiembre, los tíos hartos de ella, la encadenaron en una vieja perrera de madera en el patio donde también vivía un perro, ambos convivirían por 15 días, la niña de apenas 4 años sobreviviría al frío, al hambre y a la sed, sus cadenas al tobillo ya le presentaban llagas, la falta de alimento y agua una desnutrición severa, ya no lloraba, ni se movía.

Octubre fue el fin de Esperanza, había muerto en aquel patio de terror. Como las ausencias de los tíos se prolongaban hasta por tres días no se dieron cuenta del fallecimiento de Esperanza, entonces los vecinos comenzaron a experimentar fuertes olores, desconociendo de donde provenían llamaron a la policía.

Para entonces los tíos se presentaron en la vivienda, vieron el cadáver, sin saber qué hacer, fueron a comprar unos costales de arena, vaciaron un poco en un tambo de plástico azul, para posteriormente, depositar a la niña y cubrirla con el resto de la arena.

Ana y Juan se habían convertido en asesinos crueles e inhumanos. Salieron muy temprano apoyados con un diablito arrastrando el tambo azul con Esperanza dentro, no se percataron de la presencia policiaca. Un oficial los vio y preguntó que llevaban dentro, estos dos sujetos, trataron de huir como cobardes al verse descubiertos, hoy ya en la cárcel.

El policía abrió el tambo y solo alcanzó a ver el tobillo de Esperanza entre la arena, aun con el tramo de cadena que nunca la dejó.

La crueldad de Ana y Juan, alcanzaron niveles insospechados, una niña muerta y un pueblo sumido en la desesperanza, porque perdió a Esperanza que como todo niño en el mundo es símbolo de paz y consuelo.

Nos saludamos pronto.

caminante369@yahoo.com

#4 Tiempos

El primer poeta potosino, Pedro de los Santos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Si bien desde los primeros años de la fundación existieron poetas en San Luis y se cultivó este género, como lo hemos tratado en anteriores entregas, estos personajes serían españoles avecindados en la ciudad; el primer poeta nacido en el siglo XVII en estas tierras en la ciudad de San Luis Potosí sería Pedro de los Santos.

Pedro de los Santos. Este personaje es uno de los nacidos en San Luis Potosí, nacería a mediados del siglo XVII; en 1699 era colegial de San Ildefonso y Familiar y Maestresala del virrey don Juan Ortega Montañés.

Emigraría muy joven a la ciudad de México, al parecer estudiaría también en la Real y Pontifica Universidad de México pues en su Romance aparece el título de Bachiller.

Su Romance es el único poema que se le conoce, fue escrito en 1700 y publicado en 1702 conociéndosele con el título de Romance en elogio a San Juan de Dios en las fiestas que hizo México por su canonización. Poema que tendría el segundo lugar en el certamen poético por la canonización de San Juan de la Cruz, que describió el Pbro. Br. Juan Antonio Ramírez Santibañez; donde se apunta: “El segundo lugar, se le dio al que puede tener plaza de Músico suave, pues tira gajes de cantor en el palacio de Apolo y ser Maestresala de las Musas, al Bachiller donde Pedro de los Santos, maestre de la sala del Exmo. Sr. Dr. Don Juan de Ortega Montañés, del Consejo de su majestad, arzobispo de México, segunda vez Virrey, Gobernador, Capitán General de esta Nueva España y Presidente de su Real Audiencia”.

El Padre Peñalosa asegura que en su poema “no faltan, en el romance, algunas características de la poesía barroca, entonces en pleno apogeo, como la hipérbole, las alusiones mitológicas, la bimembración distribuida en dos versos o tal cual detalle de la luz y de color; pero sin el poderío y la plasticidad, sin el ingenio y la audacia de la verdadera y grande poesía barroca”.

Al decir del Padre Peñalosa una copia fotostática de su romance se encuentra en el Archivo Histórico de San Luis Potosí.

En su romance, los últimos versos dicen:

la misma tormenta corre
haciendo que el aire ocupe
mejor sagrada saeta
del Ave de culpa inmune.

Con ella el piélago vence,
con ella el viento confunde
y no admira que con ella
el mismo Puerto salude.

Con ella pone en Granada
columnas que no caduquen
a las injurias del tiempo,
pues su caridad las sube.

Mereciendo mayor palma,
Porque puso en servidumbre
Al mar, no con armas fieras,
Sino con palabras dulces.

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#4 Tiempos

La miseria del sexo | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Sucede en un cuento de Arthur Schnitzler (1862-1931), el escritor austriaco. Una vez, un joven fue invitado a asistir a un duelo en calidad de padrino de un militar de cierto rango que, al ver ofendido su honor, retó a muerte a un caballero de la alta sociedad vienesa abofeteándolo con su guante. Qué razones había para lavar con sangre esa mancha real o imaginaria, no lo sabemos, pues éstas no quedan muy claras en el relato, aunque todo parece indicar que había unas faldas de por medio, y que estas faldas eran nada menos que las de la esposa del militar.

Como decimos, el padrino nada sabía de los motivos que impulsaron al teniente Loiberger a tomar tan drástica determinación, pero tampoco quiso averiguarlas. ¿Para qué? Como se dice, cada uno sabe dónde le aprieta el zapato; y, además, ¿para qué negar que en aquellos tiempos remotos la gente se mataba entre ella por los motivos más banales y fútiles? «El hecho –dice el narrador de esta historia, es decir, el padrino- de que en ciertos círculos tuviera que contarse con la posibilidad o incluso con la inevitabilidad de los duelos, ya sólo esto, créame, daba a la vida social una cierta dignidad o, al menos, un cierto estilo. Y a las personas de estos círculos, incluso a las más insignificantes o ridículas, les prestaba la apariencia de una continua disposición a la muerte, aun cuando a usted esta expresión le parezca, utilizada en este contexto, demasiado rimbombante».

Digámoslo ahora con nuestras palabras: en aquellos tiempos, batirse a muerte con adversarios verdadero o ficticios era una moda tan extendida, sobre todo entre las clases superiores, que nuestro joven narrador ni siquiera se extrañó cuando el teniente Loiberger solicitó amablemente su padrinazgo. Además, ¿no era ésta la séptima u octava vez que un caballero ofendido le pedía exactamente la misma cosa? Sin embargo, es necesario abreviar, y lo haremos diciendo cuanto antes que el muerto, allí, fue precisamente el señor Loiberger, que cayó al suelo con cierta elegancia y sin demasiados aspavientos a causa de una bala que vino a incrustársele a la altura del corazón. Se llevó la mano al pecho, lanzó un suspiro hondo, se tendió en la hierba como quien se dispone a permanecer en esa postura un tiempo muy largo y murió en el acto.

Una autoridad municipal dio fe del deceso –también sin demasiados aspavientos- y el día transcurrió como de costumbre, cual si en realidad nada grave hubiese acontecido. Sin embargo, un problema quedaba sin resolver, y era que la viuda, que vivía en la capital, es decir, en Viena, debía enterarse de la muerte de su marido. ¡Claro, era necesario decírselo, y cuanto antes mejor! ¿Y quién iba a encargarse de tan desagradable tarea? El padrino, naturalmente, que para eso estaba. Y allá va nuestro narrador. Frau Agathe, la esposa del señor Loiberger, lo recibe amablemente y lo hace pasar al recibidor. En realidad nunca en su vida había visto ella a este hombre, pero no le parece feo y hasta le invita una copa…

¡Dios mío, qué bella era Frau Agathe! Su rostro resplandecía como una hoguera encendida. Ahora bien, ¿para qué ponerse a hablar ahora, precisamente ahora, de cosas tan tristes como son las que se refieren a la muerte? Ya lo haría después; por el momento era preciso beber otra copa y disfrutar el momento. Frau Agathe se veía incluso feliz. ¿Para qué romper el hechizo? Entonces el visitante se puso a hablar con la joven viuda –ella aún no sabía que lo era- de cosas que nunca sabremos. Y tanto hablaron y hablaron, y tanto se gustaron el uno al otro que pronto, sin que nadie supiera cómo ni cuándo, ya estaban los dos tomados de la mano en la alcoba de ella. ¡Oh, no se habían reunido allí para entregarse a la práctica de ejercicios piadosos! Y pasó el tiempo. Cuando el visitante despertó por fin, pudo recordar como entre sueños que había venido a esta casa a cumplir una misión. ¿Cuál era ésta? Trataba de recordarlo. ¡Ah, sí, decirle a Frau Agathe que su marido había muerto en la vecina ciudad de Ischl, en el transcurso de un duelo, precisamente!… Aún no salía completamente de su modorra cuando oyeron ambos a lo lejos un ruido de pasos. Quien llegaba era el doctor Mülling, amigo de la familia, para preguntar a la señora si ya se había enterado de la triste noticia. Cuando la supo, la mujer se deshizo en llanto y pidió ver cuanto antes el cuerpo de su marido.

«Desde entonces –cuenta el narrador- no me dirigió ni una palabra… Efectivamente, aquella misma tarde partió sola y a la mañana siguiente condujo el cadáver a Viena. Al otro día tuvo lugar el entierro al que, por supuesto, asistí… Muchos años después nos encontramos en una reunión social. Mientras tanto se había casado de nuevo. Nadie que nos hubiera visto hablar habría adivinado que nos unía una profunda vivencia común. Pero, ¿realmente nos unía? Yo mismo habría podido considerar aquella estival y tranquila, misteriosa y, con todo, feliz hora como un sueño que sólo yo había soñado: tan clara, tan sin recuerdos, tan inocentemente profundizó su mirada en la mía».

Y así acaba esta historia, que no ha hecho más que confirmar mis sospechas, a saber: que la relación sexual, por sí sola, no puede unir a dos seres que no se aman. Hoy es común, o casi, afirmar que las relaciones sexuales son como el termómetro del amor, de manera que nada puede esperarse de dos seres que no saben -o no pueden- hacerse gozar el uno al otro. Hay quien dice, además, que para enamorarse de una persona antes hay que haberse acostado con ella. Pero esto es falso, pues las cosas, por lo regular, suceden exactamente al revés. Así como los milagros no producen la fe, sino que es más bien la fe la que produce los milagros, así habría que decir también que las relaciones sexuales no producen el amor, sino que, a lo más, cuando éste ya existe sólo lo alimentan. Los que no se amaban antes de ir juntos a la cama, no se amarán más cuando hayan regresado de ella, y hasta es posible en algunos casos que terminen queriéndose menos. Los cuerpos podrán acoplarse todo lo que quieran, pero, si las almas están lejos, entonces no hay nada que hacer.

Me decía hace poco un joven hablándome de su novia, con la que tenía ya estas relaciones y con quien acababa de romper: «Quizá deje más material para el recuerdo una tarde viendo juntos el crepúsculo que una relación sexual». Claro, claro. ¿Podría decirse mejor? He aquí la miseria del sexo.

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#4 Tiempos

Verano futbolero | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Apesar de los pesares, el verano futbolero arranca este fin de semana.

Tanto el mundial de clubes, como la Copa Oro, se jugarán en el territorio de los Estados Unidos, algo que bajo otro panorama sería lo ideal, un país multicultural, con una infraestructura increíble y fortaleza económica como para poder generar ingresos sobrevalorados, todo estaría bien, si no hubiera problemas sociopolíticos en Norteamérica.

Las recientes políticas han comprometido las entradas a los estadios y con esto un posible golpe comercial a las proyecciones de FIFA. Pero pasando al punto netamente deportivo, que al fin es lo que importa para esta sección, las cosas suenan muy interesantes.

Por un lado tenemos el nuevo experimento mundial, juntar a algunos de los clubes más importantes del mundo, en un torneo que buscará enfrentarlos con sus mejores jugadores en búsqueda de un gran premio económico, todos los equipos presentarán lo mejor que tienen y es probable que conforme avancen en el torneo su nivel tenga que aumentar, cuando los equipos que solo van a participar queden fuera, y se cierre contra los verdaderos rivales. Un torneo que levanta expectativas y que promete buenos juegos, sobre todo cuando clubes europeos salten a las canchas con sus figuras mundiales.

A la par de este torneo, se jugará el evento principal de CONCACAF. Si bien la región es tal vez la más olvidada del planeta, y sus selecciones fuertes no pasan por un buen momento, es notable voltear a ver a la zona y su torneo insignia a un año antes del mundial. Administrativamente, vamos a poder ver algunos estadios que serán sede de la Copa del Mundo 2026,

así como los preparativos para ciertas ciudades que recibirán afición y participantes. Por lo futbolístico, vale la pena resaltar el mal momento que vive la selección de los Estados Unidos, un equipo que llega con 4 partidos sin ganar y que busca levantar cabeza con Mauricio Pochettino, quien de hacer un mal torneo seguramente se despedirá por ahora de sus posibilidades de dirigir un mundial. Del lado de México, el Vasco Aguirre tiene que demostrar que su equipo puede levantar la cara a un año de la copa. La obligación de campeonar en la Copa Oro sigue siendo imperante, así como desplegar un buen fútbol ante rivales que parecen a modo.

El resto de las selecciones piensan más en su posible clasificación al mundial y tomarán la participación como partidos de preparación ante lo que viene para el cierre del 2025.

Dos torneos interesantes, un mes lleno de futbol y equipos que disputarán en una de las próximas sedes mundialistas. Atentos con el país del norte, y que la política y lo social no sean impedimento para por lo menos distraer un poco de lo verdaderamente importante, sin perder por completo la atención. Que arranque ya el verano futbolero.

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