#4 Tiempos
El tormento romántico de Enrique Urquijo | Columna de Carlos López Medrano

MEJOR DORMIR
La noche del 17 de noviembre de 1999, al borde del cambio de milenio, el cadáver de un hombre de 39 años fue encontrado en un portal de la calle Espíritu Santo, en el barrio de Malasaña en Madrid. Una combinación fatal de sustancias había acabado con él. Tirado, con una chaqueta bajo la cabeza a modo de almohada, fue depositado ahí por quienes alimentaron sus excesos durante las horas previas. El camello e ingratas compañías que lo abandonaron a su suerte tras absorber de él todo lo que podían absorber.
Esta historia dramática, que se asemeja a la de tantas otras personas que luchan contra alguna forma de adicción, logró revuelo nacional cuando se reveló la identidad de la víctima. Se trataba de Enrique Urquijo, el líder de Los Secretos, una de las bandas insignia de la Movida Madrileña, quien veinte años antes compuso uno de los grandes himnos del pop español, «Déjame», en el que ya dejaba entrever su estilo particular, el de un hombre sensible y contradictorio. Un hombre afectado.
Déjame, no juegues más conmigo,
esta vez, en serio te lo digo.
Tuviste una oportunidad,
y la dejaste escapar.
No hay nada que ahora ya
puedas hacer,
porque a tu lado yo,
no volveré, no volveré…
El fallecimiento prematuro de Enrique Urquijo distaba de ser la típica caída de un adicto que persigue las estrellas en una euforia desbocada. Era, más bien, un ser hipersensible que se había apagado con el tiempo, que en el alcohol y las drogas buscaba un escape a un entorno agobiante e indescifrable. La constante preocupación de estar sereno, ese estado de quietud que anticipaba la caída, la sepultura que le causaba la chispa de una memoria rota. Sería explícito en una de sus canciones más recordadas: «Quiero beber hasta perder el control». No disfrutaba realmente de lo que consumía. No era un fin en sí mismo, sino un medio para quedar tumbado y dejar de sentir. «A Enrique le dolía la vida», dijo alguna vez Ana González, una de sus amigas más cercanas.
Dos días antes de la tragedia, Enrique había salido de un centro de desintoxicación. Pasaba, de hecho, un periodo relativamente contenido en comparación a sus épocas de mayor desenfreno. Se había internado como parte de un proceso para obtener la custodia de su querida hija, María, una intentona que requería una posterior reclusión de varios meses. La relación con la madre de la niña era complicada; chocaba con sus padres, amigos y hermanos. Él pretendía darle a su hija lo mejor y comenzar una nueva existencia en familia junto con Pía Minchot, la última mujer a la que amó.
Aquello no pudo ser. En medio de un ataque de ansiedad, Enrique abandonó la clínica. El médico de guardia aceptó la petición de alta voluntaria. Él y los administradores cometieron dos graves errores: permitir que Enrique se marchara sin acompañamiento y devolverle las 200 mil pesetas que restaban del depósito por su salida antes de tiempo. Fue el dinero que gastó para desatramparse en el carrusel de las horas siguientes. Un bajón emotivo terminaría con su vida de manera aparentemente inintencionada.
Entre sus admiradores y sus seres queridos fue inevitable el planteamiento de escenarios alternativos. Preguntarse si esto o aquello hubiera traído una suerte distinta para Enrique. Los cierto es que su forma de ser hacía inevitable una conclusión fuera de la norma, como el propio compositor llegó a anticipar en conversaciones íntimas. Era alguien que experimentaba cada día a flor de piel, un ser al que los estímulos y sucesos le dejaban una huella profunda e imborrable que nadie más lograba experimentar. La catástrofe era ineludible.
Enrique Urquijo personificaba la vulnerabilidad en un tarro. Un hombre resquebrajado, cuyos pedazos brillaban como revancha última ante un destino cruel. Dependiente y arrastrado a una obscuridad que le resultaba insoportable. Deseoso de ser cuidado por alguien más: «volver a ser un niño», que una cuidadora se encargara de todo aquello que le superaba. La sensación de ser un polizonte en la sociedad. Abrumado, no encajaba. Una cuestión especialmente ríspida para quien se dedicaba a cantar frente a multitudes.
Los papeles de Enrique eran lienzos en donde trazaba aflicciones y tristezas. Barcos a la deriva que se mantienen apenas a flote como una condena más dolorosa que el hundimiento total. Buscaba su propio desplome como medio de escape ante un panorama que le parecía hostil. Reservado y con una continua sensación de abandono, las personas que convivían con él acababan por ser testigos de su caída, el viaje vertical hacia el colapso.
Begoña Larrañaga, su violinista y colaboradora en la última etapa, se lo advirtió a Pía tras un episodio de angustia: «Toda persona que se arrima a Enrique acaba sufriendo». La frase tal vez tuviera un dejo de malicia. A fin de cuentas, se trataba de un hombre noble. Sus conocidos reconocían esto en él, y desestimaban la fama de alguien permanentemente afligido que adquirió mediáticamente. Era alguien con momentos de gracia, con sentido del humor. Simplemente había un punto en el que era espinoso lidiar con él, uno en el que ya era complicado ayudarle.
Tenía lapsos en los que nadie apostaba por él. Postrado por jornadas al estilo de rounds, era difícil esperar cualquier cosa de quien estaba consumido por sus tormentos. Pero, como suele ocurrir por los genios, era en esa penumbra donde soltaba una ráfaga; en su caso, con la forma de una nueva composición. Un verso que le redimía, un riff que era una manifestación vital. Plenamente autobiográfico, exponía sus claroscuros y aceptaba sus derrotas. Se deba la piel en cada instante. Ahí donde otros presumían sus hazañas con las chicas, él admitía haberse quedado dormido en el momento crucial.
Bastaba que sus conocidos lo vieran llegar con líneas tan memorables como «Por la calle del olvido, vagan tu sombra y la mía», «Mi fe se fue al verte entrar y llorar, por eso entiendo si te vas», o «Nunca he sentido igual una derrota que cuando ella me dijo se acabó» para perdonarle los desplantes y alejamientos que tenía. Sin ser prolífico, tenía la capacidad de llevarse la victoria de un guantazo. Pese a su sensibilidad, irónicamente era un artista del KO. El talento seguía ahí, y aun en sus horas más bajas, tiraba golpes de gran kilataje.
Sumido en un pozo en el que nadie más podría entrar, la profunda sensibilidad que nutría sus canciones también lo marchitaba. Alejaba a quienes más quería tener cerca. El comportamiento errático y obsesivo le llegaba en los lapsos menos oportunos y con la gente que menos lo merecía. Vivía angustiado entre los polos de la fama y el desamparo. Odiaba la notoriedad que Los Secretos le conferían y estaba demolido por las deserciones en su entorno personal. La consecuencia era una personalidad tirante que reconoce en «Soy como dos».
Cuando intento hacerme el malo soy un niño abandonado.
Soy como dos, compréndelo, uno muy descontrolado.
Soy como dos, siempre soy dos,
El otro es hasta educado.
Cuando intento ser amable siempre decido atacarte.
Si quiero ser desagradable siempre me siento culpable.
No sé bien qué estoy buscando pero me voy alejando,
Cuando pienso en el pasado me asusto, corro y no paro.
Soy como dos, siempre soy dos, tienes a dos a tu lado,
Por eso un día soy feliz y de repente me enfado…
Enrique apenas toleraba los grandes escenarios, a pesar de que eran la consecuencia de su talento. Cuando fundó Los Problemas en paralelo a Los Secretos a principios de los noventa, una de sus principales motivaciones era volver a los pequeños auditorios. Lo que él entendía como la música en su sentido más placentero: el aliento de unas pocas personas, un lugar acogedor. No estar tan expuesto. Limitarse a tocar la música que le gustaba. Como las rancheras mexicanas.
Enrique era un alma afligida, y en tal sentido, la compatibilidad de caracteres con los compositores mexicanos fue determinante para él. Fue uno de los grandes promotores de José Alfredo Jiménez (su gran ídolo junto con Jackson Browne) en España, una afición compartida con Joaquín Sabina, una coincidencia que los acercó como amigos y colegas. Sin embargo, las dolencias de la música ranchera quizá hicieron que se regodeara de sentimientos de los que es mejor escapar. En lo que respecta a Urquijo fueron el gran móvil para encauzar su declive. Su ansia por el género lo llevó a que la canción que abría el primer álbum con Los Problemas fuera una versión de «Un mundo raro».
Porque yo a donde voy, hablaré de tu amor
Como un sueño dorado
Y olvidando el rencor, no diré que tu adiós
Me volvió desgraciado.
Y si quieren saber de mi pasado
Es preciso decir otra mentira.
Les diré que llegué de un mundo raro,
Que no sé del dolor, que triunfé en el amor
Y que nunca he llorado…
Enrique era un hombre emotivo que llevaba cada acontecimiento hasta el límite de su capacidad. El amor para él era, en este sentido, una experiencia extrema. Lo mismo sucedía con el consumo de estupefacientes. La moderación no cabía en él. Aunque a la vez era alguien de sosiego. No era de grandes fiestas ni de barullo, esto le fastidiaba. El carácter introvertido y vulnerable lo inclinó a una caída en solitario. La desmedida sensibilidad lo dejaba inerme en las calles peligrosas. Tenía la debilidad de no saber decir que no. Y de no olvidar a quienes la vida había alejado de él.
Un sentimental empedernido. Su primer amor, Eloísa García, fue una llaga abierta por el restos de sus días. Se conocieron en 1980, cuando él tenía veinte años y ella diecisiete, y su relación llegó a su fin a principios de 1984. Fue la relación que moldeó su temperamento dolido. La relación que creía como su destino y que finalmente no se concretó. En parte por la negativa del padre de Eloísa (un psiquiatra estricto al que no le parecía ver a su princesa con un músico de rock), pero también porque ella quedó abrumada y rebasada por las complejidades de Enrique.
Los obstáculos impuestos por sus suegros en la relación quedaron plasmados en la canción «El primer cruce». En ella se relata cómo Enrique visitaba a Eloísa a escondidas por las noches, mientras ella lograba escapar de su casa mientras todos dormían. El padre de Eloísa, hasta las narices de aquel joven que rondaba a su hija, finalmente la envió a una casa de campo, incluso con dos guardias armados para evitar cualquier contacto con Enrique. En una escena digna de película, el cantante de Los Secretos la buscó una última vez, sin lograrlo. Fue interceptado por su suegro con el que tuvo una discusión de antología. Entre lágrimas tuvo que asumir que aquello era imposible, aunque la considerara el amor de su vida.
Eloísa además ya no le correspondía. Para una joven sin experiencia era difícil lidiar con alguien de tendencias caóticas y depresivas. Cortar con Enrique le costó, aunque no tanto por amor, sino porque no quería lastimarlo. «Ahora que estoy peor», del segundo álbum de Los Secretos, da cuenta de cómo las necesidades emocionales de Enrique eran incomprendidas por Eloísa. Es uno de sus mejores temas:
Vengo a refugiarme a tu habitación
La noche es muy fría busco tu calor
No escondas la mirada, no vengo a pedir nada
A nadie le importa si te quiero o no
Si siento alegría o siento dolor
O si no siento nada y
Necesito oír tu voz ahora que estoy peor…
Quince años después de la ruptura, la marca que Eloísa dejó en Enrique seguía siendo tan grande que la última letra que escribió y grabó, unas semanas antes de su muerte, estaba dedicada a ella. Visto a distancia, claramente el amor que él sintió por ella fue más grande que el que recibió de vuelta. Ella rehízo su vida. Y a finales de los noventa, se encontraron por causalidad en el bar Honky Tonk de Madrid. Intercambiaron números y prometieron comer juntos para que Eloísa conociera a María, por entonces de cinco años. Aquello nunca sucedió.
Lo que para Eloísa fue un simple encuentro fortuito con un novio de la inocente juventud, para Enrique fue una cisma en la cabeza. Quince años después, quince años de sobrevivir, como él mismo diría, aquella mujer volvía a emocionarlo. Nunca la superó. Al regresar a casa esa noche, escribió la conmovedora «Hoy la vi» y grabó la voz en un pequeño dispositivo. Tras su muerte, Álvaro Urquijo y el resto de Los Secretos le añadirían música y la lanzarían en el álbum homenaje A tu lado. Quien se haya topado en la calle con un viejo amor comprenderá lo que pasaba por el pecho de Enrique en aquella ocasión.
Hoy la vi,
La nostalgia y la tristeza suelen coincidir.
Se rompieron mis esquemas, después comprendí
Que si ahora estoy así, es porque hoy la vi.
Y aunque no lo siento, luego no pude dormir,
Y las puertas del recuerdo cedieron, al fin.
Y aquel miedo que sentía, hoy vuelvo a sentir.
Hoy la vi,
Han llovido quince años que sobreviví.
Yo creía que sabía, y nunca aprendí…
La dependencia emocional de Enrique Urquijo no se limitaba a sus parejas, a quienes demandaba un trato casi maternal. La necesidad se extendía a su propia hija, a quien veía como un ancla a la existencia. Estar a su lado le reconfortaba e intentaba aferrarse a ella para motivarse y dejar atrás los antiguos vicios. Y lo intentó… lo intentó. Si bien el capítulo final fue el que conocemos, dedicó a la pequeña una de las canciones más bellas que existen en español (una recreación de «Carmelita» de Warren Zevon): «Agárrate a mí, María», en la que transparente como era, se muestra no como el padre protector, el papel que se suele atribuir a cualquiera en sus zapatos, sino como alguien vulnerable que pide el amparo de su hija, por entonces una bebé de menos de dos años.
Mañana, cuando despiertes,
estaré lejos.
En fin, no creo que pase nada,
de otras peores salí.
Si acaso no vuelvo a verte
olvida que te hice sufrir:
No quiero, si desaparezco,
que nadie recuerde quien fui.
Agárrate fuerte a mí, María.
Agárrate fuerte a mí…
que esta noche es la más fría
y no consigo dormir.
Agárrate fuerte a mí, María.
Agárrate fuerte a mí…
que tengo miedo
y no tengo donde ir…
Antonio Vega hizo la versión definitiva de la canción. Solo un amigo y par espiritual podía darle el tono preciso. En la película Caótica Ana (2007) de Julio Medem, el líder de Nacha Pop hace un cameo para interpretarla. El planteamiento y la sucesión de imágenes la hacen sencillamente sobrecogedora. La primera vez que la vi me derrumbó. Así lo hace todavía cada que la veo. No hace falta ver el resto de la cinta para enternecerse.
El tormento romántico de Enrique Urquijo encontró en la música ranchera a una cómplice. Todos tenemos nuestras fantasías y una de las mías es viajar en el tiempo y, al calor de unos tequilas, presentarle a Enrique una canción mexicana que casaba de lleno con su personalidad. De haber topado con ella, probablemente la hubiera recuperado para el repertorio de Los Problemas. Es fácil imaginarla con su voz y formando parte de su último álbum, Desde que no nos vemos (1998) en lugar de, digamos, «Perla de cristal».
Me refiero a «Es inútil» de los Cadetes de Linares, que es muy él. O él era muy cadete de Linares. Muy mexicano.
Es inútil que te diga lo que sufro,
Es inútil que te cuente mi dolor,
Si en mi vida tú nunca me has querido,
Ni siquiera me has tenido compasión
Los momentos que pasaste a mi lado,
Hoy recuerdo y me pongo a llorar
Si me ves que ando borracho es por tú culpa,
Y mi vida se me acaba, más y más
Pero en fin mi vida ya comprenderás
Si me muero no preguntes ya sabrás…
Por alguna razón, a diferencia de Nacha Pop, Hombres G, Alaska y Dinarama o Parálisis Permanente, la música de Enrique Urquijo no tiene mucho arraigo entre los jóvenes en la actualidad, al menos en países como México. Desde sus inicios en los años ochenta, el sonido cálido y tradicional de Los Secretos (apegado al country estadounidense y luego a las rancheras), en contraste con la extravagancia de otras propuestas de la época, los convirtió paradójicamente en unos rarunos o parte del bando baboso, términos despectivos utilizados por los modernos para referirse a los grupos de guitarras al estilo clásico.
En el largo plazo, no obstante, este sonido ha envejecido con gracia (si uno olvida la horrible producción que varios de sus discos tuvieron). Fueron visionarios frente a su coetáneos. En medio de la locura punk y new wave, apelaron a la sencillez y a las guitarras a tope. Antes que R.E.M. y The Smiths, que fueron los grandes reaccionarios en la escena anglosajona de los años ochenta, ya desde 1978 Enrique y sus hermanos sabían que los sentimientos se expresan mejor sin florituras, irreverencia vacía ni maquillaje. Mostrándote tal como eres. Con lo bueno y lo malo. Cualquiera que haya sufrido una derrota y una decepción amorosa encontrará en Enrique un aliado.
Contacto:
Correo electrónico: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
Nota: la mayor parte de la información contenida en este texto fue extraída del libro Enrique Urquijo: Adiós tristeza de Miguel Ángel Bargueño, una biografía imprescindible para cualquier interesado en el compositor madrileño.
También lee: Rachmaninov, preludio en la desesperación | Columna de Carlos López Medrano
#4 Tiempos
La lista de invitados | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Estamos a pocos meses del Mundial 2026, y con ello, la lista de países invitados se va llenando poco a poco. Hoy ya conocemos a algunos de los visitantes a Norteamérica el próximo año, y otros que están cerca de firmar su presencia. Revisemos dónde estamos en este momento.
1. Estados Unidos (Anfitrión)
Como uno de los países organizadores, Estados Unidos clasificó automáticamente. Con 11 participaciones en Mundiales, su mejor resultado fue el tercer lugar en 1930. En 2026, buscarán aprovechar la ventaja de jugar en casa para superar sus marcas históricas y llegar lejos en el torneo.
2. México (Anfitrión)
México también clasificó por ser anfitrión. Con 17 participaciones, su mejor desempeño fue llegar a cuartos de final en 1970 y 1986, ambas veces como organizador. En 2026, intentarán romper su famosa “maldición del quinto partido” y avanzar a semifinales por primera vez.
3. Canadá (Anfitrión)
Canadá completó el trío de anfitriones. Con solo dos participaciones previas (1986 y 2022), este será un gran momento para consolidarse como una selección competitiva. Jugando en casa, buscarán dejar huella y ganarse el respeto del mundo del fútbol.
4. Japón
Japón fue el primero en clasificar a través de las eliminatorias asiáticas. Con 7 participaciones en Mundiales, siempre ha llegado hasta octavos de final (2002, 2010, 2018 y 2022). En 2026, su objetivo será superar ese récord y avanzar a cuartos.
5. Nueva Zelanda
Nueva Zelanda aseguró su lugar al ganar las eliminatorias oceánicas. Con solo dos participaciones previas (1982 y 2010), el equipo buscará aprovechar esta oportunidad para ganar experiencia y competir con equipos de mayor nivel.
6. Irán
Irán también clasificó a través de las eliminatorias asiáticas. Aunque ha participado en 6 Mundiales, nunca ha superado la fase de grupos. En 2026, intentarán dar el s alto y avanzar a octavos de final por primera vez.
7. Argentina
Argentina, campeona del mundo en 2022, aseguró su lugar al dominar las eliminatorias sudamericanas. Con tres títulos mundiales (1978, 1986 y 2022), llegan como uno de los grandes favoritos para defender su corona y seguir escribiendo historia.
Por otro lado, tenemos un pequeño grupo de equipos que están cerca y, aunque aún no han asegurado su clasificación, están a un paso de lograrlo. Entre ellos destacan Brasil, Francia, España y Alemania, todas con un historial impresionante en Mundiales y grandes candidatas a brillar en 2026. Mención aparte el caso de Ecuador, que con buen paso en la eliminatoria, hace creer a los suyos.
Por otro lado, existe la clasificación por repechaje, en donde ahora mismo se encuentra Nueva Caledonia, quienes perdieron la final de Oceanía contra Nueva Zelanda (3-0). Aunque no obtuvieron su lugar directo, aún pueden hacerlo ganando su repechaje. La selección de Nueva Caledonia se ubica en el lugar 152 de la FIFA, por lo que es muy probable que tenga que jugar dos partidos en caso de lograr su boleto al Mundial.
Este será un Mundial único, no solo por su expansión a 48 equipos, sino también por su organización trinacional. La fase de grupos contará con 12 grupos de 4 equipos, y los dos primeros de cada grupo avanzarán, junto con los 8 mejores terceros.
El Mundial parece convertirse ahora sí en una fiesta global. Ojalá esto traiga nuevas selecciones y mayor diversidad. Al momento no hay debuts a la vista, pero falta mucho por escribirse, y es muy probable que, por lo menos entre Concacaf y Conmebol, veamos un nuevo invitado a las copas del mundo.
También lee: ¿Y las Chivas? | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Centenario de Luis Miramontes, el químico que revolucionó a la humanidad | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Considerado como uno de los más importantes descubrimientos del siglo XX, la píldora anticonceptiva, fue el trabajo que llevó a Luis Ernesto Miramontes Cárdenas a ser uno de los tres químicos más importantes de México y uno de los más prolíficos en cuanto a patentes, pues al menos se le conocen cuarenta en diversos campos.
El pasado 16 de marzo estaría cumpliendo los cien años de edad; nació en Tepic el 16 de marzo de 1925 y falleció en la Ciudad de México el 13 de septiembre del 2004. Después de realizar sus estudios básicos en su ciudad natal, le fue otorgada una beca gracias a la cual pudo estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria en la Ciudad de México, ingresaría a estudiar química en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la UNAM de 1945 a 1949. Sus habilidades en la experimentación química, lo llevó a ser contratado en el Instituto de Química de la UNAM cuando estudiaba el tercer año de la carrera.
Sería contratado en la empresa Syntex, contando con 26 años, en esa empresa realizaría el descubrimiento más importante de su trayectoria: sintetizar la noretisterona, la base de la primera píldora anticonceptiva. A partir de ese descubrimiento, el doctor Gregory Pincus desarrolló la píldora anticonceptiva.
Por entonces trabajaba con Carl Djerassi que dirigía su tesis, donde logró sintetizar la sustancia que se convertiría en la base del primer anticonceptivo oral para mujeres el 15 de octubre de 1951.
El trabajo de Luis Miramontes fue de trascendencia, tanto en el ámbito académico como en el de investigación y de desarrollo tecnológico; sus trabajos abarcaron numerosas ramas científicas, desde la química orgánica a la petroquímica, pasando por la química farmacéutica o la de contaminantes. Sin embargo, no fue reconocido en su justo nivel en el país, sus logros pasarían desapercibidos para el ciudadano común, a diferencia del ámbito extranjero donde su trabajo fue reconocido.
El científico se convirtió en el único mexicano en el Salón de la Fama de los Inventores en los Estados Unidos. Igualmente, su invento fue nombrado uno de los veinte más importantes de la historia por una encuesta realizada por el británico Engineering and Technology Board (ETB) del Reino Unido. El Departamento de Patentes de los Estados Unidos también reconoció el invento y lo incluyó entre los 40 más importantes de los últimos dos siglos. Como resultado, Miramontes fue reconocido como uno de los tres químicos de México más importantes y con mayor influencia en todo el mundo.
Su hijo el Dr. Pedro Miramontes que ha realizado estancias en la Facultad de Ciencias de la UASLP, ha impartido varios cursos de licenciatura y posgrado y dictado pláticas de divulgación de la ciencia sin faltar la difusión del trabajo de su padre. En particular participó en el programa La Ciencia en el Bar, donde habló Del ADN a la Pastilla Anticonceptiva, donde compartió material de su padre que tiene un alto valor histórico, la charla, que recomendamos su consulta, puede consultarse en esta dirección de YouTube.
Luis Miramontes al igual que su hijo Pedro Miramontes han colaborado con la Universidad Autónoma de San Luis Potosí realizando trabajo académico. Luis Miramontes participó en el programa de los Cursos de Invierno que organizaba la Academia Potosina de Ciencias y Artes y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en la década de los cincuenta. Dictó el curso de química orgánica y físico-química orgánica sobre hormonas sexuales y síntesis de cortisona en el mes de febrero de 1955.
Pedro Miramontes recordó el centenario de su padre: Hoy hubiera cumplido cien años Luis Miramontes Cárdenas, mi padre. En 1951, siendo estudiante de doctorado en la UNAM, sintetizo la Noretisterona, compuesto que fue la base del primer anticonceptivo oral, facilitando que las mujeres fueran dueñas de su vida reproductiva.
También lee: Conmemorando diez años de filosofía en la UASLP | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Plan A y Plan B de Ricardo Gallardo | Columna de Jorge Saldaña
Tercera Llamada
Ricardo Gallardo y Claudia Sheinbaum están charlando sobre el futuro. Se mandan mensajes respecto al 2027 y más allá. La conversación es, a veces en persona, las menos. Con mensajes de ida y vuelta, con recados dejados entre líneas, las más.
El último telegrama enviado de San Luis a Palacio Nacional fue entregado éste sábado pasado a través de un sólido y tumultuoso evento con fines de afiliación que sirvió de sobre para el mensaje guardado en su subtexto.
Palabras más, palabras menos, el mensaje para el ojo y oído educado fue:
“Señora presidenta, el Verde no le pide la luna, solo San Luis al que tenemos y que no estamos dispuestos a soltar”.
Todos los símbolos de la liturgia Gallardista fueron lucidos en el evento: El apoyo de la cúpula verde a través de Karen Castrejón. Y aunque no vino Manuel Velasco, se dice, estuvo pendiente a través de mensajes desde antes, durante y después del evento.
De los diputados federales no podía faltar ninguno, y no lo hicieron.
Mucho menos Juan Carlos Valladares, al que el gobernador trae muy de cerca en últimas fechas, al grado de soltar, entre broma y broma, que a Juan Carlos “ya hay que empezarle hacer la campaña”.
La anécdota ocurrió a la salida de la presentación del Plan Municipal de Desarrollo de Soledad de Graciano Sánchez, cuando el gobernador tomó el volante de su vehículo y le pidió al diputado Valladares acompañarlo.
Todos son mensajes. Todo dice y todo significa.
De regreso al evento y a los simbolismos desplegados, tampoco faltaron los dos senadores, presidentes municipales, diputados locales, gabinete, y por supuesto el grueso de sus simpatizantes de la zona metropolitana que ahí acudieron para cumplir con su parte esencial: ser capturados en fotografías panorámicas en un recinto que se llenó a reventar.
Esa foto fue la que había que mandar y circular como la punta más verde y más alta del pino, esa en la que todos con playera color pasto primaveral dijera: somos la fuerza política número uno del estado. La única con la demostrada capacidad de convocatoria y movilización. Y sí lo son.
Las selfies, los abrazos y las porras fueron a la crónica local, mientras que el mensaje político fue enviado al Zócalo de la capital de la República, con firma del remitente y en espera de respuesta. Así va la charla.
Por si hubiera dudas, el momento clave del discurso del militante número uno del partido del tucán, fue su decreto como lanzado al universo y a su interlocutora a distancia:
“Ganaremos 2027, 2030, 2033 y más”.
Así de claras las cosas, ni hay necesidad de encriptación de mensajes,. Y en la federación, al menos a la oficina de gobernación, donde despacha Rosa Icela Rodríguez, seguro que llegó el recado y se firmó de recibido.
Un evento así, en tierras de la segunda de abordo del barco México, no pasa desapercibido, asunto que también pesa, simboliza y genera cuestionamientos:
¿Le vas a entrar, Rosa Icela? ¿Dónde está Morena y su afiliación en San Luis? ¿Se nota la diferencia entre la visita de Andy y Luisa María en San Luis (que vinieron a prácticamente nada) y ni siquiera se sentaron con la dirigente estatal, Rita Ozalia?
Seguramente hay muchos más de los que se le ocurren a este aprendiz de reportero. Pero desde esa perspectiva, la de la odiosa comparación, el evento del sábado en el Centro de Convenciones también puede ser interpretado como una afrenta, una provocación a Morena, de quienes el Verde es aliado allá en San Lázaro y en Reforma con Insurgentes.
La disyuntiva es si Ricardo Gallardo jugará por la libre, es decir, si se siente lo suficientemente confiado con su estructura partidista como la mostró de fortalecida como para ir solo, o será disciplinado a lo que se geste, de aquí a dos años en la Ciudad de México y en la oficina de la presidenta Sheinbaum.
Ambos escenarios son posibles, y de ellos dependen las decisiones que se tomen respecto de quienes serán los candidatos; los protagonistas del 2027 para empezar. Sobre todo en la capital, Soledad, Pozos y Villa de Reyes, (la “herradura dorada”) con la que, con un poco más, basta para tener números competitivos a la gubernatura.
Esas decisiones no están tomadas. Se están tomando y pueden cambiar todos los días, y por lo que parece, el escenario A y el escenario B está contemplado por el aparato político del gobernador.
Es así que se explica su doble operación, enfilando esfuerzos de su esposa, la senadora Ruth González, en la capital, lo mismo que en el interior del estado. Y al mismo tiempo, estar “preparando” y teniendo de cerca a otro posible candidato emergente, como lo pudiera ser para la capital, Juan Carlos Valladares.
Si fuera un juego de turista, el gobernador tiene dos fichas en el tablero, una en casa y una cerca, y cada que juega lanza dos veces los dados.
Sin ningún impedimento legal, el plan de casa puede ejecutarse para el estado o para la capital, pero no hay nada mejor que en una u otra posición, se acompañe a la candidatura con otro protagonista igual de sólido que sume al proyecto.
Las señales, Culto Público, las señales por lo menos hasta este punto, no dan dirección para sospechar que exista un tercer “bateador emergente” en la figura de Ricardo Gallardo Juárez, quien se ha mantenido de bajo perfil y cumpliendo con sus labores legislativas -no políticas- desde San Lázaro. Su operador de tierra, Gilberto Hernández Villafuerte, hace lo propio desde el Senado y están atentos al paso del calendario. Para el plan A o plan B de Ricardo Gallardo Cardona estarán preparados.
¿Esta siendo demasiado lanzado el gobernante potosino, adelantándose a los tiempos electorales enviando este tipo de mensajes de fuerza? Nadie lo sabe y solo el futuro nos dará respuesta.
Mientras tanto en lo local, y en lo que se resuelven las dudas, las zancadas para adelantarse en el maratón electoral están a la vista en la ejecución de eventos y en las estrategias a las que pone atención el oído de Ricardo.
Mucho se habla de un grupo de foráneos y foráneas consentidos, que hay que decir, le han dado buenos resultados, al grado que se han convertido muy rápido en el primer círculo del jefe del ejecutivo estatal.
Una de las primeras ideas sugeridas, ya sea por este grupo o por otros asesores a los que se presta atención, según se supo, fue la de emprender una “operación erosión” en contra del alcalde de la capital, Enrique Galindo, único contrincante a la vista rumbo a la gubernatura que viene más acelerada que un conejo en cuento de Lewis Caroll.
Las cartas están leídas, los mensajes enviados y sigue la conversación. Esto apenas empieza.
Jorge Saldaña
BEMOLES
QEPD
Desde aquí envío un fuerte y solidario abrazo a mi amiga y colega, María Luisa Paulín Hernández por la irreparable pérdida de su señora madre, la señora Magdalena Hernández. Deseo a su familia y amigos pronta y cristiana resignación. Animo amiga.
NI ADIOS DIJO
Ayer por la tarde de pronto se “regó” la versión de la salida de Jose Luis Ruiz Contreras de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado. No hubo anuncio oficial ni declaración o postura que sostuviera la salida. Sin embargo la versión es real, y al interior de la dependencia se pudo confirmar que en su lugar se queda Jesús Juárez en su lugar. Más que los cambios, que ya se esperaban mas temprano que tarde, llama la atención las formas en que un secretario de primer nivel se entera de su renuncia o salida a través de versiones regadas. ¿A quién le soltaron la primicia? Seguramente hoy se tendrá une explicación.
También lee: Los restos: el caso Teuchitlán | Columna de Jorge Saldaña
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