#4 Tiempos
Cambio de nombre | Columna de Víctor Meade C.

SIGAMOS DERECHO.
Alejandro Gertz Manero es abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho; es doctor en Derecho por la UNAM, por la Universidad Mount Union en Ohio y por la Universidad de las Américas (así es, tres doctorados); ha sido profesor del ITAM, de la UNAM y de la Universidad Anáhuac; ha ocupado diversos cargos en la anterior Procuraduría General de la República; fue Secretario de Seguridad Pública (2000-2004) con Fox; diputado federal plurinominal por el Partido Convergencia en 2009; rector de la Universidad de las Américas; y, desde el 2019, es la primer persona en ocupar el cargo de Fiscal General de la República. Una más a la lista: desde la semana pasada, Gertz Manero es investigador Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Vale la pena entrar al contexto para dimensionar y poner en perspectiva las responsabilidades de Gertz Manero como el primer titular de la Fiscalía General de la República (FGR), que vino a suplir a la extinta Procuraduría General de la República (PGR). En el 2014, el empuje y la insistencia de organizaciones de la sociedad civil logró que el gobierno de Peña Nieto reformara el artículo 102 constitucional para que la Procuraduría dejara de pertenecer al Poder Ejecutivo y volverla un órgano autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propios, a la luz de los terribles resultados en materia de investigación de delitos y de deficientes presentaciones de acusaciones penales.
Aunque los ejemplos sobran, recordemos que fue aquella fallida Procuraduría la responsable de la detención de Florence Cassez en 2005 y que quedó en libertad por faltas graves al debido proceso y a sus derechos humanos. Fue responsable de la detención e imputación de Elba Esther, quien fue absuelta pasados cinco años. Fue responsable, con Jesús Murillo Karam al frente, de llevar a cabo una vergonzosa investigación, actos de tortura, alteración de pruebas, detenciones arbitrarias y violaciones graves a los derechos de personas detenidas en el caso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Por lo anterior, la nueva Fiscalía fue concebida como un órgano autónomo al servicio de la sociedad con cuatro fiscalías especializadas (delitos electorales, combate a la corrupción, derechos humanos y asuntos internos); con un Consejo Ciudadano de consulta conformado por cinco ciudadanos de «probidad y prestigio»; con un fiscal con una duración de nueve años en el cargo; y con planes de trabajo sujetos de aprobación por parte del Senado y del Consejo Ciudadano. Es decir, en principio, la transición sí implicaba algo más que el mero cambio de nombre.
Fue hasta el 14 de diciembre de 2018 que se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República y, así, le tocó a la entrante administración de López Obrador estrenarla y nombrar en los primeros días de su gobierno a Gertz Manero como el primer fiscal para el periodo 2019-2028. Desde entonces, todas y todos hemos podido atestiguar que la transición de Procuraduría a Fiscalía no ha trascendido a más allá del nombre. Las torpezas en la manera de aprehender, investigar e imputar delitos continúan.
Con el caso de Lozoya, la Fiscalía le otorgó al exdirector de Pemex el carácter de testigo protegido y se fue directamente a su casa, incluso con la posibilidad de viajar dentro del país; se filtraron a los medios sus acusaciones; y se han extraviado pruebas no integradas al expediente. Con Salvador Cienfuegos, Gertz decidió no ejercer la acción penal después de que el exfuncionario llegó a México entregado por Estados Unidos y —sorpresa— quedó libre. El más reciente, Alonso Ancira, autor del fraude de Agronitrogenados, llegó a un acuerdo reparatorio con la Fiscalía para pagar 216 millones de dólares dentro del plazo de tres años, con lo que se extinguirá su proceso penal. Mientras ello sucede, Ancira ya está en libertad.
Más allá de la visibilidad que dan estos casos con tanta atención mediática, fuera de los reflectores la gestión de Gertz al frente de la Fiscalía ha sido poco transparente y con muy poca actualización de la información pública aún cuando el INAI le ha ordenado en distintas ocasiones que dé publicidad a información de interés público. Además, el Consejo Ciudadano ni siquiera ha sido instalado y, por tanto, sigue pendiente de su aprobación el Plan de Persecución Penal. Según los informes que presenta constantemente la organización civil México Evalúa, el rezago en las investigaciones va al alza y solamente el 4.9% de los delitos federales tienen respuesta efectiva (sentencia o algún otro modo de resolución).
Sumado a todo lo anterior, Gertz Manero promovió la abrogación de la Ley Orgánica de la FGR que se promulgó hace tres años para que esta fuese sustituida por una nueva y en sus términos. La propuesta de Gertz retira a la Fiscalía del Sistema Nacional de Búsqueda, lo cual implica que ahora ya no participarán en coordinación con otras instituciones y organizaciones civiles en la búsqueda de personas desaparecidas —uno de los peores y principales males del país—. También, ello significa que las organizaciones civiles y colectivos perderán el poco acceso que habían tenido a las bases de datos de personas desaparecidas, lo cual limita mucho más sus insumos para investigar aunque sea por su propia cuenta el paradero de sus ausentes. La Fiscalía ahora rendirá aún menos cuentas y será menos transparente; todo a propuesta del Fiscal y alabado casi en todos sus términos por un Poder Legislativo complaciente. La FGR regresa a la misma lógica operativa de la PGR del priísmo, pero con la sutileza del cambio de nombre.
En un tenor diverso, pero a propósito de legisladores y legisladoras complacientes, la legislatura pasada cerró el periodo ordinario de sesiones aprobando también modificaciones a la Ley del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y a sus diversos reglamentos, como el del Sistema Nacional de Investigadores. Lo anterior cobra especial notoriedad cuando se anunció la semana pasada que Alejandro Gertz Manero fue ingresado al Sistema Nacional de Investigadores directamente al Nivel III —su nivel más alto— sin siquiera haber pasado por los escalones de Candidato, Nivel I y Nivel II. El argumento de la Comisión Dictaminadora —por cierto, fue instaurada especialmente para su caso— determinó ingresarlo como una medida reparatoria de supuestos actos discriminatorios en su contra, según una resolución dictada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), que depende de la Secretaría de Gobernación.
Gertz Manero denunció ante la CONAPRED que habían sido reiteradas ocasiones en que él había tratado de ingresar al SNI, pero que fue rechazado en todas por no cumplir con los requisitos de producción académica (dirección de tesis, publicación de libros, textos científicos dictaminados, conferencias, entre otros). La Comisión Dictaminadora argumentó que con sus tres doctorados, numerosos textos de opinión y trascendencia para el país, lo justo era permitir su ingreso al Nivel III del SNI. Ahora que todas las reglas y requisitos —a las que toda la comunidad científica se ciñe— fueron ignorados, quién sabe; quizás le otorguen la misma dispensa a Samuel García, gobernador electo de Nuevo León y también con tres doctorados. O mejor aún, que también a mí me hagan SNI por los textos de opinión que escribo cada lunes, aunque sea Nivel I.
El cuento de las instituciones públicas que dan prebendas a otros funcionarios públicos es uno que conocemos bien. Tan es así que incluso la CNDH solicitó protección para Sanjuana Martínez, directora de Notimex que, por su notoria ineptitud, ha tenido a toda la institución a su mando en paro total de labores desde hace varios meses. Quizás mencionar lo anterior ya sea una digresión innecesaria, pero deja de manifiesto que el discurso de transformación no alcanza a penetrar la realidad de retroceso y decadencia que prevalece en tantos rincones de la administración pública federal. En el menos peor de los casos, las trayectorias de vida como la enunciada en el primer párrafo del presente texto serán maquilladas a petición de parte. En el peor, la investigación de los delitos y las acusaciones penales quedarán en manos del pasado, incidiendo aún más y de manera negativa en las vidas de las miles de víctimas y sus familiares.
Lee también: El Derecho a Votar | Columna de Víctor Meade C.
#4 Tiempos
Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta
Apuntes
Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.
Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.
Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.
Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.
En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.
Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir
. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.
Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.
Punto.
Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.
Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.
Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.
Yo soy Jorge Saldaña.
También lee: Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?
#4 Tiempos
Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.
Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.
Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.
El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.
Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.
Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México. Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.
Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.
Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.
Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.
También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?
APUNTES
Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?
La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?
Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.
Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.
¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.
Deme una salida, presidente…
— Ok.
Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú
… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.
—Ganamos.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña
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