octubre 12, 2025

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#4 Tiempos

¿Podemos dejar de darle tanta importancia a los Óscares? ¿Plis? | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

En la universidad a la que (desgraciadamente) asistí, había una especie de tradición al final de los cuatro (horrorosos) años de (falta de educación de calidad, pertinente o estructurada a la que lamentablemente le llaman) la licenciatura. Se trataba de un evento que lleva décadas siendo un clásico cierre de preparatorias y secundarias a lo largo de la República Mexicana: una entrega de premios cotorros organizada por y para el alumnado, donde se celebran cosas tan importantes para un CV profesional como “La más amiguera”, “El que recursó más materias” o “La que vendió más drogas ilegales a precios accesibles a las 7 AM de un martes en el salón de ‘El Cachetes’”. Todo es en plan jijijí jajajá, en onda “seremos amiguis por siempre y este será uno de los momentos cumbres de nuestra nostalgia cuando hablemos de nuestro tiempo como estudiantes”. Una cosilla sencillona con la que rellenar el vacío que nos deja el saber que estamos a nada de entra al mundo adulto y la universidad no hizo absolutamente nada para prepararnos para lo que se viene. De vez en vez, la raza se emociona y organizan un evento de gala en el auditorio de la escuela, con estatuillas mandadas a hacer en algún local de trofeos perdido en e interior de una plaza comercial abandonada desde la década de los 70 en el centro de la ciudad. A veces, a falta de presupuesto real, se intercambian monitos de alambre que claramente hizo una mamá desvelada una semana antes, o ya de plano, pequeñas plaquitas de cartón dibujadas a mano con los plumones de la niña de los plumones. Aún así, por más pompa y circunstancia que se le imbuya a esta ocurrencia de la chaviza, no deja de ser completa y totalmente irrelevante para cualquiera que no sea parte de este cerrado grupo de individuos. Quienes están ahí se la pasan bomba. Para los vecinos de los involucrados es un martes más.

                  En mi escuela, estos premios se llamaban “Micrófonos”. El evento estuvo, efectivamente, muy cotorro. Nos prestaron la cancha de fútbol a mitad de la escuela (también conocida en aquella época como “el salón de usos múltiples”), y hubo mesitas llenas de fruta y refresco para que tuviéramos algo que hacer con las manos en lo que los maestros hacían funcionar la bocina de mediados de los 80 que debió haberse retirado pasando el Y2K. Si mal no recuerdo, hasta contrataron mariachis para que la reunión de 50 individuos vestidos con ropa de diario leyendo nombres a través de un micrófono que a duras penas se escuchaba se viera más jovial antes los espectadores. Nos la pasamos bien, nos reímos, nos terminamos el refresco, dejamos la mitad de las sandías y toronjas en sus platos, y se creó un instante de vinculación fraternal y, de acuerdo a mucha raza, fue un buen recuerdo de la juventud.

                  Por ahí de 2018, después de una celebración exactamente igual a la aquí descrita, uno de los integrantes de la generación que se graduaba ese año, tras ganarse un “Micrófono” relacionado a su interés por el periodismo durante sus ocho semestres de estudio, decidió venderle la primicia de su galardón a un medio de noticias local. Medio local del cual él era parte, pero igual. Se los vendió, y se la compraron. Así, la situación cotorra de que tus amiguis de la universidad te digan “wey, te esforzaste un chingo en las materias de periodismo, yo creo que te va a ir bien en tu carrera si sigues así” se convirtió en un “Otorgan a S. Vega reconocimiento al mejor periodista de la FCC de la UASLP”, acompañado de una imagen en donde el señor Sergio V. se encuentra hablando con Carmen Aristegui. Para darle legitimidad, que le dicen.

                  Es como si alguno de los miles de papás que a diario recibieran una taza con la leyenda “El mejor papá del mundo” la llevaran a su trabajo como prueba fehaciente de que merecen, no solo un aumento, sino ser parte de la junta directiva de la empresa. Y la empresa les dijera “Claro, ¿cómo no? La taza en sí le da legalidad y precedente a tus habilidades como padre y persona, y aunque no hay manera de comprobar que no compraste tú mismo esa taza, como tampoco se puede comprobar que la mesada que utilizó tu hija para regalarte la taza no haya salido de tu nómina, por cuestiones éticas de apariencia y de buena fe, asumiremos que obtuviste esa presea de manera legítima y te otorgamos el puesto más alto al que se pueda aspirar en esta empresa.” Procede, entonces, el imaginario papá de esta historia a intentar dar un discurso de agradecimiento antes de que una orquesta sinfónica le corte sus palabras a la mitad.

                  En otras noticias nada relacionadas con lo anteriormente escrito aquí, se acaban de anunciar las nominaciones a los Óscares. Como cada año, el discurso en Twitter se centra en “a quién le robaron la nominación” o en el clásico “esta nominación valida mi opinión de que esta es una muy buena película y definitivamente no soy un cinéfilo mamador con accesos al internet”. Lo de siempre. La gente se pelea, se desamiga, se lanza memes agresivos, se quote retweetea con insultos velados. Bueh, un día normal en Twitter, solo que con temática específica.

                  Afortunadamente para todos aquellos que le lloran a la Academia por no haber nominado a Greta Gerwig como mejor directora y solo darle *lee sus notas* 8 míseras nominaciones a su película comercial financiada por una compañía multinacional cuyo negocio principal es el de venderle juguetes de (a lo mucho) mediana calidad (¡ahora con 19% menos plomo y asbestos!) a niños de 12 años o menos, los premios Óscar sí son galardones ética y objetivamente otorgados a productos cinematográficos de calidad que serán venerados por generaciones como lo mejor que el séptimo arte le puede ofrecer a la humanidad. No es una versión más cara y pública de los Micrófonos, no señor. Definitivamente tampoco son una estrategia de marketing cuyo único objetivo es el de ponerle un sticker a la carátula del DVD o un hashtag más a la categoría de streaming en donde se encuentra la película para convencer a la gente de que gaste su tiempo/dinero en ver bodrios de tres horas que hablan de la importancia de luchar por ser parte y mantener el débil status quo genérico de Estados Unidos. ¿Qué clase de industria multibillonaria sería así de superficial?

                  Digo, no es como si la manera más sencilla de conseguir un premio de la academia sea literalmente gastar millones de dólares en una campaña de marketing dirigida única y específicamente a los miles de señores viejitos que conforman a la academia, geográficamente ligada a sus lugares de residencia o establecimientos a los que asisten con regularidad, en donde las productoras gastan cantidades inimaginables de dinero en regalos que *legalmente no se pueden considerar como sobornos* para recordarles lo maravillosa que es tal o cual película a través de Rolexes y jamones serranos que, mire usted qué casualidad, tienen la palabra “Oppenheimer” impresa en ellos, ¿no es curioso? Tampoco es como si los votantes de la Academia, al no estar contractualmente obligados a ver las películas nominadas, solo vieran dos o tres que medio les llaman la atención, o que sólo se dejan llevar por el “vi que hablaban mucho de esto en Facebook, debe ser buena” o un “Esa la hizo mi amigo/primo/suegra, y esa persona me cae muy bien”, o el ya conocido “Esa es de Disney. A mi me gustaba Disney de chiquito, y era bueno – seguro Disney sigue siendo bueno, porque le sigue gustando a mis nietos.” Por supuesto que no. Jamás pasaría algo así. Claramente los premios de la Academia se tratan de cientos de críticos y analistas del cine serios, quienes viven para ver cine, discutiendo los verdaderos méritos artísticos de tal o cual producción, sopesando qué tan relevante son los mensajes y temáticas que aparecen dentro de las mismas. ¿Cómo se van a dejar llevar por motivos personales o por seguir las tendencias de redes para pretender ser cool y deconstruidos para seguir recibiendo presupuesto y publicidad?

                  O si no, ¿cómo más se puede explicar que Crash ganó Mejor Película en 2006?

                  ¿O que Sergio Vega haya sido el mejor periodista de la FCC de la UASLP en 2018?

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#4 Tiempos

Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta

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Apuntes

Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.

Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.

Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.

Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.

En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.

Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir

. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.

No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.

Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.

Punto.

Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.

Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.

Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.

Yo soy Jorge Saldaña.

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#4 Tiempos

Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.

Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.

Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.

El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.

Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.

Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México.

Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.

Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.

Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.

Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.

También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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#4 Tiempos

Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?

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APUNTES

 

Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?

La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?

Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.

Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.

¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.

Deme una salida, presidente…

— Ok.

Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú

… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.

—Ganamos.

Hasta la próxima.

Yo soy Jorge Saldaña

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Opinión

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